tag:blogger.com,1999:blog-37026983480260938682024-02-18T18:00:38.652-08:00Invencionaria“El universo no sólo es mucho más extraño de lo que suponemos, sino más extraño de lo que podamos llegar a suponer” John Burdon Haldanedelcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.comBlogger295125tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-89256948285557675082015-07-19T03:46:00.003-07:002015-07-19T03:46:43.217-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-28834357873275709" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdcL25gNq0Ys90vBR-hfGYLJWeEXNbnH7VLZAEPb7oEOmyLzuIIRZVw-V1sYBIa0LJaS0fyo5qo0EcEjrlukZ_VjCRmOJE14CNuiNBAJmpZh-K3d7VXsS9wgilyX18B5PWxcnnbd_qpKE/s1600/Roberto+Bola%25C3%25B1o+BN.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdcL25gNq0Ys90vBR-hfGYLJWeEXNbnH7VLZAEPb7oEOmyLzuIIRZVw-V1sYBIa0LJaS0fyo5qo0EcEjrlukZ_VjCRmOJE14CNuiNBAJmpZh-K3d7VXsS9wgilyX18B5PWxcnnbd_qpKE/s640/Roberto+Bola%25C3%25B1o+BN.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Roberto Bolaño</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El Gusano</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Parecía un gusano blanco, con su sombrero de paja y un Bali colgándole
del labio inferior. Todas las mañanas lo veía sentado en un banco de la
Alameda mientras yo me metía en la Librería de Cristal a hojear libros.
Cuando levantaba la cabeza, a través de las paredes de la librería que
en efecto eran de cristal, ahí estaba él, quieto, entre los árboles,
mirando el vacío.<br /> Supongo que terminamos acostumbrándonos el uno al
otro. Yo llegaba a las ocho y media de la mañana y él ya estaba allí,
sentado en un banco, sin hacer nada más que fumar y tener los ojos
abiertos. Nunca lo vi con un periódico, con una torta, con una cerveza,
con un libro. Nunca lo vi hablar con nadie. En una ocasión, mientras lo
miraba desde los estantes de literatura francesa, pensé que dormía en la
Alameda, sobre un banco o en los portales de alguna de las calles
próximas, pero luego conjeturé que iba demasiado limpio para dormir en
la calle y que seguramente se alojaba en alguna pensión cercana. Era,
constaté, un animal de costumbres, igual que yo. Mi rutina consistía en
ser levantado temprano, desayunar con mi madre, mi padre y mi hermana,
fingir que iba al colegio y tomar un camión que me dejaba en el centro,
donde dedicaba la primera parte de la mañana a los libros y a pasear y
la segunda al cine y de una manera menos explícita al sexo.<br /> Los
libros los solía comprar en la Librería de Cristal y en la Librería del
Sótano. Si tenía poco dinero en la primera, donde siempre había una mesa
con saldos, si tenía suficiente en la última, que era la que tenía las
novedades. Si no tenía dinero, como sucedía a menudo, los solía robar
indistintamente en una u otra. Se diera el caso que se diera, no
obstante, mi paso por la Librería de Cristal y por la del Sótano
(enfrente de la Alameda y ubicada, como su nombre lo indica, en un
sótano) era obligado. A veces llegaba antes que los comercios abrieran y
entonces lo que hacía era buscar a un vendedor ambulante, comprarme una
torta de jamón y un jugo de mango y esperar. A veces me sentaba en un
banco de la Alameda, uno oculto entre la hojarasca, y escribía. Todo
esto duraba aproximadamente hasta las diez de la mañana, hora en que
comenzaban en algunos cines del centro las primeras funciones matinales.
Buscaba películas europeas, aunque algunas mañanas de inspiración no
discriminaba el nuevo cine erótico mexicano o el nuevo cine de terror
mexicano, que para el caso era lo mismo.<br /> La que más veces vi creo
que era francesa. Trataba de dos chicas que viven solas en una casa de
las afueras. Una era rubia y la otra pelirroja. A la rubia la ha dejado
el novio y al mismo tiempo (al mismo tiempo del dolor, quiero decir)
tiene problemas de personalidad: cree que se está enamorando de su
compañera. La pelirroja es más joven, es más inocente, es más
irresponsable; es decir, es más feliz (aunque yo por entonces era joven,
inocente e irresponsable y me creía profundamente desdichado). Un día,
un fugitivo de la justicia entra subrepticiamente en su casa y las
secuestra. Lo curioso es que el allanamiento tiene lugar precisamente la
noche en que la rubia, tras hacer el amor con la pelirroja, ha decidido
suicidarse. El fugitivo se introduce por una ventana, navaja en mano
recorre con sigilo la casa, llega a la habitación de la pelirroja, la
reduce, la ata, la interroga, pregunta cuántas personas más viven allí,
la pelirroja dice que sólo ella y la rubia, la amordaza. Pero la rubia
no está en su habitación y el fugitivo comienza a recorrer la casa, cada
minuto que pasa más nervioso, hasta que finalmente encuentra a la rubia
tirada en el sótano, desvanecida, con síntomas inequívocos de haberse
tragado todo el botiquín. El fugitivo no es un asesino, en todo caso no
es un asesino de mujeres, y salva a la rubia: la hace vomitar, le
prepara un litro de café, la obliga a beber leche, etc.<br /> Pasan los
días y las mujeres y el fugitivo comienzan a intimar. El fugitivo les
cuenta su historia: es un ex ladrón de bancos, un ex presidiario, sus ex
compañeros han asesinado a su esposa. Las mujeres son artistas de
cabaret y una tarde o una noche, no se sabe, viven con las cortinas
cerradas, le hacen una representación: la rubia se enfunda en una
magnífica piel de oso y la pelirroja finge que es la domadora. Al
principio el oso obedece, pero luego se rebela y con sus garras va
despojando poco a poco a la pelirroja de sus vestidos. Finalmente, ya
desnuda, ésta cae derrotada y el oso se le echa encima. No, no la mata,
le hace el amor. Y aquí viene lo más curioso: el fugitivo, después de
contemplar el número, no se enamora de la pelirroja sino de la rubia, es
decir del oso.<br /> El final es predecible pero no carece de cierta
poesía: una noche de lluvia, después de matar a sus dos ex compañeros,
el fugitivo y la rubia huyen con destino incierto y la pelirroja se
queda sentada en un sillón, leyendo, dándoles tiempo antes de llamar a
la policía. El libro que lee la pelirroja, me di cuenta la tercera vez
que vi la película, es La caída, de Camus. También vi algunas mexicanas
más o menos del mismo estilo: mujeres que eran secuestradas por tipos
patibularios pero en el fondo buenas personas, fugitivos que
secuestraban a señoras ricas y jóvenes y que al final de una noche de
pasión eran cosidos a balazos, hermosas empleadas del hogar que
empezaban desde cero y que tras pasar por todos los estadios del crimen
accedían a las más altas cotas de riqueza y poder. Por entonces casi
todas las películas que salían de los Estudios Churubusco eran thrillers
eróticos, aunque tampoco escaseaban las películas de terror erótico y
las de humor erótico. Las de terror seguían la línea clásica del terror
mexicano establecida en los cincuenta y que estaba tan enraizada en el
país como la escuela muralista. Sus iconos oscilaban entre el Santo, el
Científico Loco, los Charros Vampiros y la Inocente, aderezada con
modernos desnudos interpretados preferiblemente por desconocidas
actrices norteamericanas, europeas, alguna argentina, escenas de sexo
más o menos solapado y una crueldad en los límites de lo risible y de lo
irremediable. Las de humor erótico no me gustaban.<br /> Una mañana,
mientras buscaba un libro en la Librería del Sótano, vi que estaban
filmando una película en el interior de la Alameda y me acerqué a
curiosear. Reconocí de inmediato a Jaqueline Andere. Estaba sola y
miraba la cortina de árboles que se alzaba a su izquierda casi sin
moverse, como si esperara una señal. A su alrededor se levantaban varios
focos de iluminación. No sé por qué se me pasó por la cabeza la idea de
pedirle un autógrafo, nunca me han interesado. Esperé a que acabara de
filmar. Un tipo se acercó a ella y hablaron (¿Ignacio López Tarso?), el
tipo gesticuló con enojo y luego se alejó por uno de los caminos de la
Alameda y tras dudar unos segundos Jaqueline Andere se alejó por otro.
Venía directamente hacia mí. Yo también me puse a andar y nos
encontramos a medio camino. Fue una de las cosas más sencillas que me
han ocurrido: nadie me detuvo, nadie me dijo nada, nadie se interpuso
entre Jaqueline y yo, nadie me preguntó qué estaba haciendo allí. Antes
de cruzarnos Jaqueline se detuvo y volvió la cabeza hacia el equipo de
filmación, como si escuchara algo, aunque ninguno de los técnicos le
dijo nada. Después siguió caminando con el mismo aire de despreocupación
en dirección al Palacio de Bellas Artes y lo único que tuve que hacer
fue detenerme, saludarla, pedirle un autógrafo, ocultar mi sorpresa al
constatar su baja estatura que ni siquiera los zapatos con tacón de
aguja lograban disimular. Por un momento, tan solos estábamos, pensé que
hubiera podido secuestrarla. La mera probabilidad me erizó los pelos de
la nuca. Ella me miró de abajo hacia arriba, el pelo rubio con una
tonalidad ceniza que yo desconocía (puede que se lo hubiera teñido), los
ojos marrones almendrados muy grandes y muy dulces, pero no, dulces no
es la palabra, tranquilos, de una tranquilidad pasmosa, como si
estuviera drogada o tuviera el encefalograma plano o fuera una
extraterrestre, y me dijo algo que no entendí.<br /> La pluma, dijo, la
pluma para firmar. Busqué en el bolsillo de mi chamarra un bolígrafo e
hice que me firmara la primera página de La caída. Me arrebató el libro y
lo estuvo mirando durante unos segundos. Sus manos eran pequeñas y muy
delgadas. ¿Cómo firmo, dijo, como Albert Camus o como Jaqueline Andere?
Como tú quieras, dije. Aunque no levantó la cara del libro noté que
sonreía. ¿Eres estudiante?, dijo. Contesté afirmativamente. ¿Y qué haces
aquí en vez de estar en clases? Creo que nunca más volveré a la
escuela, dije. ¿Qué edad tienes?, dijo ella. Dieciséis, dije. ¿Y tus
papás saben que no vas a clases? No, claro que no, dije. No me has
contestado una pregunta, dijo ella levantando la mirada y posándola
sobre mis ojos. ¿Qué pregunta?, dije yo. ¿Qué haces aquí? Cuando yo era
joven, añadió, los novillos se hacían en los billares o en las boleras.
Leo libros y voy al cine, dije. Además, yo no hago novillos. Ya, tú
desertas, dijo. Esta vez fui yo el que sonreí. ¿Y qué películas se ven a
esta hora?, dijo ella. De todas, dije yo, algunas tuyas. Eso pareció no
gustarle. Volvió a mirar el libro, se mordió el labio inferior, me miró
y parpadeó como si le dolieran los ojos. Después me preguntó mi nombre.
Bueno, pues firmemos, dijo. Era zurda. Su letra era grande y poco
clara. Me tengo que ir, dijo alargándome el libro y el bolígrafo. Me dio
la mano, nos la estrechamos y se alejó por la Alameda de vuelta hacia
donde estaba el equipo de rodaje. Me quedé quieto, mirándola, dos
mujeres se le acercaron unos cincuenta metros más allá, iban vestidas
como monjas misioneras, dos monjas mexicanas misioneras que se llevaron a
Jaqueline hasta quedar debajo de un ahuehuete. Después se les acercó un
hombre, hablaron, después los cuatro se alejaron por una de las sendas
de salida de la Alameda.<br /> En la primera página de La caída, Jaqueline
escribió: «Para Arturo Belano, un estudiante liberado, con un beso de
Jaqueline Andere.»<br /> De golpe me encontré sin ganas de librerías, sin
ganas de paseos, sin ganas de lecturas, sin ganas de cines matinales
(sobre todo sin ganas de cines matinales). La proa de una nube enorme
apareció sobre el centro del D.F., mientras por el norte de la ciudad
resonaban los primeros truenos. Comprendí que la película de Jaqueline
se había interrumpido por la proximidad inminente de la lluvia y me
sentí solo. Durante unos segundos no supe qué hacer, hacia dónde ir.
Entonces el Gusano me saludó. Supongo que después de tantos días él
también se había fijado en mí. Me volví y allí estaba, sentado en el
mismo banco de siempre, nítido, absolutamente real con su sombrero de
paja y su camisa blanca. Al marcharse los técnicos cinematográficos,
comprobé asustado, el escenario había experimentado un cambio sutil pero
determinante: era como si el mar se hubiera abierto y pudiera ahora ver
el fondo marino. La Alameda vacía era el fondo marino y el Gusano su
joya más preciada. Lo saludé, seguramente hice alguna observación banal,
se puso a diluviar, abandonamos juntos la Alameda en dirección a la
avenida Hidalgo y luego caminamos por Lázaro Cárdenas hasta Perú.<br /> Lo
que sucedió después es borroso, como visto a través de la lluvia que
barría las calles, y al mismo tiempo de una naturalidad extrema. El bar
se llamaba Las Camelias y estaba lleno de mariachis y vicetiples. Yo
pedí enchiladas y una TKT, el Gusano una Coca-Cola y más tarde (pero no
debió de ser mucho más tarde) le compró a un vendedor ambulante tres
huevos de caguama. Quería hablar de Jaqueline Andere. No tardé en
comprender, maravillado, que el Gusano no sabía que aquella mujer era
una actriz de cine. Le hice notar que precisamente estaba filmando una
película, pero el Gusano simplemente no recordaba a los técnicos ni los
aparejos desplegados para la filmación. La presencia de Jaqueline en el
sendero en donde se hallaba su banco había borrado todo lo demás. Cuando
dejó de llover el Gusano sacó un fajo de billetes del bolsillo trasero,
pagó y se fue. Al día siguiente nos volvimos a ver. Por la expresión
que puso al verme pensé que no me reconocía o que no quería saludarme.
De todos modos me acerqué. Parecía dormido aunque tenía los ojos
abiertos. Era flaco, pero sus carnes, excepto los brazos y las piernas,
se adivinaban blandas, incluso fofas, como las de los deportistas que ya
no hacen ejercicios. Su flaccidez, pese a todo, era más de orden moral
que físico. Sus huesos eran pequeños y fuertes. Pronto supe que era del
norte o que había vivido mucho tiempo en el norte, que para el caso es
lo mismo. Soy de Sonora, dijo. Me pareció curioso, pues mi abuelo
también era de allí. Eso interesó al Gusano y quiso saber de qué parte
de Sonora. De Santa Teresa, dije. Yo de Villaviciosa, dijo el Gusano.
Una noche le pregunté a mi padre si conocía Villaviciosa. Claro que la
conozco, dijo mi padre, está a pocos kilómetros de Santa Teresa. Le pedí
que me la describiera. Es un pueblo muy pequeño, dijo mi padre, no debe
tener más de mil habitantes (después supe que no llegaban a
quinientos), bastante pobre, con pocos medios de subsistencia, sin una
sola industria. Está destinado a desaparecer, dijo mi padre.
¿Desaparecer cómo?, le pregunté. Por la emigración, dijo mi padre, la
gente se va a ciudades como Santa Teresa o Hermosillo o a Estados
Unidos. Cuando se lo dije al Gusano éste no estuvo de acuerdo, aunque en
realidad la frase «estar de acuerdo» o «estar en desacuerdo» para él no
tenían ningún significado. El Gusano no discutía nunca, tampoco
expresaba opiniones, no era un dechado de respeto por los demás,
simplemente escuchaba y almacenaba, o tal vez sólo escuchaba y después
olvidaba, atrapado en una órbita distinta a la de la otra gente. Su voz
era suave y monocorde aunque a veces subía el tono y entonces parecía un
loco que imitara a un loco y yo nunca supe si lo hacía a propósito,
como parte de un juego que sólo él comprendía, o si no lo podía evitar y
aquellas salidas de tono eran parte del infierno. Cifraba su seguridad
en la pervivencia de Villaviciosa en la antigüedad del pueblo; también,
pero eso lo comprendí más tarde, en la precariedad que lo rodeaba y lo
carcomía, aquello que según mi padre amenazaba su misma existencia.<br />
No era un tipo curioso aunque pocas cosas se le pasaban por alto. Una
vez miró los libros que yo llevaba, uno por uno, como si le costara leer
o como si no supiera. Después nunca más volvió a interesarse por mis
libros aunque cada mañana yo aparecía con uno nuevo. A veces, tal vez
porque de alguna manera me consideraba un paisano, hablábamos de Sonora,
que yo apenas conocía: sólo había ido una vez, para el funeral de mi
abuelo. Nombraba pueblos como Nacozari, Bacoache, Fronteras, Villa
Hidalgo, Bacerac, Bavispe, Agua Prieta, Naco, que para mí tenían las
mismas cualidades del oro. Nombraba aldeas perdidas en los departamentos
de Nacori Chico y Bacadéhuachi, cerca de la frontera con el estado de
Chihuahua, y entonces, no sé por qué, se tapaba la boca como si fuera a
estornudar o a bostezar. Parecía haber caminado y dormido en todas las
sierras: la de Las Palomas y La Cieneguita, la sierra Guijas y la sierra
La Madera, la sierra San Antonio y la sierra Cibuta, la sierra
Tumacacori y la sierra Sierrita bien entrado en el territorio de
Arizona, la sierra Cuevas y la sierra Ochitahueca en el noreste junto a
Chihuahua, la sierra La Pola y la sierra Las Tablas en el sur, camino de
Sinaloa, la sierra La Gloría y la sierra El Pinacate en dirección
noroeste, como quien va a Baja California. Conocía toda Sonora, desde
Huatabampo y Empalme, en la costa del Golfo de California, hasta los
villorrios perdidos en el desierto. Sabía hablar la lengua yaqui y la
pápago (que circulaba libremente entre los lindes de Sonora y Arizona) y
podía entender la seri, la pima, la mayo y la inglesa. Su español era
seco, en ocasiones con un ligero aire impostado que sus ojos
contradecían. He dado vueltas por las tierras de tu abuelo, que en paz
descanse, como una sombra sin asidero, me dijo una vez.<br /> Cada mañana
nos encontrábamos. A veces intentaba hacerme el distraído, tal vez
reanudar mis paseos solitarios, mis sesiones de cine matinales, pero él
siempre estaba allí, sentado en el mismo banco de la Alameda, muy
quieto, con el Bali colgándole de los labios y el sombrero de paja
tapándole la mitad de la frente (su frente de gusano blanco) y era
inevitable que yo, sumergido entre las estanterías de la Librería de
Cristal, lo viera, me quedara un rato contemplándolo y al final acudiera
a sentarme a su lado.<br /> No tardé en descubrir que iba siempre armado.
Al principio pensé que tal vez fuera policía o que lo perseguía
alguien, pero resultaba evidente que no era policía (o que al menos ya
no lo era) y pocas veces he visto a nadie con una actitud más
despreocupada con respecto a la gente: nunca miraba hacia atrás, nunca
miraba hacia los lados, raras veces miraba el suelo. Cuando le pregunté
por qué iba armado el Gusano me contestó que por costumbre y yo le creí
de inmediato. Llevaba el arma en la espalda, entre el espinazo y el
pantalón. ¿La has usado muchas veces?, le pregunté. Sí, muchas veces,
dijo como en sueños. Durante algunos días el arma del Gusano me
obsesionó. A veces la sacaba, le quitaba el cargador y me la pasaba para
que la examinara. Parecía vieja y pesada. Generalmente yo se la
devolvía al cabo de pocos segundos, rogándole que la guardara. A veces
me daba reparo estar sentado en un banco de la Alameda conversando (o
monologando) con un hombre armado, no por lo que él pudiera hacerme pues
desde el primer instante supe que el Gusano y yo siempre seríamos
amigos, sino por temor a que nos viera la policía del D.F., por miedo a
que nos cachearan y descubrieran el arma del Gusano y termináramos los
dos en algún oscuro calabozo.<br /> Una mañana se enfermó y me habló de
Villaviciosa. Lo vi desde la Librería de Cristal y me pareció igual que
siempre, pero al acercarme a él observé que la camisa estaba arrugada,
como si hubiera dormido con ella puesta. Al sentarme a su lado noté que
temblaba. Poco después los temblores fueron en aumento. Tienes fiebre,
dije, tienes que meterte en la cama. Lo acompañé, pese a sus protestas,
hasta la pensión donde vivía. Acuéstate, le dije. El Gusano se sacó la
camisa, puso la pistola debajo de la almohada y pareció quedarse dormido
en el acto, aunque con los ojos abiertos fijos en el cielorraso. En la
habitación había una cama estrecha, una mesilla de noche, un ropero
desvencijado. En el interior del ropero vi tres camisas blancas como la
que se acababa de quitar perfectamente dobladas y dos pantalones del
mismo color colgados de sendas perchas. Debajo de la cama distinguí una
maleta de cuero de excelente calidad, de aquellas que tenían una
cerradura como de caja fuerte. No vi ni un solo periódico, ni una sola
revista. La habitación olía a desinfectante, igual que las escaleras de
la pensión. Dame dinero para ir a una farmacia a comprarte algo, dije.
Me dio un fajo de billetes que sacó del bolsillo de su pantalón y volvió
a quedarse inmóvil. De vez en cuando un escalofrío lo recorría de la
cabeza a los pies como si se fuera a morir. Pero sólo de vez en cuando.
Por un momento pensé que tal vez lo mejor sería llamar a un médico, pero
comprendí que eso al Gusano no le iba a gustar. Cuando volví, cargado
de medicinas y botellas de Coca-Cola, se había dormido. Le di una dosis
de caballo de antibióticos y unas pastillas para bajarle la fiebre.
Luego hice que se bebiera medio litro de Coca-Cola. También había
comprado un pancake, que dejé en el velador por si más tarde tenía
hambre. Cuando ya me disponía a irme, él abrió los ojos y se puso a
hablar de Villaviciosa.<br /> A su manera, fue pródigo en detalles. Dijo
que el pueblo no tenía más de sesenta casas, dos cantinas, una tienda de
comestibles. Dijo que las casas eran de adobe y que algunos patios
estaban encementados. Dijo que de los patios escapaba un mal olor que a
veces resultaba insoportable. Dijo que resultaba insoportable para el
alma, incluso para la carencia de alma, incluso para la carencia de
sentidos. Dijo que por eso algunos patios estaban encementados. Dijo que
el pueblo tenía entre dos mil y tres mil años y que sus naturales
trabajaban de asesinos y de vigilantes. Dijo que un asesino no perseguía
a un asesino, que cómo iba a perseguirlo, que eso era como si una
serpiente se mordiera la cola. Dijo que existían serpientes que se
mordían la cola. Dijo que incluso había serpientes que se tragaban
enteras y que si uno veía a una serpiente en el acto de autotragarse más
valía salir corriendo pues al final siempre ocurría algo malo, como una
explosión de la realidad. Dijo que cerca del pueblo pasaba un río
llamado Río Negro por el color de sus aguas y que éstas al bordear el
cementerio formaban un delta que la tierra seca acababa por chuparse.
Dijo que la gente a veces se quedaba largo rato contemplando el
horizonte, el sol que desaparecía detrás del cerro El Lagarto, y que el
horizonte era de color carne, como la espalda de un moribundo. ¿Y qué
esperan que aparezca por allí?, le pregunté. Mi propia voz me espantó.
No lo sé, dijo. Luego dijo: una verga. Y luego: el viento y el polvo,
tal vez. Después pareció tranquilizarse y al cabo de un rato creí que
estaba dormido. Volveré mañana, murmuré, tómate las medicinas y no te
levantes.<br /> Me marché en silencio.<br /> A la mañana siguiente, antes de
ir a la pensión del Gusano, pasé un rato, como siempre, por la Librería
de Cristal. Cuando me disponía a salir, a través de las paredes
transparentes, lo vi. Estaba sentado en el mismo banco de siempre, con
una camisa blanca holgada y limpia y unos pantalones blancos
inmaculados. La mitad de la cara se la tapaba el sombrero de paja y un
Bali le colgaba del labio inferior. Miraba al frente, como en él era
usual, y parecía sano. Ese mediodía, al separarnos, me alargó con un
gesto hosco varios billetes y dijo algo acerca de las molestias que yo
había tenido el día anterior. Era mucho dinero. Le dije que no me debía
nada, que hubiera hecho lo mismo por cualquier amigo. El Gusano insistió
en que cogiera el dinero. Así podrás comprar algunos libros, dijo.
Tengo muchos, contesté. Así dejarás de robar libros por algún tiempo,
dijo. Al final le quité el dinero de las manos. Ha pasado mucho tiempo,
ya no recuerdo la cifra exacta, el peso mexicano se ha devaluado muchas
veces, sólo sé que me sirvió para comprarme veinte libros y dos discos
de los Doors y que para mí esa cantidad era una fortuna. Al Gusano no le
faltaba el dinero.<br /> Nunca más me volvió a hablar de Villaviciosa.
Durante un mes y medio, tal vez dos meses, nos vimos cada mañana y nos
despedimos cada mediodía, cuando llegaba la hora de comer y yo volvía en
el camión de la Villa o en un pesero rumbo a mi casa. Alguna vez lo
invité al cine, pero el Gusano nunca quiso ir. Le gustaba hablar conmigo
sentados en su banco de la Alameda o paseando por las calles de los
alrededores y de vez en cuando condescendía a entrar en un bar en donde
siempre buscaba al vendedor ambulante de huevos de caguama. Nunca lo vi
probar alcohol. Pocos días antes de que desapareciera para siempre le
dio por hacerme hablar de Jaqueline Andere. Comprendí que era su manera
de recordarla. Yo hablaba de su pelo rubio ceniza y lo comparaba
favorable o desfavorablemente con el pelo rubio amielado que lucía en
sus películas y el Gusano asentía levemente, la vista clavada al frente,
como si tuviera a Jaqueline Andere en la retina o como si la viera por
primera vez. Una vez le pregunté qué clase de mujeres le gustaban. Era
una pregunta estúpida, hecha por un adolescente que sólo quería matar el
tiempo. Pero el Gusano se la tomó al pie de la letra y durante mucho
rato estuvo cavilando la respuesta. Al final dijo: tranquilas. Y después
añadió: pero sólo los muertos están tranquilos. Y al cabo de un rato:
ni los muertos, bien pensado.<br /> Una mañana me regaló una navaja. En el
mango de hueso se podía leer la palabra «Caborca» escrita en finas
letras de alpaca. Recuerdo que le di las gracias efusivamente y que
aquella mañana, mientras platicábamos en la Alameda o mientras
paseábamos por las concurridas calles del centro, estuve abriendo y
cerrando la hoja, admirando la empuñadura, tentando su peso en la palma
de mi mano, maravillado de sus proporciones tan justas. Por lo demás,
aquel día fue idéntico a todos los otros. A la mañana siguiente el
Gusano ya no estaba.<br /> Dos días después lo fui a buscar a su pensión y me dijeron que se había marchado al norte. Nunca más lo volví a ver.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><b>Roberto Bolaño Ávalos</b> (<span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_de_Chile" target="_blank" title="Santiago de Chile">Santiago</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/28_de_abril" target="_blank" title="28 de abril">28 de abril</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1953" target="_blank" title="1953">1953</a> – <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Barcelona" target="_blank" title="Barcelona">Barcelona</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/15_de_julio" target="_blank" title="15 de julio">15 de julio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2003" target="_blank" title="2003">2003</a><sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-0" target="_blank">1</a></sup> ).E<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" target="_blank" title="Escritor">scritor</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Poeta" target="_blank" title="Poeta">poeta</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Chileno" target="_blank" title="Chileno">chileno</a>, cuya novela <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_detectives_salvajes" target="_blank" title="Los detectives salvajes">Los detectives salvajes</a></i> ganó los premios <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Herralde_de_Novela" target="_blank" title="Premio Herralde de Novela">Herralde</a> 1998 y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_R%C3%B3mulo_Gallegos" target="_blank" title="Premio Rómulo Gallegos">Rómulo Gallegos</a>
1999. Después de su muerte Bolaño se ha convertido en uno de los
escritores más influyentes en lengua española, como lo demuestran las
numerosas publicaciones consagradas a su obra y el hecho de que tres
novelas —además de la ya citada, <i>2666</i> y la breve <i>Estrella distante</i>—
figuren en los 15 primeros lugares de la lista confeccionada en 2007
por 81 escritores y críticos latinoamericanos y españoles con los
mejores 100 libros en lengua castellana de los últimos 25 años.<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-1" target="_blank">2</a></span></span></div>
<span style="font-size: small;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">
Hijo de León Bolaño y Victoria Ávalos, Roberto pasó su infancia en las ciudades de <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_%C3%81ngeles_%28Chile%29" target="_blank" title="Los Ángeles (Chile)">Los Ángeles</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Valpara%C3%ADso" target="_blank" title="Valparaíso">Valparaíso</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Quilpu%C3%A9" target="_blank" title="Quilpué">Quilpué</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vi%C3%B1a_del_Mar" target="_blank" title="Viña del Mar">Viña del Mar</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cauquenes" target="_blank" title="Cauquenes">Cauquenes</a>. Fue un escolar con problemas de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dislexia" target="_blank" title="Dislexia">dislexia</a>.<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-2" target="_blank">3</a></sup> A los 15 años, en 1968, se trasladó con su familia a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico" target="_blank" title="México">México</a>,
donde continuó sus estudios secundarios que abandonó definitivamente a
los 17. Durante su adolescencia fue un asiduo visitante de la
biblioteca pública de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ciudad_de_M%C3%A9xico" target="_blank" title="Ciudad de México">Ciudad de México</a>.</span></span></div>
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En <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1973" target="_blank" title="1973">1973</a> regresó a Chile con el propósito de apoyar el proceso de reformas socialistas de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Allende" target="_blank" title="Salvador Allende">Salvador Allende</a>. Tras un largo viaje en autobús y barco (atravesando prácticamente toda <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Am%C3%A9rica_Latina" target="_blank" title="América Latina">América Latina</a>) llegó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Chile" target="_blank" title="Chile">Chile</a> pocos días antes del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Golpe_de_Estado_del_11_de_septiembre_de_1973" target="_blank" title="Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973">golpe de estado del 11 de septiembre</a>; al poco tiempo fue detenido cerca de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Concepci%C3%B3n_%28Chile%29" target="_blank" title="Concepción (Chile)">Concepción</a> y liberado ocho días después gracias a la ayuda de un antiguo compañero de estudios en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cauquenes" target="_blank" title="Cauquenes">Cauquenes</a> que se encontraba entre los policías que debían custodiarlo. Se piensa que esta experiencia podría haber originado su cuento <i>Detectives</i>, publicado en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Llamadas_telef%C3%B3nicas" target="_blank" title="Llamadas telefónicas">Llamadas telefónicas</a></i>.<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-3" target="_blank">4</a></sup></span></span></div>
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Sobre
su posición política, él mismo comentó que no le gustaba "la
unanimidad sacerdotal, clerical, de los comunistas. Siempre he sido de
izquierda y no me iba a hacer de derechas porque no me gustaban los
clérigos comunistas, entonces me hice trotskista. Lo que pasa que luego,
cuando estuve entre los trotskistas, tampoco me gustaba la unanimidad
clerical de los trotskistas, y terminé siendo anarquista [...]. Ya en
España encontré muchos anarquistas y empecé a dejar de ser anarquista.
La unanimidad me jode muchísimo".<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-4" target="_blank">5</a></sup></span></div>
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El <i>infrarrealismo</i></span></h3>
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Después de pasar una breve estadía en <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_Salvador" target="_blank" title="El Salvador">El Salvador</a> con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roque_Dalt%C3%B3n" target="_blank" title="Roque Daltón">Roque Daltón</a> y la guerrilla del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Frente_Farabundo_Mart%C3%AD_para_la_Liberaci%C3%B3n_Nacional" target="_blank" title="Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional">Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional</a>,<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-5" target="_blank">6</a></sup> regresa a México, donde junto al poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Santiago_Papasquiaro" target="_blank" title="Mario Santiago Papasquiaro">Mario Santiago Papasquiaro</a> (quien serviría de modelo para Ulises Lima en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_detectives_salvajes" target="_blank" title="Los detectives salvajes">Los detectives salvajes</a></i>) fundó el movimiento <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Infrarrealismo" target="_blank" title="Infrarrealismo">infrarrealista</a>, que, surgido a partir de reuniones y tertulias en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Caf%C3%A9_La_Habana" target="_blank" title="Café La Habana">Café La Habana</a> de la calle Bucareli, se opuso radicalmente a los poderes dominantes en la poesía mexicana y al <i>establishment</i> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_mexicana" target="_blank" title="Literatura mexicana">literario de ese país</a>, que tenía a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Octavio_Paz" target="_blank" title="Octavio Paz">Octavio Paz</a> como su figura preponderante.</span></span></div>
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El movimiento <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Infrarrealismo" target="_blank" title="Infrarrealismo">infrarrealista</a> tuvo como guía romper con lo oficial y establecerse como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vanguardia" target="_blank" title="Vanguardia">vanguardia</a>. Si bien se agruparon bajo el apelativo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Infrarrealismo" target="_blank" title="Infrarrealismo">infrarrealistas</a> alrededor de quince <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Poeta" target="_blank" title="Poeta">poetas</a> (entre ellos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Matta" target="_blank" title="Roberto Matta">Roberto Matta</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=%C3%93scar_Altamirano_Carmona&action=edit&redlink=1" target="_blank" title="Óscar Altamirano Carmona (aún no redactado)">Óscar Altamirano Carmona</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Rosas_Ribeyro" target="_blank" title="José Rosas Ribeyro">José Rosas Ribeyro</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rub%C3%A9n_Medina" target="_blank" title="Rubén Medina">Rubén Medina</a>), Roberto Bolaño y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Santiago_Papasquiaro" target="_blank" title="Mario Santiago Papasquiaro">Mario Santiago Papasquiaro</a>
fueron los exponentes estilísticamente más sólidos, destacando ambos
por una poesía cotidiana, disonante y con varios elementos dadaístas.
Santiago cultivó este género hasta el final de su vida pero Bolaño lo
fue abandonando poco a poco por la prosa, aunque él mismo nunca dejó de
considerarse poeta.</span></span></div>
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Respecto a su relación con este movimiento, comentó el escritor <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Villoro" target="_blank" title="Juan Villoro">Juan Villoro</a>: "Se podría sostener que el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Infrarrealismo" target="_blank" title="Infrarrealismo">infrarrealismo</a>
lo determinó como escritor de la misma forma que el alejamiento de la
corriente le permitió iniciar su carrera como novelista. México para él
fue central, porque lo determinó como escritor (...) el México
nocturno, el México de las calles, del habla cotidiana, de un destino
quebrado y a veces trágico y el humor lo cautivaron. No es casualidad
que sus dos novelas más grandes las haya centrado en México, <i>Los detectives salvajes</i> y <i>2666</i>."<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-ref2-6" target="_blank">7</a></sup></span></span></div>
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Europa</span></h3>
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Emigró a <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" target="_blank" title="España">España</a>, concretamente a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Catalu%C3%B1a" target="_blank" title="Cataluña">Cataluña</a>, donde ya vivía su madre. Allí desempeñó diversos oficios, como vendimiador en verano, vigilante nocturno de un camping en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Castelldefels" target="_blank" title="Castelldefels">Castelldefels</a> o vendedor en un almacén de barrio, para más tarde dedicarse por completo a la literatura. Finalmente se instala en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Blanes" target="_blank" title="Blanes">Blanes</a>.</span></span></div>
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Em <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1982" target="_blank" title="1982">1982</a>
se casa con Carolina López, catalana que trabaja en los servicios
sociales, con quien tiene un hijo y una hija: Lautaro y Alexandra.</span></span></div>
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<span style="font-size: small;">
En <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1998" target="_blank" title="1998">1998</a> Bolaño ganó el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Herralde" target="_blank" title="Premio Herralde">Premio Herralde de Novela</a> gracias su obra <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_detectives_salvajes" target="_blank" title="Los detectives salvajes">Los detectives salvajes</a></i>, por la que también obtuvo el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_R%C3%B3mulo_Gallegos" target="_blank" title="Premio Rómulo Gallegos">Premio Rómulo Gallegos</a><sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-7" target="_blank">8</a></sup> en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1999" target="_blank" title="1999">1999</a>. Sobre esta novela, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_Vila-Matas" target="_blank" title="Enrique Vila-Matas">Enrique Vila-Matas</a> escribió: "<i>Los detectives salvajes</i>
—vista así— sería una grieta que abre brechas por las que habrán de
circular nuevas corrientes literarias del próximo milenio. Los
detectives salvajes es, por otra parte, mi propia brecha; es una novela
que me ha obligado a replantearme aspectos de mi propia narrativa. Y es
también una novela que me ha infundido ánimos para continuar
escribiendo, incluso para rescatar lo mejor que había en mí cuando
empecé a escribir."<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-8" target="_blank">9</a></sup></span></span></div>
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<span style="font-size: small;">
En <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2004" target="_blank" title="2004">2004</a>, un año después de su muerte, Bolaño obtuvo el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Salamb%C3%B3" target="_blank" title="Premio Salambó">Premio Salambó</a> a la mejor novela escrita en español, por <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2666" target="_blank" title="2666">2666</a></i>.
El jurado destacó el nivel y diversidad de los cinco finalistas, todos
ellos "libros nobles, respetables y muy notables", considerando sin
embargo a éste "el resumen de una obra de mucho peso, donde se decanta
lo mejor de la narrativa de Roberto Bolaño (...) que supone un gran
riesgo y lleva al extremo el lenguaje literario de su autor".<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-9" target="_blank">10</a></sup></span></span></div>
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Bolaño falleció el martes 15 de julio de <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2003" target="_blank" title="2003">2003</a> en el hospital <i>Valle de Hebrón</i> de Barcelona tras pasar diez días en coma como consecuencia de una insuficiencia hepática. Dejó inconclusa la novela <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2666" target="_blank" title="2666">2666</a></i>, en la que llevó al extremo su capacidad fabuladora, esta vez en torno a un personaje, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Archimboldi" target="_blank" title="Archimboldi">Benno von Archimboldi</a>, mediante el que retoma la figura del escritor desaparecido.</span></span></div>
<span style="font-size: small;">
</span>
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<span style="font-size: small;">
Tras su muerte, la obra de Bolaño ha conocido una mayor difusión en el mundo de habla hispana pero también en <span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" target="_blank" title="Francia">Francia</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos" target="_blank" title="Estados Unidos">Estados Unidos</a>, donde estuvo en la lista de los 10 mejores libros del año de algunos de los más prestigiosos medios, como el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_New_Yorker" target="_blank" title="The New Yorker">The New Yorker</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Slate&action=edit&redlink=1" target="_blank" title="Slate (aún no redactado)">Slate</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Bookforum&action=edit&redlink=1" target="_blank" title="Bookforum (aún no redactado)">Bookforum</a>.<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#cite_note-10" target="_blank">11</a></span></span></div>
<span style="font-size: small;">
Semblanza biográfica:<span style="color: black;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o#Cuentos" target="_blank">Wikipedia</a>.Texto: cuentosinfin.com. Foto:Archivo</span></span>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-42524685533771233522015-07-12T08:20:00.004-07:002015-07-12T08:20:54.715-07:00El cuento del domingo<h3 class="post-title entry-title" itemprop="name">
</h3>
<div class="post-header">
</div>
<div class="post-body entry-content" id="post-body-1125267509622459005" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLFT5M7CLS5Kws8yBoD4lYsyUJRz4bh4y9T8tdThHt1vSF7OxA0a0YYh2mwscSWIy19mS2VkR3Bqg46eZYOVfV-W9h8AqyFvK3I_YCFuDMvfq6etXH8b1wFlRXlpTI_gOKzhKsZZhwBaw/s1600/Ernest+Hemingway.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="460" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLFT5M7CLS5Kws8yBoD4lYsyUJRz4bh4y9T8tdThHt1vSF7OxA0a0YYh2mwscSWIy19mS2VkR3Bqg46eZYOVfV-W9h8AqyFvK3I_YCFuDMvfq6etXH8b1wFlRXlpTI_gOKzhKsZZhwBaw/s640/Ernest+Hemingway.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Ernest Hemingway</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Los asesinos</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La puerta del restaurante de Henry se abrió y entraron dos hombres que se sentaron al mostrador.<br /> —¿Qué van a pedir? —les preguntó George.<br /> —No sé —dijo uno de ellos—. ¿Vos qué tenés ganas de comer, Al?<br /> —Qué sé yo —respondió Al—, no sé.<br />
Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la
ventana. Los dos hombres leían el menú. Desde el otro extremo del
mostrador, Nick Adams, quien había estado conversando con George cuando
ellos entraron, los observaba.<br /> —Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y puré de papas —dijo el primero.<br /> —Todavía no está listo.<br /> —¿Entonces por qué carajo lo ponés en la carta?<br /> —Esa es la cena —le explicó George—. Puede pedirse a partir de las seis.<br /> George miró el reloj en la pared de atrás del mostrador.<br /> —Son las cinco.<br /> —El reloj marca las cinco y veinte —dijo el segundo hombre.<br /> —Adelanta veinte minutos.<br /> —Bah, a la mierda con el reloj —exclamó el primero—. ¿Qué tenés para comer?<br />
—Puedo ofrecerles cualquier variedad de sánguches —dijo George—, jamón
con huevos, tocino con huevos, hígado y tocino, o un bife.<br /> —A mí dame suprema de pollo con arvejas y salsa blanca y puré de papas.<br /> —Esa es la cena.<br /> —¿Será posible que todo lo que pidamos sea la cena?<br /> —Puedo ofrecerles jamón con huevos, tocino con huevos, hígado…<br />
—Jamón con huevos —dijo el que se llamaba Al. Vestía un sombrero hongo y
un sobretodo negro abrochado. Su cara era blanca y pequeña, sus labios
angostos. Llevaba una bufanda de seda y guantes.<br /> —Dame tocino con
huevos —dijo el otro. Era más o menos de la misma talla que Al. Aunque
de cara no se parecían, vestían como gemelos. Ambos llevaban sobretodos
demasiado ajustados para ellos. Estaban sentados, inclinados hacia
adelante, con los codos sobre el mostrador.<br /> —¿Hay algo para tomar? —preguntó Al.<br /> —Gaseosa de jengibre, cerveza sin alcohol, y otras bebidas gaseosas —enumeró George.<br /> —Dije si tenés algo para tomar.<br /> —Sólo lo que nombré.<br /> —Es un pueblo caluroso este, ¿no? —dijo el otro— ¿Cómo se llama?<br /> —Summit.<br /> —¿Alguna vez lo oíste nombrar? —preguntó Al a su amigo.<br /> —No —le contestó éste.<br /> —¿Qué hacen acá a la noche? —preguntó Al.<br /> —Cenan —dijo su amigo—. Vienen acá y cenan de lo lindo.<br /> —Así es —dijo George.<br /> —¿Así que creés que así es? —Al le preguntó a George.<br /> —Seguro.<br /> —Así que sos un chico vivo, ¿no?<br /> —Seguro —respondió George.<br /> —Pues no lo sos —dijo el otro hombrecito—. ¿No cierto, Al?<br /> —Se quedó mudo —dijo Al. Giró hacia Nick y le preguntó: —¿Cómo te llamás?<br /> —Adams.<br /> —Otro chico vivo —dijo Al—. ¿No, Max, que es vivo?<br /> —El pueblo está lleno de chicos vivos —respondió Max.<br />
George puso las dos bandejas, una de jamón con huevos y la otra de
tocino con huevos, sobre el mostrador. También trajo dos platos de papas
fritas y cerró la portezuela de la cocina.<br /> —¿Cuál es el suyo? —le preguntó a Al.<br /> —¿No te acordás?<br /> —Jamón con huevos.<br />
—Todo un chico vivo —dijo Max. Se acercó y tomó el jamón con huevos.
Ambos comían con los guantes puestos. George los observaba.<br /> —¿Qué mirás? —dijo Max mirando a George.<br /> —Nada.<br /> —Cómo que nada. Me estabas mirando a mí.<br /> —En una de esas lo hacía en broma, Max —intervino Al.<br /> George se rió.<br /> —Vos no te rías —lo cortó Max—. No tenés nada de qué reírte, ¿entendés?<br /> —Está bien —dijo George.<br /> —Así que pensás que está bien —Max miró a Al—. Piensa que está bien. Esa sí que está buena.<br /> —Ah, piensa —dijo Al. Siguieron comiendo.<br /> —¿Cómo se llama el chico vivo ése que está en la punta del mostrador? —le preguntó Al a Max.<br /> —Ey, chico vivo —llamó Max a Nick—, andá con tu amigo del otro lado del mostrador.<br /> —¿Por? —preguntó Nick.<br /> —Porque sí.<br /> —Mejor pasá del otro lado, chico vivo —dijo Al. Nick pasó para el otro lado del mostrador.<br /> —¿Qué se proponen? —preguntó George.<br /> —Nada que te importe —respondió Al—. ¿Quién está en la cocina?<br /> —El negro.<br /> —¿El negro? ¿Cómo el negro?<br /> —El negro que cocina.<br /> —Decile que venga.<br /> —¿Qué se proponen?<br /> —Decile que venga.<br /> —¿Dónde se creen que están?<br /> —Sabemos muy bien donde estamos —dijo el que se llamaba Max—. ¿Parecemos tontos acaso?<br />
—Por lo que decís, parecería que sí —le dijo Al—. ¿Qué tenés que
ponerte a discutir con este chico? —y luego a George— Escuchá, decile al
negro que venga acá.<br /> —¿Qué le van a hacer?<br /> —Nada. Pensá un poco, chico vivo. ¿Qué le haríamos a un negro?<br /> George abrió la portezuela de la cocina y llamó: —Sam, vení un minutito.<br /> El negro abrió la puerta de la cocina y salió.<br /> —¿Qué pasa? —preguntó. Los dos hombres lo miraron desde el mostrador.<br /> —Muy bien, negro —dijo Al—. Quedate ahí.<br /> El negro Sam, con el delantal puesto, miró a los hombres sentados al mostrador:<br /> —Sí, señor —dijo. Al bajó de su taburete.<br /> —Voy a la cocina con el negro y el chico vivo —dijo—. Volvé a la cocina, negro. Vos también, chico vivo.<br />
El hombrecito entró a la cocina después de Nick y Sam, el cocinero. La
puerta se cerró detrás de ellos. El que se llamaba Max se sentó al
mostrador frente a George. No lo miraba a George sino al espejo que
había tras el mostrador. Antes de ser un restaurante, lo de Henry había
sido una taberna.<br /> —Bueno, chico vivo —dijo Max con la vista en el espejo—. ¿Por qué no decís algo?<br /> —¿De qué se trata todo esto?<br /> —Ey, Al —gritó Max—. Acá este chico vivo quiere saber de qué se trata todo esto.<br /> —¿Por qué no le contás? —se oyó la voz de Al desde la cocina.<br /> —¿De qué creés que se trata?<br /> —No sé.<br /> —¿Qué pensás?<br /> Mientras hablaba, Max miraba todo el tiempo al espejo.<br /> —No lo diría.<br /> —Ey, Al, acá el chico vivo dice que no diría lo que piensa.<br />
—Está bien, puedo oírte —dijo Al desde la cocina, que con una botella
de ketchup mantenía abierta la ventanilla por la que se pasaban los
platos—. Escuchame, chico vivo —le dijo a George desde la cocina—,
alejate de la barra. Vos, Max, correte un poquito a la izquierda
—parecía un fotógrafo dando indicaciones para una toma grupal.<br /> —Decime, chico vivo —dijo Max—. ¿Qué pensás que va a pasar?<br /> George no respondió.<br /> —Yo te voy a contar —siguió Max—. Vamos a matar a un sueco. ¿Conocés a un sueco grandote que se llama Ole Andreson?<br /> —Sí.<br /> —Viene a comer todas las noches, ¿no?<br /> —A veces.<br /> —A las seis en punto, ¿no?<br /> —Si viene.<br /> —Ya sabemos, chico vivo —dijo Max—. Hablemos de otra cosa. ¿Vas al cine?<br /> —De vez en cuando.<br /> —Tendrías que ir más seguido. Para alguien tan vivo como vos, está bueno ir al cine.<br /> —¿Por qué van a matar a Ole Andreson? ¿Qué les hizo?<br /> —Nunca tuvo la oportunidad de hacernos algo. Jamás nos vio.<br /> —Y nos va a ver una sola vez —dijo Al desde la cocina.<br /> —¿Entonces por qué lo van a matar? —preguntó George.<br /> —Lo hacemos para un amigo. Es un favor, chico vivo.<br /> —Callate —dijo Al desde la cocina—. Hablás demasiado.<br /> —Bueno, tengo que divertir al chico vivo, ¿no, chico vivo?<br />
—Hablás demasiado —dijo Al—. El negro y mi chico vivo se divierten
solos. Los tengo atados como una pareja de amigas en el convento.<br /> —¿Tengo que suponer que estuviste en un convento?<br /> —Uno nunca sabe.<br /> —En un convento judío. Ahí estuviste vos.<br /> George miró el reloj.<br /> —Si viene alguien, decile que el cocinero salió, si después de eso se queda, le decís que cocinás vos. ¿Entendés, chico vivo?<br /> —Sí —dijo George—. ¿Qué nos harán después?<br /> —Depende —respondió Max—. Esa es una de las cosas que uno nunca sabe en el momento.<br /> George miró el reloj. Eran las seis y cuarto. La puerta de calle se abrió y entró un conductor de tranvías.<br /> —Hola, George —saludó—. ¿Me servís la cena?<br /> —Sam salió —dijo George—. Volverá alrededor de una hora y media.<br /> —Mejor voy a la otra cuadra —dijo el chofer.<br /> George miró el reloj. Eran las seis y veinte.<br /> —Estuviste bien, chico vivo —le dijo Max—. Sos un verdadero caballero.<br /> —Sabía que le volaría la cabeza —dijo Al desde la cocina.<br /> —No —dijo Max—, no es eso. Lo que pasa es que es simpático. Me gusta el chico vivo.<br /> A las siete menos cinco George habló:<br /> —Ya no viene.<br />
Otras dos personas habían entrado al restaurante. En una oportunidad
George fue a la cocina y preparó un sánguche de jamón con huevos “para
llevar”, como había pedido el cliente. En la cocina vio a Al, con su
sombrero hongo hacia atrás, sentado en un taburete junto a la portezuela
con el cañón de un arma recortada apoyado en un saliente. Nick y el
cocinero estaban amarrados espalda con espalda con sendas toallas en sus
bocas. George preparó el pedido, lo envolvió en papel manteca, lo puso
en una bolsa y lo entregó, el cliente pagó y salió.<br /> —El chico vivo puede hacer de todo —dijo Max—. Cocina y hace de todo. Harías de alguna chica una linda esposa, chico vivo.<br /> —¿Sí? —dijo George— Su amigo, Ole Andreson, no va a venir.<br /> —Le vamos a dar otros diez minutos —repuso Max.<br /> Max miró el espejo y el reloj. Las agujas marcaban las siete en punto, y luego siete y cinco.<br /> —Vamos, Al —dijo Max—. Mejor nos vamos de acá. Ya no viene.<br /> —Mejor esperamos otros cinco minutos —dijo Al desde la cocina.<br /> En ese lapso entró un hombre, y George le explicó que el cocinero estaba enfermo.<br /> —¿Por qué carajo no conseguís otro cocinero? —lo increpó el hombre—. ¿Acaso no es un restaurante esto? —luego se marchó.<br /> —Vamos, Al —insistió Max.<br /> —¿Qué hacemos con los dos chicos vivos y el negro?<br /> —No va a haber problemas con ellos.<br /> —¿Estás seguro?<br /> —Sí, ya no tenemos nada que hacer acá.<br /> —No me gusta nada —dijo Al—. Es imprudente, vos hablás demasiado.<br /> —Uh, qué te pasa —replicó Max—. Tenemos que entretenernos de alguna manera, ¿no?<br />
—Igual hablás demasiado —insistió Al. Este salió de la cocina, la
recortada le formaba un ligero bulto en la cintura, bajo el sobretodo
demasiado ajustado que se arregló con sus manos enguantadas.<br /> —Adios, chico vivo —le dijo a George—. La verdad que tuviste suerte.<br /> —Es cierto —agregó Max—, deberías apostar en las carreras, chico vivo.<br />
Los dos hombres se retiraron. George, a través de la ventana, los vio
pasar bajo el farol de la esquina y cruzar la calle. Con sus sobretodos
ajustados y esos sombreros hongos parecían dos artistas de variedades.
George volvió a la cocina y desató a Nick y al cocinero.<br /> —No quiero que esto vuelva a pasarme —dijo Sam—. Ya no quiero que vuelva a pasarme.<br /> Nick se incorporó. Nunca antes había tenido una toalla en su boca.<br /> —¿Qué carajo…? —dijo pretendiendo seguridad.<br /> —Querían matar a Ole Andreson —les contó George—. Lo iban a matar de un tiro ni bien entrara a comer.<br /> —¿A Ole Andreson?<br /> —Sí, a él.<br /> El cocinero se palpó los ángulos de la boca con los pulgares.<br /> —¿Ya se fueron? —preguntó.<br /> —Sí —respondió George—, ya se fueron.<br /> —No me gusta —dijo el cocinero—. No me gusta para nada.<br /> —Escuchá —George se dirigió a Nick—. Tendrías que ir a ver a Ole Andreson.<br /> —Está bien.<br /> —Mejor que no tengas nada que ver con esto —le sugirió Sam, el cocinero—. No te conviene meterte.<br /> —Si no querés no vayas —dijo George.<br /> —No vas a ganar nada involucrándote en esto —siguió el cocinero—. Mantenete al margen.<br /> —Voy a ir a verlo —dijo Nick—. ¿Dónde vive?<br /> El cocinero se alejó.<br /> —Los jóvenes siempre saben que es lo que quieren hacer —dijo.<br /> —Vive en la pensión Hirsch —George le informó a Nick.<br /> —Voy para allá.<br />
Afuera, las luces de la calle brillaban por entre las ramas de un árbol
desnudo de follaje. Nick caminó por el costado de la calzada y a la
altura del siguiente poste de luz tomó por una calle lateral. La pensión
Hirsch se hallaba a tres casas. Nick subió los escalones y tocó el
timbre. Una mujer apareció en la entrada.<br /> —¿Está Ole Andreson?<br /> —¿Querés verlo?<br /> —Sí, si está.<br /> Nick siguió a la mujer hasta un descanso de la escalera y luego al final de un pasillo. Ella llamó a la puerta.<br /> —¿Quién es?<br /> —Alguien que viene a verlo, Sr. Andreson —respondió la mujer.<br /> —Soy Nick Adams.<br /> —Pasá.<br />
Nick abrió la puerta e ingresó al cuarto. Ole Andreson yacía en la cama
con la ropa puesta. Había sido un boxeador peso pesado y la cama le
quedaba chica. Estaba acostado con la cabeza sobre dos almohadas. No
miró a Nick.<br /> —¿Qué pasó? —preguntó.<br /> —Estaba en lo de Henry —comenzó Nick—, cuando dos tipos entraron y nos ataron a mí y al cocinero, y dijeron que iban a matarlo.<br /> Sonó tonto decirlo. Ole Andreson no dijo nada.<br /> —Nos metieron en la cocina —continuó Nick—. Iban a dispararle apenas entrara a cenar.<br /> Ole Andreson miró a la pared y siguió sin decir palabra.<br /> —George creyó que lo mejor era que yo viniera y le contase.<br /> —No hay nada que yo pueda hacer —Ole Andreson dijo finalmente.<br /> —Le voy a decir cómo eran.<br /> —No quiero saber cómo eran —dijo Ole Andreson. Volvió a mirar hacia la pared: —Gracias por venir a avisarme.<br /> —No es nada.<br /> Nick miró al grandote que yacía en la cama.<br /> —¿No quiere que vaya a la policía?<br /> —No —dijo Ole Andreson—. No sería buena idea.<br /> —¿No hay nada que yo pudiera hacer?<br /> —No. No hay nada que hacer.<br /> —Tal vez no lo dijeron en serio.<br /> —No. Lo decían en serio.<br /> Ole Andreson volteó hacia la pared.<br /> —Lo que pasa —dijo hablándole a la pared— es que no me decido a salir. Me quedé todo el día acá.<br /> —¿No podría escapar de la ciudad?<br /> —No —dijo Ole Andreson—. Estoy harto de escapar.<br /> Seguía mirando a la pared.<br /> —Ya no hay nada que hacer.<br /> —¿No tiene ninguna manera de solucionarlo?<br /> —No. Me equivoqué —seguía hablando monótonamente—. No hay nada que hacer. Dentro de un rato me voy a decidir a salir.<br /> —Mejor vuelvo a lo de George —dijo Nick.<br /> —Chau —dijo Ole Andreson sin mirar hacia Nick—. Gracias por venir.<br /> Nick se retiró. Mientras cerraba la puerta vio a Ole Andreson totalmente vestido, tirado en la cama y mirando a la pared.<br />
—Estuvo todo el día en su cuarto —le dijo la encargada cuando él bajó
las escaleras—. No debe sentirse bien. Yo le dije: “Señor Andreson,
debería salir a caminar en un día otoñal tan lindo como este”, pero no
tenía ganas.<br /> —No quiere salir.<br /> —Qué pena que se sienta mal —dijo la mujer—. Es un hombre buenísimo. Fue boxeador, ¿sabías?<br /> —Sí, ya sabía.<br /> —Uno no se daría cuenta salvo por su cara —dijo la mujer. Estaban junto a la puerta principal—. Es tan amable.<br /> —Bueno, buenas noches, Señora Hirsch —saludó Nick.<br /> —Yo no soy la Señora Hirsch —dijo la mujer—. Ella es la dueña. Yo me encargo del lugar. Yo soy la Señora Bell.<br /> —Bueno, buenas noches, Señora Bell —dijo Nick.<br /> —Buenas noches —dijo la mujer.<br />
Nick caminó por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y luego
por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro, detrás del
mostrador.<br /> —¿Viste a Ole?<br /> —Sí —respondió Nick—. Está en su cuarto y no va a salir.<br /> El cocinero, al oír la voz de Nick, abrió la puerta desde la cocina.<br /> —No pienso escuchar nada —dijo y volvió a cerrar la puerta de la cocina.<br /> —¿Le contaste lo que pasó? —preguntó George.<br /> —Sí. Le conté pero él ya sabe de qué se trata.<br /> —¿Qué va a hacer?<br /> —Nada.<br /> —Lo van a matar.<br /> —Supongo que sí.<br /> —Debe haberse metido en algún lío en Chicago.<br /> —Supongo —dijo Nick.<br /> —Es terrible.<br /> —Horrible —dijo Nick.<br /> Se quedaron callados. George se agachó a buscar un repasador y limpió el mostrador.<br /> —Me pregunto qué habrá hecho —dijo Nick.<br /> —Habrá traicionado a alguien. Por eso los matan.<br /> —Me voy a ir de este pueblo —dijo Nick.<br /> —Sí —dijo George—. Es lo mejor que podés hacer.<br /> —No soporto pensar en él esperando en su cuarto sabiendo lo que le va a pasar. Es realmente horrible.<br /> —Bueno —dijo George—. Mejor dejá de pensar en eso.</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Ernest Miller Hemingway</b> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oak_Park_%28Illinois%29" title="Oak Park (Illinois)">Oak Park</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Illinois" title="Illinois">Illinois</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/21_de_julio" title="21 de julio">21 de julio</a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1899" title="1899">1899</a> – <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ketchum_%28Idaho%29" title="Ketchum (Idaho)">Ketchum</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idaho" title="Idaho">Idaho</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/2_de_julio" title="2 de julio">2 de julio</a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1961" title="1961">1961</a>). <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Periodista" title="Periodista">periodista</a> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos" title="Estados Unidos">estadounidense</a>, y uno de los principales novelistas y cuentistas del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XX" title="Siglo XX">siglo <span style="font-variant: small-caps;">xx</span></a>. Su estilo sobrio y minimalista tuvo una gran influencia sobre la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_del_siglo_XX" title="Literatura del siglo XX">ficción del siglo <span style="font-variant: small-caps;">xx</span></a>,
mientras que su vida de aventuras y su imagen pública influenció
generaciones posteriores. Hemingway escribió la mayor parte de su obra
entre mediados de 1920 y mediados de 1950. Ganó el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Pulitzer" title="Premio Pulitzer">Premio Pulitzer</a> en 1953 por <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_viejo_y_el_mar" title="El viejo y el mar">El viejo y el mar</a></i> y al año siguiente el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Nobel_de_Literatura" title="Premio Nobel de Literatura">Premio Nobel de Literatura</a>
por su obra completa. Publicó siete novelas, seis recopilaciones de
cuentos y dos ensayos. Póstumamente se publicaron tres novelas, cuatro
libros de cuentos y tres ensayos. Muchos de estos son considerados
clásicos de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_de_Estados_Unidos" title="Literatura de Estados Unidos">literatura de Estados Unidos</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hemingway se crio en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oak_Park_%28Illinois%29" title="Oak Park (Illinois)">Oak Park (Illinois)</a>. Después de la escuela secundaria, trabajó durante unos meses como periodista del <i>Kansas City Star</i>, antes de irse al <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Frente_Italiano_%28Primera_Guerra_Mundial%29" title="Frente Italiano (Primera Guerra Mundial)">frente italiano</a> donde se registró como conductor de ambulancia durante la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial" title="Primera Guerra Mundial">Primera Guerra Mundial</a>. En 1918, fue gravemente herido y regresó a su casa. Sus experiencias de la guerra sirvieron de base para su novela <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Adi%C3%B3s_a_las_armas" title="Adiós a las armas">Adiós a las armas</a></i>. En 1921 se casó con Hadley Richardson, la primera de sus cuatro esposas. La pareja se mudó a París, donde trabajó como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Corresponsal" title="Corresponsal">corresponsal extranjero</a>, y cayó bajo la influencia de los escritores y artistas <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Modernismo_anglosaj%C3%B3n" title="Modernismo anglosajón">modernistas</a> de la comunidad de expatriados, la «<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_perdida" title="Generación perdida">Generación perdida</a>» de la década de 1920. La primera novela de Hemingway, <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fiesta_%28novela%29" title="Fiesta (novela)">Fiesta</a></i>, fue publicada en 1926.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Después de su divorcio de Hadley Richardson en 1927, Hemingway se
casó con Pauline Pfeiffer. La pareja se divorció después de que
Hemingway regresara de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_Espa%C3%B1ola" title="Guerra Civil Española">Guerra Civil Española</a>, donde había sido periodista, y después de que escribiera <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Por_qui%C3%A9n_doblan_las_campanas" title="Por quién doblan las campanas">Por quién doblan las campanas</a></i>. <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Martha_Gellhorn" title="Martha Gellhorn">Martha Gellhorn</a> fue su tercera esposa y se casó con ella en 1940. Se separaron cuando conoció a María Welsh en Londres, durante la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Guerra_Mundial" title="Segunda Guerra Mundial">Segunda Guerra Mundial</a>. Estuvo presente durante el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Desembarco_de_Normand%C3%ADa" title="Desembarco de Normandía">desembarco de Normandía</a> y la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Liberaci%C3%B3n_de_Par%C3%ADs" title="Liberación de París">liberación de París</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Poco después de la publicación de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_viejo_y_el_mar" title="El viejo y el mar">El viejo y el mar</a></i>
en 1952, Hemingway se fue de safari a África, donde estuvo a punto de
morir en dos accidentes aéreos sucesivos que lo dejaron con dolor y
problemas de salud por gran parte del resto de su vida. Hemingway tenía
residencia permanente en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cayo_Hueso" title="Cayo Hueso">Cayo Hueso</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Florida" title="Florida">Florida</a> (durante la década de 1930) y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuba" title="Cuba">Cuba</a> (durante la década de 1940 y 1950). En 1959 compró una casa en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ketchum_%28Idaho%29" title="Ketchum (Idaho)">Ketchum (Idaho)</a>, donde se <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Suicidio" title="Suicidio">suicidó</a> el 2 de julio de 1961. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Ernest Miller Hemingway nació el 21 de julio de 1899, en <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oak_Park,_Illinois" title="Oak Park, Illinois">Oak Park, Illinois</a>, un suburbio de Chicago.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-1">1</a></sup>
Su padre, Clarence Edmonds Hemingway, era médico y su madre, Grace Hall
Hemingway, era músico. Ambos eran educados y muy respetados en la
comunidad conservadora de Oak Park,<sup class="reference" id="cite_ref-Reynolds_pp_17-18_2-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Reynolds_pp_17-18-2">2</a></sup> una comunidad de la que <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Frank_Lloyd_Wright" title="Frank Lloyd Wright">Frank Lloyd Wright</a>, uno de sus residentes, dijo: «Tantas iglesias para tanta buena gente».<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-3">3</a></sup> Durante un corto período después de su matrimonio,<sup class="reference" id="cite_ref-4"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-4">4</a></sup>
Clarence y Grace Hemingway vivieron con el padre de Grace, Ernest Hall,
que eventualmente se convirtió en el homónimo de su primer hijo.<sup class="reference" id="cite_ref-5"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-5">nota 1</a></sup> Más tarde Ernest Hemingway diría que le desagradaba su nombre, que «asoció con el héroe ingenuo, incluso absurdo, en <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/La_importancia_de_llamarse_Ernesto" title="La importancia de llamarse Ernesto">La importancia de llamarse Ernesto</a></i>, la obra de teatro de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oscar_Wilde" title="Oscar Wilde">Oscar Wilde</a>».<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p8_6-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p8-6">5</a></sup>
La familia se mudó finalmente a una casa de siete habitaciones en un
barrio respetable con un estudio de música para Grace y un consultorio
médico para Clarence.<sup class="reference" id="cite_ref-Reynolds_pp_17-18_2-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Reynolds_pp_17-18-2">2</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La madre de Hemingway participó frecuentemente en conciertos en el
pueblo. Como adulto, Hemingway profesaba odiar a su madre, bien que el
biógrafo Michael S. Reynolds señala que Hemingway era un reflejo de su
energía y entusiasmo.<sup class="reference" id="cite_ref-Reynolds_2000_19_7-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Reynolds_2000_19-7">6</a></sup>
Su insistencia en que aprendió a tocar el violonchelo se convirtió en
una «fuente de conflictos», pero más tarde admitió que las clases de
música fueron útiles para su obra, como se evidencia por la estructura
de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Contrapunto" title="Contrapunto">contrapunto</a> en la novela <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Por_qui%C3%A9n_doblan_las_campanas" title="Por quién doblan las campanas">Por quién doblan las campanas</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-8"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-8">7</a></sup> La familia tenía una casa de verano llamada Windemere en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Walloon_Lake_%28M%C3%ADchigan%29" title="Walloon Lake (Míchigan)">Walloon Lake</a>, cerca de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Petoskey" title="Petoskey">Petoskey</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%ADchigan" title="Míchigan">Míchigan</a>,
donde su padre le enseñó, siendo un niño de cuatro años, a cazar,
pescar y acampar en los bosques y los lagos del norte de Míchigan. Sus
primeras experiencias en la naturaleza inculcaron la pasión por la
aventura al aire libre y la vida en zonas remotas o aisladas.<sup class="reference" id="cite_ref-Beegel2000.2C_p._63-70_9-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Beegel2000.2C_p._63-70-9">8</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="thumb tleft" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 222px;">
<div class="thumbcaption">
</div>
</div>
</div>
<div class="thumb tleft" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 222px;">
<div class="thumbcaption">
</div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Desde 1913 hasta 1917, Hemingway asistió a la escuela secundaria, Oak
Park and River Forest High School, donde participó en varios deportes
tales como boxeo, atletismo, waterpolo y fútbol americano. Se destacó en
las clases de inglés,<sup class="reference" id="cite_ref-10"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-10">9</a></sup> y durante dos años actuó en la orquesta de la escuela con su hermana Marcelline.<sup class="reference" id="cite_ref-Reynolds_2000_19_7-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Reynolds_2000_19-7">6</a></sup>
En su penúltimo año, tomó una asignatura de periodismo, impartida por
Fannie Biggs, que fue estructurada «como si el aula fuera una oficina de
periódico». Los mejores escritores de la clase presentaron artículos al
periódico de la escuela, <i>The Trapeze</i>. Tanto Hemingway como Marcelline presentaron textos al <i>Trapeze</i>; El primer artículo de Hemingway era sobre una actuación local de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Orquesta_Sinf%C3%B3nica_de_Chicago" title="Orquesta Sinfónica de Chicago">Orquesta Sinfónica de Chicago</a> y fue publicado en enero de 1916.<sup class="reference" id="cite_ref-11"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-11">10</a></sup> Continuó como contribuidor y editor del <i>Trapeze</i> y de <i>Tabula</i>
(el periódico y el anuario de la escuela), por el cual imitaba el
lenguaje de los periodistas deportivos, y utilizó el seudónimo de Ring
Lardner, Jr. —un guiño a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ring_Lardner" title="Ring Lardner">Ring Lardner</a> del <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Chicago_Tribune" title="Chicago Tribune">Chicago Tribune</a></i>. Al igual que <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mark_Twain" title="Mark Twain">Mark Twain</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Crane" title="Stephen Crane">Stephen Crane</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Theodore_Dreiser" title="Theodore Dreiser">Theodore Dreiser</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sinclair_Lewis" title="Sinclair Lewis">Sinclair Lewis</a>,
Hemingway fue periodista antes de convertirse en novelista; después de
salir de la escuela secundaria se fue a trabajar como reportero novato
para el periódico <i>Kansas City Star</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p19ff_12-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p19ff-12">11</a></sup> A pesar de que sólo se quedó allí durante seis meses, el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Libro_de_estilo" title="Libro de estilo">libro de estilo</a>
del «Star» formó la base para su escritura: «Utilice frases cortas.
Utilice primeros párrafos cortos. Use un lenguaje vigoroso. Sea
positivo, no negativo».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-13">12</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A principios de 1918 Hemingway respondió a una campaña de reclutamiento de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cruz_Roja" title="Cruz Roja">Cruz Roja</a> en Kansas City, y firmó contrato para convertirse en un conductor de ambulancias en Italia.<sup class="reference" id="cite_ref-14"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-14">13</a></sup> Salió de Nueva York en mayo y llegó a París mientras la ciudad estaba bajo el bombardeo de la artillería alemana.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p27ff_15-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p27ff-15">14</a></sup> En junio estaba en el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Frente_Italiano_%28Primera_Guerra_Mundial%29" title="Frente Italiano (Primera Guerra Mundial)">Frente Italiano</a>. Probablemente fue en esta época que conoció a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Dos_Passos" title="John Dos Passos">John Dos Passos</a>, con quien tuvo una relación difícil durante décadas.<sup class="reference" id="cite_ref-16"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-16">15</a></sup> En su primer día en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mil%C3%A1n" title="Milán">Milán</a>
fue enviado a la escena de la explosión de una fábrica de municiones
donde los rescatistas recuperaron los restos triturados de las obreras.
Describió el incidente en su libro <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Muerte_en_la_tarde" title="Muerte en la tarde">Muerte en la tarde</a></i>: «Me acuerdo que, después de haber buscado los cuerpos completos, se recogieron los pedazos».<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow57ff_17-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow57ff-17">16</a></sup> Unos días más tarde fue estacionado en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fossalta_di_Piave" title="Fossalta di Piave">Fossalta di Piave</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El 8 de julio fue gravemente herido por fuego de mortero, cuando
acababa de regresar de la cantina para traer chocolate y cigarrillos
para los hombres en el frente.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow57ff_17-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow57ff-17">16</a></sup>
A pesar de sus heridas, Hemingway logró rescatar un soldado italiano,
lo que le valió la Medalla de Plata al Valor Militar del gobierno
italiano.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p27ff_15-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p27ff-15">14</a></sup>
Con sólo dieciocho años, Hemingway comentó sobre los hechos: «Cuando
uno se va a la guerra como joven, tiene una gran ilusión de
inmortalidad. Son las otras personas que mueren, no te ocurre a ti. ...
Entonces, al estar gravemente herido por primera vez, uno pierde ésta
ilusión y sabe que puede pasar a uno mismo».<sup class="reference" id="cite_ref-Putnam_18-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Putnam-18">17</a></sup>
Sufrió graves heridas de metralla en ambas piernas, fue sometido a una
operación inmediata en un centro de distribución y pasó cinco días en un
hospital de campaña antes de ser trasladado al hospital de la Cruz Roja
en Milán para su recuperación.<sup class="reference" id="cite_ref-Desnoyers_p3_19-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p3-19">18</a></sup> Pasó seis meses en el hospital, donde conoció a <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Eric_Dorman-Smith&action=edit&redlink=1" title="Eric Dorman-Smith (aún no redactado)">"Chink" Dorman-Smith</a>
con quien formó una fuerte amistad que se prolongó durante décadas, y
compartió un cuarto con el futuro embajador estadounidense y escritor <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Henry_Serrano_Villard&action=edit&redlink=1" title="Henry Serrano Villard (aún no redactado)">Henry Serrano Villard</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-20"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-20">19</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Mientras se recuperaba, se enamoró por primera vez, de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Agnes_von_Kurowsky" title="Agnes von Kurowsky">Agnes von Kurowsky</a>,
una enfermera de la Cruz Roja, siete años mayor que él. Para cuando fue
dado de alta del hospital y regresó a los Estados Unidos, en enero de
1919, Agnes y Hemingway ya habían decidido casarse en los Estados Unidos
dentro de unos meses. Sin embargo, en marzo Agnes le escribió que se
había comprometido con un oficial italiano. El biógrafo Jeffrey Meyers
sostiene que Hemingway fue devastado por el rechazo de Agnes, y que en
relaciones futuras siguió un patrón de abandonar a una esposa antes de
que ella pudiera hacerlo.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p37ff-21">20</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hemingway volvió a casa a principios de 1919 y pasó por un periodo de
adaptación. Con apenas veinte años de edad, la guerra había creado en
él una madurez que no acordaba bien con una vida en casa sin trabajo y
la necesidad de recuperación.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers45ff_22-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers45ff-22">21</a></sup>
Como explica Reynolds, «Hemingway no podía realmente decir a sus padres
lo que pensó cuando vio a su rodilla sangrienta. No podía contar lo
asustado que estaba en otro país con cirujanos que no podían explicarle
en inglés si perdería su pierna o no».<sup class="reference" id="cite_ref-23"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-23">22</a></sup> En septiembre participó en un viaje de campamento y de pesca con amigos de la secundaria, en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pen%C3%ADnsula_superior_de_M%C3%ADchigan" title="Península superior de Míchigan">península superior de Míchigan</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Putnam_18-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Putnam-18">17</a></sup> Esta experiencia se convirtió en una fuente de inspiración para su cuento «<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_r%C3%ADo_de_dos_corazones" title="El río de dos corazones">El río de dos corazones</a>», en la que el personaje <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Novela_autobiogr%C3%A1fica&action=edit&redlink=1" title="Novela autobiográfica (aún no redactado)">semi-autobiográfico</a> Nick Adams viaja en la naturaleza para encontrar la soledad tras regresar de la guerra.<sup class="reference" id="cite_ref-24"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-24">23</a></sup> Un amigo de la familia le ofreció un puesto en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Toronto" title="Toronto">Toronto</a>,
y sin nada más que hacer, aceptó. A finales de ese año comenzó a
trabajar como escritor profesional independiente y corresponsal
extranjero del <i>Toronto Star Weekly</i>. Regresó a Míchigan el mes de junio siguiente,<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers45ff_22-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers45ff-22">21</a></sup> y luego se trasladó a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Chicago" title="Chicago">Chicago</a> en septiembre de 1920 a vivir con amigos, sin dejar de presentar sus artículos al <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Toronto_Star" title="Toronto Star">Toronto Star</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp56-59_25-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp56-59-25">24</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
En Chicago, trabajó como editor asociado de la revista mensual <i>Cooperative Commonwealth</i>, donde conoció al novelista <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sherwood_Anderson" title="Sherwood Anderson">Sherwood Anderson</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp56-59_25-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp56-59-25">24</a></sup> Cuando <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Hadley_Richardson&action=edit&redlink=1" title="Hadley Richardson (aún no redactado)">Hadley Richardson</a>,
originaria de St. Louis, llegó a Chicago para visitar a la hermana del
compañero de habitación de Hemingway, se enamoró y más tarde afirmó,
«sabía que ella era la chica con quién iba a casarme».<sup class="reference" id="cite_ref-Kert_pp83-90_26-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kert_pp83-90-26">25</a></sup> Hadley tenía el cabello rojo, con un «instinto cariñoso», y era ocho años mayor que Hemingway.<sup class="reference" id="cite_ref-Kert_pp83-90_26-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kert_pp83-90-26">25</a></sup>
A pesar de la diferencia de edad, Hadley, que había crecido con una
madre sobreprotectora, parecía menos madura de lo normal para una joven
de su edad.<sup class="reference" id="cite_ref-Oliver_p139_27-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Oliver_p139-27">26</a></sup> Bernice Kert, autora de <i>The Hemingway Women</i>
(Las mujeres de Hemingway), afirma que Hadley fue «evocadora» de Agnes,
a pesar de tener un infantilismo que era ausente en Agnes. Los dos se
escribieron durante algunos meses, y decidieron casarse y viajar a
Europa.<sup class="reference" id="cite_ref-Kert_pp83-90_26-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kert_pp83-90-26">25</a></sup>
Quisieron visitar a Roma, pero Sherwood Anderson les convenció de
visitar París, y escribió cartas de recomendación para la pareja joven.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_1972_pp7_28-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_1972_pp7-28">27</a></sup> Se casaron el 3 de septiembre de 1921; dos meses después, Hemingway fue contratado como corresponsal en el extranjero del <i>Toronto Star</i>
y la pareja se marchó a París. Sobre el matrimonio de Hemingway y
Hadley, Meyers comenta: «Con Hadley, Hemingway logra todo lo que había
esperado con Agnes: el amor de una hermosa mujer, una renta cómoda, una
vida en Europa».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp60.E2.80.9362-29">28</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"> Carlos Baker, el primer biógrafo de Hemingway, cree que, si bien
Anderson sugirió París porque «la tasa de cambio monetario» convirtió la
ciudad en un lugar barato para vivir, de mayor importancia fue que era
el lugar donde vivieron «las personas más interesantes del mundo». En
París Hemingway conoció a escritores como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gertrude_Stein" title="Gertrude Stein">Gertrude Stein</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce" title="James Joyce">James Joyce</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ezra_Pound" title="Ezra Pound">Ezra Pound</a> que «podrían ayudar a un joven escritor por los peldaños de una carrera».<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_1972_pp7_28-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_1972_pp7-28">27</a></sup>
El Hemingway de los primeros años de París era un joven «alto, guapo,
musculoso, de hombros anchos, de ojos marrones, de rosadas mejillas, de
mandíbula cuadrada, de voz suave».<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp70.E2.80.9374_30-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp70.E2.80.9374-30">29</a></sup> Él y Hadley vivían en un pequeño edificio sin ascensor en el 74 rue du Cardinal Lemoine en el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Barrio_Latino" title="Barrio Latino">Barrio Latino</a>, y trabajó en una habitación alquilada en un edificio cercano.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_1972_pp7_28-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_1972_pp7-28">27</a></sup> Stein, quién era el bastión del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Modernismo_anglosaj%C3%B3n" title="Modernismo anglosajón">modernismo anglosajón</a> en París,<sup class="reference" id="cite_ref-31"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-31">30</a></sup> se convirtió en la mentora de Hemingway; lo presentó a los artistas y escritores expatriados del barrio <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Montparnasse" title="Montparnasse">Montparnasse</a>, a quienes se refirió como la «<a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_Perdida" title="Generación Perdida">Generación Perdida</a>», un término popularizado por Hemingway con la publicación de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fiesta_%28novela%29" title="Fiesta (novela)">Fiesta</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p308_32-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p308-32">31</a></sup> Como un habitual del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sal%C3%B3n_literario" title="Salón literario">salón</a> de Stein, Hemingway conoció a pintores influyentes como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_Picasso" title="Pablo Picasso">Pablo Picasso</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Joan_Mir%C3%B3" title="Joan Miró">Joan Miró</a>, y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Gris" title="Juan Gris">Juan Gris</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Reynolds_2000_28_33-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Reynolds_2000_28-33">32</a></sup>
Con el tiempo se retiró de la influencia de Stein y su relación se
deterioró en una disputa literaria que se extendió por décadas.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp77.E2.80.9381_34-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp77.E2.80.9381-34">33</a></sup> El poeta estadounidense Ezra Pound conoció a Hemingway por casualidad en 1922, en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare_and_Company" title="Shakespeare and Company">Shakespeare and Company</a>, la librería de Sylvia Beach. Los dos recorrieron Italia en 1923 y vivían en la misma calle en 1924.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp70.E2.80.9374_30-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp70.E2.80.9374-30">29</a></sup> Forjaron una gran amistad, y en Hemingway, Pound reconoció y fomentó un talento joven.<sup class="reference" id="cite_ref-Reynolds_2000_28_33-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Reynolds_2000_28-33">32</a></sup>
Pound presentó a Hemingway al escritor irlandés James Joyce, con quien
Hemingway se embarcó con frecuencia en «juergas alcohólicas».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p82-35">34</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Durante sus primeros veinte meses en París, Hemingway presentó ochenta y ocho artículos al periódico <i>Toronto Star</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-36"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-36">35</a></sup> Cubrió la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_greco-turca_%281919-1922%29" title="Guerra greco-turca (1919-1922)">guerra greco-turca</a>, donde fue testigo de la quema de <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Smyrna" title="Smyrna">Smyrna</a>
y escribió artículos de viaje, tales como «Tuna Fishing in Spain» («La
pesca de atún en España») y «Trout Fishing All Across Europe: Spain Has
the Best, Then Germany» («Pesca de la trucha en toda Europa: España
tiene lo mejor, después Alemania»).<sup class="reference" id="cite_ref-Desnoyers_p5_37-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p5-37">36</a></sup> Hemingway quedó devastado al enterarse de que Hadley había perdida una maleta con sus manuscritos en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estaci%C3%B3n_de_Par%C3%ADs-Lyon" title="Estación de París-Lyon">estación de París-Lyon</a> mientras viajaba a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ginebra" title="Ginebra">Ginebra</a> para reunirse con él en diciembre de 1922.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp69.E2.80.9370_38-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp69.E2.80.9370-38">37</a></sup> El siguiente mes de septiembre, la pareja regresó a Toronto, donde su hijo <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Jack_Hemingway&action=edit&redlink=1" title="Jack Hemingway (aún no redactado)">John Hadley Nicanor</a> nació el 10 de octubre 1923. El primer libro de Hemingway, <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Tres_relatos_y_diez_poemas&action=edit&redlink=1" title="Tres relatos y diez poemas (aún no redactado)">Tres relatos y diez poemas</a></i>,
se publicó durante su ausencia. Dos de los relatos que contenía eran
todo lo que quedaba tras la pérdida de la maleta, y el tercero había
sido escrita durante la primavera en Italia. En cuestión de meses se
publicó un segundo volumen, <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/En_nuestro_tiempo" title="En nuestro tiempo">En nuestro tiempo</a></i>. El pequeño volumen incluía seis <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Vi%C3%B1eta_%28literatura%29&action=edit&redlink=1" title="Viñeta (literatura) (aún no redactado)">viñetas</a>
y una docena de relatos que Hemingway había escrito el verano pasado
durante su primera visita a España, donde descubrió la emoción de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Corrida_de_toros" title="Corrida de toros">corrida</a>.
Echaba de menos a París, consideró Toronto aburrido, y quería volver a
la vida de un escritor, en lugar de vivir la vida de un periodista.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_1972_15.E2.80.9318-39">38</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hemingway, Hadley y su hijo (apodado Bumby) regresaron a París en enero
de 1924 y se instalaron en un nuevo apartamento en la rue
Notre-Dame-des-Champs.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_1972_15.E2.80.9318_39-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_1972_15.E2.80.9318-39">38</a></sup> Hemingway ayudó a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ford_Madox_Ford" title="Ford Madox Ford">Ford Madox Ford</a> a editar la revista literaria <i><a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/The_Transatlantic_Review" title="The Transatlantic Review">The Transatlantic Review</a></i>, en la cual se publicaron las obras de Ezra Pound, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Dos_Passos" title="John Dos Passos">John Dos Passos</a>, <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Elsa_von_Freytag-Loringhoven&action=edit&redlink=1" title="Elsa von Freytag-Loringhoven (aún no redactado)">baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven</a>, y Gertrude Stein, así como algunos de los primeros relatos de Hemingway, como «<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Campamento_indio" title="Campamento indio">Campamento indio</a>» («<i>Indian Camp</i>»).<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p126_40-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p126-40">39</a></sup> Cuando <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/En_nuestro_tiempo" title="En nuestro tiempo">en nuestro tiempo</a></i> se publicó en 1925, la sobrecubierta llevaba comentarios de Ford.<sup class="reference" id="cite_ref-41"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-41">40</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p127_42-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p127-42">41</a></sup> «Campamento indio» recibió grandes elogios; Ford lo consideró como una importante primera obra de un escritor joven,<sup class="reference" id="cite_ref-43"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-43">42</a></sup> y los críticos en los Estados Unidos elogiaron Hemingway por revitalizar el género del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuento" title="Cuento">cuento</a> con su estilo fresco y el uso de oraciones declarativas.<sup class="reference" id="cite_ref-44"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-44">43</a></sup> Seis meses antes, Hemingway conoció a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/F._Scott_Fitzgerald" title="F. Scott Fitzgerald">F. Scott Fitzgerald</a>, y ambos desarrollaron una amistad de «admiración y hostilidad» mutua.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp159.E2.80.93160_45-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp159.E2.80.93160-45">44</a></sup> Fitzgerald había publicado <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_gran_Gatsby" title="El gran Gatsby">El gran Gatsby</a></i> el mismo año: Hemingway lo leyó, le gustó y decidió que su siguiente trabajo tenía que ser una novela.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_pp_30-34-46">45</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1923, junto con su esposa Hadley, Hemingway visitó por primera vez las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sanfermines" title="Sanfermines">fiestas de San Fermín</a> en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pamplona" title="Pamplona">Pamplona</a>, España, donde quedó fascinado por la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Corrida_de_toros" title="Corrida de toros">corrida de toros</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp117-119_47-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp117-119-47">46</a></sup>
Los Hemingway regresaron a Pamplona en 1924 y una tercera vez en junio
de 1925; ese año trajeron un grupo de expatriados estadounidenses y
británicos: el amigo de infancia de Hemingway Bill Smith, Stewart, <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Duff_Twysden&action=edit&redlink=1" title="Duff Twysden (aún no redactado)">Lady Duff Twysden</a> (recientemente divorciado) y su amante Pat Guthrie, y <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Harold_Loeb&action=edit&redlink=1" title="Harold Loeb (aún no redactado)">Harold Loeb</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Nagel89ff_48-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Nagel89ff-48">47</a></sup> Pocos días después de que terminara el festival, en sus cumpleaños (21 de julio), comenzó a escribir el borrador de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fiesta_%28novela%29" title="Fiesta (novela)">Fiesta</a></i>, terminando ocho semanas después.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p189_49-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p189-49">48</a></sup> Unos meses más tarde, en diciembre de 1925, los Hemingway pasaron el invierno en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Schruns" title="Schruns">Schruns</a>, Austria, donde Hemingway comenzó una extensa revisión del manuscrito. <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pauline_Pfeiffer&action=edit&redlink=1" title="Pauline Pfeiffer (aún no redactado)">Pauline Pfeiffer</a> se unió a ellos en enero y, en contra del consejo de Hadley, le instó a firmar un contrato con el editorial <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Charles_Scribner_Sons&action=edit&redlink=1" title="Charles Scribner Sons (aún no redactado)">Scribner</a>.
Salió de Austria para un corto viaje a Nueva York para reunirse con los
editores, y a su regreso, durante una parada en París, comenzó un
romance con Pauline, antes de regresar a Schruns para terminar las
revisiones en marzo.<sup class="reference" id="cite_ref-50"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-50">49</a></sup>
El manuscrito llegó a Nueva York en abril, corrigió la prueba final en
París en agosto de 1926, y Scribner publicó la novela en octubre.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p189_49-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p189-49">48</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-51"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-51">50</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p44_52-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p44-52">51</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>Fiesta</i> personificó la generación de expatriados de la posguerra,<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p302_53-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p302-53">52</a></sup> recibió buenas críticas, y fue «reconocida como la mayor obra de Hemingway».<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p192_54-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p192-54">53</a></sup> Más tarde Hemingway escribió a su editor <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Max_Perkins&action=edit&redlink=1" title="Max Perkins (aún no redactado)">Max Perkins</a>
que el «punto del libro» no trataba tanto de una generación que se
pierda, sino de que «la tierra permanece para siempre»; creía que los
personajes de <i>Fiesta</i> pueden haber sido «golpeados», pero no perdidos.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p82_55-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p82-55">54</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
El matrimonio de Hemingway y Hadley se deterioró cuando estaba trabajando en <i>Fiesta</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p44_52-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p44-52">51</a></sup> En la primavera de 1926 Hadley se dio cuenta de su relación con Pauline Pfeiffer, que vino con ellos a Pamplona en julio.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p43_56-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p43-56">55</a></sup><sup class="reference" id="cite_ref-57"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-57">56</a></sup>
A su regreso a París, Hadley pidió una separación, y en noviembre
solicitó formalmente el divorcio. Dividieron sus posesiones, y Hadley
aceptó la oferta de Hemingway de quedarse con las ganancias de <i>Fiesta</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-58"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-58">57</a></sup> La pareja se divorció en enero de 1927, y Hemingway se casó con Pauline Pfeiffer en mayo del mismo año.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p172-59">58</a></span></div>
<span style="font-size: medium;"> </span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"> Pauline, quien era de una rica familia católica de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Arkansas" title="Arkansas">Arkansas</a>, se trasladó a París para trabajar para la revista <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Vogue_%28revista%29" title="Vogue (revista)">Vogue</a></i>. Hemingway se convirtió al catolicismo antes de su matrimonio.<sup class="reference" id="cite_ref-60"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-60">59</a></sup> Tuvieron su luna de miel en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Le_Grau-du-Roi" title="Le Grau-du-Roi">Le Grau-du-Roi</a>, donde Hemingway contrajo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carbunco" title="Carbunco">carbunco</a> y donde planificó su siguiente recopilación de cuentos titulado <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Hombres_sin_mujeres&action=edit&redlink=1" title="Hombres sin mujeres (aún no redactado)">Hombres sin mujeres</a></i>,<sup class="reference" id="cite_ref-61"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-61">60</a></sup> que fue publicada en octubre de 1927.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p195_62-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p195-62">61</a></sup> A finales del año Pauline, que estaba embarazada, quería regresar a los Estados Unidos. John Dos Passos recomendó <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cayo_Hueso" title="Cayo Hueso">Cayo Hueso</a> en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Florida" title="Florida">Florida</a>,
y salieron de París en 1928. Esa primavera Hemingway sufrió una lesión
grave en su cuarto de baño en París, cuando tiró un tragaluz encima de
su cabeza pensando que estaba tirando de la cadena de baño. Esto lo dejó
con una prominente cicatriz en la frente que llevaría para el resto de
su vida. Al ser preguntado sobre la cicatriz, se mostró reacio a
contestar.<sup class="reference" id="cite_ref-63"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-63">62</a></sup> Después de su salida de París, Hemingway «nunca volvió a vivir en una gran ciudad».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p204-64">63</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A finales de la primavera Hemingway y Pauline viajaron a Kansas City, donde nació su hijo <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Patrick_Hemingway&action=edit&redlink=1" title="Patrick Hemingway (aún no redactado)">Patrick</a> el 28 de junio 1928. Pauline tuvo un parto difícil, que Hemingway incorporó como ficción en <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Adi%C3%B3s_a_las_armas" title="Adiós a las armas">Adiós a las armas</a></i>. Después del nacimiento de Patrick, Pauline y Hemingway viajaron a Wyoming, Massachusetts y Nueva York.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p208_65-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p208-65">64</a></sup>
En el invierno estaba en Nueva York con Bumby, a punto de abordar un
tren a Florida, cuando recibió un telegrama que le decía que su padre se
había suicidado.<sup class="reference" id="cite_ref-66"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-66">nota 2</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-67"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-67">65</a></sup>
Hemingway se quedó devastado; poco antes había enviado una carta a su
padre diciéndole que no se preocupara por las dificultades financieras;
la carta llegó minutos después del suicidio. Se dio cuenta de cómo
Hadley debe haberse sentida después del suicidio de su propio padre en
1903, y comentó: «Probablemente voy a ir de la misma manera».<sup class="reference" id="cite_ref-68"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-68">66</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A su regreso a Cayo Hueso en diciembre, Hemingway trabajó en su novela <i>Adiós a las armas</i> antes de viajar a Francia en enero. Había terminado en agosto, pero retrasó la revisión. La serialización en <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Scribner%27s_Magazine&action=edit&redlink=1" title="Scribner's Magazine (aún no redactado)">Scribner's Magazine</a></i>
estaba programada para comenzar en mayo, pero en abril Hemingway
todavía estaba trabajando en la parte final que podría haber vuelto a
escribir hasta diecisiete veces. Finalmente la novela se publicó el 27
de septiembre.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p215_69-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p215-69">67</a></sup> El biógrafo James Mellow cree que <i>Adiós a las armas</i> estableció a Hemingway como un importante escritor norteamericano y que mostró un nivel de complejidad que no era aparente en <i>Fiesta</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p378_70-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p378-70">68</a></sup> En España, durante el verano de 1929, Hemingway preparó su siguiente trabajo, <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Muerte_en_la_tarde" title="Muerte en la tarde">Muerte en la tarde</a></i>.
Quería escribir un ensayo integral sobre la corrida de toros, y los
toreros, completo con glosarios y apéndices, porque creía que la corrida
era «de gran interés trágico, por tratarse literalmente de vida o
muerte».<sup class="reference" id="cite_ref-71"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-71">69</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Durante la década de 1930 Hemingway pasó los inviernos en Cayo Hueso y
los veranos en Wyoming, donde encontró «el país más hermoso que había
visto en el oeste de Estados Unidos» donde cazaba venados, alces y osos
grizzly.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p222_72-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p222-72">70</a></sup> Fue acompañado allí por Dos Passos y en noviembre 1930, después de llevar a Dos Passos a la estación de ferrocarril en <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Billings,_Montana" title="Billings, Montana">Billings</a>,
Hemingway se rompió el brazo en un accidente de coche. El cirujano
trató la fractura espiral compuesta, uniendo el hueso con tendón de
canguro. Fue hospitalizado durante siete semanas, y los nervios de su
mano de escribir requerían un año para curar, periodo durante el cual
sufrió un intenso dolor.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-73">71</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su tercer hijo, <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Gregory_Hemingway&action=edit&redlink=1" title="Gregory Hemingway (aún no redactado)">Gregory Hancock Hemingway</a>, nació el siguiente año, el 12 de noviembre de 1931 en Kansas City.<sup class="reference" id="cite_ref-Oliver144_74-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Oliver144-74">72</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-75"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-75">nota 3</a></sup>
El tío de Pauline compró una casa con cochera en Cayo Hueso para la
pareja, y el segundo piso de la cochera fue convertido en un estudio de
escritura.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp222-227_76-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp222-227-76">73</a></sup>
Su ubicación frente a la calle del faro facilitó encontrar el camino a
su casa tras una larga noche de copas. Mientras en Cayo Hueso, Hemingway
frecuentaba el bar local <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Sloppy_Joe_%28bar%29&action=edit&redlink=1" title="Sloppy Joe (bar) (aún no redactado)">Sloppy Joe</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p402_77-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p402-77">74</a></sup> Invitó a amigos —incluyendo <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Waldo_Peirce&action=edit&redlink=1" title="Waldo Peirce (aún no redactado)">Waldo Peirce</a>, Dos Passos, y <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Max_Perkins&action=edit&redlink=1" title="Max Perkins (aún no redactado)">Max Perkins</a><sup class="reference" id="cite_ref-78"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-78">75</a></sup> — a acompañarle en viajes de pesca y en una expedición a las islas <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Dry_Tortugas" title="Dry Tortugas">Dry Tortugas</a>. Mientras tanto, continuó viajando a Europa y a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuba" title="Cuba">Cuba</a>,
y aunque escribió acerca de Cayo Hueso en 1933: «Tenemos una muy buena
casa aquí, y todos los niños se encuentran bien», Mellow cree que «era
claramente inquieto».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p424-79">76</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1933, Hemingway y Pauline fueron de safari a África del Este. El viaje de diez semanas proporcionó material para <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Las_verdes_colinas_de_%C3%81frica&action=edit&redlink=1" title="Las verdes colinas de África (aún no redactado)">Las verdes colinas de África</a></i>, así como los cuentos «<a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Las_nieves_del_Kilimanjaro" title="Las nieves del Kilimanjaro">Las nieves del Kilimanjaro</a>» y «<a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_corta_vida_feliz_de_Francis_Macomber&action=edit&redlink=1" title="La corta vida feliz de Francis Macomber (aún no redactado)">La corta vida feliz de Francis Macomber</a>».<sup class="reference" id="cite_ref-Desnoyers_p9_80-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p9-80">77</a></sup> La pareja visitó <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mombasa" title="Mombasa">Mombasa</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nairobi" title="Nairobi">Nairobi</a>, y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Machakos" title="Machakos">Machakos</a> en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Kenia" title="Kenia">Kenia</a>, y luego viajaron a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tanganica" title="Tanganica">Tanganica</a>, donde cazaron en el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Serengeti" title="Serengeti">Serengeti</a> en torno al <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Lago_Manyara" title="Lago Manyara">lago Manyara</a>, y al oeste y al sureste del actual <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Parque_nacional_de_Tarangire" title="Parque nacional de Tarangire">Parque nacional de Tarangire</a>. Su guía fue el notable «cazador blanco» <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Philip_Hope_Percival&action=edit&redlink=1" title="Philip Hope Percival (aún no redactado)">Philip Hope Percival</a>, quien había guiado <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Theodore_Roosevelt" title="Theodore Roosevelt">Theodore Roosevelt</a> en su safari en 1909. Durante estos viajes Hemingway contrajo <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Disenter%C3%ADa_amebiana" title="Disentería amebiana">disentería amebiana</a>
que causó un intestino prolapsado, y fue evacuado en avión a Nairobi,
una experiencia reflejada en «Las nieves del Kilimanjaro». Al regreso de
Hemingway en Cayo Hueso a principios de 1934, comenzó a trabajar en <i>Las verdes colinas de África</i>, que se publicó en 1935 recibiendo críticas mixtas.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-81">78</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1937 Hemingway acordó trabajar como corresponsal de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_Espa%C3%B1ola" title="Guerra Civil Española">Guerra Civil Española</a> para la <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=North_American_Newspaper_Alliance&action=edit&redlink=1" title="North American Newspaper Alliance (aún no redactado)">North American Newspaper Alliance</a> (NANA),<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p488_84-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p488-84">81</a></sup> y llegó a España en marzo, junto con el cineasta holandés <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Joris_Ivens" title="Joris Ivens">Joris Ivens</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Koch_p87_85-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Koch_p87-85">82</a></sup> Ivens, que estaba filmando <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Tierra_de_Espa%C3%B1a&action=edit&redlink=1" title="Tierra de España (aún no redactado)">Tierra de España</a></i>,
quiso que Hemingway reemplazara a John Dos Passos como guionista, ya
que Dos Passos había abandonado el proyecto cuando su amigo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Robles_Pazos" title="José Robles Pazos">José Robles</a> fue detenido y posteriormente ejecutado.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p311_86-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p311-86">83</a></sup>
El incidente cambió la opinión de Dos Passos sobre los republicanos de
izquierda, creando una brecha entre él y Hemingway, que más tarde
difundió el rumor de que Dos Passos habría dejado España por cobardía.<sup class="reference" id="cite_ref-Koch_p164_87-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Koch_p164-87">84</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
La periodista y escritora <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Martha_Gellhorn" title="Martha Gellhorn">Martha Gellhorn</a>,
a quien Hemingway conoció en Cayo Hueso la Navidad anterior (1936), se
unió a él en España. Como Hadley, Martha era originaria de St. Louis, y
al igual que Pauline había trabajado para la revista <i>Vogue</i> en París. Sobre Martha, Kert afirma que «nunca se ocupó de él como lo hicieron otras mujeres».<sup class="reference" id="cite_ref-Kert_pp287_88-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kert_pp287-88">85</a></sup> A finales de 1937, cuando estaba en Madrid con Martha, Hemingway escribió su única obra de teatro, <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_quinta_columna_y_los_primeros_cuarenta_y_nueve_relatos&action=edit&redlink=1" title="La quinta columna y los primeros cuarenta y nueve relatos (aún no redactado)">La quinta columna</a></i>, mientras que la ciudad estaba siendo bombardeada.<sup class="reference" id="cite_ref-Koch_p134_89-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Koch_p134-89">86</a></sup> Volvió a Cayo Hueso durante unos meses, luego regresó a España en dos ocasiones en 1938, donde estuvo presente en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_Ebro" title="Batalla del Ebro">Batalla del Ebro</a>,
el último reducto republicano, y se encontraba entre los últimos
periodistas británicos y estadounidenses en cruzar el río para salir de
la batalla.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p321_90-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p321-90">87</a></sup><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Thomas_p833-91">88</a></span></div>
<span style="font-size: medium;"> </span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En la primavera de 1939, Hemingway navegó a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuba" title="Cuba">Cuba</a> en su barco, para vivir en el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hotel_Ambos_Mundos_%28La_Habana%29" title="Hotel Ambos Mundos (La Habana)">Hotel Ambos Mundos</a> en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/La_Habana" title="La Habana">La Habana</a>. Fue la primera fase de una separación lenta y dolorosa de Pauline, que había comenzado cuando Hemingway conoció a Martha.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p326_92-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p326-92">89</a></sup> Martha pronto se unió a él en Cuba, y alquilaron <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Finca_Vig%C3%ADa&action=edit&redlink=1" title="Finca Vigía (aún no redactado)">Finca Vigía</a>,
una finca de 61.000 m² a veinticuatro kilómetros de La Habana. En el
verano, Pauline y los niños dejaron a Hemingway después de que la
familia se había reunida durante una visita a Wyoming. Después de
finalizar el divorcio con Pauline, se casó con Martha el 20 de noviembre
de 1940 en Cheyenne, Wyoming.<sup class="reference" id="cite_ref-93"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-93">90</a></sup> Como lo había hecho después de su divorcio de Hadley, cambió de residencias, moviendo su principal residencia de verano hacia <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ketchum_%28Idaho%29" title="Ketchum (Idaho)">Ketchum (Idaho)</a>, en las afueras de la nueva localidad de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sun_Valley_%28Idaho%29" title="Sun Valley (Idaho)">Sun Valley</a>, y su residencia de invierno a Cuba.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p342_94-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p342-94">91</a></sup>
Hemingway, que había disgustado cuando un amigo de París permitió a sus
gatos de comer de la mesa, se enamoró de los gatos en Cuba, manteniendo
decenas de ellos en la finca.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p353_95-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p353-95">92</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Gellhorn lo inspiró a escribir su novela más famosa, <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Por_qui%C3%A9n_doblan_las_campanas" title="Por quién doblan las campanas">Por quién doblan las campanas</a></i>, que inició en marzo de 1939 y terminó en julio de 1940. Fue publicada en octubre de 1940.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p334_96-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p334-96">93</a></sup> En acuerdo con su rutina de cambiar de residencias mientras trabajaba en un manuscrito, escribió <i>Por quién doblan las campanas</i> en Cuba, Wyoming, y Sun Valley.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p326_92-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p326-92">89</a></sup><i>Por quién doblan las campanas</i>,
seleccionado por el Book-of-the-Month Club, vendió medio millón de
copias en cuestión de meses, recibió una nominación para el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Pulitzer" title="Premio Pulitzer">Premio Pulitzer</a> y, como lo explica Meyers, «reestableció triunfalmente la reputación literaria de Hemingway».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp334.E2.80.93339-97">94</a></span></div>
<span style="font-size: medium;"> </span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En enero de 1941 Martha fue enviada a China en una misión para la revista <i>Collier's Weekly</i>. Hemingway la acompañó y envió sus despachos al diario <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=PM_%28peri%C3%B3dico%29&action=edit&redlink=1" title="PM (periódico) (aún no redactado)">PM</a></i>, pero en general no le gustaba China.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp.3D356.E2.80.93361_98-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp.3D356.E2.80.93361-98">95</a></sup>
Regresaron a Cuba antes de la declaración de guerra de los Estados
Unidos en diciembre, sobre lo cual convenció al gobierno cubano que le
ayudara a reequipar su barco, el <i>Pilar</i>, con la intención de utilizarlo para emboscar a los submarinos alemanes en las costas de Cuba<sup class="reference" id="cite_ref-Putnam_18-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Putnam-18">17</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">De mayo 1944 a marzo 1945 Hemingway estaba en Londres y Europa.
Cuando Hemingway llegó por primera vez en Londres conoció a la
corresponsal de la revista <i><a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Time_%28revista%29" title="Time (revista)">Time</a></i>
Mary Welsh, de quien se enamoró. Martha, que había sido obligada a
cruzar el Atlántico en un barco cargado de explosivos porque él se había
negado de ayudarla a conseguir un pase de prensa en un avión, llegó a
Londres para encontrar Hemingway hospitalizado con una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Contusi%C3%B3n" title="Contusión">contusión</a>
por un accidente de coche. Indiferente a su estado físico, lo acusó de
ser un matón, y le dijo que estaba «terminado, absolutamente terminado».<sup class="reference" id="cite_ref-Kert_pp393-398_99-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kert_pp393-398-99">96</a></sup> La última vez que vio a Martha fue en marzo de 1945 cuando se disponía a regresar a Cuba.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p416_100-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p416-100">97</a></sup> Mientras tanto, en su tercer encuentro con Mary Welsh la pidió que se casara con él.<sup class="reference" id="cite_ref-Kert_pp393-398_99-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kert_pp393-398-99">96</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Hemingway, llevando una venda grande en la cabeza, estuvo presente durante el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Desembarco_de_Normand%C3%ADa" title="Desembarco de Normandía">desembarco de Normandía</a>, aunque se mantuvo en una lancha de desembarco porque los militares lo consideraron una «carga preciosa»,<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp398-405_101-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp398-405-101">98</a></sup> bien que el biógrafo Kenneth Lynn sostiene que fabricó cuentas de que bajó a tierra durante el desembarco.<sup class="reference" id="cite_ref-102"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-102">99</a></sup> A finales de julio, se unió al «22.º Regimiento de Infantería al mando del <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Charles_T._Lanham&action=edit&redlink=1" title="Charles T. Lanham (aún no redactado)">Coronel Charles Buck Lanham</a>, que se dirigía hacia París», y Hemingway se convirtió en el líder <i>de facto</i> de un pequeño grupo de milicianos de las aldeas en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Rambouillet" title="Rambouillet">Rambouillet</a>, en las afueras de París.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp398-405_101-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp398-405-101">98</a></sup>
Sobre las hazañas de Hemingway, el historiador Paul Fussell comentó:
«Hemingway se metió en problemas considerables jugando capitán de
infantería a un grupo de la resistencia que reunió, porque se supone que
un corresponsal no debe conducir a las tropas, incluso si lo hace
bien».<sup class="reference" id="cite_ref-Putnam_18-3"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Putnam-18">17</a></sup> Esto fue, de hecho, una contravención de la <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Convenci%C3%B3n_de_Ginebra" title="Convención de Ginebra">Convención de Ginebra</a>, y Hemingway fue formalmente detenido; Dijo que resolvió la cuestión alegando que solo ofreció asesoramiento.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Lynn_1987_518.E2.80.93519-103">100</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El 25 de agosto, estuvo presente durante la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Liberaci%C3%B3n_de_Par%C3%ADs" title="Liberación de París">liberación de París</a>, aunque a diferencia de la leyenda, Hemingway no era el primero a entrar en la ciudad, ni tampoco liberó el Ritz.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p408ff_104-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p408ff-104">101</a></sup> No obstante, asistió a una reunión organizada por Sylvia Beach, donde «hizo la paz» con Gertrude Stein.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p535ff_105-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p535ff-105">102</a></sup> Ese mismo año, estuvo presente durante los intensos combates de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_Bosque_de_H%C3%BCrtgen" title="Batalla del Bosque de Hürtgen">Batalla del Bosque de Hürtgen</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p408ff_104-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p408ff-104">101</a></sup> El 17 de diciembre 1944, febril y mal, había conducido a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Luxemburgo" title="Luxemburgo">Luxemburgo</a> para cubrir lo que posteriormente se llamaría la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_las_Ardenas" title="Batalla de las Ardenas">Batalla de las Ardenas</a>.
Sin embargo, tan pronto como llegó, Lanham lo entregó a los médicos,
que lo hospitalizaron con neumonía; al recuperarse, una semana más
tarde, la mayor parte del combate había terminado.<sup class="reference" id="cite_ref-Lynn_1987_518.E2.80.93519_103-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Lynn_1987_518.E2.80.93519-103">100</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
En 1947 Hemingway fue galardonado con una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estrella_de_Bronce" title="Estrella de Bronce">Estrella de Bronce</a>
por su valentía durante la Segunda Guerra Mundial. Fue reconocido por
su valor, tras encontrarse «bajo fuego en las zonas de combate con el
fin de obtener una imagen precisa de las condiciones» con la mención de
que «a través de su talento de expresión, el señor Hemingway permitió a
los lectores obtener una imagen vívida de las dificultades y los
triunfos del soldado de frente y su organización en el combate».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Putnam-18">17</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hemingway dijo que de 1942 a 1945 «estaba fuera del negocio como escritor».<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_p552_106-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p552-106">103</a></sup> En 1946 se casó con Mary, que tuvo un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Embarazo_ect%C3%B3pico" title="Embarazo ectópico">embarazo ectópico</a>
cinco meses más tarde. La familia Hemingway sufrió una serie de
accidentes y problemas de salud en los años posteriores a la guerra: en
un accidente de tráfico en 1945 «rompió la rodilla» y sostuvo otra
«herida profunda en la frente»; Mary rompió primero su tobillo derecho y
luego el de izquierda en accidentes de esquí sucesivos. Un accidente de
tráfico en 1947 dejó Patrick con una herida en la cabeza y gravemente
enfermo.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp420.E2.80.93421_107-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp420.E2.80.93421-107">104</a></sup> Hemingway se hundió en una depresión, cuando sus amigos literarios comenzaron a fallecer: en 1939 <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/W._B._Yeats" title="W. B. Yeats">Yeats</a>
y Ford Madox Ford; en 1940 Scott Fitzgerald; en 1941 Sherwood Anderson y
James Joyce; en 1946 Gertrude Stein; y al año siguiente, en 1947, Max
Perkins, durante mucho tiempo el editor y amigo de Hemingway del
editorial Scribner.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_pp548.E2.80.93550_108-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_pp548.E2.80.93550-108">105</a></sup>
Durante este período, sufría de fuertes dolores de cabeza, alta presión
arterial, problemas de peso, y finalmente de diabetes —gran parte del
cual fue el resultado de accidentes anteriores y de muchos años de
consumo excesivo de alcohol—.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p12-109">106</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1948, Hemingway y Mary viajaron a Europa y permanecieron en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Venecia" title="Venecia">Venecia</a> durante varios meses. Allí, Hemingway se enamoró de <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Adriana_Ivancich&action=edit&redlink=1" title="Adriana Ivancich (aún no redactado)">Adriana Ivancich</a> una joven de 19 años de edad. La historia de amor platónico inspiró la novela <i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Al_otro_lado_del_r%C3%ADo_y_entre_los_%C3%A1rboles&action=edit&redlink=1" title="Al otro lado del río y entre los árboles (aún no redactado)">Al otro lado del río y entre los árboles</a></i>, que escribió en Cuba en una época de conflictos con Mary; fue publicada en 1950, recibiendo críticas negativas.<sup class="reference" id="cite_ref-114"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-114">109</a></sup> Al año siguiente, furioso por la recepción crítica de <i>Al otro lado del río y entre los árboles</i>, escribió el borrador de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_viejo_y_el_mar" title="El viejo y el mar">El viejo y el mar</a></i> en ocho semanas, diciendo que era «lo mejor que puedo escribir durante toda mi vida».<sup class="reference" id="cite_ref-Desnoyers_p12_109-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p12-109">106</a></sup> <i>El viejo y el mar</i> se convirtió en una selección del libro-del-mes, hizo de Hemingway una celebridad internacional, y recibió el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Pulitzer" title="Premio Pulitzer">Premio Pulitzer</a> en mayo de 1952, un mes antes de salir para su segundo viaje a África.<sup class="reference" id="cite_ref-Desnoyers_p13_115-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p13-115">110</a></sup> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p489-116">111</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1954, cuando estaba en África, Hemingway casi muere en dos accidentes
aéreos sucesivos que lo dejaron gravemente herido. Como regalo de
Navidad a Mary había contratado un vuelo turístico sobre <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Congo_belga" title="Congo belga">Congo belga</a>. En camino a fotografiar las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cascadas_Murchison" title="Cascadas Murchison">cascadas Murchison</a>
desde el aire, el avión chocó contra un poste de electricidad
abandonado y tuvo que realizar un «aterrizaje de emergencia en la densa
maleza». Las lesiones de Hemingway incluyeron una herida en la cabeza,
mientras que María se rompió dos costillas.<sup class="reference" id="cite_ref-117"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-117">112</a></sup> Al día siguiente, en un intento de llegar a la asistencia médica en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Entebbe" title="Entebbe">Entebbe</a>,
abordaron un segundo avión que explotó durante el despegue; Hemingway
sufrió quemaduras y otra conmoción cerebral, esta vez lo suficientemente
grave como para provocar fugas del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%ADquido_cefalorraqu%C3%ADdeo" title="Líquido cefalorraquídeo">fluido cerebral</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-118"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-118">113</a></sup>
Finalmente llegaron en Entebbe donde se dieron cuenta de que los
periodistas estaban cubriendo la historia de la muerte de Hemingway.
Informó a los reporteros y pasó las siguientes semanas recuperando y
leyendo sus obituarios erróneos.<sup class="reference" id="cite_ref-119"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-119">114</a></sup>
A pesar de sus heridas, Hemingway acompañó Patrick y su esposa en una
expedición de pesca prevista en febrero, pero el dolor le llevó a ser
colérico y difícil de tratar.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_1992_588_120-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_1992_588-120">115</a></sup>
En un incendio forestal fue nuevamente herido, sosteniendo quemaduras
de segundo grado en las piernas, el torso frontal, labios, mano
izquierda y el antebrazo derecho.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp505-507_121-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp505-507-121">116</a></sup> Meses después, en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Venecia" title="Venecia">Venecia</a>, Mary relató sobre la gravedad de las lesiones de Hemingway: dos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Disco_intervertebral" title="Disco intervertebral">discos intervertebrales</a> agrietados, una ruptura hepática y renal, una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Dislocaci%C3%B3n_acromioclavicular" title="Dislocación acromioclavicular">dislocación del hombro</a> y una fractura del cráneo.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_1992_588_120-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_1992_588-120">115</a></sup>
Los accidentes pueden haber precipitado el deterioro físico que iba a
seguir. Después de los accidentes de avión, Hemingway, que había sido
«un alcohólico apenas controlado durante gran parte de su vida, bebió
más de lo habitual para combatir el dolor de sus heridas».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-122">117</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En octubre de 1954 Hemingway recibió el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Nobel_de_Literatura" title="Premio Nobel de Literatura">Premio Nobel de Literatura</a>. Modestamente dijo a la prensa que <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Sandburg" title="Carl Sandburg">Carl Sandburg</a>, <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Isak_Dinesen" title="Isak Dinesen">Isak Dinesen</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Bernard_Berenson" title="Bernard Berenson">Bernard Berenson</a> merecieron el premio,<sup class="reference" id="cite_ref-123"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-123">118</a></sup> pero que el dinero del premio sería bienvenido.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p338_124-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p338-124">119</a></sup>
Mellow afirma que Hemingway «había codiciado el Premio Nobel», pero
cuando lo ganó, meses después de su accidente de avión y tras la
cobertura de la prensa mundial que siguió, «debía de haber una sospecha
persistente en la mente de Hemingway que sus obituarios habían
desempeñado un papel en la decisión de la academia».<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_pp588.E2.80.93589_125-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_pp588.E2.80.93589-125">120</a></sup> Como aún estaba sufriendo el dolor de los accidentes en África, decidió no viajar a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estocolmo" title="Estocolmo">Estocolmo</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p509_126-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p509-126">121</a></sup>
En su lugar envió un discurso para ser leído, en el cual definió la
vida del escritor: «Escribir, en su mejor momento, es una vida
solitaria. Organizaciones para escritores palían la soledad del
escritor, pero dudo si mejoran su escritura. Crece en estatura pública
como vierte su soledad y a menudo su trabajo se deteriora. Porque hace
su trabajo solo, y si es un escritor lo suficientemente bueno, debe
enfrentar la eternidad, o la falta de ella, cada día».<sup class="reference" id="cite_ref-127"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-127">122</a></sup> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-128">nota 6</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Desde finales de 1955 hasta principios de 1956 Hemingway estaba postrado en cama.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p512_129-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p512-129">123</a></sup> Se le dijo que dejara de beber para mitigar los daños en el hígado, consejo que siguió inicialmente pero luego ignoró.<sup class="reference" id="cite_ref-130"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-130">124</a></sup> En octubre de 1956 regresó a Europa y conoció al escritor <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pueblo_vasco" title="Pueblo vasco">vasco</a> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_Baroja" title="Pío Baroja">Pío Baroja</a>,
quien estaba gravemente enfermo y falleció semanas después. Durante el
viaje Hemingway cayó enfermo de nuevo y fue tratado por «alta presión
arterial, enfermedades del hígado, y arteriosclerosis».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p512-129">123</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En noviembre, mientras en París, se acordó de los baúles que había
almacenado en el Hotel Ritz en 1928 y que nunca había recuperado. Los
baúles estaban llenos de cuadernos y escrituras de sus años en París.
Cuando regresó a Cuba en 1957, entusiasmado con el descubrimiento,
comenzó a dar forma a la obra recuperada en su autobiografía <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs_era_una_fiesta" title="París era una fiesta">París era una fiesta</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p533_131-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p533-131">125</a></sup> En 1959 finalizó un período de intensa actividad: terminó <i>París era una fiesta</i> (programado para ser lanzado el año siguiente); llevó <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Al_romper_el_alba" title="Al romper el alba">Al romper el alba</a></i> a 200.000 palabras; añadió capítulos a <i>El Jardín del Eden</i>; y trabajó en <i>Islas en el golfo</i>. Las tres últimas fueron almacenadas en una caja de depósito en La Habana, mientras se concentraba en los toques finales de <i>París era una fiesta</i>. Reynolds afirma que fue durante este período que Hemingway hundió en la depresión, de la que no pudo recuperarse.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-132">126</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Finca Vigía se volvió cada vez más llena de invitados y turistas, y
Hemingway, que empezaba a sentirse infeliz con la vida allí estaba
considerando trasladarse permanentemente a Idaho. En 1959 se compró una
casa con vistas al río Big Wood, fuera de Ketchum, y salió de Cuba, a
pesar de que aparentemente mantuvo buenas relaciones con el gobierno de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fidel_Castro" title="Fidel Castro">Fidel Castro</a>, comentando al <i>New York Times</i> que estaba «encantado» con el derrocamiento de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fulgencio_Batista" title="Fulgencio Batista">Batista</a> por Castro.<sup class="reference" id="cite_ref-133"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-133">127</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_pp516.E2.80.93519_134-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_pp516.E2.80.93519-134">128</a></sup>
Estuvo en Cuba en noviembre de 1959, entre su regreso de Pamplona y su
viaje hacia Idaho, y también para sus cumpleaños el año siguiente; sin
embargo, ese mismo año Mary y él decidieron abandonar Cuba, después de
enterarse de la noticia de que Castro quería nacionalizar las
propiedades de los estadounidenses y otros extranjeros en la isla.<sup class="reference" id="cite_ref-135"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-135">129</a></sup>
En julio de 1960 los Hemingway salieron de Cuba por última vez, dejando
obras de arte y manuscritos en la bóveda de un banco en La Habana.
Después de la <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Invasi%C3%B3n_de_Playa_Gir%C3%B3n" title="Invasión de Playa Girón">Invasión de Playa Girón</a>
en 1961, la Finca Vigía, incluyendo la colección de unos «cuatro a seis
mil libros» de Hemingway, fue expropiada por el gobierno cubano.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_p599-136">130</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hasta finales de la década de 1950 Hemingway siguió revisando el material que se publicaría como <i>París era una fiesta</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p533_131-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p533-131">125</a></sup> En el verano de 1959 visitó España para preparar una serie de artículos sobre corridas de toros encargado por <i><a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Life_Magazine" title="Life Magazine">Life Magazine</a></i>,<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p520_137-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p520-137">131</a></sup> regresando a Cuba en enero de 1960 para trabajar en el manuscrito. <i>Life</i>
sólo quería 10.000 palabras, pero el manuscrito creció fuera de
control. Por primera vez en su vida era incapaz de organizar sus textos y
pidió a <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=A._E._Hotchner&action=edit&redlink=1" title="A. E. Hotchner (aún no redactado)">A. E. Hotchner</a> de viajar a Cuba para ayudarle. Hotchner le ayudó a recortar el texto para <i>Life</i> a 40.000 palabras, y el editorial Scribner acordó la versión del libro completo (<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_verano_peligroso" title="El verano peligroso">El verano peligroso</a></i>) de casi 130.000 palabras.<sup class="reference" id="cite_ref-R544ff_138-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-R544ff-138">132</a></sup> A Hotchner, Hemingway le pareció «extraordinariamente indeciso, desorganizado y confuso»,<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_pp598.E2.80.93600_139-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_pp598.E2.80.93600-139">133</a></sup> y sufrió enormemente de una visión deficiente.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p542-544-140">134</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El 25 de julio de 1960, Hemingway y Mary salieron de Cuba por última
vez. Luego Hemingway viajó solo a España para ser fotografiado para el
árticulo de <i>Life Magazine</i>. Unos días más tarde salieron noticias
de prensa diciendo que se encontraba gravemente enfermo y a punto de
morir, lo que causó pánico a Mary hasta que recibió un telegrama de
Hemingway diciendo «Informes falsos. En camino Madrid. Amor Papa».<sup class="reference" id="cite_ref-141"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-141">135</a></sup> Sin embargo, estaba gravemente enfermo y creía estar al borde de un colapso.<sup class="reference" id="cite_ref-R544ff_138-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-R544ff-138">132</a></sup>
Se sintió solo y se quedó en su cama durante días, retirándose en el
silencio, pese a la publicación de las primeras entregas de <i>El verano peligroso</i> en <i>Life</i> en septiembre de 1960 y las buenas críticas.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_pp598-601_142-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_pp598-601-142">136</a></sup>
En octubre viajó de España a Nueva York, donde se negó a abandonar el
apartamento de Mary con el pretexto de que estaba siendo vigilado. Ella
lo llevó rápidamente a Idaho, donde George Saviers (un médico de Sun
Valley) los encontró en el ferrocarril.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-R544ff-138">132</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En este tiempo Hemingway estaba preocupado por sus finanzas y por su seguridad.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p542-544_140-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p542-544-140">134</a></sup>
Estaba preocupado por sus impuestos, y que nunca volvería a Cuba para
recuperar los manuscritos que había dejado en la bóveda de un banco. Se
volvió paranoico y pensaba que el FBI estaba activamente monitoreando
sus movimientos en Ketchum.<sup class="reference" id="cite_ref-R548_143-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-R548-143">137</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-144"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-144">138</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-145"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-145">nota 7</a></sup> A finales de noviembre Mary estaba desesperada y Saviers sugirió que Hemingway fuera trasladado a la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cl%C3%ADnica_Mayo" title="Clínica Mayo">clínica Mayo</a> en Minnesota, donde pudo haber creído que iba a ser tratado por <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hipertensi%C3%B3n" title="Hipertensión">hipertensión</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-R548_143-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-R548-143">137</a></sup> En un intento de anonimato, fue registrado bajo el apellido de su médico, Saviers.<sup class="reference" id="cite_ref-Mellow_pp598-601_142-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Mellow_pp598-601-142">136</a></sup> Meyers escribe que «un aura de secretismo rodea el tratamiento de Hemingway en la Mayo», pero confirma que fue tratado con <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Terapia_electroconvulsiva" title="Terapia electroconvulsiva">terapia electroconvulsiva</a> hasta 15 veces en diciembre de 1960, para luego ser «liberado en ruinas» en enero de 1961.<sup class="reference" id="cite_ref-146"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-146">139</a></sup>
Reynolds obtuvo acceso a los registros de Hemingway en la Clínica Mayo,
los cuales indican que fue tratado por un estado depresivo que puede
haber sido causado por una combinación de medicamentos.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-147">140</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">De nuevo en Ketchum tres meses después, en abril de 1961, una mañana en
la cocina, Mary «encontró a Hemingway sosteniendo una escopeta». Llamó a
Saviers quien le dio un sedativo y lo ingresó en el hospital de Sun
Valley; desde allí fue devuelto a la Clínica Mayo para recibir más
terapia por electrochoque.<sup class="reference" id="cite_ref-Meyers_p551_148-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Meyers_p551-148">141</a></sup>
Fue liberado a finales de junio y llegó a su casa en Ketchum el 30 de
junio. Dos días después, en la madrugada del 2 de julio de 1961,
Hemingway se disparó «deliberadamente» con su escopeta favorita.<sup class="reference" id="cite_ref-149"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-149">142</a></sup>
Abrió la bodega del sótano donde guardaba sus armas, subió las
escaleras hacia el vestíbulo de la entrada principal de su casa, y
«empujó dos balas en la escopeta <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Boss_%26_Co.&action=edit&redlink=1" title="Boss & Co. (aún no redactado)">Boss</a>
calibre doce, colocó el extremo del cañón en su boca, apretó el gatillo
y estalló su cerebro». Mary llamó al hospital de Sun Valley, y el Dr.
Scott Earle llegó a la casa «quince minutos» después. A pesar de su
afirmación de que Hemingway «había muerto de una herida autoinfligida en
la cabeza», la historia que se contó a la prensa fue que la muerte
había sido «accidental».<sup class="reference" id="cite_ref-Kertp504_150-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kertp504-150">143</a></sup> Sin embargo, en una entrevista de prensa cinco años después, Mary Hemingway admitió que su marido se había suicidado.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-151">144</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Durante sus últimos años, el comportamiento de Hemingway fue similar al de su padre antes de que se suicidara;<sup class="reference" id="cite_ref-Burwell_p234_152-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p234-152">145</a></sup> su padre puede haber sufrido de una enfermedad genética, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hemocromatosis" title="Hemocromatosis">hemocromatosis</a>, en el que la incapacidad de metabolizar el hierro culmina en un deterioro mental y físico.<sup class="reference" id="cite_ref-Burwell_p14_153-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p14-153">146</a></sup>
Los registros médicos disponibles en 1991 confirman que se había
diagnosticado la hemocromatosis de Hemingway a principios de 1961.<sup class="reference" id="cite_ref-Burwell_p189_154-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p189-154">147</a></sup> Su hermana Ursula y su hermano Leicester también se suicidaron.<sup class="reference" id="cite_ref-155"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-155">148</a></sup> A las dolencias físicas de Hemingway se sumó el problema de que había sido un gran bebedor la mayor parte de su vida.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p12-109">106</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Durante sus últimos años, el comportamiento de Hemingway fue similar al de su padre antes de que se suicidara;<sup class="reference" id="cite_ref-Burwell_p234_152-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p234-152">145</a></sup> su padre puede haber sufrido de una enfermedad genética, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hemocromatosis" title="Hemocromatosis">hemocromatosis</a>, en el que la incapacidad de metabolizar el hierro culmina en un deterioro mental y físico.<sup class="reference" id="cite_ref-Burwell_p14_153-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p14-153">146</a></sup>
Los registros médicos disponibles en 1991 confirman que se había
diagnosticado la hemocromatosis de Hemingway a principios de 1961.<sup class="reference" id="cite_ref-Burwell_p189_154-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p189-154">147</a></sup> Su hermana Ursula y su hermano Leicester también se suicidaron.<sup class="reference" id="cite_ref-155"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-155">148</a></sup> A las dolencias físicas de Hemingway se sumó el problema de que había sido un gran bebedor la mayor parte de su vida.<sup class="reference" id="cite_ref-Desnoyers_p12_109-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Desnoyers_p12-109">106</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Familiares y amigos de Hemingway viajaron a Ketchum para el funeral
que fue oficiado por el sacerdote católico local, que creía que su
muerte había sido accidental.<sup class="reference" id="cite_ref-Kertp504_150-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Kertp504-150">143</a></sup>
Su hermano Leicester escribió sobre el funeral (durante el cual un
monaguillo se desmayó a la cabeza del ataúd): «Me parecía que Ernest
hubiera aprobado todo».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-156">149</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El <i>New York Times</i> escribió en 1926 sobre la primera novela de Hemingway que «Ninguna cantidad de análisis puede transmitir la calidad de <i>Fiesta</i>.
Es una narración verdaderamente apasionante, relatada en una prosa
narrativa atlética, dura, magra, que pone en vergüenza al inglés más
literario».<sup class="reference" id="cite_ref-NYT_157-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-NYT-157">150</a></sup> <i>Fiesta</i>
está escrito en una prosa escasa, precisa, que hizo la fama de
Hemingway, e influyó el estilo de innumerables novelas baratas de crimen
y de ficción.<sup class="reference" id="cite_ref-Nagel_1996_87_158-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Nagel_1996_87-158">151</a></sup>
En 1954, cuando Hemingway fue galardonado con el Premio Nobel de
Literatura, lo fue por «su maestría del arte de la narración, que
demostró recientemente en <i>El viejo y el mar</i>, y por la influencia que ha ejercido sobre el estilo contemporáneo».<sup class="reference" id="cite_ref-159"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-159">152</a></sup> Paul Smith escribe que Hemingway, en sus primeros relatos publicados en <i>en nuestro tiempo</i>, todavía estaba experimentando con su estilo de escritura;<sup class="reference" id="cite_ref-160"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-160">153</a></sup> trató de evitar sintaxis complicada y alrededor del 70% de las sentencias son <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oraci%C3%B3n_simple" title="Oración simple">oraciones simples</a> —una sintaxis sencilla sin <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oraci%C3%B3n_subordinada" title="Oración subordinada">subordinación</a>—.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-161">154</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Henry_Louis_Gates&action=edit&redlink=1" title="Henry Louis Gates (aún no redactado)">Henry Louis Gates</a>
cree que el estilo de Hemingway se formó fundamentalmente «en reacción a
[su] experiencia en la guerra mundial». Después de la Primera Guerra
Mundial, él y otros modernistas «perdieron la fe en las instituciones
centrales de la civilización occidental», reaccionaron contra el estilo
elaborado de los escritores del siglo <span style="font-variant: small-caps;">xix</span>
y crearon un estilo «en el cual el significado se establece a través
del diálogo, a través de la acción, y los silencios, una ficción en la
que nada importante, o al menos muy poco, se dice de manera explícita».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Putnam-18">17</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Desarrollando esta conexión entre Hemingway y otros escritores modernistas, <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Irene_Gammel&action=edit&redlink=1" title="Irene Gammel (aún no redactado)">Irene Gammel</a>
cree que su estilo fue cuidadosamente cultivado y perfeccionado con la
mirada puesta en la vanguardia de la era. Hambriento por
«experimentación de vanguardia» y por la rebelión contra el «modernismo
sobrio» de Ford Madox Ford, Hemingway publicó la obra de Gertrude Stein y
Elsa von Freytag-Loringhoven en la revista <i>the transatlantic review</i>.
Como lo señala Gammel, Hemingway fue «introducido al estilo
experimental de la baronesa en un momento en que estaba podando
activamente la 'grasa' verbal de su propio estilo, así como flexionando
sus músculos de escritor para confrontar el gusto convencional».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-163">156</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Porque comenzó como escritor de cuento, Baker cree que Hemingway
aprendió a «obtener el máximo del mínimo, cómo podar el lenguaje, cómo
multiplicar la intensidad, y cómo decir nada más que la verdad de una
manera que permitió contar más que la verdad».<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p117_164-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p117-164">157</a></sup> Hemingway denominó su estilo la <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_Iceberg" title="Teoría del Iceberg">teoría del iceberg</a>: los hechos flotan sobre el agua; la estructura de soporte y el simbolismo operan fuera de vista.<sup class="reference" id="cite_ref-Baker_p117_164-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker_p117-164">157</a></sup>
El concepto de la teoría del iceberg, también se conoce como la «teoría
de la omisión». Hemingway creía que el escritor puede describir una
cosa (como Nick Adams, pescando en «El río de dos corazones») mientras
que una cosa totalmente diferente esté ocurriendo por debajo de la
superficie (Nick Adams concentrándose en la pesca en la medida en que no
tiene que pensar en otra cosa).<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-165">158</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Jackson Benson cree que Hemingway utilizó detalles autobiográficos como
dispositivos para enmarcar la vida en general, no sólo su propia vida.
Por ejemplo, Benson postula que Hemingway utilizó sus experiencias y las
extrajo con escenarios de «qué pasaría si»: «¿Qué pasaría si estuviera
herido de tal manera que no podía dormir por la noche? ¿Qué pasaría si
estuviera herido y enloquecido, qué pasaría si me mandaron de vuelta al
frente?»<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-166">159</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La sencillez de la prosa es engañosa. Zoe Trodd cree que Hemingway elaboró frases esqueléticas en respuesta a la observación de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Henry_James" title="Henry James">Henry James</a>
de que la Primera Guerra Mundial había «agotado las palabras».
Hemingway ofrece una realidad fotográfica «multi-focal». Su teoría del
iceberg, de la omisión, es la base sobre la que construye. La sintaxis,
que carece de <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Conjunci%C3%B3n_gramatical" title="Conjunción gramatical">conjunciones subordinantes</a>, crea sentencias estáticas. El estilo de la «<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Instant%C3%A1nea_fotogr%C3%A1fica" title="Instantánea fotográfica">instantánea fotográfica</a>» crea un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Collage" title="Collage">collage</a>
de imágenes. Muchos tipos de puntuación interna (dos puntos, comas,
guiones, paréntesis) se omiten en favor de oraciones declarativas
cortas. Las oraciones se construyen las unas sobre las otras, como los
acontecimientos que se acumulan para crear un sentido de la totalidad.
Existen múltiples filamentos en una historia; un «texto incorporado»
hace puente a un ángulo diferente. También utiliza otras técnicas
cinematográficas como la de «cortar» rápidamente de una escena a la
siguiente; o de «empalmar» de una escena a otra. Omisiones intencionales
permiten al lector a llenar el vacío, como si fuera respondiendo a las
instrucciones del autor, y crean una prosa tridimensional.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-168">161</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Tanto en su literatura como en sus escritos personales, Hemingway
utilizó habitualmente la palabra «y» en lugar de comas. Este uso de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Polis%C3%ADndeton" title="Polisíndeton">polisíndeton</a>
puede servir para transmitir la inmediatez. La oración polisindetónica
de Hemingway —o, en obras posteriores, su uso de oraciones subordinadas—
utiliza conjunciones para yuxtaponer visiones e imágenes sorprendentes.
Benson las compara con <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Haiku" title="Haiku">haikus</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-McCormick_p49_169-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-McCormick_p49-169">162</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-170"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-170">163</a></sup> Muchos de los seguidores de Hemingway malinterpretaron su ejemplo y reprobaron toda expresión de emoción; <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Saul_Bellow" title="Saul Bellow">Saul Bellow</a> satirizó este estilo comentando «¿Tienes emociones? estrangulalas».<sup class="reference" id="cite_ref-171"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-171">164</a></sup>
Sin embargo, la intención de Hemingway no era de eliminar la emoción,
sino de retratarla en una forma más científica. Hemingway creó que sería
fácil, e inútil, de describir emociones; esculpió collages de imágenes
con el fin de captar «la realidad desnuda, la sucesión de movimientos y
sucesos que produce la emoción, la realidad que pueda ser valedera
dentro de un año o de diez o, con un poco de suerte y la suficiente
pureza de expresión, durante mucho tiempo».<sup class="reference" id="cite_ref-172"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-172">165</a></sup> Este uso de la imagen como un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Correlato_objetivo" title="Correlato objetivo">correlato objetivo</a> es característico de Ezra Pound, TS Eliot, James Joyce y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Marcel_Proust" title="Marcel Proust">Proust</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-173"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-173">166</a></sup> Las cartas de Hemingway se refieren a <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/En_busca_del_tiempo_perdido" title="En busca del tiempo perdido">En busca del tiempo perdido</a></i> de Proust en varias ocasiones a lo largo de los años, e indican que leyó el libro al menos dos veces.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Burwell_p187-174">167</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La popularidad de la obra de Hemingway se basa en gran medida en los
temas, que según el académico Frederic Svoboda son el amor, la guerra,
la naturaleza, y la pérdida, todos muy presentes en su obra.<sup class="reference" id="cite_ref-175"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-175">168</a></sup> Estos son temas recurrentes de la <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_estadounidense" title="Literatura estadounidense">literatura estadounidense</a>, y son evidentes en la obra de Hemingway. El crítico literario <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Leslie_Fiedler&action=edit&redlink=1" title="Leslie Fiedler (aún no redactado)">Leslie Fiedler</a> observa que en la obra de Hemingway el tema que define como «tierra sagrada» —el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Viejo_Oeste" title="Viejo Oeste">Viejo Oeste</a>—
se extiende hasta incluir las montañas en España, Suiza y África, así
como los ríos de Míchigan. El Viejo Oeste recibe un guiño simbólico con
la inclusión del «Hotel Montana» en <i>Fiesta</i> y <i>Por quién doblan las campanas</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-Fiedler_176-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Fiedler-176">169</a></sup>
Según Stoltzfus y Fiedler, para Hemingway la naturaleza es un lugar
terapéutico, para renacer, y el cazador o pescador tiene un momento de
trascendencia cuando mata a la presa.<sup class="reference" id="cite_ref-Stoltzfus_177-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Stoltzfus-177">170</a></sup> La naturaleza es donde están los hombres sin mujeres: los hombres pescan, cazan, y encuentran la redención en la naturaleza.<sup class="reference" id="cite_ref-Fiedler_176-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Fiedler-176">169</a></sup> Aunque Hemingway escribe también sobre deportes, Carlos Baker cree que el énfasis está más en el atleta que el deporte,<sup class="reference" id="cite_ref-Baker1972_101.E2.80.93121_178-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker1972_101.E2.80.93121-178">171</a></sup> mientras que Beegel ve la esencia de Hemingway como un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Naturalista" title="Naturalista">naturalista</a> americano, tal como se refleja en las descripciones detalladas que se puede encontrar en «El río de dos corazones».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Beegel2000.2C_p._63-70-9">8</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Fiedler cree que Hemingway invierta el tema de la literatura
estadounidense de la «mujer oscura» y mala, frente a la «mujer clara» y
buena. Brett Ashley, la mujer oscura de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fiesta_%28novela%29" title="Fiesta (novela)">Fiesta</a></i>, es una diosa; Margot Macomber, la mujer clara de «<a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_corta_vida_feliz_de_Francis_Macomber&action=edit&redlink=1" title="La corta vida feliz de Francis Macomber (aún no redactado)">La corta vida feliz de Francis Macomber</a>», es una asesina.<sup class="reference" id="cite_ref-Fiedler_176-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Fiedler-176">169</a></sup> <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Robert_Scholes&action=edit&redlink=1" title="Robert Scholes (aún no redactado)">Robert Scholes</a> reconoce que los primeros relatos de Hemingway, como «<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Un_cuento_muy_corto" title="Un cuento muy corto">Un cuento muy corto</a>», presentan «favorablemente a un personaje masculino y desfavorablemente a una mujer».<sup class="reference" id="cite_ref-179"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-179">172</a></sup>
Según Rena Sanderson, los primeros críticos de Hemingway alabaron su
mundo machocéntrico de actividades masculinas, y su ficción que dividió
las mujeres en «castradoras o esclavas de amor». Las críticas feministas
atacaron a Hemingway como «enemigo público número uno», aunque
re-evaluaciones más recientes de su obra «han dado nueva visibilidad a
los personajes femeninos de Hemingway (y sus puntos fuertes) y han
puesto de manifiesto su sensibilidad a las cuestiones de género, así
poniendo en duda la antigua presunción de que sus escritos fueron
unilateralmente masculinos».<sup class="reference" id="cite_ref-180"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-180">173</a></sup> Nina Baym cree que Brett Ashley y Margot Macomber «son dos ejemplos destacados de las "mujeres perras" de Hemingway».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-181">174</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El tema de la mujer y la muerte es evidente en las primeras narrativas como «<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Campamento_indio" title="Campamento indio">Campamento indio</a>».
El tema de la muerte impregna la obra de Hemingway. Young cree que el
énfasis en «Campamento indio» no era tanto sobre la mujer que da a luz, o
el padre que se suicida, sino sobre Nick Adams que es testigo de estos
eventos como niño, y se convierte en un «joven gravemente herido y
nervioso». En «Campamento indio» Hemingway establece los eventos que
forman al personaje de Adams. Young cree que «Campamento indio» tiene la
«llave maestra» a «los propósitos de su autor durante los treinta y
cinco años de su carrera como escritor».<sup class="reference" id="cite_ref-182"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-182">175</a></sup> Stoltzfus considera que la obra de Hemingway es más compleja, con una representación de la verdad inherente en el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Existencialismo" title="Existencialismo">existencialismo</a>:
si se abraza el «nada», entonces la redención se realiza en el momento
de la muerte. Aquellos que enfrentan la muerte con dignidad y coraje
viven una vida auténtica. Francis Macomber muere feliz porque las
últimas horas de su vida son auténticas; el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Torero" title="Torero">torero</a> en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Corrida_de_toros" title="Corrida de toros">corrida</a> representa el pináculo de una vida vivida con autenticidad.<sup class="reference" id="cite_ref-Stoltzfus_177-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Stoltzfus-177">170</a></sup> En su ensayo <i>The Uses of Authenticity: Hemingway and the Literary Field</i>
(«Los usos de autenticidad: Hemingway y el campo literario»), Timo
Müller escribe que el éxito de la ficción de Hemingway se debe al hecho
de que sus personajes viven una «vida auténtica», y los «soldados,
pescadores, boxeadores y leñadores se encuentran entre los arquetipos de
autenticidad en la literatura moderna».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-183">176</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El tema de la emasculación es frecuente en la obra de Hemingway, sobre todo en <i>Fiesta</i>.
Según Fiedler, la emasculación es el resultado de una generación de
soldados heridos; y de una generación en la que las mujeres, como Brett,
ganaron la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_femenino" title="Sufragio femenino">emancipación</a>.
Esto también se aplica al personaje secundario, Frances Clyne, la novia
de Cohn al principio del libro. Su personaje apoya el tema no sólo
porque la idea fue presentada al principio de la novela, sino también
por el impacto que tenía sobre Cohn en el comienzo del libro, a pesar de
que sólo aparece unas pocas veces.<sup class="reference" id="cite_ref-Fiedler_176-3"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Fiedler-176">169</a></sup>
Baker cree que la obra de Hemingway hace hincapié en lo «natural»
frente al «no natural». En «Alpine Idyll» («Idilio alpino»), la «no
naturalidad» del esquí en la nieve de alta montaña a finales de la
primavera se yuxtapone a la «no naturalidad» del campesino que permitió
que el cadáver de su esposa se quedara demasiado tiempo en el cobertizo
durante el invierno. Los esquiadores y el campesino se retiran a la
fuente «natural» en el valle para su redención.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Baker1972_101.E2.80.93121-178">171</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Algunos críticos han caracterizado la obra de Hemingway como misógina y
homofóbica. Susan Beegel analizó cuatro décadas de críticas sobre
Hemingway en su ensayo <i>«Critical Reception»</i> («Recepción
crítica»). Descubrió que «los críticos interesados en la
multiculturalidad», sobre todo en la década de 1980, simplemente
ignoraron a Hemingway, aunque se escribieron algunos «apologéticas». El
siguiente análisis de <i>Fiesta</i> es típico de éstas críticas:
«Hemingway nunca permite que el lector se olvide que Cohn es un judío,
no un personaje poco atractivo que resulta ser un judío, sino un
personaje que no es atractivo porque es un judío». Durante la misma
década, según Beegel, también se publicaron críticas que investigaron el
«horror de la homosexualidad» y el racismo en la ficción de Hemingway.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-184">177</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El legado de Hemingway a la literatura norteamericana es su estilo: los
escritores que vinieron después lo emularon o lo evitaron.<sup class="reference" id="cite_ref-185"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-185">178</a></sup> Después de que se estableció su reputación con la publicación de <i>Fiesta</i>, se convirtió en el portavoz de la generación de la primera post-guerra, habiendo establecido un estilo a seguir.<sup class="reference" id="cite_ref-Nagel_1996_87_158-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Nagel_1996_87-158">151</a></sup> En 1933 sus libros fueron quemados por los <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nazi" title="Nazi">nazi</a> en Berlín, por «ser un monumento de la decadencia moderna». Sus padres desaprobaron su literatura calificándola de «suciedad».<sup class="reference" id="cite_ref-Hallengren_186-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Hallengren-186">179</a></sup>
Reynolds afirma que su legado consiste en que «dejó cuentos y novelas
tan conmovedores que algunos han pasado a formar parte de nuestro
patrimonio cultural».<sup class="reference" id="cite_ref-187"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-187">180</a></sup> En un discurso de 2004 en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca_y_Museo_Presidencial_de_John_F._Kennedy" title="Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy">Biblioteca John F. Kennedy</a>, <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Russell_Banks&action=edit&redlink=1" title="Russell Banks (aún no redactado)">Russell Banks</a>
declaró que, como muchos escritores masculinos de su generación, fue
influenciado por la filosofía literaria, el estilo y la imagen pública
de Hemingway.<sup class="reference" id="cite_ref-188"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-188">181</a></sup>
Müller informa que para el público, Hemingway «tiene el mayor grado de
reconocimiento de los escritores en el mundo entero». En cambio, en 2012
el novelista <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Irving" title="John Irving">John Irving</a>
rechazó la mayor parte de la obra de Hemingway «a excepción de algunos
cuentos», diciendo que «el dictamen de escribir-lo-que-uno-sabe no tiene
lugar en la literatura de imaginación». Irving también se opuso a la
«postura de hombre duro-ofensivo—todos esos hombres recalcitrantes del
tipo dice-poco» y contrastó el enfoque de Hemingway con el de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Herman_Melville" title="Herman Melville">Herman Melville</a>, citando el consejo de este último: "ten cuidado a quien busca agradar más que atemorizar"».<sup class="reference" id="cite_ref-NYT01_189-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-NYT01-189">182</a></sup> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-190">183</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Benson cree que los detalles de la vida de Hemingway se convirtieron en
un «medio de explotación importante», el cual resultó en una industria
Hemingway.<sup class="reference" id="cite_ref-191"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-191">184</a></sup> Hallengren cree que el «estilo duro» y machismo deben separarse del mismo autor.<sup class="reference" id="cite_ref-Hallengren_186-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Hallengren-186">179</a></sup> Benson concuerda describiéndolo como tan introvertido y reservado como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/J._D._Salinger" title="J. D. Salinger">J. D. Salinger</a>, aunque Hemingway enmascaró su naturaleza con jactancia.<sup class="reference" id="cite_ref-192"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-192">185</a></sup>
Efectivamente, Salinger –que conoció a Hemingway durante la Segunda
Guerra Mundial y mantuvo una correspondencia con él– reconoció la
influencia de Hemingway. En una carta a Hemingway, Salinger afirma que
sus conversaciones «le habían dado sus únicos minutos de esperanza
durante toda la guerra», y en broma «se autodenominó el presidente
nacional de los Clubes de Fans de Hemingway».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-193">186</a> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La Competición Internacional de Imitaciones de Hemingway fue creada
en 1977 como reconocimiento público de su influencia y para destacar los
cómicos esfuerzos extraviados de las imitaciones de su estilo por
autores menores. Los participantes son invitados a presentar una «muy
buena página de muy malo estilo Hemingway» y los ganadores son premiados
con un viaje a «Harry's Bar» en Italia.<sup class="reference" id="cite_ref-LA_194-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-LA-194">187</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Un <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Planeta_menor" title="Planeta menor">planeta menor</a> descubierto en 1978 por el astrónomo <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nikolai_Stepanovich_Chernykh" title="Nikolai Stepanovich Chernykh">Nikolai Stepanovich Chernykh</a> de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica" title="Unión Soviética">Unión Soviética</a>, fue denominado <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=3656_Hemingway&action=edit&redlink=1" title="3656 Hemingway (aún no redactado)">3656 Hemingway</a> para honrar al escritor.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-195">188</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La influencia es evidente en los numerosos restaurantes denominados
«Hemingway»; y la proliferación de bares llamados «Harry's» (un guiño al
bar en <i>Al otro lado del río y entre los árboles</i>).<sup class="reference" id="cite_ref-196"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-196">189</a></sup>
Una línea de muebles Hemingway, promovida por su hijo de Jack Hemingway
(Bumby) cuenta con piezas tales como una mesita de noche «Kilimanjaro» y
un sofá con cubierta «Catherine». <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Montblanc_%28plumas%29&action=edit&redlink=1" title="Montblanc (plumas) (aún no redactado)">Montblanc</a> ofrece una pluma estilográfica Hemingway, y se creó una línea de ropa de safari Hemingway.<sup class="reference" id="cite_ref-197"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-197">190</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Mary Hemingway creó la Fundación Hemingway en 1965, y donó los
papeles de su marido a la Biblioteca John F. Kennedy en 1970. En 1980 un
grupo de académicos especializados en Hemingway se reunieron para
evaluar los documentos donados, formando posteriormente la Sociedad
Hemingway que se «compromete a apoyar y fomentar la beca Hemingway».<sup class="reference" id="cite_ref-198"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-198">191</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ray_Bradbury" title="Ray Bradbury">Ray Bradbury</a> escribió <i>The Kilimanjaro Device</i>, en el que se transporta Hemingway a la parte superior del <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Monte_Kilimanjaro" title="Monte Kilimanjaro">Monte Kilimanjaro</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Oliver144_74-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-Oliver144-74">72</a></sup> La película <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Wrestling_Ernest_Hemingway" title="Wrestling Ernest Hemingway">Wrestling Ernest Hemingway</a></i>
(1993), sobre la amistad de dos hombres jubilados en una ciudad costera
de Florida, lleva ese título por uno de los personajes (interpretado
por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Harris" title="Richard Harris">Richard Harris</a>) quien dice haber luchado con Hemingway en 1930.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-199">192</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"> Dos de las nietas de Hemingway, las hermanas <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mariel_Hemingway" title="Mariel Hemingway">Mariel</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Margaux_Hemingway" title="Margaux Hemingway">Margaux Hemingway</a> (hijas de Jack Hemingway), alcanzaron la fama como actrices en los años 1970 y 1980; Margaux fue también una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Supermodelo" title="Supermodelo">modelo de moda</a>. El 1 de julio de 1996, casi treinta y cinco años después de la muerte de Ernest Hemingway, Margaux Hemingway se suicidó en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Santa_M%C3%B3nica_%28California%29" title="Santa Mónica (California)">Santa Mónica (California)</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-200"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-200">193</a></sup> Se convirtió en «la quinta persona en suicidarse en cuatro generaciones de su familia».<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway#cite_note-201">194</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Novelas. </b><i>Aguas primaverales</i> (<i>The Torrents of Spring</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1926" title="1926">1926</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fiesta_%28novela%29" title="Fiesta (novela)">. Fiesta</a></i> (<i>The Sun Also Rises</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1926" title="1926">1926</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Adi%C3%B3s_a_las_armas" title="Adiós a las armas">. Adiós a las armas</a></i> (<i>A Farewell to Arms</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1929" title="1929">1929</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tener_y_no_tener_%28novela%29" title="Tener y no tener (novela)">. Tener y no tener</a></i> (<i>To Have and Have Not</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1937" title="1937">1937</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Por_qui%C3%A9n_doblan_las_campanas" title="Por quién doblan las campanas">. Por quién doblan las campanas</a></i> (<i>For Whom the Bell Tolls</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1940" title="1940">1940</a>)<i>. Al otro lado del río y entre los árboles</i> (<i>Across the River and into the Trees</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1950" title="1950">1950</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_viejo_y_el_mar" title="El viejo y el mar">. El viejo y el mar</a></i> (<i>The Old Man and the Sea</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1952" title="1952">1952</a>)<i>. Islas en el golfo</i> [o <i>Islas a la deriva</i>] (<i>Islands in the Stream</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1970" title="1970">1970</a>)<i>. El jardín del Edén</i> (<i>The Garden of Eden</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1986" title="1986">1986</a>)<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Al_romper_el_alba" title="Al romper el alba">Al romper el alba</a> .(<i>True at First Light</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1999" title="1999">1999</a>). <b>Relatos. </b><i>Tres relatos y diez poemas</i> (<i>Three Stories and Ten Poems</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1923" title="1923">1923</a>)<i>. En nuestro tiempo</i> (<i>In Our Time</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1925" title="1925">1925</a>)<i>. Hombres sin mujeres</i> (<i>Men Without Women</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1927" title="1927">1927</a>)<i>. El ganador no se lleva nada</i> (<i>Winner take Nothing</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1933" title="1933">1933</a>)<i>. La quinta columna y los primeros cuarenta y nueve relatos</i> (<i>The Fifth Column and the First Forty-Nine Stories</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1938" title="1938">1938</a>).<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nick_Adams_%28libro%29" title="Nick Adams (libro)">Nick Adams</a></i> (<i>The Nick Adams Stories</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1972" title="1972">1972</a>). <b>Otras. </b><i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Muerte_en_la_tarde" title="Muerte en la tarde">Muerte en la tarde</a></i> (<i>Death in the Afternoon</i>, (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1932" title="1932">1932</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs_era_una_fiesta" title="París era una fiesta">. París era una fiesta</a></i> (<i>A Moveable Feast</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1964" title="1964">1964</a>)<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_verano_peligroso" title="El verano peligroso">. El verano peligroso</a></i> (<i>The Dangerous Summer</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1985" title="1985">1985</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: cuentosinfin.com. Foto:Archivo</span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-3836856574526216552015-07-05T05:17:00.000-07:002015-07-05T05:17:14.118-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-7903514360430371618" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiFGXqthW-_J78022GBZkoLKb8cSRPdBPyUWyb2l4Vq226hhcAEQxbkdl8gsB6op7ycXe4aAx-N4D9k3BhFsRFcwWu0BjlueyDzhQJb4aiTpS5Jf3EyEQkZULaZskICTs-ZC-vzk2PGTg/s1600/felisberto+hernandez.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiFGXqthW-_J78022GBZkoLKb8cSRPdBPyUWyb2l4Vq226hhcAEQxbkdl8gsB6op7ycXe4aAx-N4D9k3BhFsRFcwWu0BjlueyDzhQJb4aiTpS5Jf3EyEQkZULaZskICTs-ZC-vzk2PGTg/s640/felisberto+hernandez.jpg" width="450" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Felisberto Hernández <br /><br />Nadie encendía las lámparas <br /><br />Hace mucho tiempo leía yo un cuento en una sala antigua. Al principio
entraba por una de las persianas un poco de sol. Después se iba echando
lentamente encima de algunas personas hasta alcanzar una mesa que tenía
retratos de muertos queridos. A mí me costaba sacar las palabras del
cuerpo como de un instrumento de fuelles rotos. En las primeras sillas
estaban dos viudas dueñas de casa; tenían mucha edad, pero todavía les
abultaba bastante el pelo de los moños. Yo leía con desgano y levantaba a
menudo la cabeza del papel; pero tenía que cuidar de no mirar siempre a
una misma persona; ya mis ojos se habían acostumbrado a ir a cada
momento a la región pálida que quedaba entre el vestido y el moño de una
de las viudas. Era una cara quieta que todavía seguiría recordando por
algún tiempo un mismo pasado. En algunos instantes sus ojos parecían
vidrios ahumados detrás de los cuales no había nadie. De pronto yo
pensaba en la importancia de algunos concurrentes y me esforzaba por
entrar en la vida del cuento. Una de las veces que me distraje vi a
través de las persianas moverse palomas encima de una estatua. Después
vi, en el fondo de la sala, una mujer joven que había recostado la
cabeza contra la pared; su melena ondulada estaba muy esparcida y yo
pasaba los ojos por ella como si viera una planta que hubiera crecido
contra el muro de una casa abandonada. A mí me daba pereza tener que
comprender de nuevo aquel cuento y transmitir su significado; pero a
veces las palabras solas y la costumbre de decirlas producían efecto sin
que yo interviniera y me sorprendía la risa de los oyentes. Ya había
vuelto a pasar los ojos por la cabeza que estaba recostada en la pared y
pensé que la mujer acaso se hubiera dado cuenta; entonces, para no ser
indiscreto, miré hacia la estatua. Aunque seguía leyendo, pensaba en la
inocencia con que la estatua tenía que representar un personaje que ella
misma no comprendería. Tal vez ella se entendería mejor con las
palomas: parecía consentir que ellas dieran vueltas en su cabeza y se
posaran en el cilindro que el personaje tenía recostado al cuerpo. De
pronto me encontré con que había vuelto a mirar la cabeza que estaba
recostada contra la pared y que en ese instante ella había cerrado los
ojos. Después hice el esfuerzo de recordar el entusiasmo que yo tenía
las primeras veces que había leído aquel cuento; en él había una mujer
que todos los días iba a un puente con la esperanza de poder suicidarse.
Pero todos los días surgían obstáculos. Mis oyentes se rieron cuando en
una de las noches alguien le hizo una proposición y la mujer, asustada,
se había ido corriendo para su casa.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La mujer de la pared
también se reía y daba vuelta la cabeza en el muro como si estuviera
recostada en una almohada. Yo ya me había acostumbrado a sacar la vista
de aquella cabeza y ponerla en la estatua. Quise pensar en el personaje
que la estatua representaba; pero no se me ocurría nada serio; tal vez
el alma del personaje también habría perdido la seriedad que tuvo en
vida y ahora andaría jugando con las palomas. Me sorprendí cuando
algunas de mis palabras volvieron a causar gracia; miré a las viudas y
vi que alguien se había asomado a los ojos ahumados de la que parecía
más triste. En una de las oportunidades que saqué la vista de la cabeza
recostada en la pared, no miré la estatua sino a otra habitación en la
que creí ver llamas encima de una mesa; algunas personas siguieron mi
movimiento; pero encima de la mesa sólo había una jarra con flores rojas
y amarillas sobre las que daba un poco de sol.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Al
terminar mi cuento se encendió el barullo y la gente me rodeó; hacían
comentarios y un señor empezó a contarme un cuento de otra mujer que se
había suicidado. Él quería expresarse bien pero tardaba en encontrar las
palabras; y además hacía rodeos y digresiones. Yo miré a los demás y vi
que escuchaban impacientes; todos estábamos parados y no sabíamos qué
hacer con las manos. Se había acercado la mujer que usaba esparcidas las
ondas del pelo. Después de mirarla a ella, miré la estatua. Yo no
quería el cuento porque me hacía sufrir el esfuerzo de aquel hombre
persiguiendo palabras: era como si la estatua se hubiera puesto a
manotear las palomas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La gente que me rodeaba no podía
dejar de oír al señor del cuento; él lo hacía con empecinamiento torpe y
como si quisiera decir: "soy un político, sé improvisar un discurso y
también contar un cuento que tenga su interés".</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Entre
los que oíamos había un joven que tenía algo extraño en la frente: era
una franja oscura en el lugar donde aparece el pelo; y ese mismo color
-como el de una barba tupida que ha sido recién afeitada y cubierta de
polvos- le hacía grandes entradas en la frente. Miré a la mujer del pelo
esparcido y vi con sorpresa que ella también me miraba el pelo a mí. Y
fue entonces cuando el político terminó el cuento y todos aplaudieron.
Yo no me animé a felicitarlo y una de las viudas dijo: "siéntense, por
favor" Todos lo hicimos y se sintió un suspiro bastante general; pero yo
me tuve que levantar de nuevo porque una de las viudas me presentó a la
joven del pelo ondeado: resultó ser sobrina de ella. Me invitaron a
sentarme en un gran sofá para tres; de un lado se puso la sobrina y del
otro el joven de la frente pelada. Iba a hablar la sobrina, pero el
joven la interrumpió. Había levantado una mano con los dedos hacia
arriba -como el esqueleto de un paraguas que el viento hubiera doblado- y
dijo:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Adivino en usted un personaje solitario que se conformaría con la amistad de un árbol.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Yo pensé que se había afeitado así para que la frente fuera más amplia, y sentí maldad de contestarle:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No crea; a un árbol, no podría invitarlo a pasear.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Los tres nos reímos. Él echó hacia atrás su frente pelada y siguió:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Es verdad; el árbol es el amigo que siempre se queda.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Las
viudas llamaron a la sobrina. Ella se levantó haciendo un gesto de
desagrado; yo la miraba mientras se iba, y sólo entonces me di cuenta
que era fornida y violenta. Al volver la cabeza me encontré con un joven
que me fue presentado por el de la frente pelada. Estaba recién peinado
y tenía gotas de agua en las puntas del pelo. Una vez yo me peiné así,
cuando era niño, y mi abuela me dijo: "Parece que te hubieran lambido
las vacas." El recién llegado se sentó en el lugar de la sobrina y se
puso a hablar.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Ah, Dios mío, ese señor del cuento, tan recalcitrante!</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">De buena gana yo le hubiera dicho: "¿Y usted?, ¿tan femenino?" Pero le pregunté:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Cómo se llama?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Quién?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-El señor... recalcitrante.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Ah, no recuerdo. Tiene un nombre patricio. Es un político y siempre lo ponen de miembro en los certámenes literarios.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Yo miré al de la frente pelada y él me hizo un gesto como diciendo: "'¡Y qué le vamos a hacer!"</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Cuando
vino la sobrina de las viudas sacó del sofá al "femenino" sacudiéndolo
de un brazo y haciéndole caer gotas de agua en el saco. Y enseguida
dijo:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No estoy de acuerdo con ustedes.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Por qué?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-...y me extraña que ustedes no sepan cómo hace el árbol para pasear con nosotros.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Cómo?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Se repite a largos pasos.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Le elogiamos la idea y ella se entusiasmó:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Se
repite en una avenida indicándonos el camino; después todos se juntan a
lo lejos y se asoman para vernos; y a medida que nos acercamos se
separan y nos dejan pasar.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ella dijo todo esto con
cierta afectación de broma y como disimulando una idea romántica. El
pudor y el placer la hicieron enrojecer. Aquel encanto fue interrumpido
por el femenino:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sin embargo, cuando es la noche en el
bosque, los árboles nos asaltan por todas partes; algunos se inclinan
como para dar un paso y echársenos encima; y todavía nos interrumpen el
camino y nos asustan abriendo y cerrando las ramas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La sobrina de las viudas no se pudo contener.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Jesús, pareces Blancanieves!</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y
mientras nos reíamos, ella me dijo que deseaba hacerme una pregunta y
fuimos a la habitación donde estaba la jarra con flores. Ella se recostó
en la mesa hasta hundirse la tabla en el cuerpo; y mientras se metía
las manos entre el pelo, me preguntó:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Dígame la verdad: ¿por qué se suicidó la mujer de su cuento?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Oh!, habría que preguntárselo a ella.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Y usted, ¿no lo podría hacer?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sería tan imposible como preguntarle algo a la imagen de un sueño.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ella
sonrió y bajó los ojos. Entonces yo pude mirarle toda la boca, que era
muy grande. El movimiento de los labios, estirándose hacia los costados,
parecía que no terminaría más; pero mis ojos recorrían con gusto toda
aquella distancia de rojo húmedo. Tal vez ella viera a través de los
párpados; o pensara que en aquel silencio yo no estuviera haciendo nada
bueno, porque bajó mucho la cabeza y escondió la cara. Ahora mostraba
toda la masa del pelo; en un remolino de las ondas se le veía un poco de
la piel, y yo recordé a una gallina que el viento le había revuelto las
plumas y se le veía la carne. Yo sentía placer en imaginar que aquella
cabeza era una gallina humana, grande y caliente; su calor sería muy
delicado y el pelo era una manera muy fina de las plumas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Vino
una de las tías -la que no tenía los ojos ahumados- a traernos copitas
de licor. La sobrina levantó la cabeza y la tía le dijo:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Hay que tener cuidado con éste; mira que tiene ojos de zorro.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Volví a pensar en la gallina y le contesté:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Señora! ¡No estamos en un gallinero!</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Cuando nos volvimos a quedar solos y mientras yo probaba el licor -era demasiado dulce y me daba náuseas-, ella me preguntó:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Usted nunca tuvo curiosidad por el porvenir?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Había encogido la boca como si la quisiera guardar dentro de la copita.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No,
tengo más curiosidad por saber lo que le ocurre en este mismo instante a
otra persona; o en saber qué haría yo ahora si estuviera en otra parte.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Dígame, ¿qué haría usted ahora si yo no estuviera aquí?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Casualmente lo sé: volcaría este licor en la jarra de las flores.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Me
pidieron que tocara el piano. Al volver a la sala la viuda de los ojos
ahumados estaba con la cabeza baja y recibía en el oído lo que la
hermana le decía con insistencia. El piano era pequeño, viejo y
desafinado. Yo no sabía qué hacer; pero apenas empecé a probarlo la
viuda de los ojos ahumados soltó el llanto y todos nos callamos. La
hermana y la sobrina la llevaron para adentro; y al ratito vino la
sobrina y nos dijo que su tía no quería oír música desde la muerte de su
esposo -se habían amado hasta llegar a la inocencia.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Los
invitados empezaron a irse. Y los que quedamos hablábamos en voz cada
vez más baja a medida que la luz se iba. Nadie encendía las lámparas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Yo me iba entre los últimos, tropezando con los muebles, cuando la sobrina me detuvo:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Tengo que hacerle un encargo.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Pero no me dijo nada: recostó la cabeza en la pared del zaguán y me tomó la manga del saco.</span></b><br />
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Felisberto Hernández (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Montevideo" title="Montevideo">Montevideo</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/20_de_octubre" title="20 de octubre">20 de octubre</a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1902" title="1902">1902</a> - <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ib%C3%ADdem" title="Ibídem">Ib.</a></i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/13_de_enero" title="13 de enero">13 de enero</a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1964" title="1964">1964</a>). <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Compositor" title="Compositor">Compositor</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pianista" title="Pianista">pianista</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">escritor</a> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Uruguay" title="Uruguay">uruguayo</a>, caracterizado por sus obras de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_fant%C3%A1stica" title="Literatura fantástica">literatura fantástica</a> basadas en experiencias personales y lugares reales.<b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Nació a principios del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XX" title="Siglo XX">siglo XX</a> en el barrio <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Atahualpa_%28Montevideo%29" title="Atahualpa (Montevideo)">Atahualpa</a>. Fue el mayor de los cuatro hijos de Prudencio Hernández, natural de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tenerife" title="Tenerife">Tenerife</a>, <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Islas_Canarias" title="Islas Canarias">Islas Canarias</a>, y Juana Silva, de la ciudad de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Rocha" title="Rocha">Rocha</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A los nueve años comenzó sus estudios de piano que profundizaría más
tarde con el profesor Clemente Colling, quien le enseñó composición y
armonía. Debido a dificultades económicas, a los 16 años comenzó a dar
clases particulares de piano y a ilustrar musicalmente películas,
trabajando de pianista en varias salas de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cine_mudo" title="Cine mudo">cine mudo</a>.
A los 20 años comenzó a dar recitales en los que interpretó también
algunas obras de su creación. Tres años más tarde, tomó clases de piano
con <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Guillermo_Kolischer" title="Guillermo Kolischer">Guillermo Kolischer</a>, convirtiéndose en un buen instrumentista.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1925 contrajo matrimonio con María Isabel Guerra, con quien tuvo
su primera hija, Mabel. Se divorciaron en 1935 y dos años después se
casó con la pintora <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Amalia_Nieto" title="Amalia Nieto">Amalia Nieto</a>, con quien tuvo a su hija Ana María al año siguiente.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-1">1</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hasta 1942 fue pianista itinerante entre <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Uruguay" title="Uruguay">Uruguay</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Argentina" title="Argentina">Argentina</a>,
alternando entre la orquesta del café La Giralda, en Montevideo, como
pianista y director de una orquesta en el café-concierto de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mercedes_%28Uruguay%29" title="Mercedes (Uruguay)">Mercedes</a>, Teatro Albéniz de Montevideo y Teatro del Pueblo de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Buenos_Aires" title="Buenos Aires">Buenos Aires</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1943 se separó de Amalia y viajó a París, en su momento de mayor
esplendor, donde conoció a María Luisa de las Heras (alias de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81frica_de_las_Heras" title="África de las Heras">África de las Heras</a>),<sup class="reference" id="cite_ref-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-2">2</a></sup> española, veterana de la Guerra Civil y agente de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/KGB" title="KGB">KGB</a>
a quien se le encomendó seducirlo. En 1949 se casaron e instalaron en
Montevideo, donde ella trabajó como modista y comerciante de
antigüedades, actividades que encubrían su red de espionaje.<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-3">3</a></sup> Al año se divorciaron,<sup class="reference" id="cite_ref-:0_4-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-:0-4">4</a></sup> sin que él supiera el papel que había desempeñado.<sup class="reference" id="cite_ref-5"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-5">5</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Sobre sus complicadas relaciones con las mujeres (se casó cuatro veces), existen dos testimonios de interés: el libro <i>Felisberto Hernández y yo</i><sup class="reference" id="cite_ref-6"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-6">6</a></sup> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Paulina_Medeiros" title="Paulina Medeiros">Paulina Medeiros</a>, con quien mantuvo una relación entre 1943 y 1947 tras la cual continuaron escribiéndose, y <i>¿Otro Felisberto?</i><sup class="reference" id="cite_ref-7"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-7">7</a></sup> de la pedagoga <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Reina_Reyes" title="Reina Reyes">Reina Reyes</a> con quien estuvo sentimentalmente vinculado de 1954 a 1958.<sup class="reference" id="cite_ref-8"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-8">8</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Integró el círculo de amigos que frecuentaban las tertulias en casa de Alfredo y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Esther_de_C%C3%A1ceres" title="Esther de Cáceres">Esther de Cáceres</a>, junto a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Vaz_Ferreira" title="Carlos Vaz Ferreira">Carlos Vaz Ferreira</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jules_Supervielle" title="Jules Supervielle">Jules Supervielle</a>, José Pedro Bellán y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Torres_Garc%C3%ADa" title="Joaquín Torres García">Joaquín Torres García</a>, entre otros intelectuales y artistas de la época.<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-9">9</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Comenzó a publicar a los 23 años, aunque en vida sus obras nunca
alcanzaron una repercusión masiva. Tras la última etapa como músico
itinerante, abandonó la carrera de pianista dedicándose exclusivamente a
la literatura.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Se diferencian tres etapas en su producción literaria: desde 1925 a
1941 publica en diarios e impresiones realizadas por imprentas del
interior del país, como el “Libro sin tapas” (porque no tenía tapas);
desde 1941 a 1946, define su estilo humorístico y fantástico en dos
extensas narraciones; desde 1947 a 1960, muestra una mirada extravagante
en libros como “Nadie encendía las lámparas” y “La casa inundada”.<sup class="reference" id="cite_ref-10"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-10">10</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Citaba dos nombres recurrentes en sus lecturas: <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Henri_Bergson" title="Henri Bergson">Henri Bergson</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Marcel_Proust" title="Marcel Proust">Marcel Proust</a> (también a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka" title="Franz Kafka">Kafka</a>).
Sus cuentos y novelas cortas recrean el mundo de su infancia y
juventud, evocan personas que conoció y barrios de Montevideo. Su
narrativa se basa en el recuerdo como motor de la escritura, pero sin
seguir la línea proustiana.<sup class="reference" id="cite_ref-:0_4-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-:0-4">4</a></sup>
Una magdalena, una calle, un tren, un piano, pueden encerrar recuerdos y
hacer revivir sensaciones. La construcción de gran parte de sus cuentos
se apoya en la reivindicación de lo lateral, como en <i>La cara de Ana</i>. Una temática recurrente e interesante es el lugar primordial que le dio a los objetos inertes (como sucede en <i>El vestido blanco</i>, <i>Las hortensias</i> o <i>El caballo perdido</i>, entre otros).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aunque su trabajo de escritor eclipsó su carrera de pianista, su obra
entera está impregnada de música, tanto en los temas evocados (un
profesor de piano, un recital, un bandoneón), como en la forma de
contar, al sugerir emociones con palabras de cierta sonoridad,
transformando el sentido de las palabras en función de los sonidos, al
construir partes de su relato como variaciones de un mismo tema musical.
Sin embargo, desde el punto de vista de la prosa "<i>podría pensarse de
una límpida musicalidad, sería un juicio erróneo. Felisberto Hernández
fuerza las construcciones gramaticales de un modo tan anómalo como
personal para que comuniquen lo que él pretende transmitir</i>". Esto hizo que relevantes críticos literarios como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Emir_Rodr%C3%ADguez_Monegal" title="Emir Rodríguez Monegal">Emir Rodríguez Monegal</a>
lo criticasen muy duramente por la incorrección de su prosa. El
análisis crítico de la obra de Hernández se encuentra ligado a su
carácter inclasificable. Sus cuentos no poseen la rigurosa economía de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Quiroga" title="Horacio Quiroga">Horacio Quiroga</a>, no pretenden la cerebral perfección de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges" title="Jorge Luis Borges">Jorge Luis Borges</a>, ni anticipan los relatos de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Onetti" title="Juan Carlos Onetti">Juan Carlos Onetti</a>. Cortázar en <i>Historia de cronopios y de famas</i> y en <i>Rayuela</i>, será el único en recoger, al menos en parte, el legado de Hernández.<sup class="reference" id="cite_ref-:0_4-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-:0-4">4</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Para Onetti, quien lo admiraba, su libro más importante fue el autobiográfico <i>Por los tiempos de Clemente Colling</i> (1942), más que otros posteriores y famosos, en los que aparecía como más "ingenuo".<sup class="reference" id="cite_ref-11"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-11">11</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Especialista en el ámbito de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuento" title="Cuento">narrativa breve</a>, sus obras han sido traducidas, tardíamente, a varios idiomas: <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_alem%C3%A1n" title="Idioma alemán">alemán</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_franc%C3%A9s" title="Idioma francés">francés</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ingl%C3%A9s" title="Idioma inglés">inglés</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_italiano" title="Idioma italiano">italiano</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_griego" title="Idioma griego">griego</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_portugu%C3%A9s" title="Idioma portugués">portugués</a>. En un viaje a París intentó publicar, sin éxito, pese al apoyo generoso del escritor <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jules_Supervielle" title="Jules Supervielle">Jules Supervielle</a>, de origen montevideano. En España se difundió en 1974-1975 gracias al esfuerzo de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cristina_Peri_Rossi" title="Cristina Peri Rossi">Cristina Peri Rossi</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Para <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar" title="Julio Cortázar">Julio Cortázar</a>, es rechazable la mera etiqueta de 'fantástica' para su obra: <i>"nadie
como él para disolverla en un increíble enriquecimiento de la realidad
total que no sólo contiene lo verificable sino que lo apuntala en el
lomo del misterio"</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-12"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-12">12</a></sup> Ha sido considerado un maestro tanto por éste como por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rquez" title="Gabriel García Márquez">Gabriel García Márquez</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-13"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez#cite_note-13">13</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
La extraña ficción de sus cuentos hace brotar un universo totalmente
personal y que no puede ser comparado totalmente con los cuentos más
urbanos, más intelectualizados, de Cortázar. <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Italo_Calvino" title="Italo Calvino">Italo Calvino</a>, quien prologó la versión italiana de <i>Nadie encendía las lámparas</i> (<i>Nessuno accendeva le lampade</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Giulio_Einaudi_Editore" title="Giulio Einaudi Editore">Giulio Einaudi Editore</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tur%C3%ADn" title="Turín">Turín</a>, 1974), lo definió como <i>"un
escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a
ninguno de los latinoamericanos, es un 'francotirador' que desafía toda
clasificación y todo marco, pero se presenta como inconfundible al abrir
sus páginas"</i>. <b>Obras</b>. <i>Fulano de Tal</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1925" title="1925">1925</a>)<i>. Libro sin tapas</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1929" title="1929">1929</a>)<i>. La cara de Ana</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1930" title="1930">1930</a>)<i>. La envenenada</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1931" title="1931">1931</a>)<i>. Por los tiempos de Clemente Colling</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1942" title="1942">1942</a>)<i>. El caballo perdido</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1943" title="1943">1943</a>)<i>. Nadie encendía las lámparas</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1947" title="1947">1947</a>)<i>. Las hortensias</i> (aparecida por primera vez en la revista uruguaya <i>Escritura</i> en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1949" title="1949">1949</a>).<i> Explicación falsa de mis cuentos</i> («manifiesto estético», aparecido en la revista <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/La_Licorne" title="La Licorne">La Licorne</a></i> en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1955" title="1955">1955</a>).<i> La casa inundada</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1960" title="1960">1960</a>)<i>. El cocodrilo</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1962" title="1962">1962</a>)<i>. Tierras de la memoria</i> (inconclusa, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1964" title="1964">1964</a>)<i>. Obras completas</i>,
México, Siglo XXI, 2008 (or. 1983). En tres volúmenes, recoge en el
primer tomo cuentos inéditos de su primera etapa y, en el último, <i>Diario de un sinvergüenza</i> y <i>Últimas invenciones</i>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto: Internet. </span></div>
</div>
<div class="post-footer">
<div class="post-footer-line post-footer-line-1">
<span class="post-author vcard">
<span class="fn" itemprop="author" itemscope="itemscope" itemtype="http://schema.org/Person"><a class="g-profile" data-gapiattached="true" data-gapiscan="true" data-onload="true" href="https://plus.google.com/111501056615684474485" rel="author" title="author profile"><span itemprop="name"></span></a></span></span><span class="post-comment-link"></span><span class="post-icons"><span class="item-action"></span></span><span class="post-backlinks post-comment-link">
</span>
</div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-65661001720883848682015-06-28T02:17:00.004-07:002015-06-28T02:17:59.299-07:00El cuento del domingo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEFistg8h5st4RpxptKmNLubvQW3n55hOml-VmFEgfXU0n8AUC61E8uyk4NSxsebg2a4Xio3fMXvDxFGObbR3tcykYy4243Ndp8-bH5RtNl7CmHWDaAYB9WYnqFvKhMOObcBpIqJlRqas/s1600/antonio+caballero+mirada.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEFistg8h5st4RpxptKmNLubvQW3n55hOml-VmFEgfXU0n8AUC61E8uyk4NSxsebg2a4Xio3fMXvDxFGObbR3tcykYy4243Ndp8-bH5RtNl7CmHWDaAYB9WYnqFvKhMOObcBpIqJlRqas/s640/antonio+caballero+mirada.jpg" width="640" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Antonio Caballero </span></b></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">El padre de mis hijos </span></b></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto;">
</div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Cuando el desconocido asomó la cabeza por la puerta
del bus, a Luz Angélica se le fueron las fuerzas. Nunca había visto a un hombre
tan buen mozo. En su regazo gruñó el perrito, impaciente: por primera vez en su
vida, Luz Angélica lo dejó caer. El desconocido retiró la cabeza, y se
ensombreció el mundo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">El perrito volvió a trepar a sus rodillas. Luz
Angélica sentía una repentina urgencia de ir al baño, y ahora quería bajar,
como antes había preferido quedarse sola en el bus recalentado al sol por asco,
por no mezclarse con la gente; pero no se atrevía a mover un dedo, y se
apretaba los ojos, recordando. “Bajo el arco victorioso de las cejas era un
triunfo la pupila quieta y brava”, susurró. Por la ventana entreabierta no se
veía ya ni rastro, ni sombra de su ausencia: solo un enorme anuncio de neón,
rosa y azul y palpitante y apenas dibujado en el calor sin fin de Montería,
anunciaba el punto exacto de la revelación: “Terminal Oficial de Buses
Interurbanos y Transportes Fluviales y Marítimos, TEROBUITRAFLUM”. Más allá, el
Restaurante Dolly, Comidas y Bandejas, el rectángulo informe de la plaza
surcado de hondas huellas de camión, anaranjado y rojo, encharcado de aceite y
aguas negras, talleres y ferreterías, las oficinas de Telecom, el Hotel Manila,
el Hotel Otún, que parecía más limpio. “Era un triunfo la pupila quieta y
brava, y cual conchas sonrosadas las orejas”. Era como Omar Sharif en el <i>Doctor
Zhivago</i>. En el bus vacío y reverberante Luz Angélica se sentía quieta y
fría como una piedra.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Los demás pasajeros regresaban al bus, oliendo a
sancocho, a aguardiente, a cebolla, a cerveza. Una mujer –de su edad, más o
menos, aunque tal vez más joven, o no más joven, más gorda, más vulgar, con una
ancha mata de pelo renegrido barriéndole los hombros, toda llena de afeites y
pestañas, toda vestida de tules, toda olorosa a aceites– se despedía con besos
presurosos y risitas y miradas esquivas y apretaba un pañuelo en una mano y una
cartera en un sobaco y una pesada grabadora Sony en el otro, sin contar las
maletas. Luz Angélica la odió desde el primer momento. Una mujer vulgar, llena
de risas y de gritos de pájaro, con pesadas candongas que colgaban sobre sus
hombros ondulantes, caderona, gruesa de extremidades, segura de sí misma,
mirando más allá, buscando a alguien. Luz Angélica se ajustó en torno al rostro
la pañoleta de seda natural, se estiró con un dedo discreto el tirante del
sostén pegado al pecho por el sudor del viaje, sintió que no podía respirar del
calor y del asco. Cruzaron sus miradas, y ahora se odiaban ambas. Pero el bus
arrancó por fin, Luz Angélica cerró los párpados para que se los acariciara el
viento tibio. Con un rubor inútil recordaba la cabeza increíble que había visto
un instante, suspendida en el resplandor caluroso de la puerta como en una
bandeja de oro. Y no quería pensar, quería olvidar ese episodio vergonzoso e
idiota de su vida en que había perdido el aliento por la cabeza de un hombre,
quería borrarlo de la realidad y del recuerdo, quería que no hubiera existido
nunca.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">A la salida de la ciudad el bus paró frente a un
enorme cartel: “Bienvenidos, Welcome. Montería, Capital Universal de la
Riqueza”. Y subió el desconocido.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Era como Omar Sharif en el <i>Doctor Zhivago</i>.
Una pesada cadena con la Cruz Magnética de los Rosacruces le caía sobre el
pecho. Llevaba reloj de cuarzo. No llevaba equipaje. Miró a la gorda de los
tules, arqueó interrogativo la ceja victoriosa y alzó el dedo pulgar. Con una
risa llena de babas y de nervios la gorda de los tules alzó su propio dedo:
todo bien, mi amor, todo perfecto, todo bien para siempre, todo bien desde
ahora, todo felicidad, mi amor, todo, mi amor.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">“Métale la chancleta, hermano”, dijo el
desconocido, y el bus partió como una flecha. Pero ya Luz Angélica no notaba el
soplo tibio del viento que le secaba el sudor en la cara. No sentía sino un
peso glacial en el estómago y no podía ver nada más que al desconocido que se sentaba
junto a la de los tules y le palmeaba el amplio muslo y le apartaba la candonga
y la gruesa mata de pelo para besarle el hombro mientras ella seguía embobada
en su risa de amor interminable. Como quien presenta una ofrenda, la gorda de
los tules sacó su grabadora, introdujo una cinta:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo,
<br />
hasta la eternidad te seguirá mi amor...</span></i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Boleros. Luz Angélica sentía un asco invencible por
la de las candongas y los tules. En su memoria los boleros estaban inextricablemente
unidos al mal olor del río de aguas negras que separaba su colegio de unos
barrios vagos, bajos, sin duda llenos de prostíbulos, en Medellín, más de
quince años antes. Por las noches, cuando se levantaba el viento, a las
ventanas del dormitorio llegaba el olor fétido del río mezclado con música de
boleros, gritos de mujeres, risotadas de borrachos: una vaharada dulzona y
espesa que borraba el aroma ordenado de los geranios de las monjas, que
corrompía incluso la paz del llanto.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">…como una sombra iré <br />
perfumaré<br />
tu inspiración<br />
y junto a ti estaré <br />
también en el dolor.</span></i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Al verla sudorosa, contenta, risoteante,
restregándose contra el desconocido como una enorme perra lúbrica, Luz Angélica
entendía perfectamente que a la de las candongas le gustaran los boleros.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Quiso pensar en otra cosa. Acarició al perrito:
Candy, Candy, como estás, Candy divino. Pero Candy solo respondía con un acezar
de agobio, y en el sudor de la palma le quedaban mechones blancos desprendidos
del lomo. Por la ventana se deslizaba un paisaje caliente, cercas de alambre de
púas que subían y bajaban en lentas ondulaciones, tendidas sobre postes que
empezaban a echar retoños tiernos y ya cubiertos de polvo, hojitas de un verde
gris, ramas inquietas en el aire, ganado que pastaba inmóvil en las olas de
hierba, un cielo blanco como una plancha de metal. El bus brincaba en los
huecos, Luz Angélica brincaba en su asiento y veía brincar también a la gorda
de las candongas, le oía soltar penetrantes gritos de desvarío que dejaban
temblando sus brazos y sus senos: “¡Ay Isma, ay Isma, qué loco!”. En las
rodillas de Luz Angélica, Candy pesaba como un plomo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">El desconocido protestaba: “¿Solo trescientos
mil?”. Y la gorda le acariciaba la nuca y daba explicaciones: “Sí, mi amor,
pero después...”. Plata, plata, plata: en casa de Luz Angélica sus hermanos no
hablaban jamás sino de plata. Todos los hombres son iguales. Vio cómo la gorda
sacaba de su cartera un paquete envuelto en periódico, vio cómo el desconocido
contaba los billetes parsimoniosamente, guardaba un fajo en el bolsillo,
colocaba los restantes en la funda plástica de la grabadora, los ajustaba
contra el aparato. La gorda de las candongas exigía un beso más, como un
recibo. Mientras le daba el beso, los ojos del desconocido tropezaron con los
de Luz Angélica. Le hizo un guiño. Violentamente ruborizada, Luz Angélica se
dedicó otra vez a acariciar a Candy, como si lo frotara con linimento.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Se sentía turbada, confusa. Isma debía ser
contracción de Ismael, pensaba, y esas escapadas laterales de su imaginación la
perturbaban aún más. Al fin y al cabo qué le importaba a ella. Ismael, Isma, el
desconocido, no sabía bien cómo llamarlo, bebía de una botella blanca,
probablemente de ron, y daba de beber a pico de botella a la de las candongas.
Le rodaban gruesas gotas relucientes por la barbilla, cuello abajo, hasta los
amplios senos ceñidos por el tul, entre las risotadas y los besos. Luz Angélica
se esforzaba en vano por recordar la música del <i>Doctor Zhivago</i>, tan
triste:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">tiri riri rin tirin<br />
tiririri tiririn tiririn tiran...</span></i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Sobresaltada, vio la botella delante de sus
narices, el puño del desconocido, una esclava de acero con iniciales, I. N.,
unos ojos de terciopelo negro, un bigote de infierno, una sonrisa. Negó con la
cabeza y con los labios en un gesto de repulsión, violentamente, acorralada por
el vértigo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">“Ay, Isma, ven”, llamó la gorda.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Luz Angélica temblaba. Oyó chirridos, chasquidos,
roces, y la música de la grabadora cambió. Ya no eran los boleros melcochudos
de la gorda, sino una masa líquida, un chorro de agua que resbalaba en
escalones, una voz seca, sin amaneramientos:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Naciste para ser mala y mala serás <br />
mientras vivas.<br />
Te entregué mi cariño <br />
y no supiste apreciar.</span></i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">El desconocido la miraba intensamente, como si le
dedicara la canción. Luz Angélica apartó su mirada, sintiendo que se le helaba
el alma.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">...qué mala hembra /qué mala hembra /qué mala
hembra<br />
eres, mamá.<br />
Que no, que no, que no, <br />
que no te voy a amar.</span></i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Se sonrojó hasta las orejas. Nunca se había oído
llamar “hembra”. Todo le daba vueltas en su aturdimiento, y en el cuello y el
pecho la golpeaba una repentina granizada de fuego. El desconocido sonreía. La
gorda de las candongas se volvió bruscamente en su asiento, lanzándole una
mirada de rabia incrédula. Luz Angélica volvió la cabeza hacia la ventana,
sonriendo confundida: sabía que lo mejor de ella era la sonrisa. Nunca había
sido bonita, lo sabía. Nunca había despertado los celos de otra mujer. Pensó
que el desconocido podía ser tal vez egipcio, como Omar Sharif. Turco, más
bien. En la costa hay mucho turco. Sin dejar de sonreír, y aunque ya le
temblaban las comisuras de la boca y ni siquiera sabía si el turco la miraba,
mantuvo la mirada en el paisaje monótono de lomas y pastos, montañas
lejanamente manchadas de selva, nubes redondas en el cielo blanqueado de calor,
cercas de alambre reluciente y veloz entre postes y postes de matarratón
florecido, color de rosa, sin olor. Y luego fueron apareciendo platanales,
largas casas aplastadas con techo gris de palma, postes de la luz, un negro en
bicicleta, el bus entró con un silbido a un pavimento liso, casas de techo de
lata y eternit, otras casas más altas, rosadas, verde claro, camiones, un
mercado de frutas y de negros, una ancha plaza cercada de paredes sucias de
hollín y grasa, talleres, buses parados, fachadas achatadas, ferreterías, las
Residencias Lucy, el Hotel Yakarta: Montería otra vez. Un inmenso cartel la
sacó de su asombro: “Sincelejo, Capital Universal de la Cheveridad”. Recordó de
repente:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">tin tiri tiri tiri ririn ririn<br />
tin tiririri tirin tiriririri tirin tiran...</span></i><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">...la música tan triste, tan dulce, tan triste del <i>Doctor
Zhivago</i>, cuando la tempestad de nieve.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";"> Bajaron
todos los personajes. Luz Angélica también. Quería ir al baño, quería estirar
las piernas –sí, quería ver al desconocido: ¿qué tenía eso de malo?–. En el
restaurante de las Residencias Lucy, se encontró parada frente a un mostrador
con vidriera lleno de pasteles desencuadernados como libros. El desconocido,
tres pasos más allá, bailaba solo en el piso de cemento, sin música, haciendo
con la boca tssiritssitchí tsstchiquitssí taschiquitsschí. La gorda de la
candonga reía con delirio. Luz Angélica pidió una de las milhojas de la
vitrina, y sin pedirlo le pusieron también un vaso de ron: el desconocido le
guiñó un ojo a espaldas de la gorda. Era un gesto vulgar. Y el ron era trago de
negros. Y ser negro, o meterse con negros, era lo peor que podía sucederle a
nadie en el mundo. Mordió la milhoja, que era a un tiempo arenosa y elástica y
se le pegaba al velo del paladar. Pidió una cocacola, pero nadie venía. Hizo un
buche de ron, tragó, tosió, probó de nuevo la milhoja para quitarse el calor de
la garganta, necesitó más ron para tragarla, le brotaron las lágrimas mientras
tosía otra vez, se dio cuenta de que la milhoja volvía a trepar glotis arriba
desde su estómago vacío y la empujó glotis abajo con el resto del ron. Le
temblaban las manos y las sienes. Trago de negros. Miró al desconocido con ojo
aguzado y húmedo, buscándole alguna gota de sangre negra. Turco sí, pero negro
no parecía. Aunque con los costeños no se sabe jamás. Pensó en el terremoto que
sacudiría a Manizales si ella se presentaba con ese turco en su casa –no
terminó de pensar: qué idiota, con semejante indio. Pero no: indio no, ni
tampoco negro. Turco sí, pero negro no–.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">La gorda se perdió en el fondo del restaurante con
paso de borracha, buscando el baño. El desconocido se acercó a Luz Angélica,
quien sabía que vendría, pero que, al verlo venir sin tener dónde esconderse,
sintió que el corazón se le cerraba de un golpe en la mitad del pecho. Sonrió
como pudo, con los ojos dudosos y brillantes y las mejillas ardorosas.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Un poquito de tu amor,<br />
un poquito nada más,<br />
una sonrisa de tus labios<br />
tan solo quiero de ti...</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">...le dijo. Luz Angélica perdió la voz. Entendía
que estaba cantando, sí: pero también estaba diciendo lo que estaba cantando.
Era más alto de lo que le había parecido hacía un momento, cuando cambiaba
risas con la gorda. ¿Dónde andaba la gorda? Si los veía juntos –aunque tampoco
estaban demasiado juntos– los mataría a los dos. Y sí estaban bastante juntos:
le llegaba su olor a sudor de hombre. Pero no era un olor desagradable. Temía
en cambio estar oliendo ella a sudor enfriado y rancio, de viaje largo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Vea, señor: usted nunca ha visto el <i>Doctor
Zhivago</i>, ¿cierto?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Y como él no contestaba nada, su propia timidez la
obligó a seguir:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¿Se acuerda de la música, tin tiri tiri tiri ririn
ririn, tin tiririri tirin tiriri tirin tiran?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Chao flaca: nos vemos –dijo él: la gorda ya
volvía. La recibió con un beso. Desde su agitación Luz Angélica se dio cuenta
de que era un beso de disimulo. No entendía qué veía en ella: gorda, vulgar,
borracha.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El aire caliente de la plaza la golpeó al salir
como una bofetada. Puso a Candy a orinar a la sombra del bus, contra la llanta.
Desde su espalda dos manos se cerraron cortándole el aliento sobre sus senos
planos, a través de la blusa. Echó a correr a ciegas, tropezó con el mostrador
de la vitrina, fue a dar al baño de hombres, acabó por fin encerrada en el de
mujeres, envuelta en un vasto olor pacífico a desinfectante de limón. Apoyó la
mejilla enrojecida en el baldosín del muro, respirando muy hondo. Turco vulgar,
turco inmundo. Sentía todavía sus manos apretando sus senos, en realidad
prácticamente inexistentes: sin el sostén, no se verían. Turco creído, debe
pensar que todas las mujeres son tan... –se vio abrumada de vergüenza al
descubrir que estaba pensando en la palabra “puta”, que ella pensaba “p...”,
como en una palabra que se le pudiera aplicar a ella misma: porque cosas así no
les pasan sino a las p...–. Lloraba, o sentía por lo menos un ardor en los
ojos. Se miró en el espejo carcomido de orín: todo le daba asco: el espejo, y
el turco, y ella misma. Se miró la nariz afilada, brillante en la punta. La
boca fina, casi sin labios. Los ojos pequeños, hundidos. Sabía que era fea; o
no fea, sino que no era atractiva. Se alisó la pañoleta, se acomodó el sostén:
las manos del turco inmundo habían estado ahí –lo pensó entre comillas: “ahí”–.
Buscó en vano una huella dactilar, alguna sombra ajada en la seda de la blusa.
Se miró de perfil. Se dio cuenta de que desde hacía rato estaba oyendo el
bramido impaciente del pito de aire del bus. La iban a dejar abandonada en
Sincelejo, eran capaces; y ni siquiera sabía por dónde andaba Candy. Corrió,
atropelló a Candy que la esperaba ante la puerta del baño, lo recogió al pasar,
salió corriendo a la plaza. Pensó que no había pagado la milhoja, pero estaba
segura de que el turco inmundo la había pagado por ella. Al pasar rumbo a su
puesto en la ventana no quiso ni mirarlo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Boleros, besos entre el turco inmundo y la gorda
inmunda, más boleros. El resto del viaje iba a ser intolerable. Luz Angélica
deseaba ardientemente llegar pronto a Cartagena, encontrar a Nuria Esther en el
terminal de buses –y luego el Hotel Americano, el aire acondicionado, el limpio
olor del mar–. Los boleros eran siempre los mismos, y afuera el paisaje era
también el mismo, monótono y caliente. Y saber que había llegado a pensar
–idiota, idiota–: habría sido mejor perder el bus en Sincelejo, no tener que
aguantar todavía durante horas la vista de ese turco desgraciado,
desvergonzado, descastado. “Puta”, pensó con todas sus letras; pero no pensaba
en ella misma, sino en la gorda de las candongas: no podía dejar de mirarlos.
Recordaba la dureza, y al mismo tiempo la dulzura, de sus manos en sus senos, y
la quemaba el recuerdo. Lo único que quería ese hombre era “eso” –se decía, sin
atreverse a precisar qué entendía exactamente por “eso”–. Algo turbio, sucio,
pecaminoso.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Algo de clases bajas, de turcos, de boleros, de
putas.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Llanta, señores –anunció el chofer.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Descendieron. El chofer caló el bus con grandes
piedras bajo las ruedas, desmontó la llanta, la cambió. El turco lo ayudaba. La
gorda, acurrucada a la sombra del bus, ponía bolero tras bolero y se quejaba
del dolor de cabeza: “Ay, Isma”. Mientras duró la operación Luz Angélica se
mantuvo prácticamente a pleno sol, apenas protegida por la sombra difusa y casi
transparente de un matarratón florecido, por quedar lejos de la gorda. El turco
se quitó la camisa. Luz Angélica veía el juego liso de los músculos al alzar
sin esfuerzo la gigantesca llanta, las sombras bruscas en la piel. Y tenía –al
sol, y en un dolor creciente de cabeza– una alucinación innoble y recurrente:
que apoyaba su rostro contra el pecho del turco y respiraba hondo su olor a
hombre fornido. Nunca había olido la piel de un hombre.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">La gorda de las candongas se fue a dormir su
borrachera al asiento del fondo y ahora viajaban en silencio, sin boleros, sin
risas, apenas con el bramido del motor, el traqueteo desajustado de los hierros
del bus y el gemido del viento en la ventana. Pero Luz Angélica no lo oyó venir
hasta que su voz cantante le susurró al oído:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Una sonrisa de sus labios<br />
tan solo quiero de ti.</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Se estremeció. Pero lo odiaba. No quiso mirarlo.
Además, no estuvo segura de que pudiera mirarlo con el desprecio mortal que
merecía. Qué idiota había sido: “Usted no ha visto el <i>Doctor Zhivago</i>,
¿cierto?”. Y qué idiota: “¿Se acuerda de la música?”. Qué iba a entender de
música ese turco.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Mi debilidad,<br />
tú eres mi debilidad:<br />
la que me consume<br />
y no puedo rechazar.</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Cantaba en voz baja, agachado en el asiento de
enfrente y separado de Luz Angélica solo por el estrecho pasillo y el asiento
exterior, donde Candy dormía con el ojo vidrioso y semiabierto.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Debili debili debili debili debili<br />
mi debili mi debili debili debili debili <br />
mi debilidad.</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Era ridículo. A pesar suyo, Luz Angélica hizo una
media sonrisa, sintiéndose ridícula ella también –y para su inmenso sobresalto
el turco cayó de rodillas como tocado por un rayo–. Miró al fondo del bus,
segura de que la gorda venía a sacarle los ojos. El turco se retorcía, besaba
los tubos cromados del asiento, se erguía como un resorte para dejarse caer de
nuevo al piso con las piernas abiertas, moviendo las caderas, palmeándose los
muslos:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">...debili debili debili debili debili debili <br />
mi debilidad.</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica sonrió abiertamente,
involuntariamente, detestándose por idiota, detestándolo por payaso, se tapó la
boca con la mano cuando estaba a punto de prorrumpir en una risa sin control:
porque así como su sonrisa era luminosa y serena, su risa tendía al hipo y a la
histeria. El turco le arrebató la mano de los labios y se la besó.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Váyase, hombre, suelte, se despierta su amiga
–tartamudeó Luz Angélica aterrada, cuchicheante, tirando de su mano para
recuperarla. El turco tironeó de su lado, tironeó ella más fuerte,
angustiadísima, tironearon ambos. Él cedió.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¿Viste mi debilidad, flaca?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Y regresó a su puesto. A Luz Angélica le latía el
corazón como un martillo. Se acarició la mano, donde habían quedado marcados en
rojo los dedos del turco. No debía haberse reído, no debía haberle hablado,
pero era una idiota. Lo había perdonado, qué idiota, pero lo había perdonado.
¿De dónde sabría ese hombre que a las mujeres se les besa la mano? A lo mejor
era de buena familia. Oyó la voz burlona de sus hermanos: ¿turco de buena
familia? Qué idiota, qué idiota, qué idiota, pero lo había perdonado. Y en el fragor
de su agitación se sentía liberada, tranquila, bien. Se miraba la mano donde
las marcas rojas empezaban a volverse verdugones azules. Pensó en los
verdugones de sus senos tratados con tan brusca familiaridad, avanzando como
una gran mano morada hasta cubrirle todo el pecho. Pero ya no lo odiaba. Era
una idiota, pero ya no lo odiaba. Sentía, si se esforzaba por recordarlo, el
calor brusco y doloroso de las manos del turco jugando con su pecho: y se
esforzaba por recordarlo. Se dijo: en realidad lo que pasa es que le gusto. Y
se ruborizó. Era una sensación terriblemente nueva y excitante, gustarle a un
hombre.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Corozal. Una informe plaza al sol, talleres,
ferreterías, Residencias Nancy, Telecom. El chofer anunció una parada para
remontar la llanta. Pero ya no importaba la demora. Ahora Luz Angélica quería
que el viaje durara para siempre. El terminal de Cartagena se anunciaba como
una pesadilla: dejarlo ir, perderlo para toda la vida. Decirle a su amiga con
una sonrisa desenvuelta: “Mira, Nuria Esther, te presento a Ismael, un amigo”.
Ismael no parecía nombre de turco, gracias a Dios. Más bien valluno. No era
como si se hubiera llamado Abdalá, o Alí, o Yamil, o Hassán. La gorda de las
candongas gimoteó desde el fondo:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Ay, Isma, yo más bien te espero aquí –y al ver que
el turco se disponía a bajar, feliz, silbando: –Pero primero dame un beso,
amore.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica no quiso ver el beso. Había pensado
bajar ella también, pero ya no. Tampoco era una idiota.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Lo oyó tamborilear en su ventana. No volvió la
cabeza. Tamborileó más fuerte, imperioso, con urgencia. Luz Angélica miró hacia
el fondo del bus con el rabo del ojo, vio a la gorda dormida, tumbada bocarriba
en la banqueta, con las piernas abiertas: nunca había visto a nadie tan vulgar
en su vida. El turco insistía: “Baja, flaquita”. Ella dijo que no con la
cabeza.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Naciste para ser mala y mala serás<br />
mientras vivas.<br />
Yo te entregué mi cariño<br />
y no supiste apreciar.</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica se sintió invadida por una dulcísima
ternura. Sonrió por la ventana. Bajó a la plaza. El sol se ponía ya tras las
fachadas planas del occidente, detrás de Telecom. El turco la recibió tomándola
por los codos y le tarareó al oído en un cuchicheo ardiente:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">A ver mamacita,<br />
arrímate a mi cintura.<br />
¡Tócamelo, mamá!<br />
¡Qué rico!</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Y la arrastró por un brazo, a la carrera, rumbo a
las Residencias Nancy, Comidas y Banquetes, Apartados para Familias, mientras
ella intentaba que del otro brazo no se le cayera Candy. Era como Omar Sharif
en <i>Lawrence de Arabia</i>. Como si de pronto la hubiera recogido al galope
con su brazo de acero y de un envión la hubiera cruzado sobre la cabeza de su
silla y hubiera echado a galopar por el desierto, sonriendo con sonrisa de
relámpago. Fue una decepción que el rapto y la carrera terminaran diez pasos
más allá, frente a una mesa redonda de metal.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Ay, mamacita, te gozo –le dijo el turco al oído, y
se alejó medio bailando. No era muy alto, en realidad. Más bien bajito. O no,
bajito no: pero tampoco muy alto. Con el rostro ardiente se arregló la pañoleta
que dejaba escapar un mechón de su pelo castaño, casi negro a esas horas por la
grasa del viaje. Una vez más lamentó amargamente tener un pelo tan aceitoso,
tan fino, tan escaso. Él regresó, botella en mano. La hizo beber. Reían ambos.
A Luz Angélica le brillaban los ojitos hundidos, y se dio cuenta de que era
absolutamente feliz.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Flaquita castigadora, no querías bajar.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Y ella no sabía cómo explicarle que no, que no era
eso, que sí quería bajar, y al oírse llamar castigadora –castigadora ella, que
nunca se lo habría imaginado– sentía un orgullo desconocido. Cerró los ojos. Le
temblaban los párpados. Alzó los labios entreabiertos, esperando que el turco
la besara, deseando que la besara por fin. Y al mismo tiempo se empinaba en su
silla de metal para que la mesa no fuera un obstáculo si él quería cogerle los
senos otra vez. Esta vez no se retiraría, al contrario: quería que le
acariciara los senos despacio, con dulzura. Sintió que él le cogía una mano,
que tenía floja y suelta sobre la falda, y la besaba, como en el bus. Pero no
abrió los ojos, y esperaba temblando. El turco atrajo sin brusquedad su mano
dócil hacia él, y a través del dril del pantalón Luz Angélica tocó algo duro, y
tardó un momento en darse cuenta de qué se trataba. Le atravesó el cuerpo un
choque de sorpresa, de horror, pero no retiró la mano ni abrió los ojos, sino
que tembló más fuerte. Él la obligó a circundar con sus dedos delgados aquella
cosa gruesa y firme que le llenaba la mano, tensa, caliente. Se le antojaba
inverosímilmente grande.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El bus, afuera, empezó a pitar. Luz Angélica dejó
caer la mano, se levantó como una autómata, subió al bus, atravesando el
aullido angustioso del pito como si nadara. Candy corrió detrás, se quedó
ladrando al pie del escalón del bus, incapaz de subir, dando saltitos. Bajó de
nuevo a recogerlo, volvió a subir, sin ver, ensordecida, con los globos de los
ojos a punto de estallar, sudando a chorros. Se sentó en su puesto, se arregló
una y otra vez la pañoleta. El bus seguía pitando y el turco no subía todavía:
debía de estar pagando. En las pausas del pito la gorda de las candongas
escuchaba embelesada fragmentos de bolero: “no habrá ningún lamento / al fin de
mi existencia / toda esa dicha habrá / en el beso que deseo...” y violines,
saxofones, un piano. El súbito silencio del pito la dejó con el corazón en la
garganta, esperando. Sin haberlo planeado, estaba segura de que ahora el turco
se sentaría a su lado en el asiento libre, y para abrirle campo mantenía al
perro apretado contra su regazo. Pero se acomodó junto a la gorda.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Agitada, decepcionada, exhausta, aliviada también,
Luz Angélica cerró los ojos. Sobre el techo del bus cayeron algunas pesadas
gotas de lluvia, pero no menguó el calor. El plástico del forro del asiento se
le pegaba a la espalda, y el sostén le colgaba mustio entre los senos húmedos.
¿Tendría que confesarse? Pero sería un sacrilegio, porque en ella no había nada
parecido al arrepentimiento. Sería suya, sería lo que él quisiera, sería su…
sí, sería su amante. Recordaba la dureza y el calor del hombre entre su mano, y
no se arrepentía. Subrepticiamente se llevaba la mano a la cara, como si
quisiera ajustarse mejor la pañoleta, para oler en ella el olor de Ismael. En
la penumbra interrumpida apenas por el parpadeo de colores del tablero, por el reflejo
lechoso de los faros en los taludes de las curvas, por las luces violentas de
algún camión enfrentado, veía el perfil del turco, y la mano de la gorda que le
acariciaba incansablemente la nuca, y su brazo redondo, cargado de pulseras
relucientes.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo,
<br />
hasta la eternidad te seguirá mi amor...</span></i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">...aseguraba una voz melcochuda desde la grabadora
Sony. Era eso, era eso. Luz Angélica cabeceaba involuntariamente en el bramido
sordo del motor, pero no quería dormirse. A la media luz de los bombillos del
techo se veía reflejada en el vidrio: su cara pálida y húmeda encerrada por la
pañoleta de seda, como la de una monja; sus ojos briillantes de fiebre. Sí, lo
presentaría en su casa, pasara lo que pasara. No, eso jamás: un turco. Se iría
con él, tras él, hasta donde él quisiera. Hasta la eternidad te seguirá mi
amor... Ismael, Ismael, repetía –y el nombre le sabía a miel entre los labios:
Ismael–. Tendrían hijos: al primero le pondrían Ismael lván... Luz Angélica
Piedrahíta de… –¿de Ismael?–. Intentó adivinar su apellido, que a juzgar por la
esclava de acero empezaba con una n, como en el misal: “Nuestro obispo nn,
nuestro papa nn”. La sacudía la feroz alegría del sacrilegio, y pronunciaba a
media voz: “Luz Angélica Piedrahíta de Nadir. Luz Angélica Piedrahíta de
Nablús. Luz Angélica Piedrahíta de Narzim...”.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">En su mano volvía a buscar su olor, casi perdido
ya, confundido entre todos los olores de la tierra caliente que entraban por la
ventana: olor a platanales, a viento tibio del mar, a fruta podrida. En las
curvas de la bajada se veían brillar a lo lejos las luces de Cartagena, a la
orilla de la masa sombría del mar.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica ya no sabía adónde iba, Carretera de
la Cordialidad adelante: a Barranquilla, tal vez, o a Santa Marta, o todavía
más lejos, a Maicao. La gorda de las candongas había dicho: “Cuando lleguemos a
Maicao, amore...”. Amore, gorda vulgar. Para Luz Angélica, Maicao era un lugar
siniestro, lleno de televisores de contrabando, de turcos, de mafiosos, de
venezolanos. Pero si Maicao estaba en su destino, Maicao estaba en su destino.
En Cartagena habían subido pasajeros nuevos, todos hombres, gritones y
brillantes, que ahogaban con sus voces y sus risas los boleros inagotables de
la gorda. En el fragor del terminal de buses había visto a Nuria Esther que la
buscaba miope y perdida entre la muchedumbre, y se había refugiado detrás de
una columna con Candy entre los brazos. Había visto cómo un negro de camiseta
rosada recogía su maleta y se la llevaba con toda tranquilidad, a pesar de las
grandes etiquetas: “Luz Angélica Piedrahíta, Manizales”. No se había atrevido a
gritar. Lo único que importaba era seguir adelante con Ismael, tras Ismael, a
Maicao si era preciso. Ya no quedaba nada de su olor en su mano.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El bus paró casi en seco, con un aullido de
llantas, ante unas luces cegadoras. Subió un hombre terrible, armado de
metralleta. Detrás subieron otros dos, también armados. Entre los pasajeros, de
repente, reinaban el silencio y la parálisis.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Se acabó la diversión –dijo el hombre terrible.
Uno de sus secuaces añadió con una gran sonrisa, haciendo como si bailara con
su metralleta:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Llegó el comandante y mandó a parar.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Nadie sonrió.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Todos bajan –ordenó el hombre terrible.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Del asfalto recalentado de la Carretera de la
Cordialidad subía un vaho blanco, iluminado por los faros potentes de dos
camionetas paradas frente al bus. En las luces cruzadas, nimbados de luz, como
apariciones, aguardaban dos asaltantes más, armados, y otro iba requisando a
los pasajeros que bajaban, vestido de uniforme militar. Luz Angélica sintió una
gran tranquilidad: era el ejército. Se acercó al hombre terrible:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Mi comandante… –empezó a balbucear.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">En sus brazos, Candy gruñó y mostró los dientes,
sobresaltando al comandante. Pero al ver el tamaño de la fiera se la arrancó a
Luz Angélica y la cosió a tiros en el aire. El perrito no pudo ni ladrar. Luz
Angélica se quedó atrapada entre las luces de los faros, con las manos en la
boca y los ojos abiertos, hasta que el comandante la apartó de un empellón. Fue
a chocar con otro asaltante, que la lanzó más lejos, haciéndola rodar por
tierra. Los pasajeros bajaban uno a uno, se colocaban disciplinadamente en fila
con las palmas apoyadas en el costado del bus, se dejaban quitar sin protestas
el dinero, los relojes, los objetos brillantes. Medio tendida en la cuneta, Luz
Angélica veía aterrorizada la escena extrañamente silenciosa, iluminada como el
escenario de un teatro; veía a Candy aplastado en el asfalto, con las fauces
abiertas, en el centro de una mancha negra que se agrandaba lentamente.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">La gorda de las candongas forcejeaba con uno de los
piratas, resuelta a defender su grabadora Sony y sus boleros. El aparato cayó
al suelo con un crujido de plástico quebrado, y la gorda lanzó a la noche un
clamor ronco y se arrojó sobre el hombre para arrancarle los ojos. Lucharon un
momento. Otro pirata la abrazó por detrás. Se rasgaron los tules, en la luz
poderosa de los faros surgió un seno violeta y de inmediato una mano oscura se
cerró sobre él mientras la gorda soltaba un grito agudo. Los hombres rieron. Y
tendieron a la gorda en el asfalto caliente, y uno la mantenía pegada a la
tierra por las muñecas y dos más le inmovilizaban el molino de las piernas, y
uno tras otro la violaban los seis, de espaldas a los pasajeros silenciosos que
apoyaban las palmas en los flancos del bus y miraban sus latas de colores con
ojos quietos. En la cuneta, protegida por la sombra, Luz Angélica temblaba. Los
gritos de la gorda se espaciaban, se enronquecían, se reducían al breve ¡aah!
de la brusca penetración, se perdían bajo el resollar del violador de turno.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Las hembras eran dos –dijo uno de los piratas
haciendo girar una linterna para escrutar la noche.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica se quedó quieta como una piedra.
Cuando la alcanzó la luz, echó a correr de un salto. Cinco metros más allá la
atrapó por el hombro una mano pesada, y dos hombres la arrastraron pataleando
al escenario iluminado. Lloraba, gritaba, intentaba rasguñar y dar patadas,
había perdido en la pelea su pañoleta de seda y sus pelitos lisos y tristes le
caían en mechones de aceite sobre los hombros. El comandante le destrozó la
ropa de un manotazo, dejándola desnuda, solo con los zapatos de medio tacón y
las medias escurridas hasta las corvas. Aparecieron a la luz sus pechos planos,
moteados de verdugones y de pecas, su costillar saliente, su carne de gallina a
pesar del calor, su vientre blanquecino surcado por las cuatro estrías negras
que dejaron las uñas del comandante, los pelos lacios de su pubis, como una barba
rala. El comandante la examinó, le separó los brazos con los que ella intentaba
proteger el pecho, le apretó un pezón entre el pulgar y el índice hasta hacerla
gritar mientras saltaba grotescamente en un pie. Soltó una risotada:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Es un gurre de mierda –dictaminó–. Nos fuimos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";"> Y le volvió la espalda. Luz Angélica,
desnuda, desdeñada, aliviada, humillada, comprendiendo que no la tocarían, dejó
escapar un gemido que pareció arrancarle las entrañas y cayó a tierra como un
bulto. Con la cara y los senos aplastados en la carretera caliente se sentía
rota de vergüenza. Y habría querido estar muerta, que la hubieran acribillado a
tiros como a Candy después de exhibirla desnuda para burlarse, que era eso, que
no era nada, que era un gurre de mierda, y el turco había jugado con su
corazón.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Se oyó la voz gimiente de la gorda:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Ay, Isma...!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El turco se volvió a mirar. Uno de los piratas lo
observó atentamente:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Mi comandante! Este es un tira.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¿Cuál?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Este. Este trabajaba con la Brigada en Turbo, fue
el que hizo meter preso a mi hermano Lupercio. Ismael Nayib, el turco Nayib,
uno que le decían el loco Nayib allá en Turbo, la gente se la tenía jurada.
Hasta que se voló. Decían que se había ido para Montería. Allá en Turbo andaba
de sargento de la policía. Es tira, mi comandante.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante se quedó mirando al turco, pensativo.
El turco lo miraba en silencio.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–A este hijueputa lo fusilamos pero ya.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Entre dos lo cogieron, lo llevaron a empellones
lejos de los demás, lo apoyaron de espaldas en la carrocería del bus, iluminado
por los faros cegadores de las dos camionetas. El turco alzó el brazo, ya sin
reloj de cuarzo:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Tranquilo, hermano: concédame un deseo y no se
arrepiente.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante le dio una bofetada que sonó como un
disparo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Yo no soy hermano de ningún tira, gran hijueputa!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Un deseo, mi comandante. El último deseo de un
moribundo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante pareció dudar, ceder.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–A ver. Pero prontico que estamos de afán.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Pero venga se lo digo aquí pasito.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante acercó su rostro al del turco, y Luz
Angélica pensó por un momento que el turco lo iba a escupir. Cuchicheó algo. El
comandante lo miró con asombro.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¿A esa?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El turco hizo que sí con la cabeza.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¿Por qué?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Porque a ella le conviene. Y a ustedes no les
cuesta ningún trabajo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante rió, le dio un empujón casi amistoso
en el pecho:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";"> –¡No joooda, hermano! Hay que ser muy tira y
muy hijueputa. ¿Y yo qué saco con eso?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El turco volvió a cuchichearle al oído. El
comandante le dio un nuevo empellón. Discutían. Luz Angélica quería que lo
mataran de una vez, y era la primera vez en su vida que cometía un pecado de
esa magnitud: deseaba que mataran a alguien. El comandante se volvió, furioso:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡A ver, carajo, quién requisó a esta gente! Este
tira de mierda dice que tienen escondidos otros trescientos mil pesos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Requisaron de nuevo a todos los pasajeros. Una mano
brutal le arrancó a Luz Angélica la cadenita de oro en la garganta, con un
corazoncito de oro que se abría y dentro tenía una perlita y grabado su nombre.
Recordó la plata de la gorda, los trescientos mil pesos escondidos en la
grabadora Sony.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–No hay nada, mi comandante. ¿Los empelotamos a
todos?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Tira hijueputa! –el comandante, furioso, le puso
la pistola en la sien–. ¡O habla, o lo quemo!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica escuchó la voz del turco, ronca, pero
perfectamente audible ahora:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Ahí verá, hermano. O me cumplen mi último deseo, o
ahí se quedan sin su buen billete.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante vaciló.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Y si le tiene tantas ganas, ¿por qué no se la tira
usted mismo? Nosotros lo esperamos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El turco negó con la cabeza, volvió a hablar.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–No, hermano... A qué horas. ¿No ve que con esta
vaina del fusilamiento me puso las huevas de corbatín?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante, sin preaviso, le dio una violenta
patada en los testículos que lo dobló en dos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Para que tengas de qué quejarte, hijueputa
–masculló–. Bueno, compas: el tira este de mierda está proponiendo un trato.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Fusilémoslo, mi comandante.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Eso no hay de otra. Pero el tipo ofrece que, si
nos tiramos a su novia, nos da trescientos mil pesos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Hubo un silencio de asombro.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–A esa ya nos la tiramos, mi comandante –rió un
uniformado–. ¿No será más bien que quedó contenta?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Todos rieron, incluso algunos pasajeros.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Esa no. La otra. La cachaca. De nuevo hubo un
silencio.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Este tipo nos está mamando gallo, mi comandante
–opinó uno. Otro miró dubitativo a Luz Angélica por encima del hombro:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–A esa no se la come ni el gusano.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica sintió un vahído. Ella. La plata de la
gorda. Se sintió pagada, se sintió comprada, se sintió amada, tal vez.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Tráiganla –ordenó el comandante.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica sintió que la cogían por las muñecas y
la ponían violentamente en pie. El comandante la miró a la luz de arriba a
abajo: los ojos parpadeantes en su rostro puntudo de ratón, bañado en lágrimas,
la boca abierta mostrando los dientes inferiores, el flaco cuerpo desnudo,
escurrido, blanco como la leche, salpicado de pecas, la barba lacia entre las
piernas.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Rocky, tú –ordenó.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¿Yo? –Rocky sonaba incrédulo. Los otros rieron,
palmeándose los muslos, palmeándole la espalda:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Eso, Rocky, éntrale, hermano!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Trajeron al turco a empellones, lo tumbaron de un
culatazo en la cara.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica oyó crujir el hueso. Rocky se abrió la
bragueta, se sacó el miembro con la mano, encogiéndose de hombros. Era un negro
alto y joven, con cara de niño. Luz Angélica se dejó tender dócilmente en el
asfalto, oyendo la respiración honda y rota del turco, sintió la mano dura de
Rocky abriéndole las piernas, y entre sus muslos el calor blando de su miembro.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–No se me para –explicó Rocky, riendo con dientes
blancos y grandes en la oscuridad lisa de su cara de niño.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Hazte la paja, Rocky –sugirió alguno por detrás.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica cerraba los ojos y trataba de no pensar
en nada, y oía risas y voces y el resuello del turco tumbado en la carretera
entre botas y culatas de fusil. Pero Rocky golpeaba ahora con fuerza entre sus
piernas y ella sentía sus golpes ciegos, dolorosos, y todo el peso del hombre
sobre su pelvis y el frío metálico de las cartucheras clavado en el pecho,
hiriéndola. Rocky golpeaba ayudándose con una mano, riendo. Y de pronto Luz
Angélica sintió un agudísimo dolor de desgarrón y el miembro duro de Rocky que
se abría paso en ella rompiéndola, como si la fuera a abrir en dos, que
penetraba en ella hasta donde ella nunca, en sus lecturas, había creído que
fuera posible penetrar. Recubriendo el dolor sintió punzadas de algo que debía
ser placer, y luego oyó su propio grito de animal mientras se abría aún más
para que Rocky entrara todavía más hondo, y se sintió dejada y otra vez llena
hasta reventar, y sintió crecer en ella una oleada que ahora sí, sin duda, era
placer, y un jadeo le llenó la garganta. Por entre los párpados inundados de
llanto veía la cara aplastada del turco, el puente roto de su nariz, y entre
sus propios gritos y gemidos oía la risa de Rocky y luego su repentino resollar
y todo su peso caliente y sudoroso sobre su cuerpo y un chorro palpitante
reventando en el fondo de ella con una fuerza inesperada y en una nueva marea
de delicia. Después, Rocky retiró su miembro ensangrentado y lo limpió en el
muslo de Luz Angélica, y se cerró la bragueta sin parar de reír mientras ella
seguía sintiendo oleadas que la envolvían y se retiraban un instante para
volver a envolverla, y apenas sentía la palma pálida de Rocky que le daba en la
mejilla un par de golpecitos cariñosos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Estás buena, cachaca. Te falta práctica.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El comandante pateó al turco en las costillas.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Bueno, hijueputa, ya te hicimos el favor. Si me
engañaste te vamos a colgar de las huevas. Dónde está el billete.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">El turco señaló con el dedo:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Ahí.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">De la boca le salió un chorrito de sangre. El
propio comandante se metió debajo del bus para pescar los restos aplastados de
la grabadora Sony. Tiró al suelo el aparato despedazado y empezó a sacar
puñados de billetes de la funda de plástico.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Ah, hijueputa, y los tenías bien escondidos...!
Pero no creas que te salvas tan fácil, gran hijueputa.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Lo alzaron entre dos. Luz Angélica vio que arqueba
la ceja, mirándola, y trató de cubrirse el vientre con las manos. El turco le
sonrió:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Chao, flaquita.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–¡Fusílenlo!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Una ráfaga de metralleta lo dobló contra el bus.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Qué tal, el muy hijueputa...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Los piratas se montaron en sus dos camionetas,
giraron con un chirriar de llantas y partieron a toda velocidad. Durante unos
instantes solo se oyeron los ruidos calientes de la noche, horadada hasta muy
lejos por los faros del bus detenido. Luego los pasajeros empezaron a moverse.
La gorda de las candongas soltaba gemiditos, intentaba cubrirse los senos con
los brazos, el vientre con los tules destrozados. Algunos pasajeros la miraban
con lascivia. El chofer se acercó al turco inmóvil, cuya cabeza se apoyaba en
un ángulo extraño en la llanta delantera del bus.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">–Está muerto –dijo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Luz Angélica lo oyó sin emoción, encogida en el
piso. Sentía que entre las piernas le empezaba a escurrir el líquido ya
enfriado del hombre, mezclado con su sangre. “Es tuyo, Ismael”, pensaba. “Es
mío. Es Ismael Iván. Es nuestro hijo”. No se dio cuenta cuando la de las
candongas se acercó a ella tambaleante y le escupió en la cara.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
</div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">POST
SCRIPTUM</span></i><i><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></i></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Poética</span><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Salvo este, que apareció en el primer número de <i>El
Malpensante</i> hace 18 años, y un par de pretenciosas tentativas juveniles 25
años antes, nunca he publicado cuentos. Y solo una novela, <i>Sin remedio</i>,
hace ya treinta. Y es porque la ficción, que obsesiona a tantos escritores
hasta el punto de que no conciben que puedan existir otros géneros literarios
–la poesía, el ensayo, el panfleto, el periodismo–, tiene la virtud de que en
ella caben todos a la vez. Pero tiene también una difícil exigencia: lo que se
dice con ella no puede ser dicho de otra manera.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: "Cambria","serif";">Alguna vez leí que Karl Marx, cuando trabajaba en
el árido tratado económico-político de <i>El capital</i>, creía estar
componiendo un poema. Y lo que le salió fue una obra de ficción.</span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><i><span style="font-family: "Cambria","serif";">Antonio Caballero</span></i></b></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"><b>Antonio Caballero Holguín</b> </span><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">(<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Bogot%C3%A1" title="Bogotá">Bogotá</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1945" title="1945">1945</a>).</span></b><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Periodista" title="Periodista">periodista</a> y <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Caricaturista" title="Caricaturista">caricaturista</a> colombiano. Nació en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Bogot%C3%A1" title="Bogotá">Bogotá</a> en el año <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1945" title="1945">1945</a>. Hijo del reconocido escritor <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Caballero_Calder%C3%B3n" title="Eduardo Caballero Calderón">Eduardo Caballero Calderón</a> e Isabel Holguín. Sobrino del escritor <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Lucas_Caballero_Calder%C3%B3n" title="Lucas Caballero Calderón">Lucas Caballero Calderón</a> (Klim) y hermano del pintor <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Caballero_Holgu%C3%ADn" title="Luis Caballero Holguín">Luis Caballero Holguín</a>. Asimismo, cuenta con antecesores entre los cuales está su tatarabuelo, el poeta <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Eusebio_Caro" title="José Eusebio Caro">José Eusebio Caro</a>; su bisabuelo, el político <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Antonio_Caro" title="Miguel Antonio Caro">Miguel Antonio Caro</a>; su abuelo, el general <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Lucas_Caballero_Barrera" title="Lucas Caballero Barrera">Lucas Caballero Barrera</a>; y su primo hermano también educador, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_Nieto_Caballero" title="Agustín Nieto Caballero">Agustín Nieto Caballero</a>. Dentro de sus antecesores, por parte de su madre, se encuentran los políticos <a class="mw-disambig" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Holgu%C3%ADn" title="Carlos Holguín">Carlos Holguín</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Holgu%C3%ADn" title="Jorge Holguín">Jorge Holguín</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Antonio Caballero Holguín estudió algunos años de su formación
primaría en el Colegio Ramiro de Maestro en Madrid (España) que
complementó con una educación familiar cuando vivía en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tipacoque" title="Tipacoque">Tipacoque</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Boyac%C3%A1" title="Boyacá">Boyacá</a>.
Durante los años cincuenta, a raíz del cierre del diario El Tiempo,
donde laboraba su padre, vivió entre España y Colombia. Más adelante
gozó de una educación privilegiada, primero en el Colegio Mayor de
Nuestra Señora del Rosario, donde también estudio el columnista Daniel
Coronell, y después en el Gimnasio Moderno, uno de los colegios más
reconocidos de Bogotá y de donde se recibe como bachiller. Comenzó sus
estudios de Derecho en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_del_Rosario" title="Universidad del Rosario">Universidad del Rosario</a>, aunque aprovechando el reciente nombramiento de su padre como embajador en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Unesco" title="Unesco">Unesco</a>, se trasladó a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs" title="París">París</a> donde continuó sus estudios en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ciencia_pol%C3%ADtica" title="Ciencia política">Ciencia política</a>, abandonando así la practica del derecho.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Uno de los primeros hechos que lo impactó políticamente fue la
Revolución Cubana de 1959, pero su inicio en el periodismo sería durante
su estancia en París, cuando presenció uno de los eventos más
esenciales para su generación: el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mayo_de_1968" title="Mayo de 1968">Mayo de 1968</a>.
París fue el escenario de una serie de revueltas que por primera vez
mostraron la capacidad de organización y rebelión de una generación
desencantada frente al orden establecido. Sin embargo, a raíz del caos
que desataron las revueltas, la facultad de Ciencias Políticas cerró y
Caballero no pudo continuar sus estudios, por lo cual se vio forzado a
volver a Bogotá. Ya colaboraba con El Tiempo desde 1964, pero como
caricaturista, con su serie Cartones que se publicó en ese diario hasta
1974.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Poco después volvió a Europa, donde viajó por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Italia" title="Italia">Italia</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Grecia" title="Grecia">Grecia</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" title="España">España</a> e <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Inglaterra" title="Inglaterra">Inglaterra</a>. Se instaló en Londres donde comenzó a trabajar para la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/BBC" title="BBC">BBC</a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Londres" title="Londres">Londres</a> y la revista <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/The_Economist" title="The Economist">The Economist</a>. Posteriormente se trasladó a Roma, donde permaneció alrededor de un año antes de partir a Grecia. Allí se instaló en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cefalonia" title="Cefalonia">Cefalonia</a> donde subsistió durante un año de los dibujos que vendía semanalmente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">De Grecia partió a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Madrid" title="Madrid">Madrid</a> cuando <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Tom%C3%A1s_de_Salas" title="Juan Tomás de Salas">Juan Tomás de Salas</a> fundó la revista <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cambio_16" title="Cambio 16">Cambio 16</a>. Allí escribió para la revista hasta <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1975" title="1975">1975</a>, el año en que murió <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Franco" title="Francisco Franco">Francisco Franco</a>. Regresó entonces a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Colombia" title="Colombia">Colombia</a> para escribir en la <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Revista_Alternativa" title="Revista Alternativa">revista Alternativa</a>, la cual había sido fundada en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1974" title="1974">1974</a>
con el propósito de mostrar las luchas populares y brindarle voz a la
oposición política y los sindicatos que en ese entonces se empezaban a
articular contra el establecimiento, pero que eran ignorados y solo
vistos como bandolerismo o sindicalismo subversivo.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-1">1</a></sup>
Permaneció como jefe de redacción y corresponsal internacional de la
revista hasta su última publicación. Allí publicó dos series de
caricaturas, bajo el título Macondo y El Señor Agente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Sin embargo, en una conversación con Enrique Santos, aseguró que
escribir en la revista había reprimido su estilo y tono de escritura,
puesto que cualquier artículo debía pasar por un consejo de redacción
para ser corregido y aprobado. Su voz pasaba entonces a formar parte de
la voz unívoca en la que se conglomeraba las otras voces del grupo de
Alternativa.<sup class="reference" id="cite_ref-Test_2-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-Test-2">2</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En la década de los 80 fue columnista de El Espectador. Pero en 1996
regresó a la revista Semana. Desde entonces sostiene una columna semanal
sobre política y actualidad y la serie de caricaturas, Monólogo. Desde
estos espacios de opinión se ha caracterizado como uno de los críticos
más agudos de los sucesivos gobiernos de Colombia y de la influencia de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos" title="Estados Unidos">Estados Unidos</a> en la política interna colombiana, en especial, a raíz de la llamada "Guerra contra las Drogas".</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1984 Caballero incursionó en la novela de ficción con la publicación de <a href="http://delcastilloencantado.blogspot.com/2014/06/silencio-literario-sobre-las-farc.html#axzz3dt7riEzJ" target="_blank"><i>Sin remedio</i></a>.
La novela cuenta las aventuras y desdichas de Escobar, un poeta
frustrado en la convulsionada Bogotá de los años 70 o, simplemente, como
él mismo la definió, "una novela sobre lo difícil que es escribir
poesía". Pese a su éxito de crítica, la novela duró descontinuada hasta
que en 2004, la editorial Alfaguara la reeditó. En 2008 fue traducida al
francés. <i>Sin remedio</i> ha sido considerada por la crítica nacional
como una de las novelas más representativas del género urbano en
Colombia. La novela se ha usado como base incluso para estudios
doctorales en Estados Unidos acerca de la transformación urbanística de
la ciudad de Bogotá.<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-3">3</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1989 escribió <i>Isabel en Invierno</i>, un libro infantil que
también ilustró. En noviembre de 1996 apareció publicado en el primer
número de la revista <a href="http://elmalpensante.com/articulo/3246/el_padre_de_mis_hijos" target="_blank">El Malpensante un cuento suyo, "El padre de mis hijos"</a>, que fue parte de la recopilación de Luz Mary Giraldo, Cuentos
del Fin de Siglo, antología de escritores colombianos, editada en 1999
por Seix Barral.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Varias recopilaciones de sus columnas y crónicas han sido publicadas
en Colombia. La primera, editada por editorial La Hoja, se llamó 15 años
de mal agüero. El 1999 fue distinguido por la Editorial Planeta con su
premio de periodismo y la publicación de la antología No es por aguar la
fiesta.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En el ámbito de la crítica de arte, la obra de Caballero fue recogida en Paisajes con Figuras, de 1997 y reeditada en 2009.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 2000 El Áncora Editorial publicó Y Occidente conquistó al mundo,
una crónica "entre el gran pavor del año 1000 y el gran terror del año
2000". Las ilustraciones en esta ocasión corrieron a cargo del español <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Ballesta" title="Juan Ballesta">Juan Ballesta</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Caballero es taurino y uno de los principales cronistas y defensores
de la fiesta brava. En este ámbito ha publicado Los Siete Pilares del
Toreo (2003) y Torero en el Sillón (2010).En 2011 suscribió un
Manifiesto en favor del toreo, junto con figuras como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Molano_Bravo" title="Alfredo Molano Bravo">Alfredo Molano Bravo</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Ricardo_S%C3%A1nchez_%C3%81ngel&action=edit&redlink=1" title="Ricardo Sánchez Ángel (aún no redactado)">Ricardo Sánchez Ángel</a> muestra dentro del repertorio de escritores de Antonio Caballero a <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Paul_Sartre" title="Jean Paul Sartre">Jean Paul Sartre</a> como uno de los focos que le han permitido consolidar su escritura en lo que respecta al ensayo político. <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Henry_de_Montherlant" title="Henry de Montherlant">Henry de Montherlant</a>
ha sido también otras de sus influencias y con quien tuvo presente la
importancia del cambio de tonos, temas, estilos, la escritura libre y al
gusto del autor. Asimismo las lecturas del escritor, iniciadas desde
muy joven, han sido otro de sus aportes literarios, <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Calder%C3%B3n_de_la_Barca" title="Calderón de la Barca">Calderón de la Barca</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_de_Cervantes" title="Miguel de Cervantes">Miguel de Cervantes</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/San_Juan_de_la_Cruz" title="San Juan de la Cruz">San Juan de la Cruz</a>, son algunos ejemplos, al igual que textos de la <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Picaresca" title="Picaresca">picaresca</a> española (<i>El <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Diablo_cojuelo" title="Diablo cojuelo">diablo cojuelo</a> y <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_lazarillo_de_Tormes" title="El lazarillo de Tormes">El lazarillo de Tormes</a></i>) y obras de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Musil" title="Robert Musil">Robert Musil</a>, con quien concibió la novela como género abierto; otros escritores dentro de sus lecturas como <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Le%C3%B3n_Tolstoi" title="León Tolstoi">León Tolstoi</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway" title="Ernest Hemingway">Ernest Hemingway</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gustave_Flaubert" title="Gustave Flaubert">Gustave Flaubert</a>, <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fi%C3%B3dor_Dostoievski" title="Fiódor Dostoievski">Fiódor Dostoievski</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/William_Faulkner" title="William Faulkner">William Faulkner</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rquez" title="Gabriel García Márquez">Gabriel García Márquez</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar" title="Julio Cortázar">Julio Cortázar</a>, <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tomas_Carrasquilla" title="Tomas Carrasquilla">Tomas Carrasquilla</a>, entre otros.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En cuanto a sus rasgos humorísticos presente en gran parte en su
periodismo, Sánchez menciona su proveniencia a partir de la influencia
de <a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Hernando_Mart%C3%ADnez_Rueda&action=edit&redlink=1" title="Hernando Martínez Rueda (aún no redactado)">Hernando Martínez Rueda</a>,
poeta cuya poesía se ve marcada por el cinismo, la ferocidad, la
improvisación y el humor, componentes que le ayudaron a condensar una
buena escritura en sus verso.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El estilo crítico de Antonio Caballero empezó a trazarse bajo las
impresiones que le provocaron el acontecimiento de mayo del 1968, sus
primeras expresiones críticas aparecen en los cartones, cuyos inicios
son flojos y poco recibidos en Bogotá, puesto que sus expresiones
carecen de movilidad, tienen cierto hermetismo y salpullido metafísico.<sup class="reference" id="cite_ref-Test_2-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-Test-2">2</a></sup> El hermetismo de ese entonces, se debió a que eran cartones solo perceptibles para el autor y sus allegados,<sup class="reference" id="cite_ref-test_4-0"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-test-4">4</a></sup> es decir, para quienes vivían en la ciudad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El tiempo y el trabajo restituyeron el estilo inmóvil de los cartones
por el estilo ágil y variado de los dibujos que, asimismo, lograron
romper con la comprensión hermética del humor bogotano para traspasar su
comprensión a otras regiones colombianas; para volverse figuras que
plasmaban el entonces de la historia de Colombia, pero sobre todo,
figuras de una comedia colombiana.<sup class="reference" id="cite_ref-test_4-1"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-test-4">4</a></sup>
Se ha caracterizado las diferencias de los cartones y caricaturas de
Caballero a partir de la imaginación y realidad. Los cartones hacen
parte de la imaginación del escritor, mientras las caricaturas
pertenecen a la realidad política social mostrada con crueldad, sin
elogios y en la que se encuentra los estereotipos populares, el factor
común de la sociedad de donde Caballero pudo difundir una compresión
eficaz y general.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Algunas figuras representativas y pertenecientes a ambos polos de la
sociedad son: los burgueses, políticos, militares, cardenales (propios
de la clase alta) y hombres y mujeres comunes de barrio popular
(representantes de la clase baja). De las anteriores figuras empleadas
en la caricatura de Caballero se ha mencionado en el prólogo de uno de
sus libro de caricaturas:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">“…<i>no son caricaturas de personajes conocidos, sino que cada cuadro
es una caricatura completa de toda la sociedad colombiana, que a
Antonio Caballero parece parecerle pervertida y condenada, y que a su
modo de ver no tiene salvación</i> (…)”</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1994" title="1994">1994</a> recibió el <a class="mw-redirect" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Sim%C3%B3n_Bol%C3%ADvar" title="Premio Simón Bolívar">premio Simón Bolívar</a> por sus caricaturas políticas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="citation libro" id="CITAREF.27Caballero.27Holgu.C3.ADn1986"><b>Caballero</b>, <b>Antonio</b>.; <b>Holguín</b> (1986). <i><b>Reflexione monos: 20 años de caricatura de Antonio Caballero</b></i>. <b>Colombia</b>: <b>Fondo Editorial Cerec</b>.</span><span class="Z3988" title="ctx_ver=Z39.88-2004&rfr_id=info%3Asid%2Fes.wikipedia.org%3AAntonio+Caballero&rft.au=%27%27%27Caballero%27%27%27%2C+%27%27%27Antonio%27%27%27.&rft.au=%27%27%27Holgu%C3%ADn%27%27%27&rft.aufirst=%27%27%27Antonio%27%27%27.&rft.aulast=%27%27%27Caballero%27%27%27&rft.btitle=%27%27%27Reflexione+monos%3A+20+a%C3%B1os+de+caricatura+de+Antonio+Caballero%27%27%27&rft.date=1986&rft.genre=book&rft.place=%27%27%27Colombia%27%27%27&rft.pub=%27%27%27Fondo+Editorial+Cerec%27%27%27&rft_val_fmt=info%3Aofi%2Ffmt%3Akev%3Amtx%3Abook"></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Así, la caricatura de Antonio Caballero manifiesta como eje central
el tono humorístico y su materia prima: la realidad con sus estereotipos
sociales; tras esto, se encuentran el tono crítico de la vida política y
social, en profundidad aparece el tono existencial y melancólico de la
vida individual.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Un periodismo como el de Antonio Caballero se encuentra presente en
las columnas de las revistas, en los artículos de periódicos e incluso
en recopilaciones a través de sus libros, tales como <i>No es por aguar la fiesta</i> y <i>Quince años de mal agüero</i>.
Se caracteriza por ser un periodismo censor de los comportamientos
políticos, los establecimientos económicos y sociales, dando así como
resultado una conciencia crítica del periodismo colombiano. Además, se
caracteriza por enfocarse bajo la fórmula del análisis y la ética, cuyo
fin no es otro que mantener viva la llama de la libertad y la justicia.<sup class="reference" id="cite_ref-Test_2-2"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Caballero#cite_note-Test-2">2</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Es por tanto, un periodismo ético que se indigna, asume y estimula.
La indignación es necesaria para poder enfrentar las situaciones y
encontrarles remedio, junto a esa indignación también son fundamentales
la desobediencia civil y el ejercicio crítico, pues permiten la
construcción de la salvación del pueblo y la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Naci%C3%B3n" title="Nación">nación</a>.
Todos estos tres componentes conllevan al estímulo de una conducta
ética colectiva, de allí que se le asigne un carácter ético.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Lo polémico de un estilo periodístico como el de Caballero, radica en
su expresividad directa y tajante, puesto que es desmitificador de la
mentira: a cada cosa se la señala por su nombre, se la señala según su
responsabilidad. En este periodismo se acaba la complicidad, los elogios
y los silencios que, por el contrario, se dan en otros círculos de los
medios masivos. <span class="mw-headline" id="Obra_publicada"><b>Obra publicada</b>. Novela. </span><i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Sin_remedio&action=edit&redlink=1" title="Sin remedio (aún no redactado)">Sin remedio</a></i>. Novela (1984). Caricatura. <i>Reflexionémonos: 20 años de caricaturas</i> (1986)<i>. Este país</i> (1998). Literatura infantil. <i>Isabel en invierno</i> (1989) (Texto e ilustraciones). Sobre toros. <i>Toro, toreros y público</i> (1992)<i>. A la sombra de la muerte</i> (1994).<i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Los_siete_pilares_de_un_torero&action=edit&redlink=1" title="Los siete pilares de un torero (aún no redactado)"> Los siete pilares de un torero</a></i> (2003)<i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Torero_de_sill%C3%B3n&action=edit&redlink=1" title="Torero de sillón (aún no redactado)">. Torero de sillón</a></i> (2010). Periodismo. <i>Quince años de mal agüero: 1981-1996, artículos de prensa</i> (1996)<i>. No es por aguar la fiesta</i> (1999)<i>. Patadas de ahorcado: Caballero se desahoga, una conversación con Juan Carlos Iragorri</i> (2003)<i>.Comer o no comer y otras notas de cocina</i> (2014). Sobre arte. <i>Paisaje con figuras : crónicas de arte y literatura</i> (1997)<i><a class="new" href="https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Luis_Caballero_er%C3%B3tico&action=edit&redlink=1" title="Luis Caballero erótico (aún no redactado)">. Luis Caballero erótico</a></i> (2010). Sobre historia. <i>Y occidente conquistó el mundo : entre el gran pavor del año 1000 y el gran terror del año 2000</i> (2000).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto:<a href="http://elmalpensante.com/articulo/3246/el_padre_de_mis_hijos" target="_blank">elmalpensante.com </a>.Foto:Internet.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto;">
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-31795392779902126292015-06-21T05:48:00.001-07:002015-06-21T05:48:19.787-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-8661343397527578649" itemprop="description articleBody">
<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjz_emWRom3yP3mkIbInAv9zBw_Pj6CI08_PU1X7e3qbw_EL-9pve0Sb95nPGzvnHuCiDRLyqjmkrLMMidYjtEiKFzpsqfJJh7Cqb0aWEZ7E27EUXPlG0pnXkJsLbrPUC3b9ibTq3m8rcU/s1600/jorge+luis+borges+joven1.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjz_emWRom3yP3mkIbInAv9zBw_Pj6CI08_PU1X7e3qbw_EL-9pve0Sb95nPGzvnHuCiDRLyqjmkrLMMidYjtEiKFzpsqfJJh7Cqb0aWEZ7E27EUXPlG0pnXkJsLbrPUC3b9ibTq3m8rcU/s640/jorge+luis+borges+joven1.jpeg" width="628" /></a></div>
<b><span style="font-size: large;"><br />Jorge Luis Borges<br /><br />El jardín de los senderos que se bifurcan<br /><br />En
la página 242 de la Historia de la Guerra Europea, de Liddell Hart, se
lee que una ofensiva de trece divisiones británicas (apoyadas por mil
cuatrocientas piezas de artillería) contra la línea Serre-Montauban
había sido planeada para el veinticuatro de julio de 1916 y debió
postergarse hasta la mañana del día veintinueve. Las lluvias
torrenciales (anota el capitán Liddell Hart) provocaron esa demora -nada
significativa, por cierto-. La siguiente declaración, dictada, releída y
firmada por el doctor Yu Tsun, antiguo catedrático de inglés en la
Hochschule de Tsingtao, arroja una insospechada luz sobre el caso.
Faltan las dos páginas iniciales.<br /> “… y colgué el tubo.
Inmediatamente después, reconocí la voz que había contestado en alemán.
Era la del capitán Richard Madden. Madden, en el departamento de Viktor
Runeberg, quería decir el fin de nuestros afanes y -pero eso parecía muy
secundario, o debía parecérmelo- también de nuestras vidas. Quería
decir que Runeberg había sido arrestado, o asesinado . Antes que
declinara el sol de ese día, yo correría la misma suerte. Madden era
implacable. Mejor dicho, estaba obligado a ser implacable. Irlandés a
las órdenes de Inglaterra, hombre acusado de tibieza y tal vez de
traición, ¿cómo no iba a abrazar y agradecer este milagroso favor: el
descubrimiento, la captura, quizá la muerte, de dos agentes del Imperio
Alemán? Subí a mi cuarto; absurdamente cerré la puerta con llave y me
tiré de espaldas en la estrecha cama de hierro. En la ventana estaban
los tejados de siempre y el sol nublado de las seis. Me pareció
increíble que ese día sin premoniciones ni símbolos fuera el de mi
muerte implacable. A pesar de mi padre muerto, a pesar de haber sido un
niño en un simétrico jardín de Hai Feng, ¿yo, ahora, iba a morir?
Después reflexioné que todas las cosas que suceden a uno precisamente,
precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los
hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo
lo que realmente pasa me pasa a mí… El casi intolerable recuerdo del
rostro acaballado de Madden abolió esas divagaciones. En mitad de mi
odio y de mi terror (ahora no me importa hablar de terror: ahora que he
burlado a Richard Madden, ahora que mi garganta anhela la cuerda) pensé
que ese guerrero tumultuoso y sin duda feliz no sospechaba que yo poseía
el Secreto. El hombre del preciso lugar del nuevo parte de artillería
británico sobre el Ancre. Un pájaro rayó el cielo gris y ciegamente lo
traduje en un aeroplano y a ese aeroplano en muchos (en el cielo
francés) aniquilando el parque de artillería con bombas verticales. Si
mi boca, antes que la deshiciera un balazo, pudiera gritar ese nombre de
modo que lo oyeran en Alemania… Mi voz humana era muy pobre. ¿Cómo
hacerla llegar al oído del Jefe? Al oído de aquel hombre enfermo y
odioso, que no sabía de Runeberg y de mí sino que estábamos en
Staffordshire y que en vano esperaba noticias nuestras en su árida
oficina de Berlín, examinando infinitamente periódicos… Dije en voz
alta: Debo huir. Me incorporé sin ruido, en una inútil perfección de
silencio, como si Madden ya estuviera acechándome. Algo -tal vez la mera
ostentación de probar que mis recursos eran nulos- me hizo revisar mis
bolsillos. Encontré lo que sabía que iba a encontrar. El reloj
norteamericano, la cadena de níquel y la moneda cuadrangular, el llavero
con las comprometedoras llaves inútiles del departamento de Runeberg,
la libreta, una carta que resolví destruir inmediatamente (y que no
destruí), el falso pasaporte, una corona, dos chelines y unos peniques,
el lápiz rojo-azul, el pañuelo, el revólver con una bala. Absurdamente
lo empuñé y sopesé para darme valor. Vagamente pensé que un pistoletazo
puede oírse muy lejos. En diez minutos mi plan estaba maduro. La guía
telefónica me dio el nombre de una única persona capaz de transmitir la
noticia: vivía en un suburbio de Fenton, a menos de media hora de tren.<br />
Soy un hombre cobarde. Ahora lo digo, ahora que he llevado a término un
plan que nadie no calificará de arriesgado. Yo sé que fue terrible su
ejecución. No lo hice por Alemania, no. Nada me importa un país bárbaro,
que me ha obligado a la abyección de ser un espía. Además, yo sé de un
hombre de Inglaterra -un hombre modesto- que para mí no es menos que
Goethe. Arriba de una hora no hablé con él, pero durante una hora fue
Goethe… Lo hice, porque yo sentía que el Jefe tenía en poco a los de mi
raza, a los innumerables antepasados que confluyen en mí. Yo quería
probarle que un amarillo podía salvar a sus ejércitos. Además, yo debía
huir del capitán. Sus manos y su voz podían golpear en cualquier momento
a mi puerta. Me vestí sin ruido, me dije adiós en el espejo, bajé,
escudriñé la calle tranquila y salí. La estación no distaba mucho de
casa, pero juzgué preferible tomar un coche. Argüí que así corría menos
peligro de ser reconocido; el hecho es que en la calle desierta me
sentía visible y vulnerable, infinitamente. Recuerdo que le dije al
cochero que se detuviera un poco antes de la entrada central. Bajé con
lentitud voluntaria y casi penosa; iba a la aldea de Ashgrove, pero
saqué un pasaje para una estación más lejana. El tren salía dentro de
muy pocos minutos, a las ocho y cincuenta. Me apresuré; el próximo
saldría a las nueve y media. No había casi nadie en el andén. Recorrí
los coches: recuerdo unos labradores, una enlutada, un joven que leía
con fervor los Anales de Tácito, un soldado herido y feliz. Los coches
arrancaron al fin. Un hombre que reconocí corrió en vano hasta el límite
del andén. Era el capitán Richard Madden. Aniquilado, trémulo, me
encogí en la otra punta del sillón, lejos del temido cristal.<br /> De esa
aniquilación pasé a una felicidad casi abyecta. Me dije que ya estaba
empeñado mi duelo y que yo había ganado el primer asalto, al burlar,
siquiera por cuarenta minutos, siquiera por un favor del azar, el ataque
de mi adversario. Argüí que no era mínima, ya que sin esa diferencia
preciosa que el horario de trenes me deparaba, yo estaría en la cárcel, o
muerto. Argüí (no menos sofísticamente) que mi felicidad cobarde
probaba que yo era hombre capaz de llevar a buen término la aventura. De
esa debilidad saqué fuerzas que no me abandonaron. Preveo que el hombre
se resignará cada día a empresas más atroces; pronto no habrá sino
guerreros y bandoleros; les doy este consejo: El ejecutor de una empresa
atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir
que sea irrevocable como el pasado. Así procedí yo, mientras mis ojos de
hombre ya muerto registraban la fluencia de aquel día que era tal vez
el último, y la difusión de la noche. El tren corría con dulzura, entre
fresnos. Se detuvo, casi en medio del campo. Nadie gritó el nombre de la
estación. ¿Ashgrove?, les pregunté a unos chicos en el andén. Ashgrove,
contestaron. Bajé.<br /> Una lámpara ilustraba el andén, pero las caras
de los niños quedaban en la zona de sombra. Uno me interrogó: ¿Ud. va a
casa del doctor Stephen Albert? Sin aguardar contestación, otro dijo: La
casa queda lejos de aquí, pero Ud. no se perderá si toma ese camino a
la izquierda y en cada encrucijada del camino dobla a la izquierda. Les
arrojé una moneda (la última), bajé unos escalones de piedra y entré en
el solitario camino. Este, lentamente, bajaba. Era de tierra elemental,
arriba se confundían las ramas, la luna baja y circular parecía
acompañarme.<br /> Por un instante, pensé que Richard Madden había
penetrado de algún modo mi desesperado propósito. Muy pronto comprendí
que eso era imposible. El consejo de siempre doblar a la izquierda me
recordó que tal era el procedimiento común para descubrir el patio
central de ciertos laberintos. Algo entiendo de laberintos: no en vano
soy bisnieto de aquel Ts’ui Pên, que fue gobernador de Yunnan y que
renunció al poder temporal para escribir una novela que fuera todavía
más populosa que el Hung Lu Meng y para edificar un laberinto en el que
se perdieran todos los hombres. Trece años dedicó a esas heterogéneas
fatigas, pero la mano de un forastero lo asesinó y su novela era
insensata y nadie encontró el laberinto. Bajo árboles ingleses medité en
ese laberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbre
secreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales o debajo del
agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavados y de sendas que
vuelven, sino de ríos y provincias y reinos… Pensé en un laberinto de
laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y
el porvenir y que implicara de algún modo los astros. Absorto en esas
ilusorias imágenes, olvidé mi destino de perseguido. Me sentí, por un
tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo. El vago y vivo
campo, la luna, los restos de la tarde, obraron en mí; asimismo el
declive que eliminaba cualquier posibilidad de cansancio. La tarde era
íntima, infinita. El camino bajaba y se bifurcaba, entre las ya confusas
praderas. Una música aguda y como silábica se aproximaba y se alejaba
en el vaivén del viento, empañada de hojas y de distancia. Pensé que un
hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros
hombres, pero no de un país: no de luciérnagas, palabras, jardines,
cursos de agua, ponientes. Llegué así, a un alto portón herrumbrado.
Entre las rejas descifré una alameda y una especie de pabellón.
Comprendí, de pronto, dos cosas, la primera trivial, la segunda casi
increíble: la música venía del pabellón, la música era china. Por eso,
yo la había aceptado con plenitud, sin prestarle atención. No recuerdo
si había una campana o un timbre o si llamé golpeando las manos. El
chisporroteo de la música prosiguió.<br /> Pero del fondo de la íntima
casa un farol se acercaba: un farol que rayaban y a ratos anulaban los
troncos, un farol de papel, que tenía la forma de los tambores y el
color de la luna. Lo traía un hombre alto. No vi su rostro, porque me
cegaba la luz. Abrió el portón y dijo lentamente en mi idioma.<br /> -Veo que el piadoso Hsi P’êng se empeña en corregir mi soledad. ¿Usted sin duda querrá ver el jardín?<br /> Reconocí el nombre de uno de nuestros cónsules y repetí desconcertado: -¿El jardín?<br /> -El jardín de senderos que se bifurcan.<br /> Algo se agitó en mi recuerdo y pronuncié con incomprensible seguridad: -El jardín de mi antepasado Ts’ui Pên.<br /> -¿Su antepasado? ¿Su ilustre antepasado? Adelante.<br />
El húmedo sendero zigzagueaba como los de mi infancia. Llegamos a una
biblioteca de libros orientales y occidentales. Reconocí, encuadernados
en seda amarilla, algunos tomos manuscritos de la Enciclopedia Perdida
que dirigió el Tercer Emperador de la Dinastía Luminosa y que no se dio
nunca a la imprenta. El disco del gramófono giraba junto a un fénix de
bronce. Recuerdo también un jarrón de la familia rosa y otro, anterior
de muchos siglos, de ese color azul que nuestros artífices copiaron de
los alfareros de Persia…<br /> Stephen Albert me observaba, sonriente. Era
(ya lo dije) muy alto, de rasgos afilados, de ojos grises y barba gris.
Algo de sacerdote había en él y también de marino; después me refirió
que había sido misionero en Tientsin “antes de aspirar a sinólogo”.<br />
Nos sentamos; yo en un largo y bajo diván; él de espaldas a la ventana y
a un alto reloj circular. Computé que antes de una hora no llegaría mi
perseguidor, Richard Madden. Mi determinación irrevocable podía esperar.<br />
-Asombroso destino el de Ts’ui Pên -dijo Stephen Albert-. Gobernador de
su provincia natal, docto en astronomía, en astrología y en la
interpretación infatigable de los libros canónicos, ajedrecista, famoso
poeta y calígrafo: todo lo abandonó para componer un libro y un
laberinto. Renunció a los placeres de la opresión, de la justicia, del
numeroso lecho, de los banquetes y aun de la erudición y se enclaustró
durante trece años en el Pabellón de la Límpida Soledad. A su muerte,
los herederos no encontraron sino manuscritos caóticos. La familia, como
usted acaso no ignora, quiso adjudicarlos al fuego; pero su albacea -un
monje taoísta o budista- insistió en la publicación.<br /> -Los de la
sangre de Ts’ui Pên -repliqué- seguimos execrando a ese monje. Esa
publicación fue insensata. El libro es un acervo indeciso de borradores
contradictorios. Lo he examinado alguna vez: en el tercer capítulo muere
el héroe, en el cuarto está vivo. En cuanto a la otra empresa de Ts’ui
Pên, a su Laberinto…<br /> -Aquí está el Laberinto -dijo indicándome un alto escritorio laqueado.<br /> -¡Un laberinto de marfil! -exclamé-. Un laberinto mínimo…<br />
-Un laberinto de símbolos -corrigió-. Un invisible laberinto de tiempo.
A mí, bárbaro inglés, me ha sido deparado revelar ese misterio diáfano.
Al cabo de más de cien años, los pormenores son irrecuperables, pero no
es difícil conjeturar lo que sucedió. Ts’ui Pên diría una vez: Me
retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto.
Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un
solo objeto. El Pabellón de la Límpida Soledad se erguía en el centro de
un jardín tal vez intrincado; el hecho puede haber sugerido a los
hombres un laberinto físico. Ts’ui Pên murió; nadie, en las dilatadas
tierras que fueron suyas, dio con el laberinto; la confusión de la
novela me sugirió que ése era el laberinto. Dos circunstancias me dieron
la recta solución del problema. Una: la curiosa leyenda de que Ts’ui
Pên se había propuesto un laberinto que fuera estrictamente infinito:
Otra: un fragmento de una carta que descubrí.<br /> Albert se levantó. Me
dio, por unos instantes, la espalda; abrió un cajón del áureo y
renegrido escritorio. Volvió con un papel antes carmesí; ahora rosado y
tenue y cuadriculado. Era justo el renombre caligráfico de Ts’ui Pên.
Leí con incomprensión y fervor estas palabras que con minucioso pincel
redactó un hombre de mi sangre: Dejo a los varios porvenires (no a
todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Devolví en silencio la
hoja. Albert prosiguió:<br /> -Antes de exhumar esta carta, yo me había
preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro
procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya
última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar
indefinidamente. Recordé también esa noche que está en el centro de las
1001 Noches, cuando la reina Shahrazad (por una mágica distracción del
copista), se pone a referir textualmente la historia de las 1001 Noches,
con riesgo de llegar otra vez a la noche en que la refiere, y así hasta
lo infinito. Imaginé también una obra platónica, hereditaria,
trasmitida de padre a hijo, en la que cada nuevo individuo agregara un
capítulo o corrigiera con piadoso cuidado la página de los mayores. Esas
conjeturas me distrajeron; pero ninguna parecía corresponder, siquiera
de un modo remoto, a los contradictorios capítulos de Ts’ui Pên. En esa
perplejidad, me remitieron de Oxford el manuscrito que usted ha
examinado. Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a los varios
porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en
el acto comprendí; el jardín de senderos que se bifurcan era la novela
caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de
la bifurcación en el tiempo, no en el espacio. La relectura general de
la obra confirmó esa teoría. En todas las ficciones, cada vez que un
hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las
otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pên, opta -simultáneamente-
por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también
proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela.
Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a su puerta; Fang
resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlaces posibles: Fang
puede matar al intruso, el intruso puede matar a Fang, ambos pueden
salvarse, ambos pueden morir, etcétera. En la obra de Ts’ui Pên, todos
los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras
bifurcaciones. Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen: por
ejemplo, usted llega a esta casa, pero en uno de los pasados posibles
usted es mi enemigo, en otro mi amigo. Si se resigna usted a mi
pronunciación incurable, leeremos unas páginas.<br /> Su rostro, en el
vívido círculo de la lámpara, era sin duda el de un anciano, pero con
algo inquebrantable y aun inmortal. Leyó con lenta precisión dos
redacciones de un mismo capítulo épico. En la primera, un ejército
marcha hacia una batalla a través de una montaña desierta; el horror de
las piedras y de la sombra le hace menospreciar la vida y logra con
facilidad la victoria; en la segunda, el mismo ejército atraviesa un
palacio en el que hay una fiesta; la resplandeciente batalla les parece
una continuación de la fiesta y logran la victoria. Yo oía con decente
veneración esas viejas ficciones, acaso menos admirables que el hecho de
que las hubiera ideado mi sangre y de que un hombre de un imperio
remoto me las restituyera, en el curso de una desesperada aventura, en
una isla occidental. Recuerdo las palabras finales, repetidas en cada
redacción como un mandamiento secreto: Así combatieron los héroes,
tranquilo el admirable corazón, violenta la espada, resignados a matar y
a morir.<br /> Desde ese instante, sentí a mi alrededor y en mi oscuro
cuerpo una invisible, intangible pululación. No la pululación de los
divergentes, paralelos y finalmente coalescentes ejércitos, sino una
agitación más inaccesible, más íntima y que ellos de algún modo
prefiguraban. Stephen Albert prosiguió: -No creo que su ilustre
antepasado jugara ociosamente a las variaciones. No juzgo verosímil que
sacrificara trece años a la infinita ejecución de un experimento
retórico. En su país, la novela es un género subalterno; en aquel tiempo
era un género despreciable. Ts’ui Pên fue un novelista genial, pero
también fue un hombre de letras que sin duda no se consideró un mero
novelista. El testimonio de sus contemporáneos proclama -y harto lo
confirma su vida- sus aficiones metafísicas, místicas. La controversia
filosófica usurpa buena parte de su novela. Sé que de todos los
problemas, ninguno lo inquietó y lo trabajó como el abismal problema del
tiempo. Ahora bien, ése es el único problema que no figura en las
páginas del Jardín. Ni siquiera usa la palabra que quiere decir tiempo.
¿Cómo se explica usted esa voluntaria omisión?<br /> Propuse varias
soluciones; todas, insuficientes. Las discutimos; al fin, Stepehn Albert
me dijo: -En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única
palabra prohibida? Reflexioné un momento y repuse: -La palabra ajedrez.<br />
-Precisamente -dijo Albert-. El jardín de senderos que se bifurcan es
una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa
recóndita le prohíbe la mención de su nombre. Omitir siempre una
palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrases evidentes, es
quizás el modo más enfático de indicarla. Es el modo tortuoso que
prefirió, en cada uno de los meandros de su infatigable novela, el
oblicuo Ts’ui Pên. He confrontado centenares de manuscritos, he
corregido los errores que la negligencia de los copistas ha introducido,
he conjeturado el plan de ese caos, he restablecido, he creído
restablecer, el orden primordial, he traducido la obra entera: me consta
que no emplea una sola vez la palabra tiempo. La explicación es obvia:
El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no
falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de
Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme,
absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y
vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama
de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente
se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría
de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no
usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara,
usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me
ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy
un error, un fantasma.<br /> -En todos -articulé no sin un temblor- yo agradezco y venero su recreación del jardín de Ts’ui Pên.<br />
-No en todos -murmuró con una sonrisa-. El tiempo se bifurca
perpetuamente hacia innumerables futuros. En uno de ellos soy su
enemigo.<br /> Volví a sentir esa pululación de que hablé. Me pareció que
el húmedo jardín que rodeaba la casa estaba saturado hasta lo infinito
de invisibles personas. Esas personas eran Albert y yo, secretos,
atareados y multiformes en otras dimensiones de tiempo. Alcé los ojos y
la tenue pesadilla se disipó. En el amarillo y negro jardín había un
solo hombre; pero ese hombre era fuerte como una estatua, pero ese
hombre avanzaba por el sendero y era el capitán Richard Madden.<br /> -El
porvenir ya existe -respondí-, pero yo soy su amigo. ¿Puedo examinar de
nuevo la carta? Albert se levantó. Alto, abrió el cajón del alto
escritorio; me dio por un momento la espalda. Yo había preparado el
revólver. Disparé con sumo cuidado: Albert se desplomó sin una queja,
inmediatamente. Yo juro que su muerte fue instantánea: una fulminación.<br />
Lo demás es irreal, insignificante. Madden irrumpió, me arrestó. He
sido condenado a la horca. Abominablemente he vencido: he comunicado a
Berlín el secreto nombre de la ciudad que deben atacar. Ayer la
bombardearon; lo leí en los mismos periódicos que propusieron a
Inglaterra el enigma de que el sabio sinólogo Stephen Albert muriera
asesinado por un desconocido, Yu Tsun. El Jefe ha descifrado ese enigma.
Sabe que mi problema era indicar (a través del estrépito de la guerra)
la ciudad que se llama Albert y que no hallé otro medio que matar a una
persona de ese nombre. No sabe (nadie puede saber) mi innumerable
contrición y cansancio. </span></b><br />
<span style="font-size: medium;"><b><b>Jorge Luis Borges</b>.</b>(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986) Escritor
argentino. Procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la
independencia del país. Su antepasado, el coronel Isidro Suárez, había
guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su
abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel.<b> </b>Pero
fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición
familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado
con la delicada Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su
familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y
se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció
el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana
Norah. </span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En aquella casa ajardinada aprendió Borges a
leer inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos
versos, los recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante
toda su vida. Apenas con seis años confesó a sus padres su vocación de
escritor, e inspirándose en un pasaje del Quijote redactó su primera
fábula cuando corría el año 1907: la tituló <i>La visera fatal</i>. A
los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición
propia, sino una brillante traducción al castellano de <i>El príncipe feliz</i> de Oscar Wilde. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En
el mismo año en que estalló la Primera Guerra Mundial, la familia
Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta
vez no por un admirable coronel, sino por un ex profesor de psicología e
inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su
trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta
radicarse definitivamente en la neutral Ginebra cuando estalló el
conflicto. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Borges era entonces un adolescente que
devoraba incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los
clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas, y que
descubría maravillado el expresionismo alemán, por lo que se decidió a
aprender el idioma descifrando por su cuenta la inquietante novela de
Gustav Meyrink <i>El golem</i>. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Hacia 1918 lee
asimismo a autores en lengua española como José Hernández, Leopoldo
Lugones y Evaristo Carriego y al año siguiente la familia pasa a residir
en España, primero en Barcelona y luego en Mallorca, donde al parecer
compuso unos versos, nunca publicados, en los que se exaltaba la
revolución soviética y que tituló <i>Salmos rojos</i>. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En
Madrid trabará amistad con un notable políglota y traductor español,
Rafael Cansinos-Assens, a quien extrañamente, a pesar de la enorme
diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a Valle
Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la
Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y gracias a sus
traducciones, fueron descubiertos en España los poetas expresionistas
alemanes, aunque había llegado ya el momento de regresar a la patria
convertido, irreversiblemente, en un escritor.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
De
regreso en Buenos Aires, fundó en 1921 con otros jóvenes la revista
Prismas y, más tarde, la revista Proa; firmó el primer manifiesto
ultraísta argentino, y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la
imprenta su primer libro de versos: <a href="http://delcastilloencantado.blogspot.com/2013/04/nueva-york-celebrara-el-90-aniversario.html#axzz2POls1ziT" target="_blank"><i>Fervor de Buenos Aires</i> (1923)</a>. Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de poemas, como <i>Luna de enfrente</i> (1925) y <i>Cuaderno San Martín</i> (1929), y otros de ensayos, como <i>Inquisiciones</i>, <i>El tamaño de mi esperanza</i> y <i>El idioma de los argentinos</i>, que desde entonces se negaría a reeditar. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Durante los años treinta su fama creció en Argentina y su actividad intelectual se vinculó a <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ocampo.htm">Victoria y Silvina Ocampo</a>, quienes a su vez le presentaron a <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bioy.htm">Adolfo Bioy Casares</a>,
pero su consagración internacional no llegaría hasta muchos años
después. De momento ejerce asiduamente la crítica literaria, traduce con
minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a William Faulkner y
publica antologías con sus amigos. En 1938 fallece su padre y comienza a
trabajar como bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; durante las
navidades de ese mismo año sufre un grave accidente, provocado por su
progresiva falta de visión, que a punto está de costarle la vida.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Al
agudizarse su ceguera, deberá resignarse a dictar sus cuentos
fantásticos y desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud
de su madre y de su amigos para poder escribir, colaboración que
resultará muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año que asiste como
testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos
una espléndida <i>Antología de la literatura fantástica</i>, y al año siguiente una <i>Antología poética argentina</i>. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En
1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq y
entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que titulan <i>Seis problemas para don Isidro Parodi</i>.
Sin embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el éxito
deseado, e incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional de
Literatura con sus cuentos recogidos en el volumen <i>El jardín de los senderos que se bifurcan</i>, los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres libros, <i>Ficciones</i>, aparecido en 1944.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;"><b>Vicisitudes públicas </b></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En
1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor y su
hermana Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo
régimen: habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges,
una "prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos", pero lo cierto
es que, a causa de haber firmado manifiestos antiperonistas, el
gobierno lo apartó al año siguiente de su puesto de bibliotecario y lo
nombró inspector de aves y conejos en los mercados, cruel humorada e
indeseable honor al que el poeta ciego hubo de renunciar, para pasar,
desde entonces, a ganarse la vida como conferenciante. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
La
policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de
Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta de que este
organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo régimen. Ello
no obsta para que sea precisamente en esta época de tribulaciones
cuando publique su libro más difundido y original, <i>El Aleph</i>
(1949), ni para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías
de cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del
peronismo en 1955. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En esta diversa tesitura
política, el recién constituido gobierno lo designará, a tenor del gran
prestigio literario que ha venido alcanzando, director de la Biblioteca
Nacional e ingresará asimismo en la Academia Argentina de las Letras.
Enseguida los reconocimientos públicos se suceden: Doctor Honoris Causa
por la Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio
Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett,
Comendador de las Artes y de las Letras en Francia, Gran Premio del
Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio Interamericano Ciudad
de Sáo Paulo...</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div align="right" class="piefotos">
<span style="font-size: medium;"><img height="291" src="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/fotos/borges2.jpg" width="340" /><br />
Jorge Luis Borges </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Inesperadamente,
en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su juventud, Elsa
Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente que la
que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario, con
María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo, una mujer mucho más
joven que él, de origen japonés y a la que nombraría su heredera
universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve, sino desdichada,
y en 1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo
la abnegada protección de su madre. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Los últimos
reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral del
peronismo en Argentina en 1974, dado que sus inveterados enemigos no
tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la Biblioteca Nacional ni
en excluirlo de la vida cultural porteña. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Dos años
después, ya fuera como consecuencia de su resentimiento o por culpa de
una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada voz resonaba
internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de
Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se
arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a
cobrarse numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos"
entre los escritores. El propio Borges, en compañía de Ernesto Sábato y
otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador
para interesarse por el paradero de sus colegas "desaparecidos". </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
De
todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había
granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que
un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que jamás
recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones
políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron
recalcitrantemente tercos durante la última década de vida del escritor,
se alzaron voces, cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud
desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Para
todos estaba claro que nadie con más justicia que Borges lo merecía y
que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura. La
concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este agravio.
En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo
siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e
insólito como un "maestro".</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;"><b>La obra de Jorge Luis Borges</b></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Borges
es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Se
hace prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su
presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica especializada sino
además las diversas generaciones de escritores, que vuelven con
insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras
inextinguibles del arte de escribir.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Borges fue el
creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un original
modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio, destino o
realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas simbologías y
de una poderosa erudición, producto de su frecuentación de las diversas
literaturas europeas, en especial la anglosajona -William Shakespeare,
Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad son referencias
permanentes en su obra-, además de su conocimiento de la Biblia, la
Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura
clásica y la filosofía. Su riguroso formalismo, que se constata en la
ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le permitió combinar
esa gran variedad de elementos sin que ninguno de ellos desentonara.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
El primer libro de poemas de Borges fue <i>Fervor de Buenos Aires</i> (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista. En 1925 dio a conocer <i>Luna de enfrente</i> y, tres años más tarde, <i>Cuaderno San Martín</i>,
poemarios en los que aparece con insistencia su mirada sobre las
"orillas" urbanas, esos bordes geográficos de Buenos Aires en los que
años más tarde ubicará la acción de muchos de sus relatos. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Puede
decirse que en estos primeros libros Borges funda con su escritura una
Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a calles y barrios,
portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad como un cazador en
busca de imágenes prototípicas, que luego volcará con maestría en sus
versos y prosas. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En 1930 publicó <i>Evaristo Carriego</i>,
un título esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo
que traza una biografía del poeta popular que da título al libro, se
detiene en la invención y narración de diferentes mitologías porteñas,
como en la poética descripción del barrio de Palermo. Evaristo Carriego
no responde a la estructura tradicional de las presentaciones
biográficas, sino que se sirve de la figura del poeta elegido para
presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como se manifiesta en
capítulos tales como "Las inscripciones de los carros" o "Historia del
tango".</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
Hacia 1932 da a conocer <i>Discusión</i>,
libro que reúne una serie de ensayos en los que se pone de manifiesto no
sólo la agudeza crítica de Borges sino además su capacidad en el arte
de conmover los conceptos tradicionales de la filosofía y la literatura.
Además de las páginas dedicadas al análisis de la poesía gauchesca,
este volumen integra capítulos que han servido como venero de asuntos de
reflexión para los escritores argentinos, tales como "El escritor
argentino y la tradición", "El arte narrativo y la magia" o "La
supersticiosa ética del lector".</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
En 1935 aparece <i>Historia universal de la infamia</i>,
con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa
narrativa y en los que es evidente la influencia de Robert Louis
Stevenson y Gilbert Chesterton. Este volumen incluye uno de sus cuentos
más famosos, "El hombre de laesquina rosada"<i> </i></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;"><i>Historia de la eternidad</i> (1936) y, sobre todo, <i>Ficciones</i>
(1944) acabaron de consolidar a Borges como uno de los escritores más
singulares del momento en lengua castellana. En las páginas de este
último libro se despliega toda su maestría imaginativa, plasmada en
cuentos como "La biblioteca de Babel", "El jardín de los senderos que se
bifurcan" o "La lotería de Babilonia". También pertenece a este volumen
"Pierre Menard, autor del Quijote", relato o ensayo -en Borges esos
géneros suelen confundirse deliberadamente- en el que reformula con
genial audacia el concepto tradicional de influencia literaria. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
También de 1944 es <i>Artificios</i>,
que incluye su célebre cuento "La muerte y la brújula", en el que la
trama policial se conjuga con sutiles apreciaciones derivadas del saber
cabalístico, al que Borges dedicó devota atención. <i>El Aleph</i>
(1949), volumen de diecisiete cuentos, vuelve a demostrar su maestría
estilística y su ajustada imaginación, que combina elementos de la
tradición filosófica y de la literatura fantástica. Además del cuento
que da título al libro, se incluyen otros como "Emma Zunz", "Deutsches
Requiem", "El Zahir" y "La escritura del Dios".</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;"><i>El Hacedor</i>
(1960) incluía algunas piezas escritas treinta años antes y sin embargo
guardaba una sólida unidad entre todas sus partes, no sólo formal sino
también en cuanto a contenidos, siempre alineados en la idea borgeana de
que tanto los grandes sistemas de la metafísica como las parábolas y
las elucidaciones de la teología son elementos que forman parte del gran
mundo de la literatura fantástica.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">
La obra de
Borges se reparte también en un buen número de volúmenes escritos en
colaboración, tanto dedicados a la ficción como al ensayo. Engrosan el
caudal de sus escritos una gran cantidad de notas de crítica
bibliográfica y comentarios de literatura, aparecidos en diferentes
publicaciones periódicas argentinas y extranjeras, además de
conferencias y entrevistas en las que desplegó con inteligencia y
mordacidad sus puntos de vista. Se trata de una parte de su obra que,
casi a la misma altura que sus libros considerados mayores, ha sido
objeto recurrente de comentario y estudio por parte de la crítica y de
numerosas recopilaciones.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: xx-small;"><span style="font-size: medium;">
Semblanza biográfica:biografíasyvidas.com.Texto:cuentosinfin.com. Fotos:Internet.</span> </span>
</div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-71568361479207946472015-06-14T05:47:00.003-07:002015-06-14T05:47:43.338-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-3648725059412760007" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8rAdfcnaX-qdJK4FGEn6vVPSbYJcKQCVmsFuGeulIk-ysdU6L02UVHO1PMhYl0Xh7upgeE7LnwJyP-p1J9IppmTk2-DhSSMNL_OiZBhOBRMf0_BvMhaINHG_-csc6DexvTSglbVt2D1U/s1600/Isaak+B%25C3%25A1bel.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8rAdfcnaX-qdJK4FGEn6vVPSbYJcKQCVmsFuGeulIk-ysdU6L02UVHO1PMhYl0Xh7upgeE7LnwJyP-p1J9IppmTk2-DhSSMNL_OiZBhOBRMf0_BvMhaINHG_-csc6DexvTSglbVt2D1U/s640/Isaak+B%25C3%25A1bel.jpg" width="462" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: maroon;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: black;"><span class="Apple-style-span">Isaac Babel</span></span></span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: maroon;"><b><span style="font-size: large;"><span style="color: black;"><span class="Apple-style-span">En la estación ferroviaria </span></span></span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: maroon;"><b><span style="font-size: large;"><span style="color: black;"><span class="Apple-style-span">Sucedió hace dos años en una estación
ferroviaria alejada de la mano de Dios, cerca de Penza.</span></span></span></b></span></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">Una pequeña multitud se encontraba en una
esquina del edificio de la estación. Decidí acercarme también. Resultó que
estaban despidiendo a un soldado que se embarcaba rumbo al frente.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
El soldado, borracho, con la cabeza erguida,
tocaba un pequeño acordeón. Un hipante jovencito -un obrero, a juzgar por su
apariencia- extendía las manos hacia el ejecutante y susurraba, con todo el
cuerpo temblando: </span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-Oye, Iván, la llevas bien, la llevas bien...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">Entonces se
alejó y dejó caer unas cuantas gotas de colonia en un vaso sucio con
aguardiente.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">Una botella con turbio líquido pasaba de mano
en mano. Todos habían bebido demasiado. El padre del soldado estaba sentado en
el piso, algo apartado, pálido y silencioso. El hermano del soldado seguía
vomitando. Se cayó, su cara golpeó el charco de vómito y se quedó dormido.
</span></span></b>
</div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">El tren llegó a la estación. Empezó la
despedida. Sin embargo, el padre del soldado no quiso moverse; ni siquiera se
levantó ni abrió los ojos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
-Semyonych, levántate -dijo el obrero-. Dale la
bendición a tu hijo. </span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
El viejo no respondió. Empezaron a sacudirlo.
Un botoncito pegado a su sombrero de piel pendía de un hilo, balanceándose de
un lado a otro. Se acercó un policía.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
-¡Idiotas -dijo-, el tipo está muerto y todavía
lo siguen sacudiendo!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">Resultó que tenía razón. El tipo se había
dormido y pasado a mejor vida. El soldado lo miraba, sin saber qué hacer. El
acordeón temblaba en sus manos y estas vibraciones hacían que sonara como si
lo estuviera tocando. </span></span></b>
</div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-Así es -seguía diciendo-, así es -extendió la
mano con el acordeón y agregó-: El acordeón se le queda a Pete.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
El jefe de estación apareció en la plataforma.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-Sigan festejando -dijo-, encontraron un buen
lugar para festejar… Prokror, hijo de pu<span lang="en-us">ta</span>, da la
segunda llamada<span lang="en-us">...</span></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">El policía golpeó la campana dos veces con la
gran llave de hierro del baño de la estación (el badajo de la campana había
sido arrancado hacía mucho tiempo).</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
-¿Por qué no te despides de tu padre -le dijo
alguien al soldado-, en lugar de quedarte ahí como una bestia idiota?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
El soldado se inclinó, besó la mano fría de su
padre, se persignó y caminó hacia el tren. Su hermano seguía dormido sobre su
propio vómito.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">Pronto se llevaron al viejo. La multitud se
empezó a dispersar.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-Según tú, esta es nuestra vida de sobriedad
-dijo un diminuto comerciante que estaba cerca de mí-. Caen como moscas estos
hijos de puta…</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-“Vida de sobriedad” una mierda -habló un
campesino barbado con voz firme y pausada-. Nuestro pueblo es un pueblo
borracho, porque necesita tener la mirada turbia…</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-¿Qué dices? -preguntó el comerciante,
aparentemente tenía dificultad para oír.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
-Mira aquí -respondió el campesino y apuntó con
la mano hacia el remoto campo negro que se extendía hasta el infinito.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"><br />
-¿Y eso qué?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span">-“¿Y eso qué?” ¿Y eso qué? ¿Acaso se ve algo
turbio allá? Por eso nuestro pueblo necesita una mirada turbia, de veras
turbia.</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="Apple-style-span"><b>Isaak Emanuílovich Bábel</b> (en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ruso" title="Idioma ruso">ruso</a>: Исаа́к Эммануи́лович Ба́бель; <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Odesa" title="Odesa">Odesa</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/13_de_julio" title="13 de julio">13 de julio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1894" title="1894">1894</a> – <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/27_de_enero" title="27 de enero">27 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1940" title="1940">1940</a>). Periodista, escritor y dramaturgo <a class="mw-disambig" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sovi%C3%A9tico" title="Soviético">soviético</a> que ganó gran fama internacional durante la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A9cada_de_1930" title="Década de 1930">década de 1930</a>. Fue detenido, torturado y ejecutado durante la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Purga" title="Gran Purga">Gran Purga</a> de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stalin" title="Stalin">Stalin</a>.</span><b><span class="Apple-style-span"> </span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Bábel nació en una familia de origen <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%ADo" title="Judío">judío</a> en el gueto de la ciudad de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Odesa" title="Odesa">Odesa</a>, durante un periodo de desasosiego social en el que tuvo lugar el éxodo masivo de muchos judíos del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_ruso" title="Imperio ruso">Imperio ruso</a>. Bábel sobrevivió un brutal <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pogromo" title="Pogromo">pogromo</a> ocurrido en su ciudad natal con motivo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_rusa_de_1905" title="Revolución rusa de 1905">Revolución rusa de 1905</a>,
salvando la vida con la ayuda de vecinos cristianos que dieron refugio a
su familia, pero su abuelo Shoyl fue uno de los 300 judíos asesinados
en la ciudad.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Para ingresar en las clases preparatorias del Instituto Comercial <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_I_de_Rusia" title="Nicolás I de Rusia">Nicolás I</a>, Bábel tuvo que sobresalir en la <a class="mw-disambig" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuota" title="Cuota">cuota</a> judía, diseñada por el régimen <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_II_de_Rusia" title="Nicolás II de Rusia">zarista</a>
para excluir a un gran sector de la juventud judía de la educación
superior: solo podían postular a tales estudios el 10% de niños judíos
de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Zona_de_Asentamiento" title="Zona de Asentamiento">Zona de Asentamiento</a>; el 5% del exterior de dicha zona y el 3% de las dos capitales (Moscú y San Petersburgo).</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">A pesar de que alcanzó los grados académicos para entrar al Instituto
Comercial, Bábel fue rechazado y el puesto se le otorgó a otro niño,
cuyos padres sobornaron a las autoridades del colegio. Por ello fue
educado en su casa y en un año cumplió el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Curr%C3%ADculo_%28educaci%C3%B3n%29" title="Currículo (educación)">currículo</a> de dos años escolares. También estudió el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Talmud" title="Talmud">Talmud</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%BAsica_cl%C3%A1sica" title="Música clásica">música clásica</a>, estudió el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_franc%C3%A9s" title="Idioma francés">idioma</a> y la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_francesa" title="Literatura francesa">literatura franceses</a>. Lector y admirador de la literatura de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gustave_Flaubert" title="Gustave Flaubert">Flaubert</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guy_de_Maupassant" title="Guy de Maupassant">Maupassant</a>, Bábel comenzó escribiendo sus primeros cuentos en francés.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Después de tratar de postular en vano a la <a class="extiw" href="http://en.wikipedia.org/wiki/Odessa_University" title="en:Odessa University">Universidad de Odesa</a> (donde también se le impidió el ingreso por razones de "cuota para judíos"), Bábel ingreso en el Instituto de Comercio de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Kiev" title="Kiev">Kiev</a>, donde conoció a su futura esposa, Yevguenia Gronfein.</span><br />
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1915" title="1915">1915</a> Bábel se graduó y se trasladó a Petrogrado, hoy <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/San_Petersburgo" title="San Petersburgo">San Petersburgo</a>, desafiando las leyes zaristas que ordenaban el confinamiento de los judíos en la "<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Zona_de_Asentamiento" title="Zona de Asentamiento">Zona de Asentamiento</a>". En la capital conoció al gran escritor ruso <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1ximo_Gorki" title="Máximo Gorki">Máximo Gorki</a>, que publicó algunos de sus cuentos en la publicación literaria <i>Létopis</i>
("Летопись", "Crónicas"). Gorki aconsejó al joven Bábel que adquiriera
más experiencia de la vida mezclándose con el pueblo; Bábel escribió en
su autobiografía: “<i>…le debo todo a ese encuentro [con Gorki] y aún pronuncio el nombre [de Gorki] Alekséi Maksímovich con amor y admiración.</i>”
Uno de sus cuentos autobiográficos más famosos, “El cuento de mi
palomar”, está dedicado a Gorki. El cuento “La ventana del baño” fue
considerado obsceno por la censura oficial y Bábel fue acusado de violar
el artículo 1.001 del Código Penal.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Bábel comentó sobre este periodo en Petrogrado:</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Terminada la escuela me desplacé a Kíev y, en 1915, a Petersburgo. En
Petersburgo lo pasé muy mal, no tenía certificado de residencia y me
ocultaba de la policía en la calle Púshkinskaya, en un sótano habitado
por un camarero desgarrado y borracho. En ese año de 1915 empecé a
llevar mis creaciones a las editoriales, pero me echaban de todas
partes. Todos los redactores (el difunto Izmáilov, Possé y otros) me
aconsejaban que me emplease en alguna tienda; no les hice caso y a fines
de 1916 llegué hasta Gorki.</span><br />
</blockquote>
<br />
<span style="font-size: medium;">En los siguientes siete años, Bábel se adhirió al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Comunismo" title="Comunismo">comunismo</a> soviético y participó en la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_rusa" title="Guerra Civil rusa">Guerra Civil rusa</a> como cronista y soldado, también trabajó en la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cheka" title="Cheka">Cheka</a> (ЧК - чрезвычайная комиссия) como traductor para los servicios de la contrainteligencia. Tuvo puestos en el <i>Gubkom de Odesa</i> (el Comité Regional del Partido <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bolchevique" title="Bolchevique">Bolchevique</a>), en el centro requisitorio de alimentos, y en el <i>Narkompros</i>
(Comisaría del Pueblo para la Educación). Trabajó en una oficina de
impresión tipográfica y desempeño el cargo de reportero y periodista en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/San_Petersburgo" title="San Petersburgo">San Petersburgo</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tiflis" title="Tiflis">Tiflis</a>. El <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/9_de_agosto" title="9 de agosto">9 de agosto</a> del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1919" title="1919">1919</a> se casó con Yevguenia Gronfein en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Odesa" title="Odesa">Odesa</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1920" title="1920">1920</a>, durante la sangrienta <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_rusa" title="Guerra Civil rusa">Guerra Civil rusa</a>, a Bábel se le otorgó el cargo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Periodista" title="Periodista">periodista</a> en el famoso "Primer Ejército de Caballería" (<i>Konarmia</i>) del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mariscal_de_campo_%28rango_militar%29" title="Mariscal de campo (rango militar)">mariscal de campo</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Semi%C3%B3n_Budionni" title="Semión Budionni">Semión Budionni</a>. Bábel fue testigo de la campaña militar de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Polaco-Sovi%C3%A9tica" title="Guerra Polaco-Soviética">Guerra Polaco-Soviética</a> del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1920" title="1920">1920</a> y documentó los horrores del conflicto armado en su <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Diario_de_1920&action=edit&redlink=1" title="Diario de 1920 (aún no redactado)">Diario de 1920</a></i> (<i>Konarméyski Dnevnik 1920 Goda</i>), que utilizó más tarde para escribir su libro más famoso, <i>"Caballería Roja"</i> (<i>Конармия</i>).</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Bábel escribió: “<i>Fue alrededor de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1923" title="1923">1923</a> cuando aprendí a expresar mis pensamientos de forma clara y concisa. A partir de entonces volví a escribir</i>”. Varios escritos, que fueron más tarde incluidos en <i>Caballería Roja</i>, fueron publicados en la destacada revista LEF ("ЛЕФ"), del poeta <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vlad%C3%ADmir_Maiakovski" title="Vladímir Maiakovski">Vladímir Maiakovski</a>, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1924" title="1924">1924</a>. La falta de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Romanticismo" title="Romanticismo">romanticismo</a>
revolucionario en las crudas descripciones escritas por Bábel del
conflicto armado le crearon muchos enemigos en el poder, entre ellos, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Semi%C3%B3n_Budionni" title="Semión Budionni">Semión Budionni</a>. La intervención de su amigo y protector <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1ximo_Gorki" title="Máximo Gorki">Máximo Gorki</a> le ayudó a salvar la publicación del libro, que pronto sería traducido a varios idiomas.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Bábel publicó sus <i>"Cuentos de Odessa"</i> entre 1923 y 1924, mientras trabajaba como periodista. Luego, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1927" title="1927">1927</a>, publicó "<i>Atardecer"</i>, otra colección de relatos. La calidad de sus obras, junto con la popularidad de <i>Caballería Roja</i>, le ganaron la fama entre los escritores de la Unión Soviética, fama que se extendió inclusive al extranjero. Hacia <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1925" title="1925">1925</a> su relación con Yevguenia Gronfein empezó a dañarse debido a las críticas de esta hacia el régimen <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Comunista" title="Comunista">comunista</a> y a presuntos romances de Bábel con otras mujeres, por lo cual ella emigró a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs" title="París">París</a>.
Durante este periodo, Bábel inició un romance con Tamara Kashírina, con
la que tuvo un hijo. Tras la ruptura entre Bábel y Kashírina, el niño
fue adoptado por el segundo esposo de ella, el también escritor <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vsevolod_Ivanov" title="Vsevolod Ivanov">Vsévolod Ivánov</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Bábel logró viajar a París para buscar la reconciliación con su
esposa, y, tras lograrlo, ambos volvieron a la URSS, se establecieron en
Moscú y tuvieron una hija en 1929. No obstante, pronto el matrimonio
volvió a enemistarse y Yevgenia Gronfein volvió definitivamente a
Francia, mientras Bábel contraía desde <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1932" title="1932">1932</a> una <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pareja_de_hecho" title="Pareja de hecho">unión de hecho</a> con la joven estudiante Antonina Pirozhkova (1909–2010), con quien tuvo una hija: Lydia Bábel.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Durante esos años Bábel se mostró cercano al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_socialista" title="Realismo socialista">realismo socialista</a> postulado por el régimen soviético y de conformidad con las tesis de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1ximo_Gorki" title="Máximo Gorki">Máximo Gorki</a>, pero pronto halló que su propio estilo literario, seco, directo y de crudo <a class="mw-disambig" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo" title="Realismo">realismo</a>, no era del agrado de las autoridades al faltarle "romanticismo revolucionario". En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1932" title="1932">1932</a>
Bábel logró viajar a París para visitar a su esposa y su hija durante
varios meses, pero no logró convencerlas para retornar con él a la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/URSS" title="URSS">URSS</a>, y Bábel tampoco aceptó la idea de quedarse a vivir en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" title="Francia">Francia</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Cuando publicó su drama teatral <i>"María"</i> en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1934" title="1934">1934</a>, era visible la inconformidad de Bábel con el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_socialista" title="Realismo socialista">realismo socialista</a>, y ese mismo año, en el primer congreso de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_de_Escritores_Sovi%C3%A9ticos" title="Unión de Escritores Soviéticos">Unión de Escritores Soviéticos</a>, Bábel mismo se definió irónicamente como "<i>maestro del silencio</i>", causando la ira de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stalin" title="Stalin">Stalin</a>,
quien advirtió una crítica al régimen tras la ironía lanzada. La gran
fama nacional e internacional de Bábel impidió que este fuera censurado o
perseguido, y, por el contrario, se le permitió aún viajar al
extranjero como parte de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Propaganda" title="Propaganda">propaganda</a> cultural del régimen. No obstante, la muerte de su protector <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1ximo_Gorki" title="Máximo Gorki">Máximo Gorki</a>, en junio de 1936, lo dejó sin su único escudo ante la hostilidad de Stalin.</span><br />
<span style="font-size: medium;">A inicios de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A9cada_de_1930" title="Década de 1930">década de 1930</a> Bábel sostenía un romance con la traductora diplomática Yevguenia Feigenburg, quien luego sería esposa de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nikol%C3%A1i_Yezhov" title="Nikolái Yezhov">Nikolái Yezhov</a>, el poderoso jefe máximo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/NKVD" title="NKVD">NKVD</a> desde septiembre de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1936" title="1936">1936</a>,
pero el amorío de Bábel continuó incluso tras el matrimonio de
Feigenburg con Yezhov. La cercanía de Bábel al matrimonio Yezhov le
causó mayores sospechas dentro del entorno de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stalin" title="Stalin">Stalin</a>, especialmente durante el periodo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Purga" title="Gran Purga">Gran Purga</a> ejecutada por el régimen desde 1934.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Tras el alejamiento de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nikol%C3%A1i_Yezhov" title="Nikolái Yezhov">Yezhov</a>
de la NKVD en enero de 1939 y el suicidio de Yevguenia Feigenburg dos
meses antes, la situación de Bábel se hacía más arriesgada al no tener
ya protector alguno dentro de la élite gubernamental y haber sido blanco
de las sospechas de Stalin desde hacía varios años. De hecho, el propio
Yezhov fue arrestado por orden de Stalin el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/10_de_abril" title="10 de abril">10 de abril</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1939" title="1939">1939</a>, sujeto a torturas, un juicio sumario y, luego, fusilado. El <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/15_de_mayo" title="15 de mayo">15 de mayo</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1939" title="1939">1939</a>, Bábel fue arrestado en su <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dacha" title="Dacha">dacha</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pered%C3%A9lkino" title="Peredélkino">Peredélkino</a>, a las afueras de Moscú, por agentes policiales enviados por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lavrenti_Beria" title="Lavrenti Beria">Lavrenti Beria</a>, el nuevo jefe de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/NKVD" title="NKVD">NKVD</a>.
Antonina Pirozhkova quedó en libertad con la hija de ambos, pero fue
impedida de conocer la suerte de su pareja y debió entregar a la policía
secreta todos los manuscritos y cartas de Bábel, los cuales se
perdieron hasta hoy.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Bábel fue encarcelado en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Prisi%C3%B3n_de_Butyrka" title="Prisión de Butyrka">prisión de Butyrka</a> inmediatamente, pero no fue conducido llevado ante un tribunal hasta el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/26_de_enero" title="26 de enero">26 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1940" title="1940">1940</a>; allí fue sometido a un juicio sumario acusado de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espionaje" title="Espionaje">espionaje</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Terrorismo" title="Terrorismo">terrorismo</a>
contra el gobierno (Art. 58 del Código Penal soviético], siendo
condenado a muerte y fusilado al día siguiente. Tras el arresto, Bábel y
sus obras fueron <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Damnatio_memoriae" title="Damnatio memoriae">prohibidas de toda mención pública</a>, sus libros retirados de la circulación y su nombre borrado de todo registro literario de la URSS.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Bábel no sería rehabilitado sino hasta diciembre de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1954" title="1954">1954</a>, durante el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Deshielo_de_Jrushchov" title="Deshielo de Jrushchov">deshielo de Jrushchov</a>, cuando la condena de 1940 fue anulada al considerarse la "ausencia de cualquier crimen" en las actividades del escritor. <b>Bibliografía</b>: Bábel, Isaak. <i>Cuentos de Odessa</i>, Barcelona, Bruguera, 1981. BÁBEL, Isaac: <i>Debes saberlo todo (Relatos 1915-1937)</i>. Madrid, Alianza, 1976. Traducción del inglés: Veronica Head. BÁBEL, Isaac: <i>Cuentos de Odessa y otros relatos</i>. Madrid, Alianza, 1972. Traducción: José Fernández Sánchez. Isaak Emmanuílovich Bábel. <i>Siete Relatos</i>. Grupo Editorial Norma, 1998. Isaak Bábel. <i>Caballería Roja - Diario de 1920</i>. </span><br />
<span style="font-size: medium;"> Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto:ciudadseva.com.Foto:Internet</span><br />
<b><span style="font-size: large;"><span class="Apple-style-span"></span></span></b></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-23537200029198359992015-06-07T06:17:00.001-07:002015-06-07T06:17:20.186-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-3834172288308271005" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXExyMxZhmDSZYfhNe7ZtolcIAhbU0tA50WcCYfEKmxW523A9QLul6wvKU0c-WLZaAfQPoCwr8K5ng11owHVVKQencNN-w0FCChALd8SPSWZa-OkZv4mWa4zO4uQhgquHZKPO-nEnxOkBW/s1600/Horacio+Quiroga+rostro.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="630" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXExyMxZhmDSZYfhNe7ZtolcIAhbU0tA50WcCYfEKmxW523A9QLul6wvKU0c-WLZaAfQPoCwr8K5ng11owHVVKQencNN-w0FCChALd8SPSWZa-OkZv4mWa4zO4uQhgquHZKPO-nEnxOkBW/s640/Horacio+Quiroga+rostro.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Horacio Quiroga </span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El desierto </span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La canoa se deslizaba costeando el
bosque, o lo que podía parecer bosque en aquella oscuridad. Más por
instinto que por indicio alguno Subercasaux sentía su proximidad, pues
las tinieblas eran un solo bloque infranqueable, que comenzaban en las
manos del remero y subían hasta el cenit. El hombre conocía bastante
bien su río, para no ignorar dónde se hallaba; pero en tal noche y bajo
amenaza de lluvia, era muy distinto atracar entre tacuaras punzantes o
pajonales podridos, que en su propio puertito. Y Subercasaux no iba solo
en la canoa. <br /><br />La atmósfera estaba cargada a un grado asfixiante.
En lado alguno a que se volviera el rostro, se hallaba un poco de aire
que respirar. Y en ese momento, claras y distintas, sonaban en la canoa
algunas gotas. <br /><br />Subercasaux alzó los ojos, buscando en vano en el
cielo una conmoción luminosa o la fisura de un relámpago. Como en toda
la tarde, no se oía tampoco ahora un solo trueno. <br /><br />-Lluvia para toda la noche -pensó. Y volviéndose a sus acompañantes, que se mantenían mudos en popa: <br /><br />-Pónganse las capas -dijo brevemente-. Y sujétense bien. <br /><br />En
efecto, la canoa avanzaba ahora doblando las ramas, y dos o tres veces
el remo de babor se había deslizado sobre un gajo sumergido. Pero aun a
trueque de romper un remo, Subercasaux no perdía contacto con la fronda,
pues de apartarse cinco metros de la costa podía cruzar y recruzar toda
la noche delante de su puerto, sin lograr verlo. <br /><br />Bordeando
literalmente el bosque a flor de agua, el remero avanzó un rato aún. Las
gotas caían ahora más densas, pero también con mayor intermitencia.
Cesaban bruscamente, como si hubieran caído no se sabe de dónde. Y
recomenzaban otra vez, grandes, aisladas y calientes, para cortarse de
nuevo en la misma oscuridad y la misma depresión de atmósfera. <br /><br />-Sujétense bien -repitió Subercasaux a sus dos acompañantes-. Ya hemos llegado. <br /><br />En
efecto, acababa de entrever la escotadura de su puerto. Con dos
vigorosas remadas lanzó la canoa sobre la greda, y mientras sujetaba la
embarcación al piquete, sus dos silenciosos acompañantes saltaban a
tierra, la que a pesar de la oscuridad se distinguía bien, por hallarse
cubierta de miríadas de gusanillos luminosos que hacían ondular el piso
con sus fuegos rojos y verdes. <br /><br />Hasta lo alto de la barranca, que
los tres viajeros treparon bajo la lluvia, por fin uniforme y maciza,
la arcilla empapada fosforeció. Pero luego las tinieblas los aislaron de
nuevo; y entre ellas, la búsqueda del sulky que habían dejado caído
sobre las varas. <br /><br />La frase hecha: "No se ve ni las manos puestas
bajo los ojos", es exacta. Y en tales noches, el momentáneo fulgor de un
fósforo no tiene otra utilidad que apretar enseguida la tiniebla
mareante, hasta hacernos perder el equilibrio. <br /><br />Hallaron, sin
embargo, el sulky, mas no el caballo. Y dejando de guardia junto a una
rueda a sus dos acompañantes, que, inmóviles bajo el capuchón caído,
crepitaban de lluvia, Subercasaux fue espinándose hasta el fondo de la
picada, donde halló a su caballo naturalmente enredado en las riendas. <br /><br />No
había Subercasaux empleado más de veinte minutos en buscar y traer al
animal; pero cuando al orientarse en las cercanías del sulky con un: <br /><br />-¿Están ahí, chiquitos? -oyó: <br /><br />-Si, piapiá. <br /><br />Subercasaux
se dio por primera vez cuenta exacta, en esa noche, de que los dos
compañeros que había abandonado a la noche y a la lluvia eran sus dos
hijos, de cinco y seis años, cuyas cabezas no alcanzaban al cubo de la
rueda, y que, juntitos y chorreando, esperaban tranquilos a que su padre
volviera. <br /><br />Regresaban por fin a casa, contentos y charlando.
Pasados los instantes de inquietud o peligro, la voz de Subercasaux era
muy distinta de aquella con que hablaba a sus chiquitos cuando debía
dirigirse a ellos como a hombres. Su voz había bajado dos tonos; y nadie
hubiera creído allí, al oír la ternura de las voces, que quien reía
entonces con las criaturas era el mismo hombre de acento duro y breve de
media hora antes. Y quienes en verdad dialogaban ahora eran Subercasaux
y su chica, pues el varoncito -el menor- se había dormido en las
rodillas del padre. <br /><br /><br /> Subercasaux se levantaba generalmente
al aclarar; y aunque lo hacía sin ruido, sabía bien que en el cuarto
inmediato su chico, tan madrugador como él, hacía rato que estaba con
los ojos abiertos esperando sentir a su padre para levantarse. Y
comenzaba entonces la invariable fórmula de saludo matinal de uno a otro
cuarto: <br /><br />-¡Buen día, piapiá! <br /><br />-¡Buen día, mi hijito querido! <br /><br />-¡Buen día, piapiacito adorado! <br /><br />-¡Buen día, corderito sin mancha! <br /><br />-¡Buen día, ratoncito sin cola! <br /><br />-¡Coaticito mío! <br /><br />-¡Piapiá tatucito! <br /><br />-¡Carita de gato! <br /><br />-¡Colita de víbora! <br /><br />Y
en este pintoresco estilo, un buen rato más. Hasta que, ya vestidos, se
iban a tomar café bajo las palmeras en tanto que la mujercita
continuaba durmiendo como una piedra, hasta que el sol en la cara la
despertaba. <br /><br />Subercasaux, con sus dos chiquitos, hechura suya en
sentimientos y educación, se consideraba el padre más feliz de la
tierra. Pero lo había conseguido a costa de dolores más duros de los que
suelen conocer los hombres casados. <br /><br />Bruscamente, como
sobrevienen las cosas que no se conciben por su aterradora injusticia,
Subercasaux perdió a su mujer. Quedó de pronto solo, con dos criaturas
que apenas lo conocían, y en la misma casa por él construida y por ella
arreglada, donde cada clavo y cada pincelada en la pared eran un agudo
recuerdo de compartida felicidad. <br /><br />Supo al día siguiente al abrir
por casualidad el ropero, lo que es ver de golpe la ropa blanca de su
mujer ya enterrada; y colgado, el vestido que ella no tuvo tiempo de
estrenar. <br /><br />Conoció la necesidad perentoria y fatal, si se quiere
seguir viviendo, de destruir hasta el último rastro del pasado, cuando
quemó con los ojos fijos y secos las cartas por él escritas a su mujer, y
que ella guardaba desde novia con más amor que sus trajes de ciudad. Y
esa misma tarde supo, por fin, lo que es retener en los brazos, deshecho
al fin de sollozos, a una criatura que pugna por desasirse para ir a
jugar con el chico de la cocinera. <br /><br />Duro, terriblemente duro
aquello... Pero ahora reía con sus dos cachorros que formaban con él una
sola persona, dado el modo curioso como Subercasaux educaba a sus
hijos. <br /><br />Las criaturas, en efecto, no temían a la oscuridad, ni a
la soledad, ni a nada de lo que constituye el terror de los bebés
criados entre las polleras de la madre. Más de una vez, la noche cayó
sin que Subercasaux hubiera vuelto del río, y las criaturas encendieron
el farol de viento a esperarlo sin inquietud. O se despertaban solos en
medio de una furiosa tormenta que los enceguecía a través de los
vidrios, para volverse a dormir enseguida, seguros y confiados en el
regreso de papá. <br /><br />No temían a nada, sino a lo que su padre les
advertía debían temer; y en primer grado, naturalmente, figuraban las
víboras. Aunque libres, respirando salud y deteniéndose a mirarlo todo
con sus grandes ojos de cachorros alegres, no hubieran sabido qué hacer
un instante sin la compañía del padre. Pero si éste, al salir, les
advertía que iba a estar tal tiempo ausente, los chicos se quedaban
entonces contentos a jugar entre ellos. De igual modo, si en sus mutuas y
largas andanzas por el monte o el río, Subercasaux debía alejarse
minutos u horas, ellos improvisaban enseguida un juego, y lo aguardaban
indefectiblemente en el mismo lugar, pagando así, con ciega y alegre
obediencia, la confianza que en ellos depositaba su padre. <br /><br />Galopaban
a caballo por su cuenta, y esto desde que el varoncito tenía cuatro
años. Conocían perfectamente -como toda criatura libre- el alcance de
sus fuerzas, y jamás lo sobrepasaban. Llegaban a veces, solos, hasta el
Yabebirí, al acantilado de arenisca rosa. <br /><br />-Cerciórense bien del terreno, y siéntense después -les había dicho su padre. <br /><br />El
acantilado se alza perpendicular a veinte metros de un agua profunda y
umbría que refresca las grietas de su base. Allá arriba, diminutos, los
chicos de Subercasaux se aproximaban tanteando las piedras con el pie. Y
seguros, por fin, se sentaban a dejar jugar las sandalias sobre el
abismo. <br /><br />Naturalmente, todo esto lo había conquistado Subercasaux en etapas sucesivas y con las correspondientes angustias. <br /><br />-Un día se mata un chico -decíase-. Y por el resto de mis días pasaré preguntándome si tenía razón al educarlos así. <br /><br />Sí,
tenía razón. Y entre los escasos consuelos de un padre que queda solo
con huérfanos, es el más grande el de poder educar a los hijos de
acuerdo con una sola línea de carácter. <br /><br />Subercasaux era, pues,
feliz, y las criaturas sentíanse entrañablemente ligadas a aquel hombrón
que jugaba horas enteras con ellos, les enseñaba a leer en el suelo con
grandes letras rojas y pesadas de minio y les cosía las rasgaduras de
sus bombachas con sus tremendas manos endurecidas. <br /><br />De coser
bolsas en el Chaco, cuando fue allá plantador de algodón, Subercasaux
había conservado la costumbre y el gusto de coser. Cosía su ropa, la de
sus chicos, las fundas del revólver, las velas de su canoa, todo con
hilo de zapatero y a puntada por nudo. De modo que sus camisas podían
abrirse por cualquier parte menos donde él había puesto su hilo
encerado. <br /><br />En punto a juegos, las criaturas estaban acordes en
reconocer en su padre a un maestro, particularmente en su modo de correr
en cuatro patas, tan extraordinario que los hacía enseguida gritar de
risa. <br /><br />Como, a más de sus ocupaciones fijas, Subercasaux tenía
inquietudes experimentales, que cada tres meses cambiaban de rumbo, sus
hijos, constantemente a su lado, conocían una porción de cosas que no es
habitual conozcan las criaturas de esa edad. Habían visto -y ayudado a
veces- a disecar animales, fabricar creolina, extraer caucho del monte
para pegar sus impermeables; habían visto teñir las camisas de su padre
de todos los colores, construir palancas de ocho mil kilos para estudiar
cementos; fabricar superfosfatos, vino de naranja, secadoras de tipo
Mayfarth, y tender, desde el monte al bungalow, un alambre carril
suspendido a diez metros del suelo, por cuyas vagonetas los chicos
bajaban volando hasta la casa. <br /><br />Por aquel tiempo había llamado la
atención de Subercasaux un yacimiento o filón de arcilla blanca que la
última gran bajada del Yabebirí dejara a descubierto. Del estudio de
dicha arcilla había pasado a las otras del país, que cocía en sus hornos
de cerámica -naturalmente, construido por él-. Y si había de buscar
índices de cocción, vitrificación y demás, con muestras amorfas,
prefería ensayar con cacharros, caretas y animales fantásticos, en todo
lo cual sus chicos lo ayudaban con gran éxito. <br /><br />De noche, y en
las tardes muy oscuras del temporal, entraba la fábrica en gran
movimiento. Subercasaux encendía temprano el horno, y los ensayistas,
encogidos por el frío y restregándose las manos, sentábanse a su calor a
modelar. <br /><br />Pero el horno chico de Subercasaux levantaba
fácilmente mil grados en dos horas, y cada vez que a este punto se abría
su puerta para alimentarlo, partía del hogar albeante un verdadero
golpe de fuego que quemaba las pestañas. Por lo cual los ceramistas
retirábanse a un extremo del taller, hasta que el viento helado que
filtraba silbando por entre las tacuaras de la pared los llevaba otra
vez, con mesa y todo, a caldearse de espaldas al horno. <br /><br />Salvo
las piernas desnudas de los chicos, que eran las que recibían ahora las
bocanadas de fuego, todo marchaba bien. Subercasaux sentía debilidad por
los cacharros prehistóricos; la nena modelaba de preferencia sombreros
de fantasía, y el varoncito hacía, indefectiblemente, víboras. <br /><br />A
veces, sin embargo, el ronquido monótono del horno no los animaba
bastante, y recurrían entonces al gramófono, que tenía los mismos discos
desde que Subercasaux se casó y que los chicos habían aporreado con
toda clase de púas, clavos, tacuaras y espinas que ellos mismos
aguzaban. Cada uno se encargaba por turno de administrar la máquina, lo
cual consistía en cambiar automáticamente de disco sin levantar siquiera
los ojos de la arcilla y reanudar enseguida el trabajo. Cuando habían
pasado todos los discos, tocaba a otro el turno de repetir exactamente
lo mismo. No oían ya la música, por resaberla de memoria; pero les
entretenía el ruido. <br /><br />A la diez los ceramistas daban por
terminada su tarea y se levantaban a proceder por primera vez al examen
crítico de sus obras de arte, pues antes de haber concluido todos no se
permitía el menor comentario. Y era de ver, entonces, el alborozo ante
las fantasías ornamentales de la mujercita y el entusiasmo que levantaba
la obstinada colección de víboras del nene. Tras lo cual Subercasaux
extinguía el fuego del horno, y todos de la mano atravesaban corriendo
la noche helada hasta su casa. <br /><br /><br /> Tres días después del paseo
nocturno que hemos contado, Subercasaux quedó sin sirvienta; y este
incidente, ligero y sin consecuencias en cualquier otra parte, modificó
hasta el extremo la vida de los tres desterrados. <br /><br />En los
primeros momentos de su soledad, Subercasaux había contado para criar a
sus hijos con la ayuda de una excelente mujer, la misma cocinera que
lloró y halló la casa demasiado sola a la muerte de su señora. <br /><br />Al
mes siguiente se fue, y Subercasaux pasó todas las penas para
reemplazarla con tres o cuatro hoscas muchachas arrancadas al monte y
que sólo se quedaban tres días por hallar demasiado duro el carácter del
patrón. <br /><br />Subercasaux, en efecto, tenía alguna culpa y lo
reconocía. Hablaba con las muchachas apenas lo necesario para hacerse
entender; y lo que decía tenía precisión y lógica demasiado masculinas.
Al barrer aquéllas el comedor, por ejemplo, les advertía que barrieran
también alrededor de cada pata de la mesa. Y esto, expresado brevemente,
exasperaba y cansaba a las muchachas. <br /><br />Por el espacio de tres
meses no pudo obtener siquiera una chica que le lavara los platos. Y en
estos tres meses Subercasaux aprendió algo más que a bañar a sus chicos.
<br /><br />Aprendió, no a cocinar, porque ya lo sabía, sino a fregar ollas
con la misma arena del patio, en cuclillas y al viento helado, que le
amorataba las manos. Aprendió a interrumpir a cada instante sus trabajos
para correr a retirar la leche del fuego o abrir el horno humeante, y
aprendió también a traer de noche tres baldes de agua del pozo -ni uno
menos- para lavar su vajilla. <br /><br />Este problema de los tres baldes
ineludibles constituyó una de sus pesadillas, y tardó un mes en darse
cuenta de que le eran indispensables. En los primeros días,
naturalmente, había aplazado la limpieza de ollas y platos, que
amontonaba uno al lado de otro en el suelo, para limpiarlos todos
juntos. Pero después de perder una mañana entera en cuclillas raspando
cacerolas quemadas (todas se quemaban), optó por cocinar-comer-fregar,
tres sucesivas cosas cuyo deleite tampoco conocen los hombres casados. <br /><br />No
le quedaba, en verdad, tiempo para nada, máxime en los breves días de
invierno. Subercasaux había confiado a los chicos el arreglo de las dos
piezas, que ellos desempeñaban bien que mal. Pero no se sentía él mismo
con ánimo suficiente para barrer el patio, tarea científica, radial,
circular y exclusivamente femenina, que, a pesar de saberla Subercasaux
base del bienestar en los ranchos del monte, sobrepasaba su paciencia. <br /><br />En
esa suelta arena sin remover, convertida en laboratorio de cultivo por
el tiempo cruzado de lluvias y sol ardiente, los piques se propagaron de
tal modo que se los veía trepar por los pies descalzos de los chicos.
Subercasaux, aunque siempre de stromboot, pagaba pesado tributo a los
piques. Y rengo casi siempre, debía pasar una hora entera después de
almorzar con los pies de su chico entre las manos, en el corredor y
salpicado de lluvia o en el patio cegado por el sol. Cuando concluía con
el varoncito, le tocaba el turno a sí mismo; y al incorporarse por fin,
curvaturado, el nene lo llamaba porque tres nuevos piques le habían
taladrado a medias la piel de los pies. <br /><br />La mujercita parecía
inmune, por ventura; no había modo de que sus uñitas tentaran a los
piques, de diez de los cuales siete correspondían de derecho al nene y
sólo tres a su padre. Pero estos tres resultaban excesivos para un
hombre cuyos pies eran el resorte de su vida montés. <br /><br />Los piques
son, por lo general, más inofensivos que las víboras, las uras y los
mismos barigüis. Caminan empinados por la piel, y de pronto la perforan
con gran rapidez, llegan a la carne viva, donde fabrican una bolsita que
llenan de huevos. Ni la extracción del pique o la nidada suelen ser
molestas, ni sus heridas se echan a perder más de lo necesario. Pero de
cien piques limpios hay uno que aporta una infección, y cuidado entonces
con ella. <br /><br />Subercasaux no lograba reducir una que tenía en un
dedo, en el insignificante meñique del pie derecho. De un agujerillo
rosa había llegado a una grieta tumefacta y dolorosísima, que bordeaba
la uña. Yodo, bicloruro, agua oxigenada, formol, nada había dejado de
probar. Se calzaba, sin embargo, pero no salía de casa, y sus
inacabables fatigas de monte se reducían ahora, en las tardes de lluvia,
a lentos y taciturnos paseos alrededor del patio, cuando al entrar el
sol el cielo se despejaba y el bosque, recortado a contraluz como sombra
chinesca, se aproximaba en el aire purísimo hasta tocar los mismos
ojos. <br /><br />Subercasaux reconocía que en otras condiciones de vida
habría logrado vencer la infección, la que sólo pedía un poco de
descanso. El herido dormía mal, agitado por escalofríos y vivos dolores
en las altas horas. Al rayar el día, caía por fin en un sueño
pesadísimo, y en ese momento hubiera dado cualquier cosa por quedar en
cama hasta las ocho siquiera. Pero el nene seguía en invierno tan
madrugador como en verano, y Subercasaux se levantaba achuchado a
encender el primus y preparar el café. Luego el almuerzo, el restregar
ollas. Y por diversión, al mediodía, la inacabable historia de los
piques de su chico. <br /><br />-Esto no puede continuar así -acabó por decirse Subercasaux-. Tengo que conseguir a toda costa una muchacha. <br /><br />Pero
¿cómo? Durante sus años de casado esta terrible preocupación de la
sirvienta había constituido una de sus angustias periódicas. Las
muchachas llegaban y se iban, como lo hemos dicho, sin decir por qué, y
esto cuando había una dueña de casa. Subercasaux abandonaba todos sus
trabajos y por tres días no bajaba del caballo, galopando por las
picadas desde Apariciocué a San Ignacio, tras de la más inútil muchacha
que quisiera lavar los pañales. Un mediodía, por fin, Subercasaux
desembocaba del monte con una aureola de tábanos en la cabeza y el
pescuezo del caballo deshilado en sangre; pero triunfante. La muchacha
llegaba al día siguiente en ancas de su padre, con un atado; y al mes
justo se iba con el mismo atado, a pie. Y Subercasaux dejaba otra vez el
machete o la azada para ir a buscar su caballo, que ya sudaba al sol
sin moverse. <br /><br />Malas aventuras aquellas, que le habían dejado un amargo sabor y que debían comenzar otra vez. ¿Pero hacia dónde? <br /><br />Subercasaux
había ya oído en sus noches de insomnio el tronido lejano del bosque,
abatido por la lluvia. La primavera suele ser seca en Misiones, y muy
lluvioso el invierno. Pero cuando el régimen se invierte -y de esperar
en el clima de Misiones-, las nubes precipitan en tres meses un metro de
agua, de los mil quinientos milímetros que deben caer en el año. <br /><br />Hallábanse
ya casi sitiados. El Horqueta, que corta el camino hacia la costa del
Paraná, no ofrecía entonces puente alguno y sólo daba paso en el vado
carretero, donde el agua caía en espumoso rápido sobre piedras redondas y
movedizas, que los caballos pisaban estremecidos. Esto, en tiempos
normales; porque cuando el riacho se ponía a recoger las aguas de siete
días de temporal, el vado quedaba sumergido bajo cuatro metros de agua
veloz, estirada en hondas líneas que se cortaban y enroscaban de pronto
en un remolino. Y los pobladores del Yabebirí, detenidos a caballo ante
el pajonal inundado, miraban pasar venados muertos, que iban girando
sobre sí mismos. Y así por diez o quince días. <br /><br />El Horqueta daba
aún paso cuando Subercasaux se decidió a salir; pero en su estado, no se
atrevía a recorrer a caballo tal distancia. Y en el fondo, hacia el
arroyo del Cazador, ¿qué podía hallar? <br /><br />Recordó entonces a un
muchachón que había tenido una vez, listo y trabajador como pocos, quien
le había manifestado riendo, el mismo día de llegar, y mientras fregaba
una sartén en el suelo, que él se quedaría un mes, porque su patrón lo
necesitaba; pero ni un día más, porque ese no era un trabajo para
hombres. El muchacho vivía en la boca del Yabebirí, frente a la isla del
Toro; lo cual representaba un serio viaje, porque si el Yabebirí se
desciende y se remonta jugando, ocho horas continuas de remo aplastan
los dedos de cualquiera que ya no está en tren. <br /><br />Subercasaux se
decidió, sin embargo. Y a pesar del tiempo amenazante, fue con sus
chicos hasta el río, con el aire feliz de quien ve por fin el cielo
abierto. Las criaturas besaban a cada instante la mano de su padre, como
era hábito en ellos cuando estaban muy contentos. A pesar de sus pies y
el resto, Subercasaux conservaba todo su ánimo para sus hijos; pero
para éstos era cosa muy distinta atravesar con su piapiá el monte
enjambrado de sorpresas y correr luego descalzos a lo largo de la costa,
sobre el barro caliente y elástico del Yabebirí. <br /><br />Allí les
esperaba lo ya previsto: la canoa llena de agua, que fue preciso
desagotar con el achicador habitual y con los mates guardabichos que los
chicos llevaban siempre en bandolera cuando iban al monte. <br /><br />La
esperanza de Subercasaux era tan grande que no se inquietó lo necesario
ante el aspecto equívoco del agua enturbiada, en un río que
habitualmente da fondo claro a los ojos hasta dos metros. <br /><br />-Las lluvias -pensó- no se han obstinado aún con el sudeste... Tardará un día o dos en crecer. <br /><br />Prosiguieron
trabajando. Metidos en el agua a ambos lados de la canoa, baldeaban de
firme. Subercasaux, en un principio, no se había atrevido a quitarse las
botas, que el lodo profundo retenía al punto de ocasionarle buenos
dolores al arrancar el pie. Descalzose, por fin, y con los pies libres y
hundidos como cuñas en el barro pestilente, concluyó de agotar la
canoa, la dio vuelta y le limpió los fondos, todo en dos horas de febril
actividad. <br /><br />Listos, por fin, partieron. Durante una hora la
canoa se deslizó más velozmente de lo que el remero hubiera querido.
Remaba mal, apoyado en un solo pie, y el talón desnudo herido por el
filo del soporte. Y asimismo avanzaba a prisa, porque el Yabebirí corría
ya. Los palitos hinchados de burbujas, que comenzaban a orlear los
remansos, y el bigote de las pajas atracadas en un raigón hicieron por
fin comprender a Subercasaux lo que iba a pasar si demoraba un segundo
en virar de proa hacia su puerto. <br /><br />Sirvienta, muchacho,
¡descanso, por fin!..., nuevas esperanzas perdidas. Remó, pues, sin
perder una palada. Las cuatro horas que empleó en remontar, torturado de
angustias y fatiga, un río que había descendido en una hora, bajo una
atmósfera tan enrarecida que la respiración anhelaba en vano, sólo él
pudo apreciarlas a fondo. Al llegar a su puerto, el agua espumosa y
tibia había subido ya dos metros sobre la playa. Y por la canal bajaban a
medio hundir ramas secas, cuyas puntas emergían y se hundían
balanceándose. <br /><br />Los viajeros llegaron al bungalow cuando va
estaba casi oscuro, aunque eran apenas las cuatro, y a tiempo que el
cielo, con un solo relámpago desde el cenit al río, descargaba por fin
su inmensa provisión de agua. Cenaron enseguida y se acostaron rendidos,
bajo el estruendo del cinc que el diluvio martilló toda la noche con
implacable violencia. <br /><br /><br /> Al rayar el día, un hondo escalofrío
despertó al dueño de casa. Hasta ese momento había dormido con pesadez
de plomo. Contra lo habitual, desde que tenía el dedo herido, apenas le
dolía el pie, no obstante las fatigas del día anterior. Echose encima el
impermeable tirado en el respaldo de la cama, y trató de dormir de
nuevo. <br /><br />Imposible. El frío lo traspasaba. El hielo interior
irradiaba hacia afuera, y todos los poros convertidos en agujas de hielo
erizadas, de lo que adquiría noción al mínimo roce con su ropa.
Apelotonado, recorrido a lo largo de la médula espinal por rítmicas y
profundas corrientes de frío, el enfermo vio pasar las horas sin lograr
calentarse. Los chicos, felizmente, dormían aún. <br /><br />-En el estado en que estoy no se hacen pavadas como la de ayer -se repetía-. Estas son las consecuencias. <br /><br />Como
un sueño lejano, como una dicha de inapreciable rareza que alguna vez
poseyó, se figuraba que podía quedarse todo el día en cama, caliente y
descansando, por fin, mientras oía en la mesa el ruido de las tazas de
café con leche que la sirvienta -aquella primera gran sirvienta- servía a
los chicos... <br /><br />¡Quedar en cama hasta las diez, siquiera!... En
cuatro horas pasaría la fiebre, y la misma cintura no le dolería
tanto... ¿Qué necesitaba, en suma, para curarse? Un poco de descanso,
nada más. Él mismo se lo había repetido diez veces... <br /><br />Y el día
avanzaba, y el enfermo creía oír el feliz ruido de las tazas, entre las
pulsaciones profundas de su sien de plomo. ¡Qué dicha oír aquel
ruido!... Descansaría un poco, por fin... <br /><br /><br /> -¡Piapiá! <br /><br />-Mi hijo querido. <br /><br />-¡Buen día, piapiacito adorado! ¿No te levantaste todavía? Es tarde, piapiá. <br /><br />-Sí, mi vida, ya me estaba levantando... <br /><br />Y Subercasaux se vistió a prisa, echándose en cara su pereza, que lo había hecho olvidar el café de sus hijos. <br /><br />El
agua había cesado, por fin, pero sin que el menor soplo de viento
barriera la humedad ambiente. A mediodía la lluvia recomenzó, la lluvia
tibia, calma y monótona, en que el valle del Horqueta, los sembrados y
los pajonales se diluían en una brumosa y tristísima napa de agua. <br /><br />Después
de almorzar, los chicos se entretuvieron en rehacer su provisión de
botes de papel que habían agotado la tarde anterior... hacían cientos de
ellos, que acondicionaban unos dentro de otros como cartuchos, listos
para ser lanzados en la estela de la canoa, en el próximo viaje.
Subercasaux aprovechó la ocasión para tirarse un rato en la cama, donde
recuperó enseguida su postura de gatillo, manteniéndose inmóvil con las
rodillas subidas hasta el pecho. <br /><br />De nuevo, en la sien, sentía un
peso enorme que la adhería a la almohada, al punto de que ésta parecía
formar parte integrante de su cabeza. ¡Qué bien estaba así! ¡Quedar uno,
diez, cien días sin moverse! El murmullo monótono del agua en el cinc
lo arrullaba, y en su rumor oía distintamente, hasta arrancarle una
sonrisa, el tintineo de los cubiertos que la sirvienta manejaba a toda
prisa en la cocina. ¡Qué sirvienta la suya!... Y oía el ruido de los
platos, docenas de platos, tazas y ollas que las sirvientas -¡eran diez
ahora!- raspaban y flotaban con rapidez vertiginosa. ¡Qué gozo de
hallarse bien caliente, por fin, en la cama, sin ninguna, ninguna
preocupación!... ¿Cuándo, en qué época anterior había él soñado estar
enfermo, con una preocupación terrible?... ¡Qué zonzo había sido!... Y
qué bien se está así, oyendo el ruido de centenares de tazas
limpísimas... <br /><br /><br /> -¡Piapiá! <br /><br />-Chiquita... <br /><br />-¡Ya tengo hambre, piapiá! <br /><br />-Sí, chiquita; enseguida... <br /><br />Y el enfermo se fue a la lluvia a aprontar el café a sus hijos. <br /><br />Sin
darse cuenta precisa de lo que había hecho esa tarde, Subercasaux vio
llegar la noche con hondo deleite. Recordaba, sí, que el muchacho no
había traído esa tarde la leche, y que él había mirado un largo rato su
herida, sin percibir en ella nada de particular. <br /><br />Cayó en la cama
sin desvestirse siquiera, y en breve tiempo la fiebre lo arrebató otra
vez. El muchacho que no había llegado con la leche... ¡Qué locura! ... <br /><br />Con
sólo unos días de descanso, con unas horas nada más, se curaría.
¡Claro! ¡Claro!... Hay una justicia a pesar de todo... Y también un
poquito de recompensa... para quien había querido a sus hijos como él...
Pero se levantaría sano. Un hombre puede enfermarse a veces... y
necesitar un poco de descanso. ¡Y cómo descansaba ahora, al arrullo de
la lluvia en el cinc!... ¿Pero no habría pasado un mes ya?... Debía
levantarse. <br /><br />El enfermo abrió los ojos. No veía sino tinieblas,
agujereadas por puntos fulgurantes que se retraían e hinchaban
alternativamente, avanzando hasta sus ojos en velocísimo vaivén. <br /><br />"Debo de tener fiebre muy alta" -se dijo el enfermo. <br /><br />Y
encendió sobre el velador el farol de viento. La mecha, mojada,
chisporroteó largo rato, sin que Subercasaux apartara los ojos del
techo. De lejos, lejísimo, llegábale el recuerdo de una noche semejante
en que él se hallaba muy, muy enfermo... ¡Qué tontería!... Se hallaba
sano, porque cuando un hombre nada más que cansado tiene la dicha de oír
desde la cama el tintineo vertiginoso del servicio en la cocina, es
porque la madre vela por sus hijos... <br /><br />Despertose de nuevo. Vio
de reojo el farol encendido, y tras un concentrado esfuerzo de atención,
recobró la conciencia de sí mismo. <br /><br />En el brazo derecho, desde
el codo a la extremidad de los dedos, sentía ahora un dolor profundo.
Quiso recoger el brazo y no lo consiguió. Bajó el impermeable, y vio su
mano lívida, dibujada de líneas violáceas, helada, muerta. Sin cerrar
los ojos, pensó un rato en lo que aquello significaba dentro de sus
escalofríos y del roce de los vasos abiertos de su herida con el fango
infecto del Yabebirí, y adquirió entonces, nítida y absoluta, la
comprensión definitiva de que todo él también se moría -que se estaba
muriendo. <br /><br />Hízose en su interior un gran silencio, como si la
lluvia, los ruidos y el ritmo mismo de las cosas se hubieran retirado
bruscamente al infinito. Y como si estuviera ya desprendido de sí mismo,
vio a lo lejos de un país un bungalow totalmente interceptado de todo
auxilio humano, donde dos criaturas, sin leche y solas, quedaban
abandonadas de Dios y de los hombres, en el más inicuo y horrendo de los
desamparos. <br /><br />Sus hijitos... <br /><br />Se hallaba ahora bien,
perfectamente bien, descansando. Con un supremo esfuerzo pretendió
arrancarse a aquella tortura que le hacía palpar hora tras hora, día
tras día, el destino de sus adoradas criaturas. Pensaba en vano: la vida
tiene fuerzas superiores que nos escapan... Dios provee... <br /><br />"¡Pero
no tendrán que comer!" -gritaba tumultuosamente su corazón. Y él
quedaría allí mismo muerto, asistiendo a aquel horror sin precedentes...
<br /><br />Mas, a pesar de la lívida luz del día que reflejaba la pared,
las tinieblas recomenzaban a absorberlo otra vez con sus vertiginosos
puntos blancos, que retrocedían y volvían a latir en sus mismos ojos...
¡Sí! ¡Claro! ¡Había soñado! No debiera ser permitido soñar tales
cosas... Ya se iba a levantar, descansado. <br /><br /><br /> -¡Piapiá!... ¡Piapiá!... ¡Mi piapiacito querido!. <br /><br />-Mi hijo... <br /><br />-¿No te vas a levantar hoy, piapiá? Es muy tarde. ¡Tenemos mucha hambre, piapiá! <br /><br />-Mi
chiquito... No me voy a levantar todavía... Levántense ustedes y coman
galleta... Hay dos todavía en la lata... Y vengan después. <br /><br />-¿Podemos entrar ya, piapiá? <br /><br />-No, querido mío... Después haré el café... Yo los voy a llamar. <br /><br />Oyó
aún las risas y el parloteo de sus chicos que se levantaban, y después
de un rumor in crescendo, un tintineo vertiginoso que irradiaba desde el
centro de su cerebro e iba a golpear en ondas rítmicas contra su cráneo
dolorosísimo. Y nada mas oyó. <br /><br /><br /> Abrió otra vez los ojos, y
al abrirlos sintió que su cabeza caía hacia la izquierda con una
facilidad que le sorprendió. No sentía ya rumor alguno. Sólo una
creciente dificultad sin penurias para apreciar la distancia a que
estaban los objetos... Y la boca muy abierta para respirar. <br /><br />-Chiquitos... vengan enseguida... <br /><br />Precipitadamente,
las criaturas aparecieron en la puerta entreabierta; pero ante el farol
encendido y la fisonomía de su padre, avanzaron mudos y los ojos muy
abiertos. <br /><br />El enfermo tuvo aún el valor de sonreír, y los chicos abrieron más los ojos ante aquella mueca. <br /><br />-Chiquitos
-les dijo Subercasaux, cuando los tuvo a su lado-. Óiganme bien,
chiquitos míos, porque ustedes son ya grandes y pueden comprender
todo... Voy a morir, chiquitos... Pero no se aflijan... Pronto van a ser
ustedes hombres, y serán buenos y honrados... Y se acordarán entonces
de su piapiá... Comprendan bien, mis hijitos queridos... Dentro de un
rato me moriré, y ustedes no tendrán más padre... Quedarán solitos en
casa... Pero no se asusten ni tengan miedo... Y ahora, adiós, hijitos
míos... Me van a dar ahora un beso... Un beso cada uno... Pero ligero,
chiquitos... Un beso... a su piapiá... <br /><br /><br /> Las criaturas
salieron sin tocar la puerta entreabierta y fueron a detenerse en su
cuarto, ante la llovizna del patio. No se movían de allí. Sólo la
mujercita, con una vislumbre de la extensión de lo que acababa de pasar,
hacía a ratos pucheros con el brazo en la cara, mientras el nene
rascaba distraído el contramarco, sin comprender. <br /><br />Ni uno ni otro se atrevían a hacer ruido. <br />Pero
tampoco les llegaba el menor ruido del cuarto vecino, donde desde hacía
tres horas su padre, vestido y calzado bajo el impermeable, yacía
muerto a la luz del farol.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;"><b>Horacio Quiroga.</b> (Salto, 1878 - Buenos Aires, 1937). Narrador uruguayo
radicado en Argentina, considerado uno de los mayores cuentistas
latinoamericanos de todos los tiempos. Su obra se sitúa entre la
declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias.</span></div>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Las
tragedias marcaron la vida del escritor: su padre murió en un accidente
de caza, y su padrastro y posteriormente su primera esposa se
suicidaron; además, Quiroga mató accidentalmente de un disparo a su
amigo Federico Ferrando. </span></div>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Estudió en Montevideo y pronto comenzó a interesarse por la literatura. Inspirado en su primera novia escribió <i>Una
estación de amor</i> (1898), fundó en su ciudad natal la <i>Revista de Salto</i> (1899), marchó a Europa y resumió sus
recuerdos de esta experiencia en <i>Diario de viaje a París</i> (1900). A su regreso fundó el Consistorio del Gay Saber, que pese
a su corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo y las polémicas con el grupo de <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/herrera_y_reissig.htm">Julio
Herrera y Reissig</a>. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Ya instalado en Buenos Aires publicó <i>Los arrecifes de coral</i>, poemas, cuentos y prosa lírica (1901), seguidos
de los relatos de <i>El crimen del otro</i> (1904), la novela breve <i>Los perseguidos</i> (1905), producto de un viaje con <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/lugones.htm">Leopoldo
Lugones</a> por la selva misionera hasta la frontera con Brasil, y la más extensa <i>Historia de un amor turbio</i>
(1908). En 1909 se
radicó precisamente en la provincia de Misiones, donde se
desempeñó como juez de paz en San Ignacio, localidad famosa por
sus ruinas de las reducciones jesuíticas, a la par que
cultivaba yerba mate y naranjas. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Nuevamente en Buenos Aires, trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la prensa <i>Cuentos de amor, de locura y de muerte</i> (1917),
los relatos para niños <i>Cuentos de la selva</i> (1918), <i>El salvaje</i> (1920), la obra teatral <i>Las sacrificadas</i> (1920), <i>Anaconda</i> (1921), <i>El
desierto</i> (1924), <i>La gallina degollada y otros cuentos</i> (1925) y quizá su mejor libro de relatos, <i>Los desterrados</i> (1926).
Colaboró en diferentes medios: <i>Caras y Caretas</i>, <i>Fray Mocho</i>, <i>La Novela Semanal</i> y <i>La Nación</i>, entre otros. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog">
<span style="font-size: medium;">En 1927 contrajo segundas nupcias con una
joven amiga de su hija Eglé, con quien tuvo una niña. Dos años después
publicó la novela <i>Pasado amor</i>, sin mucho éxito. Sintiendo el
rechazo de las nuevas generaciones literarias, regresó a Misiones para
dedicarse a la floricultura. En 1935 publicó su último libro de cuentos,
<i>Más allá</i>. Hospitalizado en Buenos Aires, se le descubrió un
cáncer gástrico, enfermedad que parece haber sido la causa que lo
impulsó al suicidio, ya que puso fin a sus días ingiriendo cianuro. </span></div>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Quiroga sintetizó las técnicas de su oficio en el <i>Decálogo del perfecto cuentista</i>,
estableciendo pautas relativas a la estructura, la tensión narrativa,
la consumación de la historia y el impacto del final. Incursionó
asimismo en el relato fantástico. Sus publicaciones póstumas incluyen <i>Cartas inéditas de H. Quiroga</i> (1959, dos tomos) y <i>Obras inéditas y desconocidas</i> (ocho volúmenes, 1967-1969).</span></div>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Influido por <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/poe.htm">Edgar
Allan Poe</a>, <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kipling.htm">Rudyard Kipling</a> y <a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/maupassant.htm">Guy de Maupassant</a>,
Horacio Quiroga destiló una notoria precisión de estilo, que le
permitió narrar magistralmente la violencia y el horror que se esconden
detrás de la aparente apacibilidad de la naturaleza. Muchos de sus
relatos tienen por escenario la selva de Misiones, en el norte
argentino, lugar donde Quiroga residió largos años y del que extrajo
situaciones y personajes para sus narraciones. Sus personajes suelen ser
víctimas propiciatorias de la hostilidad y la desmesura de un mundo
bárbaro e irracional, que se manifiesta en inundaciones, lluvias
torrenciales y la presencia de animales feroces. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Quiroga manejó con destreza las leyes internas de la
narración y se abocó con ahínco a la búsqueda de un lenguaje que lograra
transmitir con veracidad aquello que deseaba narrar; ello lo alejó
paulatinamente de los presupuestos de la escuela modernista, a la que
había adherido en un principio. Fuera de sus cuentos ambientados en el
espacio selvático misionero, abordó los relatos de temática
parapsicológica o paranormal, al estilo de lo que hoy conocemos como
literatura de anticipación.</span></div>
<div class="biog">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:biografiasyvidas.com.Texto:ciudadseva.com.Foto:Intenet.</span><b><span style="font-size: large;"></span></b>
</div>
</div>
<table align="left" cols="1" style="width: 100%px;"><tbody>
<tr align="justify"><td><br /></td></tr>
<tr><td align="justify">
<div align="right">
</div>
<div align="right">
</div>
</td>
</tr>
</tbody></table>
<span style="font-variant: small-caps;"></span></div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-44667649359318283852015-05-31T05:56:00.003-07:002015-05-31T05:56:33.077-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-588425524249301807" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_xb_YgkK7CKZ0kfgPddTY3itnmbcbVmpf2KS0NfyHqaTeNTB0KK8SE8ZIIGQmN3xIkeCASVBgVVUAGtwRrheUo53EfDu_m0TTj4hgdElJYm5gXhBbmHMMR51RSIWs_c5oywCims-V3Lqm/s1600/palacio_valdes.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="458" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_xb_YgkK7CKZ0kfgPddTY3itnmbcbVmpf2KS0NfyHqaTeNTB0KK8SE8ZIIGQmN3xIkeCASVBgVVUAGtwRrheUo53EfDu_m0TTj4hgdElJYm5gXhBbmHMMR51RSIWs_c5oywCims-V3Lqm/s640/palacio_valdes.jpg" width="640" /></a></div>
<span style="font-size: large;"><b>Armando Palacio Valdés</b></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><br />Polifemo<br /><br />El coronel
Toledano, por mal nombre Polifemo, era un hombre feroz, que gastaba
levita larga, pantalón de cuadros y sombrero de copa de alas anchurosas,
reviradas; de estatura gigantesca, paso rígido, imponente; enormes
bigotes blancos, voz de trueno y corazón de bronce. Pero aun más que
esto, infundía pavor y grima la mirada torva, sedienta de sangre, de su
ojo único. El coronel era tuerto. En la guerra de África había dado
muerte a muchísimos moros, y se había gozado en arrancarles las entrañas
aún palpitantes. Esto creíamos al menos ciegamente todos los chicos que
al salir de la escuela íbamos a jugar al parque de San Francisco, en la
muy noble y heroica ciudad de Oviedo.<br /><br /> Por allí paseaba también
metódicamente los días claros, de doce a dos de la tarde, el implacable
guerrero. Desde muy lejos columbrábamos entre los árboles su arrogante
figura que infundía espanto en nuestros infantiles corazones; y cuando
no, escuchábamos su voz fragorosa, resonando entre el follaje como un
torrente que se despeña. <br /><br />El coronel era sordo también, y no podía hablar sino a gritos. <br /><br />-Voy
a comunicarle a usted un secreto -decía a cualquiera que le acompañase
en el paseo-. Mi sobrina Jacinta no quiere casarse con el chico de
Navarrete. <br /><br />Y de este secreto se enteraban cuantos se hallasen a doscientos pasos en redondo. <br /><br />Paseaba
generalmente solo; pero cuando algún amigo se acercaba, hallábalo
propicio. Quizás aceptase de buen grado la compañía por tener ocasión de
abrir el odre donde guardaba aprisionada su voz potente. Lo cierto es
que cuando tenía interlocutor, el parque de San Francisco se estremecía.
No era ya un paseo público; entraba en los dominios exclusivos del
coronel. El gorjeo de los pájaros, el susurro del viento y el dulce
murmurar de las fuentes, todo callaba. No se oía más que el grito
imperativo, autoritario, severo, del guerrero de África. De tal modo,
que el clérigo que lo acompañaba a tal hora, sólo algunos clérigos
acostumbraban a pasear por el parque, parecía estar allí únicamente para
abrir, ahora uno, después otro, todos los registros que la voz del
coronel poseía. ¡Cuántas veces, oyendo aquellos gritos terribles,
fragorosos; viendo su ademán airado y su ojo encendido, pensamos que iba
a arrojarse sobre el desgraciado sacerdote que había tenido la
imprevisión de acercarse a él! <br /><br />Este hombre pavoroso tenía un
sobrino de ocho o diez años, como nosotros. ¡Desdichado! No podíamos
verle en el paseo sin sentir hacia él compasión infinita. Andando el
tiempo he visto a un domador de fieras introducir un cordero en la jaula
del león. Tal impresión me produjo, como la de Gasparito Toledano
paseando con su tío. No entendíamos cómo aquel infeliz muchacho podía
conservar el apetito y desempeñar regularmente sus funciones vitales,
cómo no enfermaba del corazón o moría consumido por una fiebre lenta. Si
transcurrían algunos días sin que apareciese por el parque, la misma
duda agitaba nuestros corazones. “¿Se lo habrá merendado ya?” Y cuando
al cabo lo hallábamos sano y salvo en cualquier sitio, experimentábamos a
la par sorpresa y consuelo. Pero estábamos seguros de que un día u otro
concluiría por ser víctima de algún capricho sanguinario de Polifemo. <br /><br />Lo
raro del caso era que Gasparito no ofrecía en su rostro vivaracho
aquellos signos de terror y abatimiento, que debían ser los únicos en él
impresos. Al contrario, brillaba constantemente en sus ojos una alegría
cordial que nos dejaba estupefactos. Cuando iba con su tío, marchaba
con la mayor soltura, sonriente, feliz, brincando unas veces, otras
compasadamente, llegando su audacia o su inocencia hasta hacernos muecas
a espaldas de él. Nos causaba el mismo efecto angustioso que si le
viésemos bailar sobre la flecha de la torre de la catedral. “¡Gaspaar!”
El aire vibraba y transmitía aquel bramido a los confines del paseo. A
nadie de los que allí estábamos nos quedaba el color entero. Sólo
Gasparito atendía como si le llamase una sirena. “¿Qué quiere usted,
tío?” Y venía hacia él ejecutando algún paso de baile. <br /><br />Además de
este sobrino, el monstruo era poseedor de un perro que debía de vivir
en la misma infelicidad, aunque tampoco lo parecía. Era un hermoso
danés, de color azulado, grande, suelto, vigoroso, que respondía por el
nombre de “Muley”, en recuerdo sin duda de algún moro infeliz
sacrificado por su amo. El “Muley”, como Gasparito, vivía en poder de
Polifemo lo mismo que en el regazo de una odalisca. Gracioso, juguetón,
campechano, incapaz de falsía, era, sin ofender a nadie, el perro menos
espantadizo y más tratable de cuantos he conocido en mi vida. <br /><br />Con
estas partes no es milagro que todos los chicos estuviésemos prendados
de él. Siempre que era posible hacerlo, sin peligro de que el coronel lo
advirtiese, nos disputábamos el honor de regalarle con pan, bizcocho,
queso y otras golosinas que nuestras mamás nos daban para merendar. El
“Muley” lo aceptaba todo con fingido regocijo, y nos daba muestras
inequívocas de simpatía y reconocimiento. Mas a fin de que se vea hasta
qué punto eran nobles y desinteresados los sentimientos de este
memorable can, y para que sirva de ejemplo perdurable a perros y
hombres, diré que no mostraba más afecto a quien más le regalaba. Solía
jugar con nosotros algunas veces (en provincias, y en aquel tiempo,
entre los niños no existían clases sociales) un pobrecito hospiciano
llamado Andrés, que nada podía darle, porque nada tenía. Pues bien, las
preferencias de “.Muley” estaban por él. Los rabotazos más vivos, las
carocas más subidas y vehementes a él se consagraban, en menoscabo de
los demás. ¡Qué ejemplo para cualquier diputado de la mayoría! <br /><br />¿Adivinaba
el “Muley” que aquel niño desvalido, siempre silencioso y triste,
necesitaba más de su cariño que nosotros? Lo ignoro; pero así parecería
serlo. <br /><br />Por su parte, Andresito había llegado a concebir una
verdadera pasión por este animal. Cuando nos hallábamos jugando en lo
más alto del parque al marro o a las chapas, y se presentaba por allí de
improviso el “Muley”, ya se sabía, llamaba aparte a Andresito, y se
entretenía con él largo rato, como si tuviera que comunicarle algún
secreto. La silueta colosal de Polifemo se columbraba allá entre los
árboles. <br /><br />Pero estas entrevistas rápidas y llenas de zozobra
fueron sabiéndole a poco al hospiciano. Como un verdadero enamorado,
ansiaba disfrutar de la presencia de su ídolo largo rato y a solas. <br /><br />Por
eso una tarde, con osadía increíble, se llevó en presencia nuestra el
perro hasta el Hospicio, como en Oviedo se denomina la Inclusa, y no
volvió hasta el cabo de una hora. Venía radiante de dicha. El “Muley”
parecía también satisfechísimo. Por fortuna, el coronel aún no se había
ido del paseo ni advirtió la deserción de su perro. <br /><br />Repitiéronse
una tarde y otra tales escapatorias. La amistad de Andresito y “Muley”
se iba consolidando. Andresito no hubiera vacilado en dar su vida por el
“Muley”. Si la ocasión se presentase, seguro estoy de que éste no sería
menos. <br /><br />Pero aún no estaba contento el hospiciano. En su mente
germinó la idea de llevarse el “Muley” a dormir con él a la Inclusa.
Como ayudante que era del cocinero, dormía en uno de los corredores, al
lado del cuarto de éste, en un jergón fementido de hoja de maíz. Una
tarde condujo el perro al Hospicio y no volvió. ¡Qué noche deliciosa
para el desgraciado! No había sentido en su vida otras caricias que las
del “Muley”. Los maestros primero, el cocinero después, le habían
hablado siempre con el látigo en la mano. Durmieron abrazados como dos
novios. Allá al amanecer, el niño sintió el escozor de un palo que el
cocinero le había dado en la espalda la tarde anterior. Se despojó de la
camisa: <br /><br />-Mira, “Muley” -dijo en voz baja mostrándole el cardenal. <br /><br />El perro, más compasivo que el hombre, lamió su carne amoratada. <br /><br />Luego
que abrieron las puertas lo soltó. El “Muley” corrió a casa de su
dueño; pero a la tarde ya estaba en el parque dispuesto a seguir a
Andresito. Volvieron a dormir juntos aquella noche, y la siguiente, y la
otra también. Pero la dicha es breve en este mundo. Andresito era feliz
al borde de una sima. <br /><br />Una tarde, hallándonos todos en apretado grupo jugando a los botones, oímos detrás algo como dos formidables estampidos: <br /><br />-¡Alto! ¡Alto! <br /><br />Todas las cabezas se volvieron como movidas por un resorte. Frente a nosotros se alzaba la talla ciclópea del coronel Toledano. <br /><br />-¿Quién de vosotros es el pilluelo que secuestra mi perro todas las noches, vamos a ver? <br /><br />Silencio sepulcral en la asamblea. El terror nos tiene clavados, rígidos, como si fuéramos de palo. <br /><br />Otra vez sonó la trompeta del juicio final. <br /><br />-¿Quién es el secuestrador? ¿Quién es el bandido? ¿Quién es el miserable ladrón...? <br /><br />El
ojo ardiente de Polifemo nos devoraba a uno en pos de otro. El “Muley",
que le acompañaba, nos miraba también con los suyos, leales, inocentes,
y movía el rabo vertiginosamente en señal de gran inquietud. <br /><br />Entonces Andresito, más pálido que la cera, adelantó un paso, y dijo: <br /><br />-No culpe a nadie, señor. Yo he sido. <br /><br />-¿Cómo? <br /><br />-Que he sido yo -repitió el chico en voz más alta. <br /><br />-¡Hola! ¡Has sido tú! -dijo el coronel sonriendo ferozmente-. ¿Y tú no sabes a quién pertenece este perro? <br /><br />Andresito permaneció mudo. <br /><br />-¿No sabes de quién es? -volvió a preguntar a grandes gritos. -Sí, señor. <br /><br />-¿Cómo... ? Habla más alto. <br /><br />Y se ponía la mano en la oreja para reforzar su pabellón. <br /><br />-Que sí, señor. <br /><br />-¿De quién es, vamos a ver? <br /><br />-Del señor Polifemo. <br /><br />Cerré los ojos. Creo que mis compañeros debieron hacer otro tanto. <br /><br />Cuando
los abrí, pensé que Andresito estaría ya borrado del libro de los
vivos. No fue así, por fortuna. El coronel lo miraba fijamente, con más
curiosidad que cólera. <br /><br />-¿Y por qué te lo llevas? <br /><br />-Porque es mi amigo y me quiere -dijo el niño con voz firme. <br /><br />El coronel volvió a mirarlo fijamente. <br /><br />-Está bien -dijo al cabo-. ¡Pues cuidado conque otra vez te lo lleves! Si lo haces, ten por seguro que te arranco las orejas. <br /><br />Y
giró majestuosamente sobre los talones. Pero antes de dar un paso se
llevó la mano al chaleco, sacó una moneda de medio duro, y dijo
volviéndose hacia él: <br /><br />-Toma, guárdatelo para dulces. ¡Pero cuidado con que vuelvas a secuestrar al perro! ¡Cuidado! <br /><br />Y se alejó. A los cuatro o cinco pasos ocurriósele volver la cabeza. <br /><br />Andresito había dejado caer la moneda al suelo, y sollozaba, tapándose la cara con las manos. El coronel se volvió rápidamente. <br /><br />-¿Estás llorando? ¿Por qué? No llores, hijo mío. <br /><br />-Porque lo quiero mucho... Porque es el único que me quiere en el mundo -gimió Andrés. <br /><br />-¿Pues de quién eres hijo? -preguntó el coronel sorprendido. <br /><br />-Soy de la Inclusa. <br /><br />-¿Cómo? -gritó Polifemo. <br /><br />-Soy hospiciano. <br /><br />Entonces
vimos al coronel demudarse. Abalanzose al niño, le separó las manos de
la cara, le enjugó las lágrimas con su pañuelo, lo abrazó y lo besó,
repitiendo con agitación: <br /><br />-¡Perdona, hijo mío, perdona! No hagas
caso de lo que te he dicho... Yo no lo sabía... Llévate el perro cuando
se te antoje... Tenlo contigo el tiempo que quieras, ¿sabes...? Todo el
tiempo que quieras... <br /><br />Y después que lo hubo serenado con estas y
otras razones, proferidas con un registro de voz que nosotros no
sospechábamos en él, se fue de nuevo al paseo, volviéndose repetidas
veces para gritarle: <br /><br />-Puedes llevártelo cuando quieras, sabes, ¿hijo mío...? Cuando quieras... ¿lo oyes? <br />Dios me perdone, pero juraría haber visto una lágrima en el ojo sangriento de Polifemo.</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
<span style="font-size: medium;"><b>Armando Palacio Valdés</b> (<a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Entrialgo&action=edit&redlink=1" title="Entrialgo (aún no redactado)">Entrialgo</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Laviana_%28Asturias%29" title="Laviana (Asturias)">Laviana</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Principado_de_Asturias" title="Principado de Asturias">Asturias</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/4_de_octubre" title="4 de octubre">4 de octubre</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1853" title="1853">1853</a> – <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Madrid" title="Madrid">Madrid</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/29_de_enero" title="29 de enero">29 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1938" title="1938">1938</a>). E<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">scritor</a> y crítico literario <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" title="España">español</a>, perteneciente al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_literario" title="Realismo literario">Realismo</a> del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XIX" title="Siglo XIX">siglo XIX</a>. </span><br />
<span style="font-size: medium;">Hijo de Silverio Palacio y Eduarda Valdés. Su padre era un abogado
ovetense y su madre pertenecía a una familia acomodada. Se educó en <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Avil%C3%A9s_%28Asturias%29" title="Avilés (Asturias)">Avilés</a>
hasta 1865, en que se trasladó a Oviedo a vivir con su abuelo para
estudiar el bachillerato, lo que entonces se hacía en el mismo edificio
de la Universidad. Por entonces leyó en su biblioteca la <i>Iliada</i>,
que le impresionó fuertemente y abrió su interés por la literatura y la
mitología; tras ello se inclinó por otras de Historia. Por entonces
formó parte de un grupo de jóvenes intelectuales mayores que él de los
cuales se consagraron a la literatura <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Alas_%C2%ABClar%C3%ADn%C2%BB" title="Leopoldo Alas «Clarín»">Leopoldo Alas</a> y <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Tom%C3%A1s_Tuero&action=edit&redlink=1" title="Tomás Tuero (aún no redactado)">Tomás Tuero</a>, con los que entabló una especial amistad. </span><br />
<span style="font-size: medium;">Tras lograr su título de bachiller en Artes en 1870, decidió seguir
la carrera de Leyes en Madrid, que concluyó en 1874. Perteneció a la
tertulia del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bilis_club" title="Bilis club">Bilis club</a> junto con otros escritores asturianos. Dirigió la <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Revista_Europea&action=edit&redlink=1" title="Revista Europea (aún no redactado)">Revista Europea</a></i>, donde publicó artículos que luego reunió en <i>Semblanzas literarias</i>. También hay buenos retratos literarios en <i>Los oradores del Ateneo</i> y en <i>El nuevo viaje al Parnaso</i>
donde desfilan conferenciantes, ateneístas, novelistas y poetas de la
época. Escribió también como crítico, en colaboración con Leopoldo Alas,
<i>La literatura en 1881</i>. Se casó dos veces: su primera esposa,
Luisa Maximina Prendes, falleció en 1885 después de sólo un año y medio
de matrimonio. Se casó en 1899 en segundas nupcias con Manuela Vega y
Gil, que le sobrevivió. Al morir <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_de_Pereda" title="José María de Pereda">José María de Pereda</a> en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1906" title="1906">1906</a>, ocupó el sillón vacante en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Real_Academia_Espa%C3%B1ola" title="Real Academia Española">Real Academia Española</a>.</span><br />
<div class="thumb tright">
<div class="thumbinner" style="width: 302px;">
<span style="font-size: medium;"><a class="image" href="http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Marta_y_Mar%C3%ADa,_Favila,_1999.JPG"><img alt="" class="thumbimage" data-file-height="2487" data-file-width="3109" height="240" src="http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/a/a5/Marta_y_Mar%C3%ADa%2C_Favila%2C_1999.JPG/300px-Marta_y_Mar%C3%ADa%2C_Favila%2C_1999.JPG" width="300" /></a></span>
</div>
</div>
<div class="thumb tright">
<div class="thumbinner" style="width: 302px;">
<div class="thumbcaption">
<span style="font-size: medium;"><i>Marta y María</i> por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Amado_Gonz%C3%A1lez_Hevia" title="Amado González Hevia">Favila</a> en Avilés.</span></div>
</div>
</div>
<span style="font-size: medium;">Se dio a conocer como novelista con <i>El señorito Octavio</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1881" title="1881">1881</a>), pero ganó la celebridad con <i>Marta y María</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1883" title="1883">1883</a>), ambientada en la ciudad ficticia de Nieva, que en realidad representa a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Avil%C3%A9s" title="Avilés">Avilés</a>. En esta época de su evolución literaria suele ambientar sus novelas en Asturias. Así ocurre también con <i>El idilio de un enfermo</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1884" title="1884">1884</a>),
que es quizás su obra más perfecta por la concisión, ironía, sencillez
de argumento y sobriedad en el retrato de los personajes, algo que
Palacio Valdés nunca logró repetir; también de ambiente asturiano son <i>José</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1885" title="1885">1885</a>) y <i>El cuarto poder</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1888" title="1888">1888</a>), donde de la misma manera que en <i>La Regenta</i>
de Leopoldo Alas se realiza una sátira de la burguesía provinciana, se
denuncia la estupidez de los duelos y la fatuidad de los seductores.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Su novela <i>Riverita</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1886" title="1886">1886</a>), cuya segunda parte es <i>Maximina</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1887" title="1887">1887</a>),
transcurre en Madrid y revela cierto pesimismo y elementos
autobiográficos. Por otra parte, la obra más famosa de Armando Palacio
Valdés, <i>La hermana San Sulpicio</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1889" title="1889">1889</a>),
transcurre en tierras andaluzas, cuyas costumbres muestra mientras
narra los amores entre una monja que logra salir del convento y un
médico gallego que al fin se casa con la religiosa vuelta al siglo. <i>La espuma</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1891" title="1891">1891</a>) es una novela que intenta describir la alta sociedad madrileña. <i>La fe</i>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1892" title="1892">1892</a>, como su propio título indica, trata el tema religioso, y en <i>El maestrante</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1893" title="1893">1893</a>)
se acerca a uno de los grandes temas de la novela del Realismo, el
adulterio, de nuevo en ambiente asturiano. Andalucía surge de nuevo en <i>Los majos de Cádiz</i> (1896) y las costumbres valencianas en <i>La alegría del capitán Ribot</i> (1899).</span><br />
<span style="font-size: medium;">Entre todas sus obras, Palacio Valdés prefería <i>Tristán o el pesimismo</i> (1906), cuyo protagonista encarna el tipo humano que fracasa por el negativo concepto que tiene de la Humanidad. <i>La aldea perdida</i> (1903) es como una <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89gloga" title="Égloga">égloga</a>
novelada acerca de la industria minera y quiere ser una demostración de
que el progreso industrial causa grandes daños morales. El narrador se
distancia demasiado de su tema añorando con una retórica huera y
declamatoria una Arcadia perdida y retratando rústicos como héroes
homéricos y otorgando nombres de dioses clásicos a aldeanos. Es una
manera sumamente superficial de tratar la industrialización de Asturias;
a Palacio Valdés se le daba mejor la descripción de la ciudad que de la
vida rural.</span><br />
<span style="font-size: medium;"><i>Los papeles del doctor Angélico</i> (1911) es una recopilación de cuentos, pensamientos filosóficos y relatos inconexos, aunque muy interesantes. En <i>Años de juventud del doctor Angélico</i>
(1918) cuenta la dispersa historia de un médico (casas de huéspedes,
amores con la mujer de un general etc.). Es autobiográfica <i>La novela de un novelista</i>
(1921), pero además se trata de una de sus obras maestras, con
episodios donde hace gala de una gran ironía y un formidable sentido del
humor. Otras novelas suyas son <i>La hija de Natalia</i> (1924), <i>Santa Rogelia</i> (1926), <i>Los cármenes de Granada</i> (1927), y <i>Sinfonía pastoral</i> (1931).</span><br />
<span style="font-size: medium;">Hizo dos colecciones más de cuentos en <i>El pájaro en la nieve y otros cuentos</i> (1925) y <i>Cuentos escogidos</i> (1923). Recogió algunos artículos de prensa breves en <i>Aguas fuertes</i> (1884). Sobre la política femenina escribió el ensayo histórico <i>El gobierno de las mujeres</i> (1931) y sobre la Primera Guerra Mundial en <i>La guerra injusta</i>, donde se declara aliadófilo y se muestra muy cercano a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_del_98" title="Generación del 98">Generación del 98</a> en su ataque contra el atraso y la injusticia social de la España de principios del siglo XX.</span><br />
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1929" title="1929">1929</a> publicó su <i>Testamento literario</i>,
en el que expone numerosos puntos de vista sobre filosofía, estética,
sociedad etc., con recuerdos y anécdotas de la vida literaria en la
época que conoció. Durante la Guerra Civil lo encontramos en Madrid
pasando frío, hambre, enfermo. Los <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Hermanos_Quintero" title="Hermanos Quintero">hermanos Quintero</a>
lo atendían con los escasos víveres que podían reunir. Palacio Valdés,
el amable, el otrora célebre y celebrado, vanidosillo y fecundo
escritor, moría en el olvido, sin ayuda, el año 1938.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Póstumo es el <i>Álbum de un viejo</i> (1940), que es la segunda parte de <i>La novela de un novelista</i> y que lleva un prólogo del autor a una colección de cincuenta artículos. Sus <i>Obras completas</i> fueron editadas por Aguilar en Madrid en 1935; su epistolario con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Alas_%C2%ABClar%C3%ADn%C2%BB" title="Leopoldo Alas «Clarín»">Clarín</a> en 1941.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Armando Palacio Valdés es un gran creador de tipos femeninos y es diestro en la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pintura_costumbrista" title="Pintura costumbrista">pintura costumbrista</a>;
sabe también bosquejar personajes secundarios. Al contrario que otros
autores concede al humor un papel importante en su obra. Su obra ha sido
muy traducida, especialmente al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ingl%C3%A9s" title="Idioma inglés">inglés</a>, e igualmente apreciada fuera de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" title="España">España</a>; es seguramente junto a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Blasco_Ib%C3%A1%C3%B1ez" title="Vicente Blasco Ibáñez">Vicente Blasco Ibáñez</a> el autor español del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XIX" title="Siglo XIX">siglo XIX</a> más leído en el extranjero. Su <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Estilo_lterario&action=edit&redlink=1" title="Estilo lterario (aún no redactado)">estilo</a> es claro y pulcro sin incluir <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Neologismo" title="Neologismo">neologismos</a> ni <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Arca%C3%ADsmo" title="Arcaísmo">arcaísmos</a>. <b>Obras.</b><i>Semblanzas literarias</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1871" title="1871">1871</a>).<i>. Los oradores del Ateneo</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1878" title="1878">1878</a>)<i>. El nuevo viaje al Parnaso</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1879" title="1879">1879</a>). Con <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Alas_%28Clar%C3%ADn%29" title="Leopoldo Alas (Clarín)">Leopoldo Alas</a>, <i>La literatura en 1881. El señorito Octavio</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1881" title="1881">1881</a>).<i> Marta y María</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1883" title="1883">1883</a>).<i> Aguas fuertes</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1884" title="1884">1884</a>).<i> El idilio de un enfermo</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1884" title="1884">1884</a>).<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Jos%C3%A9_%28novela%29&action=edit&redlink=1" title="José (novela) (aún no redactado)"> José</a></i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1885" title="1885">1885</a>).<i> Riverita</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1886" title="1886">1886</a>).<i> Maximina</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1887" title="1887">1887</a>).<i> El cuarto poder</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1888" title="1888">1888</a>).<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_hermana_San_Sulpicio_%28novela%29&action=edit&redlink=1" title="La hermana San Sulpicio (novela) (aún no redactado)"> La hermana San Sulpicio</a></i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1889" title="1889">1889</a>).<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_espuma&action=edit&redlink=1" title="La espuma (aún no redactado)"> La espuma</a></i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1890" title="1890">1890</a>).<i> La fe</i>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1892" title="1892">1892</a>.<i> El maestrante</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1893" title="1893">1893</a>).<i> El origen del pensamiento</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1893" title="1893">1893</a>).<i> Los majos de Cádiz</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1896" title="1896">1896</a>).<i> La alegría del capitán Ribot</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1899" title="1899">1899</a>).<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_aldea_perdida&action=edit&redlink=1" title="La aldea perdida (aún no redactado)"> La aldea perdida</a></i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1903" title="1903">1903</a>).<i> Tristán o el pesimismo</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1906" title="1906">1906</a>).<i> Los papeles del doctor Angélico</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1911" title="1911">1911</a>)<i>. Años de juventud del doctor Angélico</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1918" title="1918">1918</a>)<i>. La novela de un novelista</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1921" title="1921">1921</a>).<i> Cuentos escogidos</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1923" title="1923">1923</a>).<i> La hija de Natalia</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1924" title="1924">1924</a>).<i> El pájaro en la nieve y otros cuentos</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1925" title="1925">1925</a>)<i>. Santa Rogelia</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1926" title="1926">1926</a>).<i> Los cármenes de Granada</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1927" title="1927">1927</a>).<i> Testamento literario</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1929" title="1929">1929</a>).<i> Sinfonía pastoral</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1931" title="1931">1931</a>).<i> El gobierno de las mujeres</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1931" title="1931">1931</a>)<i>. Obras completas</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1935" title="1935">1935</a>).<i> Álbum de un viejo</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1940" title="1940">1940</a>).<a class="external text" href="http://gutenberg.org/author/palacio" rel="nofollow"> Obras disponibles en Gutenberg.org</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Semblanza: Wikipedia. Texto:ciudadseva.com.Foto:Internet. </span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-59370406591992820692015-05-24T06:26:00.001-07:002015-05-24T06:26:30.300-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-4224089018815797477" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFHFj1ils7qmkcezk9uIvEOCzJlQNMLJa3hBJcXioCJlfsdRmD_v9YmyQ93rUIA-_bWe7R-GHQSNIQcCk_Q8T24fGpume-lyq75OTJowFzFkNetZG5D-p8ATvZjHiInx4LUDeDUOaFjzSh/s1600/Mohamed+Toufali.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFHFj1ils7qmkcezk9uIvEOCzJlQNMLJa3hBJcXioCJlfsdRmD_v9YmyQ93rUIA-_bWe7R-GHQSNIQcCk_Q8T24fGpume-lyq75OTJowFzFkNetZG5D-p8ATvZjHiInx4LUDeDUOaFjzSh/s640/Mohamed+Toufali.jpg" width="640" /></a></div>
<h2 class="_5clb" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-weight: normal;"><span style="font-size: large;">Mohamed Toufali</span></span></b></h2>
<h2 class="_5clb">
<b><span style="font-weight: normal;"><span style="font-size: large;">Llámame cuando puedas</span></span></b></h2>
<h2 class="_5clb" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-weight: normal;"><span style="font-size: large;">Masin sale de su habitación rascándose los ojos por la luz radiante
que entraba por la ventana del salón. Abriendo apenas un ojo mira al
suelo para tratar de evitar un cuerpo que parece yacer sin vida,
intentando cubrir su cuerpo con una sucia gabardina. En aquel viejo sofá
de ese pequeño salón del piso que alquiló hace años junto con Haddú y
Hassan, parecía moverse otro cuerpo de un joven con barba que intentaba
encontrar la postura confortable para seguir durmiendo, o tal vez seguir
soñando. Al dar un paso más, Masin pisa un plato de papel que alguien
había dejado atrás la noche anterior en ese «guateque» —como todos
llamaban a esos encuentros caóticos para beber, fumar y disfrutar de un
casual sexo con una interesada joven invitada a la fiesta—. Éstas solían
celebrarse a menudo de acuerdo con la nueva ola de influencias hippies,
y para romper la rutina del trabajo y vivir otras experiencias.<br />Cuando
al fin creyó haber sobrepasado todos los obstáculos, Masin se dio
cuenta que otro más le esperaba en el pasillo: unos seis u ocho abrigos
se amontonaban en el suelo, por no poder la percha sostenerlos más. Poco
a poco, por fin, se acercaba con cautela a la cocina de la que se
desprendía un olor a café refrescante. Haddú se había despertado antes
que Masin y pensaba que una taza de café no le vendría mal, y así
recobrar su estado sano del que parecía haberse desprendido la noche
anterior.<br />¡Eran las tres y media de la tarde!<br />—¡Qué dolor de cabeza…! —le dijo Masin a Haddú.<br />Y
dirigiéndose a la cafetera exprés, llenó una taza con café negro para
tomar sin azúcar ni leche. Él también pensaba que el café era la
solución para recobrar sus fuerzas y enfrentarse a otro día más
vendiendo chucherías.<br />—¿Vas al trabajo hoy, Masin? —le preguntó Haddú.<br />—¿Qué otra alternativa me queda? —contestó Masin.<br />Masin
se ganaba la vida con un puesto ambulante. Le hubiera gustado ganarse
la vida componiendo música, pero la competencia era muy feroz, y
canciones como las suyas eran poco rentables para esas casas
discográficas. Haddú, mientras tanto, había acabado sus estudios en la
escuela de magisterio, y esperaba los resultados de la oposición a la
que se había presentado. Pero, en secreto, Haddú mimaba con fervor desde
su infancia su interés por la escritura. Y el diario que empezó a
escribir hace varios años nunca se había separado de su lado.<br />Haddú y
Masin eran dos viejos amigos de la infancia, que hicieron juntos los
estudios primarios en su pueblo, que habían dejado atrás. Los dos eran
muy inquietos y tenían un deseo muy profundo de triunfar en las artes de
la música y la literatura. Así es como decidieron luchar juntos para
tener un papel en el campo rocoso de la música y la literatura. Cada día
que se despertaban, consideraban como una suerte el seguir viviendo y
luchando por ver su deseo hecho realidad.<br />—¿Sabes si Habiba se ha quedado a dormir? —preguntó Masin.<br />—Sí… Está durmiendo con Hassan en su habitación —contestó Haddú.<br />Masin
respiró hondo y bajó su mirada para alzar su taza de café y tomar un
sorbo con la mirada fija en el negro café… Un silencio profundo parecía
súbitamente inundar la cocina. Haddú sabía lo que sentía Masin por
Habiba.<br />Masin y Habiba se conocieron tiempo atrás, en la pequeña
playa de su pueblo natal. Salieron juntos algún tiempo y luego se
separaron hasta que se encontraron otra vez en la gran capital. Ella
trabajaba en una peluquería, y Masin vio en esto una gran oportunidad
para revivir otra vez su relación con ella, invitándola a salir al cine y
a pasar unas tardes juntos. Masin sentía verdaderamente un gran afecto
por Habiba. Sí, parecía solamente un amor joven de verano, pero después
de todos esos años pudo comprobar que Habiba tenía algo que le atraía,
pero que no podía explicar. ¡Era tal vez su simplicidad y sus amplias
ansias de vivir la vida! Masin sólo sabía que se encontraba a gusto con
ella. Intentaba compartir con Habiba su vida, y explicarle que su afán
por ser músico correspondía al afán de realizarse como ser humano. Le
contaba sus sueños de escribir un día una ópera-rock y conseguir el
reconocimiento del público por su especial composición. Habiba, por otro
lado, le hablaba de pisos y niños que cuidar… Y un día, el amigo Hassan
apareció en la escena conquistando fácilmente el amor y los sueños de
Habiba.<br />Hassan era agresivo, atractivo y «enterado» en las cosas del
amor, según él. Habiba cayó fácilmente en sus brazos, mientras que Masin
le hablaba de Abdelwahab, Gershwin y de sueños inalcanzables y
canciones de amor nunca oídas.<br />Haddú trató de explicar a Masin los errores que cometió en su relación con Habiba.<br />—Masin,
tú sólo le ofrecías sueños y poesías. Evidentemente, a ella eso no le
satisfacía… Tú has estado cerrado en tu afán de componer y triunfar
mientras que ella, creo, sólo necesitaba a alguien que la pudiera amar.
Las relaciones con una mujer deben ser un mutuo dar y recibir. Pienso
que tu relación con ella había sido más de recibir que de dar…<br />Las
palabras de Haddú parecían no tener ningún efecto en Masin, pues él
continuaba saboreando su café y manteniendo su mirada fija en una
lejanía que ni él entendía. Inmediatamente, Haddú se dio cuenta que
Masin no quería hablar sobre su relación con Habiba. Entonces intentó
cambiar de tema para hablar de los problemas del mutuo amigo Radi, que
dormía en el sofá.<br />—¿Te acuerdas si has invitado a Radi al guateque? —preguntó Haddú.<br />—No,
no lo invité… Lo que pasó es que apareció ayer noche por la puerta
preguntando si podía pedir prestado un libro de Hassan… Llamé a Hassan,
que como sabes estudian juntos, y él lo invitó a entrar para tomar una
copa…<br />—Ya, y luego dos, tres, cuatro copas y ahora nos va a costar persuadirlo para que se vuelva a su pensión… —le cortó Haddú.<br />—No
sé si sabes que Radi se pasa la vida de bar en bar… —continuó Haddú—.
Está bien que Hassan le ayude, pero para que esa ayuda sea efectiva
debería dirigirse a cortar ese círculo vicioso de ir de la pensión al
bar y del bar a la pensión…<br />—Mira Haddú, no tengo tiempo para
discutir esto ahora. ¿Por qué no se lo dices a Hassan cuando se
despierte de ese sueño con su amada Habiba? —dijo Masin con un tono
sarcástico y obviamente dolorido, aunque no quiera reconocerlo, al saber
que la relación de Hassan y Habiba había llegado a otros niveles.<br />—Sí, por supuesto, se lo voy a decir… —le dijo Haddú.<br />Y
sin ambos dirigirse otra palabra más, Masin salió de la cocina tan
deprisa que sin querer le pisó la mano al compañero Teib, que todavía
dormía sobre un colchón en el suelo del salón, dándole un susto
tremendo.<br />—¿Pero qué pasa aquí? —dijo Teib perplejo y poniéndose de pie.<br />—Lo siento, Teib, no es nada… Puedes volver a tu sueño… —le contestó Masin dirigiéndose al cuarto de baño.<br />Sin
embargo, con toda esa conmoción, ya nadie podía volverse a dormir.
Todos estaban despiertos mirándose unos a los otros, en el salón, sin
saber lo que ocurría y sin querer preguntar lo que ocurrió. Las miradas,
sin embargo, lo decían todo… Parecían reflejar la angustia de sentirse
culpable de algo que se cree no haber cometido…<br />—¿A quién he molestado tomando unas copas? —diría Radi.<br />—¿Qué pecado hemos cometido por estar Habiba y yo enamorados? —pensaría Hassan.<br />—¿Es malo dormir en el suelo? —murmuraría Teib.<br />Todos
se dirigieron luego a la cocina para «bañarse» en café. Habiba era la
única que pidió un té en esa tarde de excitado desayuno.<br />Masin
levantó la mesa plegable que tenía en el salón, y al dirigirse a la
puerta se cruzó con la mirada de Habiba por unos instantes, y luego
continuó para desaparecer por la puerta que se cerraba con ruido detrás
de él.<br />En el autobús, Masin no dejó de pensar en lo que le estaba
ocurriendo. Las cosas no marchaban bien, y la relación de dos años con
Habiba se había esfumado como una pompa de jabón en el cielo. Masin no
entendía cómo las personas pueden cambiar de la noche a la mañana, y
cómo las cosas pueden ir de mal en peor sin que uno así lo deseara…<br />En
la plaza central, Masin desplegó su mesa para exponer su mercancía y
esperar que la noche fría atrajera a algún viandante para ofrecerle
comprar algún cacharro envuelto en mil deseos y sueños de poder un día
conseguir un contrato con una casa discográfica.<br />Sí, eran sueños de
un artista decepcionado por los giros que había tomado su camino. Las
cosas para él no iban bien, pensaba una y otra vez. Pero por otro lado,
pensaba Masin, la mayoría de esos creadores artísticos no han empezado
fácilmente su carrera. Sabía que para crear, se ha de pasar por malos
momentos… Y las creaciones no nacen fácilmente… Pero aún sabiendo esto, y
en muchas ocasiones, se le escapaba la esperanza y la fe en luchar…
Esto le dejaba en sus labios algún quejido y ganas de tirar la toalla.<br />—¡No
sé lo que estoy haciendo aquí! —continuaba murmurando Masin en silencio
y frotándose las manos para repeler aquel frío de la tarde.<br />Hacía
más de dos años que Masin había grabado unas cintas para mandarlas como
muestra a unas cien casas discográficas. Sólo dos le contestaron para
decirle que era una música agradable, pero no muy pegadiza. Y Masin
continuaba haciéndose preguntas que no sabía responder.<br />—¿Es mucho el pedir una oportunidad para que se escuchase mi música? ¡Qué sabe de música ese idiota que dirige Discofón!<br />Dos
horas lentas habían pasado sin que ningún cliente se atreviese a gastar
una moneda. Y en medio de muchas preguntas más, Masin se acerca al
vecino que tenía otra mesa ambulante a su lado y le pide que cuidase la
suya hasta que volviese de tomar otro vaso de café en el bar de
enfrente.<br />Con su café medio consumido, Masin se extrañó al ver a Haddú a su lado.<br />—¿Qué haces aquí, Haddú? —le preguntó Masin.<br />—Tu
«colega» me dijo que estabas en el bar, y vine a verte —contestó
Haddú—. No, en serio, cuando saliste de casa noté que estabas algo
disgustado, y al no tener oportunidad de hablar en privado contigo,
esperé hasta que todos se hubieran marchado, y venir a hablar un rato
contigo.<br />—Agradezco tu gesto, Haddú —le contestó Masin—. ¿Sabes
Haddú?, a veces me pregunto si vale la pena dejar la vida en un papel.
Siento que la vida me pide más y más… Y el papel, nunca podrá cubrirla.<br />—Te
entiendo perfectamente, Masin, pues bien sabes que estamos en el mismo
carro. Acuérdate que yo llevo también un año intentando publicar estos
relatos que he escrito hace tiempo, y sólo he conseguido que me digan
constantemente: «tus escritos son interesantes pero sentimos que no los
podamos publicar por no tratarse de temas populares». En otras palabras,
¡no es comercial! ¿Qué es lo que se supone que uno tiene hacer en estas
situaciones?<br />—Descampar y marcharse a otro lugar —le cortó Masin—.
T. S. Eliot tuvo que emigrar a Londres para que se le reconociese; el
irlandés James Joyce vivió en Italia y Francia para que al fin su país
de origen le reconociese como el mejor escritor del siglo; y Bob Dylan
tuvo que escaparse de Minnesota para triunfar después en Nueva York con
el movimiento folk song de los sesenta… Y Jacques Brel tuvo que
abandonar Bélgica para triunfar en París… ¿No lo entiendes Haddú? Nadie
es profeta en su propia tierra. Tal vez debemos pensar nosotros también
en emigrar a París o a Londres.<br />—No lo sé, Masin —dijo Haddú un poco confuso—. Yo creo más bien que necesitamos tiempo.<br />—Pero,
¿qué más tiempo necesitas? ¿Vas a esperar hasta que un día veas
desaparecer los giros que tus padres te mandan? ¿Crees que van a
mantenerte para toda la vida? —le dijo Masin a Haddú.<br />—Sí, sí. Lo sé,
lo sé. Por eso quiero por lo menos conseguir aprobar una oposición para
independizarme totalmente de mi familia —contestó Haddú.<br />—¿Y dónde
encontrarás tiempo para la escritura, una vez trabajando en la
enseñanza? —preguntó Masin un poco perplejo—. Ya te imagino ahora con
arrugas y canas siendo un pobre maestro frustrado con los estudiantes
por no poder dedicarte a lo que más te interesa. Haddú, se trata de
nuestra vida, ¿no sabes que uno se hace más humano cuando practica lo
mejor de sus deseos? No se trata aquí de robar a nadie su identidad…
Sólo tratamos de ser humanos, de realizarnos con nuestras creaciones y
poder vivir sin preocupaciones de que nos echasen del apartamento por no
pagar el alquiler.<br />—Masin, yo sólo creo que debemos tener más
paciencia. Las cosas a veces necesitan más tiempo de lo necesario, y si
no comprendemos esto, podríamos cometer grandes errores… —le dijo Haddú.<br />—Cada
día que pasa, es otra cana que ganamos, Haddú… Estamos envejeciendo, y
si no consigo implantarme ahora y decir «aquí estoy», si no tomo ese
tren ahora, tal vez sea demasiado tarde luego… Y es eso lo que voy a
hacer mañana…<br />Y con esas palabras, Masin y Haddú cerraron esa discusión. Haddú volvió al apartamento y Masin a su mesa ambulante.<br /><br /><br />Eran
casi las diez de la noche. Otro día más se acaba para Masin, contando
sus ingresos de comerciante ambulante. Y mientras, su violín se quedaba
solo en el apartamento, en su maletín. De vuelta a la casa, pasó por el
Bar del Barrio para cenar algún bocadillo. Al entrar se dio cuenta que
en la barra, sentado en un taburete, estaba Radi tomando otra copa de
vino.<br />—Hola Radi, ¿cuánto hace que estás por aquí?<br />—Pues no lo sé. Una, dos, tal vez tres horas, qué más da… Sólo quiero tomarme una copa más y luego me marcharé —contestó Radi.<br />—¿No crees que has tomado bastante ya? —le preguntó Masin.<br />—No, el alcohol se elimina de las venas con las horas, y según mis cálculos, sólo he consumido dos copas.<br />—¡Radi,
venga ya con ese cuento…! Estás otra vez borracho y te vas a quedar en
la calle otra vez. Mira, si te vienes conmigo ahora, puedes quedarte en
nuestro apartamento otra noche más…<br />—Gracias, Masin, pero
francamente, ¡ya no me importa un pito! —contestó Radi—. Había una vez
en que amanecía soñando con ser médico. La universidad para mí era un
gran choque porque no me había preparado para ella. Lo único que hice
era estudiar y estudiar, y luego, al llegar a casa, cuidar de mi madre
enferma de Alzheimer. Todos mis amigos se lo pasaban bien el fin de
semana, y yo sólo sabía trabajar y estudiar. ¿Sabes cómo me sentía
cuando Hassan pasaba por mi casa para ver si podía salir a jugar o a
pasear? Muy mal… Y cuando le decía que no, me llenaba de rencor y luego
me detestaba a mí mismo viendo a Hassan doblar la esquina solo, mientras
que yo cuidaba de mi madre y mi padre dormía la siesta… Por fin pude
escapar de esa situación al venir a la capital. Sin embargo, la imagen
de mi madre no me podía dejar ningún momento… Mi padre me escribía para
decirme que necesitaba que le mandara la mitad de mi beca para ayudar a
mi madre, pues ella necesitaba a alguien que la pudiera cuidar. Pude
continuar así dos años de mi carrera de medicina, hasta no poder más. El
año pasado mi padre me escribió diciendo que mi madre por fin dejó de
respirar… Y en un suspiro vi mi vida agonizar. Mi padre se volvió a
casar y ya tiene un pequeño bebé… Mi beca los mantenía a todos… Ya no
puedo más, Masin, quiero olvidar y lo único que puedo hacer es beber…<br />Masin
no tenía nada que añadir… Ya no pensaba que su problema era el más
grande… ¡La vida de un ser humano parecía tener más importancia que el
sueño de ser músico!<br />—Tengo que hacer algo por Radi —pensaba Masin en
silencio—. Mira Radi, ¿por qué no vamos al apartamento esta noche?
Estoy seguro de que habrá una botella de vino que podríamos compartir y
hablar de estas cosas.<br />Masin trataba de convencerle para que
abandonase el bar y descansase otra noche más en su apartamento. Era
difícil ver cómo una persona tan fuerte como Radi había caído tan bajo,
sin poder razonar… Masin veía en Radi un ejemplo que no quería seguir…
«Las cosas pueden ir de mal en peor, pero la vida debe continuar…» Masin
intentaba ser fuerte y recordar algunos dichos que había aprendido por
allá…<br />Por fin, Radi consintió y los dos tomaron el autobús para
llegar al desastroso apartamento que aún olía a café, vino y abrigos que
no habían sido lavados en una eternidad. Hassan y Haddú no habían
llegado aún. Masin condujo a Radi a su habitación y le pidió que
durmiese en su cama, porque él ya no la iba a utilizar por mucho tiempo.<br />—Me
marcho a París mañana, Radi, puedes utilizar mi habitación por ahora,
pues mi parte del alquiler ya está pagado hasta finales de este mes.<br />Radi
se tumbó en la cama sin decir otra palabra más, mientras que Masin
trataba de recoger lo que le podía ser útil para el viaje,
empaquetándolo en su vieja maleta. Por supuesto, no podía dejar su viejo
violín… Levantó el maletín y lo llevó al salón para dejarlo frente a la
puerta, donde su vieja maleta esperaba ya el día para tomar el tren a
París.<br />Masin se puso a escribir un anota a Haddú, en caso de no verle por la mañana temprano al despertar:</span></span></b></h2>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<blockquote>
<b><span style="font-size: large;"><i>Amigo
Haddú, los dos sabemos que la vida a veces puede ser cruel o fatal…
Bien sabes que no soy persona que abandona fácilmente su lucha… Sin
embargo, siento que necesito cambiar de paisaje y ver si en París hay
alguna suerte para mí.</i><br /><i>En cuanto a Radi, esta vez fui yo quien
le invitó a quedarse en mi habitación. Si necesita algún dinero para su
comida, entrégale el bolso que he dejado de mercancías para que las
venda. Yo sé que algún día me lo pagará.</i><br /><i>En cuanto a ti, te deseo mucha suerte en los resultados de las oposiciones, y que tus relatos se publiquen pronto…</i><br /><i>Un abrazo,</i><br /><i>Masin.</i></span></b></blockquote>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Aquella
noche, Haddú tardó en llegar a casa. Por cualquier razón había quedado
ir para ver la última función de una obra teatral con Hassan. Al llegar
los dos a casa no notaron nada cambiado… El apartamento continuaba
siendo un desastre y la maleta de Masin parecía completar el desorden en
que se encontraba. La nota de Masin, que le había dejado cerca de su
mesita de noche, cayó al suelo sin que la pudiera leer.<br />Por la
mañana, Masin salió lentamente del apartamento para dirigirse a la
estación de trenes… París era cosa de una noche de insomnio. Ya no podía
volver atrás. Todo pasaba velozmente para él… Y no temía el cambio…
Atrás quedaban más sueños y amores perdidos. Enfrente, le esperaba lo
desconocido. Era como una canción que empieza y que tiene que terminar…<br /><br /><br />Pasaron unos días y Haddú cogió el teléfono, que no paraba de sonar…<br />—¿Diga…?<br />—¡Hola, Haddú! —se oyó una voz conocida desde el otro lado de la línea; era la de Masin…<br />—¡Vaya, qué sorpresa! ¿Qué tal estás, Masin? —dijo Haddú.<br />—Pues
muy bien, he conseguido trabajo en un bar tocando el violín y me
hospedo en una pensión de una señora que se porta muy bien conmigo —dijo
Masin.<br />—¿Y qué tal vosotros por ahí…?<br />—Pues tirando… ¿Sabes que
Habiba preguntó por ti?, y parecía triste al saber que te marchaste. Me
dijo que te saludase cuando oyera alguna noticia tuya…<br />Masin dudó un poco en hablar y luego contestó:<br />—¿Y las oposiciones, cómo te salieron?<br />—Bah…
Un desastre… Tendré que presentarme a otras más… —contestó Haddú—. No
te lo creerás, pero tu nota no la pude leer hasta ayer mismo, cuando por
fin decidí limpiar mi habitación y la encontré debajo de mi cama.<br />—No te preocupes por eso… En fin, quisiera darte mi número de teléfono… Me gustaría mucho que continuáramos en contacto…<br />Haddú escribió el número de teléfono en una servilleta que tenía a su lado, y luego, sin más, oyó decir a Masin:<br />—Llámeme cuando puedas.<br />Y
un silencio amargo llenó el apartamento que compartieron juntos en la
gran capital. Y unas palabras se quedaron en el aire… Las había traído
la charla y la discusión. ¡Uno no sabe si esos amores perdidos e
ilusiones frustradas podrían volver otra vez!</span></b></div>
<h2 class="_5clb" style="text-align: justify;">
Mohamed Toufali. Melilla. 1951. Escritor español. Poeta y cantautor.
Desarrolla su proudcción literaria tanto en castellano como en rifereño.
Estudio música y se licenció en Sociología en la Universidad
Complutense de Madrid. Posteriormente emigró a Estados Unidos, donde
actualmente reside, y es profesor del centro de ordenadores de la
Biblioteca de Mihuson.</h2>
<h2 class="_5clb" style="text-align: justify;">
Información tomada de poetassigloveintiuno.blogspot.com.Texto:El cuento del día. Foto:Internet.</h2>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-50616919694697141762015-05-17T05:38:00.001-07:002015-05-17T05:38:35.318-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-5414731837178423991" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFdBfrACFz_xQrgrE-ZLGRokXN-2Az8f6o_q_O9yiSg8vq6D0gGUzrz4Jl0DhLBS-3DkpWNZFle_wa3b7XyFx1snUNV587-KhKebAqNQFIPF6gEEzgvM2knGpfMx6o1QWtwkfpBbw10cZX/s1600/andrei+platonov.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFdBfrACFz_xQrgrE-ZLGRokXN-2Az8f6o_q_O9yiSg8vq6D0gGUzrz4Jl0DhLBS-3DkpWNZFle_wa3b7XyFx1snUNV587-KhKebAqNQFIPF6gEEzgvM2knGpfMx6o1QWtwkfpBbw10cZX/s640/andrei+platonov.jpg" width="515" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Andréi Platónov</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El peso de los caídos</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Una madre regresó a su casa. Había estado fuera, refugiada de los alemanes, pero
no pudo acostumbrarse a vivir en otro lugar que no fuera su pueblo natal, por lo
que regresó a casa.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Dos veces debió atravesar por tierra de nadie, cerca de
las fortificaciones alemanas, porque el frente por allí era desigual y ella
había tomado el camino recto, el más rápido. No le temía a nadie, no se cuidaba
de nadie, y los enemigos no le hicieron daño. Avanzaba triste por los campos,
despeinada y con la cara desencajada, como de ciega. Le daba igual lo que había
en ese momento en el mundo y lo que estaba sucediendo en él, y nada en el
universo podía ni alegrarla ni entristecerla, porque su desgracia era eterna y
su tristeza inabarcable: ella, una madre, había perdido a todos sus hijos. Ahora
se sentía tan débil e indiferente, que avanzaba como una brizna de paja llevada
por el viento y en todo encontraba la misma indiferencia hacia ella. Al sentir
que nadie la necesitaba y que, por lo mismo, tampoco ella necesitaba a nadie,
sintió aún mayor pesar. A veces esto basta para que una persona muera, pero ella
no murió: necesitaba ver la casa en la que había vivido toda su vida y el lugar
en el que habían muerto sus hijos en combate o ejecutados.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">En el camino se cruzó varias veces con los alemanes, pero éstos no tocaron a
la mujer; les extrañó ver a una vieja tan desgraciada, les horrorizó la mucha
humanidad que descubrieron en su cara y la dejaron irse para que muriera por su
cuenta. A veces, en las caras de las personas se refleja una opaca luz de
extrañeza que es capaz de asustar a los animales y a las personas
malintencionadas. Nadie tiene fuerza suficiente para acabar con estas personas y
a nadie le resulta posible acercarse a ellas. El animal y la persona prefieren
pelear con sus semejantes y dejar ir a quienes no se les parecen, porque temen
ser vencidos por una <span lang="en-us">f</span>uerza desconocida.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Después de atravesar toda la guerra, la vieja madre alcanzó por fin su casa,
pero encontró su pueblo natal vacío. Su casa pequeña y pobre, revocada con barro
pintado de amarillo, con su chimenea de ladrillo que parecía la cabeza de una
persona meditabunda, hacía mucho que había sido quemada por el fuego alemán, que
sólo dejó cenizas tras de sí. Sólo la hierba, como la que crece sobre las
tumbas, nacía entre aquellas cenizas. También había desaparecido todo el
vecindario, toda la vieja ciudad. Una luz blanca y triste lo iluminaba todo, y
era posible ver en la lejanía a través de la tierra silenciosa. Pasaría muy poco
tiempo y la hierba cubriría del todo este lugar antes habitado, los vientos
soplarían libres, los torrentes de lluvia lo igualarían y ya no quedaría huella
humana ni nadie para asimilar y heredar como un conocimiento útil todo el
sufrimiento de la vida terrestre. Este último pensamiento hizo suspirar a la
mujer, y también el dolor que sentía su corazón por tanta vida perdida y sin
memoria. Pero su corazón era bondadoso y quería vivir para amar a los muertos,
para terminar los planes que la muerte había interrumpido.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Se sentó en medio de aquellas cenizas frías y apoyó <span lang="en-us">las</span>
manos en el polvo en que se había convertido su casa. Sabía cuál era su destino,
sabía que había llegado su hora, pero se resistía, porque si ella moría, ¿qué
pasaría con el recuerdo de sus niños?, ¿quién los conservaría en su amor si
también su corazón dejaba de respirar?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La madre no sabía la respuesta a esta pregunta y meditaba sola. Se le acercó
su vecina, Yevdokía Petrovna, una mujer joven y de buen ver, antes gorda, pero
ahora débil, silenciosa e indiferente. Una bomba había matado a sus dos hijos
pequeños cuando regresaba con ellos de la ciudad. Su esposo había desaparecido
en unos trabajos de excavación, y ella había vuelto para enterrar a sus hijos y
terminar de vivir el tiempo que le quedaba en aquel lugar muerto.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Buenas, María Vasílievna -dijo Yevdokía Petrovna.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Eres tú, Dunia? -le preguntó María Vasílievna-. Siéntate, hablemos.
Inspeccióname la cabeza, porque hace mucho que no me baño.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Dunia accedió con docilidad y se sentó a su lado; Ma<span lang="en-us">ría</span>
Vasílievna recostó la cabeza en sus rodillas y la vecina empezó a
inspeccionársela. Las dos se sintieron mejor dedicándose a esta tarea. Mientras
una trabajaba afanosamente, la otra se arrebujó contra su cuerpo y se quedó
dormida con la tranquilidad que le infundía la cercanía de una persona conocida.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Los tuyos murieron todos? -preguntó María Vasílievna.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Sí, todos, claro! -le contestó Dunia-. ¿Y los tuyos?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Todos, no queda nadie -dijo María Vasílievna.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Entonces estamos a la par: ni tú ni yo tenemos a nadie -comentó Dunia
satisfecha de que su desgracia no fuera única en el mundo, de que a los demás
les hubiera tocado la misma desdicha.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Mi desgracia es mayor que la tuya: antes también era viuda -dijo
María
Vasílievna-. Y mis dos hijos han caído cerca del pueblo. Se alistaron en el
batallón de trabajadores cuando los alemanes salieron de Petropávlovsk a la
carretera de Mitrofánievsk... Mi hija me llevó bien lejos de aquí porque me
quería mucho, era mi hija. Después se alejó de mí, empezó a amar a todo el
mundo, compadeció a un hombre -mi hija era una muchacha bondadosa-, se inclinó
sobre él, que estaba débil y herido, y entonces la mataron, desde arriba, desde
un avión... ¿Y yo qué? No tengo nada y regresé. ¿Qué tengo ahora? Me da igual.
Tengo la sensación de estar muerta...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Bueno, ya nada se puede hacer. Sigue viviendo como una muerta; yo también vivo
así -dijo Dunia-. Todos los míos descansan y los tuyos también descansan... Sé
dónde están los tuyos, sé adonde los arrastraron a todos para enterrarlos, yo
estaba aquí y lo vi con mis propios ojos. Primero contaron a todos los muertos,
levantaron un acra, pusieron a un lado a los suyos, y a nuestros muertos los
llevaron más allá. Luego desnudaron a todos los nuestros y apuntaron en el acta
cuánta ropa se podía aprovechar. Se alargaron en este tipo de asuntos y luego
empezaron a empujarlos y a lanzarlos a la tumba.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y quién la cavó? -se preocupó
María Vasílievna-. ¿Cavaron profundo? Una tumba
profunda sería más caliente porque estaban desnudos, sentirán frío.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡No, nada de profunda! -le informó Dunia-. ¡Una fosa de proyectil fue su
tumba! Los amontonaron hasta llenarla, pero no había sitio para todos los
muertos, así que pasaron por encima con un tanque de guerra, los muertos se
aplastaron, se hizo más espacio y echaron allí a los muertos restantes. No
tenían ganas de cavar, ahorraban sus fuerzas; echaron un poco de tierra por
encima. Allí descansan los muertos en el frío; sólo los muertos pueden aguantar
el sufrimiento de estar eternamente desnudos en el frío...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y a los míos también los destrozaron con el tanque o los colocaron arriba, sin
aplastarlos? <span lang="en-us">-</span>preguntó María Vasílievna.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿A los tuyos? -contestó Dunia-. La verdad es que no lo pude ver... Allí,
detrás del pueblo, cerca de la carretera descansan todos; si vas, los verás. Yo
hice una cruz con ramas y la puse allí, pero fue por gusto; una cruz se cae
aunque sea de hierro, y la gente olvidará a los muertos...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">María Vasílievna se incorporó, hizo que Dunia bajara la cabeza y empezó a
inspeccionarle el pelo. Se sintió mejor trabajando; el trabajo manual cura los
espíritus tristes y enfermos.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Después, cuando cayó la tarde,
María Vasílievna se levantó. Era una mujer vieja
y estaba cansada. Se despidió de Dunia y salió a la noche, donde descansaban sus
niños. Dos de sus hijos en una tumba cercana, y un poco más allá su hija.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">María Vasílievna fue hasta el poblado cercano. Antes vivían allí, en casitas de
madera, horticultores y campesinos que se alimentaban de las parcelas que había
junto a sus casas y que gracias a esto subsistían desde tiempos remotos. Ahora
nada quedaba en este lugar; el fuego había fundido la capa superior de tierra y
la gente había muerto o vagabundeaba por los alrededores, o los habían cogido
como rehenes y enviado al trabajo y a la muerte.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La carretera de Mitrofánievsk salía del pueblo a la llanura. En tiempos pasados,
al borde de la carretera crecían poderosos árboles; ahora la guerra los había
roído, reduciéndolos a tocones, y la solitaria carretera tenía un aspecto
triste, como si el fin del mundo no quedara lejos de allí...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">María Vasílievna llegó a la tumba con la cruz hecha de dos ramas débiles y
temblorosas y se sentó a sus pies. Ahí abajo descansaban sus niños desnudos
asesinados, profanados y enterrados por manos ajenas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Llegó el crepúsculo y se convirtió en noche. En el cielo se encendieron las
estrellas otoñales. Parecía que después de desahogarse llorando en lo alto
habían abierto sus ojos bondadosos y sorprendidos, y miraban inmóviles la tierra
oscura en la que había tanto sufrimiento y cuyo poder hipnótico les impedía
apartar la vista de ella.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">«Si estuviera<span lang="en-us">n</span> vivos -susurró la madre dirigiéndose a sus hijos muertos-, si
estuviera<span lang="en-us">n</span> vivos, ¿cuánto trabajo podría<span lang="en-us">n</span> haber hecho?, ¿cuántos destinos
podría<span lang="en-us">n</span> haber conocido? Pero ahora que está<span lang="en-us">n</span> muertos... ¿Y dónde se ha quedado
la vida que no vivi<span lang="en-us">eron</span>? ¿Quién la vivirá por
<span lang="en-us">ustedes</span>...? ¿Qué edad tenía Matvéi? Casi veintitrés... Vasili cumpliría veintiocho. La niña tenía dieciocho,
cumpliría los diecinueve este año, ayer fue su cumpleaños... Tanto corazón gasté
en <span lang="en-us">ustedes</span>, tanta sangre perdí, pero al parecer no fue bastante, porque
m<span lang="en-us">urieron</span>, no pude conservar<span lang="en-us">les</span> la vida, no
<span lang="en-us">l</span>os rescaté de la muerte, mi solo
corazón y mi sangre fueron poco. ¿Y quiénes eran ellos? <span lang="en-us">E</span>ran mis hijos, aunque
no pidieron venir al mundo. Los parí sin pensar, los parí y pensé: "Que vivan
solos". Pero al parecer aún no se puede vivir en la tierra, todavía nada está
listo aquí para los niños. ¡Se han esforzado por arreglarlo todo, para dejarlo a
punto, pero no han podido! Aquí no pueden vivir, pero tampoco tenían otro lugar
donde vivir. ¿Y qué podíamos hacer nosotras, las madres? Paríamos hijos, ¿qué
otra cosa podíamos hacer? Sola no tiene sentido vivir...»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Tocó la tierra de la tumba y se acostó boca abajo sobre ella. Dentro de la
tierra remaba el silencio, nada se oía.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">«Duermen -susurr<span lang="en-us">ó</span> la madre-, nadie se mueve. Les fue difícil morir y la muerte
los dejó sin fuerzas. ¡Que duerman! Los esperare... No puedo vivir sin mis
hijos, no quiero vivir sin muertos...»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">María Vasílievna alzó el rostro de la tierra porque le pareció oír que la
llamaba su hija Natasha, que la llamaba sin pronunciar palabras, murmurando algo
como en un suspiro. La madre miró a su alrededor tratando de ver de dónde
provenía su dulce voz, si del campo silencioso, de las profundidades de la
tierra o de lo alto del cielo, de aquella estrella clara. ¿Dónde estaba ahora su
hija muerta? ¿O ya no estaba en ninguna parte y a la madre sólo le parecía oír
su voz que sonaba como un recuerdo en su propio corazón?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">María Vasílievna volvió a prestar oído, y otra vez, viniendo del silencio del
universo, le pareció oír la voz sedante de su hija, una voz que, de tan lejana,
sonaba a silencio, pero que le hablaba pura y claramente sobre la esperanza y la
alegría, sobre que se cumpliría todo lo no cumplido, que los muertos regresarían
a vivir en la tierra y que los que habían sido separados se abrazarían y no se
separarían nunca más.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">A la madre le pareció que la voz de su hija era alegre y comprendió que aquello
significaba que confiaba en que volvería a vivir, que necesitaba la ayuda de los
vivos y no quería seguir estando muerta.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">«Hija, ¿cómo podría ayudarte? Yo también estoy casi muerta -dijo
María
Vasílievna. Hablaba tranquila y con claridad, como si estuviera en la calma de
su hogar y conversara con sus hijos como antes, en su anterior vida feliz-. Yo
sola no podré levantarte. Si el pueblo entero te hubiera amado y hubiera
eliminado toda la injusticia sobre la faz de la tierra, entonces él podría
regresarte a la vida, y también a todos los que murieron injustamente, porque la
muerte es precisamente la mayor injusticia. Pero sin su ayuda, ¿cómo podría
ayudarte? ¡Moriré de pena y sólo entonces podré estar contigo!»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La madre le habló largo tiempo con palabras de consuelo, razonando como si
Natasha y los otros hijos la escucharan con atención. Después le entró sueño y
se quedó dormida sobre la tumba.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El cielo iluminado de la guerra apareció a lo lejos y la alcanzó el sordo
retumbar de los cañones. Había comenzado una batalla. María Vasílievna despertó
y vio el fuego en el cielo, escuchó la respiración agitada de los cañones. «Son
los nuestros que vienen -pensó-, ¡Que lleguen pronto, que haya un poder
soviético, el poder que ama al pueblo, que ama el trabajo, que enseña a la
gente; es un poder inquieto; quizá, dentro de un siglo, aprenda a revivir a los
muertos. Entonces suspirará y se alegrará mi huérfano corazón de madre.»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">María Vasílievna confiaba y entendía que todo sucedería tal y como ella
imaginaba. Había visto aeroplanos volando, algo que también era difícil de
inventar y de hacer. Del mismo modo, todos los muertos podrían ser devueltos
desde la profundidad de la tierra a vivir otra vez bajo la luz solar. Sucedería
si la inteligencia humana tenía en cuenta las necesidades de la madre que da a
luz y entierra a sus hijos y le duele su pérdida.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Se volvió a acostar sobre la tierra blanda de la tumba para estar más cerca de
sus hijos. Su silencio significaba un repudio al mundo malhechor que les había
dado muerte y la pena de la madre que recordaba el olor de sus cuerpos
infantiles y el color de sus ojos vivos.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Hacia el mediodía, los tanques rusos salieron a la carretera de Mitrofánievsk y
se detuvieron junto al pueblo para pasar revista y repostar combustible; habían
dejado de hacer fuego porque la guarnición alemana de la ciudad se había
retirado a tiempo para reagruparse con su ejército y así librarse del combate.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Un soldado rojo bajó de su tanque para caminar por la tierra, sobre la cual
brillaba ahora un sol pacífico. El soldado ya no era joven y le gustaba ver cómo
vive la hierba y comprobar si todavía existían las mariposas y los insectos que
conocía de antes.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">A los pies de una cruz hecha de ramas, el soldado vio a una vieja acurrucada
sobre la tierra. Se agachó y trató de escuchar su respiración. Después giró el
cuerpo de la mujer y <span lang="en-us">p</span>egó el oído a su pecho para cerciorarse de que no latía.
«Su corazón se ha ido -entendió el soldado, y cubrió en silencio el rostro de la
muerta con un lienzo limpio que llevaba consigo como peal de repuesto-. Ya no
tenía con qué vivir; su cuerpo estaba tan comido por el hambre y por la desdicha
que hasta los huesos se le ven bajo la piel.»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">«Duerme por ahora -habló en voz alta el soldado despidiéndose-. No importa de
quién fueras madre, pero sin ti también me he quedado huérfano.»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Permaneció parado un poco más junto a ella, despidiéndose angustiosamente de la
madre ajena.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">«Todo está oscuro para ti ahora y te has ido. ¿Qué remedio? No hay tiempo de
afligirnos por ti. Primero debemos batir al enemigo. Luego el mundo entero
deberá entrar en razón. No puede ser de otro modo, porque entonces todo sería en
vano.»</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El soldado regresó al tanque y se sintió triste sin los muertos. Pero sintió que
ahora le era más necesario vivir. No sólo había que borrar al enemigo de la vida
de la gente, sino que después de la victoria habría que aprender a vivir aquella
vida superior que los muertos le habían legado silenciosamente. Entonces, en
señal de respeto a su eterna memoria, debían cumplirse sus esperanzas, para que
se hiciera su voluntad y no engañar sus corazones yertos. Sólo en los vivos
pueden confiar los muertos, y éstos tienen que vivir de modo que el destino
libre y feliz del pueblo justifique sus muertes y, de esta manera, den a su
caída su justo peso. </span></b></div>
<div class="mw-body-content" id="bodyContent" style="text-align: justify;">
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="mw-content-ltr" dir="ltr" id="mw-content-text" lang="es" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Andréi Platónov</b>, en <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cir%C3%ADlico" title="Cirílico">cirílico</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ruso" title="Idioma ruso">ruso</a>: Андре́й Плато́нов, seudónimo de Andréi Platónovich Kliméntov (en ruso: Андре́й Плато́нович Климе́нтов) (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vor%C3%B3nezh" title="Vorónezh">Vorónezh</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1_de_septiembre" title="1 de septiembre">1 de septiembre</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1899" title="1899">1899</a> - <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/5_de_enero" title="5 de enero">5 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1951" title="1951">1951</a>). Escritor <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica" title="Unión Soviética">soviético</a>, uno de los primeros que emergieron después de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_rusa_de_1917" title="Revolución rusa de 1917">Revolución rusa</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1917" title="1917">1917</a>. A pesar de ser <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Comunismo" title="Comunismo">comunista</a>, sus obras fueron prohibidas por su posición escéptica respecto a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Colectivizaci%C3%B3n_en_la_Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica" title="Colectivización en la Unión Soviética">colectivización</a>. Sus obras más conocidas son las <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Distop%C3%ADa" title="Distopía">distopías</a> <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Chevengur&action=edit&redlink=1" title="Chevengur (aún no redactado)">Chevengur</a></i> y <i>El foso</i> (<i>Котлован</i>, <i><a class="extiw" href="http://en.wikipedia.org/wiki/The_Foundation_Pit" title="en:The Foundation Pit">en:The Foundation Pit</a></i>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hijo de un trabajador metalúrgico empleado de los ferrocarriles
rusos, fue el mayor de 10 hermanos. Nació en una aldea cerca de la
ciudad de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vor%C3%B3nezh" title="Vorónezh">Vorónezh</a>.
Estudió en la escuela parroquial y a partir de los trece años empezó a
trabajar en diversos oficios para mantener a la familia. Sirvió en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ej%C3%A9rcito_Rojo" title="Ejército Rojo">Ejército Rojo</a> durante la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_Rusa" title="Guerra Civil Rusa">Guerra Civil Rusa</a>
como corresponsal de guerra. En 1919 empezó a colaborar como poeta,
publicista y crítico literario en varios periódicos. En la década de
1920 cambió su apellido original Kliméntov por el de Platónov, un
pseudónimo basado en el nombre del padre del escritor (el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Patron%C3%ADmico" title="Patronímico">patrónimo</a>
Platónovich). En 1924 acabó la escuela politécnica y comenzó a trabajar
como ingeniero electrotécnico en diversos proyectos en la Rusia
central, donde fue testigo de los excesos y los levantamientos
campesinos causados por la colectivización forzada. En 1927 marchó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mosc%C3%BA" title="Moscú">Moscú</a> con la idea de dedicarse exclusivamente a la literatura. Fue miembro, aunque periférico, del grupo <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pereval&action=edit&redlink=1" title="Pereval (aún no redactado)">Pereval</a></i> de escritores campesinos.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Escribió sus obras más importantes, las novelas <i>Chevengur</i> y <i>El foso</i> (o <i>La excavación</i>), entre 1926 y 1930, coincidiendo con los últimos años de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Pol%C3%ADtica_Econ%C3%B3mica" title="Nueva Política Económica">Nueva Política Económica</a> (NEP) y el inicio del primer <a class="mw-disambig" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Plan_Quinquenal" title="Plan Quinquenal">Plan Quinquenal</a>
en 1928. Estas obras, que suponían una crítica implícita al sistema,
desencadenaron las críticas de los órganos oficiales y, aunque un
capítulo de <i>Chevengur</i> apareció en una revista, las obras nunca se
publicaron (no sería publicada completa en Rusia hasta 1988). En 1931
después de la publicación de la crónica de la vida de los campesinos
pobres <i>Vprok</i>, que recibió las críticas de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Aleksandr_Fad%C3%A9yev" title="Aleksandr Fadéyev">Fadéyev</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stalin" title="Stalin">Stalin</a>, la publicación de sus trabajos fue prohibida, con la exclusión del relato "El río Potudán", publicado en 1937.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su hijo de 15 años fue arrestado y enviado a un campo de concentración durante la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Purga" title="Gran Purga">Gran Purga</a> estalinista de la década de 1930. Liberado, pero enfermo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tuberculosis" title="Tuberculosis">tuberculosis</a>, el hijo volvió a la casa y durante la convalecencia contagió la enfermedad al escritor. Al comienzo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Guerra_Mundial" title="Segunda Guerra Mundial">Segunda Guerra Mundial</a>
le fue permitido publicar por un permiso especial de Stalin. Fue
corresponsal de guerra de 1942 a 1945 y siguió escribiendo en el
periódico <i>Estrella Roja</i> hasta 1946.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A finales de 1946 se imprimió su cuento «El regreso», por lo que fue
nuevamente censurado y acusado de calumnia. Como consecuencia, la
posibilidad de seguir publicando desapareció por completo. La finales de
los años cuarenta, imposibilitado de seguirse ganando la vida como
narrador, se dedicó a preparar cuentos rusos y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bashkir" title="Bashkir">bashkirios</a>
para ser impresos en revistas para niños. Murió el 5 de enero de 1951
en Moscú. Tiene una calle y un monumento dedicados en Vóronezh.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aunque relativamente desconocido en su tiempo, la influencia de
Platónov en la literatura rusa es considerable. Algunos de sus trabajos
fueron publicados o reimpresos en los años sesenta en la época del
"deshielo" de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nikita_Jrushchov" title="Nikita Jrushchov">Nikita Jrushchov</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La obra de Platónov esta fuertemente relacionada con autores clásicos rusos como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fi%C3%B3dor_Dostoyevski" title="Fiódor Dostoyevski">Fiódor Dostoyevski</a>.
Hace un uso extenso del simbolismo cristiano y de las obras de
filósofos antiguos y contemporáneos suyos, entre ellos el filósofo
cristiano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nikol%C3%A1i_Fi%C3%B3dorovich_Fi%C3%B3dorov" title="Nikolái Fiódorovich Fiódorov">Nikolái Fiódorov</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su novela corta <i>El foso</i> o <i>La excavación</i> usa una
combinación de lenguaje rural y términos políticos e ideológicos que
crean una atmósfera de irrealidad a la que colaboran los sorprendentes
y, a veces fantásticos, hechos de la narración. Esta exploración del
sinsentido es una característica del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Existencialismo" title="Existencialismo">existencialismo</a>
y la literatura del absurdo. A pesar de la postura materialista de su
obra que niega la importancia y la existencia del alma, su estilo, muy
personal y su uso idiosincrático del léxico lo alejan de los escritores
del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_socialista" title="Realismo socialista">realismo socialista</a>. Su publicación en la URSS no fue posible hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1987" title="1987">1987</a> al calor de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Perestroika" title="Perestroika">perestroika</a>. <b>Obras.</b> <i>Las esclusas de Yepifán.La ciudad Grádov.</i> <i>El ciudadano.Las dudas de Makar.</i> (relato). <i>El paso del tiempo.La patria de la electricidad. </i>(relato, 1926). <i>Chevengur.</i> (novela, 1927-1928). <i>La excavación</i>, a veces nombrada como .<i>El foso.</i> (novela corta, 1929-1930).<i>Dzhan</i>. (novela corta, 1935).<i>El río Potudán</i>. (relato, 1937).<i>El regreso</i>. (relato, 1946). <i>El arca de Noé </i>(teatro).<i>La feliz Moscú</i>. (novela, inacabada).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto:ciudadseva.com.Foto:Internet. </span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-85502815859259646462015-05-10T05:02:00.001-07:002015-05-10T05:02:13.738-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-1612554666751512233" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGlVB1frQAyNeCG9F7viOHkeoJ3RldjB8xSxx8RaAiAZBcyecSDX_rwuAwFpY1KCIbuKj7nNsoqasb5N1fKn-xjzGzoPS974AJ-avr7W5e_PB6XqrdNUdyqv2SbFD4GJK5emNDDg51oQJn/s1600/Juan+Jos%C3%A9+Arreola+libro.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGlVB1frQAyNeCG9F7viOHkeoJ3RldjB8xSxx8RaAiAZBcyecSDX_rwuAwFpY1KCIbuKj7nNsoqasb5N1fKn-xjzGzoPS974AJ-avr7W5e_PB6XqrdNUdyqv2SbFD4GJK5emNDDg51oQJn/s640/Juan+Jos%C3%A9+Arreola+libro.jpg" width="454" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Juan José Arreola</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El guardagujas</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie
quiso cargar, le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo,
y con la mano en visera miró los rieles que se perdían en el horizonte.
Desalentado y pensativo consultó su reloj: la hora justa en que el tren debía
partir. </span></b>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Alguien, salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al
volverse el forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto
ferrocarrilero. Llevaba en la mano una linterna roja, pero tan pequeña, que
parecía de juguete. Miró sonriendo al viajero, que le preguntó con ansiedad:
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Usted perdone, ¿ha salido ya el tren? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Lleva usted poco tiempo en este país? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Necesito salir inmediatamente. Debo hallarme en T. mañana mismo.
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Se ve que usted ignora las cosas por completo. Lo que debe hacer ahora mismo
es buscar alojamiento en la fonda para viajeros -y señaló un extraño edificio
ceniciento que más bien parecía un presidio. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero yo no quiero alojarme, sino salir en el tren.
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Alquile usted un cuarto inmediatamente, si es que lo hay. En caso de que
pueda conseguirlo, contrátelo por mes, le resultará más barato y recibirá mejor
atención. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Está usted loco? Yo debo llegar a T. mañana mismo.
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Francamente, debería abandonarlo a su suerte. Sin embargo, le daré unos
informes. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Por favor... </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Este país es famoso por sus ferrocarriles, como usted sabe. Hasta ahora no
ha sido posible organizarlos debidamente, pero se han hecho grandes cosas en lo
que se refiere a la publicación de itinerarios y a la expedición de boletos. Las
guías ferroviarias abarcan y enlazan todas las poblaciones de la nación; se
expenden boletos hasta para las aldeas más pequeñas y remotas. Falta solamente
que los convoyes cumplan las indicaciones contenidas en las guías y que pasen
efectivamente por las estaciones. Los habitantes del país así lo esperan;
mientras tanto, aceptan las irregularidades del servicio y su patriotismo les
impide cualquier manifestación de desagrado. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero, ¿hay un tren que pasa por esta ciudad? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Afirmarlo equivaldría a cometer una inexactitud. Como usted puede darse
cuenta, los rieles existen, aunque un tanto averiados. En algunas poblaciones
están sencillamente indicados en el suelo mediante dos rayas. Dadas las
condiciones actuales, ningún tren tiene la obligación de pasar por aquí, pero
nada impide que eso pueda suceder. Yo he visto pasar muchos trenes en mi vida y conocí
algunos viajeros que pudieron abordarlos. Si usted espera convenientemente, tal
vez yo mismo tenga el honor de ayudarle a subir a un hermoso y confortable
vagón. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Me llevará ese tren a T.? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y por qué se empeña usted en que ha de ser precisamente a T.? Debería darse
por satisfecho si pudiera abordarlo. Una vez en el tren, su vida tomará
efectivamente un rumbo. ¿Qué importa si ese rumbo no es el de T.? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. Lógicamente, debo ser
conducido a ese lugar, ¿no es así? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Cualquiera diría que usted tiene razón. En la fonda para viajeros podrá
usted hablar con personas que han tomado sus precauciones, adquiriendo grandes
cantidades de boletos. Por regla general, las gentes previsoras compran pasajes
para todos los puntos del país. Hay quien ha gastado en boletos una verdadera
fortuna...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Yo creí que para ir a T. me bastaba un boleto. Mírelo usted...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-El próximo tramo de los ferrocarriles nacionales va a ser construido con el
dinero de una sola persona que acaba de gastar su inmenso capital en pasajes de
ida y vuelta para un trayecto ferroviario, cuyos planos, que incluyen extensos
túneles y puentes, ni siquiera han sido aprobados por los ingenieros de la
empresa. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero el tren que pasa por T., ¿ya se encuentra en servicio?
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Y no sólo ése. En realidad, hay muchísimos trenes en la nación, y los
viajeros pueden utilizarlos con relativa frecuencia, pero tomando en cuenta que
no se trata de un servicio formal y definitivo. En otras palabras, al subir a un
tren, nadie espera ser conducido al sitio que desea. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Cómo es eso? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-En su afán de servir a los ciudadanos, la empresa debe recurrir a ciertas
medidas desesperadas. Hace circular trenes por lugares intransitables. Esos
convoyes expedicionarios emplean a veces varios años en su trayecto, y la vida
de los viajeros sufre algunas transformaciones importantes. Los fallecimientos
no son raros en tales casos, pero la empresa, que todo lo ha previsto, añade a
esos trenes un vagón capilla ardiente y un vagón cementerio. Es motivo de
orgullo para los conductores depositar el cadáver de un viajero lujosamente
embalsamado en los andenes de la estación que prescribe su boleto. En ocasiones,
estos trenes forzados recorren trayectos en que falta uno de los rieles. Todo un
lado de los vagones se estremece lamentablemente con los golpes que dan las
ruedas sobre los durmientes. Los viajeros de primera -es otra de las previsiones
de la empresa- se colocan del lado en que hay riel. Los de segunda padecen los
golpes con resignación. Pero hay otros tramos en que faltan ambos rieles, allí
los viajeros sufren por igual, hasta que el tren queda totalmente destruido.
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Santo Dios! </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Mire usted: la aldea de F. surgió a causa de uno de esos accidentes. El tren
fue a dar en un terreno impracticable. Lijadas por la arena, las ruedas se
gastaron hasta los ejes. Los viajeros pasaron tanto tiempo, que de las obligadas
conversaciones triviales surgieron amistades estrechas. Algunas de esas
amistades se transformaron pronto en idilios, y el resultado ha sido F., una
aldea progresista llena de niños traviesos que juegan con los vestigios
enmohecidos del tren. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Dios mío, yo no estoy hecho para tales aventuras!
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Necesita usted ir templando su ánimo; tal vez llegue usted a convertirse en
héroe. No crea que faltan ocasiones para que los viajeros demuestren su valor y
sus capacidades de sacrificio. Recientemente, doscientos pasajeros anónimos
escribieron una de las páginas más gloriosas en nuestros anales ferroviarios.
Sucede que en un viaje de prueba, el maquinista advirtió a tiempo una grave
omisión de los constructores de la línea. En la ruta faltaba el puente que debía
salvar un abismo. Pues bien, el maquinista, en vez de poner marcha atrás, arengó
a los pasajeros y obtuvo de ellos el esfuerzo necesario para seguir adelante.
Bajo su enérgica dirección, el tren fue desarmado pieza por pieza y conducido en
hombros al otro lado del abismo, que todavía reservaba la sorpresa de contener
en su fondo un río caudaloso. El resultado de la hazaña fue tan satisfactorio
que la empresa renunció definitivamente a la construcción del puente,
conformándose con hacer un atractivo descuento en las tarifas de los pasajeros
que se atreven a afrontar esa molestia suplementaria. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Pero yo debo llegar a T. mañana mismo! </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Muy bien! Me gusta que no abandone usted su proyecto. Se ve que es usted un
hombre de convicciones. Alójese por lo pronto en la fonda y tome el primer tren
que pase. Trate de hacerlo cuando menos; mil personas estarán para impedírselo.
Al llegar un convoy, los viajeros, irritados por una espera demasiado larga,
salen de la fonda en tumulto para invadir ruidosamente la estación. Muchas veces
provocan accidentes con su increíble falta de cortesía y de prudencia. En vez de
subir ordenadamente se dedican a aplastarse unos a otros; por lo menos, se
impiden para siempre el abordaje, y el tren se va dejándolos amotinados en los
andenes de la estación. Los viajeros, agotados y furiosos, maldicen su falta de
educación, y pasan mucho tiempo insultándose y dándose de golpes. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y la policía no interviene? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Se ha intentado organizar un cuerpo de policía en cada estación, pero la
imprevisible llegada de los trenes hacía tal servicio inútil y sumamente
costoso. Además, los miembros de ese cuerpo demostraron muy pronto su venalidad,
dedicándose a proteger la salida exclusiva de pasajeros adinerados que les daban
a cambio de esa ayuda todo lo que llevaban encima. Se resolvió entonces el
establecimiento de un tipo especial de escuelas, donde los futuros viajeros
reciben lecciones de urbanidad y un entrenamiento adecuado. Allí se les enseña
la manera correcta de abordar un convoy, aunque esté en movimiento y a gran
velocidad. También se les proporciona una especie de armadura para evitar que
los demás pasajeros les rompan las costillas. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero una vez en el tren, ¡está uno a cubierto de nuevas contingencias?
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Relativamente. Sólo le recomiendo que se fije muy bien en las estaciones.
Podría darse el caso de que creyera haber llegado a T., y sólo fuese una
ilusión. Para regular la vida a bordo de los vagones demasiado repletos, la
empresa se ve obligada a echar mano de ciertos expedientes. Hay estaciones que
son pura apariencia: han sido construidas en plena selva y llevan el nombre de
alguna ciudad importante. Pero basta poner un poco de atención para descubrir el
engaño. Son como las decoraciones del teatro, y las personas que figuran en
ellas están llenas de aserrín. Esos muñecos revelan fácilmente los estragos de
la intemperie, pero son a veces una perfecta imagen de la realidad: llevan en el
rostro las señales de un cansancio infinito. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Por fortuna, T. no se halla muy lejos de aquí. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero carecemos por el momento de trenes directos. Sin embargo, no debe
excluirse la posibilidad de que usted llegue mañana mismo, tal como desea. La
organización de los ferrocarriles, aunque deficiente, no excluye la posibilidad
de un viaje sin escalas. Vea usted, hay personas que ni siquiera se han dado
cuenta de lo que pasa. Compran un boleto para ir a T. Viene un tren, suben, y al
día siguiente oyen que el conductor anuncia: "Hemos llegado a T.". Sin tomar
precaución alguna, los viajeros descienden y se hallan efectivamente en T.
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Podría yo hacer alguna cosa para facilitar ese resultado?
</span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Claro que puede usted. Lo que no se sabe es si le servirá de algo. Inténtelo
de todas maneras. Suba usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T. No
trate a ninguno de los pasajeros. Podrán desilusionarlo con sus historias de
viaje, y hasta denunciarlo a las autoridades. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Qué está usted diciendo? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">En virtud del estado actual de las cosas los trenes viajan llenos de espías.
Estos espías, voluntarios en su mayor parte, dedican su vida a fomentar el
espíritu constructivo de la empresa. A veces uno no sabe lo que dice y habla
sólo por hablar. Pero ellos se dan cuenta en seguida de todos los sentidos que
puede tener una frase, por sencilla que sea. Del comentario más inocente saben
sacar una opinión culpable. Si usted llegara a cometer la menor imprudencia,
sería aprehendido sin más, pasaría el resto de su vida en un vagón cárcel o le
obligarían a descender en una falsa estación perdida en la selva. Viaje usted
lleno de fe, consuma la menor cantidad posible de alimentos y no ponga los pies
en el andén antes de que vea en T. alguna cara conocida. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero yo no conozco en T. a ninguna persona. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-En ese caso redoble usted sus precauciones. Tendrá, se lo aseguro, muchas
tentaciones en el camino. Si mira usted por las ventanillas, está expuesto a
caer en la trampa de un espejismo. Las ventanillas están provistas de ingeniosos
dispositivos que crean toda clase de ilusiones en el ánimo de los pasajeros. No
hace falta ser débil para caer en ellas. Ciertos aparatos, operados desde la
locomotora, hacen creer, por el ruido y los movimientos, que el tren está en
marcha. Sin embargo, el tren permanece detenido semanas enteras, mientras los
viajeros ven pasar cautivadores paisajes a través de los cristales. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y eso qué objeto tiene? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Todo esto lo hace la empresa con el sano propósito de disminuir la ansiedad
de los viajeros y de anular en todo lo posible las sensaciones de traslado. Se
aspira a que un día se entreguen plenamente al azar, en manos de una empresa
omnipotente, y que ya no les importe saber adónde van ni de dónde vienen. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Y usted, ¿ha viajado mucho en los trenes? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Yo, señor, sólo soy guardagujas<sup><a href="http://ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/el_guardagujas.htm#1" style="text-decoration: none;" target="_self">1</a></sup>. A decir verdad, soy un guardagujas
jubilado, y sólo aparezco aquí de vez en cuando para recordar los buenos
tiempos. No he viajado nunca, ni tengo ganas de hacerlo. Pero los viajeros me
cuentan historias. Sé que los trenes han creado muchas poblaciones además de la
aldea de F., cuyo origen le he referido. Ocurre a veces que los tripulantes de
un tren reciben órdenes misteriosas. Invitan a los pasajeros a que desciendan de
los vagones, generalmente con el pretexto de que admiren las bellezas de un
determinado lugar. Se les habla de grutas, de cataratas o de ruinas célebres:
"Quince minutos para que admiren ustedes la gruta tal o cual", dice amablemente
el conductor. Una vez que los viajeros se hallan a cierta distancia, el tren
escapa a todo vapor. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y los viajeros? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Vagan desconcertados de un sitio a otro durante algún tiempo, pero acaban por
congregarse y se establecen en colonia. Estas paradas intempestivas se hacen en
lugares adecuados, muy lejos de toda civilización y con riquezas naturales
suficientes. Allí se abandonan lores selectos, de gente joven, y sobre todo con
mujeres abundantes. ¿No le gustaría a usted pasar sus últimos días en un
pintoresco lugar desconocido, en compañía de una muchachita? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El viejecillo sonriente hizo un guiño y se quedó mirando al viajero, lleno de
bondad y de picardía. En ese momento se oyó un silbido lejano. El guardagujas
dio un brinco, y se puso a hacer señales ridículas y desordenadas con su
linterna. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Es el tren? -preguntó el forastero. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El anciano echó a correr por la vía, desaforadamente. Cuando estuvo a cierta
distancia, se volvió para gritar: </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Tiene usted suerte! Mañana llegará a su famosa estación. ¿Cómo dice que se
llama? </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡X! -contestó el viajero. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">En ese momento el viejecillo se disolvió en la clara mañana. Pero el punto
rojo de la linterna siguió corriendo y saltando entre los rieles, imprudente, al
encuentro del tren. </span></b> </div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Al fondo del paisaje, la locomotora se acercaba como un
ruidoso advenimiento.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
<a href="https://www.blogger.com/null" name="1" target="_self">1</a>. Guardagujas: Empleado
encargado del manejo de las agujas de una vía férrea.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-size: medium;"><b>Juan José Arreola Zúñiga</b> </span></span></b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;"><span style="font-size: medium;"><span style="color: black;">(Zapotlán el Grande —hoy <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ciudad_Guzm%C3%A1n" title="Ciudad Guzmán">Ciudad Guzmán</a>—, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jalisco" title="Jalisco">Jalisco</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/21_de_septiembre" title="21 de septiembre">21 de septiembre</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1918" title="1918">1918</a> - <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guadalajara_%28M%C3%A9xico%29" title="Guadalajara (México)">Guadalajara</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jalisco" title="Jalisco">Jalisco</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/3_de_diciembre" title="3 de diciembre">3 de diciembre</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2001" title="2001">2001</a>).<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Acad%C3%A9mico" title="Académico">académico</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Editorial_%28empresa%29" title="Editorial (empresa)">editor</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico" title="México">mexicano</a></span>.</span></span></span><b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;"> </span></span></b><br /><span style="font-size: medium;">Juan José Arreola fue el cuarto hijo de Felipe Arreola y Victoria
Zúñiga. Entre 1926 y 1929 se educó en su pueblo natal. En 1930 empezó a
trabajar como encuadernador y luego se dedicó a sobrevivir ejerciendo
toda clase de trabajos. «He sido vendedor ambulante y periodista; <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mozo_de_cuerda" title="Mozo de cuerda">mozo de cuerda</a>
y cobrador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes
quieran.» En 1934 escribió sus tres primeros textos. En 1937 vivió en la
ciudad de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico,_D.F." title="México, D.F.">México, D.F.</a> y se inscribió en la Escuela Teatral de Bellas Artes.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Comenzó su carrera de escritor a los 31 años. En 1948, gracias a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Alatorre" title="Antonio Alatorre">Antonio Alatorre</a>, encontró trabajo en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fondo_de_Cultura_Econ%C3%B3mica" title="Fondo de Cultura Económica">Fondo de Cultura Económica</a> como corrector y autor de solapas. Obtuvo una beca en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_Colegio_de_M%C3%A9xico" title="El Colegio de México">El Colegio de México</a> gracias a la intervención de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_Reyes_Ochoa" title="Alfonso Reyes Ochoa">Alfonso Reyes</a>. Su primer libro de cuentos <i>Varia invención</i>, apareció en 1949, editado por el FCE. Para 1950 comenzó a colaborar en la colección "Los Presentes" y recibió una beca de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fundaci%C3%B3n_Rockefeller" title="Fundación Rockefeller">Fundación Rockefeller</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">En 1952 apareció la que muchos consideran su primera gran obra
"Confabulario". En 1955 recibió el Premio del Festival Dramático del
Instituto Nacional de Bellas Artes. En 1963, año en que recibió el
Premio Xavier Villaurrutia, salió a la luz otra de sus grandes obras, la
novela "La feria".<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Arreola#cite_note-1">1</a></sup> En 1964 dirigió la colección "El Unicornio" y comenzó a enseñar en la Universidad Nacional Autónoma de México.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">En 1969 recibió un reconocimiento de parte del grupo cultural "José
Clemente Orozco" de Ciudad Guzmán. En 1972 se publicó Bestiario, que
completaba la serie empezada en 1958 con Punta de plata. En 1977 obtuvo
el Premio Nacional de Periodismo de México en divulgación cultural por
su trabajo en Canal 13.<sup class="reference" id="cite_ref-2"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Arreola#cite_note-2">2</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">En 1979 recibió el Premio Nacional en Lingüística y Literatura, en la Ciudad de México.<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Arreola#cite_note-3">3</a></sup> Diez años más tarde se le dio el Premio Jalisco de Letras (1989). En 1992 participó como comentarista de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Televisa" title="Televisa">Televisa</a> para los <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juegos_Ol%C3%ADmpicos_de_Barcelona" title="Juegos Olímpicos de Barcelona">Juegos Olímpicos de Barcelona</a> y ese mismo año recibió el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_de_Literatura_Latinoamericana_y_del_Caribe_Juan_Rulfo" title="Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo">Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo</a>, que se concede al conjunto de una producción literaria, y se entrega en la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Feria_Internacional_del_Libro_de_Guadalajara" title="Feria Internacional del Libro de Guadalajara">Feria Internacional del Libro de Guadalajara</a>. En 1995 recibió el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Internacional_Alfonso_Reyes" title="Premio Internacional Alfonso Reyes">Premio Internacional Alfonso Reyes</a>
y en 1998 el premio Ramón López Velarde. En 1999, con motivo de sus
ochenta años, el Ayuntamiento de Guadalajara le entregó un
reconocimiento y lo nombró hijo preclaro y predilecto en una ceremonia
efectuada en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Hospicio_Caba%C3%B1as" title="Hospicio Cabañas">Hospicio Cabañas</a> en Guadalajara.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Víctima de una <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Hidrocefalia" title="Hidrocefalia">hidrocefalia</a>
que lo aquejó durante sus últimos tres años, muere a los 83 años en su
casa en Jalisco; le sobrevivieron su viuda, tres hijos y seis nietos.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Fue muy aficionado al ajedrez. Esta afición lo llevó a invitar a Guadalajara al adolescente <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bobby_Fischer" title="Bobby Fischer">Bobby Fischer</a>, entonces campeón de ajedrez de los Estados Unidos y que después sería campeón mundial.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Tuvo una amplia cultura. La obra de Arreola se caracteriza por una
inteligencia profunda y lúdica. Juega con los conceptos, con las
situaciones, utiliza símbolos, parodia. Ama los textos breves y
significativos. Su prosa es de estilo clásico y depurado. En el universo
de su obra se rompen las leyes lógicas y naturales. En ello se nota,
como en el caso de Borges, un escepticismo fundamental. En cuanto a su
formación, escribió: "Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce años y
en Zapotlán el Grande leí a Baudelaire, a Walt Whitman y a los
principales fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob, junto con
medio centenar de otros nombres más y menos ilustres... " <b>Narrativa.</b> <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Varia_invenci%C3%B3n&action=edit&redlink=1" title="Varia invención (aún no redactado)">Varia invención</a></i> (1949). Incluye: <i>Varia invención</i>, <i>La hora de todos (juguete cómico en un acto)</i>. México, Fondo de Cultura Económica<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Confabulario&action=edit&redlink=1" title="Confabulario (aún no redactado)">. Confabulario</a></i> (1952). Incluye: <i>Parturient montes</i>, <i>En verdad os digo</i>, <i>El rinoceronte</i>, <i>La migala</i>, <i>El guardagujas</i>, <i>El discípulo</i>, <i>Eva</i>, <i>Pueblerina</i>, <i>Sinesio de Rodas</i>, <i>Monólogo del insumiso</i>, <i>El prodigioso miligramo</i>, <i>Nabónides</i>, <i>El faro</i>, <i>In memoriam</i>, <i>Baltasar Gérard</i>, <i>Baby H. P.</i>, <i>Anuncio</i>, <i>De balística</i>, <i>Una mujer amaestrada</i>, <i>Pablo</i>, <i>Parábola del trueque</i>, <i>Un pacto con el diablo</i>, <i>El converso</i>, <i>El silencio de Dios</i>, <i>Los alimentos terrestres</i>, <i>Una reputación</i>, <i>Corrido</i>, <i>Carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos</i>. México, Fondo de Cultura Económica.<i> La feria</i> (1963). México, Joaquín Mortiz.<i> Palindroma</i> (1971). Incluye: <i>Palindroma</i>: <i>Tres días y un cenicero</i>, <i>Starring all people</i>, <i>Hogares felices</i>, <i>Para entrar al jardín</i>, <i>Botella de Klein</i>, <i>El himen en México</i>. <i>Variaciones sintácticas</i>: <i>Duermevela</i>, <i>Profilaxis</i>, <i>Receta casera</i>, <i>De un viajero</i>, <i>La disyuntiva</i>, <i>Ciclismo</i>, <i>Astronomía</i>, <i>Historia de los dos ¿que soñaron?</i>, <i>Balada</i>, <i>Doxografías</i>. <i>Tercera llamada ¡tercera! o Empezamos sin usted (farsa de circo en un acto</i>). México, Joaquín Mortiz.<i> Bestiario</i> (1972). Incluye: <i>Bestiario</i>: <i>El rinoceronte</i>, <i>El sapo</i>, <i>El bisonte</i>, <i>Aves de rapiña</i>, <i>El avestruz</i>, <i>Insectiada</i>, <i>El carabao</i>, <i>Felinos</i>, <i>El búho</i>, <i>El oso</i>, <i>El elefante</i>, <i>Topos</i>, <i>Camélidos</i>, <i>La boa</i>, <i>La cebra</i>, <i>La jirafa</i>, <i>La hiena</i>, <i>El hipopótamo</i>, <i>Cérvidos</i>, <i>Las focas</i>, <i>Aves acuáticas</i>, <i>El ajolote</i>, <i>Los monos</i>. <i>Cantos de mal dolor</i>: <i>Loco dolente</i>, <i>Casus conscientiae</i>, <i>Kalenda maya</i>, <i>Homenaje a Johann Jacobi Bachofen</i>, <i>Homenaje a Remedios Varo</i>, <i>La noticia</i>, <i>Navideña</i>, <i>De cetrería</i>, <i>El rey negro</i>, <i>Homenaje a Otto Weininger</i>, <i>Metamorfosis</i>, <i>Cocktail party</i>, <i>La trampa</i>, <i>Caballero desarmado</i>, <i>Post scriptum</i>, <i>Achtung! Lebende Tiere!</i>, <i>La lengua de Cervantes</i>, <i>Balada</i>, <i>Tú y yo</i>, <i>El encuentro</i>, <i>Dama de pensamientos</i>, <i>Teoría de Dulcinea</i>, <i>Epitalamio</i>, <i>Allons voir la rose</i>, <i>Luna de miel</i>, <i>Armisticio</i>, <i>Cláusulas</i>, <i>Gravitación</i>. <i>Prosodia</i>: <i>Informe de Liberia</i>, <i>Telemaquia</i>, <i>Inferno V</i>, <i>De L´Osservatore</i>, <i>Una de dos</i>, <i>Libertad</i>, <i>El último deseo</i>, <i>Elegía</i>, <i>Flor de retórica antigua</i>, <i>Flash</i>, <i>El diamante</i>, <i>El mapa de los objetos perdidos</i>, <i>Loco de amor</i>, <i>La caverna</i>, <i>Los bienes ajenos</i>, <i>Alarma para el año 2000</i>, <i>Interview</i>, <i>El soñado</i>, <i>El asesino</i>, <i>La canción de Peronelle</i>, <i>Autrui</i>, <i>Epitafio</i>, <i>El lay de Aristóteles</i>, <i>El condenado</i>, <i>Apuntes de un rencoroso</i>. <i>Aproximaciones</i>: <i>Una familia de árboles [Jules Renard]</i>, <i>El sapo [Jules Renard]</i>, <i>Al fondo del país lituano [O. V. de Lubicz Milosz]</i>, <i>Declaración [Pierre Jean Jouve]</i>, <i>El puerco [Paul Claudel]</i>, <i>La tristeza [Pierre Jean Jouve]</i>, <i>Vida de una araña real [Henri Michaux]</i>, <i>Octubre [Paul Claudel]</i>, <i>Disolución [Paul Claudel]</i>, <i>La derivación [Paul Claudel]</i>, <i>Tristeza en el agua [Paul Claudel]</i>, <i>Pensamiento en el mar [Paul Claudel]</i>, <i>Libación por el día futuro [Paul Claudel]</i>, <i>La tierra vista desde el mar [Paul Claudel]</i>, <i>Corimbo de otoño [Francis Thompson]. Inventario</i> (1976)<i>.Confabulario personal</i> (1980). Reunión de textos de varios de sus libros anteriores. México, Bruguera.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:Wikipedia. Texto:ciudadseva.com.Foto:Internet </span></div>
</div>
<div class="post-footer">
<div class="post-footer-line post-footer-line-1">
<span class="post-author vcard">
<span class="fn" itemprop="author" itemscope="itemscope" itemtype="http://schema.org/Person"><a class="g-profile" data-gapiattached="true" data-gapiscan="true" data-onload="true" href="https://plus.google.com/111501056615684474485" rel="author" title="author profile"><span itemprop="name"></span></a></span></span><span class="post-comment-link"></span><span class="post-icons"><span class="item-action"></span></span><span class="post-backlinks post-comment-link">
</span>
</div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-55789858911349503212015-05-03T06:07:00.000-07:002015-05-03T06:07:00.970-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-5689416450238175271" itemprop="description articleBody">
<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhy0M5SMZhXYHezRaggsAsxpVoMN7uFLkEUSIO76gr9sQnhzJmN6VuG3SWgs6KL-ifEt2-JoS91lMZsiykGvfnxYVYuhFQO83ycTrdwL04MoVI4dxcJxKPxXKcFXHdiOu-c4fYTCb7PhXSF/s1600/john-o-hara.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="466" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhy0M5SMZhXYHezRaggsAsxpVoMN7uFLkEUSIO76gr9sQnhzJmN6VuG3SWgs6KL-ifEt2-JoS91lMZsiykGvfnxYVYuhFQO83ycTrdwL04MoVI4dxcJxKPxXKcFXHdiOu-c4fYTCb7PhXSF/s1600/john-o-hara.jpg" width="640" /></a></div>
<b><span style="font-size: large;">John O'Hara </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">¿Nos marchamos mañana? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Hacía frío, bastante frío, como
suele hacerlo en ese punto intermedio en que ya ha terminado la
temporada de Florida pero todavía no ha empezado el verano en el norte.
Todas las mañanas el joven alto y su mujer bajaban los escalones del
porche y se iban a dar su paseo. Iban hasta la loma donde los jinetes
entraban en las pistas.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">No se acercaban mucho a la loma y
no hablaban con nadie. Solamente miraban. Pero había algo en la actitud
del joven alto, en su porte, que daba la impresión de que era él quien
estaba dando la salida a los jinetes, de que era su presencia lo que
hacía oficial la salida. Se quedaba allí, sin sombrero y moreno, con la
barbilla casi tocándole el pecho y las manos hundidas en los bolsillos
de su elegante abrigo de tweed. Su mujer se quedaba a su lado cogiéndole
la mano y cuando tenía que hablar acercaba su cara a la de él y
levantaba la mirada. Casi siempre la respuesta de él era una sonrisa y
un asentimiento, o tal vez una sola palabra que transmitía todo lo que
él quería decir con palabras. Se quedaban mirando un rato a los jinetes y
luego paseaban hasta el punto de salida del primer hoyo del campo de
golf masculino para ver empezar a los jugadores. Su actitud allí era
idéntica: no hablaban apenas y mostraban los mismos modales o actitud de
ligera superioridad. Cuando ya habían visto su cuota de golfistas
regresaban al porche, ella subía a sus habitaciones y un botones negro
le llevaba a él sus periódicos, el Montreal Star y el New York Times. Se
quedaba allí sentado perezosamente mirando los periódicos, nunca lo
bastante interesado en una noticia como para no mirar a todas las
personas que entraban y salían del hotel o que pasaban junto a su silla
en el porche. Miraba todos los coches que entraban por el camino de
entrada corto y lleno de curvas, miraba a la gente que entraba y salía,
miraba cómo se alejaban los coches. Luego, cuando ya no había actividad
humana, regresaba a su periódico, sosteniéndolo lejos de sí, y en su
cara y en sus ojos tras las gafas de montura dorada siempre había el
mismo atisbo de sonrisa. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Antes del almuerzo subía a su
habitación y bajaba junto con su mujer. Después del almuerzo, como casi
todos los demás, se retiraban, en apariencia para hacer una pequeña
siesta y no reaparecer hasta la hora del cóctel.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Solían ser los primeros en llegar
al bar pequeño y jovial, y hasta que llegaba la hora de cambiarse para
la cena él tenía en la mano un vaso de whisky que se hacía rellenar
continuamente. Bebía despacio, dando sorbos muy pequeños. Por aquella
época ella tomaba un par de vasos poco cargados por cada ocho que tomaba
él. Ella siempre parecía tener una de esas revistas de formato grande
en el regazo, aunque para entonces ya era ella quien solía levantar la
vista, mientras que él nunca volvía la cabeza. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Poco después de que llegaran ella
empezó a hablar con la gente, a saludar con la cabeza e intercambiar
algunas palabras. Era una mujercilla agradable y amistosa que no tendría
treinta años. Sus ojos eran demasiado bonitos en comparación con el
resto de su cara. Cuando dormía no debía de ser muy guapa, y tenía una
piel muy sensible al sol. Tenía una buena constitución —manos y pies
preciosos— y cuando llevaba jersey y falda su figura siempre conseguía
que los jinetes y los jugadores de golf se la quedaran mirando. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Se llamaban Campbell: Douglas y
Sheila Campbell. Eran la gente más joven por encima de los quince años
en todo el hotel. Había unos cuantos niños, pero la mayoría de huéspedes
rondaban los cuarenta. Una tarde los Campbell estaban en el bar cuando
una mujer entró y al cabo de un instante de duda dijo: </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Buenas tardes, señora Campbell, ¿no habrá visto por casualidad a mi marido? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Pues no —dijo la señora Campbell. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">La mujer se acercó despacio y puso la mano en el respaldo de una silla cerca de ellos. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Me parece que lo he perdido —dijo
sin dirigirse a nadie. Luego dijo de pronto—: ¿Les importa que me siente
con ustedes mientras lo espero? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—En absoluto —dijo la señora Campbell. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Por favor, siéntese —dijo
Campbell. Se puso en pie y se quedó muy rígido. Dejó su vaso en la mesa y
juntó las manos detrás de la espalda. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Lo lamento pero no recuerdo su nombre —dijo la señora Campbell. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Soy la señora Loomis. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">La señora Campbell presentó a su marido y éste dijo: </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—¿No le apetece un cóctel mientras espera? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">La señora Loomis lo pensó un
momento y dijo que sí, que tomaría un daiquiri seco. Luego Campbell se
sentó, cogió su copa y dio un sorbo. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Creo que hemos llegado los
primeros, como de costumbre —dijo la señora Campbell—. Así que
tendríamos que haber visto al señor Loomis. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Oh, no pasa nada. Siempre hay uno
de nosotros que llega tarde, pero no es importante. Por eso me gusta
este sitio. Por ese aire general de informalidad —sonrió—. Nunca los
había visto por aquí. ¿Es el primer año que vienen? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Sí, es el primer año —dijo la señora Campbell. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—¿Son de Nueva York? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—De Montreal —dijo la señora Campbell. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Oh, canadienses. Este invierno en
Palm Beach conocí a unos canadienses de lo más encantador —dijo laseñora
Loomis. Mencionó sus nombres, la señora Campbell dijo que los conocían y
su marido sonrió y asintió.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Luego la señora Loomis intentó
recordar los nombres de otra gente a la que había conocido en Montreal
(y que resultaron ser de Toronto) y entonces llegó el señor Loomis. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">El señor Loomis era un hombre de
cincuenta años, canoso y un poco grueso pero vestido como un hombre
joven. Tenía el pelo castaño y los párpados gruesos. Sus modales eran
buenos. Fue él quien corrigió a su mujer y le dijo que aquella gente de
Montreal era en realidad de Toronto. Era la primera vez que los Loomis y
los Campbell hablaban más allá de cruzar unas palabras de cortesía y
aquella tarde la señora Campbell se mostró casi alegre. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Los Campbell no bajaron a cenar por
la noche, pero salieron a dar su paseo a la mañana siguiente. El señor
Loomis los saludó con la mano en la salida del primer hoyo y ellos
devolvieron el saludo: ella lo saludó con la mano y él asintiendo con la
cabeza. Aquella tarde no aparecieron a la hora del cóctel. La siguiente
vez que bajaron a la sala de cócteles ocuparon una mesa pequeña junto
al bar donde solamente había sitio para dos sillas. Nadie habló con
ellos, pero aquella noche era una de las noches en que el hotel
proyectaba películas en la sala de baile y después de la película los
Loomis se les unieron e insistieron en invitarlos a una copa, la última
antes de irse a dormir. Y esto es lo que sucedió. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">El señor Loomis sacó su cigarrera, le ofreció un puro al señor Campbell, que lo rechazó, y pidió las bebidas. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Escocés, escocés, escocés y un cubalibre. —El cubalibre era para la señora Loomis. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Cuando el camarero anotó el pedido, el señor Campbell añadió: </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Y traiga la botella. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Durante una fracción de segundo la cara del señor Loomis mostró incredulidad. Incredulidad o, más</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">probablemente, duda ante lo que acababa de oír con sus propios oídos. Pero al final dijo: </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Sí, traiga la botella. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Luego hablaron de la película.
Todos se mostraron de acuerdo en que había sido una película horrorosa.
Los Loomis dijeron que era una pena porque dos años atrás se habían
cruzado con la protagonista y les había parecido de lo más encantador,
en absoluto como uno se imagina que debe de ser una estrella del cine.
Todos estuvieron de acuerdo en que el ratón Mickey estaba bien, aunque
el señor Loomis dijo que ya se estaba cansando un poco del ratón Mickey.
Llegaron las bebidas y la señora Loomis se disculpó, pero explicó que
desde que había estado en Cuba le había cogido el gusto al ron y siempre
tomaba ron. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Y antes ginebra —dijo el señor
Loomis. El señor Campbell ya tenía el vaso vacío; llamó al camarero para
que trajera más hielo y otro cubalibre y rellenó los vasos con la
botella de whisky que había en la mesa. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Pero si ha sido idea mía —dijo el señor Loomis. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Solamente la primera ronda —dijo
el señor Campbell. Lo dejaron así; las señoras volvieron al tema de la
protagonista de la película y el señor Loomis se les unió. Se enzarzaron
discutiendo el historial matrimonial de la protagonista y de ahí
pasaron inevitablemente a los nombres de otras estrellas del cine y sus
respectivos historiales matrimoniales. El señor y la señora Loomis
aportaban las estadísticas y la señora Campbell decía sí o no cuando se
requería que diera su opinión. El señor Campbell daba sorbos a su bebida
sin decir nada hasta que los Loomis, que llevaban mucho tiempo casados,
se dieron cuenta al mismo tiempo de su silencio y empezaron a dirigirle
a él sus comentarios. Los Loomis no parecían satisfechos con la
conformidad de la señora Campbell. Le dirigían a ella las primeras
palabras de cada comentario porque era una oyente muy cortés, pero luego
se volvían hacia él y la mayor parte de lo que tenían que decir se lo
decían a él. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Durante unos instantes él sonreía y
emitía un murmullo de aprobación dirigido en parte a su vaso. Pero al
cabo de unos minutos ya parecía impaciente porque terminaran con su
comentario o su anécdota. Empezaba a asentir antes de que llegara el
momento de asentir y no paraba de hacerlo y de decir «sí, sí, sí» muy
deprisa.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">En un momento dado, en medio de una
anécdota, sus ojos, que habían estado apagándose, se encendieron de
pronto. Dejó su bebida, se inclinó hacia delante, agarrándose y
soltándose una mano con la otra. «Y sí, sí, sí», no paró de decir hasta
que la señora Loomis terminó su historia. Luego se inclinó hacia delante
todavía más y se quedó mirando a la señora Loomis con aquella sonrisa
resplandeciente y con una respiración cada vez más entrecortada. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—¿Puedo contarle una historia? —dijo. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">La señora Loomis sonrió. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Pues claro. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Entonces Campbell contó su
historia. En ella aparecían un sacerdote, partes de la anatomía
femenina, situaciones inverosímiles, un cornudo y palabras que no se
pueden imprimir. No tenía ningún sentido. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Mucho antes de que Campbell
terminara su historia, Loomis frunció el ceño y miró a su mujer y a la
mujer de Campbell; parecía que escuchaba a Campbell pero estaba todo el
tiempo mirando a las dos mujeres. La señora Loomis no podía mirar a
ningún lado: Campbell le estaba explicando la historia a ella y no
miraba a nadie más que a ella. En cuanto a la señora Campbell, nada más
empezar la historia cogió su bebida, dio un sorbo, dejó el vaso en la
mesa y mantuvo la mirada fija en el vaso hasta que Campbell señaló con
su risa que la historia se había acabado. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Acabada la historia, siguió riendo y mirando a la señora Loomis; luego le dirigió una sonrisa al señor Loomis. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Hum —dijo Loomis, con una sonrisa rígida en la cara—. Bueno, cariño —dijo—. Creo que ya va siendo hora... </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Sí —dijo la señora Loomis—. Muchas gracias. Buenas noches, señora Campbell. Y buenas noches. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Campbell se puso en pie, rígido, e
hizo una inclinación.Cuando se hubieron marchado de la sala, Campbell se
volvió a sentar y cruzó las piernas. Encendió un cigarrillo, retomó su
bebida y se quedó mirando la pared de delante. Su mujer lo miró. Los
ojos del hombre no se movieron un milímetro cuando se llevó el vaso a la
boca. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Oh —dijo ella de pronto—. Me
pregunto si todavía debe de estar el hombre del mostrador de viajes. Me
había olvidado de los billetes de mañana. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—¿Mañana? ¿Es que nos marchamos mañana? </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">—Sí. </span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Él se puso en pie y le apartó la
mesa para que pudiera salir. Después de que ella se marchara, él se
sentó de nuevo para esperarla.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">John Henry O'Hara (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pottsville_%28Pensilvania%29" title="Pottsville (Pensilvania)">Pottsville</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pensilvania" title="Pensilvania">Pensilvania</a>), <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/31_de_enero" title="31 de enero">31 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1905" title="1905">1905</a> - <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Princeton_%28Nueva_Jersey%29" title="Princeton (Nueva Jersey)">Princeton</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Jersey" title="Nueva Jersey">Nueva Jersey</a>), <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/11_de_abril" title="11 de abril">11 de abril</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1970" title="1970">1970</a>).<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a> <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Estadounidense" title="Estadounidense">estadounidense</a>. Inicialmente, fue conocido como escritor de cuentos, aunque posteriormente escribió varias novelas exitosas tales como <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Appointment_in_Samarra&action=edit&redlink=1" title="Appointment in Samarra (aún no redactado)">Appointment in Samarra</a></i> y <i>BUtterfield 8</i>.</span><span style="font-size: medium;">Su padre murió cuando él tenía 19, por lo que O'Hara no pudo estudiar en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad" title="Universidad">universidad</a> que quería, la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_Yale" title="Universidad Yale">Universidad Yale</a>, debido a su elevado coste. O'Hara asistió a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Ni%C3%A1gara" title="Universidad de Niágara">Universidad de Niágara</a> en Lewiston (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_York_%28estado%29" title="Nueva York (estado)">Nueva York</a>). Posteriormente, trabajó como reportero para varios periódicos, antes de mudarse a la ciudad de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_York" title="Nueva York">Nueva York</a>,
en donde empezó a escribir cuentos para revistas. Asimismo, también
trabajó como crítico de cine, presentador de radio y agente de prensa.
Después de haber cementado su reputación, se convirtió en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Columnista" title="Columnista">columnista</a>. Mientras todavía vivía en Pottsville, O'Hara daba cobertura a los partidos de los <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pottsville_Maroons" title="Pottsville Maroons">Pottsville Maroons</a> para un periódico local.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/John_O%27Hara#cite_note-1">1</a></sup> O'Hara se volvió conocido por sus cuentos, los cuales, a partir de 1928, fueron publicados en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_New_Yorker" title="The New Yorker">The New Yorker</a></i>.
Muchos de estos cuentos y sus novelas posteriores están ambientados en
la ciudad de Gibbsville (Pensilvania), una versión ficticia de
Pottsville.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1934, O'Hara publicó su primera novela, <i>Appointment in Samarra</i>,
la cual fue aclamad por la crítica inmediatamente después de su
publicación. Muchos críticos consideran que esta es la mejor novela de
O'Hara. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway" title="Ernest Hemingway">Ernest Hemingway</a>
escribió que "si usted desea leer un libro escrito por un hombre que
sabe exactamente sobre lo que está escribiendo y lo ha escrito
maravillosamente bien, lea <i>Appointment in Samarra</i>."<sup class="reference" id="cite_ref-2"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/John_O%27Hara#cite_note-2">2</a></sup> El crítico <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harold_Bloom" title="Harold Bloom">Harold Bloom</a> incluyó la novela como una de las obras del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Canon_Occidental" title="Canon Occidental">Canon Occidental</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Después del éxito de <i>Appointment in Samarra</i>, O'Hara escribió varias novelas, incluyendo <i>BUtterfield 8</i>. Durante la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Guerra_Mundial" title="Segunda Guerra Mundial">Segunda Guerra Mundial</a> fue corresponsal en el Pacífico. Después de la guerra, escribió varios guiones y novelas, incluyendo <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Ten_North_Frederick&action=edit&redlink=1" title="Ten North Frederick (aún no redactado)">Ten North Frederick</a></i>, la cual ganó el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/National_Book_Award" title="National Book Award">National Book Award</a> en 1956.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Su novela epistolar de 1940, <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pal_Joey_%28novela%29&action=edit&redlink=1" title="Pal Joey (novela) (aún no redactado)">Pal Joey</a></i>, fue adaptada en un <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pal_Joey_%28musical%29&action=edit&redlink=1" title="Pal Joey (musical) (aún no redactado)">musical de mismo nombre</a> en 1940, con un libreto de O'Hara y música de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Rodgers" title="Richard Rodgers">Richard Rodgers</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lorenz_Hart" title="Lorenz Hart">Lorenz Hart</a>. La producción original fue protagonizada por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gene_Kelly" title="Gene Kelly">Gene Kelly</a> y <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Vivienne_Segal&action=edit&redlink=1" title="Vivienne Segal (aún no redactado)">Vivienne Segal</a>. Asimismo, en 1957, la obra fue adaptada en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pal_Joey" title="Pal Joey">película homónima</a>, protagonizada por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Frank_Sinatra" title="Frank Sinatra">Frank Sinatra</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rita_Hayworth" title="Rita Hayworth">Rita Hayworth</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">O'Hara murió de una enfermedad cardiovascular en Princeton (Nueva Jersey) y fue enterrado en el <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Princeton_Cemetery&action=edit&redlink=1" title="Princeton Cemetery (aún no redactado)">Princeton Cemetery</a>.<span class="_xdb"><a class="fl" href="https://www.google.com.co/search?newwindow=1&q=john+o%27hara+libros&stick=H4sIAAAAAAAAAGOovnz8BQMDgyYHnxCnfq6-gWFKYUWallR2spV-Un5-tn5iaUlGfpEViF2skJ-XU9krVWDCUhWz8PvWT7VTbnryFC1niQYADAa3UUYAAAA&sa=X&ei=hhlGVaZvk-2CBMyWgYgK&ved=0CJ4BEOgTKAAwFg"> Libros</a>: </span><span class="_Xbe kno-fv"><a class="fl" href="https://www.google.com.co/search?newwindow=1&q=cita+en+samarra&stick=H4sIAAAAAAAAAGOovnz8BQMDgzkHnxCnfq6-gWFKYUWaEo9-ur6hUVl8fElBWoGWVHaylX5Sfn62fmJpSUZ-kRWIXayQn5dT6T3tdlRYexLnX8eJfKpCdQLfD9XbAgCuMR0LVAAAAA&sa=X&ei=hhlGVaZvk-2CBMyWgYgK&ved=0CJ8BEJsTKAEwFg">Cita en Samarra</a>, <a class="fl" href="https://www.google.com.co/search?newwindow=1&q=oculta+verdad&stick=H4sIAAAAAAAAAGOovnz8BQMDgzkHnxCnfq6-gWFKYUWaEo9-ur6hoXF8SnFKepqWVHaylX5Sfn62fmJpSUZ-kRWIXayQn5dTeVYt0JvHjcEoXdiz89bCBYEVM-etBwADUKrIVAAAAA&sa=X&ei=hhlGVaZvk-2CBMyWgYgK&ved=0CKABEJsTKAIwFg">Oculta verdad</a>, <a class="fl" href="https://www.google.com.co/search?newwindow=1&q=la+venus+del+vison&stick=H4sIAAAAAAAAAGOovnz8BQMDgzkHnxCnfq6-gWFKYUWaEo9-ur6hoYlhUqFpmpmWVHaylX5Sfn62fmJpSUZ-kRWIXayQn5dT-aPj0N1bmvHma5gvbX0fde_g5yIDUwDyzMVIVAAAAA&sa=X&ei=hhlGVaZvk-2CBMyWgYgK&ved=0CKEBEJsTKAMwFg">La venus del visón.</a></span></span><br />
<span style="font-size: medium;"><span class="_Xbe kno-fv">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto:Internet. </span></span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-55081173204226895052015-04-26T06:08:00.000-07:002015-04-26T06:08:08.164-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-5318961765029233248" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZzfGc4rV3SR-LhU8LsaMfEMT8yZLSdhX7Ir-1VkrW0LgQ_Z5qXpo63gYnE39mstm-TQ9RHv_OY7e281b6vW1JjQPAj3mBi035k7sCIuxPSBJNNKYp7xqRLy0S6jpBe1SfyMfKWb_gTOqj/s1600/Rudyard+Kipling.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZzfGc4rV3SR-LhU8LsaMfEMT8yZLSdhX7Ir-1VkrW0LgQ_Z5qXpo63gYnE39mstm-TQ9RHv_OY7e281b6vW1JjQPAj3mBi035k7sCIuxPSBJNNKYp7xqRLy0S6jpBe1SfyMfKWb_gTOqj/s1600/Rudyard+Kipling.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Rudyard Kipling </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La casa de los deseos </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La nueva visitadora de la iglesia acababa de marcharse tras pasar veinte minutos
en la casa. Mientras estuvo ella, la señora Ashcroft había hablado con el acento
propio de una cocinera anciana, experimentada y con una buena jubilación que
había vivido mucho en Londres. Por eso ahora estaba tanto más dispuesta a
recuperar su forma de hablar de Sussex, que le resultaba más fácil, cuando llegó
en el autobús la señora Fettley, que había recorrido cincuenta kilómetros para
verla aquel agradable sábado de marzo. Eran amigas desde la infancia, pero
últimamente el destino había hecho que no se pudieran ver sino de tarde en
tarde. </b></span>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Ambas tenían mucho que decirse, y había muchos cabos sueltos que atar desde
la última vez, antes de que la señora Fettley, con su bolsa de retazos para
hacer una colcha., ocupara el sofá bajo la ventana que daba al jardín y al campo
de fútbol del valle de abajo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Casi todos se han apeado en Bush Tye para el partido de hoy -explicó-, de
manera que me quedé sola la última legua y media. ¡Anda que no hay baches!
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero a ti no te pasa nada -dijo su anfitriona-. Por ti no pasan los años,
Liz. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley sonrió e intentó combinar dos retazos a su gusto.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sí., y si no ya me habría roto la columna hace veinte años. Seguro que ni te
acuerdas cuando me decían que estaba bien fuerte. ¿A que no? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft negó lentamente con la cabeza -todo lo hacía lentamente- y
siguió cosiendo un forro de arpillera en un cesto de paja para herramientas
adornado con cintas de algodón. La señora Fettley siguió cosiendo retazos a la
luz primaveral que entraba entre los geranios del alféizar, y ambas se quedaron
calladas un rato. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Qué tal es esa nueva visitadora tuya? -preguntó la señora Fettley con un
gesto hacia la puerta. Como era muy miope, al entrar casi se había tropezado con
aquella señora. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft suspendió la gran aguja de coser el forro con un gesto
tranquilo antes de pincharla. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Salvo que no te cuenta nada de lo que pasa por ahí, no tengo nada especial
contra ella.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-La nuestra, la de Keyneslade -dijo la señora Fettley- habla sin parar y es
muy compasiva, pero no se para a escuchar. Dale que dale, que no la oyes más que
a ella. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Ésta no habla mucho. Yo creo que quiere hacerse de esas monjas protestantes,
o algo así.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-La nuestra está casada, pero dicen que como si nada... -la señora Fettley
levantó la barbilla huesuda-. ¡Dios mío! ¡Esos malditos altobuses arman un
terremoto!</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La casita revestida de azulejo tembló al paso de dos autobuses especiales de
cuarenta plazas que se dirigían al partido de Bush Tye; detrás de ellos humeaba
el autobús «del mercado» de todos los sábados. camino de la capital del condado,
y de una de las tabernas abarrotadas salió un cuarto vehículo a sumarse a la
procesión, impidiendo el paso de los coches que iban de excursión en sentido
opuesto. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sigues teniendo la lengua tan larga como siempre, Liz -observó la señora
Ashcroft. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sólo cuando estoy contigo. El resto del tiempo soy la típica agüelita: tres
nietos ya. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Apuesto que ese cesto es para uno de tus nietos, ¿a que sí?
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Es para Arthur, el mayor de mi Jane. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero no trabaja en ninguna parte, ¿verdad? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No. Es para cuando van de gira. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Tienes suerte. Mi Willie se pasa la vida pidiéndome dinero para comprar uno
de esos arradios que pone la gente en el jardín para oír la música que dan de
Londres y todo eso. Y encima se lo doy... ¡Si es que soy tonta! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y, ¿a que no te da un beso de gracias después? -la sonrisa de la señora
Ashcroft parecía dirigirse a ella misma. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y tanto. Los chicos de ahora no se pueden comparar con los de hace cuarenta
años. Muchos derechos y nada de obligaciones. ¡Y se lo aguantamos! ¡Si es que
somos tontas! ¡Willie me pide tres chelines cada vez! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Si es que se creen que el dinero crece en los árboles... -dijo la señora
Ashcroft. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y la semana pasada -siguió la otra- mi hija va y pide un cuarto de libra de
tocino al carnicero y va y le dice que se lo corte, que no va ella a molestarse
en cortarlo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Apuesto que se lo cobró. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Apuesto que sí. Me dijo que aquella tarde había una sesión de tresillos en
la asociación de mujeres y que no iba a molestarse ella en picarlo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Mira que! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft dio los últimos toques al cesto. Apenas había terminado
cuando llegó corriendo su nieto de dieciséis años, con una de las tantas
muchachas que lo seguían a todas partes, recorrió el sendero del jardín
preguntando a voces si ya estaba listo el cesto, lo agarró y se marchó sin dar
las gracias. La señora Fettley lo contempló atentamente. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Van de gira no sé dónde -explicó la señora Ashcroft.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Ah! -dijo la otra entornando los ojos-. Apuesto a que no las deja en paz si
le dan una oportunidad. Ahora que lo pienso. ¿a quién demonios me recuerda?
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Tienen que apañárselas por su cuenta... igual que nosotras a su edad -dijo
la señora Ashcroft empezando a preparar el té. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-<i>Tú</i> sí que te las apañabas bien, Gracie -dijo la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿De qué hablas ahora? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No sé... Pero de repente me acuerdo de aquella mujer de Rye... no me acuerdo
cómo se llamaba... Barnsley, ¿no? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Quieres decir Batten... Polly Batten. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Eso es... Polly Batten. Aquel día que se te echó encima con un tenedor de la
paja -era cuando íbamos a la trilla en Smalldene- por quitarle el novio. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero, ¿no me oíste decirle que por mí se lo podía quedar? -la señora
Ashcroft tenía la sonrisa y la voz más suaves que nunca. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Claro, y todos creíamos que te iba a clavar el tenedor en el pecho cuando se
lo dijiste. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No... Polly nunca se pasaba. Era demasiado fuguillas para llegar hasta el
final. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pues a mí siempre me pareció -dijo la señora Fettley tras una pausa- que lo
más tonto del mundo es que dos mujeres se peleen por un hombre. Es como un perro
con dos amos. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A lo mejor. Pero, ¿por qué te acuerdas ahora de todo eso, Liz?
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-La cara del chico y la forma de andar. No lo había visto desde que era
rapaz. A tu Jane no le vi nada así, pero este chico... <i>este chico</i>. ¡Pero
si es como volver a ver a Jim Batten otra vez! ... ¿Eh? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A lo mejor. Las hay que lo dicen... claro que ellas son estériles.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Ah! ¡Bueno, bueno! ¡Hay que ver, hay que ver! ... Y ya hace años que murió
Jim Batten... </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Veintisiete años -respondió brevemente la señora Ashcroft-. ¿Quieres
servirlo tú, Liz? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley sirvió las tostadas con mantequilla., el pan de higos, el
té hervido, amargo como el pecado., conserva casera de peras y una cola de cerdo
hervida, fría, para bajar los bollos. Lo elogió todo cumplidamente. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sí., a mí no me gusta maltratar la panza -dijo pensativa la señora
Ashcroft-. Sólo se vive una vez. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero., ¿no te sientes pesada a veces? -le sugirió su invitada.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-La enfermera dice que es más fácil que me muera de una indigestión que de la
pierna -comentó la señora Ashcroft. que tenía desde hace mucho tiempo una úlcera
en el tobillo para la que necesitaba la asistencia constante de la enfermera del
pueblo, que presumía (o dejaba que lo hicieran otros por ella) que desde su toma
de posesión le había hecho ya ciento tres curas. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Y con lo dispuesta que has sido siempre! Te ha venido todo demasiado
pronto. Mira que te he visto empeorar -dijo la señora Fettley en tono
verdaderamente afectuoso. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A todos nos tiene que dar algo alguna vez. Entodavía me queda el corazón
-fue la respuesta de la señora Ashcroft.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Siempre has tenido un corazón que vale por tres. Da gusto recordarlo cuando
va una apagándose. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Bueno, tú también tienes cosas que recordar -contestó la señora Ashcroft.
</b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y tanto. Pero no pienso demasiado en esas cosas salvo cuando estoy contigo,
Gra. Para recordar no hay como las amistades. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley, con la boca medio abierta. se quedó mirando el calendario
de colores de la tienda de comestibles. La casita volvía a retemblar al paso de
los automóviles, y el campo de fútbol repleto, al otro lado del jardín, hacía
casi tanto ruido como los coches, porque la gente del pueblo estaba entregada a
sus diversiones del sábado. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley llevaba un rato hablando con gran precisión y sin
interrumpirse, hasta que se secó los ojos. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y entonces -concluyó- me leyeron su esquela en los papeles el mes pasado.
Claro que ya no era asunto mío... porque hacía tanto tiempo que no le había
puesto la vista encima. Claro que no podía decir ni hacer nada. Y tampoco tengo
derecho a ir a Eastbourne a ver su tumba. Llevo tiempo pensando en ir un día en
el altobús, pero en casa me iban a freír a preguntas. De manera que ya no me
queda ni eso para consolarme. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Pero has tenido tus satisfacciones? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Y tanto que sí! Los cuatro años que trabajó en el tren cerca de casa. Y los
otros maquinistas le hicieron un funeral muy güeno.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Entonces no puedes quejarte. ¿Otra taza de té? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Al ir bajando el sol, la luz y el aire habían ido cambiando, y las dos
ancianas cerraron la puerta de la cocina para que no entrase el fresco. Se veía
a un par de arrendajos que piaban y revoloteaban en los dos manzanos del jardín.
Ahora le tocaba hablar a la señora Ashcroft, que tenía los codos puestos en la
mesita del té y la pierna enferma apoyada en un taburete... </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Nunca lo hubiera creído! ¿Y qué dijo tu marido de todo eso? -preguntó la
señora Fettley cuando cesó el relato hecho en voz grave. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Dijo que por él podía irme donde me diera la gana. Pero como estaba en cama
dije que lo cuidaría. Ya sabía él que no iba a aprovecharme mientras estuviera
así de malo. Duró ocho o nueve semanas. Entonces le dio corno un ataque y se
quedó varios días quieto como una piedra. Entonces un día se levanta en la cama
y va y dice: «Reza para que ningún hombre te trate como me has tratado tú a mí.»
Y yo digo: «¿Y tú?» Porque ya sabes <i>tú</i>, Liz, cómo era él con las mujeres.
«Los dos», dice él, «pero yo me estoy muriendo y veo lo que te va a pasar». Se
murió un domingo y lo enterramos el jueves... Y mira que lo había querido yo...
antes o... no sé.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No me lo habías dicho nunca -aventuró la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Te lo digo por lo que acabas de decirme tú. Cuando se murió escribí para
decir que ya estaba libre a aquella señora Marshall de Londres... con la que
empecé de pincha de cocina hace... ¡tantos anos, Dios mío! Se alegró mucho,
porque ellos se estaban haciendo viejos y yo ya sabía sus mañas. ¿Te acuerdas,
Liz, que de vez en cuando me ponía a servir hace años... cuando necesitábamos
dinero o mi marido... no estaba en casa?</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Es verdad que pasó seis meses en la cárcel de Chichester, ¿no? -murmuró la
señora Fettley-. Nunca supimos bien lo que había pasado. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Podía haber sido más, pero el otro no murió. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No tuvo que ver contigo, ¿verdad, Gra? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡No! Aquella vez fue por la mujer del otro. Y entonces, cuando se murió mi
hombre, volví a ponerme a servir con los Marshall, de cocinera, a comer como los
señores y a que todos me llamaran señora Ashcroft. Fue el año que te marchaste
tú a Portsmouth. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A Cosham -corrigió la señora Fettley-. Entonces estaban construyendo
bastante allí. Primero se fue mi marido y alquiló un cuarto, y después me fui
yo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Bueno, pues me pasé un año o así en Londres y fue como un suspiro, con
cuatro comidas al día y una vida de lo más tranquila. Entonces, hacia el otoño,
se fueron los dos de viaje, a Francia o algo así, y me dijeron que volviera yo
después, porque no podían pasarse sin mí. Puse la casa en orden para la guardesa
y después me vine aquí con mi hermana Bessie, con todos los meses pagados y todo
el mundo contento de volver a verme. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Eso debió ser cuando yo estaba en Cosham -dijo la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Te acordarás, Liz, que en aquellos tiempos la gente no andaba con aquellos
orgullos tontos, igual que no había cines ni campeonatos de tresillos. Fueses
hombre o mujer, tomabas cualquier trabajo que te dieran un chelín. ¿No es
verdad? Yo estaba agotada después de Londres, y creí que el aire del campo me
sentaría. Así que me quedé en Smalldene y echaba una mano cuando había que sacar
las patatas tempranas o matar gallinas... Todo eso. ¡Anda. que no se hubieran
reído de mí en Londres si me hubieran visto con botas de hombre y las enaguas
remangadas! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y te pintó bien? -preguntó la señora Fettley. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-La verdad es que no fui allí por eso. Tú sabes tan bien corno yo que las
cosas nunca pasan hasta que han pasado. El corazón no te advierte de nada cuando
te va a pasar algo hasta que ya te ha pasado. No nos enteramos de las cosas
hasta que ya han pasado. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Quién fue? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-'Arrv Mockler -dijo la señora Ashcroft, al mismo tiempo que hacía una mueca.
Le dolía la pierna enferma. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿'Arry? ¡El hijo de Bert Mockler! ;Y yo <i>nunca</i> me lo malicié!</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft asintió: </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y yo me decía, y me lo creía, que lo que pasaba era que me gustaba trabajar
en el campo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y cómo fue? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Lo de siempre. Al principio, estupendo... y después peor que nada. Debí
haberme dado cuenta, porque tuve advertencias de sobra, pero no les hice caso.
Porque una vez estábamos quemando basura, justo cuando estábamos empezando a
conocernos bien. Era un poco demasiado pronto para quemarla, y se lo dije.
«¡No!», va y dice él, «cuanto antes acabemos con esta porquería, mejor», dice.
Tenía un gesto muy duro cuando me dijo eso. Entonces me di cuenta. de que me
había encontrado con un hombre de verdad, que nunca me había pasado antes.
Siempre había mandado yo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>¡Sí, es verdad! O mandas tú o mandan ellos -suspiró la otra-. A mí me gustan
las cosas como deben ser. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A mí no, pero a 'Arry sí... Por entonces tenía yo que volverme a Londres. Me
resultó imposible. ¡Lo juro! Conque fui y un lunes por la mañana me eché un
chorro de agua hirviendo en el brazo izquierdo y en la mano. Así me podía quedar
allí otros quince días. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y valió la pena? -preguntó la señora Fettley, contemplando la cicatriz
blanquecina en el antebrazo arrugado de la señora Ashcroft. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Ésta asintió: </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y después nos las arreglarnos entre los dos para que él pudiera venir a
Londres a buscar trabajo en unas cocheras cerca de donde estaba yo. Y se lo
dieron. Ya me encargué yo. Su madre nunca se malició nada. Él se vino a Londres
y ahí vivimos los dos, a menos de un kilómetro de distancia. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero le pagarías el viaje tú... -dijo la señora Fettley, convencida de ello.
</b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft volvió a asentir: </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Para él todo me parecía poco. Era mi hombre. ¡Ay, Dios mío! ¡Lo que nos
reíamos cuando salíamos de paseo por aquellas calles adoquinadas al atardecer,
aunque a mí me dolían los callos con aquellas botitas! Nunca lo había pasado así
de bien. ¡Nunca en mi vida! ¡Y él tampoco! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley echó una risita de solidaridad.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y cómo fue que acabaron? -preguntó.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Cuando me lo devolvió todo, hasta el último penique. Entonces lo comprendí,
pero no <i>quería</i> comprenderlo. «Has sido muy amable conmigo», va y me dice.
Y yo le digo: «¡Amable! ¿Me dices eso a mí?» Pero él va y me sigue diciendo lo
buena que he sido con él y que nunca en la vida lo va a olvidar. Estuve sin
creérmelo dos o tres días, porque no <i>quería</i> creérmelo. Entonces va y me
dice que no estaba contento con su trabajo en la cochera, y que los otros están
abusando de él, y todas esas mentiras que cuentan los hombres cuando van a
dejarla a una. Lo dejé que hablara todo lo que quisiera, sin ayudarlo ni
discutirle. Cuando acabó de hablar me quité un broche que me había regalado y le
digo: «Vale. No te pido nada.» Y me di la güelta y me marché a sufrir a solas. Y
él no insistió. Desde entonces no vino a verme ni me escribió. Se golvió otra
vez a casa con su madre. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y estuviste mucho tiempo esperando a que volviera? -preguntó implacable la
señora Fettley. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Y tanto!... ¡Y tanto! Cuando pasaba por las calles por las que habíamos ido
juntos, me creía que hasta las piedras decían su nombre. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sí -dijo la señora Fettley-. Yo creo que eso hace más daño que nada en el
mundo. ¿Y no pasó nada más? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No, nada. Eso es lo más raro de todo, aunque te parezca mentira, Liz.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Te creo. Te apuesto que a estas alturas no vas a decir una mentira.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y tanto... Y sufrí como no se lo deseo a mi peor enemigo. ¡Dios mío!
¡Aquella primavera fue un infierno! Primero fueron los dolores de cabeza, que
nunca había tenido en toda la vida. ¡Imagínate, <i>yo</i> con dolores de cabeza!
Pero al final los prefería. Así no podía pensar... </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Es como el dolor de muelas -comentó la señora Fettley-. Tiene que doler y
doler hasta que ya no se puede soportar mas... y entonces ya no queda nada.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A mí me quedó bastante para <i>toda la vida</i>. Todo pasó por la muchacha
de la señora de la limpieza. Se llamaba Sophy Ellis. Era todo ojos y codos y
siempre tenía hambre. Yo le daba de comer. A veces no le hacía ni caso, y desde
luego ni la miraba cuando pasó lo mío con 'Arry. Pero ya sabes lo que pasa a
veces con las rapazas. Me cogió un cariño loco, y todo el tiempo me hacía
arrumacos, y yo no tenía coraje para echarla... Una tarde, me acuerdo que era al
principio de la primavera, su madre la había mandado a ver si podía sacarnos
algo de comer. Yo estaba sentada al hado de la chimenea, con el mandil puesto
por la cabeza, medio loca del dolor de cabeza, cuando va y entra la Sophy. Creo
que le dije que me dejara en paz. «¡Anda!» va y dice «¿No es más que eso? ¡Eso
se lo quito yo en medio minuto!» Le dije que no me pusiera un dedo encima,
porque creí que me iba a acariciar la frente... que a mí no me gustan esas
cosas. «No la voy a tocar», va y dice, y vuelve a salir. No hacía ni diez
minutos que ya se había ido cuando de pronto se me pasa el dolor de cabeza.
Conque me puse a la faena. Pasa un rato y vuelve la Sophy y se sienta en mi
silla, más callada que un muerto. Tenía unas ojeras asina de grandes y la cara
toda consumida. Le pregunté qué le pasaba. Y va y dice: «Nada. Ahora lo tengo
yo.» «Que tienes qué», digo yo. «Su dolor de cabeza», dice ella, toda ronca y
apretando los labios. «Se lo he quitado.» Y yo le digo: «Bobadas; se me ha ido
solo mientras tú andabas por ahí. Quédate ahí mientras te hago una taza de té.»
«Eso no vale», dice ella. «Tiene que durarme lo mismo que a usted. ¿Cuánto
tiempo le duran a usted los dolores de cabeza?» «No digas bobadas», le digo yo,
«o mando a buscar al médico», porque parecía que tenía un ataque de anginas.
«Ay, señora Ashcroft », dice ella, estirando los bracitos, «la quiero tanto».
Entonces no pude decir nada. Me la senté en el halda y le hice cariños. «¿Se le
ha pasado de verdad?», me dice. «Sí, le digo. «y si eres tú la que me lo has
quitado, te lo agradezco de verdad». «Claro que he sido yo», dice y me pone la
cabeza en la mejilla. «Yo soy la única que sabe de esas cosas.» Y entomices va y
me dice que ha cambiado mi dolor de cabeza por el suyo en una Casa de los
Deseos. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Qué? -dijo la señora Fettley, muy extrañada. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Una Casa de los Deseos. ¡No! Yo tampoco había oído hablar de nada por el
estilo. Al principio no entendí nada, pero cuando me lo fue explicando vi que
una Casa de los Deseos tenía que ser una casa deshabitá, sin naide desde hacía
mucho tiempo, para que viniera alguien a habitarla. Dijo que se lo había dicho
una rapaza con la que jugaba en los establos donde trabajaba 'Arry. Dijo que la
chica andaba con unos que venían en una caravana a pasarse los inviernos en
Londres. Gitanos, digo yo. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Aaah! Los gitanos saben muchas cosas, pero yo nunca había oído hablar de
una Casa de los Deseos, y eso que he oído decir... tantas cosas -dijo la señora
Fettley. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sophy dijo que había una Casa de los Deseos en Wadloes Road, unas manzanas
más allá, camino de la tienda de comestibles donde comprábamos nosotros. No
había más que llamar a la puerta y echar el deseo por la raja del buzón. Le
pregunté si eran las hadas. Y va y me dice: «¿Pero no sabe usted que en las
Casas de los Deseos no hay hadas? No hay más que un trasgo.» </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Díos mío de mi vida! ¿Dónde aprendió esa palabra? -exclamó la señora
Fettley, porque en Sussex los trasgos son espíritus de los muertos o, lo que es
todavía peor, de los vivos.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Me dijo que se lo había dicho la chica de la caravana. Y, la verdad, Liz,
aquello me dio miedo, y como la tenía en brazos, debe haberlo sentido, y la
apreté fuerte y le digo: </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>«Eres muy amable de haberme quitado el dolor de cabeza, pero ¿por qué no te
deseaste algo muy bonito para ti?» Y va y me dice: «No dejan. En la Casa de los
Deseos lo único que te dejan es desear que si a alguien le pasa algo malo se te
pase a ti. Cuando madre me trata bien, le quito los dolores de cabeza, pero es
la primera vez que puedo hacer algo por usted. La quiero <i>tanto</i>, señora Ashcroft.» Y va y sigue diciendo cosas por el estilo. Te aseguro, Liz, que de oírla
hablar se me pusieron los pelos de punta. Le pregunté lo que era un trasgo y va
y me dice: «No sé, pero cuando tocas el timbre oyes que viene corriendo del
sótano y sube la escalera hasta la puerta. Entonces dices lo que deseas y te
largas». Y yo digo: «¿El trasgo no te abre la puerta?» «¡Ni hablar!», dice
ella. «No oyes más que unas risitas detrás de la puerta. Entonces dices lo que le quieres quitar a
alguien al que quieres mucho y te lo pasa a ti», dice. No le pregunté nada más;
la rapaza estaba demasiado cansada y tenía mucha calentura. La estuve haciendo
arrumacos hasta que llegó la hora de encender el gas, y poco después se le pasó
el dolor de cabeza, que debía de ser el mío, y se puso a jugar con el gato.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Qué cosas! -dijo la señora Fettley-. Y, ¿le volviste a preguntar algo?</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Ella quería seguir hablando de aquello, pero yo no estaba dispuesta a
hablar de esas cosas con una niña. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y entonces, ¿qué hicistes? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Cuando me venían los dolores de cabeza me quedaba sentada en mi habitación,
detrás de la cocina. Pero no me se olvidó. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Claro. Y, ¿te volvió a hablar de eso? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No. Además, no sabía nada más que lo que le había contado la gitanilla, sólo
que aquel encantamiento valía. Y después -aquello fue en mayo- me pasé el verano en Londres. Fueron semanas y semana’s
de mucho calor y con viento, y con las calles que apestaban a boñigas secas de
caballo que el viento se llevaba de un lado para otro y se amontonaban en las
aceras. Ahora ya no pasa eso. Tenía vacaciones justo antes de la recogida del
lúpulo, y vine aquí a pasarlas con Bessie otra vez. Se dio cuenta que había adelgazado y que tenía
ojeras. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y, ¿viste a 'Arry? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft asintió: </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Al cuarto... no, al quinto día. Un miércoles, fue. Yo sabía que había
vuelto a trabajar a Smalldene. Le pregunté a su madre en la calle, con todo
descaro. No pudo decirme mucho, porque estaba la Bessie y ya sabes lo que
habla, y aquel día no paraba. Pero aquel miércoles había yo sacado a uno de los
chicos de la Bessie que se me colgaba de las sayas, y cuando íbamos por la
trasera de Chanter’s Tot sentí que venía él por el sendero detrás de mí y por la
manera de andar sentí que había cambiado en algo. Empecé a andar más despacio y
sentí que él también. Entonces me paré un rato con el crío, para hacer que se me
adelantara él. Y entonces tuvo que pasarme. Y va y no me dice más que: «Buenas»,
y sigue su camino, tratando de hacer corno si no le pasara nada. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Estaba bebido? -preguntó la señora Fettley. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Ni hablar! Estaba como encogido y pálido, y le colgaba la ropa como si
fuera un espantapájaros, y tenía la nuca blanca como el papel. Tuve que
agarrarme para no abrir los brazos y llamarle. Pero tuve que tragar saliva hasta
volver a casa y dejar a todos los críos en la cama. Y entonces, después de la cena voy y le digo a la
Bessie: «¿Qué demonios le ha pasado a 'Arry Mockler?» Y la Bessie va y me dice
que se ha pasado dos meses en el hospital porque se ha cortado el pie con una
pala cuando estaba vaciando el estanque de Smalldene. El barro estaba infestado
y se le subió la infección por toda la pierna y luego por todo el cuerpo. No
llevaba más que quince días de vuelta a su trabajo de carretero en Smalldene. La
Bessie me dijo que el doctor había dicho que probablemente no aguantaría las
primeras heladas de noviembre, y que su madre le había dicho que no comía ni
dormía bien y que dejaba la cama empapada, aunque durmiera sin mantas. Y que
escupía que daba miedo por las mañanas. «Hay que ver», digo yo, «qué pena. Pero
a lo mejor con la recogida del lúpulo se pone güeno», y me traigo la costura y
voy y enhebro la aguja a la luz de la lámpara, sin hacer ni un gesto. Aquella
noche (me había puesto a dormir en el cuarto de la colada) me la pasé llorando.
Y ya sabes tú, que me has acompañado en los partos, que para que llore yo tengo
que estar muy a las malas. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sí, pero un parto no es más que dolor -dijo la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Me desperté con el canto del gallo y me puse té frío en los ojos para que no
me se notara. Y aquella tarde, cuando salía a poner unas flores en la tumba de mi
hombre, para que no comentaran, me encontré con 'Arry donde está ahora el
Monumento a los Caídos. Volvía de donde sus caballos, así que no podía verme. Le
miro de arriba abajo y le digo: «'Arry, vente a descansar a Londres.» «No
pienso», dice, «porque yo no puedo darte nada». Y yo le digo: «No te pido nada.
¡Por Dios que no te pido nada! Sólo que vengas a ver a un médico en Londres.» Y
levanta los ojos cargados para mirarme y me dice: «No hay nada que hacer, Gra.
No me quedan más que unos meses.» «¡Pero si tú eres <i>mi</i> hombre!», le digo. Y no
pude decir nada más. Se me atragantaban las palabras. «Muchas gracias, Gra»,
dice (pero nunca me dijo que yo era su mujer), y sigue su camino y su madre,
maldita sea, le estaba esperando, y cuando entró él en casa candó la puerta.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley alargó un brazo por encima de la mesa, como para tocar en
la muñeca a la señora Ashcroft, pero ésta retiró el brazo.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Así que seguí hasta el cementerio con mis flores y me acordé de lo que me
había dicho mi marido aquella noche. Era <i>verdad</i> que se estaba muriendo y había
<i>pasado</i> lo que había dicho él. Pero cuando estaba poniendo las plantas en su
tumba me di cuenta que sí había algo que <i>podía</i> hacer yo por
'Arry. Diga lo que diga el doctor,
pensé que podía intentarlo. Y fui y lo intenté. Aquella mañana llegó una
cuenta de nuestra tienda de. Londres. La señora Marshall
me había dejado dinero para esas cosas, claro, pero yo le dije a la
Bessie que
era que tenía que ir a abrir la casa. Y me fui en el tren de la tarde. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Ah! Pero, ¿no te daba... no te daba miedo? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Por qué? No me quedaba ya nada más que mi vergüenza y la crueldad de Dios.
Ya me había quedado sin 'Arry para siempre. ¿no? Sabía que iba a seguir ardiendo
hasta quedarme consumida. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Pobrecita! -dijo la señora Fettley, volviendo a alargar el brazo, y esta
vez la señora Ashcroft permitió que le tocara la muñeca. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero me alegraba saber que por lo menos podría
tratar de hacer algo por él.
Y entonces fui y pagué la cuenta de la tienda y me metí el recibo en el
bolso y
fui a la casa de la señora Ellis, que era la que venía a hacer la
limpieza, y le
pedí las llaves y fui a abrir la casa. Primero me hice la cama (¡Dios
mío!
¡Dormir en mi propia cama!). Después me hice una taza de té y me quedé
sentada
en la cocina, pensando todo el rato hasta el atardecer. Casi era de
noche cuando me vestí y salí con el recibo y el bolso, haciendo como que
estaba
buscando unas señas. La casa era el número 14 de Waldoes Road, y era una
de esas
casitas con la cocina en el sótano, de esas casitas todas pegadas unas a
otras
con un jardincito delante y una valla, y había veinte o treinta iguales.
Tenía
la pintura de la puerta agrietada y hacía años que no la habían pintado.
En la
calle no había casi gente; sólo gatos. ¡Y qué calor! Voy a la puerta de
lo más
natural, subo las escaleras y voy y toco al timbre. Sonó muy fuerte,
como pasa
siempre en las casas vacías... Cuando dejó de sonar oí como si retirasen
una
silla en la cocina. Después oí unas pisadas en la escalera de la cocina,
como si
fuera una mujer bien fuerte en zapatillas. Iban subiendo por la escalera
hasta
llegar al vestíbulo... oí cómo chirriaban los escalones... y se pararon
delante
de la puerta. Me inclino hacia la raja del buzón y digo: «Que me caiga a
mí
encima todo lo que le está pasando a mi hombre, 'Arry Mockler, porque le
quiero.» Y entonces, lo que fuese que estaba al otro lado de la puerta
dejó escapar el
aliento, como si hubiera estado un rato sin respirar para oír mejor. </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y, ¿no te <i>dijo</i> nada? -preguntó la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Nada. No hizo más soltar el aliento, como si dijera: A-ah. Después golvieron a sonar las pisadas que golvían a bajar
a la cocina, corno si arrastrase los pies... y sentí que golvían a arrastrar la
silla. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y todo ese tiempo tú estabas en la puerta, Gra?
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft asintió. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Entonces me fui y me crucé con un hombre que va y me dice: «¿No sabía
usted que esa casa estaba vacía?» «No», le digo yo. «Deben de haberme dado mal
el número.» Y me golví a nuestra casa y me acosté, porque ya no podía más.
Hacía tanto calor que casi no se podía dormir, y me estuve dando paseos por la
habitación, y durmiendo a ratos, hasta el amanecer. Entonces me fui a la cocina
a hacerme el té y me di un golpe justo encima del tobillo con una de las tenazas
de la cocina que la señora Ellis había sacado de su sitio la última vez que
había ido a limpiar. Y después de eso me puse a esperar hasta que los Marshall
golvieran de vacaciones. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Tú sola? ¿Y no te daban ya miedo las casas vacías? -preguntó horrorizada la
señora Fettley. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Güeno, la señora Ellis y Sophy empezaron a venir en cuanto que se enteraron
que había vuelto yo, y entre las tres golvimos a limpiar la casa de arriba
abajo. En todas las casas siempre queda algo que hacer. Y así me pasé todo el otoño y el invierno, allá en Londres.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Y no pasó nada con lo que habías hecho?</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Ashcroft sonrió: </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No. Entonces no. En noviembre le mandé diez chelines a la Bessie.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Siempre has sido muy generosa -interrumpió la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Y recibí lo que esperaba, con todas las demás
noticias. Me decía que con la
recogida del lúpulo él se había puesto estupendo. Había estado en la
recogida seis semanas y ahora estaba otra vez en Smalldene, con los
caballos. A mí no
me importaba <i>cómo</i> había sido eso, con tal
que estuviera bien. Pero no creas que mis diez chelines sirvieron para
tranquilizarme mucho. Si 'Arry se hubiera muerto, entonces sería mío hasta el
Día del Juicio. Pero 'Arry vivo, seguro que iba a liarse con alguna en cuanto
pudiera. Aquello me tenía cabreada. Y cuando llegó la primavera me empezó a
fastidiar otra cosa. Me había salido una especie de divieso con mucha pus en la
pierna, justo encima de la bota y no se me cerraba nunca. Me daba asco
mirarlo. porque yo he sido siempre de piel muy fuerte. Ya me pueden dar un
hachazo, que en seguida se cierra la herida, como quien cava la tierra. Entonces
la señora Marshall hizo que me viniera a ver su propio doctor. El doctor me dijo que tendría que haberle consultado mucho
antes, en lugar de llevar meses vendándomelo con una media de color. Me dijo
que en el trabajo me pasaba demasiado tiempo de pie, porque el divieso estaba al
lado de una vena hinchada, por detrás del tobillo. Y va y me dice: «Va a tardar
en quitársele tanto como tardó en ponérsele así. Ponga la pierna en alto y
descánsela», dice, «y pronto se le pasará. Más vale que no cierre en seguida.
Tiene usted la pierna muy fuerte, señora Ashcroft». Y va y me pone unas hilas
húmedas. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Hizo bien -dijo convencida la señora Fettley-. A las heridas que supuran se
les ponen hilas húmedas. Se tragan la pus, igual que la mecha de la lámpara se
traga el aceite. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Es verdad. Y ha señora Marshall se pasaba el rato haciéndome pasar más
tiempo sentada y casi se me cerró. Y después me hicieron venir con la Bessie
para acabar de curarme, porque no soy de las que les gusta estar sentada cuando
hay algo que hacer. Entonces era cuando golviste tú al pueblo, Liz.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Sí. pero la verdad es que no me sospechaba nada.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Yo no quería que sospecharas nada -sonrió la señora Ashcroft-. Vi a
'Arry
dos o tres veces por la calle y estaba estupendo; había engordado y estaba curado
del todo. Entonces, un día ya no le vi y su madre me dijo que uno de los
caballos le había dado una coz en la cadera. Estaba en cama, con muchos dolores. Y la Bessie va y le dice a
su madre que era una pena que
'Arry no estuviera casado para que su mujer se encargara de cuidarle. ¡Cómo se
puso la vieja! Nos dijo que 'Arry no había mirado a una mujer en toda su vida, y
que mientras ella viviera le cuidaría sin parar. Y por eso me di cuenta de que
le vigilaría como un perro, y encima sin pedir ni un hueso. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley reía en silencio. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Aquel día -continuó la señora Ashcroft- estuve
todo el tiempo sin dormir, y
vi cómo iba y venía el doctor porque creían que también le había dado en
las
costillas. Eso hizo que me se volviera a reventar el grano y me saliera
toda la
pus. Pero resultó que 'Arry no tenía nada en has costillas, y pasó bien
la
noche. Cuando me enteré, a la mañana siguiente, me digo: «Todavía no voy
a
pensar nada. No voy a descansar la pierna en toda la semana, a ver qué
pasa.»
Aquel día no me dolió, era más bien como si me fuera quedando sin
fuerzas, y
'Arry volvió a pasar bien la noche. Entonces seguí igual, pero no me
atreví a
pensar nada hasta el fin de semana, que 'Arry volvió a levantarse, casi
corno si nada, sin heridas por dentro ni por fuera. Casi me puse de
rodillas en el lavadero cuando salió la Bessie a la calle, y digo: «Ahí
te
tengo, muchacho. Todo lo güeno que te pase hasta que yo me muera te
vendrá de mí, aunque tú no lo sepas. ¡Dios mío, haz que viva mucho
tiempo, por el bien de
'Arry!», digo. Y creo
que aquello me alivió los dolores. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Para siempre? -preguntó ha señora Fettley. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Han vuelto muchas veces, pero por fuertes que fueran, yo sabía que era por
él. Lo sabía. Fui y me puse a controlar los dolores, igual que se controla una
cocina, hasta que aprendí a tenerlos cuando quería yo. Y aquello también era muy
raro, Liz. Había .veces que el grano se encogía y se secaba. Al principio yo
hacía todo lo posible para que me golviera, porque me daba miedo dejar a 'Arry
demasiado tiempo solo por si le pasaba algo. Y después comprendí que aquello era
porque estaba bien y así fue cómo me salvé. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Cuánto tiempo? -preguntó la señora Fettley,
interesadísima. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A veces me he pasado casi un año sin que se
viera más que la punta del
granito. Estaba seco y chiquitísimo. Luego se volvía a inflamar, como un
aviso,
y me dolía. Cuando ya no podía más, porque tenía que seguir haciendo mi
trabajo de Londres, ponía la pierna en una silla hasta que
se aliviaba. Pero tardaba su tiempo. Entonces sabía, por aquella
sensación, que
a 'Arry le pasaba algo. Y le mandaba cinco chelines a la Bessie, o les
mandaba
algo a los niños, para enterarme de si a lo mejor es que le pasaba algo
porque
yo me había descuidado. ¡Y eso era! Año tras año conseguí cuidar de él,
Liz, y
todo lo güeno que le pasó fue gracias a mí... años y años.</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero, ¿de qué te valió todo eso a ti, Gra? -casi sollozó la señora Fettley-. ¿Le veías mucho?</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A veces, cuando me venía a pasar aquí las fiestas. Y cuando me vine aquí
para siempre, más. Pero nunca me ha hecho caso, ni a mí ni a ninguna otra
mujer, más que a su madre. ¡Cómo le vigilaba yo! Y ella también. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Tantos años! -dijo la señora Fettley-. Y, ¿dónde trabaja ahora?
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Hace mucho que dejó lo de los caballos. Ahora trabaja en una de esas casas
grandes de tractores, de esas que también hacen arados y algunos camiones. Me
han dicho que hay veces que los lleva hasta Gales. Para las fiestas viene a ver
a su madre, pero ahora hay veces que me paso semanas sin verle. ¡Me da igual!
Con su trabajo, nunca se puede quedar mucho tiempo en el mismo sitio. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero, es un decir, suponte que 'Arry fuera y
se casara -dijo la señora Fettley. La señora Ashcroft dio un respingo
entre los dientes, iguales y sin
puentes. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Nunca se me ha ocurrido eso -respondió-. Supongo que se me tendrían en
cuenta todos mis dolores. ¿No, Liz? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Es lo que debería pasar, hija. Es lo que debería pasar.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-La verdad es que a veces duele mucho. Ya verás cuando venga la enfermera. Se
cree que no me he enterado de lo que es. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley comprendió. La naturaleza humana raras veces se permite
pronunciar la palabra «cáncer». </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Estás totalmente segura, Gra? -pregunto. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Ya estaba segura cuando el señor Marshall me mandó a subir a su estudio y
me estuvo hablando un rato largo de que había sido una sirvienta muy fiel y les
había servido mucho tiempo, pero no el suficiente para que me dieran una pensión.
Pero me pasarían una cantidad semanal. Ya sabía yo lo que significaba eso... y
ya hace tres anos. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Eso no demuestra nada, Gra. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Pasarle 15 chelines a la semana a una mujer que lógicamente tenía veinte
años de vida por delante? ¡Claro que sí! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Te equivocas, te equivocas! -insistió la señora Fettley.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Liz, no me puedo equivocar cuando los bordes están todos dados la vuelta,
como... como un cuello de camisa arrugado. Ya lo verás. Y además, yo amortajé a
Dora Wickwood. A ella le había dado debajo del sobaco. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley se quedó pensativa un rato e inclinó la cabeza como
rindiéndose. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¿Cuánto tiempo crees que te queda a partir de ahora, hija?
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Igual que tardó en venir, tardará en irse. Pero si no te veo antes de la
próxima recogida del lúpulo, ésta será nuestra despedida, Liz. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No sé si podré venir antes, si no tengo un perrito que me guíe. Los niños no
quieren molestarse. ¡Ay, Gra! Me estoy quedando ciega... ¡Me estoy quedando
ciega! </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-¡Ah!, ¿por eso no has hecho más que tocar y retocar la colcha todo este
rato? Ya me decía yo... Pero sí que va a contar el dolor, ¿no crees, Liz? Sí que
contará el dolor para que 'Arry siga... donde quiero yo. Dime que no ha sido
todo para nada. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Estoy segura... segura, hija. Tendrás tu recompensa.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Eso es lo único que quiero... Si es que me tienen en cuenta el dolor.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Seguro, seguro, Gra. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Llamaron a la puerta. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Es la enfermera. Se ha adelantado -dijo la señora Ashcroft-.
Ábrela. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Entró la joven a paso animado, con un
bolso lleno de frasquitos tintineantes. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Buenas tardes, señora Ashcroft saludó-. He venido un poquito más
temprano que de costumbre por lo del baile de esta noche en la Institución. ¿Verdad
que no le importa? </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-No, no. A mí ya se me pasó la edad de bailar -dijo la señora Ashcroft,
recuperando su tono de sirvienta discreta-. Aquí mi vieja amiga, la señora Fettley, me ha estado haciendo
compañía. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Espero que no la haya fatigado a usted -dijo la enfermera en tono un tanto frío.
</b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Todo lo contrario. Ha sido un placer. Sólo que... sólo que al final
me he
sentido un poco cansada. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Claro, claro -la enfermera ya se había puesto de rodillas y tenía unas
gasas en la mano-. Cuando se reúnen las señoras mayores, hablan demasiado.
Ya me he dado yo cuenta. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-A lo mejor tiene usted razón -dijo la señora Fettley, poniéndose
en pie-.
Así que me voy. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-Pero antes, míralo -dijo la señora Ashcroft con voz apagada-. Me gustaría
que lo vieras. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley lo miró y sintió un escalofrío. Después, se inclinó, dio un
beso suave a la señora Ashcroft en la frente macilenta y otro en los ojos
grises desvaídos. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>-<i>Sí</i> que cuenta, ¿verdad? ¿El dolor? -aquellas palabras apenas si traspasaron
los labios, que todavía mostraban huellas de su antigua línea. </b></span> </div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>La señora Fettley se los besó y se fue hacia la puerta.</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Joseph Rudyard Kipling</b> (Bombay, 1865 - Londres, 1936) Narrador y poeta inglés,
controvertido por sus ideas imperialistas y uno de los más grandes
cuentistas de la lengua inglesa. Pertenecía a una familia de origen
inglés (su padre, John Lockwood Kipling, era pintor y superintendente
del Museo de Lahore), y pasó en la India los primeros tiempos de su
infancia. A los seis años fue enviado a Inglaterra, donde estudió en el
United Services College de Westward Ho, en Devonshire, ambiente que
luego describió en la novela <i>Stalky C.</i></span>
</div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Vuelto en 1882 a la India, se dedicó al periodismo en calidad de subdirector de <i>The Lahore Civil and Military Gazette</i> y, después, entre 1887 y 1889, de <i>The Pioneer</i>. A los veintiún años publicó su primer libro, <i>Departmental Ditties</i> (1866), colección de versos de circunstancias, y a los veintidós el primer volumen de narraciones, <i>Cuentos simples de las colinas</i> (1887), al que siguieron, en 1888-89, otros seis: <i>Tres soldados</i>, <i>Bajo los cedros deodaras</i>, <i>El rickshaw fantasma</i>, <i>La historia de los Gadsby</i>, <i>En blanco y negro</i> y <i>El pequeño Guillermo Winkie</i>. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En
tales relatos, situados en el ambiente de la vida india según podía
entenderla un inglés y escritos en un lenguaje directo y vigoroso que
recuerda la jerga militar, Kipling reveló un agudo espíritu de
observación, capacidad inventiva y una habilidad especial en la
descripción de tipos característicos de oficiales y muchachos inspirados
en la realidad inmediata. El estilo rápido y escueto, el tono rudo y
frecuentemente cínico, y el crudo realismo que pronuncia los de St.
Crane y Hemingway ofrecen un sabor de experiencia vivida, con matices de
anécdota narrada bajo las tiendas de un campamento de soldados en el
curso de las prolongadas velas nocturnas. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Luego de un largo viaje por el Japón y los Estados Unidos, que relató en una serie de cartas (<i>Letters of marque</i>) publicadas en <i>The Pioneer</i> y más tarde en los dos volúmenes de <i>De mar a mar</i> (1889), escribió otra serie de narraciones indias para <i>The Macmillan's Magazine</i>, reunido luego en <i>Peripecias de la vida</i> (1891). En Inglaterra publicó también una colección de baladas, <i>Canciones de cuartel</i> (1892), que, junto con los versos siguientes de <i>Siete mares</i> (1896) y de <i>Las cinco naciones</i>
(1903), inspirados en las épicas empresas de la estirpe anglosajona y
en sus fieles centinelas esparcidos por todos los lugares de la Tierra,
su poderío industrial y colonial y sus glorias marineras, hizo de
Kipling el poeta del triunfante imperialismo británico de la época
victoriana. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Luego de haber intentado sin demasiado éxito la novela en <i>La luz que se apaga</i>
(1891), realizó otros largos viajes a Estados Unidos, Australia y
Sudáfrica. En 1892 contrajo matrimonio con Caroline Starr Balestier, de
Nueva York, y se estableció con ella en Battleboro, en Vermont, donde
vivió cuatro años y compuso varias obras que revelan el influjo
americano, singularmente el de J. London, en la exaltación de la vida
primitiva y del retorno a la naturaleza: <i>Invenciones varias</i> (1893), <i>El libro de la jungla</i> (1894), <i>El segundo libro de la jungla</i> (1895) y <i>Capitanes intrépidos</i> (1897). </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><ins class="adsbygoogle adaptable-centro" data-ad-client="ca-pub-3172851258350010" data-ad-slot="1744822333" data-adsbygoogle-status="done" style="height: 280px; width: 336px;"></ins>En <i>El libro de la jungla</i> y su continuación
presenta un mítico mundo animal, regulado por las férreas leyes de la
fuerza, donde Mowgli, el cachorro humano, es acogido fraternalmente y
encuentra de nuevo las huellas de una afinidad y una simpatía atávicas;
se trata de la primera obra maestra de cuantas escribiera Kipling para
muchachos. A ella siguieron más tarde <i>Precisamente así. Historias para niños</i> (1902) y las delicadas leyendas, llenas de "humour" y lirismo sutil, reunidas en Puck (1906) y <i>Recompensas y hadas</i> (1910). </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Vuelto
a Inglaterra en 1896 tras una disputa con su cuñado, establecióse
definitivamente en una localidad de Surrey, donde permaneció -excepto en
el curso de un viaje a América y de otro realizado a Sudáfrica durante
la guerra anglo-boer- hasta su muerte. En 1907 obtuvo el Premio Nobel y
en 1926 la medalla de oro de la Royal Society of Literature. </span></div>
<div class="piefotos" style="text-align: justify;">
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Sus últimas obras son colecciones de relatos y de textos
diversos escritos con ocasión de la primera Guerra Mundial. Las más
importantes son <i>Debits and Credit</i> (1926) y <i>Limite and Renewals</i> (1932). La obra maestra de Kipling es <i>Kim</i>
(1901), en la que a través del hilo conductor de las aventuras de un
muchacho ofrece un cuadro clásico de los aspectos más pintorescos de la
India. Así como la producción poética de nuestro autor ha perdido gran
parte de su interés debido a su carácter excesivamente declamatorio y
circunstancial, en sus textos narrativos, en cambio, se da todavía, como
dice Henry James, "la magia irresistible de los soles tórridos, de los
imperios sometidos, de las religiones salvajes y de las guarniciones
inquietas".</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:biografiasyvidas.com.Texto:ciudadseva.com.Foto: Internet.<b><br /></b></span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-49252891962474919022015-04-19T05:11:00.000-07:002015-04-19T05:11:20.157-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-6589408034737877720" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTqCWz7X-W_wWfeT29IT-rkVOS9rpep2x82m43QBKCdKMzLfRkX_7UyDsHy03ZaqG9NXLvvA1B2bO-EizUiWr4yXHWFm7fKe5wucmp8u8j-pVFQEoDRi4pWpc86hcdtgeNN_-8KeXyM6Xb/s1600/Joseph+Sheridan+Le+Fan.gif" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTqCWz7X-W_wWfeT29IT-rkVOS9rpep2x82m43QBKCdKMzLfRkX_7UyDsHy03ZaqG9NXLvvA1B2bO-EizUiWr4yXHWFm7fKe5wucmp8u8j-pVFQEoDRi4pWpc86hcdtgeNN_-8KeXyM6Xb/s1600/Joseph+Sheridan+Le+Fan.gif" width="518" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span lang="es">Joseph Sheridan Le Fanu </span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span lang="es">El fantasma y el ensalmador</span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span lang="es">A</span>l revisar los papeles de mi
respetado y apreciado amigo Francis Purcell, que hasta el día de su muerte y por
espacio de casi cincuenta años desempeñó las arduas tareas propias de un párroco
en el sur de Irlanda, encontré el documento que presento a continuación. Como
éste había muchos, pues era coleccionista curioso y paciente de antiguas
tradiciones locales, materia muy abundante en la región en la que habitaba.
Recuerdo que recoger y clasificar estas leyendas constituía un pasatiempo para
él; pero no tuve noticia de que su afición por lo maravilloso y lo fantástico
llegara al extremo de incitarle a dejar constancia escrita de los resultados de
sus investigaciones hasta que, bajo la forma de legado universal, su testamento
puso en mis manos todos sus manuscritos. Para quienes piensen que el estudio de
tales temas no concuerda con el carácter y la costumbres de un cura rural, es
conveniente resaltar que existía una clase de sacerdotes<span lang="es">,</span>
los de la vieja escuela, clase casi extinta en la actualidad, de costumbres más
refinadas y de gustos más literarios que los de los discípulos de Maynooth.
</b></span>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Tal vez haya que añadir que en el sur de Irlanda está
muy extendida la superstición que ilustra el siguiente relato, a saber, que el
cadáver que ha recibido sepultura más recientemente, durante la primera etapa de
su estancia contrae la obligación de proporcionar agua fresca para calmar la sed
abrasadora del purgatorio a los demás inquilinos del camposanto en el que se
encuentra. El autor puede dar fe de un caso en el que un agricultor próspero y
respetable de la zona lindante con Tipperary<span lang="es">,</span> apenado por
la muerte de su esposa, introdujo en el féretro dos pares de abarcas, unas
ligeras y otras más pesadas, las primeras para el tiempo seco y las segundas
para la lluvia, con el fin de aliviar las fatigas de las inevitables
expediciones que habría de acometer la difunta para buscar agua y repartirla
entre las almas sedientas del purgatorio. Los enfrentamientos se tornan
violentos y desesperados cuando, casualmente, dos cortejos fúnebres se aproximan
al mismo tiempo al cementerio, pues cada cual se empeña en dar prioridad a su
difunto para sepultarle y liberarle de la carga que recae sobre quien llega el
último. No hace mucho sucedió que uno de los dos cortejos, por miedo a que su
amigo difunto perdiera esa inestimable ventaja, llegó al cementerio por un atajo
y, violando uno de sus prejuicios más arraigados, sus miembros lanzaron el ataúd
por encima del muro para no perder tiempo entrando por la puerta. Se podrían
citar numerosos ejemplos, y todos ellos pondrían de manifiesto cuán arraigada se
encuentra esta superstición entre los campesinos del sur. Pero no entretendré al
lector con más preliminares y procederé a presentarle el siguiente: </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Extracto de los manuscritos del difunto
reverendo Francis Purcell, de Drumcoolagh. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>«Voy a contar la siguiente historia con todos los
detalles que recuerdo y con las propias palabras del narrador. Tal vez sea
necesario destacar que se trataba de un hombre, como se suele decir, bien
hablado, pues durante mucho tiempo enseñó las artes y las ciencias liberales que
a su juicio era conveniente que conocieran los despiertos jóvenes de su
parroquia natal, circunstancia ésta que podría explicar la aparición de ciertas
palabras altisonantes en el transcurso de la presente narración, más destacables
por su eufonía que por la corrección con que se emplean. Sin más preámbulos,
procedo a presentar ante ustedes las fantásticas aventuras de Terry Neil. </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Pues es una historia rara, y tan cierta como que yo
estoy vivo, y hasta me atrevería a decir que no hay nadie en las siete
parroquias que pueda contarla ni mejor ni con más claridad que yo, porque le
pasó a mi padre y la he oído de su propia boca cien veces. Y no es porque fuera
mi padre, pero puedo decir con orgullo que la palabra de mi padre era tan
indigna de crédito como el juramento de cualquier noble del país. Tanto es así
que cuando algún pobre hombre se metía en líos, siempre era él quien iba de
testigo a los tribunales. Pero bueno, eso da igual. Era el hombre más honrado y
más sobrio de los alrededores, aunque, eso sí, le gustaba un poco demasiado
empinar el codo. No había en todo el pueblo nadie mejor dispuesto para trabajar
y cavar, y era muy mañoso para la carpintería y para arreglar muebles viejos y
cosas por el estilo. Y como es natural, también le dio por componer huesos,
porque no había nadie como él para ajustar la pata de un taburete o de una mesa,
y puedo asegurar que nunca hubo ensalmador con tantísima clientela, hombres y
niños, jóvenes y viejos. No ha habido en el mundo nadie que arreglara mejor un
hueso roto. Pues bien, Terry Neil, que así se llamaba mi padre, viendo que el
corazón se le ponía cada día más ligero y la cartera más pesada, cogió unas
tierrecitas que pertenecían al señor de <span lang="es">Phelim</span>, debajo
del viejo castillo, un sitio bien <span lang="es">bonito</span>. Ya fuera de
noche o de día, iban a verle pobres desgraciados de toda la región con las
piernas y los brazos rotos, que no podían ni apoyar siquiera un pie en el suelo,
para que les juntara los huesos. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Todo marchaba muy bien, señoría, pero era costumbre
que cuando Phelim salía al campo, unos cuantos arrendatarios suyos vigilasen el
castillo, como una especie de homenaje a la vieja familia, y la verdad, era un
homenaje muy desagradable para ellos, porque todo el mundo sabía que en el
castillo había algo raro. Al decir de los vecinos, el abuelo de Phelim, que Dios
tenga en su gloria, era un caballero de los pies a la cabeza pero le daba por
pasear en mitad de la noche, igual que lo hacemos usted o yo, y que Dios quiera
que sigamos haciendo, desde el día que se le reventó una vena cuando sacaba un
corcho de una botella. Pero a lo que vamos: el señor se salía del cuadro en el
que estaba pintado su retrato, rompía todos los vasos y botellas que se le
ponían por delante y se bebía lo que tuvieran, cosa que no es de extrañar. Si
por casualidad entraba alguien de la familia, volvía a subirse a su sitio con
cara de inocente, como si no supiera nada de nada, el muy sinvergüenza. </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Pues bien, señoría, como iba diciendo, una vez los del
castillo fueron a Dublín a pasar una o dos semanas, así que, como de costumbre,
varios arrendatarios fueron a vigilar el castillo, y a la tercera noche le tocó
el turno a mi padre. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»"Maldita sea" se dijo para sus adentros. "Tengo que
pasar en vela toda la noche, y encima con ese espíritu vagabundo, que Dios
confunda, dando la tabarra por la casa y haciendo perrerías." Pero como no había
forma de librarse de aquello, hizo de tripas corazón y allá que se fue a la
caída de la noche, con una botella de whisky y otra de agua bendita. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Llovía bastante y estaba todo oscuro y tenebroso
cuando llegó mi padre. Se echó un poco de agua bendita por encima y, al poco
tiempo, tuvo que beberse un vaso de whisky para entrar en calor. Le abrió la
puerta el viejo mayordomo, Lawrence O'Connor, que siempre se había llevado bien
con mi padre. Así que al ver qui<span lang="es">é</span>n era y que mi padre le
dijo que le tocaba a él vigilar en el castillo, el mayordomo se ofreció a velar
con él. Estoy seguro de que a mi padre no le pareció mal. Larry le dijo: </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Vamos a encender fuego en el
salón. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>¿No será mejor en el comedor?
<span lang="es">-</span>contesta mi padre, porque sabía que el retrato del señor
estaba en el salón. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>No se puede encender fuego en
el comedor, porque en la chimenea hay un nido de grajillas <span lang="es">-</span>dice
Lawrence. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Pues entonces vamos a la
cocina, porque no me parece bien que una persona como yo esté en el salón
<span lang="es">-</span>va y dice mi padre. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Venga, Terry <span lang="es">-</span>dice
Lawrence<span lang="es">-</span>. Si vamos a mantener la vieja costumbre, más
vale hacerlo como Dios manda. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»"¡Al diablo con las costumbres!", dijo mi padre, pero
para sus adentros, a ver si me entiende, porque no quería que Lawrence notara
que tenía miedo. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Bueno, como a ti te parezca<span lang="es">,
</span>Lawrence <span lang="es">-</span>dice, y bajaron a la cocina hasta que
prendiera la leña en el salón, para lo que no tuvieron que esperar mucho. </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Al poco rato subieron otra vez y se sentaron
cómodamente junto a la chimenea del salón y se pusieron a charlar, fumando y
bebiendo a sorbitos el whisky, con un buen fuego de leña y turba para calentarse
las piernas. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Pues señor, como iba diciendo, estuvieron hablando y
fumando tan a gusto hasta que Lawrence empezó a quedarse dormido, como solía
pasarle con frecuencia, porque era un criado viejo acostumbrado a dormir mucho.
</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Pero hombre, ¿será posible que
te estés durmiendo?<span lang="es"> -</span>dice mi padre. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>No digas bobadas
<span lang="es">-</span>le contesta Larry<span lang="es">-</span>. Es que cierro
los ojos para que no me entre el humo del tabaco, que me hace llorar. Así que no
te metas donde no te llaman <span lang="es">-</span>le dice muy tieso (porque el
hombre tenía una panza enorme, que Dios le tenga en su gloria)<span lang="es">-</span>,
y continúa con lo que me estabas contando, que te escucho <span lang="es">-</span>le
dice, cerrando los ojos. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Cuando mi padre se dio cuenta de que no servía de nada
hablarle, siguió con la historia de Jim Sullivan y su cabra, que es lo que
estaba contando. Era una historia bien bonita, y tan entretenida que podría
haber despertado a un lirón y aún más a un simple cristiano que se estaba
quedando dormido. Pero, según como lo contaba mi padre, creo que jamás se ha
oído nada por el estilo, porque le ponía toda el alma, como si le fuera en ello
la vida, porque quería que Larry se mantuviera despierto. Pero no le sirvió de
nada, porque l<span lang="es">o</span> invadió el sueño, y antes de que
terminara de contar la historia, Larry O'Connor se puso a roncar como un
condenado. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>¡Maldita sea! <span lang="es">
-</span>dice mi padre<span lang="es">-</span>. Este tipo es imposible, es capaz
de dormirse en la misma habitación en la que ronda un espíritu. Que Dios nos
coja confesados <span lang="es">-</span>dice, y fue a sacudir a Lawrence para
espabilarlo, pero cayó en la cuenta de que si lo despertaba, seguramente se iría
a la cama y lo dejaría completamente solo, lo que sería todavía peor. </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>«"En fin, no molestaré al pobre hombre" pensó mi padre.
"No estaría bien interrumpirlo ahora que se ha quedado dormido. Ojalá estuviera
yo igual que él." </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Así que se puso a pasear por la habitación, rezando,
hasta que rompió a sudar, con perdón. Pero como no le servía de nada, se bebió
lo menos medio litro de alcohol para darse ánimos. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»"Ojalá estuviera tan tranquilo como Larry" se dijo. "A
lo mejor me duermo si me <span lang="es">lo pro</span>pongo." </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Y al tiempo que lo pensaba arrastró un sillón grande
hasta el de Lawrence y se acomodó lo mejor que pudo. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Pero se me olvidaba contarle una cosa muy rara. Aunque
no quería hacerlo, de vez en cuando miraba al cuadro, y se dio cuenta de que los
ojos del retrato l<span lang="es">o</span> seguían a todas partes y lo miraban
fijamente y hasta le hacían guiños. Al ver aquello pensó: <span lang="es">"</span>Maldita
sea mi suerte y el día en que se me ocurrió venir aquí. Pero nada vale
lamentarse. Si tengo que morir, más vale armarse de valor." </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Pues bien, señoría, intentó tranquilizarse y hasta
llegó a pensar que a lo mejor se había quedado dormido, pero lo desengañó el
ruido de la tormenta, que hacía crujir las grandes ramas de los árboles y
silbaba por el tiro de las chimeneas del castillo. Una vez, el viento dio tal
bufido que le pareció que se iban a desmoronar los muros del castillo de lo
fuerte que los sacudió. De repente <span lang="es">se </span>acabó la tormenta,
y la noche se quedó de lo más apacible, como en pleno mes de julio. No habrían
pasado más de tres minutos cuando le pareció oír un ruido sobre la repisa de la
chimenea. Mi padre abrió una pizca los ojos y vio con toda claridad que el viejo
señor salía del cuadro poco a poco, como si se estuviera quitando la chaqueta.
Se apoyó en la repisa y puso los pies en el suelo. Y entonces, el viejo zorro,
antes de seguir adelante, se paró un rato para ver si los dos hombres dormían, y
cuando creyó que todo estaba en orden, estiró un brazo y agarró la botella de
whisky, y se bebió por lo menos medio litro. Cuando quedó satisfecho dejó la
botella en el mismo sitio de antes con todo el cuidado del mundo y se puso a
pasear por la habitación, tan sobrio como si no hubiera bebido ni una gota de
alcohol. Cada vez que se paraba junto a él, a mi padre se le venía un olor a
azufre, y le entró un miedo espantoso, porque sabía que es azufre precisamente
lo que se quema en el infierno, con perdón. Se lo había oído contar muchas veces
al padre Murphy, que tenía que saber lo que pasa allí. El pobre ya ha muerto,
que Dios lo tenga en su gloria. Mire usted, señoría, mi padre estuvo bastante
tranquilo hasta que se le acercó el espíritu. Madre mía, le pasó tan cerca que
el olor a azufre l<span lang="es">o</span> dejó sin respiración y le dio un
ataque de tos tan fuerte que casi se cayó del sillón en que estaba. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>¡Vaya, vaya! <span lang="es">-</span>dice
el señor parándose a poco más de dos pasos de mi padre y volviéndose para
mirarlo<span lang="es">-</span>. De modo que eres tú, ¿eh? ¿Qué tal te va, Terry
Neil? </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>A su disposición, señoría
<span lang="es">-</span>dice mi padre (cuando se lo permitió el susto que tenía,
porque estaba más muerto que vivo)<span lang="es">-</span>. Me alegro de ver a
su señoría. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Terence <span lang="es">-</span>dice
el señor<span lang="es">-</span>, eres un hombre respetable (cosa que es
cierta), trabajador y sobrio, un verdadero ejemplo de embriaguez para toda la
parroquia. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Gracias, señoría
<span lang="es">-</span>respondió mi padre, cobrando ánimos<span lang="es">-</span>.
Usted siempre ha sido un caballero muy atento. Que Dios tenga en su gloria a su
señoría. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>¿Que Dios me tenga en su
gloria? <span lang="es">-</span>dice el espíritu (poniéndosele la cara roja de
ira)<span lang="es">-</span>. ¿Que Dios me tenga en su gloria? Pero ¡serás
cretino y bruto! ¿Qué modales son ésos? <span lang="es">-</span>dice<span lang="es">-</span>.
Yo no tengo la culpa de estar muerto, y la gente como tú no tiene que
restregármelo por las narices a la primera de cambio <span lang="es">-</span>dice,
dando una patada tan fuerte en el suelo que casi rompió la madera. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>No soy más que un pobre
hombre, tonto e ignorante <span lang="es">-</span>le dice mi padre. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Desde luego que sí
<span lang="es">-</span>dice el señor<span lang="es">-</span>, pero para
escuchar tus tonterías y hablar con gente como tú no me molestaría en subir
hasta aquí, quiero decir en bajar <span lang="es">-</span>dice, y a pesar de lo
pequeño que fue el error, mi padre se dio cuenta<span lang="es">-</span>.
Escúchame bien, Terence Neil <span lang="es">-</span>dice<span lang="es">-</span>.
Siempre fui un buen amo para Patrick Neil, tu abuelo. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Sí que es verdad
<span lang="es">-</span>dice mi padre. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Y además, creo que siempre fui
un caballero correcto y sensato <span lang="es">-</span>dice el otro. </b></span>
</div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Así es como yo lo llamaría, sí
señor <span lang="es">-</span>dice mi padre (aunque era una mentira muy gorda,
pero ¡a ver qué iba a hacer!). </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Pues aunque fui tan sobrio
como la mayoría de los hombres, o al menos como la mayoría de los caballeros, y
aunque en algunas épocas fui un cristiano tan extravagante como el que más, y
caritativo e inhumano con los pobres <span lang="es">-</span>va y dice<span lang="es">-</span>,
no me encuentro muy a gusto donde vivo ahora, que sería lo suyo. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Sí que es una lástima
<span lang="es">-</span>dice mi padre<span lang="es">-</span>. A lo mejor su
señoría debería hablar con el padre Murphy... </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Calla la boca, deslenguado
<span lang="es">-</span>dice el señor<span lang="es">-</span>. No es en mi alma
en lo que estoy pensando. No sé cómo te atreves a hablar de almas con un
caballero. Cuando quiera arreglar eso, iré a ver a quien se ocupa de estas
cosas. No es mi alma lo que me molesta <span lang="es">-</span>dice sentándose
frente a mi padre<span lang="es">-</span>. Lo que tengo mal es la pierna
derecha, la que me rompí en Glenvarloch el día en que maté a Barney. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>«(Más adelante, mi padre se enteró de que era uno de
sus caballos preferidos, que se cayó debajo de él al saltar la valla que bordea
la cañada.) </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>¿No será que su señoría se
siente incómodo por haberlo matado?</b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Calla la boca, estúpido
<span lang="es">-</span>dice el señor<span lang="es">-</span>. Ahora te explico
por qué me molesta la pierna <span lang="es">-</span>dice<span lang="es">-</span>.
En el lugar en que paso la mayor parte del tiempo, a no ser los pocos ratos que
me quedan para dar una vuelta por aquí, tengo que andar mucho, cosa a la que no
estaba acostumbrado antes <span lang="es">-</span>dice<span lang="es">-</span>;
y no me sienta nada bien, porque sabrás que a la gente con la que estoy le gusta
muchísimo el agua, porque no hay nada mejor para la sed y, además, allí hace
demasiado calor <span lang="es">-</span>dice<span lang="es">-</span>. Tengo la
obligación de llevarles agua, aunque la verdad es que yo me quedo con muy poca.
Te puedo asegurar que es una tarea complicada, porque esa gente parece estar
seca y se la beben toda en cuanto la llevo. Pero lo que me lleva a mal traer es
lo débil que tengo la pierna y, para abreviar, lo que quiero es que le des un
par de tirones para ponerla en su sitio. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Pues, señoría, yo no me
atrevería a hacerle una cosa así a su señoría <span lang="es">-</span>dice mi
padre (porque no le apetecía lo más mínimo tocar al espíritu)<span lang="es">-</span>.
Sólo lo hago con pobres hombres como yo. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>No seas pelotillero
<span lang="es">-</span>dice el señor<span lang="es">-</span>. Aquí tienes la
pierna <span lang="es">-</span>dice, levantándola hacia mi padre<span lang="es">-.
</span>Dale un buen tirón, porque si no lo haces, te juro por todos los poderes
inmortales que no te dejaré un solo hueso sano. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Cuando mi padre oyó aquello, comprendió que no le iba
a servir de nada resistirse, así que cogió la pierna y se puso a tirar hasta que
la cara se le cubrió de sudor, bendito sea Dios. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Tira fuerte, imbécil
<span lang="es">-</span>dice el señor. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Como mande su señoría
<span lang="es">-</span>dice mi padre. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Más fuerte <span lang="es">-</span>dice
el señor. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»Y mi padre tiró con todas sus fuerzas. </b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>»<span lang="es">-</span>Voy a beber un traguito para
darme ánimos <span lang="es">-</span>dice el señor, acercando la mano a la
botella y dejando caer todo el peso del cuerpo. Pero, con todo lo listo que era,
metió la pata, porque cogió la otra botella . <span lang="es">-</span>A tu
salud, Terence <span lang="es">-</span>dice<span lang="es">-</span>, y sigue
tirando con todas tus fuerzas<span lang="es">-. L</span>evantó la botella de
agua bendita, pero casi no se la había acercado a los labios cuando soltó un
grito tan grande que pareció como si la habitación fuera a hacerse pedazos, y
pegó tal sacudida que mi padre se quedó con la pierna en las manos. El señor dio
un salto por encima de la mesa, y mi padre salió volando hasta el otro extremo
de la habitación y se cayó de espaldas en el suelo. Cuando volvió en sí, el
alegre sol de la mañana se colaba por las contraventanas, y él estaba tumbado de
espaldas en el suelo. Tenía agarrada <span lang="es">la</span> pata de una silla
que se había desprendido, y el viejo Larry seguía dormido como un tronco y
roncando. Aquella mañana, mi padre fue a ver al padre Murphy, y desde ese día
hasta el de su muerte no dejó de confesarse ni de ir a misa, y, como hablaba
poco de lo que le había pasado, la gente le creía más. En cuanto al señor, o sea
el espíritu, no se sabe si porque no le gustó lo que bebió o porque perdió una
pierna, el caso es que nadie l<span lang="es">o</span> volvió a ver deambular.»</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Joseph Thomas Sheridan Le Fanu</b> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/28_de_agosto" title="28 de agosto">28 de agosto</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1814" title="1814">1814</a> – <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ib%C3%ADdem" title="Ibídem">ibídem</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/7_de_febrero" title="7 de febrero">7 de febrero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1873" title="1873">1873</a>). <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Irlanda" title="Irlanda">irlandés</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuento" title="Cuento">cuentos</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Novela" title="Novela">novelas</a> de misterio. Sus historias de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fantasma" title="Fantasma">fantasmas</a> representan uno de los primeros ejemplos del género de horror en su forma moderna, en la cual, como en su relato <i>Schalken el pintor</i>, no siempre triunfa la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Virtud" title="Virtud">virtud</a> ni se ofrece una explicación sencilla de los fenómenos sobrenaturales.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Sheridan Le Fanu nació en el seno de una familia de alcurnia de procedencia <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Hugonote" title="Hugonote">hugonote</a>. Su abuela, Alice Sheridan Le Fanu, y el hijo de ésta, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Brinsley_Sheridan" title="Richard Brinsley Sheridan">Richard Brinsley Sheridan</a>, tío segundo de J. Sheridan Le Fanu, fueron ambos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dramaturgo" title="Dramaturgo">dramaturgos</a>, y su sobrina, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rhoda_Broughton" title="Rhoda Broughton">Rhoda Broughton</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Novelista" title="Novelista">novelista</a> de éxito.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Estudió <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Derecho" title="Derecho">Derecho</a> en el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Trinity_College_de_Dubl%C3%ADn" title="Trinity College de Dublín">Trinity College de Dublín</a>, donde fue nombrado auditor de la Sociedad Histórica. Pero a Le Fanu no le agradaban las leyes y se pasó al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Periodismo" title="Periodismo">periodismo</a>. A partir de ese momento y hasta su muerte publicó multitud de relatos. Desde <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1861" title="1861">1861</a> hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1869" title="1869">1869</a>, editó el <i>Dublin University Magazine</i>, que publicó muchos de sus trabajos por entregas. Perteneció a la plantilla de varios <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Peri%C3%B3dico_%28publicaci%C3%B3n%29" title="Periódico (publicación)">periódicos</a>, incluyendo el ya mentado <i>Dublin University Magazine</i> y el <i>Dublin Evening Mail</i>, hasta su muerte, que se produjo en la ciudad que lo vio nacer, Dublín, el 7 de febrero de 1873.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Las intrigas de Le Fanu, de gran intensidad, están perfectamente
construidas. Su especialidad consistía en la recreación de «atmósferas» y
«efectos» más que en el mero susto, con frecuencia dentro de un formato
de misterio. La lectura de novelas como <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Carmilla" title="Carmilla">Carmilla</a></i> sobre una mujer <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vampiro" title="Vampiro">vampiro</a>, de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Trama_%28narratolog%C3%ADa%29" title="Trama (narratología)">trama</a> muy efectiva, influyó poderosamente en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bram_Stoker" title="Bram Stoker">Bram Stoker</a> para su <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dr%C3%A1cula" title="Drácula">Drácula</a></i>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Uno de sus primeros trabajos, <i>Un episodio en la historia de la familia Tyrone</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1839" title="1839">1839</a>), pudo a su vez haber sido inspirado por <i>Cumbres borrascosas</i>, de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Emily_Bront%C3%AB" title="Emily Brontë">Emily Brontë</a>. A veces se ha afirmado que Le Fanu es el padre del cuento de fantasmas irlandés en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89poca_victoriana" title="Época victoriana">época victoriana</a>. A juzgar por la trascendencia de su obra, es sorprendente que su aportación no haya sido mejor considerada.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Sus historias más conocidas, leídas aún hoy con asiduidad, son la novela macabra de misterio titulada <i>Tío Silas</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1864" title="1864">1864</a>), <i>La rosa y la llave</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1871" title="1871">1871</a>), y la muy celebrada colección <i>En un vidrio misterioso</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1872" title="1872">1872</a>), que contiene <i>Carmilla</i>, así como <i>Té verde</i> y <i>El conocido</i>, dos famosos relatos de enigmáticos sucesos aparentemente convocados por una oscura culpa.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Otras ficciones de Le Fanu: <i>Los papeles de Purcell</i>, dividido en tres volúmenes; <i>La casa junto al cementerio</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1863" title="1863">1863</a>); <i>La mano de Wylder</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1864" title="1864">1864</a>); <i>Guy Deverell</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1865" title="1865">1865</a>); <i>Vidas encantadas</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1868" title="1868">1868</a>); <i>El misterio de Wyvern</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1869" title="1869">1869</a>), y la publicación póstuma <i>El vigilante y otras historias macabras</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1894" title="1894">1894</a>), otra colección de cuentos.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Para ese otro gran representante del cuento de miedo que es <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Montague_Rhodes_James" title="Montague Rhodes James">M. R. James</a>,</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Le Fanu figura en primera fila como autor de narraciones de
fantasmas. Este es mi firme veredicto después de leer todos los relatos
sobrenaturales suyos que he logrado encontrar. Nadie dispone la escena
mejor que él, nadie acierta en el eficaz detalle con más habilidad.</span></blockquote>
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Henry_James" title="Henry James">Henry James</a>, por su parte, escribió:</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Teníamos la acostumbrada novela del señor Le Fanu junto a la cama, la
lectura ideal para después de medianoche en una casa de campo.</span></blockquote>
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Existe un extenso análisis crítico de la obra de este escritor debido a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pluma" title="Pluma">pluma</a> del estudioso <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jack_Sullivan" title="Jack Sullivan">Jack Sullivan</a>: <i>Elegantes pesadillas: el cuento de fantasmas desde Le Fanu hasta Blackwood</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1978" title="1978">1978</a>).</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En castellano, de Sheridan Le Fanu: <i>La habitación del dragón volador y otros cuentos de terror y misterio</i>. Ed. Valdemar, 1998. Las obras de este autor figuran asimismo en la mayoría de las antologías del género macabro.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En catalán, de Sheridan Le Fanu: <i>Te verd</i> (traducción de Roser Berdagué). Editorial Laertes, 2000 y <i>Carmilla</i> (con prólogo de Julià Guillamon y traducción de Roser Berdagué). Editorial Laertes, 1998, 5.ª ed.<b> Bibliografía.</b><i>Un capítulo en la historia de la familia Tyrone</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1839" title="1839">1839</a>)<i>. La casa junto al cementerio</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1863" title="1863">1863</a>)<i>. La mano de Wylder</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1864" title="1864">1864</a>)<i>. Tío Silas</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1864" title="1864">1864</a>)<i>. Guy Deverell</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1865" title="1865">1865</a>)<i>. Vidas encantadas</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1868" title="1868">1868</a>)<i>. La profecía de Cloostedd</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1868" title="1868">1868</a>)<i>. El misterio de W</i>yvern (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1869" title="1869">1869</a>)<i>. La rosa y la llave</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1871" title="1871">1871</a>)<i>.En un vidrio misterioso</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1872" title="1872">1872</a>)<i>. La posada del dragón volador</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1872" title="1872">1872</a>)<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Carmilla" title="Carmilla">. Carmilla</a></i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1872" title="1872">1872</a>)<i>. El vigilante y otros cuentos de terror</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1894" title="1894">1894</a>, póstumo)</span><i><span style="font-size: medium;">. El pacto de Sir Dominick</span>.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto:ciudadseva.com.Foto:Internet. </span><i><br /></i></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-23343563276145066522015-04-12T06:27:00.000-07:002015-04-12T06:27:07.918-07:00El cuento del domingo<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdrDUWgrTRgMEi7qXsSlAmOsyPRyqVVO8xlbDsk5e4Ir0PwWc2_VR2sWE3eSTHsEW5va4Lo2lqaSH5skJrylrLx2SQ1kakkgMQPUKK5A7akvv1TFoU1l57Qpft4KRvy3auMSuvY-O5AFVT/s1600/Franz+Kafka++color.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdrDUWgrTRgMEi7qXsSlAmOsyPRyqVVO8xlbDsk5e4Ir0PwWc2_VR2sWE3eSTHsEW5va4Lo2lqaSH5skJrylrLx2SQ1kakkgMQPUKK5A7akvv1TFoU1l57Qpft4KRvy3auMSuvY-O5AFVT/s1600/Franz+Kafka++color.jpg" width="475" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Franz Kafka </span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La condena</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Era domingo por la mañana en lo más hermoso de la
primavera. Georg Bendemann, un joven comerciante, estaba sentado en su
habitación en el primer piso de una de las casas bajas y de construcción ligera
que se extendían a lo largo del río en forma de hilera, y que sólo se
distinguían entre sí por la altura y el color. Acababa de terminar una carta a
un amigo de su juventud que se encontraba en el extranjero, la cerró con
lentitud juguetona y miró luego por la ventana, con el codo apoyado sobre el
escritorio, hacia el río, el puente y las colinas de la otra orilla con su color
verde pálido.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Reflexionó sobre cómo este amigo,
descontento de su éxito en su ciudad natal, había literalmente huido ya hacía
años a Rusia. Ahora tenía un negocio en San Petersburgo, que al principio había
marchado muy bien, pero que desde hacía tiempo parecía haberse estancado, tal
como había lamentado el amigo en una de sus cada vez más infrecuentes visitas.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">De este modo se mataba inútilmente trabajando en el
extranjero, la extraña barba sólo tapaba con dificultad el rostro bien conocido
desde los años de la niñez, rostro cuya piel amarillenta parecía manifestar una
enfermedad en proceso de desarrollo. Según contaba, no tenía una auténtica
relación con la colonia de sus compatriotas en aquel lugar y apenas relación
social alguna con las familias naturales de allí y, en consecuencia, se hacía a
la idea de una soltería definitiva.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">¿Qué podía escribírsele a un hombre de este tipo, que,
evidentemente, se había enclaustrado, de quien se podía tener lástima, pero a
quien no se podía ayudar? ¿Se le debía quizá aconsejar que volviese a casa, que
trasladase aquí su existencia, que reanudara todas sus antiguas relaciones
amistosas, para lo cual no existía obstáculo, y que, por lo demás, confiase en
la ayuda de los amigos? Pero esto no significaba otra cosa que decirle al mismo
tiempo, con precaución, y por ello hiriéndolo aún más, que sus esfuerzos hasta
ahora habían sido en vano, que debía, por fin, desistir de ellos, que tenía que
regresar y aceptar que todos, con los ojos muy abiertos de asombro, lo mirasen
como a alguien que ha vuelto para siempre; que sólo sus amigos entenderían y que
él era como un niño viejo, que debía simplemente obedecer a los amigos que se
habían quedado en casa y que habían tenido éxito.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">¿E incluso entonces era seguro que tuviese sentido toda
la amargura que había que causarle? Quizá ni siquiera se consiguiese traerlo a
casa, él mismo decía que ya no entendía la situación en el país natal, y así
permanecería, a pesar de todo, en su extranjero, amargado por los consejos y un
poco más distanciado de los amigos. Pero si siguiera realmente el consejo y aquí
se le humillase, naturalmente no con intención sino por la forma de actuar, no
se encontraría a gusto entre sus amigos ni tampoco sin ellos, se avergonzaría y
entonces no tendría de verdad ni hogar ni amigos. En estas circunstancias ¿no
era mejor que se quedase en el extranjero tal como estaba? ¿Podría pensarse que
en tales circunstancias saldría realmente adelante aquí?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Por estos motivos, y si se quería mantener la relación
epistolar con él, no se le podían hacer verdaderas confidencias como se le
harían sin temor al conocido más lejano. Hacía más de tres años que el amigo no
había estado en su país natal y explicaba este hecho, apenas suficientemente,
mediante la inseguridad de la situación política en Rusia, que, en consecuencia,
no permitía la ausencia de un pequeño hombre de negocios mientras que cientos de
miles de rusos viajaban tranquilamente por el mundo. Pero precisamente en el
transcurso de estos tres años habían cambiado mucho las cosas para Georg. Sobre
la muerte de su madre, ocurrida hacía dos años y desde la cual Georg vivía con
su anciano padre en la misma casa, había tenido noticia el amigo, y en una carta
había expresado su pésame con una sequedad que sólo podía tener su origen en el
hecho de que la aflicción por semejante acontecimiento se hacía inimaginable en
el extranjero. Ahora bien, desde entonces, Georg se había enfrentado al negocio,
como a todo lo demás, con gran decisión. Quizá el padre, en la época en que
todavía vivía la madre, lo había obstaculizado para llevar a cabo una auténtica
actividad propia, por el hecho de que siempre quería hacer prevalecer su opinión
en el negocio. Quizá desde la muerte de la madre, el padre, a pesar de que
todavía trabajaba en el negocio, se había vuelto más retraído. Quizá
desempeñaban un papel importante felices casualidades, lo cual era incluso muy
probable; en todo caso, el negocio había progresado inesperadamente en estos dos
años, había sido necesario duplicar el personal, las operaciones comerciales se
habían quintuplicado, sin lugar a dudas tenían ante sí una mayor ampliación.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Pero el amigo no sabía nada de este cambio.
Anteriormente, quizá por última vez en aquella carta de condolencia, había
intentado convencer a Georg de que emigrase a Rusia y se había explayado sobre
las perspectivas que se ofrecían precisamente en el ramo comercial de Georg. Las
cifras eran mínimas con respecto a las proporciones que había alcanzado el
negocio de Georg. Él no había querido contarle al amigo sus éxitos comerciales y
si lo hubiese hecho ahora, con posterioridad, hubiese causado una impresión
extraña.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Es así cómo Georg se había limitado a contarle a su
amigo cosas sin importancia de las muchas que se acumulan desordenadamente en el
recuerdo cuando se pone uno a pensar en un domingo tranquilo. No deseaba otra
cosa que mantener intacta la imagen que, probablemente, se había hecho el amigo
de su ciudad natal durante el largo período de tiempo, y con la cual se había
conformado. Fue así como Georg, en tres cartas bastante distantes entre sí,
informó a su amigo acerca del compromiso matrimonial de un señor cualquiera con
una muchacha cualquiera, hasta que, finalmente, el amigo, totalmente en contra
de la intención de Georg, comenzó a interesarse por este asunto.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg prefería contarle estas cosas antes que
confesarle que era él mismo quien hacía un mes se había prometido con la
señorita Frieda Brandenfeld, una joven de familia acomodada. Con frecuencia
hablaba con su prometida de este amigo y de la especial relación epistolar que
mantenía con él.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Entonces no vendrá a nuestra boda -decía ella-, y yo
tengo derecho a conocer a todos tus amigos.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No quiero molestarlo -contestaba Georg-, entiéndeme,
probablemente vendría, al menos así lo creo, pero se sentiría obligado y
perjudicado, quizá me envidiaría y seguramente, apesadumbrado e incapaz de
prescindir de esa pesadumbre, regresaría solo, solo ¿sabes lo que es eso?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Bueno, ¿no puede enterarse de nuestra boda por otro
camino?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sin duda no puedo evitarlo, pero es improbable dada su
forma de vida.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Si tienes esa clase de amigos, Georg, nunca debiste
comprometerte.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sí, es culpa de ambos, pero incluso ahora no desearía
que fuese de otra forma.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y si ella, respirando precipitadamente entre sus besos,
alegaba todavía:</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-La verdad es que sí que me molesta.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Entonces era realmente cuando él consideraba inofensivo
contarle todo al amigo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Así soy y así tiene que aceptarme -se decía-. No
pienso convertirme en un hombre a su medida, hombre que quizá fuese más
apropiado a su amistad de lo que yo lo soy.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y, efectivamente, en la larga carta que había escrito
este domingo por la mañana, informaba a su amigo del compromiso que se había
celebrado, con las siguientes palabras: "Me he reservado la novedad más
importante para el final. Me he prometido con la señorita Frieda Brandenfeld,
una muchacha perteneciente a una familia acomodada que se estableció aquí mucho
tiempo después de tu partida y a la que tú apenas conocerás. Ya habrá
oportunidad de contarte más detalles acerca de mi prometida, baste hoy con
decirte que soy muy feliz y que en nuestra mutua relación sólo ha cambiado el
hecho de que tú, en lugar de tener en mí un amigo corriente, tendrás un amigo
feliz. Además tendrás en mi prometida, que te manda saludos cordiales y que te
escribirá próximamente, una amiga leal, lo que no deja de tener importancia para
un soltero. Sé que muchas cosas te impiden hacernos una visita, pero ¿acaso no
sería precisamente mi boda la mejor oportunidad de echar por la borda, al menos
por una vez, todos los obstáculos? Pero, sea como sea, actúa sin tener en cuenta
todo lo demás y según tu buen criterio".</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg había permanecido mucho tiempo sentado en su
escritorio con la carta en la mano y el rostro vuelto hacia la ventana. Con una
sonrisa ausente había apenas contestado a un conocido que, desde la calle, lo
había saludado al pasar. </span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Finalmente, se metió la carta en el bolsillo y, a través de un corto pasillo, se
dirigió desde su habitación a la de su padre, en la que no había estado desde
hacía meses. No existía, por lo demás, necesidad de ello, porque constantemente
tenía contacto con él en el negocio; comían juntos en una casa de comidas, por
la noche cada uno se tomaba lo que le apetecía pero después la mayoría de las
veces se sentaban un ratito, cada uno con su periódico, en el cuarto de estar
común, a no ser que Georg, como ocurría con mucha frecuencia, estuviese en
compañía de amigos o, como ahora, fuese a ver a su novia.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg se extrañó de lo oscura que estaba la habitación
del padre incluso en esta mañana soleada, tal era la sombra que proyectaba la
alta pared que se elevaba al otro lado del estrecho patio. El padre estaba
sentado ante la ventana, en un rincón adornado con recuerdos de la difunta
madre, y leía el periódico, que sostenía de lado ante los ojos, con lo cual
intentaba contrarrestar una cierta falta de visión. Sobre la mesa estaban aún
los restos del desayuno, del que no parecía haber comido mucho.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Ah Georg! -exclamó el padre, e inmediatamente se
dirigió hacia él. Su pesada bata se abría al andar y los bajos revoloteaban a su
alrededor.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">"Mi padre sigue siendo un gigante", se dijo Georg.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Esto está insoportablemente oscuro -dijo a
continuación.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sí, sí que está oscuro -contestó el padre.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿También has cerrado la ventana?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Lo prefiero así.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
-Afuera hace bastante calor -dijo Georg como complemento a lo anterior, y se
sentó.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El padre retiró la vajilla del desayuno y la colocó
sobre una cómoda.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-La verdad es que sólo quería decirte -continuó Georg,
que seguía los movimientos del anciano totalmente aturdido- que, por fin, he
informado a San Petersburgo de mi compromiso.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Sacó un poco la carta del bolsillo y la dejó caer
dentro de nuevo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Cómo que a San Petersburgo? -preguntó el padre.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sí, a mi amigo -dijo Georg, y buscó los ojos del
padre.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">"En el negocio es completamente distinto", pensó.
"¡Cuánto sitio ocupa ahí sentado y cómo se cruza de brazos!"</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sí, claro, a tu amigo -dijo el padre recalcándolo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Ya sabes, padre, que en un principio quería silenciar
mi compromiso. Por consideración, por ningún otro motivo. Tú ya sabes que es una
persona difícil. Puede enterarse de mi compromiso por otros cauces, me dije, y
si bien esto apenas es probable dada su solitaria forma de vida, yo no puedo
evitarlo, pero por mí mismo no debe enterarse.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Y ahora has cambiado de opinión? -preguntó el padre.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Puso el periódico en el antepecho de la ventana y sobre
el periódico las gafas que tapaba con las manos.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Sí, ahora he cambiado de opinión. Si verdaderamente se
trata de un buen amigo, me he dicho, entonces mi feliz compromiso es también
para él motivo de alegría y por eso no he dudado más en comunicárselo. Sin
embargo, antes de echar la carta quería decírtelo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Georg -dijo el padre, y estiró la boca sin
dientes-, escucha por una vez. Has venido a mí por este asunto, para discutirlo
conmigo. Esto te honra sin duda alguna, pero no sirve para nada, y menos aún que
para nada, si no me dices ahora mismo toda la verdad. No quiero traer a colación
cosas que nada tienen que ver con esto. Desde la muerte de nuestra querida madre
han ocurrido ciertas cosas desagradables. Quizá también les llegue su turno, y
quizá antes de lo que pensamos. En el negocio se me escapan algunas cosas, quizá
no se me oculten, ahora no quiero en modo alguno alimentar la sospecha de que se
me ocultan, ya no estoy lo suficientemente fuerte, me falla la memoria, ya no
puedo abarcar tantas cosas. En primer lugar esto es ley de vida y, en segundo
lugar, la muerte de tu madre me ha afligido mucho más que a ti. Pero ya que
estamos tratando de este asunto de la carta, te pido, Georg, que no me engañes.
Es una pequeñez, no merece la pena, así pues, no me engañes. ¿Tienes de verdad
ese amigo en San Petersburgo?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg se levantó desconcertado.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Dejemos en paz a mis amigos. Mil amigos no sustituyen
a mi padre. ¿Sabes lo que creo?, que no te cuidas lo suficiente, pero los años
exigen sus derechos. En el negocio eres indispensable para mí, bien lo sabes tú,
pero si el negocio amenaza tu salud mañana mismo lo cierro para siempre. Esto no
puede seguir así. Tenemos que adoptar otro modo de vida para ti, pero desde el
principio. Estás sentado aquí en la oscuridad y en el cuarto de estar tendrías
buena luz. Tomas un par de bocados del desayuno en lugar de comer como es
debido. Estás sentado con las ventanas cerradas y el aire fresco te sentaría
bien. ¡No, padre mío! Iré a buscar al médico y seguiremos sus prescripciones
Cambiaremos las habitaciones. Tú te trasladarás a la habitación de delante y yo
a ésta. No supondrá una alteración para ti, todo se llevará allí Ya habrá tiempo
de ello, ahora te acuesto en la cama un poquito, necesitas tranquilidad a toda
costa. Vamos, te ayudaré a desnudarte, ya verás cómo sé hacerlo. ¿O prefieres
trasladarte inmediatamente a la habitación de delante y allí te acuestas
provisionalmente en mi cama? La verdad es que esto sería lo más sensato.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg estaba de pie justo al lado de su padre, que
había dejado caer sobre el pecho su cabeza de blancos y despeinados cabellos.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Georg -dijo el padre en voz baja y sin moverse.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg se arrodilló inmediatamente junto al padre, vio
las enormes pupilas en su cansado rostro dirigidas hacia él desde las comisuras
de los ojos.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No tienes ningún amigo en San Petersburgo. Tú has sido
siempre un bromista y tampoco has hecho una excepción conmigo. ¡Cómo ibas a
tener un amigo precisamente allí! No puedo creerlo de ninguna manera.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Padre, haz memoria una vez más -dijo Georg, levantó al
padre del sillón y le quitó la bata, estaba allí tan débil-, pronto hará ya tres
años que mi amigo estuvo en casa de visita. Recuerdo todavía que no te hacía
demasiada gracia. Al menos dos veces te oculté su presencia, a pesar de que en
esos momentos se hallaba precisamente en mi habitación. Yo podía comprender bien
tu animadversión hacia él, mi amigo tiene sus manías, pero después conversaste
agradablemente con él. En aquellos momentos me sentía tan orgulloso de que lo
escuchases, asintieses y preguntases... Si haces memoria tienes que acordarte.
Él contó entonces historias increíbles de la revolución rusa. Cómo, por ejemplo,
en un viaje de negocios a Kiev, había visto en un balcón a un sacerdote que se
había cortado una ancha cruz de sangre en la palma de la mano, la levantó e
invocó con ella a la multitud. Tú mismo has contado de vez en cuando esta
historia.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Mientras tanto Georg había conseguido sentar al padre y
quitarle cuidadosamente el pantalón de punto que llevaba encima de los
calzoncillos de lino, así como los calcetines. Al ver la ropa, que no estaba
precisamente limpia, se hizo reproches por haber descuidado al padre. Seguro que
también formaba parte de sus obligaciones el cuidar de que el padre se cambiase
de ropa. Todavía no había hablado expresamente con su prometida de cómo iban a
organizar el futuro del padre, porque tácitamente habían supuesto que él se
quedaría solo en el piso viejo. Sin embargo, ahora se decidió, de repente y con
toda firmeza, a llevárselo a su futuro hogar. Bien mirado, casi daba la
impresión de que el cuidado que el padre iba a recibir allí podría llegar
demasiado tarde.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Llevó al padre en brazos a la cama. Una terrible
sensación se apoderó de él cuando, a lo largo de los pocos pasos hasta ella,
notó que su padre jugueteaba con la cadena del reloj sobre su pecho. Se agarraba
con tal fuerza a la cadena del mismo, que no pudo acostarlo inmediatamente.
Apenas se encontró en la cama, todo pareció volver de nuevo a la normalidad. Se
tapó solo y se cubrió muy bien los hombros con el cobertor. No miraba a Georg
precisamente con hostilidad.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Verdad que ya te acuerdas de él? -preguntó Georg, y
asintió con la cabeza haciendo un gesto alentador.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Estoy bien tapado? -preguntó el padre como si no
pudiese asegurarse él mismo de que sus pies se encontraban tapados.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Así es que te gusta estar en la cama -dijo Georg, y
colocó mejor el cobertor a su alrededor.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Estoy bien tapado? -preguntó el padre de nuevo, y
pareció prestar especial atención a la respuesta.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Estate tranquilo, estás bien tapado.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡No! -gritó el padre de tal forma que la respuesta
chocó contra la pregunta, echó hacia atrás el cobertor con una fuerza tal que
por un momento quedó extendido en el aire, y se puso de pie sobre la cama. Sólo
con una mano se apoyaba ligeramente en el techo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Querías taparme, lo sé, retoño mío, pero todavía no
estoy tapado, y aunque sea la última fuerza es suficiente para ti, demasiada
para ti. ¡Claro que conozco a tu amigo! Sería el hijo que desea mi corazón, por
eso también lo has engañado durante todos estos años. ¿Por qué si no? ¿Acaso
crees que no he llorado por él? Precisamente por eso te encierras en tu oficina:
"el jefe está ocupado, no se le puede molestar". Sólo para poder escribir tus
falsas cartitas a Rusia. Pero, afortunadamente, nadie tiene que dar lecciones al
padre sobre cómo adivinar las intenciones del hijo. De la misma manera que ahora
has creído haberlo subyugado, subyugado de tal forma que podrías sentarte con tu
trasero sobre él y él no se movería, en ese momento mi señor hijo ha decidido
casarse.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg levantó la mirada hacia el espectro de su padre.
El amigo de San Petersburgo, a quien de repente el padre conocía tan bien, se
apoderaba de él como nunca hasta ahora. Lo vio perdido en la lejana Rusia. Lo
vio en la puerta del negocio vacío y desvalijado, entre las ruinas de las
estanterías, entre los géneros hechos jirones, entre los tubos de gas que
estaban caídos... y él permanecía todavía erguido. ¿Por qué había tenido que
irse tan lejos?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Pero mírame -gritó el padre-. Georg corrió, casi
distraído, hacia la cama, con la intención de comprenderlo todo, pero se quedó
parado a mitad de camino.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Porque ella se ha levantado las faldas -comenzó a
hablar el padre-, porque se ha levantado así las faldas de cerda asquerosa -y
para expresarlo plásticamente se levantó el camisón tan alto que se veía sobre
el muslo la cicatriz de sus años de guerra-, porque se ha levantado así, y así
las faldas, te has acercado a ella y, para poder gozar con ella sin que nadie
molestase, has profanado la memoria de nuestra madre, has traicionado al amigo y
has metido en la cama a tu padre para que no se pueda mover, pero ¿puede moverse
o no?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Permanecía en pie sin apoyo alguno y lanzaba las
piernas en todas las direcciones. Sonreía con entusiasmo al comprenderlo todo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg estaba de pie en un rincón lo más lejos posible
del padre. Desde hacía un rato había decidido firmemente observarlo todo con
exactitud, para no ser indirectamente sorprendido de alguna forma por detrás o
desde arriba. Entonces se acordó de nuevo de la decisión, ya hacía rato
olvidada, y volvió a olvidarla tan deprisa como se pasa un hilo corto a través
del ojo de una aguja.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No obstante el amigo no ha sido todavía traicionado
-gritó el padre, y lo corroboraba su índice movido de acá para allá- yo era su
representante en este lugar.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg no pudo evitar gritar:</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Comediante!</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Reconoció inmediatamente el daño y, demasiado tarde,
los ojos fijos, se mordió la lengua hasta doblarse de dolor.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Sí, por supuesto que he representado una comedia!
¡Comedia! ¡Buena palabra! ¿Qué otro consuelo le quedaba al anciano padre viudo?
Dime, y durante el momento que dure la respuesta sé todavía mi hijo vivo. ¿Qué
otra salida me quedaba en mi habitación interior, perseguido por un personal
infiel, viejo hasta los huesos? Y mi hijo iba con júbilo por la vida, ultimaba
negocios que yo había preparado, se retorcía de la risa y pasaba ante su padre
con el reservado rostro de un hombre de honor. ¿Crees tú que yo no te hubiese
querido, yo, de quien saliste tú?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">"Ahora se inclinará hacia delante", pensó Georg, "¡si
se cayese y se estrellase!" Esta palabra le pasó por la cabeza como una
centella.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El padre se echó hacia delante, pero no se cayó. Puesto
que Georg no se acercaba como había esperado, se irguió de nuevo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Quédate donde estás, no te necesito! Piensas que
tienes todavía la fuerza suficiente para venir aquí, y solamente te contienes
porque así lo deseas, ¡No te equivoques! Todavía soy el más fuerte, ¡Yo solo
habría tenido quizá que retirarme, pero tu madre me ha dado su fuerza, con tu
amigo me alié maravillosamente y a tu clientela la tengo aquí en el bolsillo!</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Incluso en el camisón tiene bolsillos! -se dijo Georg,
y creyó que con esta observación podría hacerle quedar en ridículo ante todo el
mundo. Pensó en esto sólo durante un momento, porque inmediatamente volvía a
olvidarlo todo.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Cuélgate del brazo de tu novia y ven hacia mí! ¡La
barro de tu lado y no sabes cómo!</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg hacía muecas como si no pudiese creerlo. El padre
sólo asentía con la cabeza, ratificando la verdad de lo que decía y dirigiéndose
al rincón en que se encontraba Georg.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Cómo me has divertido hoy cuando has venido y me has
preguntado si debías contarle a tu amigo lo del compromiso! ¡Si lo sabe todo,
estúpido, lo sabe todo! Yo le escribía porque olvidaste quitarme las cosas para
escribir. Por eso ya no viene desde hace años, lo sabe todo cien veces mejor que
tú mismo, tus cartas las arruga con la mano izquierda sin haberlas leído,
mientras que con la derecha se pone delante mis cartas para leerlas.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">De puro entusiasmo agitaba el brazo por encima de la
cabeza.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Lo sabe todo mil veces mejor! -gritó.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Diez mil veces -dijo Georg con la intención de
burlarse de su padre, pero todavía en su boca estas palabras adquirieron un tono
profundamente serio.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Desde hace años estoy a la espera de que me vengas
con esa pregunta! ¿Crees que me preocupa alguna otra cosa? ¿Crees que leo
periódicos? ¡Mira! -Y tiró a Georg un periódico que, de alguna forma, había ido
a parar a su cama. Un periódico viejo con un nombre que a Georg le era
completamente desconocido.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Cuánto tiempo has tardado en llegar a la madurez!
Tuvo que morir tu madre, no llegó a ver el día de júbilo. El amigo perece en su
Rusia, ya hace tres años estaba amarillo de muerte, y yo, ya ves cómo me va a
mí, para eso tienes ojos.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Entonces me has espiado -gritó Georg.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El padre, en tono compasivo e incidental, dijo:</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Probablemente eso querías haberlo dicho antes, ahora
ya no viene a cuento -y en voz más alta-: Ahora ya sabes lo que había además de
ti, hasta ahora no sabías más que de ti mismo. Lo cierto es que fuiste un niño
inocente, pero aún más ciertamente fuiste un hombre diabólico. Por eso has de
saber que yo te condeno a morir ahogado.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Georg se sintió como expulsado de la habitación, el
golpe con el que el padre a su espalda había caído sobre la cama resonaba
todavía en sus oídos. En la escalera, por cuyos escalones bajaba tan de prisa
como si se tratase de una rampa inclinada, sorprendió a la criada que estaba a
punto de subir para arreglar el piso.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Jesús! -gritó, y se tapó la cara con el delantal,
pero él ya se había ido.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Salió del portal de un salto, el agua lo atraía por
encima de la calzada. Ya se asía firmemente a la baranda como un hambriento a la
comida. Saltó por encima como el excelente atleta que, para orgullo de sus
padres, había sido en sus años juveniles. Todavía seguía sujeto con las manos,
débilmente. cuando divisó entre las barras de la baranda un ómnibus que cubriría
con facilidad el ruido de su caída. Exclamó en voz baja: "Queridos padres, a
pesar de todo siempre los he querido", y se dejó caer.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">En ese momento atravesaba el puente un tráfico
verdaderamente interminable.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Franz Kafka</b> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Praga" title="Praga">Praga</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_austroh%C3%BAngaro" title="Imperio austrohúngaro">Imperio austrohúngaro</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/3_de_julio" title="3 de julio">3 de julio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1883" title="1883">1883</a> – <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Kierling" title="Kierling">Kierling</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Austria" title="Austria">Austria</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/3_de_junio" title="3 de junio">3 de junio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1924" title="1924">1924</a>). <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a> de origen <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pueblo_jud%C3%ADo" title="Pueblo judío">judío</a> nacido en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bohemia" title="Bohemia">Bohemia</a> que escribió en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_alem%C3%A1n" title="Idioma alemán">alemán</a>. Su obra está considerada una de las más influyentes de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_universal" title="Literatura universal">literatura universal</a><sup class="reference" id="cite_ref-Contijoch_5-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Contijoch-5">5</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-Bloom_6-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Bloom-6">6</a></sup>
y está llena de temas y arquetipos sobre la alienación, la brutalidad
física y psicológica, los conflictos entre padres e hijos, personajes en
aventuras terroríficas, laberintos de burocracia, y transformaciones
místicas.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Fue autor de tres novelas, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_proceso" title="El proceso">El proceso</a></i> <i>(Der Prozeß)</i>, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_castillo_%28novela%29" title="El castillo (novela)">El castillo</a></i> <i>(Das Schloß)</i> y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Am%C3%A9rica_%28novela%29" title="América (novela)">El desaparecido</a></i> <i>(Amerika</i> o <i>Der Verschollene)</i>, la novela corta <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_metamorfosis" title="La metamorfosis">La metamorfosis</a></i> <i>(Die Verwandlung)</i> y un gran número de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Relato_corto" title="Relato corto">relatos cortos</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-Losada_7-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Losada-7">7</a></sup> Además, dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos.<sup class="reference" id="cite_ref-Kafka.org_8-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Kafka.org-8">8</a></sup> Su peculiar estilo literario ha sido comúnmente asociado con la filosofía artística del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Existencialismo" title="Existencialismo">existencialismo</a> —al que influenció— y el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Expresionismo" title="Expresionismo">expresionismo</a>, y en algún nivel se lo ha comparado con el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_m%C3%A1gico" title="Realismo mágico">realismo mágico</a>.
Estudiosos de Kafka discuten sobre cómo interpretar al autor, algunos
hablan de la posible influencia de alguna ideología política
antiburocrática, de una religiosidad mística o de una reivindicación de
su minoría etnocultural, mientras otros se fijan en el contenido
psicológico de sus obras. Sus relaciones personales también tuvieron
gran impacto en su escritura, particularmente su padre (<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_al_padre" title="Carta al padre">Carta al padre</a></i>), su prometida <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Felice_Bauer&action=edit&redlink=1" title="Felice Bauer (aún no redactado)">Felice Bauer</a> (<i>Cartas a Felice</i>) y su hermana (<i>Cartas a Ottla</i>).</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Camus" title="Albert Camus">Albert Camus</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Paul_Sartre" title="Jean-Paul Sartre">Jean-Paul Sartre</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges" title="Jorge Luis Borges">Jorge Luis Borges</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rquez" title="Gabriel García Márquez">Gabriel García Márquez</a> se encuentran entre los escritores influenciados por los escritos de Kafka. El término <i>kafkiano</i>
se usa en el idioma español para describir situaciones surrealistas
como las que se encuentran en sus libros y tiene sus equivalentes en
otros idiomas. Solo unas pocas de sus obras fueron publicadas durante su
vida. La mayor parte, incluyendo trabajos incompletos, fueron
publicados por su amigo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Max_Brod" title="Max Brod">Max Brod</a>, quien ignoró los deseos del autor de que los manuscritos fueran destruidos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Franz Kafka nació en Praga<sup class="reference" id="cite_ref-9"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-9">9</a></sup> el 3 de julio de 1883 en el seno de una familia judía. Sus padres eran Hermann Kafka (1852-1931) y Julie Löwy (1856-1934).</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="thumb tright" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 189px;">
<div class="thumbcaption">
</div>
</div>
</div>
<div class="thumb tright" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 189px;">
<div class="thumbcaption">
<span style="font-size: medium;"><br /></span></div>
</div>
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su padre había nacido en <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Wossek&action=edit&redlink=1" title="Wossek (aún no redactado)">Wossek</a>, aldea de población mayoritariamente judía checo-hablante, cerca de <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=P%C3%ADsek&action=edit&redlink=1" title="Písek (aún no redactado)">Písek</a>, en la región de <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Bohemia_del_Sur&action=edit&redlink=1" title="Bohemia del Sur (aún no redactado)">Bohemia del Sur</a>.
Originario de una familia rural judía de carniceros, con frecuentes
problemas económicos, tras trabajar como representante de comercio, en
1881 se estableció por su cuenta en Praga, donde regenteó un negocio
textil en la <i>Zeltnergasse</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Celetn%C3%A1" title="Celetná">Celetná</a> ulice) 12, que contaba con 15 empleados cuando Franz nació. Utilizaba un grajo (<i>kavka</i>, en checo) como emblema comercial.<sup class="reference" id="cite_ref-Gilman_10-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Gilman-10">10</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su madre, nacida en <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Podiebrad_an_der_Elbe&action=edit&redlink=1" title="Podiebrad an der Elbe (aún no redactado)">Podiebrad an der Elbe</a>,
era de familia germano-hablante perteneciente a la burguesía
judeoalemana. Era hija de Jakob Löwy, un próspero fabricante de cerveza.
Provenía, por tanto, de una familia mucho más próspera que la de su
marido y tenía una educación más refinada.<sup class="reference" id="cite_ref-Gilman_10-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Gilman-10">10</a></sup> En su ámbito había profesores universitarios, bohemios y artistas.<sup class="reference" id="cite_ref-11"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-11">11</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El matrimonio se instaló en Praga y pasó a formar parte de la alta
sociedad. Desde el comienzo, quien marcó la pauta de la educación de
Franz fue el padre que, como resultado de su propia experiencia,
insistió en la necesidad del esfuerzo continuado para superar todas las
dificultades de la existencia, siempre desde una actitud permanente de
autoritarismo y prepotencia hacia sus hijos.<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D18_12-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D18-12">12</a></sup> La madre quedó relegada a un papel secundario en el aspecto educativo.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El pequeño recibió su nombre de pila en honor al emperador <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Jos%C3%A9_I_de_Austria" title="Francisco José I de Austria">Francisco José I</a>.
Era el mayor de seis hermanos. Dos de ellos, Georg y Heinrich,
fallecieron a los quince y seis meses de edad, respectivamente, antes de
que Franz cumpliera los siete años. Tuvo tres hermanas llamadas
Gabriele ("Elli") (1889–1941), Valerie ("Valli") (1890–1942), y Ottilie
("Ottla") (1892–1943). Tras la ocupación de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Checoslovaquia" title="Checoslovaquia">Checoslovaquia</a>, los <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nazismo" title="Nazismo">nazis</a> llevaron a las tres hermanas al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gueto_de_%C5%81%C3%B3d%C5%BA" title="Gueto de Łódź">gueto de Łódź</a>. De allí llevaron a Ottilie al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Campo_de_concentraci%C3%B3n" title="Campo de concentración">campo de concentración</a> de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Theresienstadt" title="Theresienstadt">Theresienstadt</a> y el 7 de octubre de 1943 al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Campo_de_exterminio" title="Campo de exterminio">campo de exterminio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Auschwitz" title="Auschwitz">Auschwitz</a>,
donde murió ese mismo día en las cámaras de gas, igual que otras 1318
personas que también acababan de llegar. Las otras dos hermanas también
perecieron en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Holocausto" title="Holocausto">Holocausto</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-13"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-13">13</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Las relaciones con sus hermanos constituyeron una experiencia
singular en la formación del carácter de Franz, especialmente en lo que
respecta a Georg y Heinrich, por cuya muerte se sintió culpable en
cierto sentido al vincularla con sus deseos de que desapareciesen,
motivado por sus celos.<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D21_14-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D21-14">14</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div class="thumb tright" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 222px;">
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Como muchos praguenses en aquella época, Kafka hablaba checo y
alemán, en su caso desde la primera infancia, por ser las lenguas
maternas de su padre y madre, respectivamente. Posteriormente adquirió
conocimientos de francés y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cultura_francesa" title="Cultura francesa">cultura francesa</a>. Entre sus autores favoritos estaban <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Flaubert" title="Flaubert">Flaubert</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dickens" title="Dickens">Dickens</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cervantes" title="Cervantes">Cervantes</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Goethe" title="Goethe">Goethe</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Cursó sus estudios primarios entre 1889 y 1893, en la Deutsche
Knabenschule, ubicada en Masný trh/Fleischmarkt, actualmente Masá única.
Sus padres tenían poco apego a las tradiciones judías y, aparte de la
celebración del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bar_Mitzvah" title="Bar Mitzvah">Bar Mitzvah</a>, al cumplir Franz los 13 años acudía a regañadientes apenas cuatro veces al año a la sinagoga, acompañado de su padre.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Cursó la educación secundaria, entre los diez y los dieciocho años,
en el riguroso Altstädter Deutsches Gymnasium («Instituto de Enseñanza
Media Imperial Real»), situado en el interior del <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Palacio_Kinsky&action=edit&redlink=1" title="Palacio Kinsky (aún no redactado)">Palacio Kinsky</a>, en la Staroměstské náměstí («Plaza de la Ciudad Vieja»).</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Durante los últimos años de su adolescencia se hizo miembro de la
Freie Schule («Escuela Libre»), una institución anticlerical; leía
ávidamente a <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nietzsche" title="Nietzsche">Nietzsche</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Darwin" title="Darwin">Darwin</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Haeckel" title="Haeckel">Haeckel</a>, sentía verdadero entusiasmo por el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo" title="Socialismo">socialismo</a> (especialmente en lo que se refiere al ideal de solidaridad) y el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ate%C3%ADsmo" title="Ateísmo">ateísmo</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-15"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-15">15</a></sup>
Por lo demás, sus notas sobresalían de la media de sus compañeros.
Entabló una gran amistad con un compañero de clase, Oskar Pollak, con el
que compartía el interés por las ciencias naturales y la historia del
arte.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hacia los 14 años, Kafka realizó sus primeros intentos como escritor.
Aunque destruyó los textos, llegó a percibir la diferencia entre sus
trabajos y los de sus compañeros de clase, sobre todo en el aspecto
formal.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aprobó su examen de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bachillerato" title="Bachillerato">bachillerato</a> en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1901" title="1901">1901</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Comenzó a estudiar Química en la Universidad de Praga, pero solo
aguantó dos semanas. A continuación, probó también Historia del Arte y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Filolog%C3%ADa" title="Filología">Filología</a> alemana, pero finalmente, obligado por su padre,<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D15_16-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D15-16">16</a></sup> estudió Derecho. <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Alfred_Weber&action=edit&redlink=1" title="Alfred Weber (aún no redactado)">Alfred Weber</a> (hermano de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Max_Weber" title="Max Weber">Max Weber</a>),
profesor de sociología, ejerció una enorme influencia sobre Kafka y
dirigió su tesis doctoral. A Kafka le impresionó la forma en que Weber
analizaba la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sociedad_industrial" title="Sociedad industrial">sociedad industrial</a> y sus peligros.<sup class="reference" id="cite_ref-17"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-17">17</a></sup> Obtuvo el doctorado en leyes el 18 de junio de 1906.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Mientras estudiaba, tuvo un papel activo en la organización de
actividades literarias y sociales como miembro del club Lese- und
Redehalle der Deutschen Studenten. Promocionó representaciones para el <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Teatro_judeoalem%C3%A1n&action=edit&redlink=1" title="Teatro judeoalemán (aún no redactado)">teatro judeoalemán</a>.
En sus relaciones sociales, Kafka temía ser percibido de manera
repulsiva tanto física como mentalmente. Sin embargo, impresionaba a los
demás con su aspecto infantil, pulcro y austero, su conducta tranquila y
fría y su gran inteligencia, además de su particular sentido del humor.
Desde 1905 se vio obligado a frecuentar los sanatorios como resultado
de su debilidad física.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Al terminar la carrera de Derecho en 1906, realizó un año de servicio
obligatorio (sin remuneración) en los tribunales civiles y penales, con
funciones administrativas.<sup class="reference" id="cite_ref-Contijoch_5-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-Contijoch-5">5</a></sup>
Tras ello, ingresó como pasante, también sin retribución, en una
agencia italiana de seguros de accidentes laborales (Assicurazioni
Generali). Fue entonces cuando comenzó a escribir. Tras abandonar la
compañía de seguros en 1908, consiguió un trabajo en la compañía
Arbeiter-Unfall-Versicherungs-Anstalt für Königsreich Böhmen, en la que
estuvo hasta su jubilación anticipada en 1922. Aunque el padre de Kafka
se refería a este trabajo como "Brotberuf", un empleo tan sólo para
pagar las cuentas, le permitió dedicarse a escribir gracias al horario
más restringido que tenía respecto de la ocupación anterior. Con todo,
este trabajo burocrático, en el que se desempeñó con competencia y en el
que fue ascendiendo progresivamente, fue una fuente primordial de temas
para su obra literaria.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Entre 1909 y 1912 realizó varios viajes al extranjero: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Riva" title="Riva">Riva</a> (1909), París (1910), otra vez a Italia y París (1911) y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Weimar" title="Weimar">Weimar</a> (1912).</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1912 Kafka tomó conciencia de ser escritor.<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D32_18-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D32-18">18</a></sup> Escribió en ocho horas <i>Das Urteil</i> (<i>El juicio</i>) y a finales de noviembre de 1912 terminó su obra <i>Contemplación</i> (<i>Betrachtung</i>),
una colección de 18 relatos que habían aparecido previamente dispersos
en diversos medios. La aparición de este libro le dio a conocer como
escritor ante la sociedad en general.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1913 escribió su libro inicial <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Consideraci%C3%B3n&action=edit&redlink=1" title="Consideración (aún no redactado)">Consideración</a></i> y en 1915 el famoso relato <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_metamorfosis" title="La metamorfosis">La metamorfosis</a></i>. En 1917 se le diagnosticó <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tuberculosis" title="Tuberculosis">tuberculosis</a>,
lo que le obligó a mantener frecuentes períodos de convalecencia,
durante los cuales recibió el apoyo de su familia, en especial de su
hermana Ottilie, con quien tenía mucho en común. En 1919 terminó los
catorce cuentos fantásticos (o catorce lacónicas pesadillas) que
componen <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Un_m%C3%A9dico_rural&action=edit&redlink=1" title="Un médico rural (aún no redactado)">Un médico rural</a></i>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Un tema de gran importancia en su obra es su relación con un padre
autoritario. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su
hijo y hasta el año 1922 lo tiranizó. De ese conflicto y de sus tenaces
meditaciones sobre las "misteriosas misericordias" y las ilimitadas
exigencias de la patria potestad, declaró el propio Kafka que procedía
toda su obra, incluyendo en particular su célebre <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_al_padre" title="Carta al padre">Carta al padre</a></i>, nunca publicada en vida.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Entre 1913 y 1917 mantuvo una relación difícil<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D34_19-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEAcosta1998.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D34-19">19</a></sup> con <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Felice_Bauer&action=edit&redlink=1" title="Felice Bauer (aún no redactado)">Felice Bauer</a>, que dio origen a una correspondencia de más de 500 cartas y tarjetas postales. Su falta de reacción ante el manuscrito de <i>La metamorfosis</i>
llevó a Kafka a un profundo abatimiento. Aunque llegó a presentar una
solicitud de matrimonio en junio de 1913 para casarse con ella, al final
no lo hicieron. Ya en el otoño de ese mismo año, se produjo una primera
ruptura, ocasionada al conocer a G.W, la mujer identificada como «la
suiza» en sus diarios, durante su estancia en el sanatorio de Riva.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Después de esto, Kafka intentó trasladarse a Berlín, pero el
estallido de la Primera Guerra Mundial se lo impidió. No fue movilizado
por sus problemas de salud. Durante la segunda mitad de 1914, escribió
un antecedente de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_proceso" title="El proceso">El proceso</a></i> (<i>Fragmento de Josef K.</i>) y la narración <i>En la colonia penitenciaria</i>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Como consecuencia de la guerra, el marido de su hermana Elli tuvo que
incorporarse al ejército, por lo que Kafka tuvo que hacerse con la
dirección de la fábrica de la familia y su hermana trasladarse a vivir a
la casa familiar. Esto obligó a Kafka a tener que alquilar una
habitación. Como consecuencia de todo ello no escribió nada durante casi
año y medio, desde octubre de 1914.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Deprimido por estos acontecimientos, intentó reconciliarse con Felice
ayudado por Grete Bloch, con quien mantenía una relación que daría
lugar a un hijo. En julio de 1917 se comprometieron nuevamente en
matrimonio, pero otra vez la boda no llegó a consumarse. En diciembre se
separaron definitivamente.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La noche del 12 al 13 de agosto se le manifestó una <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Hemoptisis" title="Hemoptisis">hemoptisis</a>
que confirmó una tuberculosis pulmonar. Durante su estancia en Schlesen
para asistir a un sanatorio conoció a la joven Julie Wohryzek, con la
que se prometió en matrimonio. La extracción social no burguesa de la
chica puso en contra de la relación al padre de Kafka, quien en su texto
<i>Carta al padre</i> (<i>Brief an den Vater</i>) lanza una fuerte
diatriba contra su progenitor haciendo referencia a la historia de su
niñez y adolescencia y al cúmulo de carencias vividas por su culpa. La
relación con Julie se rompió en noviembre de 1919.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En otoño de 1920 escribió numerosas piezas narrativas del género de
las parábolas aforísticas. Como consecuencia del empeoramiento de su
estado general de salud, pasó gran parte de 1921 y 1922 en distintos
sanatorios. Durante los tres meses que pasó en Meran en la primavera de
1922 consolidó por vía epistolar su relación con la escritora,
traductora y periodista checa <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Milena_Jesensk%C3%A0" title="Milena Jesenskà">Milena Jesenskà</a>, casada, a quien había conocido a principios de 1920.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Entre diciembre de 1920 y septiembre de 1921 estuvo en el sanatorio
de Matliary, etapa en la que conoció a un amigo que lo sería por el
resto de su vida, Robert Klopstock. Hasta 1923 escribió, entre Praga y
Berlín, una docena de relatos.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En julio de 1923 estuvo en una colonia judía de vacaciones en Müritz, a orillas del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mar_B%C3%A1ltico" title="Mar Báltico">Báltico</a>, donde conoció a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dora_Diamant" title="Dora Diamant">Dora Diamant</a>, una joven periodista de 25 años descendiente de una familia <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juda%C3%ADsmo_ortodoxo" title="Judaísmo ortodoxo">judía ortodoxa</a>
que había huido de su pueblo natal. Fue ella quien le convenció de
renunciar a un viaje programado a Palestina para octubre. Más tarde se
trasladó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Berl%C3%ADn" title="Berlín">Berlín</a>,
con la esperanza de distanciarse de la influencia de su familia y
concentrarse en su obra. Allí vivió con Dora, quien se convirtió en su
compañera y tuvo mucho que ver en el interés de Kafka por el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juda%C3%ADsmo" title="Judaísmo">judaísmo</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En la Navidad de 1923, Kafka contrajo una pulmonía que le obligó a regresar al hogar paterno en Praga en marzo de 1924.<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEStach2005.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D1_20-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEStach2005.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D1-20">20</a></sup> Al agravarse la enfermedad ingresó en el sanatorio de Wiener Wald, cerca de Viena,<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEBrod1966.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D389_21-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEBrod1966.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D389-21">21</a></sup> donde sufrió un ataque de tuberculosis de laringe, lo que hacía que tragar los alimentos le resultara muy doloroso,<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEBeliever2006.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D_22-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEBeliever2006.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D-22">22</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEBrod1960.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D209.E2.80.93211_23-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEBrod1960.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D209.E2.80.93211-23">23</a></sup>
de manera que en sus últimas semanas se alimentó principalmente de
líquidos. Se le trasladó a la clínica universitaria de la capital y a
finales de abril al sanatorio Dr. Hoffmann de Kierling, donde falleció
el 3 de junio. Le enterraron el 11 de junio en la parte judía del Nuevo
Cementerio de <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Praga-%C5%BDi%C5%BEkov&action=edit&redlink=1" title="Praga-Žižkov (aún no redactado)">Praga-Žižkov</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-FOOTNOTEEuropean_Graduate_School2012.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D_24-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-FOOTNOTEEuropean_Graduate_School2012.7B.7B.7Bc.7D.7D.7D-24">24</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En sus diarios y cartas se quejaba frecuentemente de insomnio y dolores de cabeza. Fue un partidario de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vegetarianismo" title="Vegetarianismo">dieta vegetariana</a> y del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Naturismo" title="Naturismo">naturismo</a>. Se dice que consumía grandes cantidades de leche sin pasteurizar, lo que pudo ser el factor desencadenante de su <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tuberculosis" title="Tuberculosis">tuberculosis</a>
en 1917. No hay coincidencia de pareceres sobre los más que probables
trastornos psicológicos de Kafka. En sus cuadernos íntimos él habla de
"demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución",
"soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante
observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un
mundo oscuro, desconcertante y desconocido. Kafka fue un ser
atormentado y complejo, pero también a su manera gozó de la vida con una
intensidad fuera de lo común.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una
pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente
inadvertida hasta después de su muerte. Poco antes de su muerte, le dijo
a su amigo y albacea <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Max_Brod" title="Max Brod">Max Brod</a>
que destruyera todos sus manuscritos. Brod no le hizo caso y supervisó
la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su
poder. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos
pero solo en parte: guardó en secreto la mayoría de sus últimos
escritos, entre ellos 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gestapo" title="Gestapo">Gestapo</a> los confiscó en 1933. La búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka aún continúa a escala internacional.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Los escritos de Kafka pronto comenzaron a despertar el interés del
público y a recibir elogios por parte de la crítica, lo que posibilitó
su pronta divulgación. Su obra marcó la literatura de la segunda mitad
del siglo XX. Todas sus páginas publicadas, excepto varias cartas en
checo dirigidas a Milena, se encuentran escritas en alemán.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En efecto, su fama creció sin cesar ya en la década de los años 1920,
en Austria y en Alemania; ese eco traspasó pronto las fronteras, y
durante los años 1930 fue admirado en Inglaterra y Estados Unidos, lo
mismo que en Francia durante los años treinta, aunque con
interpretaciones muy dispares.<sup class="reference" id="cite_ref-25"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-25">25</a></sup> Un documento excepcional sobre el día a día de Kafka lo proporcionó G. Janouch, en un libro de <i>Conversaciones</i>, publicado mucho después de la muerte del escritor.<sup class="reference" id="cite_ref-26"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-26">26</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Tras la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_guerra_mundial" title="Segunda guerra mundial">Segunda guerra mundial</a>, hubo una apreciación más amplia de su obra. Poco a poco, en Francia, se logró –gracias a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marthe_Robert" title="Marthe Robert">Marthe Robert</a>– tener ediciones fiables, en un proceso que duró lustros.<sup class="reference" id="cite_ref-27"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-27">27</a></sup> En Buenos Aires fue traducido y difundido en lengua española, y hubo que esperar hasta los estertores del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franquismo" title="Franquismo">franquismo</a>
para que se editase en España. La edición completa en castellano de su
obra se ha llevado a cabo por Galaxia Gutenberg a finales del siglo XX.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo,
que se basa en reglas desconocidas, paradójicas o inescrutables. La
importancia de su mirada ha sido tal que en varias lenguas se ha acuñado
el adjetivo «kafkiano» para describir situaciones que recuerdan a las
reflejadas por él (en ocasiones usaba el pseudónimo de "Yerba amarga",
supuestamente los días de mayor hastío o desazón).</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harold_Bloom" title="Harold Bloom">Harold Bloom</a> escribió en 1995: «Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Freud" title="Freud">Freud</a>. Freud, siguiendo furtivamente a <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare" title="Shakespeare">Shakespeare</a>,
nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no
esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos».</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho
referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han
intentado (e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka,
interpretándola en función de distintas escuelas de crítica literaria,
como por ejemplo la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Modernismo_%28arte%29" title="Modernismo (arte)">modernista</a> o la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_m%C3%A1gico" title="Realismo mágico">realista mágica</a>.
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">De todos modos, la desesperación y el absurdo de los que su obra
parece estar impregnada se consideran (o se consideraron) emblemáticos
del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Existencialismo" title="Existencialismo">existencialismo</a>, según la lectura de Albert Camus y en cierta medida de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Paul_Sartre" title="Jean-Paul Sartre">Jean-Paul Sartre</a>,
dominantes tras la Segunda Guerra; y es que a partir de los franceses
se divulgó fuertemente la obra literaria (pero la obra global de Kafka
no estaba aún explorada ni vertida al francés).<sup class="reference" id="cite_ref-28"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-28">28</a></sup> En ese sentido, hablaban de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Kierkegaard" title="Kierkegaard">Kierkegaard</a>
como antecesor de su punto de vista más íntimo (dejando de lado los
aspectos religiosos), si bien debe considerarse al tiempo que Kafka fue
un lector devoto de Flaubert, un admirador de Dickens (presencia
perceptible en su <i>América</i>). Pero distintas fueron por ejemplo las
percepciones de Georges Bataille, quien introdujo la mirada de Kafka
dentro de la tradición romántica del mal.<sup class="reference" id="cite_ref-29"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-29">29</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aparte, algunos han intentado hallar la influencia <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marxista" title="Marxista">marxista</a> en la satirización de la burocracia, en obras tales como <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/En_la_colonia_penitenciaria" title="En la colonia penitenciaria">En la colonia penitenciaria</a></i>, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_proceso" title="El proceso">El proceso</a></i> y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_castillo_%28novela%29" title="El castillo (novela)">El castillo</a></i>, mientras que otros apuntan al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Anarquismo" title="Anarquismo">anarquismo</a>
como el fundamento de inspiración para el individualismo
antiburocrático de Kafka (tomando en cuenta también su breve militancia
en una organización de este tipo y su apoyo a algunas campañas
promovidas por los anarquistas checos). Sin embargo, una parte
importante de la crítica ha interpretado su obra bajo el prisma del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juda%C3%ADsmo" title="Judaísmo">Judaísmo</a>; también se ha intentado darle lo demás.<sup class="reference" id="cite_ref-30"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-30">30</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Más modernamente, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Walter_Benjamin" title="Walter Benjamin">Walter Benjamin</a>,
que rechazaba la idea de Brod, según la cual Kafka se hallaría en el
camino a la santidad, indicó que habló de su tensión entre la tradición
mística (que en su caso era la experiencia de la tradición) y la
experiencia del hombre en la gran ciudad, esto es, la modernidad
metropolitana.<sup class="reference" id="cite_ref-31"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-31">31</a></sup>
Según añade el ensayista alemán, Kafka "vive en un mundo
complementario", como Klee, cuya pintura estaba esencialmente aislada en
su esfera propia.<sup class="reference" id="cite_ref-32"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-32">32</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Muchos críticos consideran que bajo los renglones de Kafka no se
encuentra ningún sentido recóndito, que sus textos sólo son historias y
cuentos. Autores como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vladimir_Nabokov" title="Vladimir Nabokov">Vladimir Nabokov</a> o <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Edmund_Wilson" title="Edmund Wilson">Edmund Wilson</a>, el segundo de un modo algo despectivo, han rechazado las lecturas esotéricas.<sup class="reference" id="cite_ref-33"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-33">33</a></sup>
Se sostiene más, avanzado el siglo XX, que el mundo ideado por Kafka no
es nada oculto, que es un mundo de los hombres, construido por ellos
mismos, y como señala <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Arendt" title="Arendt">Arendt</a>, que está expresado gracias a la "simplicidad y fácil naturalidad de su lenguaje".<sup class="reference" id="cite_ref-34"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-34">34</a></sup>
En definitiva, nunca se enciende en Kafka el aura de lo infinito: cada
frase pues vale literalmente lo que se dice en ella, según señalaba el
pensador alemán <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Theodor_Adorno" title="Theodor Adorno">Adorno</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-35"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-35">35</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La traductora kafkiana <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marthe_Robert" title="Marthe Robert">Marthe Robert</a>, entre 1963 y 1979, renovó los estudios sobre el checo.<sup class="reference" id="cite_ref-36"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-36">36</a></sup> Más aún, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roland_Barthes" title="Roland Barthes">Barthes</a>,
de acuerdo con esta crítica francesa, defendió fijarse ante todo en su
técnica "alusiva", técnica que apela a algo que es defectivo por fuerza,
puesto que el sentido del mundo no es enunciable en realidad.<sup class="reference" id="cite_ref-37"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-37">37</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Se subraya repetidamente el motivo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alienaci%C3%B3n" title="Alienación">alienación</a> y de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_delirante" title="Trastorno delirante">manía persecutoria</a> en Kafka; dicho énfasis se halla inspirado, en parte, en la contra-crítica de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gilles_Deleuze" title="Gilles Deleuze">Gilles Deleuze</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%A9lix_Guattari" title="Félix Guattari">Félix Guattari</a>,
quienes mantenían que Kafka representa mucho más que el estereotipo de
figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo
era mucho más deliberado, subversivo y, aún así, "alegre" de lo que
parecía ser.<sup class="reference" id="cite_ref-38"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-38">38</a></sup>
Los biógrafos han comentado —en este sentido— que Kafka, como otros
grandes escritores, tenía costumbre de leer capítulos del libro en el
que estaba trabajando a sus amigos más íntimos, y que la situación
llegaba a ser cómica y concluía en risas de todos.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su obra es expresiva, como ninguna otra, de las <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ansiedad" title="Ansiedad">ansiedades</a> y la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alienaci%C3%B3n" title="Alienación">alienación</a> del hombre del siglo XX. También viene a expresar las relaciones entre literatura y amenaza, como señalaba <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Blanchot" title="Blanchot">Blanchot</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-39"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-39">39</a></sup> Sucede, según señaló <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/W._H._Auden" title="W. H. Auden">Auden</a>,
que Kafka "es tal vez el más grande, el maestro de la parábola pura, un
género literario sobre el cual el crítico puede decir muy poco que
valga la pena", pues sucede que el "significado de una parábola, en
realidad, es diferente para cada lector".<sup class="reference" id="cite_ref-40"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-40">40</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">O bien, como señaló <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Coetzee" title="Coetzee">Coetzee</a>, que siendo el menos psicológico de los escritores, Kafka tuvo un sentido penetrante de las obscenas interioridades del poder.<sup class="reference" id="cite_ref-41"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-41">41</a></sup> Pero es cierto que puede entenderse paralelamente por vías muy distintas: por ejemplo el escritor y gran crítico <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Sebald&action=edit&redlink=1" title="Sebald (aún no redactado)">Sebald</a> describe la llegada de K. al Castillo como la elección del país de la muerte.<sup class="reference" id="cite_ref-42"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#cite_note-42">42</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Ha sido constante también la elucidación de su obra a la luz de la
biografía del propio Kafka, en el sentido de que en su vida se
produjeron acontecimientos y circunstancias que pueden permitir
proporcionar algunas orientaciones para entender de una manera adecuada
su producción. En su caso,</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">parece como si se tratase de la presentación de acontecimientos o
situaciones de los que es protagonista el hombre Kafka y a los que el
escritor Kafka ha proporcionado al mismo tiempo el carácter de la
realidad literaria. Las relaciones del hombre Kafka con sus padres, sus
hermanos, la actitud personal frente a la propia profesión (...), la
insatisfacción que le invade, la realidad de la institución familiar, la
incapacidad y al mismo tiempo necesidad de una vida matrimonial, el
desgarramiento profundo de una existencia sin satisfacciones, los miedos
y temores ante la propia vida y todos sus componentes, el miedo a la
soledad pero al mismo tiempo la necesidad de la misma, la inseguridad
vital, el miedo al contacto sexual, el miedo al poder proceda de donde
proceda, etc., son todos ellos componentes de la obra de Kafka que
encuentran un cierto paralelismo en su vida.</span><br />
<div>
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka#CITAREFAcosta1998">Acosta (1998</a>, pp. 15-16)</span></div>
</blockquote>
</div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<h4 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Descripci.C3.B3n_de_una_lucha"><i>Descripción de una lucha</i></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La novela corta <i>Descripción de una lucha</i> (<i>Beschreibung eines Kampfes</i>,
1904/1905) fue la primera obra que publicó Kafka. De acuerdo con su
título, la narración describe una lucha personal, esto es, la reflexión
sobre unos conflictos internos que el narrador en primera persona expone
a lo largo de su conversación con otro personaje. El tema es la
inseguridad vital permanente como fruto de la intromisión de lo
improbable en lo probable, de lo fantástico o imaginado en lo real.
Formalmente, la novela presenta una característica falta de lógica
narrativa en medio de un mundo de irrealidad.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<h4 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Preparativos_de_boda_en_el_campo"><i>Preparativos de boda en el campo</i></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La indecisión entre la realidad y lo improbable, se decanta en favor
de la primera en esta segunda novela corta. Con un cierto alejamiento de
las abstracciones, el relato presenta a un individuo que, ante su
inminente boda, que siente como una obligación, expresa sus malas
sensaciones acerca de una vida social a la que no va a ser capaz de
adaptarse y que terminará por ser una carga para él. La perspectiva
narrativa es la de un narrador objetivo, cinematográfico.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<h4 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Contemplaci.C3.B3n"><i>Contemplación</i></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Se trata de un libro compuesto por 18 relatos en los que se continúa
con el tema de los conflictos del individuo en el interior de su medio
social y se mantiene el interés por el difícil equilibrio entre lo
seguro y lo inseguro que es inherente a la realidad; una realidad vista
como circular e imprecisa, donde la verdad se sustenta en una lógica que
solo es aparente. Técnicamente, es significativo el uso de la parábola,
a la que Kafka despoja de su componente didáctico.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<h4 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="El_juicio"><i>El juicio</i></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El motivo argumental de esta narración es una disputa familiar entre
un hijo y un padre que al final se resuelve según la voluntad de este.
La consecuencia psicológica es un rechazo del hijo hacia su padre que le
lleva incluso a desear asesinarlo. La fluctuación que hay en el texto
entre la psicología de los personajes y los hechos externos envuelven al
relato en una atmósfera próxima a la de un sueño.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="La_metamorfosis"><i>La metamorfosis</i></span></span></h3>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<h4 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Argumento">Argumento</span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_metamorfosis" title="La metamorfosis">La metamorfosis</a></i>, relato que por su extensión entra en la categoría de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Novela_corta" title="Novela corta">novela corta</a>,
se gestó a finales de 1912. Muestra cómo cambia la vida del joven
Gregorio Samsa, un sencillo viajante de comercio, cuando al despertar
una mañana tras un sueño intranquilo se encontró en su cama convertido
en un monstruoso insecto. A partir de ahí, la novela cuenta el camino
que sigue el protagonista desde que toma conciencia de su nueva
situación, y cómo la asume también su propia familia, hasta su muerte y
liberación que ésta supone para los que le rodean.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<h4 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Interpretaci.C3.B3n_de_la_novela">Interpretación de la novela</span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A lo largo de esta obra, Kafka muestra no sólo los pensamientos y el
afán de supervivencia del hombre insecto una vez que asume su nueva
realidad, sino principalmente las reacciones de los que tiene su
alrededor: su jefe, la sirvienta, los huéspedes que irán a vivir a su
casa y, sobre todo, su padre, su madre y su hermana Greta, de 17 años.
Los sentimientos evolucionan desde la pena o el rechazo inicial, al odio
y el alivio tras la muerte. Pese a las pocas alusiones temporales, el
relato empieza, más o menos, en Navidad y termina a finales de marzo.
Hay alguna que otra <i>analepsis</i> que muestra algunos hechos del pasado.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La novela presenta la historia a través de un narrador externo y
objetivo con tal frialdad y cercanía, que el lector se ve implicado en
esa realidad monstruosa. Esta novela reúne lo más significativo del
estilo de Kafka, por cuanto reproduce sus principales características:
un protagonista que se siente perdido ante circunstancias que no
controla; el simbolismo y el valor metafórico que puede darse su
contenido; la escasez de la acción, que gira casi exclusivamente en
torno a un personaje indefenso ante una realidad hostil. Todo ello
narrado de manera objetiva y ajena a todo artificio retórico.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: ciudadseva.com. Foto: Internet. </span></div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-15264905196975112015-03-22T05:20:00.000-07:002015-03-22T05:20:02.290-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-1303268426591277603" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiasL9zaA7Myk01vivyERVdm8GRpa13GTQs1CJ16zqjMtUw-GJUEYaAnQhFZoKPu8f2g7kuroBIItW1AQdkqs_iCc5uPAEsVSrLp52oJEGPiibUvcE0Ne1DGQH8J_n2M9O1sk8VoaLw5PIc/s1600/Yukio+Mishima..jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="448" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiasL9zaA7Myk01vivyERVdm8GRpa13GTQs1CJ16zqjMtUw-GJUEYaAnQhFZoKPu8f2g7kuroBIItW1AQdkqs_iCc5uPAEsVSrLp52oJEGPiibUvcE0Ne1DGQH8J_n2M9O1sk8VoaLw5PIc/s1600/Yukio+Mishima..jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Yukio Mishima</span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El sacerdote y su amor </span></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">De acuerdo con <i>La esencia de la
Salvación, </i>de Eshin, los Diez Placeres no son nada más que una gota de agua
en el océano comparados con los goces de la Tierra Pura. El suelo es, allí, de
esmeralda y los caminos que la cruzan, de cordones de oro. No hay fronteras y su
superficie es plana. Cincuenta mil millones de salones y torres trabajadas en
oro, plata, cristal y coral se levantan en cada uno de los Precintos sagrados.
Hay maravillosos ropajes diseminados sobre enjoyadas margaritas. Dentro de los
salones y sobre las torres una multitud de ángeles tocan eternamente música
sagrada y entonan himnos de alabanza al Tathagata Buda. Existen grandes
estanques de oro y esmeralda en los jardines para que los fieles realicen sus
abluciones. Los estanques de oro están rodeados de arena de plata y los de
esmeralda, de arena de cristal. Hay plantas de loto en las fuentes que brillan
con mil fuegos cuando el viento acaricia la superficie del agua. Día y noche el
aire se colma con el canto de las grullas, gansos, pavos reales, papagayos y
Kalavinkas de dulce acento que tienen rostros de mujeres hermosas. Estos y otras
miríadas de pájaros cien veces alhajados elevan sus melodiosos cantos en
alabanza a Buda. (Aun cuando sus voces resuenen dulcemente, esta inmensa
colección de aves debe resultar extremadamente ruidosa).</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Las orillas de estanques y ríos están cubiertas de
bosquecillos con preciosos árboles sagrados que poseen troncos de oro, ramas de
plata y flores de coral. Su belleza se refleja en las aguas. El aire está
colmado de cuerdas enjoyadas de las que cuelgan legiones de campanas preciosas
que tañen por siempre la Ley Suprema de Buda, y extraños instrumentos musicales,
que resuenan sin ser pulsados, se extienden en lontananza por el diáfano cielo.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Una mesa con siete joyas, sobre cuya
resplandeciente superficie se encuentran siete recipientes colmados por los más
exquisitos manjares, aparece frente a aquellos que sienten algún tipo de
apetito. No es necesario llevarse a la boca estas viandas. Basta deleitarse con
su aroma y colores. En tal forma, el estómago se satisface y el cuerpo se nutre
mientras que el sujeto se mantiene espiritual y físicamente puro. Una vez
terminada la merienda, los recipientes y la mesa desaparecen.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">De la misma manera, el cuerpo se viste
automáticamente sin necesidad de coser, lavar, teñir o zurcir.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Las lámparas tampoco son necesarias, pues el cielo
está iluminado por una luz omnipresente. Además, la Tierra Pura goza de una
temperatura moderada durante todo el año, haciendo innecesario refrescarse o
abrigarse. Cien mil esencias tenues perfuman el aire y pétalos de loto caen en
constante lluvia.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">En el capítulo de "El Portal de Inspección" se nos
enseña que, visto y considerando que los no iniciados no pueden adentrarse
profundamente en la Tierra Pura, deben ocuparse en despertar sus poderes de
"imaginación exterior" y, luego, en engrandecerlos continuamente. El poder de la
imaginación permite escapar a las trabas de nuestra vida mundana y contemplar a
Buda. Si estamos dotados de una rica y turbulenta fantasía, podremos concentrar
nuestra atención en una sola flor de loto y, desde allí, expandirnos hacia
infinitos horizontes.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">A través de una observación microscópica y de
cierta proyección astronómica, la flor de loto puede convertirse en los
cimientos de una teoría del universo y en el agente por medio del cual nos será
posible percibir la Verdad. En primer lugar, debemos saber que cada pétalo tiene
ochenta y cuatro mil nervaduras, y que cada nervadura posee ochenta y cuatro mil
luces. Más aún, la más pequeña de estas flores tiene un diámetro de doscientos
cincuenta yojana. Presumiendo que el <i>yoyana </i>del cual hablan las Sagradas
Escrituras corresponde a setenta y cinco millas cada uno, podemos llegar a la
conclusión de que una flor de loto de un diámetro de diecinueve mil millas no es
de las más grandes.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Pues bien, esa flor tiene ochenta y cuatro mil
pétalos y dentro de cada uno hay un millón de joyas resplandecientes con mil
luces diferentes. Sobre el cáliz bellamente adornado de la flor se levantan
cuatro alhajados pilares, cada uno de los cuales es cien billones de veces más
grande que el Monte Sumeru, que sobresale en el centro del universo budista.
Grandes tapices cuelgan de sus pilares. Cada uno de ellos está adornado con
cincuenta mil millones de joyas que emiten ochenta y cuatro mil luces por
unidad. Cada luz está compuesta de ochenta y cuatro mil tonos diferentes de oro.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La concentración en tales imágenes es conocida como
"Pensamiento del asiento de Loto en el que se sienta Buda", y el mundo que se
vislumbra como fondo de nuestra historia es un mundo imaginado en esa escala.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El sacerdote del Templo de Shiga era un hombre de
gran virtud. Sus cejas eran muy blancas y apenas podía con sus huesos. Recorría
el templo de un lado a otro, apoyado en un bastón.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">A los ojos de este sabio asceta el mundo sólo era
un montón de basura. Había vivido retirado durante muchos años y el pequeño
retoño de pino que había plantado con sus propias manos, al mudarse a su celda
actual era ya un gran árbol cuyas ramas se agitaban al viento. Un monje que
había logrado abandonar el Mundo Fluctuante desde tanto tiempo atrás, debía
nutrir gran seguridad respecto a su futuro.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Sonreía, compasivo, frente a nobles poderosos, y
reflexionaba acerca de la imposibilidad que demostraba aquella gente en advertir
que los placeres no eran sino sueños vacíos. Cuando contemplaba a alguna mujer
hermosa, su única reacción era experimentar piedad por los hombres que aún
habitan el mundo de las desilusiones y se sacuden en las olas del deseo carnal.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Cuando un hombre no responde a las motivaciones que
regulan el mundo material, ese mundo parece sumergirse en un completo reposo.
Para los ojos del Gran Sacerdote, el mundo sólo ofrecía reposo, estaba reducido
a un dibujo, al mapa de cierta tierra extranjera. Cuando se ha alcanzado el
estado de ánimo en el cual las pasiones indignas del mundo han desaparecido,
también se olvida el temor. Es por esta razón que el Sacerdote no podía
explicarse la existencia del Infierno. Sabía, más allá de toda duda, que el
mundo no ejercía ya ningún poder sobre él, pero como carecía por completo de
soberbia no se detenía a pensar que ello se debía a su enorme virtud.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">En cuanto a su cuerpo, podía decirse que ya no
tenía casi carne. Al bañarse se regocijaba viendo cómo sus huesos salientes
estaban precariamente cubiertos por carne marchita. Habiendo su cuerpo alcanzado
ese estado, podía avenirse a él como si perteneciera a otra persona. Un cuerpo
en tales condiciones parecía estar más calificado para ser nutrido por la Tierra
Pura que por alimentos y bebidas terrestres.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Soñaba noche a noche con la Tierra Pura y, al
despertar, sólo sabía que subsistir en este mundo significaba estar atado a una
triste ensoñación evanescente.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Cuando llegaba la época de admirar las flores, gran
cantidad de gente venía de la capital con el objeto de visitar la villa de
Shiga. Esto no molestaba al sacerdote, ya que hacía tiempo que había superado el
estado en el que los ruidos del mundo pueden irritar la mente.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Abandonó su celda, en un atardecer de primavera, y
caminó hacia el lago. Era la hora en que las sombras del crepúsculo avanzan
lentamente sobre la brillante luz de la tarde. Ni el más leve movimiento agitaba
la superficie del agua. El sacerdote se detuvo en la orilla y comenzó a
practicar el sagrado rito de la Contemplación del Agua.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">En aquel momento, un carruaje tirado por bueyes,
perteneciente a todas luces a una persona de alto rango, rodeó el lago y se
detuvo cerca del sacerdote. Su dueña, una dama de la Corte del distrito Kyogoku
de la Capital, poseía el alto título de Gran Concubina Imperial. Esta dama
deseaba contemplar el paisaje de Shiga en la recién llegada primavera y, al
regresar, había hecho detener el carruaje. Alzó la cortina para echar una última
mirada al lago.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Gran Sacerdote miró, casualmente, en esa
dirección y, de inmediato se sintió abrumado por tanta belleza. Sus ojos se
encontraron con los de la mujer y, como no hiciera nada por apartarlos, ella no
trató de ocultarse.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Su liberalidad no era tanta como para permitir que
los hombres la miraran con apasionamiento; pero reflexionó que los motivos de
aquel austero y viejo asceta no podían ser los mismos que los de los hombres
comunes.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La dama bajó la cortina tras algunos minutos. El
carruaje echó a andar y, después de cruzar el Paso de Shiga, se encaminó
lentamente por la ruta que conducía a la Capital. Cayó la noche. Hasta que el
carruaje no fue más que un punto entre los árboles lejanos, el Gran Sacerdote
permaneció como petrificado en el mismo lugar.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">En un abrir y cerrar de ojos el mundo se había
vengado del sacerdote con terrible saña. Todo cuanto había creído tan
inexpugnable, caía en ruinas.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Volvió al templo, contempló la imagen de Buda e
invocó su Sagrado Nombre. Pero las sombras opacas de los pensamientos impuros se
cernían sobre él. Se dijo que la belleza de una mujer no era más que una
aparición fugaz, un fenómeno temporario compuesto de carne perecedera. Sin
embargo, aunque intentaba borrarla, la inefable belleza que había contemplado
junto al lago, pesaba ahora sobre su corazón con la fuerza de algo llegado desde
una infinita distancia. El Gran Sacerdote no era lo suficientemente joven, ni
física ni espiritualmente, como para creer que ese nuevo sentimiento era sólo
una trampa que su carne le jugaba. La carne de un hombre, y lo sabía bien, no se
agita tan rápidamente. Antes bien, tenía la sensación de haber sido sumergido en
algún veneno sutil y poderoso que había alterado su espíritu.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Gran Sacerdote no había quebrantado nunca su
voto de castidad. La lucha interior librada en su juventud contra el deseo lo
había llevado a considerar a las mujeres sólo como meros seres materiales. La
única carne era la que existía realmente en su imaginación. Considerándola más
como una abstracción ideal que como un hecho físico, confiaba en su fortaleza
espiritual para subyugarla. En ese sentido, el sacerdote había triunfado. Nadie
que lo conociera podría ponerlo en duda.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Pero el rostro de mujer que había levantado la
cortina del carruaje era demasiado armonioso y refulgente como para ser
designado como un mero objeto de la carne. El sacerdote no supo qué nombre
darle. Sólo pudo reflexionar en que, para que tan portentoso hecho se produjera,
algo hasta aquel momento oculto y al acecho en su interior, se había revelado
finalmente. Ese algo no era sino este mundo, que hasta entonces había
permanecido en reposo, y que, súbitamente, emergía de la oscuridad y comenzaba a
agitarse.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Era como si hubiera permanecido, de pie, junto al
camino que lleva a la capital, con las manos firmemente apretadas sobre los
oídos, y hubiera visto cruzar con gran estrépito dos grandes carros tirados por
bueyes. Al destaparse los oídos, bruscamente, el estruendo lo envolvía.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Percibir el flujo y reflujo de fenómenos
transitorios, sentir su fragor rugiente en los oídos, era entrar dentro del
círculo de este mundo. Para un hombre como el Gran Sacerdote, que no había
admitido concesiones en su contacto con el mundo exterior, significaba someterse
nuevamente a un estado de dependencia.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Aun leyendo a los Sutras exhalaba grandes suspiros
de angustia. Pensó, entonces, que la naturaleza servía para distraer su espíritu
e intentó concentrarse en las montañas que, a través de la ventana de su celda,
se destacaban en la distancia contra el cielo nocturno. Pero sus pensamientos,
en vez de concentrarse en la belleza, se desvanecían como nubes y desaparecían.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Fijaba su mirada en la luna, pero sus pensamientos
fluctuaban como antes, y cuando fue a inclinarse, nuevamente, frente a la
Suprema Imagen, en un desesperado esfuerzo por recobrar la pureza de su mente,
el rostro de Buda se transformó y se convirtió en las facciones de la dama del
carruaje. Su universo había quedado aprisionado dentro de los límites de un
estrecho círculo donde se enfrentaban el Gran Sacerdote y la Gran Concubina
Imperial.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial de Kyogoku olvidó
rápidamente al viejo sacerdote que la observara con tanta atención en el lago de
Shiga. Sin embargo, poco tiempo después llegó a sus oídos un rumor que le
recordó el incidente. Uno de los habitantes del villorrio había sorprendido al
Gran Sacerdote mirando cómo se perdía en la distancia el carruaje de la dama. Se
lo había comentado a un caballero de la Corte que admiraba las flores de Shiga,
agregando que, desde aquel día, el Sacerdote se comportaba como quien ha perdido
la razón.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Concubina Imperial fingió no creer en tales
habladurías, pero la virtud del sacerdote era conocida en toda la capital y el
suceso sirvió para alimentar la vanidad de la dama.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Estaba verdaderamente cansada del amor que recibía
de los hombres de este mundo. La Concubina Imperial tenía clara conciencia de lo
hermosa que era y se inclinaba hacia otras disciplinas, como la religión, que
trataran a su belleza y a su alto rango como cosas desprovistas de valor. El
mundo la aburría soberanamente y, por ende, creía también en la Tierra Pura. Era
inevitable que el Budismo Jodo, que rechazaba toda la belleza y el brillo del
mundo visible como si fuera corrupción y contaminación, tuviera un atractivo
especial para quien, como la Concubina Imperial, estaba tan desilusionada de la
elegante superficialidad de la vida cortesana. Elegancia que, por otra parte,
parecía anunciar inequívocamente los Últimos Días de la Ley y su degeneración.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Entre aquellos que consideraban al amor como su
principal preocupación, la Concubina Imperial ocupaba un alto puesto como la
personificación misma del refinamiento. El hecho de que jamás hubiera brindado
su amor a hombre alguno no hacía sino acrecentar su fama. Aun cuando cumplía sus
deberes para con el Emperador con el más absoluto decoro, nadie creía, ni por un
momento, que estuviera enamorada de él. La Gran Concubina Imperial soñaba con
una pasión al borde de lo imposible.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Gran Sacerdote del Templo de Shiga era famoso
por su virtud y todos en la Capital sabían hasta qué punto este anciano prelado
había hecho abandono del mundo. Tanto más sorprendente era, entonces, el rumor
de que había sido prendado por los encantos de la Concubina Imperial, y que, por
ella, había sacrificado la vida eterna. Rehusar los goces de la Tierra Pura que
estaban casi al alcance de su mano, equivalía al mayor sacrificio y a la más
importante ofrenda.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial se mostraba totalmente
indiferente a los encantos de los nobles y jóvenes libertinos que abundaban en
la Corte. Los atributos físicos de los hombres ya no representaban nada para
ella. Su única ambición era encontrar a alguien que pudiera ofrecerle un amor
fuerte y profundo.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Una mujer con tales aspiraciones se convierte en
una criatura aterradora. Si hubiera sido sólo una cortesana, la habrían
conformado las riquezas y la frivolidad. La Gran Concubina poseía todo lo que la
riqueza del mundo puede brindar. El hombre que aguardaba tendría que ofrecerle,
pues, los bienes del universo del futuro.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Los comentarios sobre el enamoramiento del Gran
Sacerdote inundaron la Corte, hasta que, finalmente, y en son de broma, la
historia fue repetida hasta al mismo Emperador. Esta chismografía desagradaba a
la Gran Concubina, que guardaba una actitud fría e indiferente. Comprendía
perfectamente que existían dos motivos para que los cortesanos pudieran bromear
libremente sobre un asunto cuyo comentario, normalmente, les estaría vedado. El
primero, que, refiriéndose al amor del Gran Sacerdote, estaban halagando la
belleza de la mujer que inspiraba aun a un eclesiástico de tan gran virtud,
tamaña distracción y, en segundo término, todos sabían que el amor del anciano
por la noble dama jamás podría ser retribuido.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial reconstruyó mentalmente
los rasgos del viejo sacerdote que había visto a través de la ventana del
carruaje. No se parecía en absoluto a los rostros de ninguno de los hombres que
la habían amado hasta entonces. Era extraño que el amor surgiera en el corazón
de un hombre que no poseía ninguna condición como para ser amado. La dama
recordó frases tales como "mi amor perdido y sin esperanzas" que eran usadas a
menudo por los poetastros de Palacio cuando deseaban despertar eco en los
corazones de sus indiferentes amadas. La situación del más desgraciado de
aquellos elegantes resultaba envidiable frente a la del Gran Sacerdote. Sin
embargo, a la Concubina Imperial los escarceos poéticos de tales jóvenes se le
antojaron adornos mundanos, inspirados por la vanidad y totalmente desprovistos
de sentimiento.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">A esta altura, el lector comprenderá claramente que
la Gran Concubina Imperial no era, como comúnmente se la creía, la
personificación de la elegancia cortesana, sino una persona que encontraba en la
evidencia de ser amada una verdadera razón de vivir. Pese a su alto rango era,
antes que nada, una mujer, y todo el poder y la autoridad del mundo carecían de
valor si no le brindaban tal evidencia. Los hombres que la rodeaban se
entregaban a luchar sin fin para alcanzar el poder político. Ella soñaba con
dominar el mundo por otros medios puramente femeninos.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Había conocido a muchas mujeres que habían tomado
los hábitos que se habían retirado del mundo. Tales mujeres la hacían reír.
Cualquiera sea la razón alegada por una mujer para abandonar el mundo, le es
casi imposible desprenderse de sus posesiones. Sólo los hombres son
verdaderamente capaces de abandonar cuanto poseen.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El viejo sacerdote del lago había dejado, en
determinada etapa de su vida, el Mundo Fluctuante y sus placeres. Ante los ojos
de la Concubina Imperial era más hombre que todos los nobles que poblaban la
Corte. Y así como había abandonado una vez este Mundo Fluctuante, estaba
dispuesto ahora, por ella, a renunciar también al mundo futuro.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Concubina recordó la idea de la sagrada flor de
loto que su profunda fe había impreso vívidamente en su mente. Pensó en el
enorme loto con una anchura de doscientas cincuenta yojana. Aquella planta
absurda se ajustaba más a sus gustos que las mezquinas flores flotantes de los
estanques de la Capital. Por las noches, el susurro del viento entre los árboles
del jardín le parecía insípido comparado con la música delicada que produce la
brisa, en la Tierra Pura, cuando sacude a las plantas sagradas. </span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Al recordar los extraños instrumentos que colgaban
del cielo y tañían sin ser tocados, el sonido del arpa de Palacio sólo se le
antojaba una despreciable imitación.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Sacerdote del Templo de Shiga luchaba. En sus
combates juveniles contra la carne, lo había sostenido siempre la esperanza de
alcanzar el mundo futuro. Pero, en cambio, esta lucha desesperada de su vejez se
asociaba con un sentimiento de pérdida irreparable.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La imposibilidad de consumar su amor por la Gran
Concubina Imperial se le aparecía tan clara como el sol en el cielo. Al mismo
tiempo, tenía perfecta conciencia de la imposibilidad de avanzar hacia la Tierra
Pura, mientras permaneciera esclavo de aquel amor. El Gran Sacerdote había
vivido en un estado de incomparable libertad y ahora, en un abrir y cerrar de
ojos, se encontraba sin futuro y en la más completa oscuridad. El coraje que lo
había acompañado durante las luchas de su juventud había tenido, quizás, sus
raíces en su propio orgullo y confianza, en saber que se estaba privando
voluntariamente del placer que tenía al alcance de la mano.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Gran Sacerdote sentía miedo nuevamente. Hasta
que aquel noble carruaje se aproximara a la orilla del Lago Shiga, su
convencimiento era que cuanto le esperaba ya no era sino la liberación del
Nirvana. Ahora se encontraba, de pronto, frente a la oscuridad del mundo donde
es imposible adivinar lo que nos acecha a cada paso.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">En vano acudía a todas las formas de meditación
religiosa. Ensayó la Contemplación del Crisantemo, la Contemplación del Aspecto
Total y la Contemplación de las Partes; pero cada vez que intentaba
concentrarse, el hermoso rostro de la Concubina aparecía ante sus ojos. Tampoco
fue un remedio la Contemplación del Agua, pues invariablemente aparecían los
bellos rasgos resplandecientes entre las ondas del lago.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Todo esto, sin duda, era sólo una consecuencia de
su apasionamiento. Bien pronto, el sacerdote advirtió que la concentración le
producía más mal que bien, y fue entonces cuando ensayó aliviar su espíritu por
medio de la dispersión. Le asombraba constatar que la meditación lo hundía,
paradójicamente, en una desilusión aún más profunda. A medida que su espíritu
iba sucumbiendo bajo tal peso, el sacerdote decidió que antes de proseguir una
lucha estéril, era mejor concentrar deliberadamente sus pensamientos en la
figura de la Gran Concubina Imperial.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Gran Sacerdote hallaba una nueva satisfacción al
adornar su visión de la dama en las más variadas formas, como si se tratara de
una imagen budista cubierta de diademas y baldaquines. Al hacerlo, el objeto de
su amor se transformaba en un ser de creciente esplendor, distante e imposible.
Esto le producía una alegría especial, seguramente porque de lo contrario, el
ver a la Gran Concubina Imperial como a una mujer común y corriente era más
peligroso. La revestía de todas las humanas fragilidades.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Mientras reflexionaba sobre este asunto, la verdad
se hizo en su corazón. No veía en la Gran Concubina Imperial a una criatura de
carne y hueso, ni tampoco a una visión. Era, en todo caso, un símbolo de la
realidad, un símbolo de la esencia de las cosas. Resulta verdaderamente extraño
perseguir esa esencia en la figura de una mujer. Y, sin embargo, existía un
motivo. Aun al enamorarse, el sacerdote de Shiga no había perdido el hábito,
adquirido tras largos años de contemplación, de esforzarse por alcanzar la
esencia de las cosas a través de una constante abstracción. La Gran Concubina
Imperial de Kyogoku, se había identificado con la visión del inmenso loto de
doscientos cincuenta yojana. Reclinada en el agua y sostenida por todas las
flores de loto, la Cortesana se volvía. tan grande como el Monte Sumeru.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Cuanto más convertía a su amor en un imposible, más
profundamente traicionaba el sacerdote a Buda, pues la imposibilidad de su amor
se encontraba aparejada con la imposibilidad de llegar a la iluminación. Y
cuanto más advertía que su amor no podía tener esperanza, más crecía la fantasía
que lo alimentaba y más se arraigaban sus pensamientos impuros. Mientras
consideraba que su amor tenía alguna remota posibilidad, le había sido más fácil
renunciar a él; pero ahora que la Gran Concubina se había convertido en una
criatura fabulosa y totalmente inalcanzable, el amor del Gran Sacerdote se
inmovilizaba como un gran lago de aguas calmas que cubría, inexorablemente, la
superficie de la tierra.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Esperaba ver el rostro de su dama aún una vez más,
pero temía que esa figura, que ahora se había vuelto una gigantesca flor de
loto, se desvaneciera sin dejar rastros. Si aquello sucedía, el Gran Sacerdote
se salvaría. Esta vez no dudaba de alcanzar la verdad. Y aquella mera
perspectiva llenó al sacerdote de miedo y reverencia.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El melancólico amor del anciano había comenzado a
crear curiosas estratagemas. Cuando, por fin, se decidió a visitar a la Gran
Concubina, creyó en la ilusión de estar saliendo de una enfermedad que estaba
marchitando su cuerpo. El caviloso sacerdote interpretó la alegría que
acompañaba a su determinación como el alivio de haber escapado finalmente a las
trabas de su amor.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Ninguno de los servidores de la Gran Concubina
halló nada extraño en el hecho de que un anciano sacerdote permaneciera de pie
en un rincón del jardín, apoyado en su bastón y mirando tristemente la
Residencia. Era frecuente encontrar a ascetas y mendigos frente a las grandes
casas de la Capital, aguardando limosnas.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Una de las cortesanas mencionó el hecho a su
señora. La Gran Concubina miró, casualmente, a través del postigo que la
separaba del jardín. Bajo las sombras del verde follaje, un anciano sacerdote
macilento y de raídas vestiduras negras, inclinaba la cabeza. La dama lo observó
por algún tiempo, y cuando hubo reconocido al sacerdote del lago de Shiga, su
pálido rostro se volvió aún más demacrado.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Pasados algunos minutos de indecisión, impartió las
órdenes necesarias para que la presencia del sacerdote en el jardín fuera
ignorada.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Por primera vez el desasosiego hizo presa de ella.
Había visto a mucha gente hacer abandono del mundo, pero ahora se encontraba por
primera vez con alguien que renunciaba al mundo futuro. La visión resultaba
siniestra y aterradora. Todos los placeres que había extraído su imaginación
ante la idea del amor del sacerdote, desaparecieron en un segundo. Aunque aquel
hombre hubiera renunciado al mundo futuro por ella, ahora comprendía que ese
mundo jamás pasaría a sus propias manos.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial contempló sus ropas
elegantes y su hermoso cuerpo. Luego, miró hacia el jardín y observó al feo
anciano andrajoso. El hecho de que pudiera existir alguna relación entre ambos
tenia una extraña fascinación.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">¡Qué diferente de la espléndida visión resultaba
todo! El Gran Sacerdote parecía ahora una persona salida del Infierno mismo.
Nada quedaba del hombre de virtuosa presencia que traía consigo el destello de
la Tierra Pura. Su luz interior, que hacía evocar la gloria, se había
desvanecido totalmente. Aun cuando se trataba del hombre del Lago de Shiga, era
una persona completamente distinta.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Como la mayoría de los cortesanos, la Gran
Concubina Imperial tendía a estar en guardia contra sus propias emociones,
especialmente cuando se enfrentaba con algo que podía afectarla profundamente.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Al comprobar el amor del Gran Sacerdote, la invadió
el descorazonamiento. La pasión consumada con la cual tanto había soñado durante
años, adquiría una forma, preciso es reconocerlo, harto descolorida.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Cuando el sacerdote, apoyado en su bastón, llegó a
la capital, casi había olvidado su fatiga. Penetró sigilosamente en las
posesiones de la Gran Concubina Imperial en Kyogoku y observó desde el jardín.
Tras aquellos postigos estaba la dama de sus pensamientos.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Al asumir su adoración una forma sin mácula, el
mundo futuro comenzó a ejercer nuevamente su fascinación sobre el Gran
Sacerdote. Nunca antes había vislumbrado la Tierra Pura con tanta intensidad. Su
anhelo hacia ella se volvió casi sensual. Sólo debía pasar ahora por la
formalidad de presentarse ante la Gran Concubina, declararle su amor y, de tal
manera, librarse de una vez por todas de pensamientos impuros que lo ataban aún
a este mundo. Faltaba ese único requisito para acercarse aún más a la Tierra
Pura.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Le resultaba doloroso permanecer de pie, apoyado en
el bastón. Los ardientes rayos del sol de mayo atravesaban las hojas y caían
sobre su cabeza afeitada. Una y otra vez creyó perder el sentido. ¡Si tan sólo
la dama advirtiera su propósito y lo invitara a saludarla para cumplir así con
aquella formalidad! El Gran Sacerdote esperaba y, apoyado en su bastón, luchaba
contra su creciente debilidad.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Finalmente llegó el crepúsculo. Nada sabía aún de
la Gran Concubina, quien, por lógica, no podía conocer el pensamiento del
sacerdote que, a través de ella, vislumbraba la Tierra Pura. Se limitaba a
observarlo a través de los postigos. El sacerdote continuaba en el mismo sitio,
inmóvil. La claridad nocturna iluminó el jardín.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial se atemorizó. Presintió
que cuanto veía en el jardín no era sino la encarnación de aquella "desilusión
profundamente arraigada" de la que hablan los Sutras. Quedó abrumada ante la
posibilidad de merecer las penas del Infierno.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Después de haber llevado a la perdición a un
sacerdote de tan gran virtud, no era, seguramente, la Tierra Pura cuanto podía
esperar, sino, en cambio, el Infierno mismo con todos los terrores que ella tan
bien conocía. El amor supremo con el cual soñara se había derrumbado. Ser amada
así, equivalía a una forma de condenación. Del mismo modo en que el Gran
Sacerdote vislumbraba por su intermedio la Tierra Pura, la Gran Concubina
contemplaba el horrible reino del Infierno a través del amor de aquel anciano.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Sin embargo, esta noble dama de Kyogoku era
demasiado orgullosa como para sucumbir a sus temores sin luchar, y decidió poner
en juego todos los recursos de su innata crueldad.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">"El Gran Sacerdote -se dijo- tendrá que sucumbir,
tarde o temprano, al mareo." Lo observó a través de los postigos esperando verlo
en el suelo; pero, para su fastidio, la silenciosa figura continuaba inmóvil.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Cayó la noche y, a la luz de la luna, la figura del
sacerdote se asemejaba a un montón de huesos blancos.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La dama, llena de temor, no podía conciliar el
sueño. Dejó de mirar a través de los postigos y dio la espalda al jardín. Sin
embargo, le parecía sentir constantemente la penetrante mirada del sacerdote.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Sabía que aquél no era un amor vulgar. Por temor a
ser amada y, por ende, de terminar en el Infierno, la Gran Concubina Imperial
rezaba con más fervor que nunca por la Tierra Pura. Una Tierra Pura propia e
invulnerable que ansiaba conservar en su corazón. Era diferente a la del
sacerdote y no tenía relación con su amor. No dudaba de que, si alguna vez la
mencionaba ante el anciano, aquella interpretación personal se desintegraría
inmediatamente.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El amor del sacerdote, se decía, no tenía nada que
ver con ella. Era una aventura unilateral en la que sus sentimientos no tenían
parte alguna. No había, pues, razón por la cual se la descalificara en su
admisión en la Tierra Pura. Aun cuando el Gran Sacerdote perdiera el sentido y
falleciera, ella se mantendría indemne. Sin embargo, a medida que avanzaba la
noche y la temperatura se hacía más fría, su confianza comenzó a abandonarla.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Sacerdote permanecía en el jardín. Cuando las
nubes ocultaban la luna, se asemejaba a un extraño árbol viejo y nudoso.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La dama, consumida de angustia, insistía en que
aquel anciano le era totalmente ajeno. Las palabras parecían explotar en su
corazón. ¿Por qué, en nombre del Cielo, tenía que ocurrir esto?</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">En aquellos momentos, y por extraño que parezca, la
Gran Concubina Imperial se había olvidado completamente de su belleza. Quizás
fuera más correcto decir que se había visto obligada a hacerlo.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Finalmente, los tenues matices del amanecer
irrumpieron en el cielo oscuro y la figura del sacerdote se destacó en la media
luz. Todavía permanecía en pie. La Gran Concubina Imperial estaba derrotada.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Llamó a una doncella y le ordenó invitar al
sacerdote a dejar el jardín y a arrodillarse junto al postigo.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">El Gran Sacerdote se hallaba en la frontera del
olvido, donde la carne se desintegra. Ya no sabía si esperaba a la Gran
Concubina Imperial o al mundo futuro. Aun cuando distinguió la figura de la
doncella aproximándose desde la residencia en la pálida luz del amanecer, ni
siquiera comprendió que cuanto había esperado con tantas ansias, se hallaba
finalmente al alcance de su mano.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La doncella trasmitió el mensaje de su señora. Al
escucharlo, el sacerdote profirió un grito horrendo e inhumano. La doncella
intentó guiarlo de la mano, pero él no se lo permitió y se dirigió hacia la casa
con pasos increíblemente rápidos y seguros.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La oscuridad reinaba tras el postigo y resultaba
imposible ver, desde afuera, a la Gran Concubina. El sacerdote cayó de rodillas
y, cubriéndose el rostro con las manos, rompió a llorar. Estuvo allí por largo
rato con el cuerpo sacudido por esporádicas convulsiones.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Entonces, en la semi
penumbra del amanecer, una
blanca mano emergió dulcemente del postigo. El sacerdote del Templo de
Shiga la tomó entre las suyas y se la llev6 a la frente y a las
mejillas.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial de Kyogoku tocó unos
dedos extrañamente fríos. Al mismo tiempo, sintió algo húmedo y tibio. Alguien
mojaba sus manos con tristes lágrimas.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Cuando los pálidos reflejos de la luz matutina
comenzaron a iluminarla a través del postigo, la ferviente fe de la dama le
infundió una maravillosa inspiración. No dudó ni por un instante de que aquella
mano extraña era la de Buda.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Entonces, la gran visión surgió nuevamente en el
corazón de la Concubina. El suelo de esmeraldas de la Tierra Pura; los millones
de torres de siete joyas; los ángeles y su música; los estanques dorados con
arenas de plata; los lotos resplandecientes y la dulce voz de las Kalavinkas. Si
aquella era la Tierra Pura que le tocaría en suerte -y en aquel momento no dudaba
de que así sería-, ¿por qué no aceptar el amor del Gran Sacerdote?</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Aguardó a que el hombre con las manos de Buda le
rogara abrir el postigo que los separaba. Cuando se lo pidiera, ella levantaría
tal barrera y su cuerpo incomparablemente hermoso aparecería frente a él como en
su primer encuentro junto al lago. Ella lo invitaría a entrar.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">La Gran Concubina Imperial esperó.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Pero el Gran Sacerdote del Templo de Shiga no dijo
nada. No pidió nada. Después de cierto tiempo, las viejas manos aflojaron su
presión y los blancos dedos de la dama quedaron solos en la penumbra del
amanecer. El Sacerdote se alejó. Un frío mortal descendió sobre el corazón de la
Gran Concubina Imperial.</span></b></span></div>
<span style="font-size: large;"><b>
</b></span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b><span style="font-family: TimelessTLig;">Pocos días después llegó a la Corte el rumor de que
el espíritu del Gran Sacerdote había alcanzado la liberación final en su celda
de Shiga. Al enterarse de tal noticia, la dama de Kyogoku se dedicó a copiar en
rollos y rollos, con la más hermosa escritura, el pensamiento de los Sutras.</span></b></span></div>
<h1 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;"><b>Yukio Mishima</b>.(Hiraoka Kimitake; Tokio, 1925 - 1970). Prolífico
escritor japonés, autor de más de veinte novelas, decenas de piezas
teatrales y numerosos cuentos, poemas, artículos y ensayos. Su temática
audaz y descarnada, atenta a los aspectos más oscuros de las pasiones
humanas, contrasta con la delicadeza y contención de su estilo.
Probablemente el escritor nipón más conocido en el extranjero, trazó con
doloroso detalle el desarrollo de la personalidad y el efecto
devastador de las crueles paradojas de deseo y rechazo, de belleza y
violencia, que la van conformando. De él dijo el galardonado Y.
Kawabata: "No comprendo cómo me han dado el premio Nobel a mí existiendo
Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad sólo
cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras".Nacido en una familia de burguesía media, Mishima se
vanagloriaba sin embargo de pertenecer por sus antepasados a la clase de
los samuráis. Criado por su abuela, realizó los estudios en Gakushüim,
la escuela por tradición reservada a la nobleza. Escribió su primer
cuento a los trece años y a los dieciséis su primer libro de relatos,
que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho. Durante la
Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, tras ser
desestimado como piloto suicida. Sobrevivir a una guerra en la que
habían muerto tantos compatriotas se convirtió para él en un trauma
lacerante e imborrable. </span></span></h1>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Mishima recibió el influjo del <i>Nihon romanha</i>,
o romanticismo japonés, que poniendo énfasis en la unidad del Japón y
de sus valores culturales, servía de base de apoyo a la ideología
nacionalista y dominaba el mundo literario de los años de la guerra. Sin
embargo, también la literatura occidental moderna fue para Mishima
objeto de destacado interés y de atenta lectura. Su primer trabajo
extenso, <i>El bosque en flor</i>, fue publicado en 1941. Una característica de esta obra, como de <i>El cigarrillo</i> (1946), <i>Ladrones</i>
(1946-48) y de otras que escribió en el período de la Segunda Guerra
Mundial y en los años inmediatamente subsiguientes, es el total
alejamiento de la trágica realidad de la guerra y de la derrota. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Tras obtener el doctorado en Derecho en 1947,
fue encargado del Ministerio de Finanzas, pero tras un breve tiempo
abandonó el empleo para dedicarse por entero a la actividad literaria.
En junio de 1949 publicó <i>Confesiones de una máscara</i>, obra que
cosechó un inmediato éxito y que supuso su definitiva consagración en el
mundo literario. Aunque en general se acogió la novela con un juicio
favorable, algunos críticos mostraron perplejidad y reservas frente a la
particularidad del tema (la confesión por parte del protagonista de su
homosexualidad) que ciertamente representaba una novedad en la
literatura japonesa. <a href="http://www.biografiasyvidas.com/obra/confesiones_mascara.htm"><i>Confesiones de una máscara</i></a>
es la historia del itinerario interior del protagonista a través de los
recuerdos de la primera infancia hasta las fantasías de la
adolescencia, y del lento y aceptado proceso de toma de conciencia de su
diferencia y de la incapacidad, experimentada hasta el límite, de amar
al sexo opuesto. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><ins class="adsbygoogle adaptable-centro" data-ad-client="ca-pub-3172851258350010" data-ad-slot="1744822333" data-adsbygoogle-status="done" style="height: 280px; width: 336px;"></ins>Mishima buscó a menudo en la literatura clásica
japonesa una fuente de inspiración: prueba de ello es la recreación en
clave moderna de algunos dramas <i>No</i> en su<i> Colección de cinco No modernos</i> (1956), pero se sintió también atraído por los valores estéticos del clasicismo occidental. <a href="http://www.biografiasyvidas.com/obra/pabellon_oro.htm"><i>El pabellón de oro</i></a>
(1956) fue su obra de mayor éxito en los años cincuenta. Se trata del
retrato de un joven monje fascinado y al mismo tiempo oprimido por la
belleza de un famoso templo budista. En 1958, a su vuelta de un viaje a
los Estados Unidos, Mishima se casó con la hija de un conocido pintor.
La publicación en 1959 de la larga novela <i>La casa de Kyoko</i> no recibió los favores de la crítica.
</span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En los años sesenta la figura de Mishima
es vista siguiendo las dos distintas pero inseparables facetas de su
personalidad. El Mishima hombre de acción encontró su soporte teórico en
la idea de que la verdad puede ser alcanzada sólo a través de un
proceso intuitivo en el que pensamiento y acción no son dos modalidades
distintas. Encontró la ejemplificación de ello y la <i>summa</i> de los
más auténticos valores nipones en la ética de los samuráis. Fascinado
por la ideología transmitida de los guerreros escribió <i>El camino del samurai</i>. <i>En defensa de la cultura</i> (1968). Mishima se hace portavoz de la necesidad de restaurar los valores de la cultura prebélica y militarista. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La obsesión por la decadencia física y una
concepción esteticista y masoquista del heroísmo le impulsaron a
practicar halterofilia y artes marciales, y a llevar una vida
turbulenta, signada por las actitudes retóricas y las posturas extremas.
Era un maestro de la representación: actor de teatro, espadachín
ritual, modelo de fotografías de simbología inquietante, adalid de una
misoginia espartana. Desde 1955 Mishima había emprendido un intenso
programa de actividad física que comprendía, además del <i>body building</i>,
la práctica de las artes marciales. El paso siguiente fue el inicio del
adiestramiento militar en la base de Sietai, junto con un grupo de
estudiantes universitarios. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Sin embargo, jamás descuidó su ingente
producción literaria. Tras la posguerra publicaría un gran número de
novelas, entre las que destacan, junto a las ya citadas, <i>El color prohibido</i> (1951), <i>La muerte de la mitad del verano</i> (1953), <i>La voz de la onda</i> (1954), <i>El sabor de la gloria</i> (1963) y <i>Sed de amor</i> (1964). <i>Después del banquete</i> (1960) fue una de sus novelas de más éxito. Poco tiempo después escribió <i>Patriotismo</i> (1961) y <i>Muerte en la tarde y otros cuentos</i>
(1971), recopilación de relatos breves muy representativos de su
romántica nostalgia por una época en la que todavía se podía morir en
nombre de nobles ideales. Entre su producción teatral de estos años cabe
destacar <i>Madame de Sade</i> (1965) y <i>Mi amigo Hitler</i> (1968). </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su obra cumbre es, no obstante, la tetralogía <i>El mar de la fertilidad</i>, compuesta por las novelas <i>Nieve de primavera</i> (1966), <i>Caballos desbocados</i> (1968), <i>El templo de la aurora</i> (1970) y <i>La corrupción de un ángel</i>,
completada esta última el mismo día de su muerte. Cada una corresponde a
una reencarnación distinta del mismo ser: primero es un joven
aristócrata, luego un fanático político de los años treinta, una
princesa thai antes y después de la guerra y por fin un perverso
huérfano de la década del sesenta. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El tema central en esta singular obra es la
crítica a la sociedad nipona por la pérdida de los valores
tradicionales; en resumen: una historia épica del "país del sol
naciente" moderno. A Yukio Mishima le preocupaba la creciente
occidentalización de su país y analizaba la transformación del Japón
desde una perspectiva pesimista y crítica; para él esta metamorfosis
resultaría estéril en el futuro de un país dueño de tantas y tan sabias
tradiciones. Sus héroes son jóvenes rebeldes aspirantes a una pureza
utópica. El autor recrea los rituales de la vida y de la muerte, de la
transmigración y la purificación del alma, tan presentes en años de
tradición japonesa. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La última novela de esta novedosa tetralogía, <i>La corrupción de un ángel</i>,
terminada prácticamente el día del suicidio de su autor, se centra en
la transformación hacia el individualismo de Toru, un joven
imperturbable, prototipo de belleza masculina. Una evolución-involución,
que a Toru le lleva a lograr una sublimación tal que es capaz de
destruir su propia personalidad. Esta obra personal de notable belleza
literaria, sin precedentes en la literatura moderna japonesa, contiene e
invoca el sentido que para Mishima guardaba el honor y el respeto a las
tradiciones. Su compromiso con la literatura y la cultura lo llevaba a
rebelarse contra una sociedad sumida en el vacío espiritual y la
decadencia moral.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1968 fundó con un grupo de amigos la Sociedad
de los Escudos, una organización paramilitar de jóvenes que,
desencantados con la debilidad de las instituciones imperiales y la
obsecuencia constitucional del ejército, propiciaban un resurgimiento
del Bushido, el tradicional código de honor samurai. Dos años más tarde,
ocupó con su grupo, aunque sin uso de armas, la sede del estado mayor
nipón en un intento de forzar la recuperación de los ideales heroicos de
preguerra. El 25 de noviembre de 1970, ante el fracaso de su acción, se
suicidó mediante el rito del <i>seppuku</i> al grito de "Larga vida al emperador". </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:biografiasyvidas.com.Texto: ciudadseva.com.Foto:Archivo. </span></div>
</div>
<div class="post-footer">
<div class="post-footer-line post-footer-line-1">
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<span class="fn" itemprop="author" itemscope="itemscope" itemtype="http://schema.org/Person"><a class="g-profile" data-gapiattached="true" data-gapiscan="true" data-onload="true" href="https://plus.google.com/111501056615684474485" rel="author" title="author profile"><span itemprop="name"></span></a></span></span><span class="post-comment-link"></span><span class="post-icons"><span class="item-action"></span></span><span class="post-backlinks post-comment-link">
</span>
</div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-79918695248854558202015-03-15T06:05:00.004-07:002015-03-15T06:05:52.690-07:00El cuento del domingo<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBpxdZa-_rPijsnx7QHlO_YUyvilJYMhfFNttwaodCc09ukpBrCwS79rzD3KoWOxx-pOXS-NYgyVGwtPxIHs5RyVI5eMF7RwDXz3jl2MPZWdFDW2C0zw5rFtdO8GBQ3UOu-6YQOFdpn2R-/s1600/Waldo+Perez+cino.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBpxdZa-_rPijsnx7QHlO_YUyvilJYMhfFNttwaodCc09ukpBrCwS79rzD3KoWOxx-pOXS-NYgyVGwtPxIHs5RyVI5eMF7RwDXz3jl2MPZWdFDW2C0zw5rFtdO8GBQ3UOu-6YQOFdpn2R-/s1600/Waldo+Perez+cino.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Waldo Pérez Cino</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Augures</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Sueño que estoy en la playa, pero resulta que esta playa mía –por
cuestión seguro del sueño– consigue entreverar en un solo paisaje los
acantilados de Hydra y el olor aquél a uva caleta de Guanabo, importa
sobre todo que sea un olor de cuando éramos niños. Como parece que
sobrara sitio allí para más, quiero decir allí en el paisaje del sueño,
pues de hecho lo había, más sitio: siempre que cabe un poco más de algo
en un sueño termina por haber más de eso que falta, se vuelve enseguida
carencia, y era entonces un confuso no sé qué de Vilanova i la Geltrú,
pero quizá haya sido efecto de la arena y eso me lo dije luego
despierto, demasiadas las presencias para un único sitio. La arena, en
cambio, ¿qué podrá decirse de la arena? La arena termina en todas partes
por parecer la misma, y yo anoche estaba y no estaba en el sueño. O en
la playa. Repaso un periódico y me tumbo a ratos al sol, trato de pasar
desapercibido. Por momentos, no obstante, no estoy allí –no hay sol
entonces y leo al abrigo de una casa, aunque sea el mismo el periódico–.
¿Qué periódico? La verdad es que en estos tiempos que corren que haya
sido uno u otro tampoco es que quite ni ponga mucho, da igual. Un
periódico cualquiera, un diario de páginas grandes, con muchísimas fotos
a color y algunas páginas en sepia o de color salmón, depende cómo se
mire, en una tarde cualquiera de verano, cuando todo el mundo se tiende
al sol como si no hubiera más nada que hacer.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Justo en el momento
que paso las páginas color salmón es que aparecen las augures, es ahí
que llegan: llegan en dos camionetas blancas y el conductor, que
pareciera ser el mismo en las dos, las ayuda a desmontar a todas, una a
una. A veces comenta o le susurra algo a alguna, que da lo mismo la que
sea, lo que diga, porque siempre todas las chicas asienten con la cabeza
y no dicen nada. Como si ya supieran el versito. No sé cuánto tiempo
haya tomado aquello porque estuve toda la noche soñando lo mismo. Sé en
el sueño, eso sí, y lo sé con certeza completa, que son las augures y
que el momento preciso de su arribo cuenta mucho, es relevante del todo
para alguna cosa –¿cuál?– que ya se me pierde. Pero esa cosa o asunto o
affaire, el que fuere, es lo que me hace seguirlas. Vuelvo. Todas las
chicas llevan faldas largas y la mayoría va desnuda de la cintura hacia
arriba. El chofer gasta maneras de chulo o de patrón de patera; que sus
pupilas no hablen español ayuda a lo segundo, de dónde serán. El hombre
va desmontando sombrillas y cada una de las chicas toma la suya. Se
reagrupan un momento y luego avanzan por la arena en parejas, una fila
absurdamente larga que pareciera primero una procesión pero que poco a
poco se va espaciando, las chicas van tomando distancia entre sí y
caminan sin ninguna dificultad ahora, avanzan como si se desplazaran
sobre la arena y no con esa aplicación o esfuerzo que supone siempre
caminar en la playa, los pies que se hunden o se traban al andar sobre
arena.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Sobre todo: me percato ahora de que no soy el único que ha
venido por esto. También, con esa certeza absoluta de los sueños, me doy
cuenta de repente de que estoy aquí para escuchar un vaticinio, para
qué otra cosa si no, y me doy cuenta además (pero no me sorprende) de
que era por eso que me escondía antes, también eso lo sé, sabio en el
sueño: reconozco de lejos a algún que otro conocido, a pesar de
sombreros extemporáneos y de todos esos periódicos previsibles u
obligados que fungen de parapeto o refugio. Dejo el mío en una papelera,
me levanto. Hay algo liberador en esa renuncia, y algo así recuerdo
haber sentido o pensado en el sueño. De pronto una amiga se asoma detrás
de un pino y me saluda, pero enseguida se enmienda o corrige con una
seña, un gesto como de quien estuviera en falta (algo complicado pero de
sentido preciso, admonitorio, De esto a nadie, o mejor: Si te he visto
no me acuerdo).</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Vale, habrá que ser discreto, y sabré serlo yo, me
prometo eso mismo como quien sella un pacto: De esto a nadie, ni
palabra, aquí no ha pasado nada, cual tumba ciega y sorda y muda,
etcétera.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Comienzo entonces a caminar sin rumbo y me doy cuenta
mientras camino de que ya no puedo echarme atrás. No quiero echarme
atrás, pero aun cuando quisiera no podría, o lo menos no creo que
pudiera y me convenzo yo mismo de eso. Avanzo. Los pies de las
muchachas, y en eso me fijo como por casualidad primero y una vez que lo
he descubierto no consigo levantar la vista de los agujeros, dejan
huellas imposibles: huellas húmedas y demasiado profundas sobre la arena
seca –sí, en la arena caliente de la primera línea de pinos– pero eso
es algo que no parece espantar a ninguno, o que no nota nadie. Trato de
no ser obvio y paso de largo, como si no fuera conmigo la cosa, junto a
las dos chicas que me han quedado más cerca (se han dispersado en unos
pocos minutos y por un momento, en ese momento, me pregunto cómo lo han
hecho). Éstas que dejo atrás ya se han desvestido del todo y esperan,
arrodilladas las dos, a su primer consultante, que no seré yo. Cuando
estoy más cerca las oigo conversar y mientras me alejo y se va
desvaneciendo el sonido me doy cuenta de que la lengua que hablaban no
me había resultado ajena del todo. Que sonaba como griego o algún
dialecto o variante suya que por supuesto no reconozco, pero eso es
repentino, como un asombro muy breve, un soplo. Esto sí quitaría o
pondría (no como la cabecera del periódico), pero qué le vamos a hacer,
porque no me acuerdo, o acaso porque no hubo más que eso, un atisbo.
Sólo quedó eso de haberlo pensado así entonces, escuchándolas de
soslayo: que sonaba como a griego, pero nada más. Una interferencia en
el sueño, quizá.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Las mías, o las que he decidido que lo sean,
están arrodilladas mucho más lejos, en un recodo de la costa. Son muy
parecidas, tanto que podrían ser hermanas, aunque salvo por el físico no
lo parezcan; no se hablan casi ni se toman confianzas, y se miran
cuando se miran como personas que no se conocen o a las que acabara de
presentar un tercero. El último tramo se hace casi solo, como si no
caminara o las distancias se trastocaran hasta casi anularse, y ya estoy
ante ellas y ahora me arrodillo también yo, me hinco de rodillas en la
arena y tiendo la mano. Debo haberme equivocado porque una, la más alta,
niega con la cabeza y me señala, por alguna razón que ignoro pero que
enseguida entiendo, a la otra: <i>es </i>con la otra lo mío, no con
ella. La otra toma, ahora sí, mi mano extendida y cerrada y la vuelve
con la suya y la abre; la palma hacia arriba y algo hacia abajo, los
dedos apuntando al suelo (la posición, si no se está acostumbrado,
resulta algo incómoda). Pero no lee la palma de mi mano, sino la muñeca:
pasa los dedos como un ciego que estuviera leyendo braille y musita
palabras que no comprendo. Por un instante, parece –me parece a mí,
entonces– que hubiera encontrado lo que busca (mira de reojo a su
compañera y sonríe, un gesto mínimo), pero luego continúa, así como si
nada. Y así todavía por un rato. La más alta sigue con la mirada
perdida, tiene los ojos de un verde intenso y en todo ese tiempo
–¿cuánto?– parpadea sólo dos o tres veces. Parpadea rápido, como si le
hubieran pedido tomarle una foto donde no debe bajo ningún concepto
moverse y aprovechara ese segundo anterior a la foto para refrescarse
los ojos.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Antes de devolvérmela, la chica me cierra la mano y la
vuelve hacia arriba, un puño. Me sonríe mientras niega con la cabeza
–algo así como decir No, despreócupate, tú tranquilo, o mejor: No, tú
no. No hay más, ni vaticinio ni pronóstico, ninguna cosa que escuchar,
pero tampoco echo de menos yo que lo haya. No hay nada ahora sino
viento. Me levanto. La de los ojos verdes, pues tampoco, está ella en lo
suyo. Absorta. Me alejo. Ya está hecho, me digo, y camino sin saber
bien por qué sin volverme hasta ya no verlas (a las mías: las otras
siguen desperdigadas por toda la playa) y cuando me he alejado lo
suficiente me tumbo al sol como antes. Me tumbo bocarriba, cerca del
agua. Al principio el sol quema pero al cabo de una hora o dos empieza a
atardecer o a nublarse (no llevo reloj) y decido que ya está bien por
hoy. Recojo algunas cosas y camino hacia la carretera, la arena está
toda llena de huellas, como si la carcomieran esas huellas profundas que
más que pisadas sobre arena parecen agujeros o cráteres, y es curioso,
me recuerdo pensando eso, la palabra misma, cráter. De pronto me topo
con mi amiga, que ahora sí aparte de saludarme me reconoce con
aspavientos varios y se acerca, habla frivolidades y se ríe todo el rato
con una risa que me parece, no puedo evitarlo, impostada. Ninguno de
los dos, por supuesto, menciona nada de lo que no deba (de hecho,
hacemos los dos como si nos hubiéramos encontrado recién y de ningún
modo antes, no existe la víspera y todo pareciera transcurrir en
presente). Ya casi me despido cuando me fijo en un círculo azul o más
bien un anillo o un aro, algo como una O incisa en su muñeca izquierda,
un punto grueso y que parece de porcelana (brilla); como una marca o
tatuaje, pero a relieve. De todos modos hago como el que no ha visto
nada, me despido por fin y corto camino entre los pinos, buscando la
carretera. Más que a pinar, huele a salitre. Más que a pinos huele a
mar. La arena se ha ido veteando de césped, y ahora caminar sale más
fácil. En mi muñeca –aunque parezca absurdo me la he revisado bien,
frotándola con el pulgar– no hay nada, está limpia. Estoy limpio, me
digo.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Las dos camionetas blancas siguen en el arcén, y el chofer o
chulo o lo que sea que fuere ayuda a subir a alguna de las chicas, ya
de vuelta. Negocia algo con un hombre en un coche rojo, y de lejos me
parece distinguir billetes y la dilación de quien compra o elige. Hay
más coches. Qué cosa estarán esperando, me pregunto y me contesto yo
mismo. El del coche rojo al fin se decide por una, si de eso se trata,
si se trata de decidir o escoger o preferir a una de entre tantas, y se
la lleva con él. Las otras los siguen con la vista, pero no como una
despedida sino con algo de desgana o algo que incluso podría ser
compasión. Yo los miro pasar delante mío y los veo alejarse luego
mientras cruzo despacio la calle, ya casi es de noche y ha comenzado a
caer una llovizna fina, sin pausa, por qué son tan nítidas –me da tiempo
a preguntarme– las gotas ante la luz de los faros.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b><b>Waldo Pérez Cino</b> (La Habana, 1972).</b></span><span style="font-size: large;"><span style="font-size: x-small;"> <span style="font-size: medium;">Narrador, poeta, y ensayista cubano. <i>La demora</i>,
su primer libro de relatos, se publicó en La Habana en 1997. Desde
entonces reside en Europa. Ha publicado los volúmenes de poesía <i>Cuerpo y sombra</i> (2010), <i>Apuntes sobre Weyler</i> (2012) y <i>Tema y rema</i> (2013), y los relatos de <i>La isla y la tribu</i> (2011) y <i>El amolador</i> (2012). En referencia a sus textos narrativos, la crítica ha hablado de un post-barroco<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Waldo_P%C3%A9rez_Cino#cite_note-1">1</a></sup> que hace énfasis en los procesos de representación del lenguaje<sup class="reference" id="cite_ref-2"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Waldo_P%C3%A9rez_Cino#cite_note-2">2</a></sup> y en la posibilidad misma de la representación.</span></span></span><b><span style="font-size: large;"><span style="font-size: medium;"> Obras.</span></span></b><span style="font-size: medium;">1997: <i>La demora</i>. La Habana: Letras cubanas. 2010: <i>Cuerpo y sombra</i>. Bokeh:Antwerpen 2011: <i>La isla y la tribu</i>. Bokeh: Antwerpen. 2012: <i>Apuntes sobre Weyler</i>. Bokeh: Antwerpen. 2012: <i>El amolador</i>. Bokeh: Antwerpen.2013: <i>Tema y rema</i>. Bokeh: Antwerpen.
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Cuentos suyos aparecen en las antologías <i>El ánfora del diablo: Novísimos cuentistas cubanos</i>, a cargo de <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Salvador_Redonet&action=edit&redlink=1" title="Salvador Redonet (aún no redactado)">Salvador Redonet</a> (1996), <i>Líneas aéreas</i>, a cargo de <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Eduardo_Becerra&action=edit&redlink=1" title="Eduardo Becerra (aún no redactado)">Eduardo Becerra</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Editorial_Lengua_de_Trapo" title="Editorial Lengua de Trapo">Editorial Lengua de Trapo</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Madrid" title="Madrid">Madrid</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1999" title="1999">1999</a>) y <i>Nuevos narradores cubanos</i> a cargo de <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Michi_Strausfeld&action=edit&redlink=1" title="Michi Strausfeld (aún no redactado)">Michi Strausfeld</a> (Siruela, Madrid, 2000, 2002).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:Wikipedia. Texto:El cuento del día.Foto:Internet. </span></div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-73927294533440562492015-03-08T05:53:00.000-07:002015-03-08T05:53:22.996-07:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-8768952436163116849" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhp7Kd2eiZ1rGqtxWzorpHx7z7jyHPC0jwNhVql7SrEQ1QV-zniy_3GRCFj_JZXYvc6XUugx-HUe8AsnhPqjE6pkiQi2PeNZudl67ZIEq3v0efURfQvIebn0hAxvdKd82crYAa6gJRxc6H0/s1600/R+L+Stevenson.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="384" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhp7Kd2eiZ1rGqtxWzorpHx7z7jyHPC0jwNhVql7SrEQ1QV-zniy_3GRCFj_JZXYvc6XUugx-HUe8AsnhPqjE6pkiQi2PeNZudl67ZIEq3v0efURfQvIebn0hAxvdKd82crYAa6gJRxc6H0/s1600/R+L+Stevenson.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Robert Louis Stevenson</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El diablo de la botella</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Había
un hombre en la isla de Hawaii al que
llamaré Keawe; porque la verdad es que
aún vive y que su nombre debe permanecer
secreto; pero su lugar de nacimiento no estaba
lejos de Honaunau, donde los huesos de Keawe el
Grande yacen escondidos en una cueva. Este
hombre era pobre, valiente y activo; leía
y escribía tan bien como un maestro de
escuela; además era un marinero de
primera clase que había trabajado durante
algún tiempo en los vapores de la isla y
pilotado un ballenero en la costa de Hamakua.
Finalmente, a Keawe se le ocurrió que le
gustaría ver el gran mundo y las ciudades
extranjeras y se embarcó con rumbo a San
Francisco.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">San
Francisco es una hermosa ciudad, con un
excelente puerto y muchas personas adineradas;
y, más en concreto, existe en esa ciudad
una colina que está cubierta de palacios.
Un día, Keawe se paseaba por esta colina
con mucho dinero en el bolsillo, contemplando
con evidente placer las elegantes casas que se
alzaban a ambos lados de la calle.
«¡Qué casas tan
buenas!», iba pensando, «y
¡qué felices deben de ser las
personas que viven en ellas, que no necesitan
preocuparse del mañana!».
Seguía aún reflexionando sobre
esto cuando llegó a la altura de una casa
más pequeña que algunas de las
otras, pero muy bien acabada y tan bonita como
un juguete; los escalones de la entrada
brillaban como plata, los bordes del
jardín florecían como guirnaldas y
las ventanas resplandecían como
diamantes. Keawe se detuvo,
maravillándose de la excelencia de todo.
Al pararse, se dio cuenta de que un hombre le
estaba mirando a través de una ventana
tan transparente que Keawe lo veía como
se ve a un pez en una cala junto a los
arrecifes. Era un hombre maduro, calvo y de
barba negra; su rostro tenía una
expresión pesarosa y suspiraba
amargamente. Lo cierto es que mientras Keawe
contemplaba al hombre y el hombre observaba a
Keawe, cada uno de ellos envidiaba al otro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
repente, el hombre sonrió moviendo la
cabeza, hizo un gesto a Keawe para que entrara y
se reunió con él en la puerta de
la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
muy hermosa esta casa mía –dijo el
hombre, suspirando amargamente–. ¿No le
gustaría ver las habitaciones?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
así fue como Keawe recorrió con
él la casa, desde el sótano hasta
el tejado; todo lo que había en ella era
perfecto en su estilo y Keawe manifestó
su gran admiración.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Esta
casa –dijo Keawe– es en verdad muy hermosa; si
yo viviera en otra parecida, me pasaría
el día riendo. ¿Cómo es
posible, entonces, que no haga usted más
que suspirar?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
hay ninguna razón –dijo el hombre–, para
que no tenga una casa en todo semejante a
ésta, y aún más hermosa, si
así lo desea. Posee usted algún
dinero, ¿no es cierto?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Tengo
cincuenta dólares –dijo Keawe–, pero una
casa como ésta costará más
de cincuenta dólares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
hombre hizo un cálculo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Siento
que no tenga más –dijo–, porque eso
podría causarle problemas en el futuro,
pero será suya por cincuenta
dólares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿La casa? –preguntó
Keawe.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No,
la casa no –replicó el hombre–; la
botella. Porque debo decirle que aunque le
parezca una persona muy rica y afortunada, todo
lo que poseo, y esta casa misma y el
jardín, proceden de una botella en la que
no cabe mucho más de una pinta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
abriendo un mueble cerrado con llave,
sacó una botella de panza redonda con un
cuello muy largo; el cristal era de un color
blanco como el de la leche, con cambiantes
destellos irisados en su textura. En el interior
había algo que se movía
confusamente, algo así como una sombra y
un fuego.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ésta
es la botella –dijo el hombre; y, cuando Keawe
se echó a reír,
añadió–: ¿No me cree? <span lang="en-US">Pruebe usted mismo.</span> Trate
de romperla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que Keawe cogió la botella y la
estuvo tirando contra el suelo hasta que se
cansó; porque rebotaba como una pelota y
nada le sucedía.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
una cosa bien extraña –dijo Keawe–,
porque tanto por su aspecto como al tacto se
diría que es de cristal.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
de cristal –replicó el hombre, suspirando
más hondamente que nunca–, pero de un
cristal templado en las llamas del infierno. Un
diablo vive en ella y la sombra que vemos
moverse es la suya, al menos lo creo yo. Cuando
un hombre compra esta botella, el diablo se pone
a su servicio; todo lo que esa persona desee,
amor, fama, dinero, casas como ésta o una
ciudad como San Francisco, será suyo con
sólo pedirlo. Napoleón tuvo esta
botella, y gracias a su virtud llegó a
ser el rey del mundo; pero la vendió al
final y fracasó. El capitán Cook
también la tuvo, y por ella
descubrió tantas islas; pero
también él la vendió, y por
eso lo asesinaron en Hawaii. Porque al vender la
botella desaparecen el poder y la
protección; y a no ser que un hombre
esté contento con lo que tiene, acaba por
sucederle algo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
sin embargo, ¿habla usted de venderla?
–dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Tengo
todo lo que quiero y me estoy haciendo viejo
–respondió el hombre–. Hay una cosa que
el diablo de la botella no puede hacer... y es
prolongar la vida; y, no sería justo
ocultárselo a usted, la botella tiene un
inconveniente; porque si un hombre muere antes
de venderla, arderá para siempre en el
infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sí
que
es un inconveniente, no cabe duda
–exclamó Keawe–. Y no quisiera verme
mezclado en ese asunto. No me importa demasiado
tener una casa, gracias a Dios; pero hay una
cosa que sí me importa muchísimo,
y es condenarme.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
vaya usted tan de prisa, amigo mío
–contestó el hombre–. Todo lo que tiene
que hacer es usar el poder de la botella con
moderación, venderla después a
alguna persona como estoy haciendo yo ahora y
terminar su vida cómodamente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Pues yo observo dos cosas –dijo
Keawe–.</span> Una es que se pasa usted todo
el tiempo suspirando como una doncella
enamorada; y la otra que vende usted la botella
demasiado barata.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ya
le he explicado por qué suspiro –dijo el
hombre–. Temo que mi salud esté
empeorando; y, como ha dicho usted mismo, morir
e irse al infierno es una desgracia para
cualquiera. En cuanto a venderla tan barara,
tengo que explicarle una peculiaridad que tiene
esta botella. Hace mucho tiempo, cuando
Satanás la trajo a la tierra, era
extraordinariamente cara, y fue el Preste Juan
el primero que la compró por muchos
millones de dólares; pero sólo
puede venderse si se pierde dinero en la
transacción. Si se vende por lo mismo que
se ha pagado por ella, vuelve al anterior
propietario como si se tratara de una paloma
mensajera. De ahí se sigue que el precio
haya ido disminuyendo con el paso de los siglos
y que ahora la botella resulte francamente
barata. Yo se la compré a uno de los
ricos propietarios que viven en esta colina y
sólo pagué noventa dólares.
Podría venderla hasta por ochenta y nueve
dólares y noventa centavos, pero ni un
céntimo más; de lo contrario la
botella volvería a mí. Ahora bien,
esto trae consigo dos problemas. Primero, que
cuando se ofrece una botella tan singular por
ochenta dólares y pico, la gente supone
que uno está bromeando. Y segundo... ,
pero como eso no corre prisa que lo sepa, no
hace falta que se lo explique ahora. Recuerde
tan sólo que tiene que venderla por
moneda acuñada.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Cómo
sé
que todo eso es verdad? –preguntó Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Hay
algo que puede usted comprobar inmediatamente
–replicó el otro–. Deme sus cincuenta
dólares, coja la botella y pida que los
cincuenta dólares vuelvan a su bolsillo.
Si no sucede así, le doy mi palabra de
honor de que consideraré inválido
el trato y le devolveré el dinero.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿No me ésta
engañando? –dijo Keawe.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
hombre confirmó sus palabras con un
solemne juramento.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Bueno; me arriesgaré a eso
–dijo Keawe–, porque no me puede pasar nada
malo.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Acto
seguido le dio su dinero al hombre y el hombre
le pasó la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Diablo
de la botella –dijo Keawe–, quiero recobrar mis
cincuenta dólares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y,
efectivamente, apenas había terminado la
frase, cuando su bolsillo pesaba ya lo mismo que
antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
hay duda de que es una botella maravillosa –dijo
Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
ahora muy buenos días, mi querido amigo,
¡y que el diablo le acompañe! –dijo
el hombre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Un momento –dijo Keawe–, yo ya me
he divertido bastante.</span> Tenga su
botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–La
ha comprado usted por menos de lo que yo
pagué –replicó el hombre,
frotándose las manos–. La botella es
completamente suya; y, por mi parte, lo
único que deseo es perderlo de vista
cuanto antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Con
lo que llamó a su criado chino e hizo que
acompañara a Keawe hasta la puerta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
Keawe se encontró en la calle con la
botella bajo el brazo, empezó a pensar.
«Si es verdad todo lo que me han dicho de
esta botella, puede que haya hecho un
pésimo negocio», se dijo a
sí mismo. «Pero quizá ese
hombre me haya engañado». Lo
primero que hizo fue contar el dinero; la suma
era exacta: cuarenta y nueve dólares en
moneda americana y una pieza de Chile.
«Parece que eso es verdad», se dijo
Keawe. <span lang="en-US">«Veamos otro
punto.»</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Las
calles de aquella parte de la ciudad estaban tan
limpias como las cubiertas de un barco, y aunque
era mediodía, tampoco se veía
ningún pasajero. Keawe puso la botella en
una alcantarilla y se alejó. Dos veces
miró para atrás, y allí
estaba la botella de color lechoso y panza
redonda, en el sitio donde la había
dejado. Miró por tercera vez y
después dobló la esquina; pero
apenas lo había hecho cuando algo le
golpeó el codo, y ¡no era otra cosa
que el largo cuello de la botella! En cuanto a
la redonda panza, estaba bien encajada en el
bolsillo de su chaqueta de piloto.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Parece
que también esto es verdad –dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
siguiente cosa que hizo fue comprar un
sacacorchos en una tienda y retirarse a un sitio
oculto en medio del campo. Una vez allí
intentó sacar el corcho, pero cada vez
que lo intentaba la espiral salía otra
vez y el corcho seguía tan entero como al
empezar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Este
corcho es distinto de todos los demás
–dijo Keawe, e inmediabamente empezó a
temblar y a sudar, porque la botella le daba
miedo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Camino
del puerto, vio una tienda donde un hombre
vendía conchas y mazas de islas salvajes,
viejas imágenes de dioses paganos,
monedas antiguas, pinturas de China y
Japón y todas esas cosas que los
marineros llevan en sus baúles. En
seguida se le ocurrió una idea.
Entró y le ofreció la botella al
dueño por cien dólares. El otro se
rió de él al principio, y le
ofreció cinco; pero, en realidad, la
botella era muy curiosa: ninguna boca humana
había soplado nunca un vidrio como
aquél, ni cabía imaginar unos
colores más bonitos que los que brillaban
bajo su blanco lechoso, ni una sombra más
extraña que la que daba vueltas en su
centro; de manera que, después de
regatear durante un rato a la manera de los de
su profesión, el dueño de la
tienda le compró la botella a Keawe por
sesenta dólares y la colocó en un
estante en el centro del escaparate.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ahora
–dijo Keawe– he vendido por sesenta
dólares lo que compré por
cincuenta o, para ser más exactos, por un
poco menos, porque uno de mis dólares
venía de Chile. En seguida
averiguaré la verdad sobre otro punto.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
que volvió a su barco y, cuando
abrió su baúl, allí estaba
la botella, que había llegado antes que
él.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">En
aquel barco Keawe tenía un
compañero que se llamaba Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Qué
te
sucede –le preguntó Lopaka– que miras el
baúl tan fijamente?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Estaban
solos en el castillo de proa. Keawe le hizo
prometer que guardaría el secreto y se lo
contó todo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
un asunto muy extraño –dijo Lopaka–; y me
temo que vas a tener dificultades con esa
botella. Pero una cosa está muy clara:
puesto que tienes asegurados los problemas,
será mejor que obtengas también
los beneficios. Decide qué es lo que
deseas; da la orden y si resulta tal como
quieres, yo mismo te compraré la botella;
porque a mí me gustaría tener un
velero y dedicarme a comerciar entre las islas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No es eso lo que me interesa
–dijo Keawe–.</span> Quiero una hermosa casa y
un jardín en la costa de Kona, donde
nací; y quiero que brille el sol sobre la
puerta, y que haya flores en el jardín,
cristales en las ventanas, cuadros en las
paredes, y adornos y tapetes de telas muy finas
sobre las mesas; exactamente igual que la casa
donde estuve hoy; sólo que un piso
más alta y con balcones alrededor, como
en el palacio del rey; y que pueda vivir
allí sin preocupaciones de ninguna clase
y divertirme con mis amigos y parientes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Bien
–dijo Lopaka–, volvamos con la botella a Hawaii;
y si todo resulta verdad como tú supones,
te compraré la botella, como ya he dicho,
y pediré una goleta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Quedaron
de acuerdo en esto y antes de que pasara mucho
tiempo el barco regresó a
Honolulú, llevando consigo a Keawe, a
Lopaka y a la botella. Apenas habían
desembarcado cuando encontraron en la playa a un
amigo que inmediatamente empezó a dar el
pésame a Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
sé por qué me estás dando
el pésame –dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Es
posible
que no te hayas enterado –dijo el amigo– de que
tu tío, aquel hombre tan bueno, ha
muerto; y de que tu primo, aquel muchacho tan
bien parecido, se ha ahogado en el mar?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
lo sintió mucho y al ponerse a llorar y a
lamentarse, se olvidó de la botella. Pero
Lopaka estuvo reflexionando y cuando su amigo se
calmó un poco, le habló
así:</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿No
es cierto que tu tío tenía tierras
en Hawaii, en el distrito de Kaü?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
–dijo Keawe–; en Kaü, no: están en
la zona de las montañas, un poco al sur
de Hookena.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Esas
tierras, ¿pasarán a ser tuyas?
–preguntó Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Así
es –dijo Keawe, y empezó otra vez a
llorar la muerte de sus familiares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No –dijo Lopaka–; no te lamentes
ahora.</span> Se me ocurre una cosa. ¿Y
si todo esto fuera obra de la botella? Porque ya
tienes preparado el sitio para hacer la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Si
es así –exclamó Keawe–, la botella
me hace un flaco servicio matando a mis
parientes. Pero puede que sea cierto, porque fue
en un sitio así donde vi la casa con la
imaginación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–La
casa, sin embargo, todavía no está
construida –dijo Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Y
probablemente
no lo estará nunca! –dijo Keawe–, porque
si bien mi tío tenía algo de
café, ava y plátanos, no
será más que lo justo para que yo
viva cómodamente; y el resto de esa
tierra es de lava negra.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="nl-NL">Vayamos al abogado –dijo Lopaka–.</span>
<span lang="en-US">Porque yo sigo pensando lo
mismo.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
hablar con el abogado, se enteraron de que el
tío de Keawe se había hecho
enormemente rico en los últimos tiempos y
que le dejaba dinero en abundancia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Ya
tienes
el dinero para la casa! –exclamó Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Si
está usted pensando en construir una casa
–dijo el abogado–, aquí está la
tarjeta de un arquitecto nuevo del que me
cuentan grandes cosas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Cada
vez
mejor! –exclamó Lopaka–. Está todo
muy claro. Sigamos obedeciendo órdenes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que fueron a ver al arquitecto, que
tenía diferentes proyectos de casas sobre
la mesa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Usted
desea algo fuera de lo corriente –dijo el
arquitecto–. ¿Qué le parece esto?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
le pasó a Keawe uno de los dibujos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
Keawe lo vio, dejó escapar una
exclamación, porque representaba
exactamente lo que él había visto
con la imaginación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Ésta
es
la
casa que quiero», pensó Keawe.
«A pesar de lo poco que me gusta
cómo viene a parar a mis manos,
ésta es la casa, y más vale que
acepte lo bueno junto con lo malo.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que le dijo al arquitecto todo lo que
quería, y cómo deseaba amueblar la
casa, y los cuadros que había que poner
en las paredes y las figuritas para las mesas; y
luego le preguntó sin rodeos
cuánto le llevaría por hacerlo
todo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
arquitecto le hizo muchas preguntas,
cogió una pluma e hizo un cálculo;
y al terminar pidió exactamente la suma
que Keawe había heredado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Lopaka
y Keawe se miraron el uno al otro y asintieron
con la cabeza.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Está
bien
claro,
–pensó Keawe–, que voy a tener esta casa,
tanto si quiero como si no. Viene del diablo y
temo que nada bueno salga de ello; y si de algo
estoy seguro es de que no voy a formular
más deseos mientras siga teniendo esta
botella. Pero de la casa ya no me puedo librar y
más valdrá que acepte lo bueno
junto con lo malo.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que llegó a un acuerdo con el
arquitecto y firmaron un documento. Keawe y
Lopaka se embarcaron otra vez camino de
Australia; porque habían decidido entre
ellos que no intervendrían en absoluto,
dejarían que el arquitecto y el diablo de
la botella construyeran y decoraran aquella casa
como mejor les pareciese.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
viaje fue bueno, aunque Keawe estuvo todo el
tiempo conteniendo la respiración, porque
había jurado que no formularía
más deseos ni recibiría más
favores del diablo. Se había cumplido ya
el plazo cuando regresaron. El arquitecto les
dijo que la casa estaba lista y Keawe y Lopaka
tomaron pasaje en el Hall camino de Kona para
ver la casa y comprobar si todo se había
hecho exactamente de acuerdo con la idea que
Keawe tenía en la cabeza.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
casa se alzaba en la falda del monte y era
visible desde el mar. Por encima, el bosque
seguía subiendo hasta las nubes que
traían la lluvia; por debajo, la lava
negra descendía en riscos donde estaban
enterrados los reyes de antaño. Un
jardín florecía alrededor de la
casa con flores de todos los colores;
había un huerto de papayas a un lado y
otro de árboles del pan en el lado
opuesto; por delante, mirando al mar,
habían plantado el mástil de un
barco con una bandera. En cuanto a la casa, era
de tres pisos, con amplias habitaciones y
balcones muy anchos en los tres. Las ventanas
eran de excelente cristal, tan claro como el
agua y tan brillante como un día soleado.
Muebles de todas clases adornaban las
habitaciones. De las paredes colgaban cuadros
con marcos dorados: pinturas de barcos, de
hombres luchando, de las mujeres más
hermosas y de los sitios más singulares;
no hay en ningún lugar del mundo pinturas
con colores tan brillantes como las que Keawe
encontró colgadas de las paredes de su
casa. En cuanto a los otros objetos de adorno,
eran de extraordinaria calidad; relojes con
carillón y cajas de música,
hombrecillos que movían la cabeza, libros
llenos de ilustraciones, armas muy valiosas de
todos los rincones del mundo, y los rompecabezas
más elegantes para entretener los ocios
de un hombre solitario. Y como nadie
querría vivir en semejantes habitaciones,
tan sólo pasar por ellas y contemplarlas,
los balcones eran tan amplios que un pueblo
entero hubiera podido vivir en ellos sin el
menor agobio; y Keawe no sabía qué
era lo que más le gustaba: si el porche
de atrás, a donde llegaba la brisa
procedente de la tierra y se podían ver
los huertos y las flores, o el balcón
delantero, donde se podía beber el viento
del mar, contemplar la empinada ladera de la
montaña y ver al Hall yendo una vez por
semana aproximadamente entre Hookena y las
colinas de Pele, o las goletas siguiendo la
costa para recoger cargamentos de madera, de ava
y de plátanos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Después
de
verlo todo, Keawe y Lopaka se sentaron en el
porche. –Bien –preguntó Lopaka–,
¿está todo tal como lo
habías planeado?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No hay palabras para expresarlo
–contestó Keawe–.</span> Es mejor de lo
que había soñado y estoy que
reviento de satisfacción.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sólo
queda
una cosa por considerar –dijo Lopaka–; todo esto
puede haber sucedido de manera perfectamente
natural, sin que el diablo de la botella haya
tenido nada que ver. Si comprara la botella y me
quedara sin la goleta, habría puesto la
mano en el fuego para nada. Te di mi palabra, lo
sé: pero creo que no deberías
negarme una prueba más.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">He jurado que no aceptaré
más favores –dijo Keawe–.</span> Creo
que ya estoy sufcientemente comprometido.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
pensaba en un favor –replicó Lopaka–.
Quisiera ver yo mismo al diablo de la botella.
No hay ninguna ventaja en ello y por tanto
tampoco hay nada de qué avergonzarse; sin
embargo, si llego a verlo una vez,
quedaré convencido del todo. Así
que accede a mi deseo y déjame ver al
diablo; el dinero lo tengo aquí mismo y
después de esto te compraré la
botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sólo
hay
una cosa que me da miedo –dijo Keawe–. EI diablo
puede ser una cosa horrible de ver; y si le
pones el ojo encima quizá no tengas ya
ninguna gana de quedarte con la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
una persona de palabra –dijo Lopaka–. Y
aquí dejo el dinero, entre los dos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Muy
bien –replicó Keawe–. Yo también
siento curiosidad. De manera que, vamos a ver:
déjenos mirarlo, señor Diablo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Tan
pronto como lo dijo, el diablo salió de
la botella y volvió a meterse, tan
rápidamente como un lagarto; Keawe y
Lopaka quedaron petrificados. Se hizo
completamente de noche antes de que a cualquiera
de los dos se le ocurriera algo que decir o
hallaran la voz para decirlo: luego Lopaka
empujó el dinero hacia Keawe y
recogió la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
hombre de palabra –dijo–, y bien puedes creerlo,
porque de lo contrario no tocaría esta
botella ni con el pie. Bien, conseguiré
mi goleta y unos dólares para el
bolsillo; luego me desharé de este
demonio tan pronto como pueda. Porque, si tengo
que decirte la verdad, verlo me ha dejado muy
abatido.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Lopaka
–dijo Keawe–, procura no pensar demasiado mal de
mí; sé que es de noche, que los
caminos están mal y que el desfiladero
junto a las tumbas no es un buen sitio para
cruzarlo tan tarde, pero confieso que desde que
he visto el rostro de ese diablo, no
podré comer ni dormir ni rezar hasta que
te lo hayas llevado. Voy a darte una linterna,
una cesta para poner la botella y cualquier
cuadro o adorno de la casa que te guste;
después quiero que marches inmediatamente
y vayas a dormir a Hookena con Nahinu.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Keawe
–dijo Lopaka–, muchos hombres se
enfadarían por una cosa así; sobre
todo después de hacerte un favor tan
grande como es mantener la palabra y comprar la
botella; y en cuanto a ser de noche, a la
oscuridad y al camino junto a las tumbas, todas
esas circunstancias tienen que ser diez veces
más peligrosas para un hombre con
semejante pecado sobre su conciencia y una
botella como ésta bajo el brazo. <span lang="en-US">Pero como yo también estoy
muy asustado, no me siento capaz de acusarte.</span>
Me iré ahora mismo; y le pido a Dios que
seas feliz en tu casa y yo afortunado con mi
goleta, y que los dos vayamos al cielo al final
a pesar del demonio y de su botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que Lopaka bajó de la
montaña; Keawe, por su parte,
salió al balcón delantero; estuvo
escuchando el ruido de las herraduras y vio la
luz de la linterna cuando Lopaka pasaba junto al
risco donde están las tumbas de otras
épocas; durante todo el tiempo Keawe
temblaba, se retorcía las manos y rezaba
por su amigo, dando gracias a Dios por haber
escapado él mismo de aquel peligro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Pero
al día siguiente hizo un tiempo muy
hermoso, y la casa nueva era tan agradable que
Keawe se olvidó de sus terrores. Fueron
pasando los días y Keawe vivía
allí en perpetua alegría. Le
gustaba sentarse en el porche de atrás;
allí comía, reposaba y leía
las historias que contaban los periódicos
de Honolulú; pero cuando llegaba alguien
a verle, entraba en la casa para
enseñarle las habitaciones y los cuadros.
Y la fama de la casa se extendió por
todas partes; la llamaban Ka–Hale Nui –la Casa
Grande– en todo Kona; y a veces la Casa
Resplandeciente, porque Keawe tenía a su
servicio a un chino que se pasaba todo el
día limpiando el polvo y bruñendo
los metales; y el cristal, y los dorados, y las
telas finas y los cuadros brillaban tanto como
una mañana soleada. En cuanto a Keawe
mismo, se le ensanchaba tanto el corazón
con la casa que no podía pasear por las
habitaciones sin ponerse a cantar; y cuando
aparecía algún barco en el mar,
izaba su estandarte en el mástil.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
iba
pasando el tiempo, hasta que un día Keawe
fue a Kailua para visitar a uno de sus amigos.
Le hicieron un gran agasajo, pero él se
marchó lo antes que pudo a la
mañana siguiente y cabalgó muy de
prisa, porque estaba impaciente por ver de nuevo
su hermosa casa; y, además, la noche de
aquel día era la noche en que los muertos
de antaño salen por los alrededores de
Kona; y el haber tenido ya tratos con el demonio
hacía que Keawe tuviera muy pocos deseos
de tropezarse con los muertos. Un poco
más allá de Honaunau, al mirar a
lo lejos, advirtió la presencia de una
mujer que se bañaba a la orilla del mar.
Parecía una muchacha bien desarrollada,
pero Keawe no pensó mucho en ello. Luego
vio ondear su camisa blanca mientras se la
ponía, y después su holoku rojo;
cuando Keawe llegó a su altura, la joven
había terminado de arreglarse y,
alejándose del mar, se había
colocado junto al camino con su holoku rojo; el
baño la había tonificado y los
ojos le brillaban, llenos de amabilidad. Nada
más verla Keawe tiró de las
riendas a su caballo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Creía
conocer
a todo el mundo en esta zona –dijo él–.
¿Cómo es que a ti no te conozco?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
Kokúa, hija de Kiano –respondió la
muchacha–, y acabo de regresar de Oahu. <span lang="de-DE">¿Quién es usted?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="de-DE">Te lo diré dentro de un
poco –dijo Keawe, desmontando del caballo–,
pero no ahora mismo. Porque tengo una idea y
si te dijera quién soy, como es posible
que hayas oído hablar de mí,
quizá al preguntarte no me dieras una
respuesta sincera.</span> Pero antes de nada
dime una cosa: ¿estás casada?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
oír esto, Kokúa se echó a
reír.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Parece
que es usted quien hace todas las preguntas
–dijo ella–. Y usted, ¿está
casado?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No,
Kokúa, desde luego que no –replicó
Keawe–, y nunca he pensado en casarme hasta este
momento. Pero voy a decirte la verdad. Te he
encontrado aquí junto al camino y, al ver
tus ojos que son como estrellas, mi
corazón se ha ido tras de ti tan veloz
como un pájaro. De manera que, si ahora
no quieres saber nada de mí, dilo, y me
iré a mi casa; pero si no te parezco peor
que cualquier otro joven, dilo también, y
me desviaré para pasar la noche en casa
de tu padre y mañana hablaré con
él.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Kokúa
no dijo una palabra, pero miró hacia el
mar y se echó a reír.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Kokúa
–dijo Keawe–, si no dices nada,
consideraré que tu silencio es una
respuesta favorable; asi que pongámonos
en camino hacia la casa de tu padre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Ella
fue delante de él sin decir nada;
sólo de vez en cuando miraba para
atrás y luego volvía a apartar la
vista; y todo el tiempo llevaba en la boca las
cintas del sombrero.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
llegaron a la puerta, Kiano salió a la
veranda y dio la bienvenida a Keawe
llamándolo por su nombre. Al oírlo
la muchacha se le quedó mirando, porque
la fama de la gran casa había llegado a
sus oídos; y no hace falta decir que era
una gran tentación. Pasaron todos juntos
la velada muy alegremente; y la muchacha se
mostró muy descarada en presencia de sus
padres y estuvo burlándose de Keawe
porque tenía un ingenio muy vivo. Al
día siguiente Keawe habló con
Kiano y después tuvo ocasión de
quedarse a solas con la muchacha.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Kokúa
–dijo él–, ayer estuviste
burlándote de mí durante toda la
velada; y todavía estás a tiempo
de despedirme. No quise decirte quién era
porque tengo una casa muy hermosa y temía
que pensaras demasiado en la casa y poco en el
hombre que te ama. Ahora ya lo sabes todo, y si
no quieres volver a verme, dilo cuanto antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
–dijo Kokúa; pero esta vez no se
echó a reír ni Keawe le
preguntó nada más.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
fue
el noviazgo de Keawe; las cosas sucedieron de
prisa; pero aunque una flecha vaya muy veloz y
la bala de un rifle todavía más
rápida, las dos pueden dar en el blanco.
Las cosas habían ido de prisa, pero
también habían ido lejos y el
recuerdo de Keawe llenaba la imaginación
de la muchacha; Kokúa escuchaba su voz al
romperse las olas contra la lava de la playa, y
por aquel joven que sólo había
visto dos veces hubiera dejado padre y madre y
sus islas nativas. En cuanto a Keawe, su caballo
voló por el camino de la montaña
bajo el risco donde estaban las tumbas, y el
sonido de los cascos y la voz de Keawe cantando,
lleno de alegría, despertaban al eco en
las cavernas de los muertos. Cuando llegó
a la Casa Resplandeciente todavía
seguía cantando. Se sentó y
comió en el amplio balcón y el
chino se admiró de que su amo continuara
cantando entre bocado y bocado. El sol se
ocultó tras el mar y llegó la
noche; Keawe estuvo paseándose por los
balcones a la luz de las lámparas en lo
alto de la montaña y sus cantos
sobresaltaban a las tripulaciones de los barcos
que cruzaban por el mar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Aquí
estoy
ahora,
en este sitio mío tan elevado», se
dijo a sí mismo. «La vida no puede
irme mejor; me hallo en lo alto de la
montaña; a mi alrededor, todo lo
demás desciende. Por primera vez
iluminaré todas las habitaciones,
usaré mi bañera con agua caliente
y fría y dormiré solo en el lecho
de la cámara nupcial.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que el criado chino tuvo que levantarse y
encender las calderas; y mientras trabajaba en
el sótano oía a su amo cantando
alegremente en las habitaciones iluminadas.
Cuando el agua empezó a estar caliente el
criado chino se lo advirtió a Keawe con
un grito; Keawe entró en el cuarto de
baño; y el criado chino le oyó
cantar mientras la bañera de
mármol se llenaba de agua; y le
oyó cantar también mientras se
desnudaba; hasta que, de repente, el canto
cesó. El criado chino estuvo escuchando
largo rato; luego alzó la voz para
preguntarle a Keawe si todo iba bien, y Keawe le
respondió: «Sí», y le
mandó que se fuera a la cama; pero ya no
se oyó cantar más en la Casa
Resplandeciente; y durante toda la noche, el
criado chino estuvo oyendo a su amo pasear sin
descanso por los balcones.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Lo
que había ocurrido era esto: mientras
Keawe se desnudaba para bañarse,
descubrió en su cuerpo una mancha
semejante a la sombra del liquen sobre una roca,
y fue entonces cuando dejó de cantar.
Porque había visto otras manchas
parecidas y supo que estaba atacado del Mal
Chino: la lepra.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Es
bien triste para cualquiera padecer esa
enfermedad. Y también sería muy
triste para cualquiera abandonar una casa tan
hermosa y tan cómoda y separarse de todos
sus amigos para ir a la costa norte de Molokai,
entre enormes farallones y rompientes. Pero
¿qué es eso comparado con la
situación de Keawe, que había
encontrado su amor un día antes y lo
había conquistado aquella misma
mañana, y que veía ahora quebrarse
todas sus esperanzas en un momento, como se
quiebra un trozo de cristal?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Estuvo
un rato sentado en el borde de la bañera;
luego se levantó de un salto dejando
escapar un grito y corrió afuera; y
empezó a andar por el balcón, de
un lado a otro, como alguien que está
desesperado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«No
me
importaría dejar Hawaii, el hogar de mis
antepasados», se decía Keawe.
«Sin gran pesar abandonaría mi
casa, la de las muchas ventanas, situada en lo
alto, aquí en las montañas. No me
faltaría valor para ir a Molokai, a
Kalaupapa junto a los farallones, para vivir con
los leprosos y dormir allí lejos de mis
antepasados. Pero ¿qué agravio he
cometido, qué pecado pesa sobre mi alma,
para que haya tenido que encontrar a
Kokúa cuando salía del mar a la
caída de la tarde? ¡Kokúa,
la que me ha robado el alma!
¡Kokúa, la luz de mi vida!
Quizá nunca llegue a casarme con ella,
quizá nunca más vuelva ni a
acariciarla con mano amorosa; ésa es la
razón, Kokúa, ¡por ti me
lamento!»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Tienen
ustedes que fijarse en la clase de hombre que
era Keawe, ya que podría haber vivido
durante años en la Casa Resplandeciente
sin que nadie llegara a sospechar que estaba
enfermo; pero a eso no le daba importancia si
tenía que perder a Kokúa. Hubiera
podido incluso casarse con Kokúa y muchos
lo hubieran hecho, porque tienen alma de cerdo;
pero Keawe amaba a la doncella con amor varonil,
y no estaba dispuesto a causarle ningún
daño ni a exponerla a ningún
peligro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Algo
después de la media noche se
acordó de la botella. Salió al
porche y recordó el día en que el
diablo se había mostrado ante sus ojos; y
aquel pensamiento hizo que se le helara la
sangre en las venas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Esa
botella
es una cosa horrible», pensó Keawe,
«el diablo también es una cosa
horrible, y aún más horrible es la
posibilidad de arder para siempre en las llamas
del infierno. Pero ¿qué otra
posibilidad tengo de llegar a curarme o de
casarme con Kokúa? ¡Cómo!
¿Fui capaz de desafiar al demonio para
conseguir una casa y no voy a enfrentarme con
él para recobrar a Kokúa?»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Entonces
recordó que al día siguiente el
Hall iniciaba su viaje de regreso a
Honolulú. «Primero tengo que ir
allí», pensó, «y ver a
Lopaka. Porque lo mejor que me puede suceder
ahora es que encuentre la botella que tantas
ganas tenía de perder de vista».</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">No
pudo dormir ni un solo momento; también
la comida se le atragantaba; pero mandó
una carta a Kiano, y cuando se acercaba la hora
de la llegada del vapor, se puso en camino y
cruzó por delante del risco donde estaban
las tumbas. Llovía; su caballo avanzaba
con dificultad; Keawe contempló las
negras bocas de las cuevas y envidió a
los muertos que dormían en su interior,
libres ya de dificultades; y recordó
cómo había pasado por allí
al galope el día anterior y se
sintió lleno de asombro. Finalmente
llegó a Hookena y, como de costumbre,
todo el mundo se había reunido para
esperar la llegada del vapor. En el cobertizo
delante del almacén estaban todos
sentados, bromeando y contándose las
novedades; pero Keawe no sentía el menor
deseo de hablar y permaneció en medio de
ellos contemplando la lluvia que caía
sobre las casas, y las olas que estallaban entre
las rocas, mientras los suspiros se acumulaban
en su garganta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Keawe,
el de la Casa Resplandeciente, está muy
abatido –se decían unos a otros.
Así era, en efecto, y no tenía
nada de extraordinario.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
llegó el Hall y la gasolinera lo
llevó a bordo. La parte posterior del
barco estaba llena de haoles (blancos) que
habían ido a visitar el volcán
como tienen por costumbre; en el centro se
amontonaban los kanakas, y en la parte delantera
viajaban toros de Hilo y caballos de Kaü,
pero Keawe se sentó lejos de todos,
hundido en su dolor, con la esperanza de ver
desde el barco la casa de Kiano. Finalmente la
divisó, junto a la orilla, sobre las
rocas negras, a la sombra de las palmeras; cerca
de la puerta se veía un holoku rojo no
mayor que una mosca y que revoloteaba tan
atareado como una mosca. «¡Ah, reina
de mi corazón», exclamó
Keawe para sí, «arriesgaré
mi alma para recobrarte!»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Poco
después, al caer la noche, se encendieron
las luces de las cabinas y los haoles se
reunieron para jugar a las cartas y beber whisky
como tienen por costumbre; pero Keawe estuvo
paseando por cubierta toda la noche. Y todo el
día siguiente, mientras navegaban a
sotavento de Maui y de Molokai, Keawe
seguía dando vueltas de un lado para otro
como un animal salvaje dentro de una jaula.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
caer la tarde pasaron Diamond Head y llegaron al
muelle de Honolulú. Keawe bajó en
seguida a tierra y empezó a preguntar por
Lopaka. Al parecer se había convertido en
propietario de una goleta –no había otra
mejor en las islas–, y se había marchado
muy lejos en busca de aventuras, quizá
hasta Pola–Pola, de manera que no cabía
esperar ayuda por ese lado. Keawe se
acordó de un amigo de Lopaka, un abogado
que vivía en la ciudad (no debo decir su
nombre), y preguntó por él. Le
dijeron que se había hecho rico de
repente y que tenía una casa nueva y muy
hermosa en la orilla de Waikiki; esto dio que
pensar a Keawe, e inmediatamente alquiló
un coche y se dirigió a casa del abogado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
casa era muy nueva y los árboles del
jardín apenas mayores que bastones; el
abogado, cuando salió a recibirle,
parecía un hombre satisfecho de la vida.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Qué puedo hacer
por usted? –dijo el abogado.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Usted
es amigo de Lopaka –replicó Keawe–, y
Lopaka me compró un objeto que
quizá usted pueda ayudarme a localizar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
rostro del abogado se ensombreció.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
voy a fingir que ignoro de qué me habla,
señor Keawe –dijo–, aunque se trata de un
asunto muy desagradable que no conviene remover.
No puedo darle ninguna seguridad, pero me
imagino que si va usted a cierto barrio
quizá consiga averiguar algo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">A
continuación le dio el nombre de una
persona que también en este caso
será mejor no repetir. Esto
sucedió durante varios días, y
Keawe fue conociendo a diferentes personas y
encontrando en todas partes ropas y coches
recién estrenados, y casas nuevas muy
hermosas y hombres muy satisfechos, aunque,
claro está, cuando les explicaba el
motivo de su visita, sus rostros se
ensombrecían.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«No
hay
duda de que estoy en el buen camino»,
pensaba Keawe. «Esos trajes nuevos y esos
coches son otros tantos regalos del demonio de
la botella, y esos rostros satisfechos son los
rostros de personas que han conseguido lo que
deseaban y han podido librarse después de
ese maldito recipiente. Cuando vea mejillas sin
color y oiga suspiros sabré que estoy
cerca de la botella.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Sucedió
que,
finalmente, le recomendaron que fuera a ver a un
haole en Beritania Street. Cuando llegó a
la puerta, alrededor de la hora de la cena,
Keawe se encontró con los típicos
indicios: nueva casa, jardín
recién plantado y luz eléctrica
tras las ventanas; y cuando apareció el
dueño, un escalofrío de esperanza
y de miedo recorrió el cuerpo de Keawe,
porque tenía delante de él a un
hombre joven tan pálido como un
cadáver, con marcadísimas ojeras,
prematuramente calvo y con la expresión
de un hombre en capilla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Tiene
que
estar aquí, no hay duda»,
pensó Keawe, y a aquel hombre no le
ocultó en absoluto cuál era su
verdadero propósito.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–He
venido a comprar la botella –dijo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Al
oír aquellas palabras el joven haole de
Beritania Street tuvo que apoyarse contra la
pared.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡La
botella!
–susurró–. ¡Comprar la botella!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Dio
la impresión de que estaba a punto de
desmayarse y, cogiendo a Keawe por el brazo, lo
llevó a una habitación y
escanció dos vasos de vino.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–A
su salud –dijo Keawe, que había pasado
mucho tiempo con haoles en su época de
marinero–. Sí –añadió–, he
venido a comprar la botella. ¿Cuál
es el precio que tiene ahora?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
oír esto al joven se le escapó el
vaso de entre los dedos y miró a Keawe
como si fuera un fantasma.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">El precio –dijo–. ¡El
precio! ¿No sabe usted cuál es
el precio?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Por eso se lo pregunto
–replicó Keawe–.</span> Pero
¿qué es lo que tanto le preocupa?
¿Qué sucede con el precio?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–La
botella ha disminuido mucho de valor desde que
usted la compró, señor Keawe –dijo
el joven tartamudeando.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Bien,
bien; así tendré que pagar menos
por ella –dijo Keawe–. <span lang="en-US">¿Cuánto
le costó a usted?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
joven estaba tan blanco como el papel.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Dos
centavos –dijo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Cómo?
–exclamó
Keawe–,
¿dos centavos? Entonces, usted
sólo puede venderla por uno. Y el que la
compre... –Keawe no pudo terminar la frase; el
que comprara la botella no podría
venderla nunca y la botella y el diablo se
quedarían con él hasta su muerte,
y cuando muriera se encargarían de
llevarlo a las llamas del infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
joven de Beritania Street se puso de rodillas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Cómprela,
por
el
amor de Dios! –exclamó–. Puede quedarse
también con toda mi fortuna. Estaba loco
cuando la compré a ese precio.
Había malversado fondos en el
almacén donde trabajaba; si no lo
hacía estaba perdido, hubiera acabado en
la cárcel.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Pobre
criarura –dijo Keawe–; fue usted capaz de
arriesgar su alma en una aventura tan
desesperada, para evitar el castigo por su
deshonra, ¿y cree que yo voy a dudar
cuando es el amor lo que tengo delante de
mí? Tráigame la botella y el
cambio que sin duda tiene ya preparado. Es
preciso que me dé la vuelta de estos
cinco centavos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
no se había equivocado; el joven
tenía las cuatro monedas en un
cajón; la botella cambió de manos
y tan pronto como los dedos de Keawe rodearon su
cuello le susurró que deseaba quedar
limpio de la enfermedad. Y, efectivamente,
cuando se desnudó delante de un espejo en
la habitación del hotel, su piel estaba
tan sonrosada como la de un niño. Pero lo
más extraño fue que inmediatamente
se operó una transformación dentro
de él y el Mal Chino le importaba muy
poco y tampoco sentía interés por
Kokúa; no pensaba más que en una
cosa: que estaba ligado al diablo de la botella
para toda la eternidad y no le quedaba otra
esperanza que la de ser para siempre una pavesa
en las llamas del infierno. En cualquier caso,
las veía ya brillar delante de él
con los ojos de la imaginación; su alma
se encogió y la luz se convirtió
en tinieblas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
Keawe se recuperó un poco, se dio cuenta
de que era la noche en que tocaba una orquesta
en el hotel. Bajó a oírla porque
temía quedarse solo; y allí, entre
caras alegres, paseó de un lado para
otro, escuchó las melodías y vio a
Berger llevando el compás; pero todo el
tiempo oía crepitar las llamas y
veía un fuego muy vivo ardiendo en el
pozo sin fondo del infierno. De repente la
orquesta tocó Hiki–ao–ao, una
canción que él había
cantado con Kokúa, y aquellos acordes le
devolvieron el valor.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Ya
está
hecho», pensó, «y una vez
más tendré que aceptar lo bueno
junto con lo malo».</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
regresó a Hawaii en el primer vapor y,
tan pronto como fue posible, se casó con
Kokúa y la llevó a la Casa
Resplandeciente en la ladera de la
montaña.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
los dos estaban juntos, el corazón de
Keawe se tranquilizaba; pero tan pronto como se
quedaba solo empezaba a cavilar sobre su
horrible situación, y oía crepitar
las llamas y veía el fuego abrasador en
el pozo sin fondo. Era cierto que la muchacha se
había entregado a él por completo;
su corazón latía más de
prisa al verlo, y su mano buscaba siempre la de
Keawe; y estaba hecha de tal manera de la cabeza
a los pies que nadie podía verla sin
alegrarse. Kokúa era afable por
naturaleza. De sus labios salían siempre
palabras cariñosas. Le gustaba mucho
cantar, y cuando recorría la Casa
Resplandeciente gorjeando como los
pájaros era ella el objeto más
hermoso que había en los tres pisos.
Keawe la contemplaba y la oía embelesado
y luego iba a esconderse en un rincón y
lloraba y gemía pensando en el precio que
había pagado por ella; después
tenía que secarse los ojos y lavarse la
cara e ir a sentarse con ella en uno de los
balcones, acompañándola en sus
canciones y correspondiendo a sus sonrisas con
el alma llena de angustia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Pero
llegó un día en que Kokúa
empezó a arrastrar los pies y sus
canciones se hicieron menos frecuentes; y ya no
era sólo Keawe el que lloraba a solas,
sino que los dos se retiraban a dos balcones
situados en lados opuestos, con toda la anchura
de la Casa Resplandeciente entre ellos. Keawe
estaban tan hundido en la desesperación
que apenas notó el cambio,
alegrándose tan sólo de tener
más horas de soledad durante las que
cavilar sobre su destino y de no verse condenado
con tanta frecuencia a ocultar un corazón
enfermo bajo una cara sonriente. Pero un
día, andando nor la casa sin hacer ruido,
escuchó sollozos como de un niño y
vio a Kokúa moviendo la cabeza y llorando
como los que están perdidos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Haces
bien lamentándote en esta casa,
Kokúa –dijo Keawe–. Y, sin embargo,
daría media vida para que pudieras ser
feliz.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Feliz!
–exclamó
ella–. Keawe, cuando vivías solo en la
Casa Resplandeciente, toda la gente de la isla
se hacía lenguas de tu felicidad; tu boca
estaba siempre llena de risas y de canciones y
tu rostro resplandecía como la aurora.
Después te casaste con la pobre
Kokúa; y el buen Dios sabrá
qué es lo que le falta, pero desde aquel
día no has vuelto a sonreír.
¿Qué es lo que me pasa?
Creía ser bonita y sabía que amaba
a mi marido. ¿Qué es lo que me
pasa que arrojo esta nube sobre él?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Pobre
Kokúa –dijo Keawe–. Se sentó a su
lado y trató de cogerle la mano; pero
ella la apartó. –Pobre Kokúa –dijo
de nuevo–. ¡Pobre niñita mia!
¡Y yo que creía ahorrarte
sufrimientos durante todo este tiempo! <span lang="en-US">Pero lo sabrás todo.
Así, al menos, te compadecerás
del pobre Keawe; comprenderás lo mucho
que te amaba cuando sepas que prefirió
el infierno a perderte; y lo mucho que
aún te ama, puesto que todavía
es capaz de sonreír al contemplarte.</span>
Y a continuación, le contó toda su
historia desde el principio.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Has hecho eso por
mí?</span> –exclamó
Kokúa–. Entonces, ¡qué me
importa nada! –y, abrazándole, se
echó a llorar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Querida
mía!
–dijo Keawe–; sin embargo, cuando pienso en el
fuego del infierno, ¡a mi sí que me
importa!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No digas eso –respondió
ella–; ningún hombre puede condenarse
por amar a Kokúa si no ha cometido
ninguna otra falta.</span> Desde ahora te
digo, Keawe, que te salvaré con estas
manos o pereceré contigo. <span lang="en-US">¿Has dado tu alma por mi
amor y crees que yo no moriría por
salvarte?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Querida
mía!
Aunque murieras cien veces, ¿cuál
sería la diferencia? –exclamó
él–. Serviría únicamente
para que tuviera que esperar a solas el
día de mi condenación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Tú no sabes nada –dijo
ella–.</span> Yo me eduqué en un
colegio de Honolulú; no soy una chica
corriente. Y desde ahora te digo que
salvaré a mi amante. ¿No me has
hablado de un centavo? ¿Ignoras que no
todos los países tienen dinero americano?
En Inglaterra existe una moneda que vale
alrededor de medio centavo. ¡Qué
lástima! –exclamó en seguida–; eso
no lo hace mucho mejor, porque el que comprara
la botella se condenaría y ¡no
vamos a encontrar a nadie tan valiente como mi
Keawe! Pero también está Francia;
allí tienen una moneda a la que llaman
céntimo y de ésos se necesitan
aproximadamente cinco para poder cambiarlos por
un centavo. <span lang="en-US">No encontraremos
nada mejor.</span> Vámonos a las islas
del Viento; salgamos para Tahití en el
primer barco que zarpe. Allí tendremos
cuatro céntimos, tres céntimos,
dos céntimos y un céntimo: cuatro
posibles ventas y nosotros dos para convencer a
los compradores. <span lang="en-US">¡Vamos,
Keawe mío!</span> Bésame y no te
preocupes más. <span lang="nl-NL">Kokúa
te defenderá.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Regalo
de
Dios! –exclamó Keawe–. ¡No creo que
el Señor me castigue por desear algo tan
bueno! Sea como tú dices; llévame
donde quieras: pongo mi vida y mi
salvación en tus manos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Muy
de mañana al día siguiente
Kokúa estaba ya haciendo sus
preparativos. Buscó el baúl de
marinero de Keawe; primero puso la botella en
una esquina; luego colocó sus mejores
ropas y los adornos más bonitos que
había en la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Porque
–dijo– si no parecemos gente rica,
¿quién va a creer en la botella?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Durante
todo el tiempo de los preparativos estuvo tan
alegre como un pájaro; sólo cuando
miraba en dirección a Keawe los ojos se
le llenaban de lágrimas y tenía
que ir a besarlo. En cuanto a Keawe, se le
había quitado un gran peso de encima;
ahora que alguien compartía su secreto y
había vislumbrado una esperanza
parecía un hombre distinto: caminaba otra
vez con paso ligero y respirar ya no era una
obligación penosa. El terror, sin
embargo, no andaba lejos; y de vez en cuando, de
la misma manera que el viento apaga un cirio, la
esperanza moría dentro de él y
veía otra vez agitarse las llamas y el
fuego abrasador del infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Anunciaron
que
iban a hacer un viaje de placer por los Estados
Unidos: a todo el mundo le pareció una
cosa extraña, pero más
extraña les hubiera parecido la verdad si
hubieran podido adivinarla. De manera que se
trasladaron a Honolulú en el Hall y de
allí a San Francisco en el Umantilla con
muchos haoles; y en San Fraacisco se embarcaron
en el bergantín correo, el Tropic Bird,
camino de Papeete, la ciudad francesa más
importante de las islas del sur. Llegaron
allí, después de un agradable
viaje, cuando los vientos alisios soplaban
suavemente, y vieron los arrecifes en los que
van a estrellarse las olas, y Motuiti con sus
palmeras, y cómo el bergantín se
adentraba en el puerto, y las casas blancas de
la ciudad a lo largo de la orilla entre
árboles verdes, y, por encima, las
montañas y las nubes de Tahití, la
isla prudente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Consideraron
que
lo más conveniente era alquilar una casa,
y eligieron una situada frente a la del
cónsul británico; se trataba de
hacer gran ostentación de dinero y de que
se les viera por todas partes bien provistos de
coches y caballos. Todo esto resultaba
fácil mientras tuvieran la botella en su
poder, porque Kouka era más atrevida que
Keawe y siempre que se le ocurría,
llamaba al diablo para que le proporcionase
veinte o cien dólares. De esta forma
pronto se hicieron notar en la ciudad; y los
extranjeros procedentes de Hawaii, y sus paseos
a caballo y en coche, y los elegantes holokus y
los delicados encajes de Kokúa fueron
tema de muchas conversaciones.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Se
acostumbraron a la lengua de Tahití, que
es en realidad semejante a la de Hawaii, aunque
con cambios en ciertas letras; y en cuanto
estuvieron en condiciones de comunicarse,
trataron de vender la botella. Hay que tener en
cuenta que no era un tema fácil de
abordar; no era fácil convencer a la
gente de que hablaban en serio cuando les
ofrecían por cuatro céntimos una
fuente de salud y de inagotables riquezas. Era
necesario además explicar los peligros de
la botella; y, o bien los posibles compradores
no creían nada en absoluto y se echaban a
reír, o se percataban sobre todo de los
aspectos más sombríos y, adoptando
un aire muy solemne, se alejaban de Keawe y
Kokúa, considerándolos personas en
trato con el demonio. De manera que en lugar de
hacer progresos, los esposos descubrieron al
cabo de poco tiempo que todo el mundo les
evitaba; los niños se alejaban de ellos
corriendo y chillando, cosa que a Kokúa
le resultaba insoportable; los católicos
hacían la señal de la cruz al
pasar a su lado y todos los habitantes de la
isla parecían estar de acuerdo en
rechazar sus proposiciones.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Con
el paso de los días se fueron sintiendo
cada vez más deprimidos. Por la noche,
cuando se sentaban en su nueva casa
después del día agotador, no
intercambiaban una sola palabra y si se
rompía el silencio era porque
Kokúa no podía reprimir más
sus sollozos. Algunas veces rezaban juntos;
otras colocaban la botella en el suelo y se
pasaban la velada contemplando los movimientos
de la sombra en su interior. En tales ocasiones
tenían miedo de irse a descansar. Tardaba
mucho en llegarles el sueño y si uno de
ellos se adormilaba, al despertarse hallaba al
otro llorando silenciosamente en la oscuridad o
descubría que estaba solo, porque el otro
había huido de la casa y de la proximidad
de la botella para pasear bajo los bananos en el
jardín o para vagar por la playa a la luz
de la luna.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
fue
como Kokúa se despertó una noche y
encontró que Keawe se había
marchado. Tocó la cama y el otro lado del
lecho estaba frío. Entonces se
asustó, incorporándose. Un poco de
luz de luna se filtraba entre las persianas.
Había suficiente claridad en la
habitación para distinguir la botella
sobre el suelo. Afuera soplaba el viento y
hacía gemir los grandes árboles de
la avenida mientras las hojas secas
batían en la veranda. En medio de todo
esto Kokúa tomó conciencia de otro
sonido; difícilmente hubiera podido decir
si se trababa de un animal o de un hombre, pero
sí que era tan triste como la muerte y
que le desgarraba el alma. Kokúa se
levantó sin hacer ruido,
entreabrió la puerta y contempló
el jardín iluminado por la luna.
Allí, bajo los bananos, yacía
Keawe con la boca pegada a la tierra y eran sus
labios los que dejaban escapar aquellos gemidos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
primera idea de Kokúa fue ir corriendo a
consolarlo; pero en seguida comprendió
que no debía hacerlo. Keawe se
había comportado ante su esposa como un
hombre valiente; no estaba bien que ella se
inmiscuyera en aquel momento de debilidad. Ante
este pensamiento Kokúa retrocedió,
volviendo otra vez al interior de la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><span lang="en-US">«¡Qué
negligente he sido, Dios mío!»,
pensó.</span> «¡Qué
débil! Es él, y no yo, quien se
enfrenta con la condena eterna; la
maldición recayó sobre su alma y
no sobre la mía. Su preocupación
por mi bien y su amor por una criatura tan poco
digna y tan incapaz de ayudarle son las causas
de que ahora vea tan cerca de sí las
llamas del infierno y hasta huela el humo
mientras yace ahí fuera, iluminado por la
luna y azotado por el viento. ¿Soy tan
torpe que hasta ahora nunca se me ha ocurrido
considerar cuál es mi deber, o
quizá viéndolo he preferido
ignorarlo? Pero ahora, por fin, alzo mi alma en
manos de mi afecto; ahora digo adiós a la
blanca escalinata del paraíso y a los
rostros de mis amigos que están
allí esperando. ¡Amor por amor y
que el mío sea capaz de igualar al de
Keawe! ¡Alma por alma y que la mía
perezca.» Kokúa era una mujer con
gran destreza manual y en seguida estuvo
preparada. Cogió el cambio, los preciosos
céntimos que siempre tenía al
alcance de la mano, porque es una moneda muy
poco usada, y habían ido a aprovisionarse
a una oficina del Gobierno. Cuando Kokúa
avanzaba ya por la avenida, el viento trajo unas
nubes que ocultaron la luna. La ciudad
dormía y la muchacha no sabía
hacia dónde dirigirse hasta que
oyó una tos que salía de debajo de
un árbol.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Buen
hombre –dijo Kokúa–, ¿qué
hace usted aquí solo en una noche tan
fría?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
anciano apenas podía expresarse a causa
de la tos, pero Kokúa logró
enterarse de que era viejo y pobre, y un
extranjero en la isla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Me haría usted un
favor?</span> –dijo Kokúa–. De
extrajero a extranjera y de anciano a muchacha,
¿no querrá usted ayudar a una hija
de Hawaii?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Ah –dijo el anciano–.</span> Ya
veo que eres la bruja de las Ocho Islas y que
también quieres perder mi alma. Pero he
oído hablar de ti y te aseguro que tu
perversidad nada conseguirá contra
mí.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Siéntese
aquí
–le dijo Kokúa–, y déjeme que le
cuente una historia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
le contó la historia de Keawe desde el
principio hasta el fin.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
yo soy su esposa –dijo Kokúa al
terminar–; la esposa que Keawe compró a
cambio de su alma. ¿Qué debo
hacer? Si fuera yo misma a comprar la botella,
no aceptaría. Pero si va usted, se la
dará gustosísimo; me
quedaré aquí esperándole:
usted la comprará por cuatro
céntimos y yo se la volveré a
comprar por tres. ¡Y que el Señor
de fortaleza a una pobre muchacha!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Si
trataras de engañarme –dijo el anciano–,
creo que Dios te mataría.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Sí
que
lo haría! –exclamó Kokúa–.
No le quepa duda. <span lang="en-US">No
podría ser tan malvada. Dios no lo
consentiría.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Dame
los cuatro céntimos y espérame
aquí –dijo el anciano.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Ahora
bien, cuando Kokúa se quedó sola
en la calle, todo su valor desapareció.
El viento rugía entre los árboles
y a ella le parecía que las llamas del
infierno estaban ya a punto de acometerla; las
sombras se agitaban a la luz del farol, y le
parecían las manos engarfiadas de los
mensajeros del maligno. Si hubiera tenido
fuerzas, habría echado a correr y de no
faltarle el aliento habría gritado; pero
fue incapaz de hacer nada y se quedó
temblando en la avenida como una niñita
muy asustada.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
vio al anciano que regresaba trayendo la
botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">He hecho lo que me pediste –dijo
al llegar junto a ella.</span> Tu marido se ha
quedado llorando como un niño;
dormirá en paz el resto de la noche.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
extendió la mano ofreciéndole la
botella a Kokúa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Antes
de dármela –jadeó Kokúa–
aprovéchese también de lo bueno:
pida verse libre de su tos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
muy viejo –replicó el otro–, y estoy
demasiado cerca de la tumba para aceptar favores
del demonio. Pero ¿qué sucede?
¿Por qué no coges la botella? <span lang="en-US">¿Acaso dudas?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¡No, no dudo!</span>
–exclamó Kokúa–. Pero me faltan
las fuerzas. Espere un momento. Es mi mano la
que se resiste y mi carne la que se encoge en
presencia de ese objeto maldito. <span lang="en-US">¡Un momento tan
sólo!</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
anciano miró a Kokúa
afectuosamente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¡Pobre niña –dijo–;
tienes miedo; tu alma te hace dudar.</span>
Bueno, me quedaré yo con ella. Soy viejo
y nunca más conoceré la felicidad
en este mundo, y en cuanto al otro...</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Démela!
–jadeó
Kokúa–. Aquí tiene su dinero.
¿Cree que soy tan vil como para eso? Deme
la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="nl-NL">Que Dios te bendiga, hija
mía –dijo el anciano.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Kokúa
ocultó la botella bajo su holoku, se
despidió del anciano y echó a
andar por la avenida sin preocuparse de saber en
qué dirección. Porque ahora todos
los caminos daban lo mismo; todos la llevaban
igualmente al infierno. Unas veces iba andando y
otras corría; unas veces gritaba y otras
se tumbaba en el polvo junto al camino y
lloraba. Todo lo que había oído
sobre el infierno le volvía ahora a la
imaginación; contemplaba el brillo de las
llamas, se asfixiaba con el acre olor del humo y
sentía deshacerse su carne sobre los
carbones encendidos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Poco
antes del amanecer consiguió serenarse y
volver a casa. Keawe dormía igual que un
niño, tal como el anciano le había
asegurado. Kokúa se detuvo a contemplar
su rostro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ahora,
esposo mío –dijo–, te toca a ti dormir.
Cuando despiertes podrás cantar y
reír. Pero la pobre Kokúa, que
nunca quiso hacer mal a nadie, no volverá
a dormir tranquila, ni a cantar, ni a
divertirse.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Después
Kokúa se tumbó en la cama al lado
de Keawe y su dolor era tan grande que
cayó al instante en un sopor
profundísimo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Su
esposo se despertó ya avanzada la
mañana y le dio la buena noticia. Era
como si la alegría lo hubiera
trastornado, porque no se dio cuenta de la
aflicción de Kokúa, a pesar de lo
mal que ella la disimulaba. Aunque las palabras
se le atragantaran, no tenía importancia;
Keawe se encargaba de decirlo todo. A la hora de
comer no probó bocado, pero
¿quién iba a darse cuenta?, porque
Keawe no dejó nada en su plato.
Kokúa lo veía y le oía como
si se tratara de un mal sueño;
había veces en que se olvidaba o dudaba y
se llevaba las manos a la frente; porque saberse
condenada y escuchar a su marido hablando sin
parar de aquella manera le resultaba demasiado
monstruoso.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Mientras
tanto, Keawe comía y charlaba,
hacía planes para su regreso a Hawaii, le
daba las gracias a Kokúa por haberlo
salvado, la acariciaba y le decía que en
realidad el milagro era obra suya. Luego Keawe
em pezó a reírse del viejo que
había sido lo suficientemente
estúpido como para comprar la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Parecía
un
anciano respetable –dijo Keawe– Pero no se puede
juzgar por las apariencias, porque ¿para
qué necesitaría la botella ese
viejo réprobo?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Esposo
mío –dijo Kokúa humildemente–, su
intención puede haber sido buena.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
se echó a reír muy enfadado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Tonterías!
–exclamó
acto
seguido–. Un viejo pícaro, te lo digo yo;
y estúpido por añadidura. Ya era
bien difícil vender la botella por cuatro
céntimos, pero por tres será
completamente imposible. Apenas queda margen y
todo el asunto empieza a oler a chamusquina...
–dijo Keawe, estremeciéndose–. Es cierto
que yo la compré por un centavo cuando no
sabía que hubiera monedas de menos valor.
Pero es absurdo hacer una cosa así; nunca
aparecerá otro que haga lo mismo, y la
persona que tenga ahora esa botella se la
llevará consigo a la tumba.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿No
es una cosa terrible, esposo mío –dijo
Kokúa–, que la salvación propia
signifique la condenación eterna de otra
persona? <span lang="en-US">Creo que yo no
podría tomarlo a broma.</span> Creo que
me sentiría abatido y lleno de
melancolía. Rezaría por el nuevo
dueño de la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
se enfadó aún más al darse
cuenta de la verdad que encerraban las palabras
de Kokúa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Tonterías!
–exclamó–.
Puedes
sentirte llena de melancolía si
así lo deseas. Pero no me parece que sea
ésa la actitud lógica de una buena
esposa. Si pensaras un poco en mí,
tendría que darte vergüenza.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
salió y Kokúa se quedó
sola.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">¿Qué
posibilidades
tenía
ella de vender la botella por dos
céntimos? Kokúa se daba cuenta de
que no tenía ninguna. Y en el caso de que
tuviera alguna, ahí estaba su marido
empeñado en devolverla a toda prisa a un
país donde no había ninguna moneda
inferior al centavo. Y ahí estaba su
marido abandonándola y
recriminándola a la mañana
siguiente después de su sacrificio.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Ni
siquiera trató de aprovechar el tiempo
que pudiera quedarle: se limitó a
quedarse en casa, y unas veces sacaba la botella
y la contemplaba con indecible horror y otras
volvía a esconderla llena de
aborrecimiento.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">A
la larga Keawe terminó por volver y la
invitó a dar un paseo en coche.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Estoy
enferma esposo mío –dijo ella–. No tengo
ganas de nada. Perdóname, pero no me
divertiría.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Esto
hizo que Keawe se enfadara todavía
más con ella, porque creía que le
entristecía el destino del anciano, y
consigo mismo, porque pensaba que Kokúa
tenía razón y se avergonzaba de
ser tan feliz.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Eso
es
lo que piensas de verdad –exclamó–, y
ése es el afecto que me tienes! Tu marido
acaba de verse a salvo de la condenación
eterna a la que se arriesgó por tu amor y
tú no tienes ganas de nada! Kokúa,
tu corazón es un corazón desleal.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
volvió a marcharse muy furioso y estuvo
vagabundeando todo el día por la ciudad.
Se encontró con unos amigos y estuvieron
bebiendo juntos; luego alquilaron un coche para
ir al campo y allí siguieron bebiendo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Uno
de los que bebían con Keawe era un brutal
haole ya viejo que había sido
contramaestre de un ballenero y también
prófugo, buscador de oro y presidiario en
varias cárceles. Era un hombre rastrero;
le gustaba beber y ver borrachos a los
demás; y se empeñaba en que Keawe
tomara una copa tras otra. Muy pronto, a ninguno
de ellos le quedaba más dinero.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Eh,
tú!
–dijo el contramaestre–, siempre estás
diciendo que eres rico. Que tienes una botella o
alguna tontería parecida.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sí
–dijo
Keawe–, soy rico; volveré a la ciudad y
le pediré algo de dinero a mi mujer, que
es la que lo guarda.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ése
no
es un buen sistema, compañero –dijo el
contramaestre–. Nunca confíes tu dinero a
una mujer. Son todas tan falsas como Judas; no
la pierdas de vista.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Aquellas
palabras impresionaron mucho a Keawe porque la
bebida le había enturbiado el cerebro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«No
me
extrañaría que fuera falsa»,
pensó. «¿Por qué
tendría que entristecerle tanto mi
liberación? Pero voy a demostrarle que a
mí no se me engaña tan
fácilmente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
pillaré in fraganti.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que cuando regresaron a la ciudad, Keawe
le pidió al contramaestre que le esperara
en la esquina, junto a la cárcel vieja, y
él siguió solo por la avenida
hasta la puerta de su casa. Era otra vez de
noche; dentro había una luz, pero no se
oía ningún ruido. Keawe dio la
vuelta a la casa, abrió con mucho cuidado
la puerta de atrás y miró dentro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Kokúa
estaba sentada en el suelo con la lámpara
a su lado; delante había una botella de
color lechoso, con una panza muy redonda y un
cuello muy largo; y mientras la contemplaba,
Kokúa se retorcía las manos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
se quedó mucho tiempo en la puerta,
mirando. Al principio fue incapaz de reaccionar;
luego tuvo miedo de que la venta no hubiera sido
válida y de que la botella hubiera vuelto
a sus manos como le sucediera en San Francisco;
y al pensar en esto notó que se le
doblaban las rodillas y los vapores del vino se
esfumaron de su cabeza como la neblina
desaparece de un río con los primeros
rayos del sol. Después se le
ocurrió otra idea. Era una idea muy
extraña e hizo que le ardieran las
mejillas. «Tengo que asegurarme de
esto», pensó.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que cerró la puerta, dio la vuelta
a la casa y entró de nuevo haciendo mucho
ruido, como si acabara de llegar. Pero cuando
abrió la puerta principal ya no se
veía la botella por ninguna parte; y
Kokúa estaba sentada en una silla y se
sobresaltó como alguien que se despierta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">He estado bebiendo y
divirtiéndome todo el día –dijo
Keawe–. He encontrado unos camaradas muy
simpáticos y vengo sólo por
más dinero para seguir bebiendo y
corriéndonos la gran juerga.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Tanto
su rostro como su voz eran tan severos como los
de un juez, pero Kokúa estaba demasiado
preocupada para darse cuenta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Haces
muy bien en usar de tu dinero, esposo mío
–dijo ella con voz temblorosa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ya
sé que hago bien en todo –dijo Keawe,
yendo directamente hacia el baúl y
cogiendo el dinero. También miró
detrás, en el rincón donde
guardaba la botella, pero la botella no estaba
allí.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Entonces
el baúl empezó a moverse como un
alga marina y la casa a dilatarse como una
espiral de humo, porque Keawe comprendió
que estaba perdido, y que no le quedaba ninguna
escapatoria. «Es lo que me
temía», pensó. «Es
ella la que ha comprado la botella.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
se recobró un poco, alzándose de
nuevo; pero el sudor le corría por la
cara tan abundante como si se tratara de gotas
de lluvia y tan frío como si fuera agua
de pozo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Kokúa –dijo Keawe–, esta
mañana me he enfadado contigo sin
razón alguna.</span> Ahora voy otra vez
a divertirme con mis compañeros
–añadió, riendo sin mucho
entusiasmo–. Pero sé que lo pasaré
mejor si me perdonas antes de marcharme.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Un
momento después Kokúa estaba
agarrada a sus rodillas y se las besaba mientras
ríos de lágrimas corrían
por sus mejillas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Sólo
quería
que me dijeras una palabra amable!
–exclamó ella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ojalá
nunca
volvamos a pensar mal el uno del otro –dijo
Keawe; acto seguido volvió a marcharse.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
no había cogido más dinero que
parte de la provisión de monedas de un
céntimo que consiguieran nada más
llegar. Sabía muy bien que no
tenía ningún deseo de seguir
bebiendo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Puesto
que su mujer había dado su alma por
él, Keawe tenía ahora que dar la
suya por Kokúa; no era posible pensar en
otra cosa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">En
la esquina, junto a la cárcel vieja, le
esperaba el contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Mi
mujer tiene la botella –dijo Keawe–, y si no me
ayudas a recuperarla, se habrán acabado
el dinero y la bebida por esta noche.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿No
querrás
decirme que esa historia de la botella va en
serio? –exclamó el contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Pongámonos bajo el farol
–dijo Keawe–.</span> ¿Tengo aspecto de
estar bromeando?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Debe
de ser cierto –dijo el contramaestre–, porque
estás tan serio como si vinieras de un
entierro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Escúchame,
entonces
–dijo
Keawe–; aquí tienes dos céntimos;
entra en la casa y ofréceselos a mi mujer
por la botella, y (si no estoy equivocado) te la
entregará inmediatamente. Traémela
aquí y yo te la volveré a comprar
por un céntimo; porque tal es la ley con
esa botella: es preciso venderla por una suma
inferior a la de la compra. Pero en cualquier
caso no le digas una palabra de que soy yo quien
te envía.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Compañero,
¿no
te estarás burlando de mí?, –quiso
saber el contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Nada
malo te sucedería aunque fuera así
–respondió Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Tienes
razón, compañero –dijo el
contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
si dudas de mí –añadió
Keawe– puedes hacer la prueba. Tan pronto como
salgas de la casa, no tienes más que
desear que se te llene el bolsillo de dinero, o
una botella del mejor ron o cualquier otra cosa
que se te ocurra y comprobarás en seguida
el poder de la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Muy
bien, kanaka –dijo el contramaestre–.
Haré la prueba; pero si te estás
divirtiendo a costa mía, te aseguro que
yo me divertiré después a la tuya
con una barra de hierro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que el ballenero se alejó por la
avenida; y Keawe se quedó
esperándolo. Era muy cerca del sitio
donde Kokúa había esperado la
noche anterior; pero Keawe estaba más
decidido y no tuvo un solo momento de
vacilación; sólo su alma estaba
llena del amargor de la desesperación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Le
pareció que llevaba ya mucho rato
esperando cuando oyó que alguien se
acercaba, cantando por la avenida todavía
a oscuras. Reconoció en seguida la voz
del contramaestre; pero era extraño que
repentinamente diera la impresión de
estar mucho más borracho que antes. El
contramaestre en persona apareció poco
después, tambaleándose, bajo la
luz del farol. Llevaba la botella del diablo
dentro de la chaqueta y otra botella en la mano;
y aún tuvo tiempo de llevársela a
la boca y echar un trago mientras cruzaba el
círculo iluminado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ya
veo que la has conseguido –dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Quietas
las
manos! –gritó el contramaestre, dando un
salto hacia atrás–. Si te acercas un paso
más te parto la boca. Creías que
ibas a poder utilizarme, ¿no es cierto?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Qué
significa
esto? –exclamó Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Qué
significa?
–repitió
el contramaestre–. Que esta botella es una cosa
extraordiaria, ya lo creo que sí; eso es
lo que significa. Cómo la he conseguido
por dos céntimos es algo que no
sabría explicar; pero sí estoy
seguro de que no te la voy a dar por uno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Quieres
decir
que no la vendes? –jadeó Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Claro
que
no! –exclamó el contramaestre–. Pero te
dejaré echar un trago de ron, si quieres.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Has
de saber –dijo Keawe– que el hombre que tiene
esa botella terminará en el infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Calculo
que voy a ir a parar allí de todas formas
–replicó el marinero–; y esta botella es
la mejor compañía que he
encontrado para ese viaje. ¡No,
señor! –exclamó de nuevo–; esta
botella es mía ahora y ya puedes ir
buscándote otra.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Es posible que sea verdad
todo esto? –exdamó Keawe–.</span>
¡Por tu propio bien, te lo ruego,
véndemela!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
me importa nada lo que digas –replicó el
contramaestre–. Me tomaste por tonto y ya ves
que no lo soy; eso es todo. Si no quieres un
trago de ron me lo tomaré yo. ¡A tu
salud y que pases buena noche!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
acto seguido continuó andando, camino de
la ciudad; y con él también la
botella desaparece de esta historia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Pero
Keawe corrió a reunirse con Kokúa
con la velocidad del viento; y grande fue su
alegría aquella noche; y grande, desde
entonces, ha sido la paz que colma todos sus
días en la Casa Resplandeciente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Apia, Upolu, Islas de Samoa, 1889.Había
un hombre en la isla de Hawaii al que
llamaré Keawe; porque la verdad es que
aún vive y que su nombre debe permanecer
secreto; pero su lugar de nacimiento no estaba
lejos de Honaunau, donde los huesos de Keawe el
Grande yacen escondidos en una cueva. Este
hombre era pobre, valiente y activo; leía
y escribía tan bien como un maestro de
escuela; además era un marinero de
primera clase que había trabajado durante
algún tiempo en los vapores de la isla y
pilotado un ballenero en la costa de Hamakua.
Finalmente, a Keawe se le ocurrió que le
gustaría ver el gran mundo y las ciudades
extranjeras y se embarcó con rumbo a San
Francisco.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">San
Francisco es una hermosa ciudad, con un
excelente puerto y muchas personas adineradas;
y, más en concreto, existe en esa ciudad
una colina que está cubierta de palacios.
Un día, Keawe se paseaba por esta colina
con mucho dinero en el bolsillo, contemplando
con evidente placer las elegantes casas que se
alzaban a ambos lados de la calle.
«¡Qué casas tan
buenas!», iba pensando, «y
¡qué felices deben de ser las
personas que viven en ellas, que no necesitan
preocuparse del mañana!».
Seguía aún reflexionando sobre
esto cuando llegó a la altura de una casa
más pequeña que algunas de las
otras, pero muy bien acabada y tan bonita como
un juguete; los escalones de la entrada
brillaban como plata, los bordes del
jardín florecían como guirnaldas y
las ventanas resplandecían como
diamantes. Keawe se detuvo,
maravillándose de la excelencia de todo.
Al pararse, se dio cuenta de que un hombre le
estaba mirando a través de una ventana
tan transparente que Keawe lo veía como
se ve a un pez en una cala junto a los
arrecifes. Era un hombre maduro, calvo y de
barba negra; su rostro tenía una
expresión pesarosa y suspiraba
amargamente. Lo cierto es que mientras Keawe
contemplaba al hombre y el hombre observaba a
Keawe, cada uno de ellos envidiaba al otro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
repente, el hombre sonrió moviendo la
cabeza, hizo un gesto a Keawe para que entrara y
se reunió con él en la puerta de
la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
muy hermosa esta casa mía –dijo el
hombre, suspirando amargamente–. ¿No le
gustaría ver las habitaciones?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
así fue como Keawe recorrió con
él la casa, desde el sótano hasta
el tejado; todo lo que había en ella era
perfecto en su estilo y Keawe manifestó
su gran admiración.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Esta
casa –dijo Keawe– es en verdad muy hermosa; si
yo viviera en otra parecida, me pasaría
el día riendo. ¿Cómo es
posible, entonces, que no haga usted más
que suspirar?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
hay ninguna razón –dijo el hombre–, para
que no tenga una casa en todo semejante a
ésta, y aún más hermosa, si
así lo desea. Posee usted algún
dinero, ¿no es cierto?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Tengo
cincuenta dólares –dijo Keawe–, pero una
casa como ésta costará más
de cincuenta dólares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
hombre hizo un cálculo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Siento
que no tenga más –dijo–, porque eso
podría causarle problemas en el futuro,
pero será suya por cincuenta
dólares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿La casa? –preguntó
Keawe.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No,
la casa no –replicó el hombre–; la
botella. Porque debo decirle que aunque le
parezca una persona muy rica y afortunada, todo
lo que poseo, y esta casa misma y el
jardín, proceden de una botella en la que
no cabe mucho más de una pinta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
abriendo un mueble cerrado con llave,
sacó una botella de panza redonda con un
cuello muy largo; el cristal era de un color
blanco como el de la leche, con cambiantes
destellos irisados en su textura. En el interior
había algo que se movía
confusamente, algo así como una sombra y
un fuego.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ésta
es la botella –dijo el hombre; y, cuando Keawe
se echó a reír,
añadió–: ¿No me cree? <span lang="en-US">Pruebe usted mismo.</span> Trate
de romperla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que Keawe cogió la botella y la
estuvo tirando contra el suelo hasta que se
cansó; porque rebotaba como una pelota y
nada le sucedía.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
una cosa bien extraña –dijo Keawe–,
porque tanto por su aspecto como al tacto se
diría que es de cristal.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
de cristal –replicó el hombre, suspirando
más hondamente que nunca–, pero de un
cristal templado en las llamas del infierno. Un
diablo vive en ella y la sombra que vemos
moverse es la suya, al menos lo creo yo. Cuando
un hombre compra esta botella, el diablo se pone
a su servicio; todo lo que esa persona desee,
amor, fama, dinero, casas como ésta o una
ciudad como San Francisco, será suyo con
sólo pedirlo. Napoleón tuvo esta
botella, y gracias a su virtud llegó a
ser el rey del mundo; pero la vendió al
final y fracasó. El capitán Cook
también la tuvo, y por ella
descubrió tantas islas; pero
también él la vendió, y por
eso lo asesinaron en Hawaii. Porque al vender la
botella desaparecen el poder y la
protección; y a no ser que un hombre
esté contento con lo que tiene, acaba por
sucederle algo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
sin embargo, ¿habla usted de venderla?
–dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Tengo
todo lo que quiero y me estoy haciendo viejo
–respondió el hombre–. Hay una cosa que
el diablo de la botella no puede hacer... y es
prolongar la vida; y, no sería justo
ocultárselo a usted, la botella tiene un
inconveniente; porque si un hombre muere antes
de venderla, arderá para siempre en el
infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sí
que
es un inconveniente, no cabe duda
–exclamó Keawe–. Y no quisiera verme
mezclado en ese asunto. No me importa demasiado
tener una casa, gracias a Dios; pero hay una
cosa que sí me importa muchísimo,
y es condenarme.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
vaya usted tan de prisa, amigo mío
–contestó el hombre–. Todo lo que tiene
que hacer es usar el poder de la botella con
moderación, venderla después a
alguna persona como estoy haciendo yo ahora y
terminar su vida cómodamente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Pues yo observo dos cosas –dijo
Keawe–.</span> Una es que se pasa usted todo
el tiempo suspirando como una doncella
enamorada; y la otra que vende usted la botella
demasiado barata.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ya
le he explicado por qué suspiro –dijo el
hombre–. Temo que mi salud esté
empeorando; y, como ha dicho usted mismo, morir
e irse al infierno es una desgracia para
cualquiera. En cuanto a venderla tan barara,
tengo que explicarle una peculiaridad que tiene
esta botella. Hace mucho tiempo, cuando
Satanás la trajo a la tierra, era
extraordinariamente cara, y fue el Preste Juan
el primero que la compró por muchos
millones de dólares; pero sólo
puede venderse si se pierde dinero en la
transacción. Si se vende por lo mismo que
se ha pagado por ella, vuelve al anterior
propietario como si se tratara de una paloma
mensajera. De ahí se sigue que el precio
haya ido disminuyendo con el paso de los siglos
y que ahora la botella resulte francamente
barata. Yo se la compré a uno de los
ricos propietarios que viven en esta colina y
sólo pagué noventa dólares.
Podría venderla hasta por ochenta y nueve
dólares y noventa centavos, pero ni un
céntimo más; de lo contrario la
botella volvería a mí. Ahora bien,
esto trae consigo dos problemas. Primero, que
cuando se ofrece una botella tan singular por
ochenta dólares y pico, la gente supone
que uno está bromeando. Y segundo... ,
pero como eso no corre prisa que lo sepa, no
hace falta que se lo explique ahora. Recuerde
tan sólo que tiene que venderla por
moneda acuñada.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Cómo
sé
que todo eso es verdad? –preguntó Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Hay
algo que puede usted comprobar inmediatamente
–replicó el otro–. Deme sus cincuenta
dólares, coja la botella y pida que los
cincuenta dólares vuelvan a su bolsillo.
Si no sucede así, le doy mi palabra de
honor de que consideraré inválido
el trato y le devolveré el dinero.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿No me ésta
engañando? –dijo Keawe.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
hombre confirmó sus palabras con un
solemne juramento.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Bueno; me arriesgaré a eso
–dijo Keawe–, porque no me puede pasar nada
malo.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Acto
seguido le dio su dinero al hombre y el hombre
le pasó la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Diablo
de la botella –dijo Keawe–, quiero recobrar mis
cincuenta dólares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y,
efectivamente, apenas había terminado la
frase, cuando su bolsillo pesaba ya lo mismo que
antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
hay duda de que es una botella maravillosa –dijo
Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
ahora muy buenos días, mi querido amigo,
¡y que el diablo le acompañe! –dijo
el hombre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Un momento –dijo Keawe–, yo ya me
he divertido bastante.</span> Tenga su
botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–La
ha comprado usted por menos de lo que yo
pagué –replicó el hombre,
frotándose las manos–. La botella es
completamente suya; y, por mi parte, lo
único que deseo es perderlo de vista
cuanto antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Con
lo que llamó a su criado chino e hizo que
acompañara a Keawe hasta la puerta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
Keawe se encontró en la calle con la
botella bajo el brazo, empezó a pensar.
«Si es verdad todo lo que me han dicho de
esta botella, puede que haya hecho un
pésimo negocio», se dijo a
sí mismo. «Pero quizá ese
hombre me haya engañado». Lo
primero que hizo fue contar el dinero; la suma
era exacta: cuarenta y nueve dólares en
moneda americana y una pieza de Chile.
«Parece que eso es verdad», se dijo
Keawe. <span lang="en-US">«Veamos otro
punto.»</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Las
calles de aquella parte de la ciudad estaban tan
limpias como las cubiertas de un barco, y aunque
era mediodía, tampoco se veía
ningún pasajero. Keawe puso la botella en
una alcantarilla y se alejó. Dos veces
miró para atrás, y allí
estaba la botella de color lechoso y panza
redonda, en el sitio donde la había
dejado. Miró por tercera vez y
después dobló la esquina; pero
apenas lo había hecho cuando algo le
golpeó el codo, y ¡no era otra cosa
que el largo cuello de la botella! En cuanto a
la redonda panza, estaba bien encajada en el
bolsillo de su chaqueta de piloto.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Parece
que también esto es verdad –dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
siguiente cosa que hizo fue comprar un
sacacorchos en una tienda y retirarse a un sitio
oculto en medio del campo. Una vez allí
intentó sacar el corcho, pero cada vez
que lo intentaba la espiral salía otra
vez y el corcho seguía tan entero como al
empezar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Este
corcho es distinto de todos los demás
–dijo Keawe, e inmediabamente empezó a
temblar y a sudar, porque la botella le daba
miedo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Camino
del puerto, vio una tienda donde un hombre
vendía conchas y mazas de islas salvajes,
viejas imágenes de dioses paganos,
monedas antiguas, pinturas de China y
Japón y todas esas cosas que los
marineros llevan en sus baúles. En
seguida se le ocurrió una idea.
Entró y le ofreció la botella al
dueño por cien dólares. El otro se
rió de él al principio, y le
ofreció cinco; pero, en realidad, la
botella era muy curiosa: ninguna boca humana
había soplado nunca un vidrio como
aquél, ni cabía imaginar unos
colores más bonitos que los que brillaban
bajo su blanco lechoso, ni una sombra más
extraña que la que daba vueltas en su
centro; de manera que, después de
regatear durante un rato a la manera de los de
su profesión, el dueño de la
tienda le compró la botella a Keawe por
sesenta dólares y la colocó en un
estante en el centro del escaparate.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ahora
–dijo Keawe– he vendido por sesenta
dólares lo que compré por
cincuenta o, para ser más exactos, por un
poco menos, porque uno de mis dólares
venía de Chile. En seguida
averiguaré la verdad sobre otro punto.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
que volvió a su barco y, cuando
abrió su baúl, allí estaba
la botella, que había llegado antes que
él.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">En
aquel barco Keawe tenía un
compañero que se llamaba Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Qué
te
sucede –le preguntó Lopaka– que miras el
baúl tan fijamente?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Estaban
solos en el castillo de proa. Keawe le hizo
prometer que guardaría el secreto y se lo
contó todo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Es
un asunto muy extraño –dijo Lopaka–; y me
temo que vas a tener dificultades con esa
botella. Pero una cosa está muy clara:
puesto que tienes asegurados los problemas,
será mejor que obtengas también
los beneficios. Decide qué es lo que
deseas; da la orden y si resulta tal como
quieres, yo mismo te compraré la botella;
porque a mí me gustaría tener un
velero y dedicarme a comerciar entre las islas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No es eso lo que me interesa
–dijo Keawe–.</span> Quiero una hermosa casa y
un jardín en la costa de Kona, donde
nací; y quiero que brille el sol sobre la
puerta, y que haya flores en el jardín,
cristales en las ventanas, cuadros en las
paredes, y adornos y tapetes de telas muy finas
sobre las mesas; exactamente igual que la casa
donde estuve hoy; sólo que un piso
más alta y con balcones alrededor, como
en el palacio del rey; y que pueda vivir
allí sin preocupaciones de ninguna clase
y divertirme con mis amigos y parientes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Bien
–dijo Lopaka–, volvamos con la botella a Hawaii;
y si todo resulta verdad como tú supones,
te compraré la botella, como ya he dicho,
y pediré una goleta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Quedaron
de acuerdo en esto y antes de que pasara mucho
tiempo el barco regresó a
Honolulú, llevando consigo a Keawe, a
Lopaka y a la botella. Apenas habían
desembarcado cuando encontraron en la playa a un
amigo que inmediatamente empezó a dar el
pésame a Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
sé por qué me estás dando
el pésame –dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Es
posible
que no te hayas enterado –dijo el amigo– de que
tu tío, aquel hombre tan bueno, ha
muerto; y de que tu primo, aquel muchacho tan
bien parecido, se ha ahogado en el mar?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
lo sintió mucho y al ponerse a llorar y a
lamentarse, se olvidó de la botella. Pero
Lopaka estuvo reflexionando y cuando su amigo se
calmó un poco, le habló
así:</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿No
es cierto que tu tío tenía tierras
en Hawaii, en el distrito de Kaü?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
–dijo Keawe–; en Kaü, no: están en
la zona de las montañas, un poco al sur
de Hookena.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Esas
tierras, ¿pasarán a ser tuyas?
–preguntó Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Así
es –dijo Keawe, y empezó otra vez a
llorar la muerte de sus familiares.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No –dijo Lopaka–; no te lamentes
ahora.</span> Se me ocurre una cosa. ¿Y
si todo esto fuera obra de la botella? Porque ya
tienes preparado el sitio para hacer la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Si
es así –exclamó Keawe–, la botella
me hace un flaco servicio matando a mis
parientes. Pero puede que sea cierto, porque fue
en un sitio así donde vi la casa con la
imaginación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–La
casa, sin embargo, todavía no está
construida –dijo Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Y
probablemente
no lo estará nunca! –dijo Keawe–, porque
si bien mi tío tenía algo de
café, ava y plátanos, no
será más que lo justo para que yo
viva cómodamente; y el resto de esa
tierra es de lava negra.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="nl-NL">Vayamos al abogado –dijo Lopaka–.</span>
<span lang="en-US">Porque yo sigo pensando lo
mismo.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
hablar con el abogado, se enteraron de que el
tío de Keawe se había hecho
enormemente rico en los últimos tiempos y
que le dejaba dinero en abundancia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Ya
tienes
el dinero para la casa! –exclamó Lopaka.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Si
está usted pensando en construir una casa
–dijo el abogado–, aquí está la
tarjeta de un arquitecto nuevo del que me
cuentan grandes cosas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Cada
vez
mejor! –exclamó Lopaka–. Está todo
muy claro. Sigamos obedeciendo órdenes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que fueron a ver al arquitecto, que
tenía diferentes proyectos de casas sobre
la mesa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Usted
desea algo fuera de lo corriente –dijo el
arquitecto–. ¿Qué le parece esto?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
le pasó a Keawe uno de los dibujos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
Keawe lo vio, dejó escapar una
exclamación, porque representaba
exactamente lo que él había visto
con la imaginación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Ésta
es
la
casa que quiero», pensó Keawe.
«A pesar de lo poco que me gusta
cómo viene a parar a mis manos,
ésta es la casa, y más vale que
acepte lo bueno junto con lo malo.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que le dijo al arquitecto todo lo que
quería, y cómo deseaba amueblar la
casa, y los cuadros que había que poner
en las paredes y las figuritas para las mesas; y
luego le preguntó sin rodeos
cuánto le llevaría por hacerlo
todo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
arquitecto le hizo muchas preguntas,
cogió una pluma e hizo un cálculo;
y al terminar pidió exactamente la suma
que Keawe había heredado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Lopaka
y Keawe se miraron el uno al otro y asintieron
con la cabeza.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Está
bien
claro,
–pensó Keawe–, que voy a tener esta casa,
tanto si quiero como si no. Viene del diablo y
temo que nada bueno salga de ello; y si de algo
estoy seguro es de que no voy a formular
más deseos mientras siga teniendo esta
botella. Pero de la casa ya no me puedo librar y
más valdrá que acepte lo bueno
junto con lo malo.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que llegó a un acuerdo con el
arquitecto y firmaron un documento. Keawe y
Lopaka se embarcaron otra vez camino de
Australia; porque habían decidido entre
ellos que no intervendrían en absoluto,
dejarían que el arquitecto y el diablo de
la botella construyeran y decoraran aquella casa
como mejor les pareciese.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
viaje fue bueno, aunque Keawe estuvo todo el
tiempo conteniendo la respiración, porque
había jurado que no formularía
más deseos ni recibiría más
favores del diablo. Se había cumplido ya
el plazo cuando regresaron. El arquitecto les
dijo que la casa estaba lista y Keawe y Lopaka
tomaron pasaje en el Hall camino de Kona para
ver la casa y comprobar si todo se había
hecho exactamente de acuerdo con la idea que
Keawe tenía en la cabeza.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
casa se alzaba en la falda del monte y era
visible desde el mar. Por encima, el bosque
seguía subiendo hasta las nubes que
traían la lluvia; por debajo, la lava
negra descendía en riscos donde estaban
enterrados los reyes de antaño. Un
jardín florecía alrededor de la
casa con flores de todos los colores;
había un huerto de papayas a un lado y
otro de árboles del pan en el lado
opuesto; por delante, mirando al mar,
habían plantado el mástil de un
barco con una bandera. En cuanto a la casa, era
de tres pisos, con amplias habitaciones y
balcones muy anchos en los tres. Las ventanas
eran de excelente cristal, tan claro como el
agua y tan brillante como un día soleado.
Muebles de todas clases adornaban las
habitaciones. De las paredes colgaban cuadros
con marcos dorados: pinturas de barcos, de
hombres luchando, de las mujeres más
hermosas y de los sitios más singulares;
no hay en ningún lugar del mundo pinturas
con colores tan brillantes como las que Keawe
encontró colgadas de las paredes de su
casa. En cuanto a los otros objetos de adorno,
eran de extraordinaria calidad; relojes con
carillón y cajas de música,
hombrecillos que movían la cabeza, libros
llenos de ilustraciones, armas muy valiosas de
todos los rincones del mundo, y los rompecabezas
más elegantes para entretener los ocios
de un hombre solitario. Y como nadie
querría vivir en semejantes habitaciones,
tan sólo pasar por ellas y contemplarlas,
los balcones eran tan amplios que un pueblo
entero hubiera podido vivir en ellos sin el
menor agobio; y Keawe no sabía qué
era lo que más le gustaba: si el porche
de atrás, a donde llegaba la brisa
procedente de la tierra y se podían ver
los huertos y las flores, o el balcón
delantero, donde se podía beber el viento
del mar, contemplar la empinada ladera de la
montaña y ver al Hall yendo una vez por
semana aproximadamente entre Hookena y las
colinas de Pele, o las goletas siguiendo la
costa para recoger cargamentos de madera, de ava
y de plátanos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Después
de
verlo todo, Keawe y Lopaka se sentaron en el
porche. –Bien –preguntó Lopaka–,
¿está todo tal como lo
habías planeado?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No hay palabras para expresarlo
–contestó Keawe–.</span> Es mejor de lo
que había soñado y estoy que
reviento de satisfacción.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sólo
queda
una cosa por considerar –dijo Lopaka–; todo esto
puede haber sucedido de manera perfectamente
natural, sin que el diablo de la botella haya
tenido nada que ver. Si comprara la botella y me
quedara sin la goleta, habría puesto la
mano en el fuego para nada. Te di mi palabra, lo
sé: pero creo que no deberías
negarme una prueba más.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">He jurado que no aceptaré
más favores –dijo Keawe–.</span> Creo
que ya estoy sufcientemente comprometido.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
pensaba en un favor –replicó Lopaka–.
Quisiera ver yo mismo al diablo de la botella.
No hay ninguna ventaja en ello y por tanto
tampoco hay nada de qué avergonzarse; sin
embargo, si llego a verlo una vez,
quedaré convencido del todo. Así
que accede a mi deseo y déjame ver al
diablo; el dinero lo tengo aquí mismo y
después de esto te compraré la
botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sólo
hay
una cosa que me da miedo –dijo Keawe–. EI diablo
puede ser una cosa horrible de ver; y si le
pones el ojo encima quizá no tengas ya
ninguna gana de quedarte con la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
una persona de palabra –dijo Lopaka–. Y
aquí dejo el dinero, entre los dos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Muy
bien –replicó Keawe–. Yo también
siento curiosidad. De manera que, vamos a ver:
déjenos mirarlo, señor Diablo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Tan
pronto como lo dijo, el diablo salió de
la botella y volvió a meterse, tan
rápidamente como un lagarto; Keawe y
Lopaka quedaron petrificados. Se hizo
completamente de noche antes de que a cualquiera
de los dos se le ocurriera algo que decir o
hallaran la voz para decirlo: luego Lopaka
empujó el dinero hacia Keawe y
recogió la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
hombre de palabra –dijo–, y bien puedes creerlo,
porque de lo contrario no tocaría esta
botella ni con el pie. Bien, conseguiré
mi goleta y unos dólares para el
bolsillo; luego me desharé de este
demonio tan pronto como pueda. Porque, si tengo
que decirte la verdad, verlo me ha dejado muy
abatido.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Lopaka
–dijo Keawe–, procura no pensar demasiado mal de
mí; sé que es de noche, que los
caminos están mal y que el desfiladero
junto a las tumbas no es un buen sitio para
cruzarlo tan tarde, pero confieso que desde que
he visto el rostro de ese diablo, no
podré comer ni dormir ni rezar hasta que
te lo hayas llevado. Voy a darte una linterna,
una cesta para poner la botella y cualquier
cuadro o adorno de la casa que te guste;
después quiero que marches inmediatamente
y vayas a dormir a Hookena con Nahinu.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Keawe
–dijo Lopaka–, muchos hombres se
enfadarían por una cosa así; sobre
todo después de hacerte un favor tan
grande como es mantener la palabra y comprar la
botella; y en cuanto a ser de noche, a la
oscuridad y al camino junto a las tumbas, todas
esas circunstancias tienen que ser diez veces
más peligrosas para un hombre con
semejante pecado sobre su conciencia y una
botella como ésta bajo el brazo. <span lang="en-US">Pero como yo también estoy
muy asustado, no me siento capaz de acusarte.</span>
Me iré ahora mismo; y le pido a Dios que
seas feliz en tu casa y yo afortunado con mi
goleta, y que los dos vayamos al cielo al final
a pesar del demonio y de su botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que Lopaka bajó de la
montaña; Keawe, por su parte,
salió al balcón delantero; estuvo
escuchando el ruido de las herraduras y vio la
luz de la linterna cuando Lopaka pasaba junto al
risco donde están las tumbas de otras
épocas; durante todo el tiempo Keawe
temblaba, se retorcía las manos y rezaba
por su amigo, dando gracias a Dios por haber
escapado él mismo de aquel peligro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Pero
al día siguiente hizo un tiempo muy
hermoso, y la casa nueva era tan agradable que
Keawe se olvidó de sus terrores. Fueron
pasando los días y Keawe vivía
allí en perpetua alegría. Le
gustaba sentarse en el porche de atrás;
allí comía, reposaba y leía
las historias que contaban los periódicos
de Honolulú; pero cuando llegaba alguien
a verle, entraba en la casa para
enseñarle las habitaciones y los cuadros.
Y la fama de la casa se extendió por
todas partes; la llamaban Ka–Hale Nui –la Casa
Grande– en todo Kona; y a veces la Casa
Resplandeciente, porque Keawe tenía a su
servicio a un chino que se pasaba todo el
día limpiando el polvo y bruñendo
los metales; y el cristal, y los dorados, y las
telas finas y los cuadros brillaban tanto como
una mañana soleada. En cuanto a Keawe
mismo, se le ensanchaba tanto el corazón
con la casa que no podía pasear por las
habitaciones sin ponerse a cantar; y cuando
aparecía algún barco en el mar,
izaba su estandarte en el mástil.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
iba
pasando el tiempo, hasta que un día Keawe
fue a Kailua para visitar a uno de sus amigos.
Le hicieron un gran agasajo, pero él se
marchó lo antes que pudo a la
mañana siguiente y cabalgó muy de
prisa, porque estaba impaciente por ver de nuevo
su hermosa casa; y, además, la noche de
aquel día era la noche en que los muertos
de antaño salen por los alrededores de
Kona; y el haber tenido ya tratos con el demonio
hacía que Keawe tuviera muy pocos deseos
de tropezarse con los muertos. Un poco
más allá de Honaunau, al mirar a
lo lejos, advirtió la presencia de una
mujer que se bañaba a la orilla del mar.
Parecía una muchacha bien desarrollada,
pero Keawe no pensó mucho en ello. Luego
vio ondear su camisa blanca mientras se la
ponía, y después su holoku rojo;
cuando Keawe llegó a su altura, la joven
había terminado de arreglarse y,
alejándose del mar, se había
colocado junto al camino con su holoku rojo; el
baño la había tonificado y los
ojos le brillaban, llenos de amabilidad. Nada
más verla Keawe tiró de las
riendas a su caballo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Creía
conocer
a todo el mundo en esta zona –dijo él–.
¿Cómo es que a ti no te conozco?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
Kokúa, hija de Kiano –respondió la
muchacha–, y acabo de regresar de Oahu. <span lang="de-DE">¿Quién es usted?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="de-DE">Te lo diré dentro de un
poco –dijo Keawe, desmontando del caballo–,
pero no ahora mismo. Porque tengo una idea y
si te dijera quién soy, como es posible
que hayas oído hablar de mí,
quizá al preguntarte no me dieras una
respuesta sincera.</span> Pero antes de nada
dime una cosa: ¿estás casada?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
oír esto, Kokúa se echó a
reír.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Parece
que es usted quien hace todas las preguntas
–dijo ella–. Y usted, ¿está
casado?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No,
Kokúa, desde luego que no –replicó
Keawe–, y nunca he pensado en casarme hasta este
momento. Pero voy a decirte la verdad. Te he
encontrado aquí junto al camino y, al ver
tus ojos que son como estrellas, mi
corazón se ha ido tras de ti tan veloz
como un pájaro. De manera que, si ahora
no quieres saber nada de mí, dilo, y me
iré a mi casa; pero si no te parezco peor
que cualquier otro joven, dilo también, y
me desviaré para pasar la noche en casa
de tu padre y mañana hablaré con
él.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Kokúa
no dijo una palabra, pero miró hacia el
mar y se echó a reír.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Kokúa
–dijo Keawe–, si no dices nada,
consideraré que tu silencio es una
respuesta favorable; asi que pongámonos
en camino hacia la casa de tu padre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Ella
fue delante de él sin decir nada;
sólo de vez en cuando miraba para
atrás y luego volvía a apartar la
vista; y todo el tiempo llevaba en la boca las
cintas del sombrero.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
llegaron a la puerta, Kiano salió a la
veranda y dio la bienvenida a Keawe
llamándolo por su nombre. Al oírlo
la muchacha se le quedó mirando, porque
la fama de la gran casa había llegado a
sus oídos; y no hace falta decir que era
una gran tentación. Pasaron todos juntos
la velada muy alegremente; y la muchacha se
mostró muy descarada en presencia de sus
padres y estuvo burlándose de Keawe
porque tenía un ingenio muy vivo. Al
día siguiente Keawe habló con
Kiano y después tuvo ocasión de
quedarse a solas con la muchacha.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Kokúa
–dijo él–, ayer estuviste
burlándote de mí durante toda la
velada; y todavía estás a tiempo
de despedirme. No quise decirte quién era
porque tengo una casa muy hermosa y temía
que pensaras demasiado en la casa y poco en el
hombre que te ama. Ahora ya lo sabes todo, y si
no quieres volver a verme, dilo cuanto antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
–dijo Kokúa; pero esta vez no se
echó a reír ni Keawe le
preguntó nada más.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
fue
el noviazgo de Keawe; las cosas sucedieron de
prisa; pero aunque una flecha vaya muy veloz y
la bala de un rifle todavía más
rápida, las dos pueden dar en el blanco.
Las cosas habían ido de prisa, pero
también habían ido lejos y el
recuerdo de Keawe llenaba la imaginación
de la muchacha; Kokúa escuchaba su voz al
romperse las olas contra la lava de la playa, y
por aquel joven que sólo había
visto dos veces hubiera dejado padre y madre y
sus islas nativas. En cuanto a Keawe, su caballo
voló por el camino de la montaña
bajo el risco donde estaban las tumbas, y el
sonido de los cascos y la voz de Keawe cantando,
lleno de alegría, despertaban al eco en
las cavernas de los muertos. Cuando llegó
a la Casa Resplandeciente todavía
seguía cantando. Se sentó y
comió en el amplio balcón y el
chino se admiró de que su amo continuara
cantando entre bocado y bocado. El sol se
ocultó tras el mar y llegó la
noche; Keawe estuvo paseándose por los
balcones a la luz de las lámparas en lo
alto de la montaña y sus cantos
sobresaltaban a las tripulaciones de los barcos
que cruzaban por el mar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Aquí
estoy
ahora,
en este sitio mío tan elevado», se
dijo a sí mismo. «La vida no puede
irme mejor; me hallo en lo alto de la
montaña; a mi alrededor, todo lo
demás desciende. Por primera vez
iluminaré todas las habitaciones,
usaré mi bañera con agua caliente
y fría y dormiré solo en el lecho
de la cámara nupcial.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que el criado chino tuvo que levantarse y
encender las calderas; y mientras trabajaba en
el sótano oía a su amo cantando
alegremente en las habitaciones iluminadas.
Cuando el agua empezó a estar caliente el
criado chino se lo advirtió a Keawe con
un grito; Keawe entró en el cuarto de
baño; y el criado chino le oyó
cantar mientras la bañera de
mármol se llenaba de agua; y le
oyó cantar también mientras se
desnudaba; hasta que, de repente, el canto
cesó. El criado chino estuvo escuchando
largo rato; luego alzó la voz para
preguntarle a Keawe si todo iba bien, y Keawe le
respondió: «Sí», y le
mandó que se fuera a la cama; pero ya no
se oyó cantar más en la Casa
Resplandeciente; y durante toda la noche, el
criado chino estuvo oyendo a su amo pasear sin
descanso por los balcones.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Lo
que había ocurrido era esto: mientras
Keawe se desnudaba para bañarse,
descubrió en su cuerpo una mancha
semejante a la sombra del liquen sobre una roca,
y fue entonces cuando dejó de cantar.
Porque había visto otras manchas
parecidas y supo que estaba atacado del Mal
Chino: la lepra.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Es
bien triste para cualquiera padecer esa
enfermedad. Y también sería muy
triste para cualquiera abandonar una casa tan
hermosa y tan cómoda y separarse de todos
sus amigos para ir a la costa norte de Molokai,
entre enormes farallones y rompientes. Pero
¿qué es eso comparado con la
situación de Keawe, que había
encontrado su amor un día antes y lo
había conquistado aquella misma
mañana, y que veía ahora quebrarse
todas sus esperanzas en un momento, como se
quiebra un trozo de cristal?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Estuvo
un rato sentado en el borde de la bañera;
luego se levantó de un salto dejando
escapar un grito y corrió afuera; y
empezó a andar por el balcón, de
un lado a otro, como alguien que está
desesperado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«No
me
importaría dejar Hawaii, el hogar de mis
antepasados», se decía Keawe.
«Sin gran pesar abandonaría mi
casa, la de las muchas ventanas, situada en lo
alto, aquí en las montañas. No me
faltaría valor para ir a Molokai, a
Kalaupapa junto a los farallones, para vivir con
los leprosos y dormir allí lejos de mis
antepasados. Pero ¿qué agravio he
cometido, qué pecado pesa sobre mi alma,
para que haya tenido que encontrar a
Kokúa cuando salía del mar a la
caída de la tarde? ¡Kokúa,
la que me ha robado el alma!
¡Kokúa, la luz de mi vida!
Quizá nunca llegue a casarme con ella,
quizá nunca más vuelva ni a
acariciarla con mano amorosa; ésa es la
razón, Kokúa, ¡por ti me
lamento!»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Tienen
ustedes que fijarse en la clase de hombre que
era Keawe, ya que podría haber vivido
durante años en la Casa Resplandeciente
sin que nadie llegara a sospechar que estaba
enfermo; pero a eso no le daba importancia si
tenía que perder a Kokúa. Hubiera
podido incluso casarse con Kokúa y muchos
lo hubieran hecho, porque tienen alma de cerdo;
pero Keawe amaba a la doncella con amor varonil,
y no estaba dispuesto a causarle ningún
daño ni a exponerla a ningún
peligro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Algo
después de la media noche se
acordó de la botella. Salió al
porche y recordó el día en que el
diablo se había mostrado ante sus ojos; y
aquel pensamiento hizo que se le helara la
sangre en las venas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Esa
botella
es una cosa horrible», pensó Keawe,
«el diablo también es una cosa
horrible, y aún más horrible es la
posibilidad de arder para siempre en las llamas
del infierno. Pero ¿qué otra
posibilidad tengo de llegar a curarme o de
casarme con Kokúa? ¡Cómo!
¿Fui capaz de desafiar al demonio para
conseguir una casa y no voy a enfrentarme con
él para recobrar a Kokúa?»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Entonces
recordó que al día siguiente el
Hall iniciaba su viaje de regreso a
Honolulú. «Primero tengo que ir
allí», pensó, «y ver a
Lopaka. Porque lo mejor que me puede suceder
ahora es que encuentre la botella que tantas
ganas tenía de perder de vista».</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">No
pudo dormir ni un solo momento; también
la comida se le atragantaba; pero mandó
una carta a Kiano, y cuando se acercaba la hora
de la llegada del vapor, se puso en camino y
cruzó por delante del risco donde estaban
las tumbas. Llovía; su caballo avanzaba
con dificultad; Keawe contempló las
negras bocas de las cuevas y envidió a
los muertos que dormían en su interior,
libres ya de dificultades; y recordó
cómo había pasado por allí
al galope el día anterior y se
sintió lleno de asombro. Finalmente
llegó a Hookena y, como de costumbre,
todo el mundo se había reunido para
esperar la llegada del vapor. En el cobertizo
delante del almacén estaban todos
sentados, bromeando y contándose las
novedades; pero Keawe no sentía el menor
deseo de hablar y permaneció en medio de
ellos contemplando la lluvia que caía
sobre las casas, y las olas que estallaban entre
las rocas, mientras los suspiros se acumulaban
en su garganta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Keawe,
el de la Casa Resplandeciente, está muy
abatido –se decían unos a otros.
Así era, en efecto, y no tenía
nada de extraordinario.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
llegó el Hall y la gasolinera lo
llevó a bordo. La parte posterior del
barco estaba llena de haoles (blancos) que
habían ido a visitar el volcán
como tienen por costumbre; en el centro se
amontonaban los kanakas, y en la parte delantera
viajaban toros de Hilo y caballos de Kaü,
pero Keawe se sentó lejos de todos,
hundido en su dolor, con la esperanza de ver
desde el barco la casa de Kiano. Finalmente la
divisó, junto a la orilla, sobre las
rocas negras, a la sombra de las palmeras; cerca
de la puerta se veía un holoku rojo no
mayor que una mosca y que revoloteaba tan
atareado como una mosca. «¡Ah, reina
de mi corazón», exclamó
Keawe para sí, «arriesgaré
mi alma para recobrarte!»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Poco
después, al caer la noche, se encendieron
las luces de las cabinas y los haoles se
reunieron para jugar a las cartas y beber whisky
como tienen por costumbre; pero Keawe estuvo
paseando por cubierta toda la noche. Y todo el
día siguiente, mientras navegaban a
sotavento de Maui y de Molokai, Keawe
seguía dando vueltas de un lado para otro
como un animal salvaje dentro de una jaula.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
caer la tarde pasaron Diamond Head y llegaron al
muelle de Honolulú. Keawe bajó en
seguida a tierra y empezó a preguntar por
Lopaka. Al parecer se había convertido en
propietario de una goleta –no había otra
mejor en las islas–, y se había marchado
muy lejos en busca de aventuras, quizá
hasta Pola–Pola, de manera que no cabía
esperar ayuda por ese lado. Keawe se
acordó de un amigo de Lopaka, un abogado
que vivía en la ciudad (no debo decir su
nombre), y preguntó por él. Le
dijeron que se había hecho rico de
repente y que tenía una casa nueva y muy
hermosa en la orilla de Waikiki; esto dio que
pensar a Keawe, e inmediatamente alquiló
un coche y se dirigió a casa del abogado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
casa era muy nueva y los árboles del
jardín apenas mayores que bastones; el
abogado, cuando salió a recibirle,
parecía un hombre satisfecho de la vida.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Qué puedo hacer
por usted? –dijo el abogado.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Usted
es amigo de Lopaka –replicó Keawe–, y
Lopaka me compró un objeto que
quizá usted pueda ayudarme a localizar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
rostro del abogado se ensombreció.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
voy a fingir que ignoro de qué me habla,
señor Keawe –dijo–, aunque se trata de un
asunto muy desagradable que no conviene remover.
No puedo darle ninguna seguridad, pero me
imagino que si va usted a cierto barrio
quizá consiga averiguar algo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">A
continuación le dio el nombre de una
persona que también en este caso
será mejor no repetir. Esto
sucedió durante varios días, y
Keawe fue conociendo a diferentes personas y
encontrando en todas partes ropas y coches
recién estrenados, y casas nuevas muy
hermosas y hombres muy satisfechos, aunque,
claro está, cuando les explicaba el
motivo de su visita, sus rostros se
ensombrecían.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«No
hay
duda de que estoy en el buen camino»,
pensaba Keawe. «Esos trajes nuevos y esos
coches son otros tantos regalos del demonio de
la botella, y esos rostros satisfechos son los
rostros de personas que han conseguido lo que
deseaban y han podido librarse después de
ese maldito recipiente. Cuando vea mejillas sin
color y oiga suspiros sabré que estoy
cerca de la botella.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Sucedió
que,
finalmente, le recomendaron que fuera a ver a un
haole en Beritania Street. Cuando llegó a
la puerta, alrededor de la hora de la cena,
Keawe se encontró con los típicos
indicios: nueva casa, jardín
recién plantado y luz eléctrica
tras las ventanas; y cuando apareció el
dueño, un escalofrío de esperanza
y de miedo recorrió el cuerpo de Keawe,
porque tenía delante de él a un
hombre joven tan pálido como un
cadáver, con marcadísimas ojeras,
prematuramente calvo y con la expresión
de un hombre en capilla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Tiene
que
estar aquí, no hay duda»,
pensó Keawe, y a aquel hombre no le
ocultó en absoluto cuál era su
verdadero propósito.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–He
venido a comprar la botella –dijo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Al
oír aquellas palabras el joven haole de
Beritania Street tuvo que apoyarse contra la
pared.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡La
botella!
–susurró–. ¡Comprar la botella!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Dio
la impresión de que estaba a punto de
desmayarse y, cogiendo a Keawe por el brazo, lo
llevó a una habitación y
escanció dos vasos de vino.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–A
su salud –dijo Keawe, que había pasado
mucho tiempo con haoles en su época de
marinero–. Sí –añadió–, he
venido a comprar la botella. ¿Cuál
es el precio que tiene ahora?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Al
oír esto al joven se le escapó el
vaso de entre los dedos y miró a Keawe
como si fuera un fantasma.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">El precio –dijo–. ¡El
precio! ¿No sabe usted cuál es
el precio?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Por eso se lo pregunto
–replicó Keawe–.</span> Pero
¿qué es lo que tanto le preocupa?
¿Qué sucede con el precio?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–La
botella ha disminuido mucho de valor desde que
usted la compró, señor Keawe –dijo
el joven tartamudeando.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Bien,
bien; así tendré que pagar menos
por ella –dijo Keawe–. <span lang="en-US">¿Cuánto
le costó a usted?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
joven estaba tan blanco como el papel.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Dos
centavos –dijo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Cómo?
–exclamó
Keawe–,
¿dos centavos? Entonces, usted
sólo puede venderla por uno. Y el que la
compre... –Keawe no pudo terminar la frase; el
que comprara la botella no podría
venderla nunca y la botella y el diablo se
quedarían con él hasta su muerte,
y cuando muriera se encargarían de
llevarlo a las llamas del infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
joven de Beritania Street se puso de rodillas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Cómprela,
por
el
amor de Dios! –exclamó–. Puede quedarse
también con toda mi fortuna. Estaba loco
cuando la compré a ese precio.
Había malversado fondos en el
almacén donde trabajaba; si no lo
hacía estaba perdido, hubiera acabado en
la cárcel.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Pobre
criarura –dijo Keawe–; fue usted capaz de
arriesgar su alma en una aventura tan
desesperada, para evitar el castigo por su
deshonra, ¿y cree que yo voy a dudar
cuando es el amor lo que tengo delante de
mí? Tráigame la botella y el
cambio que sin duda tiene ya preparado. Es
preciso que me dé la vuelta de estos
cinco centavos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
no se había equivocado; el joven
tenía las cuatro monedas en un
cajón; la botella cambió de manos
y tan pronto como los dedos de Keawe rodearon su
cuello le susurró que deseaba quedar
limpio de la enfermedad. Y, efectivamente,
cuando se desnudó delante de un espejo en
la habitación del hotel, su piel estaba
tan sonrosada como la de un niño. Pero lo
más extraño fue que inmediatamente
se operó una transformación dentro
de él y el Mal Chino le importaba muy
poco y tampoco sentía interés por
Kokúa; no pensaba más que en una
cosa: que estaba ligado al diablo de la botella
para toda la eternidad y no le quedaba otra
esperanza que la de ser para siempre una pavesa
en las llamas del infierno. En cualquier caso,
las veía ya brillar delante de él
con los ojos de la imaginación; su alma
se encogió y la luz se convirtió
en tinieblas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
Keawe se recuperó un poco, se dio cuenta
de que era la noche en que tocaba una orquesta
en el hotel. Bajó a oírla porque
temía quedarse solo; y allí, entre
caras alegres, paseó de un lado para
otro, escuchó las melodías y vio a
Berger llevando el compás; pero todo el
tiempo oía crepitar las llamas y
veía un fuego muy vivo ardiendo en el
pozo sin fondo del infierno. De repente la
orquesta tocó Hiki–ao–ao, una
canción que él había
cantado con Kokúa, y aquellos acordes le
devolvieron el valor.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«Ya
está
hecho», pensó, «y una vez
más tendré que aceptar lo bueno
junto con lo malo».</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
regresó a Hawaii en el primer vapor y,
tan pronto como fue posible, se casó con
Kokúa y la llevó a la Casa
Resplandeciente en la ladera de la
montaña.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Cuando
los dos estaban juntos, el corazón de
Keawe se tranquilizaba; pero tan pronto como se
quedaba solo empezaba a cavilar sobre su
horrible situación, y oía crepitar
las llamas y veía el fuego abrasador en
el pozo sin fondo. Era cierto que la muchacha se
había entregado a él por completo;
su corazón latía más de
prisa al verlo, y su mano buscaba siempre la de
Keawe; y estaba hecha de tal manera de la cabeza
a los pies que nadie podía verla sin
alegrarse. Kokúa era afable por
naturaleza. De sus labios salían siempre
palabras cariñosas. Le gustaba mucho
cantar, y cuando recorría la Casa
Resplandeciente gorjeando como los
pájaros era ella el objeto más
hermoso que había en los tres pisos.
Keawe la contemplaba y la oía embelesado
y luego iba a esconderse en un rincón y
lloraba y gemía pensando en el precio que
había pagado por ella; después
tenía que secarse los ojos y lavarse la
cara e ir a sentarse con ella en uno de los
balcones, acompañándola en sus
canciones y correspondiendo a sus sonrisas con
el alma llena de angustia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Pero
llegó un día en que Kokúa
empezó a arrastrar los pies y sus
canciones se hicieron menos frecuentes; y ya no
era sólo Keawe el que lloraba a solas,
sino que los dos se retiraban a dos balcones
situados en lados opuestos, con toda la anchura
de la Casa Resplandeciente entre ellos. Keawe
estaban tan hundido en la desesperación
que apenas notó el cambio,
alegrándose tan sólo de tener
más horas de soledad durante las que
cavilar sobre su destino y de no verse condenado
con tanta frecuencia a ocultar un corazón
enfermo bajo una cara sonriente. Pero un
día, andando nor la casa sin hacer ruido,
escuchó sollozos como de un niño y
vio a Kokúa moviendo la cabeza y llorando
como los que están perdidos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Haces
bien lamentándote en esta casa,
Kokúa –dijo Keawe–. Y, sin embargo,
daría media vida para que pudieras ser
feliz.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Feliz!
–exclamó
ella–. Keawe, cuando vivías solo en la
Casa Resplandeciente, toda la gente de la isla
se hacía lenguas de tu felicidad; tu boca
estaba siempre llena de risas y de canciones y
tu rostro resplandecía como la aurora.
Después te casaste con la pobre
Kokúa; y el buen Dios sabrá
qué es lo que le falta, pero desde aquel
día no has vuelto a sonreír.
¿Qué es lo que me pasa?
Creía ser bonita y sabía que amaba
a mi marido. ¿Qué es lo que me
pasa que arrojo esta nube sobre él?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Pobre
Kokúa –dijo Keawe–. Se sentó a su
lado y trató de cogerle la mano; pero
ella la apartó. –Pobre Kokúa –dijo
de nuevo–. ¡Pobre niñita mia!
¡Y yo que creía ahorrarte
sufrimientos durante todo este tiempo! <span lang="en-US">Pero lo sabrás todo.
Así, al menos, te compadecerás
del pobre Keawe; comprenderás lo mucho
que te amaba cuando sepas que prefirió
el infierno a perderte; y lo mucho que
aún te ama, puesto que todavía
es capaz de sonreír al contemplarte.</span>
Y a continuación, le contó toda su
historia desde el principio.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Has hecho eso por
mí?</span> –exclamó
Kokúa–. Entonces, ¡qué me
importa nada! –y, abrazándole, se
echó a llorar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Querida
mía!
–dijo Keawe–; sin embargo, cuando pienso en el
fuego del infierno, ¡a mi sí que me
importa!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">No digas eso –respondió
ella–; ningún hombre puede condenarse
por amar a Kokúa si no ha cometido
ninguna otra falta.</span> Desde ahora te
digo, Keawe, que te salvaré con estas
manos o pereceré contigo. <span lang="en-US">¿Has dado tu alma por mi
amor y crees que yo no moriría por
salvarte?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Querida
mía!
Aunque murieras cien veces, ¿cuál
sería la diferencia? –exclamó
él–. Serviría únicamente
para que tuviera que esperar a solas el
día de mi condenación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Tú no sabes nada –dijo
ella–.</span> Yo me eduqué en un
colegio de Honolulú; no soy una chica
corriente. Y desde ahora te digo que
salvaré a mi amante. ¿No me has
hablado de un centavo? ¿Ignoras que no
todos los países tienen dinero americano?
En Inglaterra existe una moneda que vale
alrededor de medio centavo. ¡Qué
lástima! –exclamó en seguida–; eso
no lo hace mucho mejor, porque el que comprara
la botella se condenaría y ¡no
vamos a encontrar a nadie tan valiente como mi
Keawe! Pero también está Francia;
allí tienen una moneda a la que llaman
céntimo y de ésos se necesitan
aproximadamente cinco para poder cambiarlos por
un centavo. <span lang="en-US">No encontraremos
nada mejor.</span> Vámonos a las islas
del Viento; salgamos para Tahití en el
primer barco que zarpe. Allí tendremos
cuatro céntimos, tres céntimos,
dos céntimos y un céntimo: cuatro
posibles ventas y nosotros dos para convencer a
los compradores. <span lang="en-US">¡Vamos,
Keawe mío!</span> Bésame y no te
preocupes más. <span lang="nl-NL">Kokúa
te defenderá.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Regalo
de
Dios! –exclamó Keawe–. ¡No creo que
el Señor me castigue por desear algo tan
bueno! Sea como tú dices; llévame
donde quieras: pongo mi vida y mi
salvación en tus manos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Muy
de mañana al día siguiente
Kokúa estaba ya haciendo sus
preparativos. Buscó el baúl de
marinero de Keawe; primero puso la botella en
una esquina; luego colocó sus mejores
ropas y los adornos más bonitos que
había en la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Porque
–dijo– si no parecemos gente rica,
¿quién va a creer en la botella?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Durante
todo el tiempo de los preparativos estuvo tan
alegre como un pájaro; sólo cuando
miraba en dirección a Keawe los ojos se
le llenaban de lágrimas y tenía
que ir a besarlo. En cuanto a Keawe, se le
había quitado un gran peso de encima;
ahora que alguien compartía su secreto y
había vislumbrado una esperanza
parecía un hombre distinto: caminaba otra
vez con paso ligero y respirar ya no era una
obligación penosa. El terror, sin
embargo, no andaba lejos; y de vez en cuando, de
la misma manera que el viento apaga un cirio, la
esperanza moría dentro de él y
veía otra vez agitarse las llamas y el
fuego abrasador del infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Anunciaron
que
iban a hacer un viaje de placer por los Estados
Unidos: a todo el mundo le pareció una
cosa extraña, pero más
extraña les hubiera parecido la verdad si
hubieran podido adivinarla. De manera que se
trasladaron a Honolulú en el Hall y de
allí a San Francisco en el Umantilla con
muchos haoles; y en San Fraacisco se embarcaron
en el bergantín correo, el Tropic Bird,
camino de Papeete, la ciudad francesa más
importante de las islas del sur. Llegaron
allí, después de un agradable
viaje, cuando los vientos alisios soplaban
suavemente, y vieron los arrecifes en los que
van a estrellarse las olas, y Motuiti con sus
palmeras, y cómo el bergantín se
adentraba en el puerto, y las casas blancas de
la ciudad a lo largo de la orilla entre
árboles verdes, y, por encima, las
montañas y las nubes de Tahití, la
isla prudente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Consideraron
que
lo más conveniente era alquilar una casa,
y eligieron una situada frente a la del
cónsul británico; se trataba de
hacer gran ostentación de dinero y de que
se les viera por todas partes bien provistos de
coches y caballos. Todo esto resultaba
fácil mientras tuvieran la botella en su
poder, porque Kouka era más atrevida que
Keawe y siempre que se le ocurría,
llamaba al diablo para que le proporcionase
veinte o cien dólares. De esta forma
pronto se hicieron notar en la ciudad; y los
extranjeros procedentes de Hawaii, y sus paseos
a caballo y en coche, y los elegantes holokus y
los delicados encajes de Kokúa fueron
tema de muchas conversaciones.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Se
acostumbraron a la lengua de Tahití, que
es en realidad semejante a la de Hawaii, aunque
con cambios en ciertas letras; y en cuanto
estuvieron en condiciones de comunicarse,
trataron de vender la botella. Hay que tener en
cuenta que no era un tema fácil de
abordar; no era fácil convencer a la
gente de que hablaban en serio cuando les
ofrecían por cuatro céntimos una
fuente de salud y de inagotables riquezas. Era
necesario además explicar los peligros de
la botella; y, o bien los posibles compradores
no creían nada en absoluto y se echaban a
reír, o se percataban sobre todo de los
aspectos más sombríos y, adoptando
un aire muy solemne, se alejaban de Keawe y
Kokúa, considerándolos personas en
trato con el demonio. De manera que en lugar de
hacer progresos, los esposos descubrieron al
cabo de poco tiempo que todo el mundo les
evitaba; los niños se alejaban de ellos
corriendo y chillando, cosa que a Kokúa
le resultaba insoportable; los católicos
hacían la señal de la cruz al
pasar a su lado y todos los habitantes de la
isla parecían estar de acuerdo en
rechazar sus proposiciones.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Con
el paso de los días se fueron sintiendo
cada vez más deprimidos. Por la noche,
cuando se sentaban en su nueva casa
después del día agotador, no
intercambiaban una sola palabra y si se
rompía el silencio era porque
Kokúa no podía reprimir más
sus sollozos. Algunas veces rezaban juntos;
otras colocaban la botella en el suelo y se
pasaban la velada contemplando los movimientos
de la sombra en su interior. En tales ocasiones
tenían miedo de irse a descansar. Tardaba
mucho en llegarles el sueño y si uno de
ellos se adormilaba, al despertarse hallaba al
otro llorando silenciosamente en la oscuridad o
descubría que estaba solo, porque el otro
había huido de la casa y de la proximidad
de la botella para pasear bajo los bananos en el
jardín o para vagar por la playa a la luz
de la luna.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Así
fue
como Kokúa se despertó una noche y
encontró que Keawe se había
marchado. Tocó la cama y el otro lado del
lecho estaba frío. Entonces se
asustó, incorporándose. Un poco de
luz de luna se filtraba entre las persianas.
Había suficiente claridad en la
habitación para distinguir la botella
sobre el suelo. Afuera soplaba el viento y
hacía gemir los grandes árboles de
la avenida mientras las hojas secas
batían en la veranda. En medio de todo
esto Kokúa tomó conciencia de otro
sonido; difícilmente hubiera podido decir
si se trababa de un animal o de un hombre, pero
sí que era tan triste como la muerte y
que le desgarraba el alma. Kokúa se
levantó sin hacer ruido,
entreabrió la puerta y contempló
el jardín iluminado por la luna.
Allí, bajo los bananos, yacía
Keawe con la boca pegada a la tierra y eran sus
labios los que dejaban escapar aquellos gemidos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
primera idea de Kokúa fue ir corriendo a
consolarlo; pero en seguida comprendió
que no debía hacerlo. Keawe se
había comportado ante su esposa como un
hombre valiente; no estaba bien que ella se
inmiscuyera en aquel momento de debilidad. Ante
este pensamiento Kokúa retrocedió,
volviendo otra vez al interior de la casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><span lang="en-US">«¡Qué
negligente he sido, Dios mío!»,
pensó.</span> «¡Qué
débil! Es él, y no yo, quien se
enfrenta con la condena eterna; la
maldición recayó sobre su alma y
no sobre la mía. Su preocupación
por mi bien y su amor por una criatura tan poco
digna y tan incapaz de ayudarle son las causas
de que ahora vea tan cerca de sí las
llamas del infierno y hasta huela el humo
mientras yace ahí fuera, iluminado por la
luna y azotado por el viento. ¿Soy tan
torpe que hasta ahora nunca se me ha ocurrido
considerar cuál es mi deber, o
quizá viéndolo he preferido
ignorarlo? Pero ahora, por fin, alzo mi alma en
manos de mi afecto; ahora digo adiós a la
blanca escalinata del paraíso y a los
rostros de mis amigos que están
allí esperando. ¡Amor por amor y
que el mío sea capaz de igualar al de
Keawe! ¡Alma por alma y que la mía
perezca.» Kokúa era una mujer con
gran destreza manual y en seguida estuvo
preparada. Cogió el cambio, los preciosos
céntimos que siempre tenía al
alcance de la mano, porque es una moneda muy
poco usada, y habían ido a aprovisionarse
a una oficina del Gobierno. Cuando Kokúa
avanzaba ya por la avenida, el viento trajo unas
nubes que ocultaron la luna. La ciudad
dormía y la muchacha no sabía
hacia dónde dirigirse hasta que
oyó una tos que salía de debajo de
un árbol.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Buen
hombre –dijo Kokúa–, ¿qué
hace usted aquí solo en una noche tan
fría?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
anciano apenas podía expresarse a causa
de la tos, pero Kokúa logró
enterarse de que era viejo y pobre, y un
extranjero en la isla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Me haría usted un
favor?</span> –dijo Kokúa–. De
extrajero a extranjera y de anciano a muchacha,
¿no querrá usted ayudar a una hija
de Hawaii?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Ah –dijo el anciano–.</span> Ya
veo que eres la bruja de las Ocho Islas y que
también quieres perder mi alma. Pero he
oído hablar de ti y te aseguro que tu
perversidad nada conseguirá contra
mí.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Siéntese
aquí
–le dijo Kokúa–, y déjeme que le
cuente una historia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
le contó la historia de Keawe desde el
principio hasta el fin.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
yo soy su esposa –dijo Kokúa al
terminar–; la esposa que Keawe compró a
cambio de su alma. ¿Qué debo
hacer? Si fuera yo misma a comprar la botella,
no aceptaría. Pero si va usted, se la
dará gustosísimo; me
quedaré aquí esperándole:
usted la comprará por cuatro
céntimos y yo se la volveré a
comprar por tres. ¡Y que el Señor
de fortaleza a una pobre muchacha!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Si
trataras de engañarme –dijo el anciano–,
creo que Dios te mataría.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Sí
que
lo haría! –exclamó Kokúa–.
No le quepa duda. <span lang="en-US">No
podría ser tan malvada. Dios no lo
consentiría.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Dame
los cuatro céntimos y espérame
aquí –dijo el anciano.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Ahora
bien, cuando Kokúa se quedó sola
en la calle, todo su valor desapareció.
El viento rugía entre los árboles
y a ella le parecía que las llamas del
infierno estaban ya a punto de acometerla; las
sombras se agitaban a la luz del farol, y le
parecían las manos engarfiadas de los
mensajeros del maligno. Si hubiera tenido
fuerzas, habría echado a correr y de no
faltarle el aliento habría gritado; pero
fue incapaz de hacer nada y se quedó
temblando en la avenida como una niñita
muy asustada.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
vio al anciano que regresaba trayendo la
botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">He hecho lo que me pediste –dijo
al llegar junto a ella.</span> Tu marido se ha
quedado llorando como un niño;
dormirá en paz el resto de la noche.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
extendió la mano ofreciéndole la
botella a Kokúa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Antes
de dármela –jadeó Kokúa–
aprovéchese también de lo bueno:
pida verse libre de su tos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Soy
muy viejo –replicó el otro–, y estoy
demasiado cerca de la tumba para aceptar favores
del demonio. Pero ¿qué sucede?
¿Por qué no coges la botella? <span lang="en-US">¿Acaso dudas?</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¡No, no dudo!</span>
–exclamó Kokúa–. Pero me faltan
las fuerzas. Espere un momento. Es mi mano la
que se resiste y mi carne la que se encoge en
presencia de ese objeto maldito. <span lang="en-US">¡Un momento tan
sólo!</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">El
anciano miró a Kokúa
afectuosamente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¡Pobre niña –dijo–;
tienes miedo; tu alma te hace dudar.</span>
Bueno, me quedaré yo con ella. Soy viejo
y nunca más conoceré la felicidad
en este mundo, y en cuanto al otro...</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Démela!
–jadeó
Kokúa–. Aquí tiene su dinero.
¿Cree que soy tan vil como para eso? Deme
la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="nl-NL">Que Dios te bendiga, hija
mía –dijo el anciano.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Kokúa
ocultó la botella bajo su holoku, se
despidió del anciano y echó a
andar por la avenida sin preocuparse de saber en
qué dirección. Porque ahora todos
los caminos daban lo mismo; todos la llevaban
igualmente al infierno. Unas veces iba andando y
otras corría; unas veces gritaba y otras
se tumbaba en el polvo junto al camino y
lloraba. Todo lo que había oído
sobre el infierno le volvía ahora a la
imaginación; contemplaba el brillo de las
llamas, se asfixiaba con el acre olor del humo y
sentía deshacerse su carne sobre los
carbones encendidos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Poco
antes del amanecer consiguió serenarse y
volver a casa. Keawe dormía igual que un
niño, tal como el anciano le había
asegurado. Kokúa se detuvo a contemplar
su rostro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ahora,
esposo mío –dijo–, te toca a ti dormir.
Cuando despiertes podrás cantar y
reír. Pero la pobre Kokúa, que
nunca quiso hacer mal a nadie, no volverá
a dormir tranquila, ni a cantar, ni a
divertirse.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Después
Kokúa se tumbó en la cama al lado
de Keawe y su dolor era tan grande que
cayó al instante en un sopor
profundísimo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Su
esposo se despertó ya avanzada la
mañana y le dio la buena noticia. Era
como si la alegría lo hubiera
trastornado, porque no se dio cuenta de la
aflicción de Kokúa, a pesar de lo
mal que ella la disimulaba. Aunque las palabras
se le atragantaran, no tenía importancia;
Keawe se encargaba de decirlo todo. A la hora de
comer no probó bocado, pero
¿quién iba a darse cuenta?, porque
Keawe no dejó nada en su plato.
Kokúa lo veía y le oía como
si se tratara de un mal sueño;
había veces en que se olvidaba o dudaba y
se llevaba las manos a la frente; porque saberse
condenada y escuchar a su marido hablando sin
parar de aquella manera le resultaba demasiado
monstruoso.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Mientras
tanto, Keawe comía y charlaba,
hacía planes para su regreso a Hawaii, le
daba las gracias a Kokúa por haberlo
salvado, la acariciaba y le decía que en
realidad el milagro era obra suya. Luego Keawe
em pezó a reírse del viejo que
había sido lo suficientemente
estúpido como para comprar la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Parecía
un
anciano respetable –dijo Keawe– Pero no se puede
juzgar por las apariencias, porque ¿para
qué necesitaría la botella ese
viejo réprobo?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Esposo
mío –dijo Kokúa humildemente–, su
intención puede haber sido buena.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
se echó a reír muy enfadado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Tonterías!
–exclamó
acto
seguido–. Un viejo pícaro, te lo digo yo;
y estúpido por añadidura. Ya era
bien difícil vender la botella por cuatro
céntimos, pero por tres será
completamente imposible. Apenas queda margen y
todo el asunto empieza a oler a chamusquina...
–dijo Keawe, estremeciéndose–. Es cierto
que yo la compré por un centavo cuando no
sabía que hubiera monedas de menos valor.
Pero es absurdo hacer una cosa así; nunca
aparecerá otro que haga lo mismo, y la
persona que tenga ahora esa botella se la
llevará consigo a la tumba.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿No
es una cosa terrible, esposo mío –dijo
Kokúa–, que la salvación propia
signifique la condenación eterna de otra
persona? <span lang="en-US">Creo que yo no
podría tomarlo a broma.</span> Creo que
me sentiría abatido y lleno de
melancolía. Rezaría por el nuevo
dueño de la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
se enfadó aún más al darse
cuenta de la verdad que encerraban las palabras
de Kokúa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Tonterías!
–exclamó–.
Puedes
sentirte llena de melancolía si
así lo deseas. Pero no me parece que sea
ésa la actitud lógica de una buena
esposa. Si pensaras un poco en mí,
tendría que darte vergüenza.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
salió y Kokúa se quedó
sola.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">¿Qué
posibilidades
tenía
ella de vender la botella por dos
céntimos? Kokúa se daba cuenta de
que no tenía ninguna. Y en el caso de que
tuviera alguna, ahí estaba su marido
empeñado en devolverla a toda prisa a un
país donde no había ninguna moneda
inferior al centavo. Y ahí estaba su
marido abandonándola y
recriminándola a la mañana
siguiente después de su sacrificio.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Ni
siquiera trató de aprovechar el tiempo
que pudiera quedarle: se limitó a
quedarse en casa, y unas veces sacaba la botella
y la contemplaba con indecible horror y otras
volvía a esconderla llena de
aborrecimiento.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">A
la larga Keawe terminó por volver y la
invitó a dar un paseo en coche.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Estoy
enferma esposo mío –dijo ella–. No tengo
ganas de nada. Perdóname, pero no me
divertiría.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Esto
hizo que Keawe se enfadara todavía
más con ella, porque creía que le
entristecía el destino del anciano, y
consigo mismo, porque pensaba que Kokúa
tenía razón y se avergonzaba de
ser tan feliz.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Eso
es
lo que piensas de verdad –exclamó–, y
ése es el afecto que me tienes! Tu marido
acaba de verse a salvo de la condenación
eterna a la que se arriesgó por tu amor y
tú no tienes ganas de nada! Kokúa,
tu corazón es un corazón desleal.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
volvió a marcharse muy furioso y estuvo
vagabundeando todo el día por la ciudad.
Se encontró con unos amigos y estuvieron
bebiendo juntos; luego alquilaron un coche para
ir al campo y allí siguieron bebiendo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Uno
de los que bebían con Keawe era un brutal
haole ya viejo que había sido
contramaestre de un ballenero y también
prófugo, buscador de oro y presidiario en
varias cárceles. Era un hombre rastrero;
le gustaba beber y ver borrachos a los
demás; y se empeñaba en que Keawe
tomara una copa tras otra. Muy pronto, a ninguno
de ellos le quedaba más dinero.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Eh,
tú!
–dijo el contramaestre–, siempre estás
diciendo que eres rico. Que tienes una botella o
alguna tontería parecida.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Sí
–dijo
Keawe–, soy rico; volveré a la ciudad y
le pediré algo de dinero a mi mujer, que
es la que lo guarda.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ése
no
es un buen sistema, compañero –dijo el
contramaestre–. Nunca confíes tu dinero a
una mujer. Son todas tan falsas como Judas; no
la pierdas de vista.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Aquellas
palabras impresionaron mucho a Keawe porque la
bebida le había enturbiado el cerebro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">«No
me
extrañaría que fuera falsa»,
pensó. «¿Por qué
tendría que entristecerle tanto mi
liberación? Pero voy a demostrarle que a
mí no se me engaña tan
fácilmente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">La
pillaré in fraganti.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que cuando regresaron a la ciudad, Keawe
le pidió al contramaestre que le esperara
en la esquina, junto a la cárcel vieja, y
él siguió solo por la avenida
hasta la puerta de su casa. Era otra vez de
noche; dentro había una luz, pero no se
oía ningún ruido. Keawe dio la
vuelta a la casa, abrió con mucho cuidado
la puerta de atrás y miró dentro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Kokúa
estaba sentada en el suelo con la lámpara
a su lado; delante había una botella de
color lechoso, con una panza muy redonda y un
cuello muy largo; y mientras la contemplaba,
Kokúa se retorcía las manos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
se quedó mucho tiempo en la puerta,
mirando. Al principio fue incapaz de reaccionar;
luego tuvo miedo de que la venta no hubiera sido
válida y de que la botella hubiera vuelto
a sus manos como le sucediera en San Francisco;
y al pensar en esto notó que se le
doblaban las rodillas y los vapores del vino se
esfumaron de su cabeza como la neblina
desaparece de un río con los primeros
rayos del sol. Después se le
ocurrió otra idea. Era una idea muy
extraña e hizo que le ardieran las
mejillas. «Tengo que asegurarme de
esto», pensó.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que cerró la puerta, dio la vuelta
a la casa y entró de nuevo haciendo mucho
ruido, como si acabara de llegar. Pero cuando
abrió la puerta principal ya no se
veía la botella por ninguna parte; y
Kokúa estaba sentada en una silla y se
sobresaltó como alguien que se despierta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">He estado bebiendo y
divirtiéndome todo el día –dijo
Keawe–. He encontrado unos camaradas muy
simpáticos y vengo sólo por
más dinero para seguir bebiendo y
corriéndonos la gran juerga.</span></span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Tanto
su rostro como su voz eran tan severos como los
de un juez, pero Kokúa estaba demasiado
preocupada para darse cuenta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Haces
muy bien en usar de tu dinero, esposo mío
–dijo ella con voz temblorosa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ya
sé que hago bien en todo –dijo Keawe,
yendo directamente hacia el baúl y
cogiendo el dinero. También miró
detrás, en el rincón donde
guardaba la botella, pero la botella no estaba
allí.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Entonces
el baúl empezó a moverse como un
alga marina y la casa a dilatarse como una
espiral de humo, porque Keawe comprendió
que estaba perdido, y que no le quedaba ninguna
escapatoria. «Es lo que me
temía», pensó. «Es
ella la que ha comprado la botella.»</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Luego
se recobró un poco, alzándose de
nuevo; pero el sudor le corría por la
cara tan abundante como si se tratara de gotas
de lluvia y tan frío como si fuera agua
de pozo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Kokúa –dijo Keawe–, esta
mañana me he enfadado contigo sin
razón alguna.</span> Ahora voy otra vez
a divertirme con mis compañeros
–añadió, riendo sin mucho
entusiasmo–. Pero sé que lo pasaré
mejor si me perdonas antes de marcharme.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Un
momento después Kokúa estaba
agarrada a sus rodillas y se las besaba mientras
ríos de lágrimas corrían
por sus mejillas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Sólo
quería
que me dijeras una palabra amable!
–exclamó ella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ojalá
nunca
volvamos a pensar mal el uno del otro –dijo
Keawe; acto seguido volvió a marcharse.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Keawe
no había cogido más dinero que
parte de la provisión de monedas de un
céntimo que consiguieran nada más
llegar. Sabía muy bien que no
tenía ningún deseo de seguir
bebiendo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Puesto
que su mujer había dado su alma por
él, Keawe tenía ahora que dar la
suya por Kokúa; no era posible pensar en
otra cosa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">En
la esquina, junto a la cárcel vieja, le
esperaba el contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Mi
mujer tiene la botella –dijo Keawe–, y si no me
ayudas a recuperarla, se habrán acabado
el dinero y la bebida por esta noche.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿No
querrás
decirme que esa historia de la botella va en
serio? –exclamó el contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">Pongámonos bajo el farol
–dijo Keawe–.</span> ¿Tengo aspecto de
estar bromeando?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Debe
de ser cierto –dijo el contramaestre–, porque
estás tan serio como si vinieras de un
entierro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Escúchame,
entonces
–dijo
Keawe–; aquí tienes dos céntimos;
entra en la casa y ofréceselos a mi mujer
por la botella, y (si no estoy equivocado) te la
entregará inmediatamente. Traémela
aquí y yo te la volveré a comprar
por un céntimo; porque tal es la ley con
esa botella: es preciso venderla por una suma
inferior a la de la compra. Pero en cualquier
caso no le digas una palabra de que soy yo quien
te envía.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Compañero,
¿no
te estarás burlando de mí?, –quiso
saber el contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Nada
malo te sucedería aunque fuera así
–respondió Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Tienes
razón, compañero –dijo el
contramaestre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Y
si dudas de mí –añadió
Keawe– puedes hacer la prueba. Tan pronto como
salgas de la casa, no tienes más que
desear que se te llene el bolsillo de dinero, o
una botella del mejor ron o cualquier otra cosa
que se te ocurra y comprobarás en seguida
el poder de la botella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Muy
bien, kanaka –dijo el contramaestre–.
Haré la prueba; pero si te estás
divirtiendo a costa mía, te aseguro que
yo me divertiré después a la tuya
con una barra de hierro.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">De
manera que el ballenero se alejó por la
avenida; y Keawe se quedó
esperándolo. Era muy cerca del sitio
donde Kokúa había esperado la
noche anterior; pero Keawe estaba más
decidido y no tuvo un solo momento de
vacilación; sólo su alma estaba
llena del amargor de la desesperación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Le
pareció que llevaba ya mucho rato
esperando cuando oyó que alguien se
acercaba, cantando por la avenida todavía
a oscuras. Reconoció en seguida la voz
del contramaestre; pero era extraño que
repentinamente diera la impresión de
estar mucho más borracho que antes. El
contramaestre en persona apareció poco
después, tambaleándose, bajo la
luz del farol. Llevaba la botella del diablo
dentro de la chaqueta y otra botella en la mano;
y aún tuvo tiempo de llevársela a
la boca y echar un trago mientras cruzaba el
círculo iluminado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Ya
veo que la has conseguido –dijo Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Quietas
las
manos! –gritó el contramaestre, dando un
salto hacia atrás–. Si te acercas un paso
más te parto la boca. Creías que
ibas a poder utilizarme, ¿no es cierto?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Qué
significa
esto? –exclamó Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Qué
significa?
–repitió
el contramaestre–. Que esta botella es una cosa
extraordiaria, ya lo creo que sí; eso es
lo que significa. Cómo la he conseguido
por dos céntimos es algo que no
sabría explicar; pero sí estoy
seguro de que no te la voy a dar por uno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¿Quieres
decir
que no la vendes? –jadeó Keawe.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–¡Claro
que
no! –exclamó el contramaestre–. Pero te
dejaré echar un trago de ron, si quieres.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Has
de saber –dijo Keawe– que el hombre que tiene
esa botella terminará en el infierno.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–Calculo
que voy a ir a parar allí de todas formas
–replicó el marinero–; y esta botella es
la mejor compañía que he
encontrado para ese viaje. ¡No,
señor! –exclamó de nuevo–; esta
botella es mía ahora y ya puedes ir
buscándote otra.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–<span lang="en-US">¿Es posible que sea verdad
todo esto? –exdamó Keawe–.</span>
¡Por tu propio bien, te lo ruego,
véndemela!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">–No
me importa nada lo que digas –replicó el
contramaestre–. Me tomaste por tonto y ya ves
que no lo soy; eso es todo. Si no quieres un
trago de ron me lo tomaré yo. ¡A tu
salud y que pases buena noche!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Y
acto seguido continuó andando, camino de
la ciudad; y con él también la
botella desaparece de esta historia.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br /></span></b>
<b><span style="font-size: large;">Pero
Keawe corrió a reunirse con Kokúa
con la velocidad del viento; y grande fue su
alegría aquella noche; y grande, desde
entonces, ha sido la paz que colma todos sus
días en la Casa Resplandeciente.</span></b><br /><b><span style="font-size: large;">
Apia, Upolu, Islas de Samoa, 1889.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Robert Louis Balfour Stevenson</b> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Edimburgo" title="Edimburgo">Edimburgo</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escocia" title="Escocia">Escocia</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/13_de_noviembre" title="13 de noviembre">13 de noviembre</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1850" title="1850">1850</a>-Vailima, cerca de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Apia" title="Apia">Apia</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Samoa" title="Samoa">Samoa</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/3_de_diciembre" title="3 de diciembre">3 de diciembre</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1894" title="1894">1894</a>). <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Novelista" title="Novelista">Novelista</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Poeta" title="Poeta">poeta</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ensayista" title="Ensayista">ensayista</a>
escocés. Su legado es una vasta obra que incluye crónicas de viaje,
novelas de aventuras e históricas, así como lírica y ensayos. Se le
conoce principalmente por ser el autor de algunas de las historias
fantásticas y de aventuras más clásicas de la literatura juvenil, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_isla_del_tesoro" title="La isla del tesoro">La isla del tesoro</a></i>, la novela histórica <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_flecha_negra" title="La flecha negra">La flecha negra</a></i> y la popular novela de horror <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_extra%C3%B1o_caso_del_doctor_Jekyll_y_m%C3%ADster_Hyde" title="El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde">El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde</a></i>, dedicada al tema de los fenómenos de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_de_identidad_disociativo" title="Trastorno de identidad disociativo">personalidad escindida</a>,
y que pueden ser leída como novela psicológica de horror. Varias de sus
novelas continúan siendo muy famosas y algunas de ellas han sido varias
veces llevadas al cine del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XX" title="Siglo XX">siglo XX</a>, en parte adaptadas para niños. Fue importante también su obra <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ensayo" title="Ensayo">ensayística</a>, breve pero decisiva en lo que se refiere a la estructura de la moderna <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Novela" title="Novela">novela</a> de peripecias. Fue muy apreciado en su tiempo y siguió siéndolo después de su muerte. Tuvo continuidad en autores como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Conrad" title="Joseph Conrad">Joseph Conrad</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Graham_Greene" title="Graham Greene">Graham Greene</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/G._K._Chesterton" title="G. K. Chesterton">G. K. Chesterton</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/H._G._Wells" title="H. G. Wells">H. G. Wells</a>, y en los argentinos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Adolfo_Bioy_Casares" title="Adolfo Bioy Casares">Adolfo Bioy Casares</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges" title="Jorge Luis Borges">Jorge Luis Borges</a>.<b> </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><br />En la tumba de Stevenson, en una lejana isla de los mares del Sur a la
que se retiró por motivos de salud, figura grabado el apodo que le
dieron los samoanos: Tusitala, que en español significaría «el contador
de historias». En efecto, la literatura de Stevenson es uno de los más
claros ejemplos de la novela-narración, el «romance» por excelencia. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hijo de un ingeniero, se licenció en derecho en la
Universidad de Edimburgo, aunque nunca ejerció la abogacía. En busca de
un clima favorable para sus delicados pulmones, viajó continuamente, y
sus primeros libros son descripciones de algunos de estos viajes (<i>Viaje en burro por las Cevennes</i>). </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En
un desplazamiento a California conoció a Fanny Osbourne, una dama
estadounidense divorciada diez años mayor que él, con quien contrajo
matrimonio en 1879. Por entonces se dio a conocer como novelista con <i>La isla del tesoro</i> (1883). Posteriormente pasó una temporada en Suiza y en la Riviera francesa, antes de regresar al Reino Unido en 1884. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La
estancia en su patria, que se prolongó hasta 1887, coincidió con la
publicación de dos de sus novelas de aventuras más populares, <i>La flecha negra</i> y <i>Raptado</i>, así como su relato <i>El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde</i> (1886), una obra maestra del terror fantástico. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1888 inició con su esposa un crucero de placer por el
sur del Pacífico que los condujo hasta las islas Samoa. Y allí viviría
hasta su muerte, venerado por los nativos. Entre sus últimas obras están
<i>El señor de Ballantrae</i>, <i>El náufrago</i>, <i>Cariona</i> y la novela póstuma e inacabada <i>El dique de Hermiston</i>. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su
popularidad como escritor se basó fundamentalmente en los emocionantes
argumentos de sus novelas fantásticas y de aventuras, en las que siempre
aparecen contrapuestos el bien y el mal, a modo de alegoría moral que
se sirve del misterio y la aventura. Cantor del coraje y la alegría,
dejó una vasta obra llena de encanto, con títulos inolvidables.</span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"> Semblanza biográfica:biografiasyvidas.com. Texto:lieber.com.ar.Foto: Internet</span></div>
</div>
<br />delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-55465626212072257752015-03-01T08:39:00.001-08:002015-03-01T08:39:16.771-08:00El cuento del domingo<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLS5hxWnAXKI2ZzoUWI-0Pv-g8G_0wfzY5tJ8JzolDsiK9aE99Jg7naMIC0bghK4XUR-VTGdw0ZLm5rT5sHuhEtIeVP-D9EA_46-XAs_Ek3BAwoMewRK9SFWKosHTVYX46_VrPSBUi52hq/s1600/anton-chejov.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLS5hxWnAXKI2ZzoUWI-0Pv-g8G_0wfzY5tJ8JzolDsiK9aE99Jg7naMIC0bghK4XUR-VTGdw0ZLm5rT5sHuhEtIeVP-D9EA_46-XAs_Ek3BAwoMewRK9SFWKosHTVYX46_VrPSBUi52hq/s1600/anton-chejov.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Antón Chéjov <br />La señora del perrito</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">UNO </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Un nuevo personaje había aparecido en la localidad: una señora con un
perrito. Dmitri Dmitrich Gurov, que por entonces pasaba una temporada en Yalta,
empezó a tomar algún interés en los acontecimientos que ocurrían. Sentado en el
pabellón de Verney, vio pasearse junto al mar a una señora joven, de pelo rubio
y mediana estatura, que llevaba una boina; un perrito blanco de Pomerania corría
delante de ella. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Después la volvió a encontrar en los jardines públicos y en la plaza varias
veces. Caminaba sola, llevando siempre la misma boina, y siempre con el mismo
perrito; nadie sabía quién era y todos la llamaban sencillamente «la señora del
perrito». </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">«Si está aquí sola, sin su marido o amigos, no estaría mal trabar amistad con
ella», pensó Gurov. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Aún no había cumplido cuarenta años, pero tenía
ya una hija de doce y dos
hijos en la escuela. Se había casado joven, cuando era estudiante de
segundo
año, y por entonces su mujer parecía tener la mitad de edad que él. Era
una
mujer alta y tiesa, de cejas oscuras, grave y digna, y como ella misma
decía,
intelectual. Leía mucho, usaba un lenguaje rebuscado, llamaba a su
marido no Dmitri, sino Dimitri, y él en secreto la consideraba falta de
inteligencia, de
ideas limitadas, cursi. Estaba avergonzado de ella y no le gustaba
quedarse en
su casa. Empezó por serle infiel hacía mucho tiempo -le fue infiel
bastante a
menudo-, y, probablemente por esta razón, casi siempre hablaba mal de
las
mujeres; y cuando se tocaba este asunto en su presencia, acostumbraba
llamarlas
«la raza inferior». Parecía estar tan escarmentado por la amarga
experiencia,
que le era lícito llamarlas como quisiera, y, sin embargo, no podía
pasarse dos
días seguidos sin «la raza inferior». En la sociedad de hombres estaba
aburrido
y no parecía el mismo; con ellos se mostraba frío y poco comunicativo;
pero en
compañía de mujeres se sentía libre, sabiendo de qué hablarles y cómo
comportarse; se encontraba a sus anchas entre ellas aunque estuviese
callado. En
su aspecto exterior, su carácter y toda su naturaleza, había algo de
atractivo
que seducía a las mujeres predisponiéndolas en su favor; él sabía esto, y
diríase también que alguna fuerza desconocida lo llevaba hacia ellas. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">La experiencia, a menudo repetida, la cruda y amarga experiencia, le había
enseñado hacía tiempo que con gente decente, especialmente gente de Moscú
-siempre lentos e irresolutos para todo-, la intimidad, que al principio
diversifica agradablemente la vida y parece una ligera y encantadora aventura,
llega a ser inevitablemente un intrincado problema, y con el tiempo la
situación se hace insoportable. Pero a cada nuevo encuentro con una mujer
interesante, esta experiencia se le olvidaba, sentía ansias de vivir, y todo lo
encontraba sencillo y divertido. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Una noche que estaba comiendo en los jardines, la señora de la boina llegó
lentamente y se sentó a la mesa de al lado. La expresión de su rostro, su aire,
el vestido y el peinado, le indicaron que era una señora, que estaba casada,
que se encontraba en Yalta por primera vez y que estaba triste... Las
historias inmorales, que se murmuran en sitios como Yalta, son la mayor parte
mentira; Gurov las despreciaba, sabiendo que tales historias eran inventos, en
su mayor parte, de personas que hubieran pecado tranquilamente, de haber tenido
ocasión; pero cuando la señora del perro se sentó a la mesa de al lado, a tres
pasos de él, recordó esas historias de conquistas fáciles, de excursiones a las
montañas, y el tentador pensamiento de una dulce y ligera aventura amorosa, una
novela con una mujer desconocida, cuyo nombre le fuese desconocido también, se
apoderó súbitamente de su ánimo. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Llamó cariñosamente al pomeranio, y cuando el perro se acercó a él lo
acarició con la mano. El pomeranio gruñó; Gurov volvió a pasarle la mano. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">La señora miró hacia él bajando en seguida los ojos.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-No muerde -dijo, y se sonrojó. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¿Le puedo dar un hueso? -preguntó Gurov; y como ella asintiera con la
cabeza, volvió a decir cortésmente-. ¿Hace mucho tiempo que está usted en Yalta?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Cinco días. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Yo llevo ya quince aquí. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Un corto silencio siguió a estas palabras. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-El tiempo pasa de prisa, y sin embargo, ¡es tan triste esto! -dijo ella sin
mirarlo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Es que se ha puesto de moda decir que esto es triste. Cualquier provinciano
viviría en Belyov o en Lhidra sin estar triste, y cuando llega aquí exclama en
seguida: «¡Qué tristeza! ¡Qué polvo!» ¡Cualquiera diría que viene de Granada!
</span></span></b>
</div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ella se echó a reír. Luego, ambos siguieron comiendo en silencio, como
extraños; pero después de comer pasearon juntos y pronto empezó entre ellos la
conversación ligera y burlona de dos personas que se sienten libres y
satisfechas, a quienes no importa ni lo que van a hablar ni hacia dónde han de
dirigirse. Pasearon y hablaron de la luz tan rara que había sobre el mar; el
agua era de un suave tono malva oscuro y la luna extendía sobre ella una estela
dorada. Hablaron del bochorno que hacía después de un día de calor. Gurov le
contó que había venido de Moscú, en donde tomó el grado en Artes, pero que era
empleado de un banco; que había estado como cantante en una compañía de ópera,
abandonándola luego; que poseía dos casas en Moscú... </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">De ella supo que había sido educada en San Petersburgo, pero vivía en S.
desde su matrimonio, hacía dos años, y que todavía pasaría un mes en Yalta,
donde se le reuniría tal vez su marido, que también necesitaba unos días de
descanso. No estaba muy segura de si su marido tenía un puesto en el
Departamento de la Corona o en el Consejo Provincial, y esta misma ignorancia
parecía divertirla. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">También supo Gurov que se llamaba Ana Sergeyevna.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Más tarde, una vez en su cuarto, pensó en ella; pensó que volvería a
encontrársela al día siguiente; sí, necesariamente se encontrarían. Al
acostarse recordó lo que ella le contara de sus sueños de colegio: había estado
en él hasta hacía poco, estudiando lecciones como una niña. Y Gurov pensó en su
propia hija. Recordaba también su desconfianza, la timidez de su sonrisa y sus
modales, su manera de hablar a un extraño. Debía ser ésta la primera vez en su
vida que se encontraba sola, examinada con curiosidad e interés; la primera vez
también que al dirigirse a ella creyó adivinar en las palabras de los demás
secretas intenciones... Recordó su cuello esbelto y delicado, sus encantadores
ojos grises. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">«Algo hay de triste en esta mujer», pensó, y se quedó dormido.<br />
</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">DOS </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Una semana había pasado desde que hicieron
amistad. Era un día de fiesta.
Dentro de las casas hacía bochorno, mientras que en la calle el viento
formaba
remolinos de polvo y tiraba el sombrero a los transeúntes. Era un día de
sed, y Gurov entró varias veces en el pabellón y ofreció a Ana
Sergeyevna jarabe y agua
o un helado. Nadie sabía qué hacer. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Por la tarde, cuando el viento se calmó un poco, salieron a ver venir el
vapor. Había muchas personas paseando por el puerto; se habían reunido para
recibir a alguien y llevaban ramos de flores. Se notaban allí dos peculiaridades
de la gente elegante de Yalta: las señoras mayores iban como muchachas y había
muchos generales vestidos de uniforme. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">A causa de lo alborotado que estaba el mar, el vapor llegó muy tarde, después
de la puesta del sol, y tardó mucho tiempo en atracar al muelle. Ana Sergeyevna
miró a través de sus impertinentes al vapor y a los pasajeros como esperando
encontrar algún conocido, y al volverse hacia Gurov sus ojos brillaban. Habló
mucho y preguntaba cosas desacordes, olvidando al poco rato lo que había
preguntado; al hacer un movimiento con la mano dejó caer los impertinentes al
suelo. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">La gente empezaba a dispersarse; estaba demasiado oscuro para ver las caras
de los que pasaban. El viento se había calmado por completo, pero Gurov y Ana
Sergeyevna permanecían allí quietos como si esperasen ver salir a alguien más
del vapor. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ella olía en silencio las flores sin mirar a Gurov.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-El tiempo está mejor esta tarde -dijo él-. ¿Dónde vamos ahora?
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ella no contestó. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Entonces Gurov la miró intensamente, rodeó su cuerpo con el brazo y la besó
en los labios, mientras respiraba la frescura y fragancia de las flores; luego
miró a su alrededor ansiosamente, temiendo que alguien lo hubiese visto. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Vamos al hotel -dijo él dulcemente. Y ambos caminaron de prisa.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">La habitación estaba cerrada y perfumada con la esencia que ella había
comprado en el almacén japonés. Gurov miró hacia Ana Sergeyevna y pensó: ¡Cuán
distintas personas encuentra uno en este mundo! Del pasado, conservaba recuerdos
de mujeres ligeras, de buen fondo algunas, que lo amaban alegremente
agradeciéndole la felicidad que él podía darles, por muy breve que fuese; de
mujeres, como la suya, que amaban con frases superfluas, afectadas, histéricas,
con una expresión que hacía sospechar que no era amor ni pasión, sino algo más
significativo; y de dos o tres más, hermosas, frías, en cuyos rostros sorprendió
más de una vez destellos de rapacidad, el deseo obstinado de sacar de la vida
aún más de lo que ésta podía darles. Eran mujeres irreflexivas, dominantes,
faltas de inteligencia y de edad ya madura; cuando Gurov empezaba a mostrarse
frío con ellas, esta misma hermosura excitaba su odio, figurándosele que los
encajes con que adornaban su ropa eran para él escalas. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Pero en el caso actual sólo había la timidez de la juventud inexperta, un
sentimiento parecido al miedo; y todo esto daba a la escena un aspecto de
consternación, como si alguien hubiera llamado de repente a la puerta. La
actitud de Ana Sergeyevna -«la señora del perrito»- en todo lo sucedido tenía algo
de peculiar, de muy grave, como si hubiera sido su caída; así parecía, y
resultaba extraño, inapropiado. Su rostro languideció, y lentamente se le soltó
el pelo; en esta actitud de abatimiento y meditación se asemejaba a un grabado
antiguo: <i>La mujer pecadora</i>. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Hice mal -dijo-. Ahora usted será el primero en despreciarme.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Sobre la mesa había una sandía. Gurov cortó una tajada y empezó a comérsela
sin prisa. Durante cerca de media hora ambos guardaron silencio. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ana Sergeyevna estaba conmovedora; había en ella la pureza de la mujer
sencilla y buena que ha visto poco de la vida. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">La luz de la bujía iluminando su rostro mostraba, sin embargo, que se sentía
desgraciada. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¿Cómo es posible que yo llegara a despreciarla? -preguntó Gurov-. No sabe
usted lo que dice. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Dios me perdone -dijo ella; y sus ojos se llenaron de lágrimas-. Es horrible
-añadió. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Parece que necesita usted ser perdonada. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¿Perdonada? No. Soy una mala mujer; me desprecio a mí misma y no pretendo
justificarme. No es a mi marido, es a mí a quien he engañado. Y esto no es de
ahora, hace mucho tiempo que me estoy engañando. Mi marido podrá ser bueno y
honrado, pero ¡es un lacayo! No sé qué es lo que hace allí ni en lo que trabaja;
pero sé que es un lacayo. Yo tenía veinte años cuando me casé con él. He vivido
atormentada por un sentimiento de curiosidad; necesitaba algo mejor. Debe de
haber otra clase de vida, me decía a mí misma. Sentía ansias de vivir. ¡Vivir!
¡Vivir!... La curiosidad me abrasaba... Usted no me comprende, pero le juro a
Dios que llegó un momento en que no pude contenerme; algo fuera de lo corriente
debió ocurrirme; le dije a mi marido que estaba mala y me vine aquí... Y aquí he
estado vagando de un lado para otro como una loca..., y ahora me veo convertida
en una mujer vulgar, despreciable, a quien todos mirarán mal. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Gurov se sintió aburrido casi al escucharla. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Le irritaba el tono ingenuo con que hablaba y aquellos remordimientos tan
inoportunos; a no ser por las lágrimas hubiera creído que estaba representado
una comedia. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-No la entiendo a usted -dijo dulcemente-. ¿Qué es lo que quiere?
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ella ocultó su rostro en el pecho de él estrechándolo tiernamente.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Créame, créame usted, se lo suplico. Amo la existencia pura y honrada, odio
el pecado. Yo no sé lo que estoy haciendo. La gente suele decir: «El demonio me
ha tentado». Yo también pudiera decir que el espíritu del mal me ha engañado.
</span></span></b>
</div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Chis! ¡Chis!... -murmuró Gurov. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Después la miró fijamente, la besó, hablándole con dulzura y cariño, y poco a
poco se fue tranquilizando, volviendo a estar alegre, y acabaron por reírse los
dos. Cuando salieron afuera no había un alma a orillas del mar. La ciudad, con
sus cipreses, tenía un aspecto mortuorio, y las olas se deshacían ruidosamente
al llegar a la orilla; cerca de ella se balanceaba una barca, dentro de la que
parpadeaba soñolienta una linterna. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Encontraron un coche y lo tomaron; fueron en dirección de Oreanda.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Al pasar por el vestíbulo he visto su apellido escrito en la lista: Von
Diderits -dijo Gurov-. ¿Su marido de usted es alemán?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-No; creo que su abuelo sí lo era, pero él es ruso ortodoxo.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">En Oreanda se sentaron silenciosos en un sitio no lejos de la iglesia y
mirando hacia el mar. Yalta apenas era visible a través de la bruma matinal;
blancas nubes permanecían quietas en lo alto de las montañas. No se movía una
hoja; en los árboles cantaban las cigarras, y sólo llegaba a ellos desde abajo
el cavernoso y monótono ruido de las olas hablando de paz, de ese sueño eterno
que a todos nos espera. Del mismo modo debía oírse cuando ni Yalta ni Oreanda
existían; así se oye ahora, y se oirá con la misma monotonía cuando ya no
vivamos. Y en esta constancia, en esta completa indiferencia para la vida y la
muerte de cada uno de nosotros, ahí se oculta tal vez la garantía de nuestra
eterna salvación, del movimiento incesante de la vida sobre el mundo, del
progreso hacia la perfección. Sentado al lado de una mujer joven que en la luz
del amanecer parecía tan encantadora, acariciada e idealizada por los mágicos
alrededores -el mar, las montañas, las nubes, el cielo azul-, Gurov pensó lo
hermoso que es todo en el mundo cuando se refleja en nuestro espíritu: todo,
menos lo que pensamos o hacemos cuando olvidamos nuestra dignidad y los altos
designios de nuestra existencia. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Un hombre pasó cerca de ellos -un guarda, probablemente-, los miró, y siguió
adelante. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y este detalle les parecía misterioso y lleno de encanto también. Luego
vieron un vapor que venía de Teodosia, cuyas luces brillaban confundidas con las
del amanecer. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Hay gotas de rocío sobre la hierba -dijo Ana Sergeyevna después de un
silencio. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Sí. Es hora de volver a casa. Y se volvieron a la ciudad.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Desde entonces volvieron a verse todos los días
a las doce; comían juntos, se
paseaban, contemplaban el mar. Ella se quejaba de dormir mal, sentía
palpitaciones en el corazón; le hacía las mismas preguntas,
interrumpidas a
veces por celos, otras por el miedo de que Gurov no la respetara
bastante. Y a
menudo, en los jardines, a orillas del agua, cuando se encontraban
solos, él la
besaba apasionadamente. Aquella vida reposada, aquellos besos en pleno
día
mientras miraba alrededor por temor de ser visto, el calor, el olor del
mar y el
continuo ir y venir de gente desocupada, perfumada, bien vestida,
hicieron de Gurov otro hombre. Encontraba a Ana Sergeyevna hermosa,
fascinadora, y así se lo
repetía a ella. Se volvió impaciente y apasionado hasta el punto de no
querer
separarse de su lado, y ella, mientras tanto, seguía pensativa y
continuamente
le decía que no la respetaba bastante, que no la amaba lo más mínimo, y
que
seguramente pensaría de ella como de una mujer cualquiera. Todos los
días a la
caída de la tarde se iban en coche fuera de Yalta, a Oreanda o a la
cascada, y
estos paseos eran siempre un triunfo para ellos; la escena les
impresionaba
invariablemente como algo magnífico y hermosísimo.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Esperaban al marido, que debía venir pronto; pero un día llegó una carta en
la que anunciaba que se encontraba mal y suplicaba a su esposa que volviera
cuanto antes. Ana Sergeyevna se preparó, pues, a marcharse. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Es una buena cosa el que yo me vaya -le dijo a Gurov-. «¡Es el dedo del
destino!» </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">El día de la marcha, Gurov la acompañó en el coche. Cuando llegaron al tren y
sonó la segunda campanada, Ana Sergeyevna le dijo: </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Déjame mirarte una vez más... otra vez! Así, ya está.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">No lloraba, pero en su rostro se reflejaba tal tristeza que parecía enferma,
los labios le temblaban. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Me acordaré de ti siempre..., pensaré siempre en ti -dijo-. Que Dios te
proteja; sé feliz. No pienses nunca mal de mí. Nos separamos para no volvernos a
ver más; así debe ser, porque nunca debimos habernos encontrado. Que Dios sea
contigo, adiós. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">El tren partió rápido, sus luces desaparecieron pronto de la vista, y un
minuto más tarde no se oía ni el ruido, como si todo hubiera conspirado para
hacer terminar lo antes posible aquel dulce delirio, aquella locura. Solo, en el
andén, mirando hacia donde el tren desapareció, Gurov escuchó el chirrido de las
cigarras, el zumbido de los hilos del telégrafo, y le pareció que acababa de
despertarse. Y meditó sobre este episodio de su vida que también tocaba a su
fin, y del que sólo el recuerdo quedaba... Se sintió conmovido, triste y con
remordimientos. Aquella mujer, que nunca más volvería a encontrar, no fue feliz
con él, porque aunque la trató con afecto y cariño, hubo siempre en sus maneras,
en sus caricias, una ligera sombra de ironía, la grosera condescendencia de un
hombre feliz que, además, le doblaba la edad. Ana Sergeyevna lo llamó siempre
bueno, distinto de los demás, sublime a veces...; constantemente se había
mostrado a ella como no era en realidad, sin intención la había engañado. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Un vago perfume de otoño se dejaba ya sentir en la atmósfera, hacía una tarde
fría y triste.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Es hora de que me marche al Norte -pensó Gurov al dejar el andén-. ¡Sí, ya
es hora! </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;"><br />
TRES</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">En su casa de Moscú lo encontró todo en plan de invierno; las estufas
estaban encendidas, y por las mañanas aún era oscuro cuando sus hijos tomaban
el desayuno para irse al colegio, tanto que la niñera tenía que encender la luz
un rato. Habían empezado las heladas. Cuando cae la primera nieve y aparecen los
primeros trineos es agradable ver la tierra blanca, los blancos tejados, exhalar
el tibio aliento, y la estación trae a la memoria los años juveniles. Las viejas
limas y abedules, cubiertos de escarcha, tienen una expresión simpática y están
más cerca de nuestro corazón que los cipreses y las palmas. Junto a ellos se
olvidan el mar y las montañas. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Gurov había nacido en Moscú; llegó a él en un bello día de nieve, y al
ponerse su abrigo de pieles y sus guantes, al pasearse por Petrovka, al oír el
domingo por la tarde el sonido de las campanas, olvidó el encanto de su
reciente aventura y del sitio que dejara. Poco a poco se absorbió en la vida de
Moscú; leía con avidez los periódicos ¡y declaraba que los leía sin fundamento!
En seguida sintió un deseo irresistible de ir a los restaurantes, a los clubes,
a las comidas, aniversarios y fiestas; se sintió orgulloso de hablar y discutir
con célebres abogados, con artistas, de jugar a las cartas con algún profesor en
el club de doctores. Ya podía hasta comer un plato de pescado salado o una
col... </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Al cabo de un mes, le pareció que la imagen de Ana Sergeyevna había de
cubrirse de una bruma en su memoria y visitarlo en sueños de cuando en cuando,
con una sonrisa, como hacían otras. Pero pasó más de un mes, llegó el verdadero
invierno, y recordaba todo aquello tan claramente como si se hubiera separado de
Ana Sergeyevna el día antes. Estos recuerdos, lejos de morir, se avivaron con el
tiempo. En la tranquilidad de la tarde, al oír las palabras de los niños
estudiando en alta voz, el sonido del piano en un restaurante, o el ruido de
tormenta que llegaba por la chimenea, volvía de repente todo a su memoria: lo
ocurrido en el muelle la mañana de niebla junto a las montañas, el vapor que
volvía de Teodosia y los besos. Gurov se levantaba entonces y paseaba por su
habitación recordando y sonriendo; luego, sus recuerdos se convertían en
ilusiones, y en su fantasía el pasado se mezclaba con el porvenir. Ana Sergeyevna no
lo visitaba ya en sueños, lo seguía por todas partes como una sombra, como un
fantasma. Al cerrar los ojos la veía como si estuviese viva delante de él, y Gurov
la encontraba más encantadora, más joven, más tierna de lo que en realidad
era, imaginándosela aún más hermosa de lo que estaba en Yalta. Por la tarde, Ana
Sergeyevna lo miraba desde el estante de los libros, desde el hogar de la
chimenea; desde cualquier rincón oía su respiración y el roce acariciador de sus
faldas. En la calle miraba a todas las mujeres buscando alguna que se pareciese
a ella. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Un deseo intenso de comunicar a alguien sus
ideas lo atormentaba. Pero en su
casa era imposible hablar de su amor, y fuera de ella tampoco tenía a
nadie; ni
a sus compañeros de oficina ni a ninguno en el banco podía contárselo.
¿De qué
iba a hablar entonces? Pero ¿es que había estado enamorado? ¿Hubo algo
de
poético, de edificante, simplemente de interés en sus relaciones con Ana
Sergeyevna? Y todo se le volvía hablar vagamente de amor, de mujer, y
nadie
sospechaba nada; sólo su esposa fruncía el entrecejo y decía:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-No te va el papel de conquistador, Dimitri.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Una tarde, al volver del club de doctores con un oficial, con el que había
estado jugando a las cartas, no se pudo contener y le dijo: </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Si supieras la mujer tan fascinadora que conocí en Yalta!
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">El oficial entró en su trineo, y se iba ya, pero se volvió de pronto
exclamando: </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Dmitri Dmitrich! </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¿Qué? </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Tenías razón esta tarde: el esturión era demasiado fuerte!
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Aquellas palabras tan corrientes llenaron a Gurov de indignación,
encontrándolas degradantes y groseras. ¡Qué modo tan salvaje de hablar! ¡Qué
noches más estúpidas, qué días más faltos de interés! El afán de las cartas, la
glotonería, la bebida, el continuo charlar siempre sobre lo mismo. Todas estas
cosas absorben la mayor parte del tiempo de muchas personas, la mejor parte de
sus fuerzas, y al final de todo eso, ¿qué queda?: una vida servil, acortada,
trivial e indigna, de la que no hay medio de salir, como si se estuviera
encerrado en un manicomio o una prisión. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Gurov no durmió en toda la noche, tan lleno de indignación estaba. Al día
siguiente se levantó con dolor de cabeza. Y a la otra noche volvió a dormir
mal; se sentó en la cama, pensando; luego se levantó y empezó a pasearse por la
habitación. Estaba harto de sus hijos, del banco, y sin ganas de ir a ningún
sitio ni de ver a nadie. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">En las vacaciones de diciembre se preparó para un viaje; le dijo a su mujer
que iba a San Petersburgo a un asunto de un amigo y se marchó a S. ¿Para qué? Ni
él mismo lo sabía. Sentía necesidad de ver a Ana Sergeyevna y de hablarle; a ser
posible, arreglar una entrevista con ella. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Llegó a S. por la mañana y tomó el mejor cuarto del hotel; un cuarto con una
alfombra gris en el suelo, y un tintero gris de polvo sobre la mesa, adornado
con una figura a caballo que tenía el sombrero en la mano. El portero del
hotel le informó necesariamente: Von Diderits vivía en una casa de su propiedad
en la calle antigua de Gontcharny; no estaba lejos del hotel. Era rico y vivía a
lo grande, tenía caballos propios; todo el mundo lo conocía en la ciudad. El
portero pronunciaba «Dridirits». </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Gurov se encaminó sin prisa a la calle de Gontcharny y encontró la casa.
Enfrente de ella se extendía una larga valla gris adornada con clavos. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Dan ganas de echar a correr al ver este demonio de valla -pensó Gurov,
mirando desde allí a las ventanas de la casa y viceversa. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Luego recapacitó: era día de fiesta y probablemente el marido estaría en
casa. De todos modos era una falta de tacto entrar en la casa y sorprenderla. Si
le mandaba una carta, podía caer en manos del esposo y todo se echaría a perder.
Lo mejor de todo era esperar una ocasión, y empezó a pasearse arriba y abajo
por la calle esperando esa ocasión. Vio a un mendigo que se acercaba a la verja
y a unos perros que salieron a ladrarle; una hora más tarde oyó débil e
indistinto el sonido de un piano. Ana Sergeyevna debía tocar probablemente. De
repente, se abrió la puerta, y una mujer vieja, acompañada del blanco y familiar
pomeranio, salió de la casa. Gurov estuvo a punto de llamar al perro, pero
empezó a latirle violentamente el corazón, y en su excitación no pudo recordar
el nombre. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Siguió paseándose y midiendo la empalizada gris una y otra vez, y entonces le
dio por pensar que Ana Sergeyevna lo había olvidado y se estaba a aquellas horas
divirtiendo con otro, lo cual, al fin y al cabo, era natural en una mujer joven,
que no tenía otra cosa que mirar desde por la mañana hasta la noche más que
aquella condenada valla. Se volvió a su cuarto del hotel y estuvo largo rato
sentado en el sofá sin saber qué hacer; luego comió y durmió bastante tiempo.
</span></span></b>
</div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Qué estúpido! -exclamó al despertarse y mirar por la ventana-. Sin venir a
qué, me he quedado dormido y ahora ya es de noche; ¿qué hago? </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Se sentó en la cama, que estaba cubierta por una colcha gris como las de los
hospitales, y empezó a burlarse de sí mismo; sentía un fastidio terrible. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Al diablo la señora del perro y la dichosa aventura! En buen lío te has
metido, Gurov... </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Aquella mañana le había llamado la atención un cartel con letras muy grandes.
La Geisha iba a ser representada por primera vez. Al recordar esto, se vistió y
se marchó al teatro. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Es posible que ella vaya a la primera representación -pensó.
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">El teatro estaba lleno. Como en todos los de provincia, había una atmósfera
muy pesada, una especie de niebla que flotaba sobre las luces; por las galerías
se oía el rumor de la gente; en la primera fila, los pollos elegantes de la
localidad estaban de pie mirando a la gente, antes de levantarse el telón. En el
palco del gobernador, su hija, adornada con una boa, ocupaba el primer sitio,
mientras que él, oculto modestamente detrás de la cortina, sólo dejaba visible
las manos. La orquesta empezó a afinar los instrumentos; el telón se levantó.
</span></span></b>
</div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Seguía entrando gente que iba a ocupar sus sitios, y Gurov los miraba uno a
uno con ansia. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ana Sergeyevna llegó también. Se sentó en la tercera fila y Gurov sintió que
su corazón se contraía al mirarla; comprendió entonces claramente que para él
no había en todo el mundo ninguna criatura tan querida como aquélla; aquella
mujercita sin atractivos de ninguna clase, perdida en la sociedad de provincia,
con sus vulgares impertinentes, llenaba toda su vida; era su pena y su alegría,
la única felicidad que ambicionaba, y al oír la música de la orquesta y el
sonido de los pobres violines provincianos, pensó cuán encantadora era. Pensó,
y soñó...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Un hombre joven, con patillas, alto y encorvado, llegó con Ana Sergeyevna y
se sentó a su lado; inclinaba la cabeza a cada paso y parecía estar
continuamente haciendo reverencias. Debía ser sin duda el esposo, que una vez en
Yalta, en una exclamación de amargura llamó ella lacayo; sonreía almibaradamente
y en el ojal de la chaqueta llevaba una insignia o distinción que recordaba el
número de un criado. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">En el primer descanso el marido se salió fuera a fumar y Ana Sergeyevna
se
quedó sola en su butaca. Gurov se acercó a ella y con voz temblorosa y una
sonrisa forzada le dijo: </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Buenas noches.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Al volver la cabeza y encontrarse con él, Ana Sergeyevna se puso intensamente
pálida, lo miró otra vez, horrorizada casi, y estrujó el abanico y los
impertinentes entre las manos como luchando para no desmayarse. Los dos
guardaban silencio. Ella seguía sentada, él de pie, asustado por la confusión
que su presencia le produjo, y no atreviéndose a sentarse a su lado. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Los violines y la flauta empezaron a sonar, y de repente Gurov sintió como
si de todos los palcos los estuvieran mirando. Ana Sergeyevna se levantó,
marchando rápida hacia la puerta; siguió él, y ambos empezaron a andar sin
saber adónde iban, a través de pasillos, bajando y subiendo escaleras, viendo
desfilar ante sus ojos uniformes escolares, civiles, militares, todos con
insignias. Al pasar, veían señoras, abrigos de piel colgados en las perchas, y
el aire les traía olor a tabaco viejo. Y Gurov, cuyo corazón latía con
violencia, pensó:</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">«¡Cielos! ¿Para qué habrá aquí esta gente y esa orquesta?»
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y recordó en aquel instante cuando, después de marcharse Ana Sergeyevna de
Yalta, creyó él que todo había terminado y que no volverían a encontrarse más.
Pero ¡cuán lejos estaban del final! </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Al pie de una escalera estrecha y sombría, sobre la que se leía: «Paso al
anfiteatro», se pararon. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Cómo me has asustado! -exclamó ella sin respiración casi, todavía pálida y
como agobiada-. ¡Oh, cómo me has asustado! Estoy medio muerta. ¿Por qué has
venido? ¿Por qué?...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Pero escúchame, Ana, escúchame... -repetía Gurov rápidamente y en voz baja-.
Te suplico que me escuches... </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ella lo miraba con temor mezclado de amor y de súplica; lo miraba
intensamente como si quisiera grabar sus facciones más profundamente en su
memoria. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Soy tan desgraciada! -siguió diciendo sin escucharle-. No he hecho más que
pensar en ti todo el tiempo; no vivo más que para eso. Y, sin embargo,
necesitaba olvidar, olvidar; pero ¿por qué?, ¡ah!, ¿por qué has venido?...
</span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">En el piso de arriba dos colegiales fumaban mirando hacia abajo, pero a Gurov
no le importaba nada; atrayendo hacia sí a Ana Sergeyevna empezó a besarle la
cara, las mejillas y las manos. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Qué estás haciendo, qué estás haciendo! -gritaba ella con horror
apartándolo de sí-. Estamos locos. Vete; vete ahora mismo... Te lo pido por lo
que más quieras... Te lo suplico... ¡Que viene gente!</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Alguien subía por las escaleras. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Es preciso que te vayas -siguió diciendo Ana Sergeyevna, y su voz parecía
un susurro-. ¿Oyes, Dmitri Dmitrich? Iré a verte a Moscú. Nunca he sido feliz;
ahora lo soy menos todavía, ¡y nunca, nunca seré dichosa!... No me hagas sufrir
más. Te juro que iré a Moscú. Pero ahora separémonos, mi amado Gurov, no hay más
remedio. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Estrechó su mano y empezó a bajar las escaleras muy de prisa volviendo atrás
la cabeza; y en sus ojos pudo ver él que realmente era desgraciada. Gurov esperó
un poco más, escuchó hasta que dejó de oírse el rumor de sus pasos, y entonces
fue a buscar su abrigo v se marchó del teatro.<br />
</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">CUATRO </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y Ana Sergeyevna empezó a ir a verlo a Moscú. Cada dos o tres meses
abandonaba S. diciendo a su esposo que iba a consultar a un doctor acerca de un
mal interno que sentía. Y el marido le creía y no le creía. En Moscú paraba en
el hotel del Bazar Eslavo, y desde allí enviaba a Gurov un mensajero con una
gorra encarnada. Gurov la visitaba y nadie en Moscú lo sabía. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Una mañana de invierno se dirigía hacia el hotel a verla (el mensajero llegó
la noche anterior). Iba con él su hija, a quien acompañaba al colegio. La nieve
caía en grandes copos blancos. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Hay tres grados sobre cero y, sin embargo, nieva -dijo Gurov a su hija-.
Sólo hay deshielo en la superficie de la tierra; a mucha más altura de la
atmósfera la temperatura es distinta completamente. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¿Y por qué no hay tormentas en invierno, papá? </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y le explicó esto también. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Hablaba pensando que iba a verla a «ella», que nadie lo sabía y probablemente
no se enterarían nunca. Tenía dos vidas: una franca, abierta, vista y conocida
de todo el que quisiera, llena de franqueza relativa y relativa falsedad, una
vida igual a la que llevaban sus amigos y conocidos; y otra que se deslizaba en
secreto. Y a través de circunstancias extrañas, quizá accidentales, resultaba
que cuanto había en él de verdadero valor, de sinceridad, todo lo que formaba el
fondo de su corazón estaba oculto a los ojos de los demás; en cambio, cuanto
había en él de falso, el estuche en que solía esconderse para ocultar la verdad
-como, por ejemplo, su trabajo en el banco, sus discusiones en el club, aquello
de la «raza inferior», su asistencia acompañado de su mujer a aniversarios y
fiestas-, todo eso lo hacía delante de todo el mundo. Desde entonces juzgó a los
otros por sí mismo, no creyendo en lo que veía y pensando siempre que cada
hombre vive su verdadera vida en secreto, bajo el manto de la noche. La
personalidad queda siempre ignorada, oculta, y tal vez por esta razón el hombre
civilizado tiene siempre interés en que sea respetada. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Después de dejar a su hija en el colegio, Gurov se dirigió al Bazar Eslavo.
Se quitó abajo el abrigo de pieles, subió las escaleras y llamó a la puerta. Ana
Sergeyevna, vestida con su traje gris favorito, exhausta por el viaje y la
espera, lo aguardaba desde la noche anterior. Estaba pálida; lo miró sin
sonreír, y apenas había entrado se arrojó en sus brazos. Fue su beso lento,
prolongado, como si hiciera años que no se veían. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Y bien, ¿qué tal lo vas pasando allí? -preguntó Gurov-. ¿Qué noticias traes?</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-Espera; ahora te contaré..., no puedo hablar.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y no podía; estaba llorando. Se volvió de espaldas a él llevándose el pañuelo
a los ojos. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">«La dejaremos llorar. Me sentaré y esperaré», pensó Dmitri; y se sentó en una
butaca. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Mientras tanto, llamó al timbre y pidió que le trajeran té. Ana Sergeyevna
seguía de espaldas a él mirando por la ventana. Lloraba de emoción, al darse
cuenta de lo triste y dura que era la vida para ambos; sólo podían verse en
secreto, ocultándose de todo el mundo, como ladrones. Sus vidas estaban
destrozadas. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¡Ven, cállate! -dijo Gurov. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Para él era evidente que aquel amor tardaría mucho en acabarse; que no podía
encontrarle fin. Ana Sergeyevna cada vez lo quería más. Lo adoraba y no había
que pensar en decirle que aquello se acabaría alguna vez; por otra parte, no lo
hubiera creído. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Se levantó a consolarla con alguna palabra de cariño, apoyó las manos en sus
hombros y en aquel momento se vio en el espejo. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Empezaba a blanquearle la cabeza. Y le pareció raro haber envejecido tan
rápida y tontamente durante los últimos años. Aquellos hombros sobre los que
reposaban sus manos eran jóvenes, llenos de vida y calor, temblaban. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Sintió compasión por aquella vida todavía tan joven, tan encantadora, pero
probablemente no lejos de marchitarse como la suya. ¿Por qué lo amaba ella
tanto? Siempre había parecido a las mujeres distinto de como era en realidad;
amaban, no a él mismo, sino al hombre que se habían forjado en su imaginación, a
aquel a quien con ansia buscaran toda la vida; y después, al notar su engaño, lo
seguían amando lo mismo. Sin embargo, ninguna fue feliz con él. El tiempo pasó,
hizo amistad con ellas, vivió con algunas, se separó luego, pero nunca había
amado; sería lo que quisiera, pero no era amor. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y he aquí que ahora, cuando su cabeza empezaba a blanquear, se había
realmente enamorado por primera vez en su vida. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Ana Sergeyevna y él se amaban como algo muy próximo y querido, como marido y
mujer, como tiernos amigos; habían nacido el uno para el otro y no comprendían
por qué ella tenía un esposo y él una esposa. Eran como dos aves de paso
obligadas a vivir en jaulas diferentes. Olvidaron el uno y el otro cuanto tenían
por qué avergonzarse en el pasado, olvidaron el presente, y sintieron que aquel
amor los había cambiado. </span></span></b> </div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Otras veces, en momentos de depresión moral, Gurov se había reconfortado a sí
mismo con razonamientos de alguna clase; pero ahora no le preocupaban estas
cosas; sentía profunda compasión, necesidad de ser sincero y tierno...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-No llores, querida -le dijo-. Ya has llorado bastante, vamos... Ven y
hablaremos un poco, arreglaremos algún plan.</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Entonces discutieron sobre la necesidad de evitar tanto secreto, el tener que
vivir en ciudades diferentes y verse tan de tarde en tarde. ¿Cómo librarse de
aquel intolerable cautiverio?...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">-¿Cómo? ¿Cómo? -se preguntaba Gurov con la cabeza entre las manos-. ¿Cómo?...</span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">
</span></span></b><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="color: #444444;">Y parecía como si dentro de pocos momentos todo fuera a solucionarse y una
nueva y espléndida vida empezara para ellos; y ambos veían claramente que aún
les quedaba un camino largo, largo que recorrer, y que la parte más complicada y
difícil no había hecho más que empezar.</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Antón Pávlovich Chéjov</b> (en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ruso" title="Idioma ruso">ruso</a>: Анто́н Па́влович Че́хов, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Romanizaci%C3%B3n_%28transliteraci%C3%B3n%29" title="Romanización (transliteración)">romanización</a>: <i>Anton Pavlovič Čehov</i>), (* <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Taganrog" title="Taganrog">Taganrog</a>, 17 de enero<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Calendario_juliano" title="Calendario juliano">jul.</a></sup>/ <span style="margin-left: -0.1em;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/29_de_enero" title="29 de enero">29 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1860" title="1860">1860</a><sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Calendario_gregoriano" title="Calendario gregoriano">greg.</a></sup></span> - <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Badenweiler" title="Badenweiler">Badenweiler</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Baden-Wurtemberg" title="Baden-Wurtemberg">Baden-Wurtemberg</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_alem%C3%A1n" title="Imperio alemán">Imperio alemán</a>), 2 de julio<sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Calendario_juliano" title="Calendario juliano">jul.</a></sup>/ <span style="margin-left: -0.1em;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/15_de_julio" title="15 de julio">15 de julio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a><sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Calendario_gregoriano" title="Calendario gregoriano">greg.</a></sup></span>) fue un <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9dico" title="Médico">médico</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">escritor</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dramaturgo" title="Dramaturgo">dramaturgo</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rusia" title="Rusia">ruso</a>. Encuadrable en la corriente <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_Psicol%C3%B3gico" title="Realismo Psicológico">Realista Psicológica</a>, fue maestro del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuento" title="Cuento">relato corto</a>, siendo considerado como uno de los más importantes escritores de cuentos de la historia de la literatura.<sup class="reference" id="cite_ref-britanica_1-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-britanica-1">1</a></sup>
Como dramaturgo escribió unas cuantas obras, de las cuales cuatro son
las más conocidas, y sus relatos cortos han sido aclamados por
escritores y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cr%C3%ADtica" title="Crítica">crítica</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-guardian_2-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-guardian-2">2</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-guardian2_3-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-guardian2-3">3</a></sup> Chéjov compaginó su carrera literaria con la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Medicina" title="Medicina">medicina</a>; en una de sus cartas<sup class="reference" id="cite_ref-4"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-4">4</a></sup> escribió al respecto:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
La medicina es mi esposa legal; la literatura, solo mi amante.<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-cartas-5">5</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Dejó de escribir obras teatrales después de la mala acogida que tuvo su obra <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_gaviota" title="La gaviota">La gaviota</a></i> (en ruso: "Чайка") en el año <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1896" title="1896">1896</a> en el estatal (imperial) <a class="extiw" href="http://en.wikipedia.org/wiki/Alexandrinsky_Theatre" title="en:Alexandrinsky Theatre">Teatro Alexandrinski</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/San_Petersburgo" title="San Petersburgo">San Petersburgo</a>. Sin embargo, esta misma obra tuvo un gran éxito en el año <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1898" title="1898">1898</a>, interpretada por la compañía <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_del_Arte_de_Mosc%C3%BA" title="Teatro del Arte de Moscú">Teatro del Arte de Moscú</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Konstant%C3%ADn_Stanislavski" title="Konstantín Stanislavski">Konstantín Stanislavski</a>, por lo cual representó también <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%ADo_Vania" title="Tío Vania">Tío Vania</a></i> ("Дядя Ваня"), <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Las_tres_hermanas" title="Las tres hermanas">Las tres hermanas</a></i> ("Три сестры") y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_jard%C3%ADn_de_los_cerezos" title="El jardín de los cerezos">El jardín de los cerezos</a></i> ("Вишнëвый сад").</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Al principio Chéjov escribía simplemente por razones económicas, pero
su ambición artística creció, introduciendo innovaciones que han
influido en la evolución de los relatos cortos.<sup class="reference" id="cite_ref-bart_6-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-bart-6">6</a></sup> Su originalidad consiste en el uso de la técnica del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mon%C3%B3logo" title="Monólogo">monólogo</a>, adoptada más tarde por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce" title="James Joyce">James Joyce</a> y otros escritores del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Modernismo_anglosaj%C3%B3n" title="Modernismo anglosajón">modernismo anglosajón</a>, además del rechazo de la finalidad moral presente en la estructura de las obras tradicionales.<sup class="reference" id="cite_ref-cartas2_7-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-cartas2-7">7</a></sup>
No le preocupaban las dificultades que esto planteaba al lector, porque
consideraba que el papel del artista es realizar preguntas, no
responderlas.<sup class="reference" id="cite_ref-cartas3_8-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-cartas3-8">8</a></sup></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
Según el escritor estadounidense <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/E._L._Doctorow" title="E. L. Doctorow">E. L. Doctorow</a>,
Chéjov posee la voz más natural de la ficción, «sus cuentos parecen
esparcirse sobre la página sin arte, sin ninguna intención estética
detrás de ellos. Y así uno ve la vida a través de sus frases».<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-9">9</a><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#Enlaces_externos"><span class="toctext"></span></a></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><h2 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Biograf.C3.ADa">Biografía</span></span></h2>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="thumb tright" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 222px;">
</div>
</div>
<div class="thumb tright" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 222px;">
<div class="thumbcaption">
</div>
</div>
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Chéjov nació en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Taganrog" title="Taganrog">Taganrog</a>, el puerto principal del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mar_de_Azov" title="Mar de Azov">Mar de Azov</a>. Era el tercero de seis hermanos. Su padre, Pável Yegórovich Chéjov, director del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Coro" title="Coro">coro</a> de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Parroquia_%28religi%C3%B3n%29" title="Parroquia (religión)">parroquia</a> y devoto <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cristiano" title="Cristiano">cristiano</a> <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_Ortodoxa" title="Iglesia Ortodoxa">ortodoxo</a>, les impartió una disciplina estricta y muy religiosa, que a veces adquiría rasgos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Despotismo" title="Despotismo">despóticos</a>. Ese es uno de los motivos por los que Chéjov siempre fue un amante de la libertad y de la independencia.<sup class="reference" id="cite_ref-beso_10-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-beso-10">10</a></sup> La madre de Chéjov, Yevguéniya Yákovlevna, cuyo apellido de soltera era Morózova, era una gran <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuentacuentos" title="Cuentacuentos">cuentacuentos</a>,<sup class="reference" id="cite_ref-yev_11-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-yev-11">11</a></sup> y entretenía a sus hijos con historias de sus viajes junto a su padre (un comerciante de telas) por toda Rusia.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El padre de Chéjov empezó a tener serias dificultades económicas en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1875" title="1875">1875</a>; su negocio quebró y se vio forzado a escapar a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mosc%C3%BA" title="Moscú">Moscú</a> para evitar que lo encarcelaran. Hasta que no finalizó sus estudios de bachillerato en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1879" title="1879">1879</a>, Antón no se reunió con su familia. Comenzó a estudiar Medicina en la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Mosc%C3%BA" title="Universidad de Moscú">Universidad de Moscú</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En un intento de ayudar a su familia, Chéjov comenzó a escribir
relatos humorísticos cortos y caricaturas de la vida en Rusia bajo el
pseudónimo de “Antosha Chejonté”. Se desconoce cuántas historias
escribió Chéjov durante este periodo, pero se sabe que se ganó con
rapidez fama de buen cronista de la vida rusa.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Chéjov se hizo médico en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1884" title="1884">1884</a> pero siguió escribiendo para diferentes semanarios. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1885" title="1885">1885</a> comenzó a colaborar con la <i>Peterbúrgskaya gazeta</i>
con artículos más elaborados que los que había redactado hasta
entonces. En diciembre de ese mismo año, fue invitado a colaborar en uno
de los periódicos más respetados de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/San_Petersburgo" title="San Petersburgo">San Petersburgo</a>, el <i>Nóvoye Vremia (Tiempo Nuevo)</i>. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1886" title="1886">1886</a> Chéjov se había convertido ya en un escritor de renombre. Ese mismo año publicó su primer libro de relatos, <i>Cuentos de Melpómene</i>; al año siguiente ganó el Premio Pushkin gracias a la colección de relatos cortos <i>Al anochecer</i>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="thumb tleft" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 222px;">
<div class="thumbcaption">
</div>
</div>
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1887" title="1887">1887</a> a causa de una debilitación de su salud (primeros síntomas de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tuberculosis" title="Tuberculosis">tuberculosis</a> que acabaría con su vida) Chéjov viajó hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ucrania" title="Ucrania">Ucrania</a>. A su regreso se estrenó su obra <i>La Gaviota</i>, un éxito que interpretó la compañía del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_de_Arte_de_Mosc%C3%BA" title="Teatro de Arte de Moscú">Teatro de Arte de Moscú</a>, tras una primera interpretación absolutamente desastrosa en el estatal (imperial) <a class="extiw" href="http://en.wikipedia.org/wiki/Alexandrinsky_Theatre" title="en:Alexandrinsky Theatre">Teatro Alexandrinski</a> de San Petersburgo un año antes. El éxito que cosechó fue debido en gran medida a la compañía del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_de_Arte_de_Mosc%C3%BA" title="Teatro de Arte de Moscú">Teatro de Arte de Moscú</a>, anteriormente citada, que dirigida por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Konstant%C3%ADn_Stanislavski" title="Konstantín Stanislavski">Konstantín Stanislavski</a>
había visto la necesidad de crear un nuevo medio artístico basado en la
naturalidad del actor para expresar de manera adecuada las
tribulaciones y los sentimientos de los personajes de Chéjov.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Antón Pávlovich escribió tres obras más para esta compañía: <i>Tío Vania</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1897" title="1897">1897</a>), <i>Las Tres Hermanas</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1901" title="1901">1901</a>) y <i>El Jardín de los Cerezos</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a>), todas ellas de gran éxito. En 1901 contrajo matrimonio con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Olga_Leon%C3%A1rdovna_Knipper" title="Olga Leonárdovna Knipper">Olga Leonárdovna Knipper</a>, una actriz que había actuado en sus obras.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aparte de su faceta como autor teatral, Chéjov destacó como autor de
relatos, creando unos personajes atribulados por sus propios
sentimientos que constituyen una de las más acertadas descripciones del
abanico de variopintas personas de la Rusia zarista de finales del siglo
XIX y principios del XX. Destacar el relato <i>Campesinos</i> de 1897, el inquietante <i>La sala nº 6</i> de 1892 y el apasionado <i>La dama del perrito</i> publicado en 1899, que surgió como contraposición a <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Karenina" title="Ana Karenina">Anna Karénina</a></i> de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lev_Tolst%C3%B3i" title="Lev Tolstói">Tolstói</a>,
ya que el propio autor afirmó que "no deseo mostrar una convención
social, sino mostrar a unos seres humanos que aman, lloran, piensan y
ríen. No podía censurarlos por un acto de amor."</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Chéjov pasó gran parte de sus 44 años gravemente enfermo a causa de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tuberculosis" title="Tuberculosis">tuberculosis</a> que contrajo de sus pacientes a finales de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1880" title="1880">1880</a>. La enfermedad lo obligó a pasar largas temporadas en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Niza" title="Niza">Niza</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" title="Francia">Francia</a>) y posteriormente en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Yalta" title="Yalta">Yalta</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Crimea" title="Crimea">Crimea</a>), ya que el clima templado de estas zonas era preferible a los crueles <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Invierno_ruso" title="Invierno ruso">inviernos rusos</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En mayo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a> ya se encontraba gravemente enfermo, por lo que el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/3_de_junio" title="3 de junio">3 de junio</a> se trasladó junto con su mujer Olga al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Spa_%28salud%29" title="Spa (salud)">spa</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alemania" title="Alemania">alemán</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Badenweiler" title="Badenweiler">Badenweiler</a>, en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Selva_Negra" title="Selva Negra">Selva Negra</a>. Desde allí escribió cartas a su hermana <a class="extiw" href="http://en.wikipedia.org/wiki/Maria_Chekhova" title="en:Maria Chekhova">María Chéjova</a>
(Masha), en las que se podía apreciar que Chéjov estaba animado. En
ellas describía las comidas que le servían y los alrededores, y
aseguraba que se estaba recuperando. En su última carta se quejaba del
modo de vestir de las mujeres alemanas.<sup class="reference" id="cite_ref-cartas4_12-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-cartas4-12">12</a></sup> Falleció el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/15_de_julio" title="15 de julio">15 de julio</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su cuerpo fue trasladado a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mosc%C3%BA" title="Moscú">Moscú</a> en un vagón de tren refrigerado que se usaba para transportar <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ostra" title="Ostra">ostras</a>, hecho que molestó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1ximo_Gorki" title="Máximo Gorki">Máximo Gorki</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-gorki_13-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov#cite_note-gorki-13">13</a></sup> Está enterrado junto a su padre en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cementerio_Novod%C3%A9vichi" title="Cementerio Novodévichi">cementerio Novodévichi</a> en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mosc%C3%BA" title="Moscú">Moscú</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aunque ya era conocido en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rusia" title="Rusia">Rusia</a> antes de su muerte, Chéjov no se hizo internacionalmente famoso hasta los años posteriores a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial" title="Primera Guerra Mundial">Primera Guerra Mundial</a>, cuando las traducciones de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Constance_Garnett" title="Constance Garnett">Constance Garnett</a> al inglés ayudaron a popularizar su obra.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Las obras de Chéjov se hicieron tremendamente famosas en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Inglaterra" title="Inglaterra">Inglaterra</a> en la década de 1920 y se han convertido en todo un clásico de la escena británica. En Estados Unidos, autores como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tennessee_Williams" title="Tennessee Williams">Tennessee Williams</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Raymond_Carver" title="Raymond Carver">Raymond Carver</a> o <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Arthur_Miller" title="Arthur Miller">Arthur Miller</a> utilizaron técnicas de Chéjov para escribir algunas de sus obras.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:Wikipedia. Texto: ciudadseva.com.Foto:Archivo </span></div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-89594244578748519322015-02-22T04:42:00.000-08:002015-02-22T04:42:07.516-08:00El cuento del domingo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_yW3mzcuQBf497b2l8C6v-YRX41lmCZyYr57Zmsc-7nHsDO6hmd2WntCwTUDvQquQTs7-zLnpjVlJ12dJTfJ3v9TLfgrZVMwM-2TMHECSaxsCLHL1ONkayE9RaVboTAlCf-vlyBB_zGvh/s1600/James+Joyce+sin+N.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_yW3mzcuQBf497b2l8C6v-YRX41lmCZyYr57Zmsc-7nHsDO6hmd2WntCwTUDvQquQTs7-zLnpjVlJ12dJTfJ3v9TLfgrZVMwM-2TMHECSaxsCLHL1ONkayE9RaVboTAlCf-vlyBB_zGvh/s1600/James+Joyce+sin+N.jpg" width="480" /></a></div>
<b><span style="font-size: large;">James Joyce </span></b><br /><div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Eveline <br />Sentada ante la
ventana, miraba cómo la noche invadía la avenida. Su cabeza se apoyaba
contras las cortinas de la ventana, y tenía en la nariz el olor de la
polvorienta cretona. Estaba sentada.<br /> Pasaba poca gente: el
hombre de la última casa pasó rumbo a su hogar, oyó el repiqueteo de sus
pasos en el pavimento de hormigón y luego los oyó crujir sobre el
sendero de grava que se extendía frente a las nuevas casas rojas. Antes
había allí un campo, en el que ellos acostumbraban jugar con otros
niños. Después, un hombre de Belfast compró el campo y construyó casas
en él: casas de ladrillos brillantes y techos relucientes, y no pequeñas
y oscuras como las otras. Los niños de la avenida solían jugar juntos
en aquel campo; los Devine, los Water, los Dunn, el pequeño lisiado
Keogh, ella, sus hermanos y hermanas. Sin embargo, Ernest jamás jugaba:
era demasiado grande. Su padre solía echarlos del campo con su bastón de
ciruelo silvestre; pero por lo general el pequeño Keogh era quien
montaba guardia y avisaba cuando el padre se acercaba. Pese a todo,
parecían haber sido bastante felices en aquella época. Su padre no era
tan malo entonces, y, además, su madre vivía. Hacía mucho tiempo de
aquello. Ella, sus hermanos y hermanas se habían transformado en
adultos; la madre había muerto. Tizzie Dunn había muerto también, y los
Water regresaron a Inglaterra. Todo cambia. Ahora ella se aprestaba a
irse también, a dejar su hogar.<br /> ¡Su hogar! Miró a su alrededor,
repasando todos los objetos familiares que durante tantos años había
limpiado de polvo una vez por semana, mientras se preguntaba de dónde
provendría tanto polvo. Tal vez no volvería a ver todos aquellos objetos
familiares, de los cuales jamás hubiera supuesto verse separada. Y sin
embargo, en todos aquellos años, nunca había averiguado el nombre del
sacerdote cuya foto amarillenta colgaba de la pared, sobre el viejo
armonio roto, y junto al grabado en colores de las promesas hechas a la
beata Margaret Mary Alacoque. El sacerdote había sido compañero de
colegio de su padre. Cada vez que éste mostraba la fotografía a su
visitante, agregaba de paso:<br /> —En la actualidad está en Melbourne.<br />
Ella había consentido en partir, en dejar su hogar. ¿Era prudente?
Trató de sopesar todas las implicaciones de la pregunta. De una u otra
forma, en su hogar tenía techo y comida, y la gente a quien había
conocido durante toda su existencia. Por supuesto que tenía que trabajar
mucho, tanto en la casa como en su empleo. ¿Qué dirían de ella en la
tienda, cuando supieran que se había ido con un hombre? Pensarían tal
vez que era una tonta, y su lugar sería cubierto por medio de un
anuncio. La señorita Gavan se alegraría. Siempre le había tenido un poco
de tirria y lo había demostrado en especial cuando alguien escuchaba.<br /> —Señorita Hill, ¿no ve que estas damas están esperando?<br /> —Muéstrese despierta, señorita Hill, por favor.<br /> No lloraría mucho por tener que dejar la tienda.<br />
Pero en su nuevo hogar, en un país lejano y desconocido, no sería
así. Luego se casaría; ella, Eveline. Entonces la gente la miraría con
respeto. No sería tratada como lo había sido su madre. Aún ahora, y
aunque ya tenía más de 19 años, a veces se sentía en peligro ante la
violencia de su padre. Ella sabía que eso era lo que le había producido
palpitaciones. Mientras fueron niños, su padre nunca la maltrató, como
acostumbraba a hacerlo con Harry y Ernest, porque era una niña; pero
después, había comenzado a amenazarla y a decir que se ocupaba de ella
sólo por el recuerdo de su madre. Y en el presente, ella no tenía quien
la protegiera: Ernest había muerto, y Harry, que se dedicaba a decorar
iglesias, estaba casi siempre en algún punto distante del país. Además,
las invariables disputas por dinero de los sábados por la noche
comenzaban a fastidiarla sobre manera. Ella siempre aportaba todas sus
entradas —siete chelines— y Harry enviaba sin falta lo que podía; el
problema era obtener algo de su padre. Este la acusaba de malgastar el
dinero, decía que no tenía cabeza y que no le daría el dinero que había
ganado con dificultad para que ella lo tirara por las calles; y muchas
otras cosas, porque generalmente él se portaba muy mal los sábados por
la noche. Terminaba por darle el dinero y preguntarle si no pensaba
hacer las compras para el almuerzo de¡ domingo. Entonces ella debía
salir corriendo para hacer las compras, mientras sujetaba con fuerza su
bolso negro abriéndose paso entre la multitud, para luego regresar a
casa tarde y agobiada bajo su carga de provisiones. Le había dado mucho
trabajo atender la casa y hacer que los dos niños que habían sido
dejados a su cuidado fueran a la escuela regularmente y comieran con la
misma regularidad. Era un trabajo pesado —una vida dura—, pero ahora que
estaba apunto de partir no le parecía ésa una vida del todo indeseable.<br />
Iba a ensayar otra vida; Frank era muy bueno; viril y generoso.
Ella se iría con él en el barco de la noche, para ser su mujer y para
vivir juntos en Buenos Aires, donde él tenía un hogar que aguardaba.
Recordaba muy bien la primera vez que lo había visto; había alquilado
una habitación en una casa de la calle principal; y ella solía hacer
frecuentes visitas a la familia que vivía allí. Parecía que hubieran
transcurrido sólo pocas semanas. Él estaba en la puerta de la verja, con
su gorra de visera echada sobre la nuca, y el pelo le caía sobre el
rostro bronceado. Así se conocieron. El acostumbraba encontrarla a la
salida de la tienda todas las tardes, y la acompañaba hasta su casa. La
llevó a ver The Bohemian Girl, y ella se sintió endiosada al sentarse
junto a él en las butacas más caras del teatro. Él tenía gran afición
por la música y cantaba bastante bien. La gente sabía que estaban en
relaciones y, cuando él cantaba la canción de la muchacha que ama a un
marino, ella se sentía siempre agradablemente confusa. Él, en broma, la
llamaba “Poppens” (amapola). Al principio, para ella resultó emocionante
tener un amigo, y luego él comenzó a gustarle. Conocía relatos de
países distantes. había comenzado como grumete por una libra mensual en
un barco de la Altan Lines que iba al Canadá. Le nombró los barcos en
los que había trabajado y enumeró las diversas compañías. Había navegado
a través del estrecho de Magallanes, y relató anécdotas de los
terribles indios patagones; tuvo suerte en Buenos Aires, dijo, y sólo
había vuelto a su patria para pasar las vacaciones. Naturalmente, el
padre de ella se enteró, y le prohibió, terminantemente, a continuar
tales relaciones.<br /> —Conozco a esos marineros... —dijo.<br /> Un día, su padre discutió con Frank, y después de eso ella tuvo que encontrarse en secreto con su enamorado.<br />
La tarde se oscurecía en la avenida. La blancura de las dos cartas
que tenía sobre el regazo se iba desvaneciendo. Una de las cartas era
para Harry. Su padre había envejecido últimamente, según había notado;
la extrañaría. A veces se portaba muy bien. No hacía mucho, una vez que
ella debió permanecer en cama durante un día, él le había leído en voz
alta una historia de fantasmas y le había preparado tostadas sobre el
fuego. Otro día, cuando su madre aún vivía, fueron a merendar a la
colina de Howth. Recordaba a su padre poniéndose el sombrero de la madre
para hacer reír a los niños.<br /> El tiempo transcurría, pero ella
continuaba sentada junto a la ventana con la cabeza apoyada en la
cortina, aspirando el olor de la polvorienta cretona. Lejos, en la
avenida, podía oír un organillo callejero. Conocía la melodía. Era
extraño que justo esa noche volviera para recordarle la promesa hecha a
su madre: la de atender la casa mientras pudiera. Recordó la última
noche de enfermedad de su madre; estaba en el cerrado y oscuro cuarto
situado del otro lado del vestíbulo, y había oído afuera una melancólica
canción italiana. Dieron al organillo seis peniques para que se
alejara. Recordó la exclamación de su padre, cuando volvió al cuarto de
la enferma.<br /> —¡Malditos italianos! ¡Ni siquiera aquí nos dejan en paz!<br />
Mientras meditaba, la lastimosa visión de la vida de su madre
trazaba una huella en la esencia misma de su propio ser; aquella vida de
sacrificios intrascendentes que desembocó en la locura final. Se
estremeció mientras oía otra vez la voz de su madre repitiendo una y
otra vez, con estúpida insistencia, las voces irlandesas:<br /> —¡Derevaun Seraun! ¡Derevaun Seraun!<br />
Se puso de pie con súbito impulso de terror. ¡Escapar, debía
escapar! Frank la salvaría. Él le daría vida, tal vez amor también. Pero
deseaba vivir. ¿Por qué había de ser desgraciada? Tenía derecho a ser
feliz. Frank la tomaría en sus brazos, la estrecharía en sus brazos. La
salvaría.<br /> Estaba en medio de la movediza multitud, en el muelle
del North Wall. El la tenía de la mano, y ella sabía que él le hablaba,
que le decía con insistencia algo acerca del pasaje. El muelle estaba
lleno de soldados con mochilas pardas. A través de las abiertas puertas
de los galpones, entrevió la masa negra del barco, inmóvil junto al
muelle y con los ojos de buey iluminados. No respondió. Sentía sus
mejillas pálidas y frías y, desde un abismo de angustia, rogaba a Dios
que la guiara, que le señalara su deber. El barco lanzó una larga pitada
fúnebre en la niebla. Si se iba, mañana estaría en el mar, con Frank,
rumbo a Buenos Aires. Sus pasajes habían sido reservados. ¿Podía
volverse atrás, después de todo lo que Frank había hecho por ella? La
angustia le produjo náuseas, y siguió moviendo los labios en silenciosa y
ferviente plegaria. Sonó una campana, que le estremeció el corazón.
Sintió que él la tomaba de la mano.<br /> —¡Ven!<br /> Todos los
mares del mundo se agitaron alrededor de su corazón. Él la conducía
hacia ellos, la ahogaría. Se tomó con ambas manos de la verja de hierro.<br /> —¡Ven!<br />
—¡No! ¡No! ¡No! Era imposible. Sus manos se aferraron al hierro,
frenéticamente. Desde el medio de los mares que agitaban su corazón,
lanzó un grito de angustia.<br /> —¡Eveline! ¡Evy!<br /> El se
precipitó detrás de la barrera y le gritó que lo siguiera. La gente le
chilló para que él continuara caminando, pero Frank seguía llamándola.
Ella volvió su pálida cara hacia él, pasiva, como animal desamparado.
Sus ojos no le dieron ningún signo de amor, ni de adiós, ni de
reconocimiento.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>James Augustine Aloysius Joyce</b> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2_de_febrero" title="2 de febrero">2 de febrero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1882" title="1882">1882</a> – <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Z%C3%BArich" title="Zúrich">Zúrich</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/13_de_enero" title="13 de enero">13 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1941" title="1941">1941</a>). Escritor <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Irlanda" title="Irlanda">irlandés</a>, reconocido mundialmente como uno de los más importantes e influyentes del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XX" title="Siglo XX">siglo XX</a>. Joyce es aclamado por su obra maestra, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i> (1922), y por su controvertida novela posterior, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Finnegans_Wake" title="Finnegans Wake">Finnegans Wake</a></i> (1939). Igualmente ha sido muy valorada la serie de historias breves titulada <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dublineses" title="Dublineses">Dublineses</a></i> (1914), así como su novela semi autobiográfica <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i> (1916). Joyce es representante destacado de la corriente literaria de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vanguardismo" title="Vanguardismo">vanguardia</a> denominada <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Modernismo_anglosaj%C3%B3n" title="Modernismo anglosajón">modernismo anglosajón</a>, junto a autores como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/T._S._Eliot" title="T. S. Eliot">T. S. Eliot</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Virginia_Woolf" title="Virginia Woolf">Virginia Woolf</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ezra_Pound" title="Ezra Pound">Ezra Pound</a> o <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Wallace_Stevens" title="Wallace Stevens">Wallace Stevens</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Aunque pasó la mayor parte de su vida adulta fuera de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Irlanda" title="Irlanda">Irlanda</a>, el universo literario de este autor se encuentra fuertemente enraizado en su nativa <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a>, la ciudad que provee a sus obras de los escenarios, ambientes, personajes y demás materia narrativa.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-1">1</a></sup> Más en particular, su problemática relación primera con la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_cat%C3%B3lica" title="Iglesia católica">iglesia católica</a> de Irlanda se refleja muy bien a través de los conflictos interiores que atormentan a su <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81lter_ego" title="Álter ego">álter ego</a> en la ficción, representado por el personaje de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Dedalus" title="Stephen Dedalus">Stephen Dedalus</a>.
Así, Joyce es conocido por su atención minuciosa a un escenario muy
delimitado y por su prolongado y autoimpuesto exilio, pero también por
su enorme influencia en todo el mundo. Por ello, pese a su regionalismo,
paradójicamente llegó a ser uno de los escritores más cosmopolitas de
su tiempo.<sup class="reference" id="cite_ref-mccourt_2-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-mccourt-2">2</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">La <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Encyclop%C3%A6dia_Britannica" title="Encyclopædia Britannica">Encyclopædia Britannica</a></i>
destaca en el autor el sutil y veraz retrato de la naturaleza humana
que logra imprimir en sus obras, junto con la maestría en el uso del
lenguaje y el brillante desarrollo de nuevas formas literarias, motivo
por el cual su figura ejerció una influencia decisiva en toda la
novelística del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XX" title="Siglo XX">siglo XX</a>. Los personajes de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Bloom" title="Leopold Bloom">Leopold Bloom</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Molly_Bloom" title="Molly Bloom">Molly Bloom</a>, en particular, ostentan una riqueza y calidez humanas incomparables.<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-3">3</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">El editor de la antología <i>The Cambridge Companion to James Joyce</i> [<i>Guía de Cambridge para James Joyce</i>]
escribe en su introducción: «A Joyce lo leen muchas más personas de las
que son conscientes de ello. El impacto de la revolución literaria que
emprendió fue tal que pocos novelistas posteriores de importancia, en
cualquiera de las lenguas del mundo, han escapado a su influjo, incluso
aunque tratasen de evitar los paradigmas y procedimientos joyceanos.
Topamos indirectamente con Joyce, por lo tanto, en muchas de nuestras
lecturas de ficción seria de la última mitad de siglo, y lo mismo puede
decirse de la ficción no tan seria».<sup class="reference" id="cite_ref-4"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-4">4</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Anthony_Burgess" title="Anthony Burgess">Anthony Burgess</a>, al final de su largo ensayo <i>Re Joyce</i> (1965), reconoció:</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Junto con <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare" title="Shakespeare">Shakespeare</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/John_Milton" title="John Milton">Milton</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alexander_Pope" title="Alexander Pope">Pope</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gerard_Manley_Hopkins" title="Gerard Manley Hopkins">Hopkins</a>,
Joyce sigue siendo el modelo más elevado en que ha de fijarse todo
aquel que aspire a escribir con propiedad. [...] Pero, una vez leído y
absorbido un solo ápice de la esencia de este autor, ni la literatura ni
la vida vuelven a ser las mismas de nuevo.<sup class="reference" id="cite_ref-5"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-5">5</a></sup></span><br />
</blockquote>
<span style="font-size: medium;">En un texto de 1939, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges" title="Jorge Luis Borges">Jorge Luis Borges</a> afirmó sobre el autor:</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Es indiscutible que Joyce es uno de los primeros escritores de nuestro tiempo. Verbalmente, es quizá el primero. En el <i>Ulises</i> hay sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare" title="Shakespeare">Shakespeare</a> o de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Browne" title="Thomas Browne">Sir Thomas Browne</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-6"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-6">6</a></sup></span><br />
</blockquote>
<span style="font-size: medium;"><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/T.S._Eliot" title="T.S. Eliot">T.S. Eliot</a>, en su ensayo "<i>Ulysses</i>, Order and Myth" ["<i>Ulises</i>, orden y mito"] (1923), declaró sobre esta misma obra:</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Considero que este libro es la expresión más importante que ha
encontrado nuestra época; es un libro con el que todos estamos en deuda,
y del que ninguno de nosotros puede escapar.<sup class="reference" id="cite_ref-7"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-7">7</a></sup></span></blockquote>
<h4>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Primeros_a.C3.B1os"></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">En 1882, James Joyce nace en Brighton Square, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rathgar" title="Rathgar">Rathgar</a>, un barrio de clase media de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a>, en el seno de una familia <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cat%C3%B3lica" title="Católica">católica</a>;
sus padres se llamaban John y May. James fue el mayor de los diez
hermanos supervivientes, seis mujeres y cuatro varones. Uno de los
hermanos fallecidos habría sido mayor que él, puesto que nació y murió
en 1881.<sup class="reference" id="cite_ref-8"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-8">8</a></sup> La madre quedó encinta en total quince veces, las mismas que la señora Dedalus, en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-9"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-9">9</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">La familia de su padre, originaria de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fermoy" title="Fermoy">Fermoy</a>, fue concesionaria de una explotación de sal y piedra caliza en Carrigeeny, cerca de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cork" title="Cork">Cork</a>.
Vendieron la explotación por quinientas libras, en 1842, aunque
siguieron manteniendo una empresa como «fabricantes y vendedores de sal y
caliza». Esta empresa quebró en 1852.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Joyce, como su padre, sostenía que su ascendencia familiar provenía
del antiguo clan irlandés de los Galway. Para la crítica Francesca
Romana Paci, el escritor rebelde e inconformista valoraba sin embargo
«la respetabilidad basada en la tradición de una antigua casa»; sentía
«apego por una cierta forma de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Aristocracia" title="Aristocracia">aristocracia</a>».<sup class="reference" id="cite_ref-10"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-10">10</a></sup> Los Joyce presumían de ser descendientes del libertador irlandés <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_O%27Connell" title="Daniel O'Connell">Daniel O'Connell</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-11"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-11">11</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Tanto su padre como su abuelo contrajeron matrimonio con mujeres de
familias adineradas. En 1887 el padre de James, John Stanislaus Joyce,
fue nombrado recaudador de impuestos de varios distritos por la Oficina
de Recaudación del Ayuntamiento de Dublín. Esto permitió a la familia
trasladarse a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bray_%28Irlanda%29" title="Bray (Irlanda)">Bray</a>, un pequeño pueblo de cierta categoría residencial, a diecinueve kilómetros de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a>. En Bray vivían junto a una familia protestante, los Vance. Una hija de éstos, Eileen, fue el primer amor de James.<sup class="reference" id="cite_ref-12"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-12">12</a></sup> El escritor la evocó en el <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i>, citándola por su propio nombre. Este personaje resurgirá en varias otras obras, incluso en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Finnegans_Wake" title="Finnegans Wake">Finnegans Wake</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-13"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-13">13</a></sup></span><br />
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<span style="font-size: medium;">Un día en que estaba jugando con su hermano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a> junto a un río, James fue atacado por un perro,<sup class="reference" id="cite_ref-14"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-14">14</a></sup> lo que le acarrearía una <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fobia" title="Fobia">fobia</a> de por vida hacia estos animales; también le causaban <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Astrafobia" title="Astrafobia">pavor las tormentas</a>, debido a su profunda <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fe" title="Fe">fe</a> religiosa, que hacía que las considerase como un signo de la ira de Dios.<sup class="reference" id="cite_ref-15"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-15">15</a></sup> Un amigo le preguntó en cierta ocasión por qué estaba asustado, y James replicó: «A ti no te criaron en la Irlanda católica».<sup class="reference" id="cite_ref-16"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-16">16</a></sup> De estas pertinaces fobias quedaron cumplidas muestras en obras como <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i>, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i> y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Finnegans_Wake" title="Finnegans Wake">Finnegans Wake</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-17"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-17">17</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Entre febrero y marzo de 1889, el Libro de Castigos del colegio de
Conglowes recoge que el futuro escritor, contando siete años, recibió
dos palmetazos por no llevar a clase cierto libro, seis más por tener
las botas sucias y cuatro por proferir «palabras indecentes», algo a lo
que Joyce fue siempre muy aficionado.<sup class="reference" id="cite_ref-18"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-18">18</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En 1891, con nueve años, James escribe el poema titulado "Et tu, Healy", que trata de la muerte del político irlandés <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Stewart_Parnell" title="Charles Stewart Parnell">Charles Stewart Parnell</a>. El padre quedó tan encantado que hizo imprimirlo, e incluso envió una copia a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca_Vaticana" title="Biblioteca Vaticana">Biblioteca Vaticana</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-19"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-19">19</a></sup> En noviembre de ese mismo año, John Joyce ve su nombre registrado en la <i>Stubbs Gazette</i>, un boletín de impagos y quiebras, y es apartado de su trabajo.<sup class="reference" id="cite_ref-20"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-20">20</a></sup>
Dos años más tarde es despedido, coincidiendo con una severa
reorganización de la Oficina de Recaudación, que comprendía una
importante reducción de personal. John Joyce, con antecedentes por
gestión poco cuidadosa,<sup class="reference" id="cite_ref-21"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-21">21</a></sup>
sufrió especialmente la crisis, e incluso estuvo a punto de ser
despedido sin una indemnización, algo que consiguió evitar su esposa.<sup class="reference" id="cite_ref-22"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-22">22</a></sup>
Este fue el inicio de la crisis económica de la familia, debida a la
incapacidad del padre para gestionar sus finanzas, y también a su <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alcoholismo" title="Alcoholismo">alcoholismo</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-23"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-23">23</a></sup> Esta tendencia, muy común en su familia, sería heredada por su hijo mayor, bastante manirroto en general;<sup class="reference" id="cite_ref-24"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-24">24</a></sup>
sólo en sus últimos años adquirió James el hábito del ahorro,
especialmente debido a la grave enfermedad mental que aquejó a su hija <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucia_Joyce" title="Lucia Joyce">Lucia</a>, circunstancia que le acarreó grandes gastos.<sup class="reference" id="cite_ref-25"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-25">25</a></sup>
En una ocasión, su hermano Stanislaus le reprochó: «Puede que haya
personas que no estén tan preocupadas por el dinero como tú». A lo que
él replicó: A lo que él replicó: «Oh, diantre, puede que las haya, pero me gustaría
que uno de esos individuos me enseñara el truco en veinticinco
lecciones».<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-26">26</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">El futuro escritor se educó en el selecto <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Clongowes_Wood_College" title="Clongowes Wood College">Clongowes Wood College</a>, un internado de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Compa%C3%B1%C3%ADa_de_Jes%C3%BAs" title="Compañía de Jesús">jesuitas</a>, cerca de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sallins" title="Sallins">Sallins</a>, en <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/County_Kildare" title="County Kildare">County Kildare</a>. Según su primer biógrafo, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Herbert_Gorman" title="Herbert Gorman">Herbert S. Gorman</a>,
al ingresar en este centro (1888), era «de constitución esbelta, muy
nervioso, sensible como una niña y tenía la bendición o la maldición
(esto depende del punto de vista) de un temperamento introspectivo».<sup class="reference" id="cite_ref-27"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-27">27</a></sup> James, que «fue elegido para el honor de servir como monaguillo en misa»,<sup class="reference" id="cite_ref-28"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-28">28</a></sup> no tardó en distinguirse como alumno muy aventajado, en todo menos en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Matem%C3%A1ticas" title="Matemáticas">matemáticas</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-29"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-29">29</a></sup> Destacaba incluso en materia deportiva, según declararía su hermano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a>,<sup class="reference" id="cite_ref-30"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-30">30</a></sup>
pero tuvo que abandonar la institución cuatro años más tarde debido a
los problemas financieros de su padre. Se matriculó entonces en el
colegio de la congregación de los <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Christian_Brothers" title="Christian Brothers">Christian Brothers</a>, ubicada en North Richmond Street, Dublín. Más tarde, en 1893, se le ofreció una plaza en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Belvedere_College" title="Belvedere College">Belvedere College</a>
de la misma ciudad, regentado igualmente por jesuitas. La oferta se
hizo, al menos en parte, con la esperanza de que el distinguido
estudiante ingresara en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Compa%C3%B1%C3%ADa_de_Jes%C3%BAs" title="Compañía de Jesús">orden</a>, sin embargo éste rechazó el catolicismo ya en edad temprana; según <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Ellmann" title="Richard Ellmann">Ellmann</a>, a los dieciséis años.<sup class="reference" id="cite_ref-31"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-31">31</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">James siguió destacando en los estudios. Muy concienzudo en su
preparación, obligaba a su madre a tomarle diariamente la lección
después de la comida.<sup class="reference" id="cite_ref-32"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-32">32</a></sup>
En esta época, recibió distintos premios escolares. No sabiendo qué
hacer con tanto dinero (la dotación a veces alcanzaba las veinte libras
de la época), lo destinaba a la compra de regalos para sus hermanos;
cosas prácticas, como zapatos y vestidos, aunque también los invitaba al
teatro, en las localidades más baratas.<sup class="reference" id="cite_ref-33"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-33">33</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Sus lecturas en la época del Belvedere son abundantes y profundas, en inglés y francés: <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dickens" title="Dickens">Dickens</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Walter_Scott" title="Walter Scott">Walter Scott</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jonathan_Swift" title="Jonathan Swift">Jonathan Swift</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Laurence_Sterne" title="Laurence Sterne">Laurence Sterne</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Oliver_Goldsmith" title="Oliver Goldsmith">Oliver Goldsmith</a>; también le impresionó vivamente el estilo del clérigo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/John_Henry_Newman" title="John Henry Newman">John Henry Newman</a>. Entre los poetas, leía con fruición a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lord_Byron" title="Lord Byron">Byron</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rimbaud" title="Rimbaud">Rimbaud</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Yeats" title="Yeats">Yeats</a>. Y dedicó asimismo mucha atención a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/George_Meredith" title="George Meredith">George Meredith</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/William_Blake" title="William Blake">William Blake</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Hardy" title="Thomas Hardy">Thomas Hardy</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-34"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-34">34</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-35"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-35">35</a></sup></span><br />
<div class="thumb tright">
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<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1898" title="1898">1898</a>, se matriculó en el recientemente inaugurado <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/University_College_Dublin" title="University College Dublin">University College</a></i> de Dublín para estudiar lenguas: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ingl%C3%A9s" title="Idioma inglés">inglés</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_franc%C3%A9s" title="Idioma francés">francés</a> e <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_italiano" title="Idioma italiano">italiano</a>.
Joyce era recordado por ser buen estudiante, aunque de trato difícil.
Seguía aplicándose con ahínco a la lectura. Según uno de sus más
importantes glosadores, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harry_Levin" title="Harry Levin">Harry Levin</a>, en general dedicaba sus esfuerzos a los idiomas, la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa" title="Filosofía">filosofía</a>, la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Est%C3%A9tica" title="Estética">estética</a> y la literatura contemporánea europea.<sup class="reference" id="cite_ref-36"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-36">36</a></sup> Algunos de sus biógrafos han destacado como su interés principal la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ling%C3%BC%C3%ADstica_hist%C3%B3rica" title="Lingüística histórica">gramática comparada</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">También se sabe que tomaba parte activa en las actividades literarias y teatrales de la universidad. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1900" title="1900">1900</a>, como colaborador de la revista <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_Fortnightly_Review" title="The Fortnightly Review">The Fortnightly Review</a></i>, publica su primer ensayo, con el título de "New Drama", sobre la obra del noruego <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Henrik_Ibsen" title="Henrik Ibsen">Henrik Ibsen</a>, uno de sus escritores predilectos.<sup class="reference" id="cite_ref-37"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-37">37</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-38"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-38">38</a></sup>
El joven crítico recibió una carta de agradecimiento de parte del
propio Ibsen. En este periodo, escribió algunos artículos más, además de
dos obras teatrales, hoy perdidas. Muchas de las amistades que hizo en
la universidad aparecerían retratadas posteriormente en sus obras. Según
<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harry_Levin" title="Harry Levin">Harry Levin</a>,
el escritor «no olvidaba ni perdonaba nada. Cualquier parecido con
personas y situaciones reales, vivas o muertas, era cuidadosamente
cultivado».<sup class="reference" id="cite_ref-39"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-39">39</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Joyce fue miembro de la <i>Literary and Historical Society</i>, de
Dublín. Presentó su trabajo titulado "Drama and Life" a dicha sociedad
en 1900. Con ocasión de la lectura pública de este ensayo, se le exigió
que suprimiera varios pasajes. Joyce amenazó al presidente de la
sociedad con no leerlo, y al final consiguió hacerlo sin una sola
omisión. Sus palabras fueron duramente criticadas por algunos
asistentes, y Joyce les replicó pacientemente durante más de cuarenta
minutos, por turno, sin consultar una nota, lo que consiguió suscitar
grandes aplausos entre el público.<sup class="reference" id="cite_ref-40"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-40">40</a></sup> En esa época conoció a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lady_Gregory" title="Lady Gregory">Lady Gregory</a>, y en octubre de 1902, a <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/W._B._Yeats" title="W. B. Yeats">W. B. Yeats</a>,
encuentro que sería trascendental para Joyce. Este poeta le escribió
una carta en el mes de diciembre elogiando su poesía y aconsejándole que
cambiase de aires. Donde el joven escritor debía estar era en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Oxford" title="Oxford">Oxford</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-41"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-41">41</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1903" title="1903">1903</a>, tras su graduación, se instaló en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs" title="París">París</a> con el propósito de estudiar <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Medicina" title="Medicina">Medicina</a>,
pero la ruina de su familia (que se vio obligada a vender todos sus
enseres e instalarse en una pensión) le hizo desistir de sus propósitos y
buscar trabajo como periodista y profesor. Su situación financiera era
tan precaria entonces como la de su familia, hasta el punto de que pasó
verdadera hambre, lo que hacía llorar a su madre cada vez que llegaba
carta de París.<sup class="reference" id="cite_ref-42"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-42">42</a></sup> James regresó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a> meses después para asistir a su madre, enferma terminal de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1ncer" title="Cáncer">cáncer</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-43"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-43">43</a></sup> La madre de Joyce, May (Mary Jane),<sup class="reference" id="cite_ref-44"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-44">44</a></sup>
pasó sus últimas horas en coma, con toda la familia arrodillada y
sollozando a su alrededor. Al ver que ni Stanislaus ni James estaban
arrodillados, el abuelo materno los conminó a hacerlo, pero los dos
rehusaron.<sup class="reference" id="cite_ref-45"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-45">45</a></sup> Según José María Valverde, Joyce siempre se acusó de esta dureza final.<sup class="reference" id="cite_ref-46"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-46">46</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-47"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-47">47</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-48"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-48">48</a></sup>
La muerte de su madre lo sumió en un desasosiego que lo llevó a la
búsqueda de amistades por los bajos fondos dublineses; gustaba de
vagabundear con una gorra de <i>yachtman</i> y unos ajados zapatos de tenis.<sup class="reference" id="cite_ref-49"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-49">49</a></sup>
Fueron días difíciles en los que probó algún oficio y trató de
subsistir en parte gracias a los préstamos de los amigos, e incluso
cantando, puesto que era un consumado <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tenor" title="Tenor">tenor</a>, llegando a lograr un premio en el festival irlandés de <i>Feis Ceoil</i> en 1904.<sup class="reference" id="cite_ref-50"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-50">50</a></sup></span><br />
<h4>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Stephen_el_h.C3.A9roe"><i>Stephen el héroe</i></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">En enero de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a>, trató de publicar una obra en la que había estado trabajando, <i>A Portrait of the Artist</i> [<i>Retrato del artista</i>], una historia autobiográfica con elementos ensayísticos centrada en cuestiones de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Est%C3%A9tica" title="Estética">estética</a>. Este escrito, indigno de su autor, en palabras de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Valverde" title="José María Valverde">José María Valverde</a>,<sup class="reference" id="cite_ref-51"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-51">51</a></sup> fue rechazado por la revista de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Librepensador" title="Librepensador">librepensamiento</a> <i>Dana</i>.
Joyce entonces, con motivo de su vigésimo segundo cumpleaños, decidió
revisar el trabajo y convertirlo en una novela que titularía <i>Stephen Hero</i> (<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_el_h%C3%A9roe" title="Stephen el héroe">Stephen el héroe</a></i>). Esta obra, que alcanzaría las mil páginas de borrador y recoge los primeros años y los de universidad de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Dedalus" title="Stephen Dedalus">Stephen Dedalus</a>, fue escrita a la par que los relatos de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dublineses" title="Dublineses">Dublineses</a></i>. El crítico <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/William_York_Tindall" title="William York Tindall">W. Y. Tindall</a>
sostiene que el lector de las felicidades narrativas presentes en los
cuentos se sorprenderá ante las ordinarieces de la novela, calificada
por el propio Joyce de «rubbish», basura.<sup class="reference" id="cite_ref-52"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-52">52</a></sup> <i>Stephen Hero</i> no se publicaría en vida del autor, pero fue el germen de una obra mayor como es <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i>, empezada en 1907.<sup class="reference" id="cite_ref-53"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-53">53</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">1904 fue el mismo año en que conoció a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nora_Barnacle" title="Nora Barnacle">Nora Barnacle</a>, una joven de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Galway" title="Galway">Galway</a> que trabajaba como camarera de pisos en el hotel <i>Finn's</i>, de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a>. Se dice que tuvieron su primera cita el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/16_de_junio" title="16 de junio">16 de junio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a>, y por tal motivo ésta, según sus biógrafos, fue la fecha elegida para ambientar su obra capital, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i>.<sup class="reference" id="cite_ref-54"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-54">54</a></sup></span><br />
<div class="thumb tright">
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<span style="font-size: medium;">Joyce permaneció en Dublín algún tiempo más, bebiendo en exceso. En
el transcurso de una de sus borracheras, debido a un malentendido, se
metió en una pelea con un hombre, en el parque <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/St_Stephen%27s_Green" title="St Stephen's Green">St Stephen's Green</a>;
tras la pelea, James fue recogido y aseado por un conocido de su padre,
Alfred H. Hunter, que lo condujo a su casa para que le curasen las
heridas.<sup class="reference" id="cite_ref-55"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-55">55</a></sup> En Dublín se rumoreaba que Hunter era <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juda%C3%ADsmo" title="Judaísmo">judío</a>
y que su mujer le era infiel. Esta persona pudo ser uno de los modelos
utilizados por Joyce para uno de los personajes centrales de su
novelística, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Bloom" title="Leopold Bloom">Leopold Bloom</a>, el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Protagonista" title="Protagonista">protagonista</a> de <i>Ulises</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-56"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-56">56</a></sup> Del mismo modo, se inspiró en el estudiante de medicina y escritor <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Oliver_St._John_Gogarty" title="Oliver St. John Gogarty">Oliver St. John Gogarty</a> para el personaje de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Buck_Mulligan" title="Buck Mulligan">Buck Mulligan</a> en dicha obra.<sup class="reference" id="cite_ref-57"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-57">57</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Tras permanecer durante seis días en la vivienda de estudiante de
Gogarty, Martello Tower (Torre Martello), tuvo que abandonarla en plena
noche tras una escena con Gogarty y otro compañero, en cuyo transcurso
aquel disparó su pistola sobre unas cacerolas que colgaban sobre la cama
de James.<sup class="reference" id="cite_ref-58"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-58">58</a></sup>
Éste caminó toda la noche de vuelta a Dublín para poder descansar en su
casa, y al día siguiente envió a un amigo a la torre por sus
pertenencias. Poco después partió con Nora hacia el continente.</span><br />
<h4>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Pola_y_Trieste">Pola y Trieste</span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">Joyce y Nora iniciaron su autoimpuesto <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Exilio" title="Exilio">exilio</a> desplazándose primero a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Z%C3%BArich" title="Zúrich">Zúrich</a>, donde se suponía que le esperaba un puesto como profesor de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ingl%C3%A9s" title="Idioma inglés">inglés</a> en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Berlitz_Corporation" title="Berlitz Corporation">Berlitz Language School</a>, facilitado por un agente en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Inglaterra" title="Inglaterra">Inglaterra</a>. Resultó que el agente inglés había sido estafado, pero el director de la escuela lo reexpidió a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Trieste" title="Trieste">Trieste</a>, ciudad que fue parte del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_austroh%C3%BAngaro" title="Imperio austrohúngaro">Imperio austrohúngaro</a> hasta el 16 de julio de 1920, pasando a ser italiana por el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Saint_Germain-en-Laye" title="Tratado de Saint Germain-en-Laye">tratado de Saint Germain-en-Laye</a>. Aunque tampoco allí había ningún puesto libre para Joyce, con la ayuda de Almidano Artifoni, director de la escuela <i>Berlitz</i> de Trieste, finalmente consiguió unas clases en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pula_%28Istria%29" title="Pula (Istria)">Pula</a> (Pola, en italiano), ciudad entonces también <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_austroh%C3%BAngaro" title="Imperio austrohúngaro">austrohúngara</a>, y hoy parte de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Croacia" title="Croacia">Croacia</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Desde octubre de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a> hasta marzo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1905" title="1905">1905</a>,
permaneció en Pula dando clases sobre todo a oficiales de la armada
austrohúngara estacionados en la base militar de dicha ciudad. En marzo
de 1905 se descubrió un complot de espionaje en la ciudad y todos los
extranjeros fueron expulsados. Con la ayuda de Artifoni, los Joyce
regresaron a Trieste y James empezó a enseñar inglés allí. Permanecería
en la ciudad durante la mayor parte de los diez años siguientes.<sup class="reference" id="cite_ref-mccourt_2-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-mccourt-2">2</a></sup> El idioma que se hablará en casa del escritor a partir de ese momento será el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_italiano" title="Idioma italiano">italiano</a>. En esta lengua reprendería años después a su díscolo hijo Giorgio y se comunicaría siempre con su hija <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucia_Joyce" title="Lucia Joyce">Lucia</a>, mientras ésta se hundía en una demencia progresiva.<sup class="reference" id="cite_ref-59"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-59">59</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En ese mismo año, Nora dio a luz al primero de sus hijos, el citado Giorgio.<sup class="reference" id="cite_ref-60"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-60">60</a></sup> James se puso entonces en contacto con su hermano, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a>,
tratando de atraerlo a Trieste para que se reuniera con él como
profesor en la escuela. Las razones que adujo fueron reclamar su
compañía y ofrecerle un futuro más prometedor que el que Stanislaus
disfrutaba en Dublín, como simple empleado; lo cierto era que James
necesitaba aumentar los ingresos en su familia con la contribución de su
hermano.<sup class="reference" id="cite_ref-61"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-61">61</a></sup>
Las relaciones entre los hermanos fueron tirantes en el tiempo que
vivieron juntos en Trieste, principalmente debido a la frivolidad de
James con el dinero y la bebida.<sup class="reference" id="cite_ref-62"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-62">62</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">La vida rutinaria en Trieste frustraba la pasión viajera del
escritor, quien decidió trasladarse a Roma a finales de 1906. Marchó con
la seguridad de contar con un puesto administrativo en un banco de la
ciudad. Sin embargo, sintió enseguida gran aversión por ésta y terminó
regresando a Trieste, a principios de 1907. Su hija <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucia_Joyce" title="Lucia Joyce">Lucia</a> nació en el verano de ese mismo año. También en 1907 apareció su primer libro, el volumen de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Poema" title="Poema">poemas</a> de amor <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%BAsica_de_c%C3%A1mara_%28Joyce%29" title="Música de cámara (Joyce)">Música de cámara</a></i> (<i>Chamber Music</i>) y se le presentaron los primeros síntomas de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Iritis" title="Iritis">iritis</a>, una enfermedad de los ojos que con los años le dejaría casi ciego.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Continuó durante estos años escribiendo, principalmente relatos, e
iniciándose en la línea experimental que sería característica de su obra
posterior. También manifestó en esta época, por un lado, cierto rechazo
por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad irlandesa,
y por otro, su voluntad de preservar y fomentar la propia experiencia
lingüística, que guiaría todo su trabajo literario: esto le condujo a
reivindicar su lengua materna, el inglés, en detrimento de una lengua <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_irland%C3%A9s" title="Idioma irlandés">gaélica</a> que estimaba readoptada y promovida artificialmente.<sup class="reference" id="cite_ref-63"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-63">63</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-64"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-64">64</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-65"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-65">65</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-66"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-66">66</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Joyce regresó a Dublín en el verano de 1909, llevando con él a su
hijo Giorgio. Su propósito era visitar a su padre y publicar su libro de
cuentos <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dublineses" title="Dublineses">Dublineses</a></i>.
Sin embargo, a primeros de agosto, sufrió uno de los mayores disgustos
de su vida, cuando a través de un complot organizado por sus amigos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Oliver_St._John_Gogarty" title="Oliver St. John Gogarty">Saint-John Gogarty</a> y Vincent Cosgrave, le fue sugerido que su compañera, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nora_Barnacle" title="Nora Barnacle">Nora</a>, le había sido infiel en el pasado. Incluso era posible que Giorgio no fuese hijo suyo.<sup class="reference" id="cite_ref-67"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-67">67</a></sup> Sólo los tenaces desmentidos de otro amigo, John Francis Byrne, de su hermano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a>, y las cartas desesperadas de Nora lograron hacerle comprender que todo había sido un infame montaje.<sup class="reference" id="cite_ref-68"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-68">68</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Una vez superada esa preocupación, visitó a la familia de Nora, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Galway" title="Galway">Galway</a>.
Ésta fue su primera visita a la familia de su mujer y, para su alivio,
la acogida que se le dispensó fue muy satisfactoria. Incluso salió a
pasear con Kathleen, la hermana de Nora, que le dio «lecciones sobre el
mar», según ella misma contaría.<sup class="reference" id="cite_ref-69"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-69">69</a></sup>
Estaba preparándose para volver a Trieste cuando decidió llevar consigo
a una de sus hermanas, Eva, para que ayudase a Nora en las labores
domésticas. Regresó a dicha ciudad, pero sólo por un mes. Volvió a
Dublín representando a unos propietarios para tratar de instalar en esta
ciudad un cine, el "Volta". Su gestión fue exitosa, aunque el escritor
sólo se involucró en ella durante unos meses; sus socios no tardaron en
vender el negocio, y Joyce finalmente no obtuvo beneficio alguno.<sup class="reference" id="cite_ref-70"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-70">70</a></sup> Tampoco cuajó su intento de importar <i><a class="mw-disambig" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tweed" title="Tweed">tweed</a></i>
irlandés a Italia; finalmente el escritor volvió a Trieste, en enero de
1910, acompañado por otra de sus hermanas, Eileen. Mientras que Eva
enseguida sintió nostalgia de su ciudad natal, y regresaría años más
tarde, Eileen pasó el resto de su vida en el continente europeo, donde
se casaría con un cajero de banco <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rep%C3%BAblica_Checa" title="República Checa">checo</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">1912 fue un año de penurias para los Joyce. Para ayudar a la economía
doméstica, el escritor pronunció varias conferencias a primeros de año
en la <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Universit%C3%A0_Popolare&action=edit&redlink=1" title="Università Popolare (aún no redactado)">Università Popolare</a> y siguió publicando artículos en los periódicos.<sup class="reference" id="cite_ref-71"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-71">71</a></sup>
En abril realizó unas pruebas para convertirse en profesor en Italia, a
sueldo del Estado. Obtuvo 421 puntos sobre 450, resultando apto, pero
la burocracia italiana finalmente lo impidió por su condición de
extranjero.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Volvió fugazmente a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dubl%C3%ADn" title="Dublín">Dublín</a> con toda su familia, en el verano de 1912. Prosiguió la pugna sobre la publicación de <i>Dublineses</i>
con el editor George Roberts. Mientras estaba en Irlanda, su hermano
Stanislaus, que seguía en Trieste, le informó de que iban a
desahuciarlos. Finalmente, Stanislaus buscó otro piso más pequeño, donde
se trasladaron todos; allí viviría James con su mujer e hijos todo el
tiempo que permaneció en Trieste. Las discusiones sobre <i>Dublineses</i>
con su editor se centraban principalmente en el relato "An Encounter"
("Un encuentro"), en el que la trama insinúa que uno de los personajes
es <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Homosexual" title="Homosexual">homosexual</a>.
Añadido a estos problemas, todo su entorno dublinés le negó su apoyo,
pues le acusaba, entre otras cosas, de traicionar a su país a través de
sus escritos.<sup class="reference" id="cite_ref-72"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-72">72</a></sup>
El libro finalmente no se publicó (no lo haría hasta dos años más
tarde) y aquel fue el último viaje de Joyce a Dublín, pese a las muchas
invitaciones por parte de su padre y de su viejo amigo, el poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/William_Butler_Yeats" title="William Butler Yeats">William Butler Yeats</a>.
Ese fracaso fue motivo de que escribiera una venenosa sátira contra
Roberts: "Gas from a Burner" ("Gases de un quemador", vid. fragmento en
la sección <i>Ensayo</i>), en la que habla de un «escritor irlandés exiliado» («an Irish writer in foreign parts»).<sup class="reference" id="cite_ref-73"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-73">73</a></sup></span><br />
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<span style="font-size: medium;"><br /></span></div>
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</div>
<span style="font-size: medium;">En esa época trató al escritor Ettore Schmitz (más tarde conocido como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Italo_Svevo" title="Italo Svevo">Italo Svevo</a>, de origen <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juda%C3%ADsmo" title="Judaísmo">judío</a>), quien fue alumno suyo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_ingl%C3%A9s" title="Idioma inglés">inglés</a> y con el cual mantendría una larga amistad.<sup class="reference" id="cite_ref-74"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-74">74</a></sup> Entre 1911 y 1914 se enamoraría platónicamente de una de sus alumnas, Amalia Popper, hija de un negociante judío llamado <i>Leopoldo</i>. Esta joven le sugeriría multitud de escritos y poemas, a veces preñados de humor e ironía.</span><br />
<span style="font-size: medium;">En 1913, el poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ezra_Pound" title="Ezra Pound">Ezra Pound</a>,
al tanto de la precariedad de su economía, le escribe por recomendación
de Yeats para ofrecerle colaborar en publicaciones como <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_Egoist" title="The Egoist">The Egoist</a></i> y <i>Poetry</i>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Al año siguiente, 1914, a punto de desatarse la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial" title="Primera Guerra Mundial">Primera Guerra Mundial</a>, consiguió por fin que un editor londinense al que conocía de tiempo atrás, Grant Richards, publicase <i>Dublineses</i>.
La mayor parte de las críticas surgidas fueron buenas, aunque
censuraban algunos cuentos por cínicos o sin sentido. Se vendieron pocos
ejemplares, por lo que Joyce se quejó al editor, pero éste le contestó
que desde que había empezado la guerra las ventas habían caído en
picado.<sup class="reference" id="cite_ref-75"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-75">75</a></sup> En ese tiempo, el escritor siguió trabajando en el <i>Retrato</i>, terminó <i>Exiliados</i> y empezó <i>Ulises</i>, novela que tenía en la cabeza ya desde 1907.</span><br />
<h4>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Z.C3.BArich">Zúrich</span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">En 1915, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/H._G._Wells" title="H. G. Wells">H. G. Wells</a> se declaró profundo admirador de la obra de Joyce, que leía a partir de las entregas en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_Egoist" title="The Egoist">The Egoist</a></i>.
Ese mismo año, Joyce y familia, ciudadanos británicos, hubieron de
dejar el Trieste austro-húngaro por la guerra. Stanislaus, por su parte,
fue encerrado en un campo de presos. Los Joyce se trasladaron a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Z%C3%BArich" title="Zúrich">Zúrich</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Suiza" title="Suiza">Suiza</a>,
país neutral, donde el escritor vivió años de gran creatividad. En esta
época, su fama crecía día a día, pero sus ingresos seguían siendo
exiguos; sobrevivió a base de dar clases, además de con la ayuda de
Pound, Yeats, Wells y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harriet_Shaw_Weaver" title="Harriet Shaw Weaver">Harriet Shaw Weaver</a>, editora de la revista <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_Egoist" title="The Egoist">The Egoist</a></i>, quien se convirtió en su agente y le aportó ingresos suficientes para ir tirando en los años siguientes.</span><br />
<span style="font-size: medium;">En diciembre de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1916" title="1916">1916</a> se publicaron la primera edición norteamericana de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dublineses" title="Dublineses">Dublineses</a></i> y la primera mundial de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i>.
Ambas se llevaron a cabo por los esfuerzos del editor neoyorquino B. W.
Huebsch, complaciendo en ello a Joyce; éste, en octubre, había sufrido
una especie de colapso nervioso o depresión, sin embargo había asegurado
a Huebsch que 1916 era su año de la suerte.<sup class="reference" id="cite_ref-76"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-76">76</a></sup> El <i>Retrato</i>, basado en la inconclusa <i>Stephen el héroe</i>,
es en parte un monólogo interior de sentido profundamente irónico, en
el que Joyce demuestra su maestría en el retrato psicológico. La
publicación en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos" title="Estados Unidos">Estados Unidos</a> le dio a conocer a un público mucho más amplio. Al año siguiente, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1917" title="1917">1917</a>, se le agudizaron al autor los problemas en la vista que ya se le habían declarado en Trieste: padecía <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Glaucoma" title="Glaucoma">glaucoma</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sinequia_%28ocular%29" title="Sinequia (ocular)">sinequia</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-77"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-77">77</a></sup>
En interpretación de algún estudioso, estos problemas pudieron deberse
incluso a que, debido a ciertas evidencias, y atendiendo a sus propias
palabras —«I deserve all this on account of my many iniquities.» [«Todo
esto me lo tengo bien merecido por mis muchas iniquidades.»]—, el autor
había contraído la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADfilis" title="Sífilis">sífilis</a> en su juventud.<sup class="reference" id="cite_ref-78"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-78">78</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Con todo, su fama se había agigantado hasta el punto de que llegó a
recibir donaciones regulares de dinero en metálico por parte de una
admiradora anónima; según Ellmann, «hasta que pudiera encontrar una
situación estable». También en 1917, durante un viaje de salud a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Locarno" title="Locarno">Locarno</a>,
se enamoró de una médica alemana de veintiséis años, Gertrude
Kaempffer, a la que hizo francas proposiciones sexuales que ella, aunque
lo admiraba intelectualmente, rechazó. En <i>Ulises</i>, llamó Gerty (diminutivo de Gertrude) a la joven con la que <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Bloom" title="Leopold Bloom">Leopold Bloom</a> se excita en el episodio <i>Nausicaa</i>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">De regreso en Zúrich, recibe la noticia de que un nuevo benefactor
anónimo le ingresará mensualmente la cantidad de mil francos. Esto
permitió al escritor dejar de dar algunas lecciones en su casa. Más
tarde se enteró de que su última benefactora era la esposa de un
millonario.<sup class="reference" id="cite_ref-79"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-79">79</a></sup>
En 1918 se inició una época buena para Joyce; fundó en Zúrich la
compañía teatral "The English Players" con un actor inglés llamado Claud
Sykes; representaron preferentemente dramas irlandeses.<sup class="reference" id="cite_ref-80"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-80">80</a></sup> Por otra parte, menudearon las fiestas con sus amigos de Zúrich, August Suter y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Frank_Budgen" title="Frank Budgen">Frank Budgen</a>. Su mujer, Nora, sin embargo, se manifestaba indignada por el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alcoholismo" title="Alcoholismo">alcoholismo</a> de su marido y solía reprochárselo a aquéllos, porque impedían al escritor centrarse en su "libro" (el <i>Ulises</i>),
de cuya naturaleza ella en el fondo no tenía ni idea. Según Ellmann,
«Joyce se sorprendía siempre al comprobar la indiferencia, e incluso
aversión, de Nora por sus libros».<sup class="reference" id="cite_ref-81"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-81">81</a></sup> Joyce comentó una vez a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Frank_Budgen" title="Frank Budgen">Budgen</a>:</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">En la gente que se me acerca, en la que me conoce y la que llega a
tener amistad conmigo, suelo tener un tipo u otro de influencia. En
cambio, la personalidad de Nora es tan especial que no logro que la mía
pueda afectarla, está hecha completamente a prueba de la mía.<sup class="reference" id="cite_ref-82"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-82">82</a></sup></span><br />
</blockquote>
<span style="font-size: medium;">Los dos esposos en general se llevaban bien. Nora tendía a moderar las flaquezas de su marido, y en la educación de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucia_Joyce" title="Lucia Joyce">Lucia</a>
y Giorgio, era más severa que él, pues incluso les aplicaba el castigo
físico. El escritor en cambio aseguraba que a los niños «hay que
educarlos con amor, no con castigos».</span><br />
<span style="font-size: medium;">Joyce demostró en varias ocasiones su neutralidad en relación con la
guerra, y llegó a escribir un poema satírico ("Dooleysprudencia")<sup class="reference" id="cite_ref-83"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-83">83</a></sup> contra las autoridades consulares británicas en Suiza, con las que tuvo varios encontronazos.<sup class="reference" id="cite_ref-84"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-84">84</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">El drama <i>Exiles</i> se publicó en mayo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1918" title="1918">1918</a>, simultáneamente en Inglaterra y Estados Unidos. En ese tiempo <i>Ulises</i> estaba siendo publicado por entregas en la revista <i>Little Review</i>; el poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/T._S._Eliot" title="T. S. Eliot">T. S. Eliot</a>, que las seguía puntualmente, escribió admirado, en la revista <i>Athenaeum</i> (1919):</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">La ordinariez y el egoísmo quedan justificados al ser explotados
hasta alcanzar verdadera grandeza en la última obra de Mr. James Joyce.<sup class="reference" id="cite_ref-85"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-85">85</a></sup></span><br />
</blockquote>
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Virginia_Woolf" title="Virginia Woolf">Virginia Woolf</a> y su marido Leonard estimaban mucho lo que iba apareciendo, pese a que su procacidad los escandalizaba.<sup class="reference" id="cite_ref-86"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-86">86</a></sup> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Katherine_Mansfield" title="Katherine Mansfield">Katherine Mansfield</a>, en casa de éstos, después de ridiculizarlo, afirmó muy seria que algunas de sus escenas pertenecían a la gran <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura" title="Literatura">literatura</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-87"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-87">87</a></sup> Por ese tiempo, Nora le dijo llorando a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Frank_Budgen" title="Frank Budgen">Frank Budgen</a>: «Jim quiere que vaya con otros hombres para poder escribir al respecto».<sup class="reference" id="cite_ref-88"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-88">88</a></sup> El matrimonio, sin embargo, debía bromear sobre el asunto, según se desprende de su correspondencia,<sup class="reference" id="cite_ref-89"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-89">89</a></sup> en algunos casos de muy subido tono sexual, y hasta <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pornogr%C3%A1fico" title="Pornográfico">pornográfico</a>. He aquí un pasaje ligero:</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">¡Me gustaría que me flagelaras, Nora, amor mío! Me encantaría haber
hecho algo que te desagradara, algo insignificante incluso, tal vez una
de mis costumbres bastante indecentes que te hacen reír: y después oír
que me llamas a tu habitación y encontrarte sentada en un sillón con tus
gruesos muslos separados y la cara roja como un tomate de ira y un
bastón en la mano.</span><br />
<div style="text-align: right;">
<span style="font-size: medium;">Carta, se cree, de 13/12/1909<sup class="reference" id="cite_ref-90"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-90">90</a></sup></span></div>
</blockquote>
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<span style="font-size: medium;"><br /></span></div>
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</div>
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1918" title="1918">1918</a>
Joyce se enamoró de una muchacha suiza que ya tenía un amante, y cuyo
nombre era Marthe Fleischmann; se escribieron con asiduidad, pero al
parecer ella sólo le dejó acariciarla en una ocasión. Esta mujer también
aparece reflejada en varios personajes femeninos de <i>Ulises</i>. Al
reprocharle un amigo estas infidelidades, el escritor respondió: «Si me
permitiera alguna limitación en este asunto, para mí sería la muerte
espiritual».<sup class="reference" id="cite_ref-91"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-91">91</a></sup> Joyce no dejaba de excederse con el alcohol, pero ahora lo hacía a escondidas de su mujer. Tuvo que dejar de beber <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Absenta" title="Absenta">absenta</a>, que hacía sus delicias, y le dio por el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vino" title="Vino">vino</a> blanco que, en palabras suyas, para él era "electricidad".<sup class="reference" id="cite_ref-92"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-92">92</a></sup> Por esa época, tenía que replicar una y otra vez a los amigos que iban leyendo <i>Ulises</i>
capítulo a capítulo (amigos como Miss Weaver, Ezra Pound...), por sus
críticas a los cambios de estilo que iba introduciendo de uno a otro,
cambios que la posteridad ha declarado una de las virtudes más
llamativas del texto.</span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a>
fue finalmente liberado del campo de presos en que había pasado toda la
guerra. Los Joyce regresaron a Trieste, y aquél se negó a compartir la
vivienda con ellos; además estaba molesto con su hermano por varias
cosas, entre ellas porque James no le había dedicado <i>Dublineses</i> según había prometido.</span><br />
<h4>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Par.C3.ADs_y_el_Ulises">París y el <i>Ulises</i></span></span></h4>
<span style="font-size: medium;">A mediados de 1920, fue atraído a París por Ezra Pound, que lo tentó con la posibilidad de que se tradujesen al francés el <i>Retrato</i> y <i>Dublineses</i>. Joyce iba para una semana, pero al final se quedó veinte años.</span><br />
<span style="font-size: medium;">1921 fue un año de intenso trabajo para rematar <i>Ulises</i>. Durante el mismo, mantuvo una estrecha relación con el escritor norteamericano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_McAlmon" title="Robert McAlmon">Robert McAlmon</a>, quien le prestó dinero y le sirvió accidentalmente de mecanógrafo para el último capítulo de <i>Ulises</i>: "Penélope". En ese año tuvo también mucho contacto con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Valery_Larbaud" title="Valery Larbaud">Valery Larbaud</a> y con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Wyndham_Lewis" title="Wyndham Lewis">Wyndham Lewis</a>, y conoció a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway" title="Ernest Hemingway">Ernest Hemingway</a>, que llegó a París recomendado por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sherwood_Anderson" title="Sherwood Anderson">Sherwood Anderson</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-93"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-93">93</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Joyce tuvo su único encuentro con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marcel_Proust" title="Marcel Proust">Marcel Proust</a> en mayo de 1922, ya publicado <i>Ulises</i>. Al salir de una cena en París, a la que también estaban invitados <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Picasso" title="Picasso">Picasso</a> y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stravinsky" title="Stravinsky">Stravinsky</a>,
ambos escritores tomaron el mismo taxi de regreso, junto a otras
personas. Según el biógrafo de Proust, George D. Painter, se habló «de
trufas y duquesas», y Joyce, que iba algo bebido, se quejaba de su
vista, mientras Proust lo hacía del estómago. Alguien preguntó a Proust
si conocía la obra de Joyce, y el francés aseguró no conocerla, a lo que
repuso Joyce que tampoco conocía la de Proust. Joyce quiso fumar y
abrió una ventanilla del taxi, que fue cerrada de inmediato, en atención
a la mala salud de Proust. El vehículo dejó a cada cual en su casa, y
eso fue todo. Joyce aludió a Proust y a su obra en <i>Finnegans Wake</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-94"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-94">94</a></sup>
Según el biógrafo de Joyce, Richard Ellmann, el episodio sucedió más o
menos de esa forma; aclara que Joyce no recordaba del mismo más que las
continuas negativas (noes) de una y otra parte. Joyce, en un cuaderno de
notas, escribiría sobre Proust: «Proust, bodegón analítico. El lector
termina la frase antes que él». El gran escritor francés murió el 18 de
noviembre de 1922, y Joyce acudió al funeral.<sup class="reference" id="cite_ref-95"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-95">95</a></sup></span><br />
<div class="thumb tleft">
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<span style="font-size: medium;">La publicación de <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28libro%29" title="Ulises (libro)">Ulises</a></i> (<i>Ulysses</i>, en inglés), considerada su obra maestra,<sup class="reference" id="cite_ref-96"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-96">96</a></sup> representó su consagración literaria definitiva. La obra fue publicada por la estadounidense afincada en París <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sylvia_Beach" title="Sylvia Beach">Sylvia Beach</a>, propietaria de la famosa librería <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare_and_company" title="Shakespeare and company">Shakespeare & Co.</a>
Se trata de una novela experimental, cada uno de cuyos episodios o
aventuras, en palabras del propio Joyce, pretendía no sólo condicionar,
sino también <i>generar</i> su propia técnica literaria.<sup class="reference" id="cite_ref-97"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-97">97</a></sup> Junto al <i>flujo de conciencia</i> o <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mon%C3%B3logo_interior" title="Monólogo interior">monólogo interior</a>
(técnica que había usado ya en su novela anterior) se encuentran
capítulos escritos al modo periodístico, teatral, de ensayo científico,
etc.</span><br />
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Joyce en Zúrich, hacia 1918.</span></div>
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<span style="font-size: medium;"><i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28libro%29" title="Ulises (libro)">Ulises</a></i> es una novela llena de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Simbolog%C3%ADa" title="Simbología">simbología</a>, en la que el autor experimenta además continuamente con el lenguaje. Sus ataques a las instituciones, principalmente la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_cat%C3%B3lica" title="Iglesia católica">Iglesia católica</a> y el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Estado" title="Estado">Estado</a>,
son continuos, y muchos de sus pasajes fueron juzgados intolerablemente
obscenos por sus contemporáneos. Inversión irónica de la <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Odisea" title="Odisea">Odisea</a></i> de Homero, la novela explora con meticulosidad las veinticuatro horas del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/16_de_junio" title="16 de junio">16 de junio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1904" title="1904">1904</a>, en la vida de tres dublineses de la clase media baja: el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%ADo" title="Judío">judío</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Bloom" title="Leopold Bloom">Leopold Bloom</a>, que vaga por las calles de Dublín para evitar volver a casa, en la que sabe que su mujer, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Molly_Bloom" title="Molly Bloom">Molly</a> (segundo personaje), le está siendo infiel; y el joven poeta, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Dedalus" title="Stephen Dedalus">Stephen Dedalus</a>, que presenta un perfil ya más maduro que el del protagonista de su obra anterior, <i>Retrato del artista adolescente</i>. El <i>Ulises</i>
es a grandes rasgos un retrato psicológico de nuestro tiempo, y desde
su publicación, numerosos críticos han tratado de rastrear en él las
conexiones con la literatura inmediatamente anterior (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89mile_Zola" title="Émile Zola">Zola</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mallarm%C3%A9" title="Mallarmé">Mallarmé</a>), y con la clásica (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Homero" title="Homero">Homero</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare" title="Shakespeare">Shakespeare</a>), en un intento de interpretar sus múltiples facetas.</span><br />
<h3>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="La_Obra_en_marcha">La <i>Obra en marcha</i></span></span></h3>
<span style="font-size: medium;">En años posteriores, Joyce viajó con frecuencia a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Suiza" title="Suiza">Suiza</a> para operarse los ojos y también para tratar a su hija <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucia_Joyce" title="Lucia Joyce">Lucia</a>, quien padecía una enfermedad mental, la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Esquizofrenia" title="Esquizofrenia">esquizofrenia</a>, según aparece registrado en el testamento del escritor a efectos de herencia. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucia_Joyce" title="Lucia Joyce">Lucia</a> llegó a ser analizada en esa época por <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Jung" title="Carl Jung">Carl Jung</a>; éste, después de leer <i>Ulises</i>, pensó que el padre también sufría de esquizofrenia.<sup class="reference" id="cite_ref-98"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-98">98</a></sup>
Jung afirmó que ambos, padre e hija, se deslizaban al fondo de un río,
sólo que él sabía bucear y ella se hundía irremediablemente.<sup class="reference" id="cite_ref-99"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-99">99</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-100"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-100">100</a></sup> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Umberto_Eco" title="Umberto Eco">Umberto Eco</a>
matiza aquí: «Jung se daba cuenta de que la esquizofrenia adquiría el
valor de una referencia analógica y había que considerarla como una
especie de operación "<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cubismo" title="Cubismo">cubista</a>"
en la que Joyce, como todo el arte moderno, disolvía la imagen de la
realidad en un cuadro ilimitadamente complejo, cuyo tono lo daba la
melancolía de la objetividad abstracta. Pero en esta operación [...] el
escritor no destruye la propia personalidad, como hace el
esquizofrénico: encuentra y funda la unidad de su personalidad
destruyendo otra cosa. Y esta otra cosa es la imagen clásica del mundo».<sup class="reference" id="cite_ref-101"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-101">101</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Jung comentó en una oportunidad al padre los rasgos esquizofrénicos
presentes en una de las cartas de Lucia; Joyce se apresuró a rebatir una
a una todas sus afirmaciones, con argumentos que muy bien podrían haber
sido sacados de <i>Finnegans Wake</i>. En efecto, para el escritor, las
contradicciones y distorsiones de Lucia no eran más que reflejo del
método que él mismo estaba empleando en su libro. Joyce manifestó a
menudo que Lucia había heredado su genialidad: sus males eran debidos a
su especial clarividencia.<sup class="reference" id="cite_ref-102"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-102">102</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En cualquier caso, se desconocen los detalles particulares de la relación que mantenía Joyce con su hija esquizofrénica. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Joyce" title="Stephen Joyce">Stephen Joyce</a>,
heredero actual del escritor, quemó los miles de cartas intercambiadas
entre padre e hija, cartas que habían sido recibidas por él en 1982, a
la muerte de Lucia.<sup class="reference" id="cite_ref-103"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-103">103</a></sup> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Joyce" title="Stephen Joyce">Stephen Joyce</a> afirmó en una carta al editor del <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/New_York_Times" title="New York Times">New York Times</a></i>:
«En cuanto a la destrucción de la correspondencia, se trataba de cartas
personales dirigidas por Lucia a su familia. Fueron escritas muchos
años después de morir Nonno y Nonna [es decir, Joyce y Nora Barnacle] y
no hacían referencia a ellos. También fueron destruidas algunas tarjetas
postales y un telegrama de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Samuel_Beckett" title="Samuel Beckett">Samuel Beckett</a> dirigido a Lucia. Esto se hizo a requerimiento por escrito del propio Beckett».<sup class="reference" id="cite_ref-104"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-104">104</a></sup></span><br />
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<span style="font-size: medium;">En París, a partir de 1926, Maria y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Eugene_Jolas" title="Eugene Jolas">Eugene Jolas</a> ayudaron mucho a Joyce en sus largos años de escritura de <i>Finnegans Wake.</i> De no haber sido por su apoyo inquebrantable (junto con el constante soporte financiero proporcionado por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harriet_Shaw_Weaver" title="Harriet Shaw Weaver">Harriet Shaw Weaver</a>), es posible que el escritor no hubiese terminado o publicado su último libro. En su ahora legendaria revista literaria <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Transition_%28revista%29" title="Transition (revista)">transition</a></i>, los Jolas publicaron periódicamente varias secciones de la novela, bajo el título de <i>Work in Progress</i> (<i>Obra en marcha</i>), expresión ideada por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ford_Madox_Ford" title="Ford Madox Ford">Ford Madox Ford</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-105"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-105">105</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Una breve estancia en Inglaterra, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1922" title="1922">1922</a>,
le había sugerido el tema de esta nueva obra, que sería la última. El
escritor tuvo muchos titubeos al principio de su redacción. «Es como una
montaña en la que estoy haciendo túneles en todas direcciones, sin
saber qué voy a encontrar», confesó a su amigo August Suter.<sup class="reference" id="cite_ref-106"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-106">106</a></sup> En aquellos años, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Henri_Michaux" title="Henri Michaux">Henri Michaux</a>
y otros artistas que lo conocieron, al comprobar la obsesión del
escritor con su nueva obra, que tenía que escribir casi a ciegas,
pensaron de él que era el hombre más <i>fermé</i>, más desconectado de la humanidad, que habían conocido.<sup class="reference" id="cite_ref-107"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-107">107</a></sup> Muchas de las primeras críticas recibidas en los primeros años eran negativas, como esta de su hermano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a>
en una carta: «Si la literatura va a evolucionar en el sentido que
indican tus últimas obras, va a llegar a ser, como intuyó Shakespeare
hace muchos años, mucho ruido y pocas nueces». Y en otro lugar: «Has
hecho el día más largo de toda la literatura, y ahora vas a hacer la
noche más profunda».<sup class="reference" id="cite_ref-108"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-108">108</a></sup>
En esa época Joyce importunaba mucho a su padre a distancia con
preguntas sobre todo lo relacionado con cuestiones familiares y detalles
de Dublín; ante una pregunta especialmente quisquillosa de un enviado
de su hijo, exclamó: «Qué, ¿Jim ya se ha vuelto loco?»<sup class="reference" id="cite_ref-109"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-109">109</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Las críticas hacia los avances de la nueva obra que aparecían en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Transition_%28revista%29" title="Transition (revista)">transition</a></i> arreciaron entre sus allegados, hasta el punto de que su mujer, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nora_Barnacle" title="Nora Barnacle">Nora</a>,
le espetó un día: «¿Por qué no escribes libros normales para que la
gente corriente pueda entenderlos?» Joyce, desairado, llegó a pensar en
ofrecer la <i>Obra en marcha</i> al escritor irlandés James Stephens para que la terminara, aunque luego se echó atrás.<sup class="reference" id="cite_ref-110"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-110">110</a></sup> La aparición, sin embargo, en 1929, de la laudatoria colección de ensayos <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Our_Exagmination_Round_His_Factification_for_Incamination_of_Work_in_Progress" title="Our Exagmination Round His Factification for Incamination of Work in Progress">Our Exagmination Round His Factification for Incamination of Work in Progress</a></i>, a cargo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Samuel_Beckett" title="Samuel Beckett">Beckett</a> y otros escritores, supuso un gran espaldarazo.</span><br />
<span style="font-size: medium;">También en 1929, conoció al tenor irlandés John Sullivan, cuya
carrera apoyó durante mucho tiempo. Al año siguiente encontró en el
judío Paul Léon a un excelente amigo y colaborador.<sup class="reference" id="cite_ref-111"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-111">111</a></sup> En 1931, atendiendo a los ruegos de su hija y de su padre, Joyce contrajo matrimonio con su compañera de siempre, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nora_Barnacle" title="Nora Barnacle">Nora Barnacle</a>; llevaban conviviendo desde hacía casi tres décadas.</span><br />
<span style="font-size: medium;">La muerte de su padre en diciembre de ese mismo año lo sumió en un estado de completo abatimiento, que el apoyo de su amigo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Samuel_Beckett" title="Samuel Beckett">Beckett</a> le ayudó a sobrellevar. Escribió a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harriet_Shaw_Weaver" title="Harriet Shaw Weaver">Harriet Shaw Weaver</a>:
«No ha sido su muerte lo que me ha aplastado, sino la autoacusación»,
pues Joyce se culpaba de no haber vuelto nunca a su país a visitar a su
padre.<sup class="reference" id="cite_ref-112"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-112">112</a></sup> El nacimiento de su nieto <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Joyce" title="Stephen Joyce">Stephen</a>,
en febrero de 1932, logró reanimarlo un tanto, y le dedicó su poema
"Ecce Puer", en el cual se lee: «¡Oh, padre abandonado, /perdona a tu
hijo!».<sup class="reference" id="cite_ref-113"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-113">113</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En ese tiempo, siguió con interés la difusión y traducción de sus
obras a otros idiomas, aunque impidió la adaptación cinematográfica de <i>Ulises</i>. <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/W._B._Yeats" title="W. B. Yeats">W. B. Yeats</a>
le ofreció un puesto en la recién creada Academia de Letras Irlandesas,
que él rechazo con cortesía: «[...] dado lo que mi propio caso fue, es
y, probablemente, será [...] veo claramente que no tengo derecho alguno a
que mi nombre conste entre los de sus miembros».<sup class="reference" id="cite_ref-114"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-114">114</a></sup>
Su vida social se redujo mucho en sus últimos años en París, que dedicó
intensamente a la terminación de su libro, aunque, por ejemplo, conoció
al arquitecto <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Le_Corbusier" title="Le Corbusier">Le Corbusier</a>, con el que congenió enseguida conversando meramente «sobre pájaros».<sup class="reference" id="cite_ref-115"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-115">115</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;"><i>Finnegans Wake</i> no alcanzaría su forma definitiva hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1939" title="1939">1939</a>, año de su publicación. La obra no fue bien acogida por la crítica, aunque grandes estudiosos, de la talla de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harold_Bloom" title="Harold Bloom">Harold Bloom</a>, posteriormente la han defendido a capa y espada. En esta novela, la tradicional aspiración literaria al <i>estilo propio</i> es llevada al extremo y, con ello, casi hasta el absurdo, pues, partiendo del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vanguardismo" title="Vanguardismo">vanguardismo</a> característico de <i>Ulises</i>,
el lenguaje deriva experimentalmente, y sin ninguna restricción, desde
el inglés llano hacia un idioma apenas inteligible, muchas veces sólo
referente al propio texto y autor. Para su composición, Joyce amalgamó
elementos de hasta sesenta lenguas diferentes, vocablos insólitos y
formas sintácticas completamente nuevas. Puede dar una idea de su
dificultad el hecho de que, pese a su importancia, aun hoy, la novela no
se encuentra vertida en su totalidad al castellano.</span><br />
<h3>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id=".C3.9Altima_estancia_en_Z.C3.BArich">Última estancia en Zúrich</span></span></h3>
<span style="font-size: medium;">La dureza de los comentarios sobre <i>Finnegans Wake</i><sup class="reference" id="cite_ref-116"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-116">116</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-117"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-117">117</a></sup> y el comienzo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Guerra_Mundial" title="Segunda Guerra Mundial">Segunda Guerra Mundial</a>
supusieron un mazazo para el escritor. Por otra parte, continuaban los
problemas con la salud mental de su hija Lucia, y aun de su nuera,
Helen, que ya había dado signos de desequilibrio y hubo igualmente de
ser ingresada, todo lo cual había reducido a los Joyce a un estado
continuo de zozobra y angustia. En París, Joyce no veía ya más que a
Beckett. Finalmente, «Joyce estaba triste e intratable; bebía demasiado y
no hablaba con nadie, ni con Nora».<sup class="reference" id="cite_ref-118"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-118">118</a></sup> Los Joyce regresaron a Zúrich a finales de 1940, huyendo de la ocupación <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nazi" title="Nazi">nazi</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" title="Francia">Francia</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Ante la guerra, el escritor demostró un desinterés, según Paci,
«incomprensible»; se preocupaba más de los libros que había dejado en
París que del avance de la ofensiva alemana. Si le hablaban de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_Hitler" title="Adolf Hitler">Hitler</a> o <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mussolini" title="Mussolini">Mussolini</a>
manifestaba una total indiferencia; cuando le mencionaban la
persecución de los judíos, comentaba que se trataba de un prejuicio de
muchos siglos y que a él personalmente aquellos le agradaban.<sup class="reference" id="cite_ref-119"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-119">119</a></sup></span><br />
<div class="thumb tright">
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<span style="font-size: medium;"><br /></span>
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<span style="font-size: medium;">El 11 de enero de 1941 se sometió a una operación de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%9Alcera" title="Úlcera">úlcera</a>
de duodeno perforada. Si bien mejoró en los primeros momentos, al día
siguiente recayó y, a pesar de varias transfusiones, entró en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Coma_%28medicina%29" title="Coma (medicina)">coma</a>. Se despertó a las dos de la madrugada del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/13_de_enero" title="13 de enero">13 de enero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1941" title="1941">1941</a>,
y pidió a una enfermera que llamara a su esposa e hijo, antes de perder
la consciencia de nuevo. Murió quince minutos más tarde, antes de que
llegase su familia. En el informe de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Autopsia" title="Autopsia">autopsia</a> figura como causa de la muerte la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Peritonitis" title="Peritonitis">peritonitis</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-120"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-120">120</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Joyce está enterrado en el cementerio Fluntern; desde su tumba se oyen los rugidos de los leones del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Zoo" title="Zoo">zoo</a>
de Zúrich. Aunque dos altos diplomáticos irlandeses se encontraban en
Suiza en ese momento, no asistieron a los funerales de Joyce; el
gobierno irlandés negó a Nora posteriormente la autorización para
repatriar los restos mortales del escritor. Nora le sobrevivió diez
años. Se halla enterrada a su lado, al igual que su hijo Giorgio, muerto
en 1976. Su biógrafo Ellmann informa de que, cuando los arreglos para
el entierro de Joyce se estaban realizando, un sacerdote católico trató
de convencer a Nora de celebrar una misa funeral. Siempre fiel al
criterio de su esposo, ella respondió: «No podría hacerle a él tal
cosa».<sup class="reference" id="cite_ref-121"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-121">121</a></sup> El tenor suizo <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Max_Meili&action=edit&redlink=1" title="Max Meili (aún no redactado)">Max Meili</a> cantó "Addio terra, addio cielo", del <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Orfeo_%28%C3%B3pera%29" title="Orfeo (ópera)">Orfeo</a></i> de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Monteverdi" title="Monteverdi">Monteverdi</a>, en el servicio funerario.</span><br />
<h3>
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="El_catolicismo_de_Joyce">El catolicismo de Joyce</span></span></h3>
<span style="font-size: medium;">Uno de los aspectos más estudiados en la vida y la obra de este autor es sin duda la relación que mantuvo con la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_Cat%C3%B3lica" title="Iglesia Católica">Iglesia Católica</a>. Existe un acuerdo casi unánime, primero, sobre su temprano rechazo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fe" title="Fe">fe</a>,<sup class="reference" id="cite_ref-122"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-122">122</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-123"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-123">123</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-124"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-124">124</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-125"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-125">125</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-126"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-126">126</a></sup> y, segundo, sobre las profundas influencias recibidas del catolicismo, siempre admitidas por él mismo, como la de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa" title="Filosofía">filosofía</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_de_Aquino" title="Tomás de Aquino">Tomás de Aquino</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vladimir_Nabokov" title="Vladimir Nabokov">Vladimir Nabokov</a> suscribe la afirmación de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harry_Levin" title="Harry Levin">Harry Levin</a> de que Joyce «perdió su religión, pero conservó sus categorías», lo que el primero aplica también a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Dedalus" title="Stephen Dedalus">Stephen Dedalus</a>:
«En su época escolar estuvo sometido a la disciplina de una educación
jesuítica y ahora reacciona violentamente contra ella, aunque sigue
poseyendo una naturaleza esencialmente metafísica». De forma que, en
este punto concreto, como la mayoría de los biógrafos de Joyce, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nabokov" title="Nabokov">Nabokov</a> viene a equiparar a creador con personaje.<sup class="reference" id="cite_ref-127"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-127">127</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Según el traductor de <i>Ulises</i>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Valverde" title="José María Valverde">José María Valverde</a>,
Joyce declaró siempre deber a sus educadores jesuitas el entrenamiento
en reunir un material, ordenarlo y presentarlo. Apostilla Valverde: «No
sería arbitrario decir que la obra joyceana es la gran contribución
—involuntaria, y aun como un tiro salido por la culata— de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Compa%C3%B1%C3%ADa_de_Jes%C3%BAs" title="Compañía de Jesús">Compañía de Jesús</a> a la literatura universal».<sup class="reference" id="cite_ref-128"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-128">128</a></sup> A partir de la época de <i>Ulises</i>,
el escritor manifestará una postura fríamente neutral frente al hecho
religioso, que únicamente le interesaba a efectos lingüísticos.
Distinguía, eso sí, el «absurdo coherente» <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cat%C3%B3lico" title="Católico">católico</a> del «absurdo incoherente» <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Protestante" title="Protestante">protestante</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-129"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-129">129</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-130"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-130">130</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-131"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-131">131</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-132"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-132">132</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Pero se ha suscitado alguna duda y controversia al respecto. La
biógrafa Francesca Paci recoge diversos pasajes significativos, como
éste de <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Hero" title="Stephen Hero">Stephen Hero</a></i>:
«La lengua, la nacionalidad y la religión son agentes de maldad, de
esclavitud, de renuncia y de frustración. Y la esclavitud desemboca en
la parálisis».<sup class="reference" id="cite_ref-133"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-133">133</a></sup> Menciona igualmente la rebelión del escritor «contra la autoridad de la iglesia católica»,<sup class="reference" id="cite_ref-134"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-134">134</a></sup> que lo condujo a «su definitiva ruptura» con la misma.<sup class="reference" id="cite_ref-135"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-135">135</a></sup> Dice en otro lugar: «Después del abandono de la fe, Joyce comenzó a escribir».<sup class="reference" id="cite_ref-136"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-136">136</a></sup> Pero termina con un equívoco:<sup class="reference" id="cite_ref-137"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-137">137</a></sup> «Joyce repudió a la iglesia católica, pero no la fe, que conservó y volvió a otros objetivos: la vida y el arte».<sup class="reference" id="cite_ref-138"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-138">138</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Recogida en el <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i> y también en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i>, la conocida máxima <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lucifer" title="Lucifer">luciferina</a>, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Non_serviam" title="Non serviam">Non serviam</a></i> (<i>no serviré</i>, <i>no he de servir</i>, se entiende, a Dios<sup class="reference" id="cite_ref-139"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-139">139</a></sup> ), entendida tradicionalmente como clara manifestación del rechazo hacia la iglesia católica por parte del personaje de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Dedalus" title="Stephen Dedalus">Stephen Dedalus</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81lter_ego" title="Álter ego">álter ego</a> de Joyce en dichas obras, ha suscitado también alguna rebuscada interpretación,<sup class="reference" id="cite_ref-140"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-140">140</a></sup>
lo mismo que la respuesta del escritor a la pregunta que se le formuló
al final de su vida: «¿Cuándo abandonó usted la Iglesia Católica?» Su
contestación fue: «La que debe decirlo es la Iglesia».<sup class="reference" id="cite_ref-141"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-141">141</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">El crítico <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Hugh_Kenner" title="Hugh Kenner">Hugh Kenner</a> (autor de <i>Dublin's Joyce</i> y <i>Joyce's Voices</i>) y el poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/T._S._Eliot" title="T. S. Eliot">T. S. Eliot</a> vieron entre líneas del trabajo de Joyce el «residuo de un auténtico católico».<sup class="reference" id="cite_ref-142"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-142">142</a></sup> Estos autores son contestados directamente por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harold_Bloom" title="Harold Bloom">Harold Bloom</a> en su <i>Canon</i>: «Cristianizar a Joyce es un procedimiento crítico lamentable. Si existe un Espíritu Santo en <i>Ulises</i> es Shakespeare».<sup class="reference" id="cite_ref-143"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-143">143</a></sup> La opinión de Bloom se pone de manifiesto con claridad en la siguiente comparación que establece con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Samuel_Beckett" title="Samuel Beckett">Samuel Beckett</a>: «Conviene siempre recordar que Beckett más que compartía la aversión de Joyce por el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cristianismo" title="Cristianismo">cristianismo</a> y por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Irlanda" title="Irlanda">Irlanda</a>. Los dos escogieron <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs" title="París">París</a> y el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ate%C3%ADsmo" title="Ateísmo">ateísmo</a>».<sup class="reference" id="cite_ref-144"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-144">144</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Anthony_Burgess" title="Anthony Burgess">Anthony Burgess</a>, criado en una familia <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cat%C3%B3lica" title="Católica">católica</a>, aunque luego distanciado de la iglesia, no ve esto tan claro: «<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Non_serviam" title="Non serviam">Non serviam</a></i>
significa lo que significa [pero] el rechazo de Joyce del catolicismo
dista mucho de ser absoluto. [...] quizá rechazó los sacramentos, el
matrimonio y la eucaristía, pero las disciplinas y, de una manera
renegada y torturada, los fundamentos del catolicismo cristiano,
permanecieron en él durante toda su vida. [...] En <i>Ulises</i> se le ve obsesionado con la mística identificación entre Padre e Hijo, y el único tema real de <i>Finnegans</i>
es el de la Resurrección. [...] La actitud de Joyce hacia el
catolicismo es la de amor-odio que caracteriza a la mayoría de los
renegados. [...] quedaron jirones de burdo catolicismo en él».<sup class="reference" id="cite_ref-145"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-145">145</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Algunos autores, L. A. G. Strong entre ellos, llegan más lejos en
este sentido al sostener que Joyce se reconcilió al final de su vida con
la religión, y que tanto <i>Ulises</i> como <i>Finnegans Wake</i> suponen en lo fundamental expresiones católicas.<sup class="reference" id="cite_ref-146"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-146">146</a></sup> Y no falta quien, como Kevin Sullivan, defiende que no necesitó reconciliarse ya que en realidad nunca abandonó la fe.<sup class="reference" id="cite_ref-147"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-147">147</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En <i>A Bash in the Tunnel. James Joyce by the Irish</i> [<i>Una fiesta en el túnel. James Joyce por los irlandeses</i>] opinaron sobre el tema varios de sus compatriotas escritores, como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Flann_O%27Brien" title="Flann O'Brien">Flann O'Brien</a>:
«Creo que, a través de velos de lascivia y blasfemia, Joyce emerge como
un verdadero católico irlandés temeroso de Dios; se rebeló, no tanto
contra la propia Iglesia, sino contra sus casi cismáticas
excentricidades, su pretensión de que existe solo un Mandamiento, la
vulgaridad de sus edificios, la superficialidad y estupidez de muchos de
sus ministros. Su rebelión, noble en sí misma, lo condujo al exilio.
[...] Pero su intención era buena. Quieras que no, como la de todos.
[...] Mediante carcajadas, mitiga el sentido de condenación que ha
recibido en herencia todo católico irlandés».<sup class="reference" id="cite_ref-148"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-148">148</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En este mismo libro, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Samuel_Beckett" title="Samuel Beckett">Samuel Beckett</a>, como su amigo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_MacGreevy" title="Thomas MacGreevy">Thomas MacGreevy</a>,<sup class="reference" id="cite_ref-149"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-149">149</a></sup> aprecia en <i>Finnegans</i> toda una simbología del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Purgatorio" title="Purgatorio">Purgatorio</a> cristiano, directamente enraizada en la <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_divina_comedia" title="La divina comedia">La divina comedia</a></i> de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dante" title="Dante">Dante</a>,
pero con una particularidad: «El Purgatorio de Dante es cónico y por lo
tanto apunta a una culminación. El del señor Joyce es esférico y
excluye toda culminación. [...] Y nada más que esto, ni premio ni
castigo, simplemente una serie de estímulos al gatito para que se
alcance la cola».<sup class="reference" id="cite_ref-150"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-150">150</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Amigo íntimo de Joyce, su paisano Arthur Power recuerda cómo
encolerizaba a «su innata espiritualidad el provincianismo dogmático de
la iglesia católica romana irlandesa, lastrando su alma inquisitiva
mediante lo que para él no eran sino rituales absurdos, prohibiciones
medievales y miedos a castigos inhumanos que perdurarían por toda la
eternidad».<sup class="reference" id="cite_ref-151"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-151">151</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Vemos que Beckett y Power albergan serias dudas de que Joyce fuese un
«verdadero católico irlandés temeroso de Dios». Dicha afirmación, de
otra parte, no parece corroborada por una lectura atenta de la
correspondencia y las obras principales del irlandés, a menos que éste
por algún motivo se empeñase en ocultar o encriptar celosamente en ellas
<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fe" title="Fe">fe</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ortodoxia" title="Ortodoxia">ortodoxia</a>. Si no surge en las novelas la crítica expresa y razonada del catolicismo, como en el <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato</a></i>, lo hace su esquema paródico, como en tantas páginas de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i>. En general, la actitud del autor frente al fenómeno religioso, como se ha visto,<sup class="reference" id="cite_ref-152"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-152">152</a></sup> será ya siempre fría y <i>profesional</i>, no trasluciéndose, en las dos grandes novelas finales, otra cosa que resentimiento y sarcasmo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Anticlericalismo" title="Anticlericalismo">anticlericales</a><sup class="reference" id="cite_ref-153"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-153">153</a></sup> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Antirreligi%C3%B3n" title="Antirreligión">antirreligiosos</a>, a menudo desembocando en la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Blasfemia" title="Blasfemia">blasfemia</a> más descarnada.<sup class="reference" id="cite_ref-154"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-154">154</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-155"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-155">155</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-156"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-156">156</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Umberto_Eco" title="Umberto Eco">Umberto Eco</a>, en el capítulo "El catolicismo de Joyce" de su estudio <i>Las poéticas de Joyce</i>, menciona la «<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Misa_negra" title="Misa negra">misa negra</a>» que se celebra en el episodio "Circe" de <i>Ulises</i>, así como la blasfemia eucarística presente en "Nausicaa"; a Joyce, una vez rechazada la disciplina, como a los <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Episcopi_vagantes" title="Episcopi vagantes">episcopi vagantes</a></i>
medievales, «le queda el sentido de la blasfemia celebrada según un
ritual litúrgico. [...] abandonada la fe, la obsesión religiosa no
abandona a Joyce. Presencias de la pasada ortodoxia emergen una y otra
vez en toda su obra en forma de personalísima mitología y de
blasfemadores ensañamientos que, a su manera, revelan permanencias
afectivas. [El término "catolicismo" aplicado a Joyce] es válido para
indicar la actitud de quien, habiendo rechazado una sustancia dogmática y
habiéndose desarraigado de una experiencia moral determinada, conserva
como hábito mental las formas exteriores de un edificio racional y
mantiene una disposición instintiva, no pocas veces inconsciente, a la
fascinación de las reglas, ritos, imágenes litúrgicas».<sup class="reference" id="cite_ref-157"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-157">157</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">En esta línea, más escuetamente, la editora de varias de las obras
joyceanas, Jeri Johnson, comenta, aunque del semiautobiográfico
protagonista del <i>Retrato</i>: «Sus propias palabras lo traicionan.
[...] Lejos de escapar de su nacionalidad, de su lengua, de su religión,
Stephen los llevará siempre consigo».<sup class="reference" id="cite_ref-158"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-158">158</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">«Difícilmente puede dudarse —señala <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Herbert_Gorman" title="Herbert Gorman">Herbert S. Gorman</a>,
su primer biógrafo— que la obscenidad, la indecible vulgaridad, el
deliberado alarde de inmundicia presente en algunas partes de <i>Ulises</i> son resultado directo y espantado de la tremenda opresión mental y moral sufrida en la iglesia».<sup class="reference" id="cite_ref-159"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-159">159</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">Recuerda el editor irlandés de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dublineses" title="Dublineses">Dublineses</a></i>, Terence Brown, que Joyce compartía con sus colegas del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Celtic_Revival" title="Celtic Revival">Celtic Revival</a>, en su mayoría <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Agn%C3%B3stico" title="Agnóstico">agnósticos</a> o <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Protestante" title="Protestante">protestantes</a>,
la convicción de que los males de Irlanda partían principalmente del
hecho de la dominación del país por parte de los ingleses. Pero, Joyce
en particular, encontraba que el otro gran poder en su país, el de la
Iglesia Católica, era aún más pernicioso para sus compatriotas, ya que
nadie discutía su autoridad.<sup class="reference" id="cite_ref-160"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-160">160</a></sup>
Refiere Brown una frase lapidaria de Joyce: «No entiendo qué sentido
puede tener atronar tanto contra la tiranía inglesa, cuando es la de
Roma la que se ha adueñado del palacio del alma».<sup class="reference" id="cite_ref-161"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-161">161</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harry_Levin" title="Harry Levin">Harry Levin</a>,
por su parte, define a Joyce como «un irlandés parisino, un hereje
católico [...], excomulgado y expatriado, el hombre sin país y sin
creencias».<sup class="reference" id="cite_ref-162"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-162">162</a></sup> Y el profesor español Fernando Galván, responsable de una edición crítica de <i>Dublineses</i>, habla en la introducción a la misma del «agnosticismo confesado del autor».<sup class="reference" id="cite_ref-163"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-163">163</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">De una forma u otra, en una carta a su futura esposa, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nora_Barnacle" title="Nora Barnacle">Nora Barnacle</a>, de agosto de 1904, Joyce no pudo ser más explícito:</span><br />
<blockquote class="citado" style="margin: 1em 4em;">
<span style="font-size: medium;">Mi entendimiento rechaza todo el orden social actual y el
cristianismo: el hogar, las virtudes reconocidas, las clases en la vida y
las doctrinas religiosas. [...] Hace seis años dejé la iglesia
católica, con el odio más ferviente. Me resultaba imposible permanecer
en ella a causa de los impulsos de mi naturaleza. Hice la guerra en
secreto contra ella, cuando era estudiante, y me negué a aceptar las
posiciones que me ofrecía. Al hacerlo, me convertí en un mendigo pero
conservé el orgullo. Ahora le hago la guerra a las claras con lo que
escribo, digo y hago.<sup class="reference" id="cite_ref-164"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-164">164</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-165"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-165">165</a></sup></span><br />
</blockquote>
<span style="font-size: medium;">Y si se recurre al testimonio de los familiares del escritor: «La
ruptura de mi hermano con el catolicismo se debía a otros motivos. Para
él era imperativo salvaguardar su auténtica vida espiritual de la
devastación de la existencia falsa que se le había impuesto. Pensaba que
los poetas, de acuerdo con sus dones y personalidad, eran los
verdaderos depositarios de la vida espiritual de su raza, y los
sacerdotes no eran más que usurpadores. Detestaba la falsedad y creía en
la libertad individual con una intensidad que no he conocido en ningún
otro hombre», escribió su hermano <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stanislaus_Joyce" title="Stanislaus Joyce">Stanislaus</a> en su libro de memorias <i>My Brother's Keeper</i> [<i>El guardián de mi hermano</i>] (1957).<sup class="reference" id="cite_ref-166"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-166">166</a></sup></span><br />
<span style="font-size: medium;">
Ya se ha visto, por último, la reacción de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nora_Barnacle" title="Nora Barnacle">Nora Barnacle</a> ante la sugerencia de celebrar una misa funeral por su esposo: «No podría hacerle a él tal cosa».<sup class="reference" id="cite_ref-167"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce#cite_note-167">167</a></sup> 168</span><span style="font-size: medium;"> A lo largo de su vida, entre 1907 y 1939, Joyce publicó una obra corta
pero intensa, debido a lo cual suele ser considerada libro a libro.
Consta de una colección de cuentos: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dublineses" title="Dublineses">Dublineses</a></i>, dos libros de poesía: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%BAsica_de_c%C3%A1mara" title="Música de cámara">Música de cámara</a></i> y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Poemas_manzanas" title="Poemas manzanas">Poemas manzanas</a></i>, una obra de teatro: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Exiliados_%28obra_de_teatro%29" title="Exiliados (obra de teatro)">Exiliados</a></i>, y las tres novelas que lo hicieron célebre: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_del_artista_adolescente" title="Retrato del artista adolescente">Retrato del artista adolescente</a></i>, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_%28novela%29" title="Ulises (novela)">Ulises</a></i> y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Finnegans_Wake" title="Finnegans Wake">Finnegans Wake</a></i>. De este autor se conservan además una novela inacabada: <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Hero" title="Stephen Hero">Stephen Hero</a></i>,
un conjunto de ensayos, en prosa y en verso, algunos poemas sueltos y
dos cuentos infantiles que dedicó a su nieto, así como abundante
correspondencia. Joyce recibió importantes influencias de los siguientes
autores: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Homero" title="Homero">Homero</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dante_Alighieri" title="Dante Alighieri">Dante Alighieri</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_de_Aquino" title="Tomás de Aquino">Tomás de Aquino</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/William_Shakespeare" title="William Shakespeare">William Shakespeare</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Edouard_Dujardin" title="Edouard Dujardin">Edouard Dujardin</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Henrik_Ibsen" title="Henrik Ibsen">Henrik Ibsen</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Giordano_Bruno" title="Giordano Bruno">Giordano Bruno</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Giambattista_Vico" title="Giambattista Vico">Giambattista Vico</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/John_Henry_Newman" title="John Henry Newman">John Henry Newman</a>, entre otros.</span><br />
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica</span><span style="font-size: medium;">: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto: Archivo.</span></div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-5380017381172526542015-02-15T09:27:00.000-08:002015-02-15T09:27:14.784-08:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-5540829431556078332" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaTUOnTEGgqZRVkcVM5pTMv8sVXGi6XkJpZn-hbK_SDe4D3PaVjOTyxv_Kp5W8u0PtUnZF4tWlnK6vLVNhisVaWsr-5MjeUZKQolxynDgGW9mzMLlW3ASigd4BiTWObbMoOOrbf5aEs0jL/s1600/Juan+Carlos+Onetti+1993+Dolly+Onetti.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaTUOnTEGgqZRVkcVM5pTMv8sVXGi6XkJpZn-hbK_SDe4D3PaVjOTyxv_Kp5W8u0PtUnZF4tWlnK6vLVNhisVaWsr-5MjeUZKQolxynDgGW9mzMLlW3ASigd4BiTWObbMoOOrbf5aEs0jL/s1600/Juan+Carlos+Onetti+1993+Dolly+Onetti.jpg" width="640" /></a></div>
<b><span style="font-size: large;">Juan Carlos Onetti</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">El obstáculo</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">Ya debían ser las diez, no había
peligro. Dobló a la derecha y entró en el monte, caminando con cuidado
sobre el crujir de las hojas, mientras sostenía el saco contra la
espalda, los brazos cruzados en el pecho. Oscuro y frío; pero sabía el
camino de memoria y la boca entreabierta le iba calentando el pecho,
deslizando largas pinceladas tibias bajo la listada camisa gris.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Al lado de la tranquera, pintada
de cal, se detuvo nuevamente. Allí empezaba la vereda de ladrillos
cuadriculada en blanco que iba hasta la Dirección bajo una peligrosa luz
de faroles. Si me ven, digo que no podía dormir. No me van a decir
nada. Que salí a tomar aire. Boleó una pierna sobre el tejido, pero un
pensamiento lo aquietó, montado en el alambre. ¡Qué cambiado todo! Hace
diez años… No pensó más; pero vinieron rápidos los recuerdos, nítidos y
familiares a fuerza de ser siempre los mismos… La mañana de verano en
que lo trajeron a la escuela… El despacho del director, el hombre gordo
que lo mira con cariño atrás de los lentes y lo palmea.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Tenes cara de bueno, negrito —y riendo porque él era tan pequeño y débil—. Vos no te vas a escapar, ¿verdad?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Giró la otra pierna y quedó
sentado. Y no me escapé, nomás. Pero cuando lo jubilaron y vino el
alemán. Sonrió… Cuando trajeron al alemán… Se balanceó en el alambre,
mirando la huida en el atardecer, el refugio de los cañaverales, los
hombres inclinados encima suyo, turnándose para golpearlo.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Hijos de…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Tembló al ruido de la voz y siguió
caminando rápidamente entre los árboles. Hijos de perra. Y todos eran
iguales. Tropezó en un tronco y miró alrededor, abriendo los ojos. La
zanja, el tronco de eucalipto, la lanza del viejo portón… No, más
adelante. Siguió. El caso era recordar cuándo pusieron la vereda de
ladrillos y los faroles y el alambrado. Estaba seguro de que habian
hecho todo junto con el nuevo edificio de la Dirección: pero ahora le
parecía ver al profesor de gimnasia mirando trabajar en la vereda. Y
como el profesor había venido mucho después de inaugurado el nuevo
edificio… Olió el tabaco y se paró, abrazado de espaldas a un árbol …
Sí, allí estaban. Veía enrojecerse suavemente las caras junto a los
cigarrillos. Silbó despacio, dos cortos y uno largo. Le contestaron y
cruzó en línea recta hasta unirse con los otros que esperaban en el
suelo.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Hola, Negro.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Salú.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Recién llegas?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Barreiro estaba sentado, agarradas
las manos sobre las rodillas. El Flaco fumaba estirado en el pasto,
cara al cielo, plantado el cigarrillo entre los labios. Los miró
distraído y después hacia las ventanas del club. Vaya a saber a qué
horas se cansarán de jugar. Ya en el suelo siguió pensando con agrado en
el salón del club donde se elevaban las voces entre el flotante humo
azulado, en los blancos sillones de cuero y el enorme retrato encima de
la chimenea. Y la vereda de ladrillos y la fila de luces colgando sobre
la calle no estaban cuando hicieron la casa del director. Seguro; pero,
sin embargo, seguía viendo al profesor de gimnasia, con el sombrero de
paño blanco y las manos en los bolsillos, diciendo alguna cosa a los
hombres que construían la vereda. Encogió los hombros y echó la gorra
sobre los ojos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Dame un cigarrillo.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Trabajosamente, el Flaco introdujo
una mano en el bolsillo del pantalón, le alargó el paquete y volvió a
quedarse como antes, el pucho en un lado de la boca, los ojos
entrecerrados mirando para arriba. Barreiro le alcanzó fuego:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Y? ¿Esta noche, nomás?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Encendió y tragó con fuerza, calentándose a la humada áspera.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Sí; en cuanto apaguen las luces del club salimos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Y no sería mejor cruzar la granja derecho hasta la vía?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —No, vamos por el arroyo.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El otro cruzó nuevamente las manos
sobre las piernas… Cuidadosamente, el Flaco tomó el cigarrillo y lo
tiró lejos. Dobló la cabeza para mirar extinguirse la brasa. Después
escupió, cruzó las manos bajo la nuca y rió suavemente…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Mirá, Negro… Si al director se le ocurriera esta noche hacerte capataz de la usina. Y vos pasando hambre por ahí…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Volvió a reírse mientras cruzaba las piernas.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —No hay cuidado… Lo van a hacer capataz al adulón de Fernández. Se lo oí al ingeniero esta tarde.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Barreiro lo miró con una sonrisa de simpatía:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Entonces… ¿te venís con nosotros?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Y claro… Ya me engañaron bastante.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Flaco volvió a reírse y, sin
saber por qué, el Negro tuvo ganas de pisarle la cara; pero no dijo nada
y siguió fumando, observando entre la niebla del humo los cuadriláteros
amarillos en la fachada del club. Sería lindo estar adentro, sentarse
en un sillón con los pies sobre la mesa y pedir algo fuerte para tomar.
Hacer carambolas y carambolas, sin fallar nunca, hasta cansarse. Jugar a
los naipes, él y el director contra el médico y el ingeniero. Una
partida de truco en que las manos se le llenarían de flores de treinta y
ocho. Pero más lindo que todo eso sería empezar a golpes con los
empleados, las luces y las botellas. Hijos de perra…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Entrando en su odio repentino, la risa previa del Flaco tenía algo de insulto personal. Esperó, apretando los dientes.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Sabes que Forchela está mal? Dio vuelta la cabeza rápido, mirando la cara pálida y maligna del otro.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¡Que reviente!</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Flaco volvió a reírse, ahora largamente, temblándole el pecho en sacudidas. Murmuró:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Qué modo tenes de tratar a tu…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro se incorporó de un salto, fija la mirada en la cara que iba a aplastar bajo el botín.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿A mi qué, dijiste?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> No le importaba que lo dijeran; no
le importaba decirlo él mismo. Pero sabía que el Flaco se burlaba a sus
espaldas y lo sentía movido por un despecho amargo</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Vamos, vamos… No se van a pelear
ahora —intervíno Barreiro, temeroso de que la disputa hiciera fracasar
la fuga—. Yo estuve de tarde en el hospital. Forchela está en un
delirio.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Mordió el cigarrillo con rabia v clavó los ojos en las ventanas. Hasta las doce no se irían. Si el enfermero lo dejara entrar…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Barreiro estiró los brazos, bostezando. Luego se acostó.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Por qué no te das una vuelta por el hospital?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El otro subrayó roncamente:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Claro. Hay que despedirse de los amigos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro caminó unos pasos, vacilando, tratando de adivinar el pensamiento de los otros. Dijo con fuerza:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Yo? Y a mi qué me importa… —Se puso el saco, agregando entre dientes—: Lo que si voy a dar una vuelta. Total, hasta las doce…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Todavía esperó algo; un
movimiento, una frase de protesta y desconfianza que le sirviera para
afirmarse en sí mismo. Comprender por qué estaba ahora débil e inquieto.
Pero no lo ayudaron o tuvo que irse otra vez entre los árboles, mirando
con el ceño apretado las quietas hojas que de trecho en trecho lustraba
suavemente algún farol colado entre las ramas.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Hacia diez años. Todo estaba
cambiado y el profesor de gimnasia gastaba plácidamente la mañana
luminosa charlando con los albañiles. Detrás de los vidrios brillaban
simpáticos, los ojos del director, mientras le golpea un hombro. “No te
vas a escapar…”.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Sacudió la cabeza para sumergirla
en otros pensamientos. Dentro de dos horas andarían corriendo por la
tierra húmeda, resbalando entre los tubos forrados de las cañas. Buenos
Aires. Pensó en la ciudad y quedó desconcertado, rascando la superficie
áspera de la tranquera.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Porque detrás del nombre estaban
el bajo de Floret, los diarios vendidos en la plaza, la esquina del
Banco Español, el primer cigarrillo y el primer hurto en el almacén.
Estaba la infancia, ni triste ni alegre, pero con una fisonomía
inconfundible de vida distinta, extraña, que no podía entenderse del
todo ahora. Pero también estaba el Buenos Aires que habían hecho los
relatos de los muchachos y los empleados, las fotografías de los pesados
diarios de los domingos. Las canchas de fútbol, la música de los
salones de tiro al blanco en Leandro Alem.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Pensativo, pedaleaba en el alambre
y una vibración se corría rápida en las sombras. No podía juntar las
imágenes, comprender que la ciudad contenía ambas cosas. A veces, Buenos
Aires era la gente rodeando el toldo rojo que ponían los sábados de
tarde en San José de Flores; otras, una calle flanqueada de carteles a
todo color y luces movedizas por donde pasaba la gente riendo y
charlando en voz alta. Y siempre había, junto a la puerta cordial de la
casa de tiro al blanco, un marinero rubio y borracho, con una rosa
prisionera entre los dientes.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Lo sacudió un ruido de pasos, y Barreiro, ya junto a él, no le dio tiempo para asustarse.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Mirá, Negro.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Hablaba rápido, el cigarrillo en
la boca, los puños clavados en la cintura, traduciendo oscuramente algo
de resolución y desafío.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Te aviso que si vos te quedas, nosotros nos vamos a ir, igual.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Claro que nos vamos. Los tres. ¿A qué viene eso?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Barreiro balanceó la cabeza y dejó de mirarlo.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —No, por nada. Te decía, no más. Que igual nos vamos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro encogió los hombros. Se
atragantó con un montón de palabras y un odio feroz- incomprensible.
Mientras Barreiro se asomaba por encima de la tranquera para mirar al
club, él respiró con ansia, entornando los ojos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Cuándo se irán esos…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Barreiro se ajustó el cinto y se alejó sin ruido metiéndose lento en la oscuridad.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro miró hasta el fin la rava
blanca del cuello que se iba deslizando bajo los árboles. Pasó las
piernas por encima del alambre y siguió andando en la noche.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Se detuvo, indeciso, aspirando el
vago olor a desinfectante. Como un esqueleto de museo, la pérgola del
pabellón A. Pensó que tendría que cruzar la gran sala v que los
muchachos aún no dormidos lo verían pasar. Vergüenza de que supieran que
había venido a esas horas a preguntar por Forchela. Las miradas de
burla y los chistes groseros iban a enlazarle las piernas. Se apoyó en
las maderas donde se enredaban los rosales. Una flor, la última,
escondía los pétalos amarillentos contra el blanco listón. Ya que iban a
reírse, que fuera él el primero. Cruzaría la sala con una sonrisa
cínica, alta la rosa en la mano.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> La arrancó y subió los tres
escalones. En el “hall”, el enfermero leía sentado en un banco, mientras
chupaba el mate con un ronquido;</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Hola, Negro. ¿Qué hacés a estas horas?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Nada… Me mandaron a ver si estaban guardadas las herramientas y se me ocurrió…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El enfermero se sacó los lentes y
lo miró un rato, deteniéndose en la mano que apretaba la gorra v la
flor. Pero, a pesar de la invitación abierta que había en la cara del
muchacho, no se rió. Tal vez no supiera. Dejó el diario y se levantó con
aire cansado.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Te dijeron de Forchela? Si querés verlo… Dificulto que pase la noche.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Lo siguió entre las filas de
camas, sin ver nada, colgando ahora la cara en una expresión idiota y
escondiendo maquinalmente la rosa en el bolsillo del pantalón. De entre
las mantas grises de las camas saltaron palabras hacia él; pero todas
caían sin tocarlo, como vencidas en el aire por falta de peso.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Solo en la salita, al pie de la
cama, trató de luchar contra el sopor que lo envolvía. Se apoyó en los
barrotes y sonrió a la cabeza de la almohada. El otro arregló las
cobijas, tomó el pulso al enfermo y se incorporó diciendo:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Si no tenes qué hacer, quédate un rato. Yo estoy preparando un remedio en la farmacia.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro movió la cabeza
asintiendo; pero no entendía nada, mirando aterrorizado la cara flaca y
enrojecida que Forchela movía acompasadamente, ayudándose a respirar.
Quedaba algo del muchacho en el pelo claro, en los dientes donde hacía
una raya la luz, acaso en la frente redonda. Pero el resto era de la
cara de un hombre viejo, de un hombre repugnantemente avejentado por el
vicio.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Miraba fijamente, hipnotizado por
un extraño miedo, temeroso de hablar y de moverse, espantado ante la
idea de que el otro fuera a despertar, a sonreírle con la boca encendida
y marchita, a mirarlo también con sus ojos de vidrio.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Hizo un esfuerzo y logró apartarse
de la cama, dando unos silenciosos pasos por el suelo embaldosado.
Inútilmente buscó algo en qué detenerse en la limpia pared de azulejos.
Junto a la ventana entreabierta, el aire de la noche le sirvió para
aferrarse a la idea de la fuga. Antes de la mañana estarían cruzando
frente a las caballerizas, a dos cuadras del camino. Al amanecer, en la
esquina del almacén… Pero en seguida se dio vuelta, temeroso de ofrecer
la espalda, seguro de que si llegaba a descuidarse el moribundo iba a
sonreírse, a levantar la cabeza, los párpados, las flacas manos
crispadas. Cosas frías y terribles porque la muerte había entrado ya en
su cuerpo y cualquier movimiento podría derramarla en el cuarto.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Se acercó a la cama y descolgó el
cartón. Nombre: Pedro Panon. Argentino. Diagnóstico. No entendía las
extrañas palabras trazadas en letra redonda ni la zigzagueante línea
negra que mostraba la fiebre. Entonces suspiró, juntando las cejas,
tranquilizado en la cobardía de poder jugar a que estaba absorto en la
indecisa línea quebrada, analizando cuidadosamente el estado del
enfermo. Nada más que un momento; porque en seguida intuyó un
significado nuevo y angustioso en el nombre escrito en el cartón. El
nombre que designaba al cuerpo inmóvil en la cama y que, sin embargo, ya
no era Pedro Panon ni nadie. Volvió a colgar el cuadro, lleno el pecho
de una inquietud implacable, moviendo los ojos como un animal en
peligro. Suspiró y se fue acercando a la cabeza.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Sí; era necesario tener el valor
de caminar hasta que la cabeza quedara debajo de sus ojos y mirarla
atentamente, con fría curiosidad. Asi, fuerte en su misterio, la cara le
estaba haciendo una invisible mueca de llamado en la pieza silenciosa.
Había que ir y ver.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Tomó confianza al reconocerlo con
mayor nitidez; la frente y también los ojos. Hasta llegó a sonreírle e
insinuar una caricia con la mano. Pero de pronto sintió que era
preferible no ver nada de la cara del muchacho en aquella a la que la
sábana cercenaba el mentón. Era monstruoso comprobar que los rasgos que
aún resistían a la enfermedad, los que seguían siendo de su amigo,
estaban unidos en este rostro a rasgos extraños y repugnantes. Y ya
nunca podrían separarse, fundidos para siempre unos con otros en el
calor de la fiebre. Reculó para irse; entonces la cara de viejo de la
almohada se movió apenas hacía los lados, paralizándolo. Lo oía respirar
más ligero por la nariz temblorosa, mientras que dos líneas de saliva
se estiraban en las esquinas de la boca. Ahora ya no podía irse. Encogió
el cuerpo hasta sentarse en la silla de hierro, juntas las manos sobre
el vientre, y quedó mirando quietamente el flaco perfil, echada hacia
adelante la rapada cabeza.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Qué tal? ¿Sigue tranquilo? Vengo en seguida.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Se borró de la puerta la túnica
blanca del enfermero. Acomodó el cuerpo en la silla, otra vez solo con
la cara angulosa en la almohada, comprendiendo de golpe que era inútil
seguir luchando, que estaba preso en la salita del moribundo, que no se
iría aquella noche ni nunca. Barreiro y el Flaco resbalarían en la noche
hacia los pajonales del río, alcanzarían los potreros antes del
amanecer y el sol los iba a encontrar lejos, caminando velozmente por la
carretera. Y a la noche entrarían en la ciudad del marinero borracho,
pasearían por la calle de luces saltarinas. Él no podía irse; tenía que
asistir hasta el final el rito misterioso de la muerte.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Se irguió, mirando siempre la roja
nariz del enfermo, la baba de la boca torcida. Mordió lentamente el
insulto más sucio y un pensamiento le barrió la cara como una sombra de
sonrisa. La imagen de los otros, libres, corriendo encorvados por el
campo anochecido, le quemaba tenaz en el pecho.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —A mí no me van…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> En el “hall” se cruzó con el
enfermero. Murmuró algo y saltó los escalones. Empezó a trotar por el
camino de tierra, mirando fijo las ventanas del club todavía amarillas
de luz.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Seguía mirando la cabeza cuando ya
la luz de la mañana extendía en los vidrios azulosos paños. Estaba más
pálida y el aire salía y entraba pausadamente, sin molestarla, con un
tenue silbido. También se había hecho más pesada y ahora se hundía hasta
las orejas en el hueco de la tela, como si la nuca hubiera empleado la
noche en un tenaz trabajo de excavación. Y la enfermedad en retirada le
iba mostrando nuevamente la cara familiar del muchacho, a la que la luz
intensa de la mañana concluía de limpiar las manchas de la fiebre.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Buenos días. ¿Cómo sigue el enfermo?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El traje gris y los lentes de oro
del director. Era extraño que no hubiera oído el automóvil. Atrás, un
montón de caras de empleados. Alguien apagó la luz ya inútil. El
enfermero, un momento en la puerta. Entre las nubes del sueño, ya casi
insoportable, los vio rodear la cama e inclinarse, mientras hablaban en
voz baja. Por la ventana entraba una línea de aire que hacía estremecer
el cartón de la quebrada línea negra y un ruido de pasos veloces. Entró
el médico, abrochándose la túnica, orillándole en el pelo gruesas gotas
de agua. Tomó un rato entre los dedos la flaca muñeca caída sobre la
colcha. Luego levantó un párpado de la cabeza, que seguía
emblanqueciendo. No recordaba si el médico había dicho “es triste” o
“está listo” al director, que se acariciaba la boca con dos dedos,
inclinada la cabeza sobre el pecho. La levantó y se dirigió a él,
poniéndole una mano en el hombro.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Quiero darte las gracias; te has portado como un hombre. Hace una hora los encontramos, entre las cañas del río.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Hizo una pausa. El Negro aprovechó
para gozar con la idea de la paliza que se habrían llevado los otros y
las que los esperaban, durante unas cuantas noches, en la celda del
pabellón correccional.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Además, ha sido muy noble tu
actitud al no querer acostarte para cuidar a tu pobre compañero. Yo he
impuesto aquí una disciplina de hierro porque era necesario. Pero
también sé premiar a los que se lo merecen. Acabo de hablar con el
ingeniero. El puesto de capataz en la usina es tuyo. Empezarás a
trabajar el lunes. Y ahora es necesario que te vayas a dormir, que buena
falta te hace.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro dijo “gracias” y sonrió
confuso. Los empleados no sabían si destinar sus caras endurecidas de
importancia al cuerpo de la cama, a la fuga que habían impedido o a la
generosidad del director. Se fue pensando que éste hablaba como el cura,
y, ya en la puerta, saludó al día con un rabioso:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¡Qué hijo de perra!</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> ¡Qué hijo de perra! murmuró sin
saber por quién, mientras se levantaba apretándose los ríñones
doloridos. Los otros iban más adelante mezclándose por momentos con la
noche que caía rápida. Sobre el cielo ennegrecido, los cuerpos,
prolongados en las herramientas de trabajo, hacían extraños dibujos
retintos. El guardián vigilaba la fila en regreso, recorriéndola a
caballo, alzando el grueso rebenque que colgaba de la muñeca.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El Negro volvió a agacharse entre
las ruedas buscando el por qué del tractor descompuesto. Las manos
engrasadas tanteaban el frío del hierro. Me parece… Ya es de noche y no
tenemos farol. Volvió a verse, camino del cementerio, medio cuerpo
endurecido por el peso del ataúd. Ni que estuviera relleno de plomo.
Todo el dia sin dormir. Al recuerdo, volvió a clavársele la punzada en
los ríñones. Movió las caderas y, trabajosamente, aflojó una tuerca con
la pinza. Y después los discursos, de pie en el frío, muerto de
cansancio, idiotizado de sueño. El brazo se alargó, regresando con el
cortafrío. Hizo palanca, empujando con todas las fuerzas. Inútil.
Entonces cerró los ojos, desolado, inmóvil en cuatro patas junto a la
cuchilla de acero de la máquina. Y lo peor no era el cansancio ni el
sueño, sino aquella sorda angustia que se revolvía lenta en su pecho
desde ayer. Aquello que lo ahogaba sin un momento de tregua y que le era
imposible conocer.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El aliento cálido del caballo le acarició la nuca y la voz recia cayó como un chorro.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Y a vos qué te pasa? ¿Todavía no pudiste arreglar eso?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Contestó sin moverse:</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —No sé. Sin luz…</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Oyó que el otro desmontaba. Sólo entonces abrió los ojos y se incorporó.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Me parece que no es la tuerca. Habrá que sacar la cuchilla.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El otro se acuclilló, doblando la
cabeza para ver mejor. El Negro lanzó los ojos soñolientos hacia el
fondo del paisaje, donde los camaradas no eran ya más que una nube negra
y larga. Luego miró hacia abajo. Fue entonces que se aquietó la terca
angustia en el pecho y una paz enorme entró violentamente en su alma.
Ahora todo estaba claro y sencillo; y aunque ni a sí mismo hubiera
podido explicar la causa de su repentina dicha, sabía por fin qué era
necesario hacer. Como si alguien, invisible en el quieto anochecer
helado, le derramara la verdad en los oídos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El hombre rezongó entre los negros
radios de las ruedas. Le acercó la mano en que se balanceaba como una
muestra el rebenque coronado en plata.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —¿Tenés un fósforo?</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Fue una simple alegría la que lo afirmó en las piernas, apelotonándole los músculos del brazo.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> —Si. Tome.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> El cortafrío brilló en un rápido
viaje circular y golpeó en la cabeza doblada del hombre, junto a la
curva oscura de la patilla. No hubo necesidad de más porque el cuerpo se
aquietó bajo la máquina, ovillado como para que el calor se le fuera
despacio, avaramente. Abrió la mano y la herramienta desapareció en el
suelo. Se restregó lentamente contra la tela del pantalón el dorso de la
mano que algo acababa de salpicar. Levantó la cabeza al cielo dilatado y
entonces la noche se precipitó incontenible en el paisaje, vibrando
misteriosa en los astros, en los perros lejanos y en el ruido de
clavijas de los charcos.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Venía la noche. Rápidamente se
apartó del tractor y fue a su encuentro. Corrió en línea recta, ágil y
alegre, seguro de que la angustia quedaba allí, enfriándose sobre la
negra tierra roturada. La gran noche incomprensible y secreta venía
veloz en su busca y se deslizaba bajo su cuerpo incansable. Zambulló
entre los hilos del alambrado y siguió corriendo. Saltó la zanja con un
fragmentado espejo en el fondo y continuó su carrera. Ahora los pies
golpeaban locamente en el pasto humedecido, atrayendo vertiginosamente
el ombú junto al pozo. Corrió unos metros en arco y tomó a la derecha,
arrastrando la larga sombra de luna que acababa de nacerle. El cansancio
le sacudía feroz el pecho, abriéndole los labios entre los dientes
apretados; pero siguió corriendo, corriendo, apilando minutos y metros,
como si aquella felicidad salvaje que se le había aparecido bruscamente
lo llevara veloz de la mano, hendiendo la noche de hielo. Entró en el
maizal a la carrera: tropezó en seguida, perdiéndose, boca abajo en la
sombra.</span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"> Giró con los brazos en cruz. Un
ardiente dolor en la mejilla lo hizo despertar y abrió los ojos a una
pequeña luna redonda, alta ya en el cielo. Se incorporó con cuidado y
escuchó. Nada. De rodillas, sacó la cabeza y miró alrededor. Nadie. Se
puso de pie y continuó caminando, un poco rengo, temblando a sus
espaldas la pequeña sombra circular. Entre los alambres que bordeaban el
camino lo fijó un canto de gallo, trepando entrecortado en la noche.
Luego, jovialmente, tomó impulso en el alambrado y pasó la zanja. Como
una pálida lengua bajo la luna, el camino se iba en la noche. Sacó la
mano del bolsillo con la rosa seca y áspera; la tiró a un costado,
lejos, restregándose luego los dedos entre sí para separar los restos de
la flor. Después apresuró el paso y se fue por el camino, en busca de
la noche próxima, que le aguardaba una espera de diez años en la calle
enjoyada de luces, con el reguero de detonaciones del salón de tiro al
blanco, las grandes risas de sus mujeres, el marinero rubio y
tambaleante.</span></b><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Juan Carlos Onetti Borges</b> (Montevideo, 1 de julio de 1909 – Madrid, 30 de mayo de 1994). Escritor uruguayo. La escritora uruguaya <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cristina_Peri_Rossi" title="Cristina Peri Rossi">Cristina Peri Rossi</a>, considera que Onetti es "uno de los pocos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Existencialismo" title="Existencialismo">existencialistas</a> en lengua castellana". <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Vargas_Llosa" title="Mario Vargas Llosa">Mario Vargas Llosa</a>,
quien preparó un ensayo sobre Onetti, dijo en una entrevista a la
agencia AFP en mayo de 2008 que "es uno de los grandes escritores
modernos", y no sólo de América Latina. "No ha obtenido el
reconocimiento que merece como uno de los autores más originales y
personales, que introdujo sobre todo la modernidad en el mundo de la
literatura narrativa". "Su mundo es un mundo más bien <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pesimismo" title="Pesimismo">pesimista</a>,
cargado de negatividad, eso hace que no llegue a un público muy vasto".
Con anterioridad Vargas Llosa había comentado que Onetti "es un
escritor enormemente original, coherente; su mundo es un universo de un
pesimismo que supera gracias a la literatura".</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Hijo de Carlos Onetti y Honoria Borges, nació en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Montevideo" title="Montevideo">Montevideo</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1_de_julio" title="1 de julio">1 de julio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1909" title="1909">1909</a>, a las seis de la mañana.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Onetti#cite_note-1">1</a></sup> Tuvo dos hermanos, uno mayor que él, Raúl, y una hermana menor, Raquel. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1930" title="1930">1930</a> se casó con su prima, María Amalia Onetti. En marzo del mismo año la pareja viajó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Buenos_Aires" title="Buenos Aires">Buenos Aires</a>, su nueva residencia. El 16 de junio de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1931" title="1931">1931</a> nació su primer hijo: <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Jorge_Onetti_Borges&action=edit&redlink=1" title="Jorge Onetti Borges (aún no redactado)">Jorge Onetti Borges</a>, también escritor, fallecido en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1998" title="1998">1998</a>. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1933" title="1933">1933</a>
se separa de su mujer y un año más tarde, de regreso en Montevideo,
vuelve a contraer matrimonio con otra prima, María Julia Onetti, la
hermana de María Amalia.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1939" title="1939">1939</a> es nombrado secretario de redacción del semanario <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marcha_%28semanario%29" title="Marcha (semanario)">Marcha</a></i>. Por entonces tiene interés por las artes plásticas, como se refleja en su correspondencia con su amigo <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Julio_E._Payr%C3%B3&action=edit&redlink=1" title="Julio E. Payró (aún no redactado)">Julio E. Payró</a> y su relación estrecha con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Torres_Garc%C3%ADa" title="Joaquín Torres García">Joaquín Torres García</a>. Desempeña este cargo hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1941" title="1941">1941</a>, cuando comienza a trabajar en la agencia de noticias <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Reuters" title="Reuters">Reuters</a>. Ese mismo año, conservando el empleo en Reuters, viaja nuevamente a Buenos Aires, donde permanecerá hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1955" title="1955">1955</a>. Trabaja como secretario de redacción de las revistas <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Vea_y_Lea&action=edit&redlink=1" title="Vea y Lea (aún no redactado)">Vea y Lea</a></i> e <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=%C3%8Dmpetu_%28revista%29&action=edit&redlink=1" title="Ímpetu (revista) (aún no redactado)">Ímpetu</a></i>. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1945" title="1945">1945</a> se casa con una compañera de trabajo en Reuters, la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pa%C3%ADses_Bajos" title="Países Bajos">neerlandesa</a> Elizabeth María Pekelharing. El <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/26_de_julio" title="26 de julio">26 de julio</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1949" title="1949">1949</a> nace su hija Isabel María (Litti).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A fines de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1955" title="1955">1955</a> regresó a Montevideo y comenzó a trabajar en el diario <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Acci%C3%B3n_%28peri%C3%B3dico%29" title="Acción (periódico)">Acción</a></i>; contrajo matrimonio por cuarta vez, con la joven <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Argentina" title="Argentina">argentina</a> de ascendencia <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alemania" title="Alemania">alemana</a> Dorothea Muhr (Dolly).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Es encarcelado en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1974" title="1974">1974</a>, durante la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura" title="Dictadura">dictadura</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Mar%C3%ADa_Bordaberry" title="Juan María Bordaberry">Juan María Bordaberry</a>, por haber sido miembro de un jurado de cuentos, y estuvo internado en un psiquiátrico. El poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" title="España">español</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%A9lix_Grande" title="Félix Grande">Félix Grande</a>, entonces director de <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuadernos_Hispanoamericanos" title="Cuadernos Hispanoamericanos">Cuadernos Hispanoamericanos</a></i>, recogió firmas para lograr la liberación de Onetti. El diplomático español <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Ignacio_Tena_Ybarra" title="Juan Ignacio Tena Ybarra">Juan Ignacio Tena Ybarra</a> director del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Instituto_de_Cultura_Hisp%C3%A1nica" title="Instituto de Cultura Hispánica">Instituto de Cultura Hispánica</a> logró su liberación y pudo viajar a España y en agradecimiento le dedicó su libro <i>Dejemos hablar al viento</i>.<sup class="reference" id="cite_ref-2"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Onetti#cite_note-2">2</a></sup>
Finalmente fija su residencia en Madrid, hasta su muerte. La situación
le permitirá seguir escribiendo tres novelas más (la citada <i>Dejemos hablar al viento</i>, <i>Cuando entonces</i> y <i>Cuando ya no importe</i>)
y numerosos artículos. La preocupación por el exilio latinoamericano de
entonces está muy presente en los artículos que escribe en España,
donde fue bien recibido.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Cuando en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1985" title="1985">1985</a> la democracia regresa a Uruguay, el presidente electo, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Mar%C3%ADa_Sanguinetti" title="Julio María Sanguinetti">Julio María Sanguinetti</a>,
lo invita a la ceremonia de instalación del nuevo Gobierno; el escritor
agradece la invitación pero decide permanecer en Madrid.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Onetti muere el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/30_de_mayo" title="30 de mayo">30 de mayo</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1994" title="1994">1994</a>,
en una clínica madrileña, ciudad en la que vivió 19 años, de los cuales
pasó enclaustrado los últimos cinco, sin salir prácticamente de su
cama. Sus restos están inhumados en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cementerio_de_La_Almudena" title="Cementerio de La Almudena">Cementerio de La Almudena</a>, en la capital española.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La obra literaria de Onetti, fuera de su poderosa originalidad, debe
mucho a dos raíces distintas. La primera es su admiración por la obra de
<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/William_Faulkner" title="William Faulkner">William Faulkner</a>. Como él, crea un mundo autónomo, cuyo centro es la inexistente ciudad de Santa María. La segunda raíz es el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Existencialismo" title="Existencialismo">Existencialismo</a>:
una angustia profunda se encuentra enterrada en cada uno de sus
escritos, siempre íntimos y desesperanzados. Su primera novela, <i>El pozo</i>, de 1939, es considerada la primera novela moderna de Sudamérica. El ciclo de Santa María empieza en 1950, cuando aparece <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_breve_%28novela%29" title="La vida breve (novela)">La vida breve</a></i>, que junto con <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=El_Astillero_%28novela%29&action=edit&redlink=1" title="El Astillero (novela) (aún no redactado)">El astillero</a></i> y <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Juntacad%C3%A1veres&action=edit&redlink=1" title="Juntacadáveres (aún no redactado)">Juntacadáveres</a></i> conforman una suerte de trilogía.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Juan Carlos Onetti recibió numerosos premios a lo largo de su vida,
entre los que destacan el Premio Nacional de Literatura de Uruguay (lo
recibe en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1962" title="1962">1962</a> por el bienio 1959/1960), el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Cervantes" title="Premio Cervantes">Premio Cervantes</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1980" title="1980">1980</a>), el Gran Premio Nacional de Literatura de Uruguay <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1985" title="1985">1985</a>, el Premio de la <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Uni%C3%B3n_Latina_de_Literatura&action=edit&redlink=1" title="Unión Latina de Literatura (aún no redactado)">Unión Latina de Literatura</a> <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1990" title="1990">1990</a> y el Gran Premio Rodó a la labor intelectual, de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Intendencia_Municipal_de_Montevideo" title="Intendencia Municipal de Montevideo">Intendencia Municipal de Montevideo</a> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1991" title="1991">1991</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1972" title="1972">1972</a> fue elegido como el mejor narrador uruguayo de los últimos 50 años en una encuesta realizada por el semanario <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marcha_%28semanario%29" title="Marcha (semanario)">Marcha</a></i>, en la que participaron escritores de distintas generaciones.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1980 fue propuesto por el <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pen_Club_Latinoamericano&action=edit&redlink=1" title="Pen Club Latinoamericano (aún no redactado)">Pen Club Latinoamericano</a> como postulante al <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Premio_Nobel_de_Literatura" title="Anexo:Premio Nobel de Literatura">Premio Nobel de Literatura</a>. Ese mismo año Onetti recibía el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Cervantes" title="Premio Cervantes">Premio Cervantes</a>,
máximo premio de la lengua española, siendo totalmente ignorado por las
autoridades uruguayas. En esa oportunidad el ministro de Cultura del
gobierno dictatorial de ese momento en Uruguay, el Dr. Daniel Darracq,
dijo desconocer la obra de Onetti, aunque sí había oído hablar de él.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Onetti a menudo se refirió a las dificultades editoriales que padeció en sus comienzos, y al peso de los emigrados de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_espa%C3%B1ola" title="Guerra civil española">guerra civil española</a> en el mundo editor bonaerense y mexicano. Varias de sus novelas aparecieron en Buenos Aires (Sudamericana) o Montevideo (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Arca_%28editorial%29" title="Arca (editorial)">Arca</a>). En su exilio español, el apoyo de la agente literaria de Barcelona, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Carmen_Balcells" title="Carmen Balcells">Carmen Balcells</a>, facilitó la difusión masiva de su obra.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La primera edición completa de su obra, en tres tomos, dirigida por <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Hortensia_Campanella&action=edit&redlink=1" title="Hortensia Campanella (aún no redactado)">Hortensia Campanella</a>, concluyó en 2009: Barcelona, Galaxia Gutenberg <a class="internal mw-magiclink-isbn" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Especial:FuentesDeLibros/9788481095364">ISBN 978-84-8109-536-4</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La primera obra que publicó fue el cuento <i>Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo</i> el 1 de enero de 1933 en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_Prensa_%28Argentina%29" title="La Prensa (Argentina)">La Prensa</a></i> (Argentina). Luego, en 1935 y 1936, en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_Naci%C3%B3n_%28Argentina%29" title="La Nación (Argentina)">La Nación</a></i> de Buenos Aires aparecen otros dos cuentos <i>El obstáculo</i> y <i>El posible Baldi</i>. De aquella época son el relato <i>Los niños en el bosque</i> y la novela <i>Tiempo de abrazar</i>, que no serán publicados hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1974" title="1974">1974</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1939 ve la luz su primera novela <i>El pozo</i> (Montevideo: Signo, 1939), obra con la que, según <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vargas_Llosa" title="Vargas Llosa">Vargas Llosa</a>, se inicia la novela moderna en Latinoamérica.<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Onetti#cite_note-3">3</a></sup> En esos años publica artículos y cuentos policiales con los seudónimos de Periquito el Aguador, Grucho Marx y Pierre Regy.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La novela <i>Tierra de nadie</i> (Buenos Aires: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Losada" title="Losada">Losada</a>, 1941), obtiene el segundo puesto en el concurso Ricardo Güiraldes. Ese mismo año <i>La Nación</i> publica <i>Un sueño realizado</i>, considerado su primer cuento importante.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En los años siguientes verán la luz la novela <i>Para esta noche</i> (Bs. As.: Poseidón, 1943) y una serie de cuentos, publicados en el diario <i>La Nación</i>, entre los que se destaca <i>La casa en la arena</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1949" title="1949">1949</a>), por ser el que da comienzo al mundo de su ciudad de Santa María, que desarrollará en la novela <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_breve_%28novela%29" title="La vida breve (novela)">La vida breve</a></i> (Bs. As.: Sudamericana, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1950" title="1950">1950</a>). Precisamente en esa ciudad mítica transcurrirá la acción de la gran mayoría de sus nuevas novelas y cuentos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1951 publica la colección <i>Un sueño realizado y otros cuentos</i> (Montevideo: Número).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1959 publica <i>Una tumba sin nombre</i> (Montevideo: Marcha) que, en 1967, cambia de nombre por el de <i>Para una tumba sin nombre</i> (Montevideo: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Arca_%28editorial%29" title="Arca (editorial)">Arca</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Le sigue <i>La cara de la desgracia</i> (Montevideo: Alfa, 1961).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>El Astillero</i> se publica en 1961 (Bs. As.: Cía. Gral Fabril Edit.).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Los cuentos de <i>El infierno tan temido</i> (Montevideo: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Asir_%28publicaci%C3%B3n%29" title="Asir (publicación)">Asir</a>) aparecen en 1962, y al año siguiente los de <i>Tan triste como ella; La cara de la desgracia</i> (Montevideo: Alfa).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>Juntacadáveres</i>, una de sus más importantes novelas, es editada en 1964 (Montevideo: Alfa).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1965 publica <i>Jacob y el otro. Un sueño realizado y otros cuentos</i> (Montevideo: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ediciones_de_la_Banda_Oriental" title="Ediciones de la Banda Oriental">Ediciones de la Banda Oriental</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1967 Cuentos completos (Buenos Aires: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Centro_Editor_de_Am%C3%A9rica_Latina" title="Centro Editor de América Latina">Centro Editor de América Latina</a>) y Tres novelas (La cara de la desgracia; Tan triste como ella; Jacob y el otro (Montevideo: Alfa).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>La novia robada</i> se publica en 1968 (Caracas: Monte Ávila),
este mismo año también se publican Las máscaras del amor. Selección de
Emir Rodríguez Monegal (Montevideo: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Centro_Editor_de_Am%C3%A9rica_Latina" title="Centro Editor de América Latina">Centro Editor de América Latina</a>). Novelas cortas completas (Caracas: Monte Ávila). Y La novia robada y otros cuentos (Montevideo: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Centro_Editor_de_Am%C3%A9rica_Latina" title="Centro Editor de América Latina">Centro Editor de América Latina</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1970 Obras completas (México: Aguilar).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>La muerte y la niña</i> aparece en 1973 (Buenos Aires: Corregidor).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>Tiempo de abrazar y los cuentos de 1933 a 1950</i> se publica en 1974 (Montevideo: Arca).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Réquiem por Faulkner en 1975 (Montevideo: Arca)</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>Dejemos hablar al viento</i> se publica en 1979 (Barcelona: Bruguera).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1986 Cuentos secretos: Periquito El Aguador y otras máscaras (Montevideo: Marcha) y en 1987 Cuando entonces (Madrid: <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mondadori" title="Mondadori">Mondadori</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Obra selecta en 1989 (Caracas: <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca_Ayacucho" title="Biblioteca Ayacucho">Biblioteca Ayacucho</a>).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1993" title="1993">1993</a> publica la que fue su última novela, <i>Cuando ya no importe (Madrid: <a class="mw-disambig" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfaguara" title="Alfaguara">Alfaguara</a>)</i>, considerada una especie de testamento literario. <b>Novelas. </b><i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_pozo_%28novela%29" title="El pozo (novela)">El pozo</a></i> (1939)<i>. Tierra de nadie</i> (1941)<i>. Para esta noche</i> (1943)<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_breve_%28novela%29" title="La vida breve (novela)">. La vida breve</a></i> (1950)<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Los_adioses&action=edit&redlink=1" title="Los adioses (aún no redactado)">. Los adioses</a></i> (1954)<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Para_una_tumba_sin_nombre&action=edit&redlink=1" title="Para una tumba sin nombre (aún no redactado)">. Para una tumba sin nombre</a></i> (1959)<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=El_astillero_%28novela%29&action=edit&redlink=1" title="El astillero (novela) (aún no redactado)">. El astillero</a></i> (1961)<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Juntacad%C3%A1veres&action=edit&redlink=1" title="Juntacadáveres (aún no redactado)">. Juntacadáveres</a></i> (1964)<i>. La muerte y la niña</i> (1973)<i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Dejemos_hablar_al_viento&action=edit&redlink=1" title="Dejemos hablar al viento (aún no redactado)">. Dejemos hablar al viento</a></i> (1979)<i>. Cuando entonces</i> (1987)<i>. Cuando ya no importe</i> (1993). <b>Colecciones de cuentos.</b> <i>Un sueño realizado y otros cuentos</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/N%C3%BAmero_%28Uruguay%29" title="Número (Uruguay)">Número</a>. 1951)<i>. La cara de la desgracia</i> (1960)<i>. El infierno tan temido y otros cuentos</i> (1962)<i>. Cuentos completos</i> (1967, 1974 y 1994)<i>. Los rostros del amor</i> (1968)<i>. Tiempo de abrazar y cuentos de 1933 a 1950</i> (1974)<i>. Tan triste como ella y otros cuentos</i> (1976)<i>. Cuentos secretos</i> (1986)<i>. Presencia y otros cuentos</i> (1986)<i>. Cuentos completos</i> (Alfaguara. 2006)<i>. Obras completas, III. Cuentos, artículos y miscelánea</i> (incluye <i>Conversaciones</i>, pp. 929-1232. 2009). <b>Otros escritos. </b><i>Réquiem por Faulkner</i> (1975), artículos<i>. Confesiones de un lector</i> (1995), artículos 1976-1991 (muy aumentado en <i>Obras, III</i>, como <i>Un Uruguayo en España</i>)<i>. Cartas de un joven escritor</i> (2009), correspondencia con <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Julio_E._Payr%C3%B3&action=edit&redlink=1" title="Julio E. Payró (aún no redactado)">Julio E. Payró</a>. <b>Filmografía. </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><i>Per questa notte</i> (1977), por el director italiano Carlo di Carlo, adaptación de la novela <i>Para esta noche</i>.<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_infierno_tan_temido" title="El infierno tan temido"> El infierno tan temido</a></i> (1980), del director argentino <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ra%C3%BAl_de_la_Torre" title="Raúl de la Torre">Raúl de la Torre</a> sobre el cuento homónimo de Onetti. Ganó el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3ndor_de_Plata" title="Cóndor de Plata">Cóndor de Plata</a> a la mejor película de 1981.<i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_dirigible_%28pel%C3%ADcula_de_1994%29" title="El dirigible (película de 1994)"> El dirigible</a></i> (1994), dirigida por <a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pablo_Dotta&action=edit&redlink=1" title="Pablo Dotta (aún no redactado)">Pablo Dotta</a>; una periodista francesa llega a Uruguay a buscar información sobre Onetti.<i> La suerte está echada</i> (1989), del director argentino Pedro Stocki. Adaptación de la novela <i>La cara de la desgracia</i>.<i> El astillero</i> (2000), del director argentino David Lipszyc. Adaptación de la novela homónima.<i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cort%C3%A1zar:_Apuntes_para_un_documental" title="Cortázar: Apuntes para un documental"> Cortázar: Apuntes para un documental</a></i>, dir. Eduardo Montes-Bradley. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Argentina" title="Argentina">Argentina</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2001" title="2001">2001</a>. (Participación testimonial).<i> Nuit de chien</i> (2008), del director alemán Werner Schroeter, basada en la novela <i>Para esta noche</i>.<i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mal_d%C3%ADa_para_pescar" title="Mal día para pescar"> Mal día para pescar</a></i> (2009), del director uruguayo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81lvaro_Brechner" title="Álvaro Brechner">Álvaro Brechner</a>, basada en el cuento "Jacob y el Otro"<i>.</i> Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto:cuentosinfin.com. Foto:Archivo</span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-22622807909544217912015-02-08T08:31:00.001-08:002015-02-08T08:31:16.264-08:00El cuento del domingo<br />
<br />
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</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6mZ4uCj0tpQ04inb-tE00dkLnpPg_BoXt0NXy69bEeE1NRx-kNwDl7yWKVLT7zsbtpeUniRcjvqBvc7z3YBCW2JSiD_xhWEvnRVPoRMVW3Dnzo6q_DPQ7fA4XmHJVg8kC-YngdFSm_KzJ/s1600/Jos%C3%A9+Pablo+Feinmann+2.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="488" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6mZ4uCj0tpQ04inb-tE00dkLnpPg_BoXt0NXy69bEeE1NRx-kNwDl7yWKVLT7zsbtpeUniRcjvqBvc7z3YBCW2JSiD_xhWEvnRVPoRMVW3Dnzo6q_DPQ7fA4XmHJVg8kC-YngdFSm_KzJ/s1600/Jos%C3%A9+Pablo+Feinmann+2.jpg" width="640" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">José Pablo Feinmann</span></span></b></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b><br />
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Nunca robaremos un diamante en Tiffany’s</span></span></b><br />
<br />
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";"></span></span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";"><a href="https://www.blogger.com/null" name="#"></a></span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Créanme,
la culpa fue del eclipse. Pensé: si el mundo se oscurece es para que yo
encuentre la luz. Supongo que una frase así no habrá de enternecerlos. Está
entre el teleteatro y el misticismo electrónico. Pero yo no quiero enternecerlos.
Sólo quiero que no me maten. Por eso, hablo.<br />
El eclipse, decía. Nunca había visto uno. O sí, en una vieja película con Kathy
Bates, basada en un cuento de Stephen King. ¿Leyeron a Stephen King? No
importa. Durante esos días la policía había limpiado las calles. </span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Con
el avance del nuevo siglo, Buenos Aires se transformó en una de las capitales
más seguras del mundo. Ustedes lo saben, bastó con formar dos o tres
escuadrones de la muerte. Liquidaron a los delincuentes, a los vagos (que eran
los que se quedaban sin trabajo y se tiraban a morir en los callejones), a los
borrachos, a los drogadictos, a los sidosos, a las prostitutas, a los travestis
y a todos los que no se vieran dignos de habitar la renacida Atenas del Plata.
Al cabo, obedecían al mandato popular. Pocos habitantes como los de Buenos
Aires piden orden y seguridad con tanta convicción. Esta vez lo habían logrado.
Las calles estaban limpias, el tránsito ordenado y calmo, no había niños
harapientos mendigando, hostigando la buena conciencia de los ciudadanos. Todo
en orden. Menos yo.<br />
Sólo un par de semanas atrás me habían echado del diario. No les voy a decir de
cuál. En verdad, es un dato que importa poco. Yo era cronista deportivo. El box
fue la más temprana de mis pasiones (era el pibe bravo del barrio, era capaz de
bajarles los dientes a todos y a cada uno de mis amigos o compañeros de
escuela) y fue mi modo de vida y el contenido impecable de mi literatura. ¿O
ustedes creen que no era sino eso, literatura, lo que yo escribía cuando
narraba una pelea o cuando evocaba –en el gran estilo de un Hemingway del nuevo
siglo– la gloria de Muhammad Ali en Zaire, donde le dio a Foreman una clase de
boxeo y luego, también, le dio dos o tres golpes tan sublimes que lo acostaron
sin retorno? Tal vez fuera un novelista frustrado. Pero era, sin apelación
posible, un periodista que imponía una prosa seca, dura, tan exacta como un
cross de él, ya saben de quién, de él, del único, del más grande, de Ali. Sin
embargo, me echaron. Una modalidad de los tiempos. Dijeron que ya había pasado
los cuarenta años, que había que abrir espacios a los más jóvenes y hasta se
atrevieron a decir, injuriándome, que ya no escribía como antes, que llegaba
tarde, que me iba temprano y, sobre todo, que bebía demasiado. Bebía, pero no
demasiado. Canallas. Sólo querían librarse de mí. Deslizaron unos miserables
dólares en mis manos indefensas y me dijeron adiós sin culpa ni compasión. Ese
mismo día, no bien salí a la calle, no bien abandoné la redacción que me había
cobijado durante veinte años, decidí robar el diamante.<br />
El diamante estaba en la vidriera de Spinetto, ahí, ostensible, impúdico.
Supongo que saben que Spinetto es una de las más exquisitas joyerías de esta
ciudad monstruosa. Supongo que saben por qué el diamante estaba donde estaba,
en la vidriera, sin nada que indicara su precio, tal vez porque no lo tenía o
porque era tan elevado que hubiera sido una inelegancia exhibirlo, pues quien
decide comprar un diamante así no se preocupa por el precio, está más allá de
esa circunstancia cuantificable, vulgar, se preocupa por otras cosas, o por
nada, porque ya nadie se preocupa por nada, razón por la cual –supongo que
saben– el diamante estaba donde estaba, a la mano, en la vidriera, ostensible,
impúdico, sin que nadie temiera que alguien se aventurara a robarlo, porque ya
no había ladrones en Buenos Aires, porque estaban todos muertos o casi, y
porque no surgían nuevos, ya que nadie se atrevía a incurrir en un oficio tan
insalubre. A menos que ocurriera algo excepcional. A menos que el día se
transformara en noche y una gran sombra cómplice se adueñara de la ciudad. Por
eso, créanme: la culpa fue del eclipse.<br />
Era mediodía cuando salí de la redacción. Pude haberme sentido un hombre libre,
pero no: me sentía una perfecta basura, un desecho social. Compré un diario,
entré en un bar, pedí un café y empecé a leer. No leí mucho, no fue necesario.
La gran noticia estaba en la primera plana y era la que yo necesitaba.
Adivinaron, el eclipse. Sería a las cuatro de la tarde y duraría entre cinco y
seis minutos. Una eternidad. No les digo que volví a creer en Dios porque les
mentiría: nunca creí en Dios, y raro que uno crea otra vez en algo que nunca
creyó. Sin embargo, cuando leí eso, lo del eclipse, casi me da por creer en El,
en el de arriba. O casi me da por creer que por fin el maldito había decidido
darme una buena mano. La ecuación eclipse-diamante estalló en mi cabeza. Todo
estaba claro: a las cuatro menos cinco estaría frente a Spinetto; a las cuatro,
en pleno eclipse, rompería la vidriera, agarraría el diamante y me perdería
entre las intempestivas sombras de la ciudad.<br />
Almorcé unos tallarines al roquefort y bebí algo de vino. No mucho, los
acontecimientos reclamaban lucidez. A las tres y media pasé frente a la
vidriera y lo miré. Al diamante, digo. Era grande, sugería y provocaba. Parecía
decirme: “Si me llevás, soy tuyo. Tu pasaporte a la felicidad. La puerta
generosa de todos tus sueños”. Seguí de largo. Entré en un bar, pedí un café
cargado y me puse a mirar por la ventana. Vean, no soy un paisajista. Les puedo
narrar brillantemente un cross de Ali, un amague de Roberto Durán, una
exquisitez de Sugar Ray Leonard. Pero no un paisaje. El cielo se tiñó de
colores extravagantes. Parecía el fin del mundo, o el principio. Algo así.
¿Ustedes lo vieron, no? Cosa rara un eclipse. La luna se le atreve al sol, se
le planta enfrente y lo compromete en un clinch bello y terrible. Ahora, la
ciudad era una mancha súbita que se comía todo, lo confundía todo, lo permitía
–me dije– todo. Crucé la calle, le di una apocalíptica patada a la vidriera,
que se partió en pedazos, agarré el diamante y empecé a correr. (Desestimé,
según habrán notado, usar un ladrillo, una piedra o una baldosa. Quise hacerlo
yo. Quise ser yo el que abriera ese hueco estrepitoso en mi futuro.) Fue fácil.
Si uno tiene a la Naturaleza, a Dios, al Cosmos de su parte, sería infame no
robarse un diamante. No patear una vidriera, no tirarse a la pileta sin
averiguar si abajo hay agua o está, como siempre estuvo, el cemento áspero de
la derrota.<br />
Curiosamente o no, las cosas se complicaron. Sonó una sirena. Se oyeron unos
silbatos. Unas luces horadaron las sombras y yo me dije carajo, ni con el
Universo y el buen Dios de mi lado puedo evitarme problemas. Porque sí, porque
era un problema que dos policías, iluminándose con linternas y atronando con
silbatos, estuvieran corriendo tras mis talones con el propósito –comprensible,
lo reconozco– de arrestarme. Fui hábil. Entré en un callejón y corrí hasta el
final, dispuesto a saltar la pared medianera y escabullirme por la otra calle.
La sombra voraz del buen Dios seguía cubriéndolo todo. Hubo algo que no tuve en
cuenta. El mucho alcohol y el exceso de nicotina de mi vida desordenada y
bohemia frustraron mi exitoso deslizamiento hacia la pared medianera. Me dije:
“Estos canas me alcanzan antes que pueda trepar. Me alcanzan y me revientan a
tiros”. Me dije: “Tengo que entregarme”. Pero ahí, justamente ahí, fui más
hábil que nunca. Escuchen, descubrí a un vago durmiendo contra la pared del
callejón. Un pobre tipo. Un desecho humano. Tenía la cabeza inclinada hacia
atrás y la boca obscenamente abierta. A sus pies, yacía una botella de ginebra
barata, abominable, la cifra de su degradación infinita. Me dije: “Si no me
salvo, ése soy yo dentro de tres o cuatro meses. Un cadáver viviente”. Saqué el
diamante (lo había guardado en el bolsillo trasero de mi pantalón), me arrojé
sobre el vago, abrí aún más su bocaza pestilente y con mi mano derecha –con
violencia, con crueldad– hundí en ella el diamante. El vago tosió sordamente.
Pero sólo eso. No consiguió expulsar el diamante, que quedó ahí, en esa boca
obscena, seguro, aguardando que yo, su poseedor, su legítimo dueño (si uno se
ha robado algo con osadía y talento es, sin más, su dueño, su legítimo dueño,
su propietario inalienable) regresara a buscarlo.<br />
Salí del callejón y enfrenté a los dos policías. No eran de ningún escuadrón,
no tenían ese brazalete amarillo y rojo. Pude verles la cara y ellos pudieron
ver la mía por un motivo simple y, supongo, maravilloso: el eclipse había
concluido. Uno era cetrino y tenía una gran nariz de la que surgían unos pelos
gruesos y, diría, repugnantes. El otro tenía unos dientes largos, como de rata,
y se mordisqueaba el labio inferior. Me dijeron por qué corrías idiota, te vamos
a reventar a patadas, rompiste la vidriera de Spinetto y te llevaste un
diamante, hablá infeliz o te venís con nosotros y te picaneamos hasta el
próximo eclipse, o sea desde aquí a treinta años. No quiero incomodarlos con mi
vanidad, no quiero pecar de inmodesto, pero estuve brillante. Les dije que
había roto la vidriera porque el eclipse me había aterrorizado, porque quería
meterme en alguna parte, porque no pude encontrar la puerta y entonces pateé la
vidriera para poder entrar y cobijarme de la ira del Señor, ¿o ustedes no creen
en la ira del Señor? El de la nariz peluda dijo que no, que no creía en la ira
del Señor, que todo el mundo sabía, hasta los tarados como vos, dijo, que la
oscuridad era por el eclipse y no por la ira del Señor. Dije que yo no sabía
nada del eclipse, que leía poco los diarios, que andaba distraído, buscando
trabajo y cuando vi que todo se ponía oscuro me quise morir, me asusté como el
día en que vine al mundo y me metí de cabeza en el primer lugar que encontré,
la vidriera de Spinetto, como ustedes saben, les dije, y también les dije que
no lo había hecho para robar ningún diamante, porque ninguno había robado, y si
ustedes creen que me robé alguno pueden revisarme nomás, no hay drama, no van a
encontrar nada, juro que no tengo ningún diamante y si el diamante no está
donde estaba se lo llevó otro porque yo no. Me preguntaron por qué había huido
y (esto fue muy fácil) les dije que fue el miedo, me asusté tanto al romper la
vidriera que salí como un tiro, creí que todo estallaba, que se acababa el
mundo, porque si uno busca una puerta y se encuentra con una vidriera algo anda
mal, ¿no? Pese a mi imaginación, pese a mi elocuencia, pese a mis dotes
actorales y a mi serenidad ante el peligro, me esposaron, me metieron en el
patrullero y me llevaron a la División Norte, que no sólo era la más cercana,
sino la peor. Ahí te picanean antes de preguntarte el nombre. El de los largos
dientes, esa rata escalofriante dijo: “Ahora vas a conocer la ira del Señor”.
Tuve miedo.<br />
Se metieron conmigo en una celda pequeña, blindada, construida –con la
minuciosa sabiduría de la maldad– para el horror y el sufrimiento. Me dijeron
no grités porque nadie te va a oír. “¿Por qué voy a gritar?”, dije. “Si soy
inocente.” “No hay inocentes”, dijo la rata escalofriante. “Danos el diamante”,
dijo el de la nariz peluda. Elevé mis brazos, me expuse ante ellos como un
Cristo santo y puro: “Revísenme”, dije. Me revisaron. Supongo que no necesito
decirlo: no encontraron nada. Supongo que lo saben y lo recuerdan: el diamante
reposaba en las cavidades de la boca putrefacta del vago del callejón. Se
miraron con cierta perplejidad. Y ahí, precisamente ahí, se escucharon los
gritos que habrían de salvarme.<br />
Les explico: se habían desatado mil y un delitos en la caótica ciudad del
eclipse, no había sido yo el único desdichado que había decidido utilizar las
sombras del buen Dios para salir del tacho de basura, había delincuentes
prófugos a lo largo y a lo ancho de la pulcra ciudad, de la reluciente y
fanáticamente protegida Atenas del Plata. Los gritos de mi salvación me
salvaron porque pedían refuerzos, porque el orden se había quebrado, porque
todos los efectivos de la División Norte (la peor, la más cruel, te torturan
para divertirse) eran requeridos para cacerías en las calles, porque, por
primera vez en largos años, la policía estaba desbordada. “La ira del Señor”,
pensé. El nariz peluda y el rata escalofriante abrieron la celda, dispuestos a
salir, a obedecer los mandatos de sus jefes. El rata escalofriante me miró, me escupió,
después miró al nariz peluda y dijo: “¿Y lo vamos a dejar así? ¿Sin hacerlo
sufrirni un poco?” (Era su poético modo de preguntar: “¿Sin torturarlo? ¿Sin
quemarlo con la picana?”) El nariz peluda me miró con odio, me dio un derechazo
en la nariz, me escupió (en esto no fue original, ya lo había hecho el rata
escalofriante) y dijo: “Te salvaste, hijo de puta”. Y se fueron. Nadie –puedo
jurarlo– entró en una celda de la División Norte y zafó con sólo una trompada y
un agravio convencional a la honorabilidad de su madre. Me embriagó una
felicidad súbita y caliente. Ese día, éste, el del eclipse, era el mío.<br />
Me limpié la sangre que corría desde mi nariz, me acomodé la corbata, me pasé
una mano por el pelo y salí a la calle. Nadie me detuvo. La División Norte era
un caos: gritos, órdenes, detenidos, amenazas, teléfonos, alarmas, todo
perfecto para que mi salida fuera como fue, impecable, calma, como un buen
ciudadano que sale de su casa para ir al cine o al supershopping. Por primera
vez en mi vida, me sentí un hombre de bien. Sólo hasta que doblé la esquina.
Aquí, asumí otra vez mi destino azaroso y empecé a correr hacia el callejón. Me
gustan los destinos azarosos.<br />
¿Leyeron a Hemingway? No importa. Las calles estaban tranquilas, tanto como lo
estaban desde hacía diez años. La cacería había terminado. Llegué al callejón.
Entré. No había nadie. No estaba mi vago. No estaba mi diamante. No estaba mi
futuro. Mi futuro y mi diamante estaban enterrados en la garganta del vago y el
vago había desaparecido. Desde una ventana, una mujer me preguntó qué buscaba.
“Busco al vago que había aquí”, dije. “Era mi hermano”, mentí. La mujer dijo se
lo llevaron, vinieron los del escuadrón y se lo llevaron, usted sabe cómo son,
se lo llevaron a él y a otros dos que se habían robado unas cervezas y una
pizza. “A dónde”, pregunté. “Qué sé yo”, dijo. Cerró la ventana y, en seguida,
como si se hubiera arrepentido, la abrió, asomó su cabeza y, casi piadosamente,
dijo: “A los que agarran aquí se los llevan al Sector Punta Indio”. “Gracias”,
dije. “Ojalá lo encuentre”, dijo. Y añadió: “Oiga, no es por preocuparlo, pero
su hermano estaba muerto”. Sereno, sin alterarme pregunté si lo habían matado
los del escuadrón. Dijo que no, que había muerto antes, que ella lo había
visto, que estaba hinchado y todo morado, o como rojizo, horrible, vea. “Se
pasan el día comiendo basura”, dijo. “Se habrá atragantado con algo”, dijo
finalmente y cerró la ventana. Permanecí tieso durante un instante que tuvo
algo de infinito, ya que mil ideas me acosaron. Mi vago estaba muerto. Se había
atragantado con algo. Ese algo con que mi vago se había atragantado era mi
diamante. El diamante que yo, exactamente yo, había hundido en su garganta.
Conclusión: lo había asesinado. Conclusión: era, yo, exactamente yo, un asesino.
Salí del callejón.<br />
Voy a confesarles algo: la idea de haber matado al vago no logró atormentarme.
Era un vago y todos sabemos que un vago no es nada, es menos que nada, es un
insecto, una cucaracha. ¿Alguien se siente culpable cuando liquida a una
cucaracha? Ahora tenía que ir al Sector Punta Indio, encontrarlo, meter otra
vez mi mano en su boca nauseabunda, extraer el diamante y cambiar de vida, irme
del país, inventarme un destino majestuoso, qué joder. Eso era todo. Miré mi
reloj: las cinco de la tarde. Pensé: tengo que llegar a Punta Indio al
anochecer, que las sombras de la noche me protejan para recuperar el diamante,
como el eclipse me protegió para robarlo. Faltaban tres horas, tenía que hacer
algo, entretenerme durante dos. Caminé un par de cuadras y entré en un
supershopping. Compraría un libro, me metería en un bar y leería algunas
páginas. Ya lo saben, soy un buen lector y hasta, a veces, un literato. O eso
creo. Me di de narices con una sección que tenía por nombre Literatura del siglo
XX. Era un montón de viejos libros, de viejos libros olvidados. Ya lo dije, soy
un periodista de deportes, soy un obstinado del box. O sea, me gustan los
escritores duros: Hemingway, Steinbeck, Hammett, Bukowski. Pero no. No compré
nada de ninguno de ellos. Un libro pequeño llamó mi atención. La metamorfosis,
de Kafka. Lo abrí y leí la primera frase: “Al despertar Gregorio Samsa una
mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en sucama transformado en un
monstruoso insecto”. ¡Qué modo de empezar un libro! ¡Qué perfección! Ni el
cross de Ali a Foreman en Zaire. Además, supongo que lo habrán adivinado, me
sentí Samsa: ese día, hoy, el del eclipse, era el de mi metamorfosis, sólo que
yo no habría de transformarme en un monstruoso insecto sino en un ciudadano del
mundo, en un hombre honorable, es decir, en un perfecto hijo de puta de estos
bellos tiempos, forrado de guita hasta reventar. Compré el libro y me metí en
un snack. Lo leí en un par de horas. Al terminarlo, la noche caía sobre la
ciudad y un solo pensamiento castigaba mi cabeza: ir al Sector Punta Indio, ya,
sin perder un solo instante más. Pagué y me subí a un ómnibus.<br />
Llegué cerca de las ocho de la noche. La fortuna me sonreía: la luna era
escasa, débil. No sé si lo dije (creo que no): tenía una linterna. La había
comprado en el supershopping. La linterna y la novela de Kafka, eso había
comprado. Ahora era el turno de la linterna. Un gran cartel decía: Sector Punta
Indio. Supongo que lo saben, pertenece al Primer Cuerpo de Ejército y es donde
los escuadrones llevan la cosecha de cada día. No tenía miedo. Era como si
estuviera recorriendo la trama de un destino irrefutable y triunfal. Me escurrí
entre unos alambres y entré en el campo. La desolación era absoluta. Lejos,
había una construcción de acero y cemento. Tenía un par de ventanas y una luz
amarilla surgía de ellas. Lo supe en seguida: ahí estaban los tipos del
escuadrón. Debería evitarlos si quería pasear mi pellejo por el ancho y cálido
horizonte que me esperaba. </span></span></b><b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">
Sin embargo, la tentación de verlos, de verificar que eran ellos, que sí, que
ahí estaban, pudo más que cualquier cautela. Caminé hasta la construcción de
acero y cemento, una caseta que era como un bunker, o como el gran ataúd de un
vampiro. Miré a través de una de las ventanas. Sí, estaban ahí, tal como era
previsible que estuvieran. Eran ellos: los hombres del escuadrón de la muerte,
con sus brazaletes rojos y amarillos, con sus Itakas doradas. Pero la cosecha
había terminado y algunos dormían. Otros jugaban a las cartas y otros comían
una carne casi cruda, sangrienta hasta el espanto. Pude verlos: usaban anteojos
negros (siempre usan anteojos negros, aun en medio de las sombras, si no usaran
anteojos negros no serían hombres del escuadrón, serían personas, como
cualquiera de nosotros, pero no, no son eso, personas, son hombres del
escuadrón y usan anteojos negros), uno tenía un bigote negro, espeso, otro una
gran verruga en medio de la frente, otro grandes dientes como el rata
escalofriante, otro no usaba anteojos sino un parche negro en el ojo izquierdo,
otro era muy pálido y muy delgado y a los otros no los vi o no quise verlos. Me
alejé hacia el descampado.</span></span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">
Habría alrededor de diez bolsas de plástico negro. Era la cosecha roja de ese
día. ¿Leyeron a Hammett? No importa. Prepárense, lo que viene no es agradable.
No es, digo, agradable que un tipo se incline sobre unas bolsas de plástico
negro que cobijan, cada una, un cadáver y, con minucia y frialdad, las empiece
a abrir, a deslizar el cierre e iluminar la cara de esos desdichados cadáveres,
buscando el único que desea encontrar. El primero tenía un perfecto orificio
entre ceja y ceja y los ojos muy abiertos, como si lo hubieran sorprendido. El
segundo no tenía nada, es decir, no tenía cara, era una masa informe,
sanguinolenta. El tercero tenía la boca increíblemente abierta y un balazo en
la garganta destrozada. El cuarto tampoco tenía nada, la impiedad de las Itakas
había borrado cualquier cosa que alguna vez pudiera haber sido un rostro. El
quinto era el mío. Era mi vago, mi cadáver, el cadáver que yo buscaba y donde
estaban mi diamante y mi futuro. Tal como lo había dicho la mujer del callejón,
se veía morado. Tenía, también, la boca enormemente abierta como el infeliz de
la garganta destrozada. Insisto, sigan preparados. No creo que se asusten con
estas cosas, pero el que avisa no es traidor: nada de lo que sigue es
agradable. Comprendan, el diamante estaba enterrado en la garganta del vago y
yo tenía que atraparlo. ¿O no estaba ahí, arriesgando mi vida, para eso? Me
quité el saco, arremangué mi camisa (la manga derecha, ya que soy diestro, como
Ali) y metí mi mano en la gargantadel vago. Hurgué durante un buen rato y nada.
O el diamante no estaba o estaba más adentro. Con mis dos manos abrí su boca
hasta hacerla sangrar y metí en ella, otra vez, mi mano. Llegué a tocar el
diamante, pero no pude atraparlo. Como sea, me tranquilicé: estaba ahí. Le
cerré la boca, me limpié la sangre con un pañuelo y empecé a golpearle el
pecho. Suavemente, no. Fueron puñetazos feroces, tal vez desesperados; tal vez
tenían la violencia y la desesperación que me provocaba –que sólo me podía
provocar– la repentina, intolerable certeza de perder el diamante. </span></span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">
Y entonces ocurrió algo maravilloso: el vago lanzó un eructo formidable y el
diamante salió desde su boca buscando las estrellas. Cuando lo vi brillar en el
aire, en lo alto, era una más, una estrella más, la más hermosa, lujuriosa, la
más exorbitante de todas. Salté como un tigre joven y lo atrapé en el aire,
porque sí, porque era mío, porque me lo había ganado, porque lo merecía.
Durante un instante que, creo, estuvo fuera del tiempo, lo miré reposar en mi
mano. Ahí estaba, por fin. Entonces ocurrió otro suceso maravilloso.
Abominablemente maravilloso, abominablemente increíble. Entonces alguien dijo:
“Dame ese diamante”. Era el vago. Estaba ahí. De pie. Respiraba. Estaba vivo.
Estaba vivo y había dicho: “Dame ese diamante”. Y ahora se arrojaba sobre mí y
sus manos buscaban mi garganta. Fue una pelea breve y desigual. Con el diamante
en mi puño, le di el cross que Ali le diera a Foreman en Zaire. Curioso: había
deseado durante años y años dar un golpe así y acababa de hacerlo. Algo hizo:
¡Crack! El vago trastabilló y cayó sobre su triste culo. Pero lo que había
hecho ¡crack! no era su triste culo. Era el diamante. Abrí mi mano y lo miré:
estaba pulverizado. Recordé eso que se dice de los diamantes, que son eternos.
Pensé: si son eternos, esto es cualquier cosa pero no un diamante. “¿Dónde
encontraste eso?”, preguntó, con decepción y fastidio, el vago. Dejé caer al
suelo el polvo del diamante y le conté la verdad. Que lo había robado en la
vidriera de Spinetto. El vago empezó a reír. (Le faltaban algunos dientes.
Supongo que se los había quebrado yo, no con el cross, sino mientras buscaba el
maldito diamante.) Empezó a reír y dijo que sólo a un idiota se le podía
ocurrir que los de Spinetto habrían de poner un diamante verdadero en la
vidriera. Aunque la ciudad estuviera segura, aunque la patrullaran los
escuadrones de la muerte, jamás harían eso. Además –siguió diciendo mientras yo
lo miraba entre el aturdimiento y un estupor cruel, lacerante–, los diamantes,
los verdaderos diamantes no están en Spinetto, ni siquiera están en Buenos
Aires, están en Tiffany’s. “Están en Tiffany’s”, dijo y por su modo de hablar
no me pareció un vago como cualquier otro, cosa que no era, porque le pregunté
y me dijo que era arquitecto, que llevaba dos años sin trabajo y lo había
estragado el alcohol y se había convertido en eso que era, un vago, dijo, pero
no un tarado como yo, dijo, porque él, él sí sabía que los diamantes no estaban
en Spinetto sino en Tiffany’s, y que sólo era cuestión de ir hasta allí, hasta
Nueva York, donde estaba Tiffany’s y robarse uno, uno de verdad y no una
porquería como el que vos te robaste. Y entonces me dio una amistosa palmada en
el hombro (si quieren mi impresión, creo que estaba un poco pirado) y dijo,
alegremente dijo: “Dale, vamos a Nueva York. Vamos a robarnos un diamante en
Tiffany’s”. Entonces los vi a ustedes. Y le dije: “Mirá, arquitecto, no creo
que vaya a ser posible”.</span></span></b><br />
<b><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">
Ustedes nos miraban con una inexpresividad helada. Estaban como están siempre:
con los anteojos negros y las Itakas. Las Itakas dirigían sus miras mortales
hacia nosotros, hacia mí y hacia el arquitecto. Estaba usted, el del parche
negro en el ojo izquierdo. Usted, el de la gran verruga en medio de la frente.
Usted, el de los grandes dientes como el rata escalofriante. Y usted, que es
pálido y delgado, si me permite decirlo. Y el arquitecto los miró, los miró con
soberbia, con un desdén demencial y dijo: “A mí me van a respetar, eh. Sépanlo,
señores: yo soy un arquitecto, no un vago”. Fueron, claro, sus últimas
palabras. Las balas lo pulverizaron tal como se pulverizara nuestro diamante.
Cómo decirlo, desapareció de la realidad, nada de él quedó visible. Se lo
merecía, desde luego. No se trata de ese modo a gente como ustedes. A ustedes
hay que entretenerlos. Contarles historias, buenas historias. El que habla no
muere. De aquí que les contara todo esto. Todo: el eclipse, el diamante, el
robo, el vago en el callejón, los dos policías: el nariz peluda y el rata
escalofriante, la mujer del callejón, tan buena y generosa ella, esa novela que
me compré y leí, el viaje a Punta Indio, la búsqueda del diamante, el cross que
le di al vago, todo, porque les conté todo, porque no dejé nada sin contarles,
y yo hablaba y ustedes me miraban y yo pensaba me salvo, me salvo porque un
buen narrador de historias siempre consigue que lo perdonen. ¿Leyeron Las mil y
una noches? No importa. Lo que importa (lo que importa, digamos, para mí) es
que ahora siguen mirándome igual que al principio, con esa inexpresividad
helada, tan fea, tan agresiva, como si nada de todo cuanto les conté les
hubiera interesado, o como si quisieran, no sé, matarme, reventarme como al
vago, borrarme de la realidad, porque ahora, exactamente ahora, me apuntan con
esas Itakas y creo, desdichadamente creo, que van a apretar el gatillo, y lo
van a hacer con desprecio, o peor, con indiferencia, sí, me van a matar con
indiferencia, apenas como quien pisa un insecto. ¿Leyeron a Kafka? </span></span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><b><span style="font-size: large;">
</span></b><span style="font-size: medium;"><b>José Pablo Feinmann</b> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Buenos_Aires" title="Buenos Aires">Buenos Aires</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/10_de_marzo" title="10 de marzo">10 de marzo</a> de</span><br />
<span style="font-size: medium;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1943" title="1943">1943</a>). <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa" title="Filosofía">Filósofo</a>, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Argentina" title="Argentina">argentino</a>.</span><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">José Pablo Feinmann es hijo de Abraham Feinmann, un médico judío, y
de Elena de Albuquerque, de religión católica. Fue criado bajo los dos
cultos, aunque actualmente es ateo. Su infancia transcurrió en un hogar
de clase media del barrio de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Belgrano_R" title="Belgrano R">Belgrano R</a>, junto con su hermano mayor y sus padres.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Es licenciado en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa" title="Filosofía">Filosofía</a> por la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Buenos_Aires" title="Universidad de Buenos Aires">Universidad de Buenos Aires</a>, siendo profesor de la misma casa de estudios, entre <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1968" title="1968">1968</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1974" title="1974">1974</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1973" title="1973">1973</a> fundó el Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano (CEPL), en el Departamento de Filosofía de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Buenos_Aires" title="Universidad de Buenos Aires">UBA</a> (Universidad de Buenos Aires). Posteriormente trabajó como colaborador en diversos medios <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Periodismo" title="Periodismo">periodísticos</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Fue un activo militante de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juventud_Peronista" title="Juventud Peronista">Juventud Peronista</a> (JP) en los <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/A%C3%B1os_1970" title="Años 1970">años setenta</a>, pero siempre se opuso al uso de la violencia con fines políticos, sobre todo al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Foquismo" title="Foquismo">foquismo</a> <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Che_Guevara" title="Che Guevara">guevarista</a>, el cual —años después del triunfo de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_cubana" title="Revolución cubana">Revolución cubana</a>— se volvió bastante popular dentro de algunos sectores de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Izquierda_pol%C3%ADtica" title="Izquierda política">izquierda</a> peronista y <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marxista" title="Marxista">marxista</a>, como las <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guerrilla" title="Guerrilla">guerrillas</a> del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ej%C3%A9rcito_Revolucionario_del_Pueblo" title="Ejército Revolucionario del Pueblo">Ejército Revolucionario del Pueblo</a> (ERP), <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Montoneros" title="Montoneros">Montoneros</a>, las <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fuerzas_Armadas_Revolucionarias_%28Argentina%29" title="Fuerzas Armadas Revolucionarias (Argentina)">Fuerzas Armadas Revolucionarias</a>, el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ej%C3%A9rcito_Guerrillero_del_Pueblo" title="Ejército Guerrillero del Pueblo">Ejército Guerrillero del Pueblo</a> y las <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fuerzas_Argentinas_de_Liberaci%C3%B3n" title="Fuerzas Argentinas de Liberación">Fuerzas Argentinas de Liberación</a>. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1985" title="1985">1985</a> abandonó el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Justicialista" title="Partido Justicialista">Partido Peronista</a>. Sus estudios sobre la historia del peronismo son muy conocidos y debatidos por otros <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Historiador" title="Historiador">historiadores</a>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2001" title="2001">2001</a> recibió el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Konex" title="Premio Konex">premio Konex de platino</a> en la disciplina Guion de Cine y Televisión, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2004" title="2004">2004</a> el premio Konex (Diploma al Mérito) en la disciplina Ensayo Político y en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2014" title="2014">2014</a> otro Diploma al Mérito en la disciplina Ensayo Político y Sociológico.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2014" title="2014">2014</a>,
Feinmann fue distinguido como Personalidad Destacada de la Cultura de
la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, declaró que iba a devolver la
condecoración, porque otro de los reconocidos con esa distinción sería <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Marcelo_Tinelli" title="Marcelo Tinelli">Marcelo Tinelli</a>, a quien Feinmann considera un «representante de la anticultura». Ese mismo año, Feinmann recibió el Premio Democracia.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span><span style="font-size: medium;">Suele escribir para el diario <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%A1gina/12" title="Página/12">Página/12</a></i>,
sobre todo columnas de opinión y notas editoriales sobre actualidad
política, literatura y cine. Entre 2008 y 2010 condujo el programa de
televisión <i>Cine contexto</i>, el cual fue emitido por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Canal_7_%28Argentina%29" title="Canal 7 (Argentina)">Canal 7</a> y desde 2010 conduce <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa_aqu%C3%AD_y_ahora" title="Filosofía aquí y ahora">Filosofía aquí y ahora</a></i>, emitido por el canal <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Encuentro_%28canal_de_televisi%C3%B3n%29" title="Encuentro (canal de televisión)">Encuentro</a>, del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ministerio_de_Educaci%C3%B3n_de_Argentina" title="Ministerio de Educación de Argentina">Ministerio de Educación de Argentina</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Pablo_Feinmann#cite_note-1">1</a></sup> Además es conductor del ciclo radial <i>La creación de lo posible</i>, que se emite por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Radio_Continental" title="Radio Continental">Radio Continental</a>.</span><br />
<span style="font-size: medium;">
</span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Aunque él ha dicho que es un intelectual independiente de cualquier gobierno, apoya a la actual gestión <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Kirchnerista" title="Kirchnerista">kirchnerista</a>, llegando a tener una relación de "respeto y admiración mutua" con el ex presidente <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/N%C3%A9stor_Kirchner" title="Néstor Kirchner">Néstor Kirchner</a>. De su primer matrimonio, tuvo dos hijas: Virginia y Verónica. Casado en
segundas nupcias con la diseñadora y escenógrafa María Julia Bertotto. <b>Novelas.</b> 1978: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%9Altimos_d%C3%ADas_de_la_v%C3%ADctima" title="Últimos días de la víctima">Últimos días de la víctima</a></i>. 1981: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Ni_el_tiro_del_final&action=edit&redlink=1" title="Ni el tiro del final (aún no redactado)">Ni el tiro del final</a></i>. 1986: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=El_ej%C3%A9rcito_de_ceniza&action=edit&redlink=1" title="El ejército de ceniza (aún no redactado)">El ejército de ceniza</a></i>. 1990: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_astucia_de_la_raz%C3%B3n" title="La astucia de la razón">La astucia de la razón</a></i>. 1992: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_cad%C3%A1ver_imposible" title="El cadáver imposible">El cadáver imposible</a></i>. 1994: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_cr%C3%ADmenes_de_Van_Gogh" title="Los crímenes de Van Gogh">Los crímenes de Van Gogh</a></i>. 2000: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_mandato" title="El mandato">El mandato</a></i>. 2003: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_cr%C3%ADtica_de_las_armas&action=edit&redlink=1" title="La crítica de las armas (aún no redactado)">La crítica de las armas</a></i>. 2005: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_sombra_de_Heidegger&action=edit&redlink=1" title="La sombra de Heidegger (aún no redactado)">La sombra de Heidegger</a></i>. 2009: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Timote_%28novela%29&action=edit&redlink=1" title="Timote (novela) (aún no redactado)">Timote: secuestro y muerte del general Aramburu</a></i>. 2009: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Carter_en_New_York&action=edit&redlink=1" title="Carter en New York (aún no redactado)">Carter en New York</a></i>. 2009: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Carter_en_Vietnam&action=edit&redlink=1" title="Carter en Vietnam (aún no redactado)">Carter en Vietnam</a></i>. 2012: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=D%C3%ADas_de_Infancia&action=edit&redlink=1" title="Días de Infancia (aún no redactado)">Días de Infancia</a></i>.2014: Bongo. <b>Ensayos.</b> . 1974: <i>El peronismo y la primacía de la política</i>. 1975: <i>Estudios sobre el peronismo</i>. 1982: <i>Filosofía y nación</i>. 1985: <i>El mito del eterno fracaso</i>. 1986: <i>La creación de lo posible</i>. 1987: <i>López Rega, la cara oscura de Perón</i>. 1988: <i>Escritos para el cine</i>. 1998: <i>La sangre derramada</i>. 1999: <i>Dos destinos sudamericanos</i>. 2000: <i>Pasiones de celuloide</i>. 2002: <i>Escritos imprudentes</i>. 2004: <i>La historia desbocada</i>. 2006: <i>Escritos imprudentes II</i>. 2006: <i>¿Qué es la filosofía?</i>. 2006: <i>El cine por asalto</i>. 2008: <i>La filosofía y el barro de la historia</i>. 2010: <i>Peronismo: filosofía política de una persistencia argentina</i> (tomo I).. 2011: <i>El Flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner</i>. 2011: <i>Siempre nos quedará París: el cine y la condición humana</i>. 2011: <i>Peronismo: filosofía política de una persistencia argentina</i> (tomo II).. 2013: <i>Filosofía política del poder mediático. </i><b>Guiones de cine.</b><i> </i>1982: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%9Altimos_d%C3%ADas_de_la_v%C3%ADctima_%28pel%C3%ADcula%29" title="Últimos días de la víctima (película)">Últimos días de la víctima</a></i>. 1984: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=En_retirada&action=edit&redlink=1" title="En retirada (aún no redactado)">En retirada</a></i>. 1985: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Luna_caliente&action=edit&redlink=1" title="Luna caliente (aún no redactado)">Luna caliente</a></i>. 1987: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tango_Bar_%28pel%C3%ADcula_de_1989%29" title="Tango Bar (película de 1989)">Tango bar</a></i>. 1988: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Matar_es_morir_un_poco&action=edit&redlink=1" title="Matar es morir un poco (aún no redactado)">Matar es morir un poco</a></i> (en inglés <i>Two to tango</i>, coproducción de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Argentina" title="Argentina">Argentina</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos" title="Estados Unidos">Estados Unidos</a>).. 1989: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuerpos_perdidos" title="Cuerpos perdidos">Cuerpos perdidos</a></i> (<i>Corps perdus</i>, coproducción de Argentina y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" title="Francia">Francia</a>).. 1990: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Negra_medianoche&action=edit&redlink=1" title="Negra medianoche (aún no redactado)">Negra medianoche</a></i> (<i>Play murder for me</i>, coproducción de Argentina y Estados Unidos).. 1992: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Al_filo_de_la_ley_%28pel%C3%ADcula%29&action=edit&redlink=1" title="Al filo de la ley (película) (aún no redactado)">Al filo de la ley</a></i>. 1994: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Facundo,_la_sombra_del_tigre&action=edit&redlink=1" title="Facundo, la sombra del tigre (aún no redactado)">Facundo, la sombra del tigre</a></i>. 1996: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Eva_Per%C3%B3n_%28pel%C3%ADcula%29" title="Eva Perón (película)">Eva Perón</a></i>. 1999: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_visitante" title="El visitante">El visitante</a></i>. 1999: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=%C3%81ngel,_la_diva_y_yo&action=edit&redlink=1" title="Ángel, la diva y yo (aún no redactado)">Ángel, la diva y yo</a></i>. 2000: <i><a class="new" href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=El_amor_y_el_espanto&action=edit&redlink=1" title="El amor y el espanto (aún no redactado)">El amor y el espanto</a></i>. 2004: <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ay,_Juancito" title="Ay, Juancito">Ay, Juancito</a>. </i><b>Teatro.</b><i> </i>1998: <i>Cuestiones con Ernesto “Che” Guevara</i>. 2002: <i>Sabor a Freud.</i></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span style="font-family: "Cambria","serif";">Semblanza biográfica:Wikipedia. Texto:JosePablofeinman.com Foto:Internet.</span></span></div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-78778544795369706982015-02-01T06:48:00.003-08:002015-02-01T06:48:59.540-08:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-1212654599841609842" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTRSTYpWm0NwnkpkOsKP9S0V8WgAQ_ocjKyjXWa67ijwXXCyLxCjpxVjMhLCNsAQ3k43wllzfRUbDfXKpjHz-JMpWdeZ2Qa77Ve4FzHWh5EAqGkySM-m60BA01sgaEQafckyXcJrzDAcHf/s1600/ana+garcia+bergua.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="428" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTRSTYpWm0NwnkpkOsKP9S0V8WgAQ_ocjKyjXWa67ijwXXCyLxCjpxVjMhLCNsAQ3k43wllzfRUbDfXKpjHz-JMpWdeZ2Qa77Ve4FzHWh5EAqGkySM-m60BA01sgaEQafckyXcJrzDAcHf/s1600/ana+garcia+bergua.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ana García Bergua</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La maleta</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Subió por el elevador del hotel
seguida de un botones silencioso de uniforme azul. Al llegar al pasillo
del octavo piso, el botones se adelantó, abrió la habitación 812 y
colocó sobre la cama la maleta negra que creía haber empacado con un
orden perfecto y recogido más tarde en la cinta del aeropuerto. Ya sola,
lo primero que hizo fue lavarse las manos y disponerse a alinear por
tamaño sus frascos de cremas, jabones y perfumes en el tocador.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El zíper de la maleta se atoraba
ligeramente,cosa que nunca le había sucedido. No se vaya a romper,
pensó, y cómo me regreso con la maleta abierta. Pero lo que siguió fue
lo más grave, pues al levantar la cubierta apareció frente a sus ojos un
piyama a cuadros rojos y negros que evidentemente no era suyo: ella era
una mujer florida y delicada, incapaz de semejantes parquedades.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Además, estaba muy mal doblado. Lo
lógico era volver a llamar al botones, pedirle que bajara la maleta,
regresar con ella al aeropuerto y exigir la suya, pues evidentemente se
había confundido con la de alguien más, un caballero por lo que se podía
ver.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Pero ella era curiosa.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Quizá, se disculpó a sí misma, en
la maleta podría encontrar alguna identificación. Mejor contactar
directamente al hombre que, seguro, se habría llevado su propia maleta
por equivocación y ahora descubría, atónito, el perfume Chanson
Parisienne en lugar de, por ejemplo, aquella sudadera arrugada con la
imagen de un gigantesco Tribilín que necesitaba muchos remiendos. Es
increíble, pensó, que la gente pueda ser tan descuidada.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y evocó el compartimento de la
maleta en el que ella había guardado, primorosamente doblada y por orden
de color —blanca, negra, beige y roja—, su ropa interior, protegida por
una bolsa de seda. En el mismo sitio, el dueño de la maleta había
lanzado como queriendo olvidarlos para siempre unos cuantos calzones de
supermercado con el elástico vencido. Unas chanclas de hule que habían
sido azules se perdían entre las camisas y un saco envuelto en una funda
de lona con unas manchas muy sospechosas parecía suplicar que no lo
sacaran de ahí jamás, para que nadie lo viera.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ella movía la cabeza,
apesadumbrada. ¡Qué contraste con el vestido gris perla que había traído
para usar esa misma noche, planchado y empacado especialmente en papel
de seda! Y sus zapatos, en una caja especial, protegidos para que no se
mancharan. Los de aquel hombre estaban casi enlodados, metidos al
aventón en una bolsa de supermercado.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">No se pudo contener y siguió con la
revisión. Hizo mal, pues lo que encontró le dio escalofríos. En un
rincón del lado izquierdo de la maleta, malenvuelta en una camiseta
sucia —que por cierto decía <i>Dark Devil</i>—, había una vieja Smith
and Wesson 38. La levantó con la punta de los dedos y miró el cañón con
espanto. Entonces sintió un resquemor: si en este momento el hombre
estaba hurgando en sus pertenencias y desacomodando lo que tanta
paciencia y trabajo le costó disponer, no tardaría en encontrar la Lady
Beretta 21, plateada y discreta con cacha de carey—seguramente más letal
que aquel armatoste oxidado—, en su elegante estuche de piel de cabra,
que contenía además compartimentos para las balas, los líquidos
especiales con que la limpiaba y las herramientas para remediar
cualquier desperfecto. Si se atrevía a usarla, era seguro que la
descompondría.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Lanzó al piso las prendas del
hombre con gran disgusto. No quería llegar a los enseres de aseo
personal, pero ya que estaba en eso, había que ver el fondo de las
cosas, terminarse de espantar.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y luego devolvería la maleta.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Un desodorante, una lata de espuma
de afeitar maltapada con una navaja casi sin filo. Eso era todo lo que
usaba aquel hombre para arreglarse. Debía ser terrible estar con él;
seguramente no haría sino ver televisión, comer comida chatarra y matar
por dinero. No como Arístides Medrano, alias el Cara de Niño. Arístides
Medrano usaba todo tipo de colonias y afeites, incluida una crema para
disimular las patas de gallo. Lo tuvo que investigar, pues debía matarlo
esa noche con la Lady Beretta escondida en el bolsito de seda y cuentas
de cristales de Swarovski. Con el arma de aquel hombre iba a ser
imposible acabar con él; no tenía el bolsito, y en su bolsa de viaje no
cabía ni de chiste.Además no traía silenciador.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El hombre de la maleta le dio
lástima. Un desperdicio de carne y sangre y testosterona. Terminó de
sacar cuatro pares de calcetines de distinto color, unas aspirinas sin
caja, el cepillo de dientes como para tirar a la basura. La maleta del
hombre quedó vacía en medio de la cama. Faltaban unas horas para la
noche y no sabía qué hacer; el ruido sordo del aire acondicionado no la
dejaba pensar. Suspiró y se puso a guardar las cosas del hombre con el
cuidado que la caracterizaba en todo: dobló las camisetas hasta que
quedaron como si se fueran a vender en una tienda. Desmanchó con jabón
la lona que contenía el saco, al que planchó y cepilló en el burro que
encontró en el armario. Dobló los calzones. Lavó la piyama y la secó con
la pistola de pelo. Pulió la Smith and Wesson para envolverla después
con cuidado en la camiseta de <i>Dark Devil</i>, a la que le rascó una manchita.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Frotó los zapatos con la franela
que el hotel proporcionaba para ello. Remendó la sudadera con el
paquetito de hilo y agujas que venía en una canasta en el baño.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Después de todo, era un placer
estar en un establecimiento tan bueno, en el que uno se las podía
arreglar aunque hubiera perdido el equipaje. Decidió con gran cuidado el
acomodo ideal de todos los objetos en el microcosmos de la maleta
negra, como había hecho con la suya.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Se le había ido el santo al cielo doblando, guardando y planchando.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ni siquiera pensó en el asesinato
planeado con tantísimo tiempo, incluidos los documentos falsos. Era de
noche y ella no tenía ropa, maleta, ni una pistola apropiada para
asesinar a Arístides Medrano.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Imposible, por otra parte, devolver
así la maleta. El hombre se daría cuenta de que había estado hurgando
en sus cosas, podría acusarla de haberlo espiado. Cuando uno recibe una
maleta ajena, simplemente constata que no le pertenece y la devuelve.
¿Sería capaz de desarreglarla de nuevo? Imposible, se dijo. Después
pensó en sus pertenencias, en su propia maleta mancillada y estrujada
por las manos de aquel hombre que seguramente las había aventado por
aquí y por allá. Quizá se había bebido su colonia, quizá se había
masturbado con sus pantaletas de seda.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Poco después tocaron a la puerta.
Unos golpes rudos, desacompasados. Seguro era él. Tomó la maleta y fue a
abrir. Tal como lo imaginó era alto, fuerte, la mandíbula malrasurada.
Vestía una camiseta con la efigie de Sam Bigotes y cargaba su maleta con
la mano izquierda.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ella se le quedó mirando sin
pestañear, él dudó un momento. Ambos dieron un paso al frente y las
intercambiaron con solemnidad, un poco avergonzados de haber hurgado en
la maleta del otro y haberla arreglado o desarreglado, como si hubieran
intimado más de lo necesario. No dijeron nada, sólo asintieron bajando
la vista y siseando las gracias. Él se alejó por el pasillo, volteó a
verla furtivamente antes de meterse a su habitación.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ella dudó antes de abrir la maleta y
encontrar lo que ya imaginaba: la ropa en desorden, arrugada, un zapato
por un lado y el par quién sabe dónde. El hombre había sacado todo,
había desdoblado cada prenda y la había echado de nuevo en la maleta al
aventón. Seguramente la había juzgado, prenda tras prenda, igual que
ella a él. Faltaban unas pantaletas negras, pero la Lady Beretta estaba
ahí, en su estuche, como si él no se hubiera molestado en estudiarla.
Quizá la había considerado ridícula. Eso la irritó un poco. Se apresuró a
doblar todo de nuevo y corrió a cumplir su encomienda.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Arístides Medrano murió esa misma noche.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-size: medium;"><b>Ana García Bergua</b> nacida en México en 1960 es una narradora mexicana. Fue galardonada en el año 2013 con el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Sor_Juana_In%C3%A9s_de_la_Cruz" title="Premio Sor Juana Inés de la Cruz">Premio de literatura Sor Juana Inés de la Cruz</a> por su novela <i>"La bomba de San José"</i> en el marco de la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Feria_Internacional_del_Libro_de_Guadalajara" title="Feria Internacional del Libro de Guadalajara">Feria Internacional del libro de Guadalajara</a>.<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Garc%C3%ADa_Bergua#cite_note-1">1</a></sup>
Realizó estudios de letras francesas y escenografía teatral en la
Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado traducciones del
francés y el inglés, y obras de novela y cuento, así como crónicas y
reseñas en medios diversos, especialmente su columna "Y ahora paso a
retirarme" en La Jornada Semanal.</span></span><b><span style="font-size: large;"> </span></b><span style="font-size: medium;"><b>Novela</b>.</span><i> <span style="font-size: medium;">La bomba de San José. El umbral. Púrpura. Rosas negras.Isla de bobos. </span></i><b><span style="font-size: medium;">Cuento.</span></b><i> <span style="font-size: medium;">El imaginador. La confianza en los extraños. Edificio. Otra oportunidad para el señor Balmand. El limbo bajo la lluvia.</span></i><b><span style="font-size: medium;">Ensayo.</span></b><i>. <span style="font-size: medium;">Pie de página. Postales desde el puerto.</span></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto:Internet </span><i><span style="font-size: medium;"><br /></span></i></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-33328554514075742252015-01-25T07:46:00.003-08:002015-01-25T07:48:49.520-08:00El cuento del domingo<div class="post-body entry-content" id="post-body-8748365351956306044" itemprop="description articleBody">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd7p1O9IkO4mP9xKpzSv-iOE3FKeAGC6djxJNB-ciI_LZigTW72QOfOfO7lqpWCSREZfWyWxSG2baIGvwCRPX_AHWum5T3VbqAkxroXV5gy2rNWPEmXsgz8Wwhyphenhyphenw50IbWi26rYfv1es3jE/s1600/oscar+wilde.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd7p1O9IkO4mP9xKpzSv-iOE3FKeAGC6djxJNB-ciI_LZigTW72QOfOfO7lqpWCSREZfWyWxSG2baIGvwCRPX_AHWum5T3VbqAkxroXV5gy2rNWPEmXsgz8Wwhyphenhyphenw50IbWi26rYfv1es3jE/s1600/oscar+wilde.jpg" height="640" width="450" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Oscar Wilde </span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El gigante egoísta </span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a
jugar al jardín del Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de
flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba,
se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que
durante la primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al
llegar el otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se
demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura que los
niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
-¡Qué felices somos aquí! -se decían unos a otros.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita
donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos
siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que
decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver
a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el
jardín.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Qué hacen aquí? -surgió con su voz retumbante.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Los niños escaparon corriendo en desbandada.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Este jardín es mío. Es mi jardín propio -dijo el
Gigante-; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar
aquí.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y, de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la
puerta puso un cartel que decía:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA<br />
BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Era un Gigante egoísta...</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Los pobres niños se quedaron sin tener dónde jugar.
Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo,
estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del
muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que
había detrás.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Qué dichosos éramos allí! -se decían unos a otros.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Cuando la primavera volvió, toda la comarca se pobló de
pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el
invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban y los árboles se
olvidaron de florecer. Solo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba,
pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños que volvió a
meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Los únicos que ahí se sentían a gusto eran la Nieve y
la Escarcha.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-La primavera se olvidó de este jardín -se dijeron-,
así que nos quedaremos aquí todo el resto del año.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la
Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo
el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó
el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín
durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Qué lugar más agradable! -dijo-. Tenemos que decirle
al Granizo que venga a estar con nosotros también.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba
tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor
parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más
rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No entiendo por qué la primavera se demora tanto en
llegar aquí -decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su
jardín cubierto de gris y blanco-, espero que pronto cambie el tiempo.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Pero la primavera no llegó nunca, ni tampoco el verano.
El otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no
le dio ninguno.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Es un gigante demasiado egoísta -decían los frutales.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">De esta manera, el jardín del Gigante quedó para
siempre sumido en el invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha
y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando
oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus
oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En
realidad, era solo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero
hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín,
que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo
detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso
penetró por entre las persianas abiertas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la primavera -dijo
el Gigante, y saltó de la cama para correr a la ventana.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">¿Y qué es lo que vio?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A
través de una brecha del muro habían entrado los niños, y se habían trepado a
los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de
tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban
suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban
cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo
muy bello. Solo en un rincón el invierno reinaba. Era el rincón más apartado del
jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba
alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo
tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente
cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él,
sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Sube a mí, niñito! -decía el árbol, inclinando sus
ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El Gigante sintió que el corazón se le derretía.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Cuán egoísta he sido! -exclamó-. Ahora sé por qué la
primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y
después voy a botar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de
juegos para los niños.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la
puerta de la casa y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se
aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en invierno otra vez. Solo
aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan
llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó
por detrás, lo tomó gentilmente entre sus manos y lo subió al árbol. Y el árbol
floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño
abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el
Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la primavera
regresó al jardín.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos
-dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, echó abajo el muro.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado,
todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que
habían visto jamás.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la
noche los niños fueron a despedirse del Gigante.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Pero, ¿dónde está el más pequeñito? -preguntó el
Gigante-, ¿ese niño que subí al árbol del rincón?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">El Gigante lo quería más que a los otros, porque el
pequeño le había dado un beso.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-No lo sabemos -respondieron los niños-, se marchó
solito.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Díganle que vuelva mañana -dijo el Gigante.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Pero los niños contestaron que no sabían dónde vivía y
que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban
a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a ese que el Gigante más quería,
no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños
pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡Cómo me gustaría volverlo a ver! -repetía.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y
sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme
sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Tengo muchas flores hermosas -se decía-, pero los
niños son las flores más hermosas de todas.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Una mañana de invierno, miró por la ventana mientras se
vestía. Ya no odiaba el invierno pues sabía que el invierno era simplemente la
primavera dormida, y que las flores estaban descansando.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Sin embargo, de pronto se restregó los ojos,
maravillado, y miró, miró…</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el
rincón más lejano del jardín había un árbol cubierto por completo de flores
blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata.
Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las
escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro
enrojeció de ira y dijo:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Porque en la palma de las manos del niño había huellas
de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Pero, quién se atrevió a herirte? -gritó el Gigante-.
Dímelo, para tomar la espada y matarlo.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¡No! -respondió el niño-. Estas son las heridas del
Amor.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? -preguntó el
Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">-Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás
conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso.</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">
</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;">Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al
Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba entero cubierto de
flores blancas.</span></b></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><b>Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde</b>.(Dublín, 1854 - París, 1900) Escritor irlandés.
Hijo del cirujano William Wills-Wilde y de la escritora Joana Elgee,
Oscar Wilde tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en la
Portora Royal School de Euniskillen, en el Trinity College de Dublín y,
posteriormente, en el Magdalen College de Oxford, centro en el que
permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de
poesía, que gozaba de gran prestigio en la época. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Oscar
Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó
Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y
revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en <i>Poemas</i>.
Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una
serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética,
que defendía la idea del «arte por el arte» y en la cual sentaba las
bases de lo que posteriormente dio en llamarse <i>dandismo</i>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">A su vuelta, Oscar Wilde hizo
lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue
excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que
visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con Verlaine y otros
escritores de la época. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En 1884 contrajo matrimonio
con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, quienes rechazaron el
apellido paterno tras los acontecimientos de 1895. Entre 1887 y 1889
editó una revista femenina, Woman's World, y en 1888 publicó un libro de
cuentos, <i>El príncipe feliz</i>, cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas <i>El crimen de lord Arthur Saville</i>. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El
éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que
derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las
hipocresías de sus contemporáneos. Así mismo, se reeditó en libro una
novela publicada anteriormente en forma de fascículos, <i>El retrato de Dorian Gray</i>,
la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas
desde sectores puritanos y conservadores debido a su tergiversación del
tema de Fausto. </span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><ins class="adsbygoogle adaptable-centro" data-ad-client="ca-pub-3172851258350010" data-ad-slot="1744822333" data-adsbygoogle-status="done" style="height: 280px; width: 336px;"></ins>No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como <i>Salomé</i> (1891), escrita en francés, o <i>La importancia de llamarse Ernesto</i>
(1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía. Su éxito, sin
embargo, se vio truncado en 1895 cuando el marqués de Queenberry inició
una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de
homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso
difamatorio contra Queenberry, aunque sin éxito, pues las pruebas
presentadas por este último daban evidencia de hechos que podían ser
juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El
27 de mayo de 1895 Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y
trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia
efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más
importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas y el
escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a
Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada <i>Balada de la cárcel de Reading</i>, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria. </span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Recobrada
la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian
Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos
años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, sus
quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y
un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus
obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss
puso música a su drama <i>Salomé</i>, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.</span></div>
<div class="biog" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Semblanza biográfica:biografiasyvidas.com.Texto:ciudadseva.com.Foto:Archivo.</span></div>
</div>
delcastilloencantado.blogspot.comhttp://www.blogger.com/profile/00460248013275241355noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3702698348026093868.post-2585415940396438352015-01-18T08:58:00.000-08:002015-01-18T08:58:02.520-08:00El cuento del domingo<h3 class="post-title entry-title" itemprop="name">
</h3>
<div class="post-header">
</div>
<div class="post-body entry-content" id="post-body-6795950502756233484" itemprop="description articleBody">
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvq5YL-IrAWQ8MJ6nDPXeXLTTs0MTpwicWbu7N26mJT-mfnMuAhFsAOay-znrsh-YBX8ubRoc9F-6gUOgHOflqC6txxam4FAddT7H7mPKpVpB641ND2WDOdfhAx-M9MKvVtWt6G3HimNTl/s1600/Alfredo+bryce+Echenique+(3).jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvq5YL-IrAWQ8MJ6nDPXeXLTTs0MTpwicWbu7N26mJT-mfnMuAhFsAOay-znrsh-YBX8ubRoc9F-6gUOgHOflqC6txxam4FAddT7H7mPKpVpB641ND2WDOdfhAx-M9MKvVtWt6G3HimNTl/s1600/Alfredo+bryce+Echenique+(3).jpg" width="640" /></a></div>
<div align="left">
<b><span style="font-size: large;">Alfredo Bryce Echenique </span></b></div>
<div align="left">
<b><span style="font-size: large;"> El descubrimiento de América</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div align="justify">
<b><span style="font-size: large;">América era hija de un matrimonio
de inmigrantes italianos. Una de las muchachas más hermosas de Lima.
¡Qué bien le queda su uniforme de colegiala! Su uniforme azul marino de
colegiala. De colegiala que ya se cansó de serlo. De colegiala con
mentalidad pre-automovilística, pre-lujosa, y prematrimonial. De
colegiala que se aburre en las clases de literatura, que jamás
comprendió las matemáticas, y que piensa sinceramente que Larra se
suicidó por cojudo, y no por romántico. Era su último año de colegio, y
no sabía como ingeniárselas para que su uniforme pareciera traje de
secretaria. Usaba las faldas bastante más cortas que sus compañeras de
clase, y se ponía las blusas de cuando estaba en tercero de media.
¡América! ¡América! Si no hubieras estado en colegio de monjas, tus
profesores te hubieran comprendido. Pero, ¿para qué?, ¿para quién? esas
piernas tan hermosas debajo de la carpeta. Refregaba sus manos sobre
sus muslos, y se llenaba de esperanzas. Las refregaba una y otra vez
hasta que sonaba el timbre de salida. Tomaba el ómnibus en la avenida
Arequipa, y se bajaba al llegar a la Plaza San Martín. Cruzaba la Plaza
San Martín y sentía un poco de vergüenza de caminar con el uniforme
azul. Pero a los hombres no les importaba: "Así vestida de azul, la
haría bailar", dijo un bongosero que salía de un night club. América
sintió un escalofrío. Pero los músicos no eran su género, ni tampoco ese
flaco con cara de estudiante de letras, que la veía pasar diariamente,
rumbo a la bodega de sus padres, en el jirón Huancavelica. Pero ese
flaco no estaba esperándola hoy día, y a América le fastidió un poco no
verlo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Hoy no la he visto pasar sin mirarme. Amor amor
amor. Volverás. Vuelve amor vuelve. Con seguridad de amor. Vuelve amor.
Porque no la he visto pasar sin mirarme y voy a pedir un café y no me
estoy muriendo. Vuelve amor sentir amor amar sentir.Antes. Como antes.
Luchar por amar y no culos. Verla pasar amar. No culos. Sentir amor. Me
ve. No me mira. Me ve. Vuelve amor. café café. Nervios. Nervioso. Ya
debe haber pasado. No se había parado a esperarla, y de acuerdo con su
reloj ya debería haber pasado. Las cosas mejoraban: había sufrido un
poco al no verla. Estaba optimista. Quería amarla como amaba antes; como
había amado antes. "Es posible", se decía. "Es posible", y recordaba
que una vez se había desmayado al ver una muchacha demasiado todo lo
bueno para ser verdad. "Es posible." Desde su mesa, en un café de las
Galerías Boza, Manolo veía a Marta que se acercaba sonriente. "Marta la
fea. Inteligente. Debería quererla. No." Marta conocía a Manolo; conocía
también a América, y había aceptado presentársela. Pero antes quería
hablarle; aconsejarlo. Hablar al viento.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Siéntate, Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ya debe haber pasado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Hace cinco minutos. ¿Un café?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Bueno, gracias. ¿Y, Manolo?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Mañana?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Estás loco, Manolo —dijo Marta, con voz maternal—. No sabes en lo que te metes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—La quiero, Marta. La quiero mucho.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No la conoces.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Pero estoy seguro de lo que digo. No te rías, pero yo tengo una especie
de poder, una cierta intuición. No sé cómo explicarte, pero cuando veo
una cara que me gusta así, adivino todo lo que hay dentro. Ya sé cómo es
América. Me la imagino. La presiento.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Y te arrojas a una piscina sin agua. Ya lo has hecho.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Tú y tus fórmulas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ya lo has hecho.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Era otra cosa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Terco como una mula —dijo Marta—. Te la voy a presentar. Después de todo, ¿por qué no? Allá tú.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Gracias, Marta! ¡Gracias!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Pero es preciso que te diga que América es todo lo contrario de una chica inteligente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Uno no quiere a una persona porque es inteligente —dijo Manolo,
desviando la mirada al darse cuenta de que había metido la pata.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Y con el cuerpazo de América? ¿Tú crees que eso es amor?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Nada de eso! —exclamó Manolo, fastidiado al comprobar que su mano no
temblaba mientras cogía la taza de café—. Nada de eso. Sus ojos. Su cara maravillosa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Y esa blusita de su hermana menor...</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Nada de eso! Como antes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Como qué antes?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No podría explicártelo —dijo Manolo—, pero tú comprendes.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Me imagino que yo debo comprender todo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Estas últimas palabras, pronunciadas con cierta
tristeza y resignación, lo dejaron pensativo. Recordaba las veces que
Marta lo había invitado a tomar té a su casa. ¡Cuántas veces le había
mandado entradas para el teatro, o para el cine? ¿Y él? ¿Qué había hecho
él por Marta? Era la primera vez que la invitaba y la invitaba para que
le presentara a otra chica. "Hay dos tipos de mujeres", pensó: "las que
uno ama, y las Martas. Las que lo comprenden todo". La miró: bebía su
café en silencio. Una sola palabra suya, y la hubiera hecho feliz; la
hubiera pasado al grupo de las que uno ama. Pero Manolo había nacido
mudo para esas palabras. "Si un día termino con América, pensó.
"América. América. Las piernas de América. No. No. Los ojos de América."</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Toda la vida andas sin plata —dijo Marta. Y anunció—: A América le gustan los muchachos que gastan plata.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No importa —dijo Manolo—. Vive en Chaclacayo, y allá no hay en que
gastar la plata. Sólo hay que gastar en cine o en helados, y tan pelado
no estoy.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Y qué vas a hacer con lo del automóvil? —le preguntó, mirándolo
fijamente para observar su reacción—. ¿Te vas a comprar uno? Sin
automóvil ni te mirará.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Gracias por llamarla puta —dijo Manolo, indignado.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No la he llamado eso. Ni siquiera lo he pensado, pero América es una chica alocada, y ya te dije que no es inteligente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Confío en mi suerte, y en mi imaginación.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿En tu imaginación?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ya verás —dijo Manolo, sonriente—. Si supieras todo lo que se me está ocurriendo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Veremos. Veremos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Mañana me la presentas. Será cosa de un minuto. Después, todo corre por mi cuenta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Mañana no puedo, Manolo —dijo Marta—. Tengo cita con el oculista. Parece que además de todo me van a poner anteojos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Entonces, cuándo? —preguntó Manolo, fingiendo no haber escuchado las últimas palabras de Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Pasado mañana. Espérame en la puerta del cine San Martín.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Tú te encuentras con ella, y luego yo paso como quien no quiere la cosa. Me llamas, y ya está.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No te preocupes —dijo Marta—. Será como tú quieras. Será fácil retenerla para que puedas conversar un rato con ella.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Sí. Sí. Tengo que ganar tiempo. Pronto empezarán los exámenes finales, y ya no vendrá a clases.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Te pasarás el verano en Chaclacayo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡El verano es mío! —exclamó Manolo, sonriente—. Eres un genio, Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Bueno, Manolo. Este genio se va.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No te vayas —dijo Manolo, satisfecho al darse cuenta de que la partida de Marta lo apenaba—. Vamos al cine.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No hay una sola película en Lima que yo no haya visto —dijo Marta, con voz firme.<br />
Manolo se puso de pie para despedirse de ella. Había comprendido el
mensaje que traían sus últimas palabras, y sabía que era inútil
insistir. Como de costumbre, Marta había "olvidado" su paquete de
cigarrillos para que Manolo lo pudiera coger. No sabía que decirle. Le
extendió la mano.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Adiós, Manolo. Hasta pasado mañana.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Adiós, Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Vendrás mañana a verla pasar? —preguntó Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Es el último día que pasa sin conocerla —respondió Manolo—. ¿Tú crees que me voy a negar ese placer?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Loco.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Sí, loco —repitió Manolo, en voz baja, mientras Marta se alejaba. No
era su partida lo que lo entristecía, sino el darse cuenta de que ya
no tendría con quién hablar de América. Llamó al
mozo del café y le pagó. Luego, caminó hasta la calle Boza, y se detuvo a
contemplar la vereda por donde diariamente pasaba América hacia la
bodega de sus padres. "Sus caderas. No. No. Sus ojos. Mañana."</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
América salía del colegio a las cinco de la tarde, y
él salía de la Universidad a las cinco de la tarde. Pero ella tenía que
tomar el ómnibus, y en cambio él estaba cerca de la Plaza de San
Martín. Caminaba lentamente y estudiando las reacciones de su cuerpo:
"Nada". Se acercaba a la Plaza San Martín, y no sentía ningún temblor en
las piernas. El pecho no se le oprimía, y respiraba con gran facilidad.
No estaba muñequeado. Encendió un cigarrillo, y nunca antes estuvo su
mano tan firme al llevar el fósforo hacia la boca. Llegó a la Plaza San
Martín, y se detuvo para contemplar, allá, al frente, el lugar en que la
esperaba todos los días. Vio llegar uno de los ómnibus de la avenida
Arequipa, y no sintió como si se fuera a desmayar. "Todavía es muy
temprano", se dijo, arrojando el cigarrillo, y cruzando la plaza hasta
llegar a la esquina de la calle Boza. Se detuvo. Desde allí la vería
bajar del ómnibus, y caminar hacia él: como siempre. Se examinaba. Le
molestaba que América supiera que la miraba. Hacía tanto tiempo que la
miraba, que ya tenía que haberse dado cuenta. "¿Y si se hace la sobrada?
¿Si Marta no viene mañana? ¿Si me deja plantado? ¿Si cambia de idea?
¿Si decide no presentármela?" Estas preguntas lo mortificaban. "Te
quiero, América." Sintió que la quería, y sintió también un ligero
temblor en las piernas. Sin embargo, no sintió que perdía los papeles al
ver que América bajaba del ómnibus, y eso le molestó: perder los
papeles era amor para Manolo. América avanzaba. Distinguía su blusa
blanca entre el chalequillo abierto de uniforme. Sus zapatos marrones de
colegiala. Su melena castaña rojiza de domadora de fieras. Avanzaba.
Veía ahora el bulto de sus senos bajo la blusa blanca. Los botones
dorados del uniforme. Se acercaba, y Manolo no le quitaba los ojos de
encima... Linda. Linda. Linda. Te quiero tanto. Te siento. Cerca. Más
cerca. Yo te quiero tanto. Cigarrillo. ¿En qué momento encendido? Sus
ojos. Buenas piernas. Pero sus ojos. La blusa. Marta. ¡Mierda! Mañana
mañana ven ven. La falda con las caderas. Piernas. La quiero. Como
antes. Y América estaba a su lado. Pasaba a su lado, y su blusa se
abultaba cada vez más al pasar de perfil, y ya no estaba allí, y él no
volteó para no verle el culo, y porque la quería.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Manolo! —llamó una voz de mujer, desde atrás. Manolo sintió que se derrumbaba. Le costó trabajo voltear.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Marta! —exclamó, asombrado. Marta estaba con América.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Qué ha sido de tu vida, Manolo? ¿Qué haces allí parado?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Espero a un amigo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ven, acércate —dijo Marta, sonriente—. Quiero presentarte a una amiga.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Mucho gusto —dijo Manolo, acercándose y extendiendo la mano para saludar a América.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Era una mano áspera y caliente, y Manolo no sabía en
que parte del cuerpo había sentido un cosquilleo. América, ahí, delante
suyo, lo miraba sin ruborizarse, y era amplia y hermosa. El uniforme no
le quedaba tan estrecho, pero era como si le quedara muy estrecho. Esa
piel morena, ahí, delante suyo, era como la tierra húmeda, y el hubiera
querido tocarla. Marta sonreía confiada, pero a Manolo le parecía que
era una mujer insignificante y la odiaba. América también sonreía, y
Manolo hubiera querido coger esa cabellera larga; esas crines de
muchacha malcriada y sucia que no se peinaba para fastidiar a los
hombres. Y su blusa se inflaba cuando sonreía, y a Manolo le parecía que
sus senos se le acercaban, y era como si los fuera a emparar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Vamos a tomar una Coca-Cola —dijo Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No puedo —dijo América—. Mis padres me esperan en la tienda (ella no la llamaba bodega).</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Yo tampoco —dijo Manolo—. Tengo que esperar a mi amigo (mentía porque quería huir).</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Cuándo empiezan tus exámenes, América? —preguntó Marta tratando de retenerla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Dentro de veinte días —respondió—. No sé cómo voy a hacer. No sé nada de nada.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—En quinto de media no se jalan a nadie —dijo Manolo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Tú crees? Ojalá.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No te preocupes, América —dijo Manolo—. Ya verás cómo no se jalan a nadie.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Y después, ¿qué piensas hacer?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Nada. Descansar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Te quedas en Chaclacayo?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Sí. ¿Qué voy a hacer? Es muy aburrido en verano, pero ¿qué voy a hacer?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Todo el mundo se va a la playa —dijo Manolo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Yo sólo puedo ir los sábados y domingos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Y la piscina de Huampaní? —preguntó Manolo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Es el último recurso, aunque a veces vienen amigos con carro y me llevan a la playa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Yo tengo una casa muy bonita en Chaclacayo —dijo Manolo, ante la mirada
de asombro de Marta, que sabía que estaba mintiendo—.
Tiene una piscina muy grande —continuó—. Hace años
que no vamos y está desocupada. Si quieres, te puedo invitar un día a
bañarnos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Nunca te he visto en Chaclacayo —dijo América.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ya me verás</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
América se despidió sonriente, y continuó su camino
hacia la bodega de sus padres. Manolo la miraba alejarse, y pensaba que
esa falda no hubiera aguantado otro año de colegio sin reventar. Estaba
contento. Muy contento. Con América todo sería perfecto, porque había
perdido los papeles en el momento en que Marta se la presentó y cuando
el perdía los papeles, eso era amor. La amaba, y América sería como el
amor de antes. Todo volvería.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Perdóname —dijo Marta—. Piensa que ya saliste de eso. Yo también ya salí de eso.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div align="justify">
<b><span style="font-size: large;">—No estaba preparado —dijo Manolo—. ¿Por qué lo has hecho?</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div align="justify">
<b><span style="font-size: large;">—Quería verte sufrir un poco
—respondió Marta—. Ya que tenía que hacerlo, por lo menos sacar algún
provecho de ello. Y te juro que nunca olvidaré la cara de espanto que
pusiste. Era para morirse de risa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Te felicito —dijo Manolo, pero se arrepintió—: Gracias, Marta. Ahora ya todo es cosa mía.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Avísame que tal te va —dijo Marta, y se despidió.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Manolo la veía alejarse. "Si me va bien, no volverás
a saber de mí", pensó, y se dirigió a las Galerías Boza para tomar un
café. Al sentarse, escribió en una servilleta que había sobre la mesa:
"El día 20 de noviembre, a las 5.30 de la tarde, Manolo conoció a
América, y América conoció a Manolo. Te amo". No mencionó a Marta para
nada.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Los fines que perseguía Manolo al tratar de
conquistar a América eran dos: el primero, muy justo y muy bello: "Amar
como antes"; el segundo, menos vago, menos bello, pero también muy
humano: fregar a Marta. Sobre todo, desde aquel día en que lo encontró
por la calle, y le preguntó si América ya lo había mandado a rodar por
no tener automóvil. Los medios que utilizaba para lograr tales fines
eran también dos: su imaginación de estudiante de letras y la falta de
imaginación (léase inteligencia) de América. Cada vez que América decía
una tontería, Manolo se inflaba de piedad, confundía este sentimiento
con el amor que tenía que sentir por ella, y odiaba a Marta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Había dejado de verla durante los veinte días que
estuvo en exámenes, durante la Navidad, y el Año Nuevo. La extrañaba.
Habían quedado en verse a comienzos de enero, en Chaclacayo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Amaba Chaclacayo. Amaba todo lo que estuviera entre
Ñaña y Chosica. Recordaba su niñez, y los años que había vivido en
Chosica. No olvidaría aquellos domingos en que salía a pasear con su
padre por el Parque Central. Caminaban entre la gente, y su padre lo
trataba como a un amigo. Le costaba trabajo reconocerlo sin su corbata,
sin su terno, sin su ropa de oficina, sin su puntualidad, y sin sus
órdenes. No era más que un niño, pero se daba muy bien cuenta de que su
padre era otro hombre. Un lunes, le hubiera dicho: "Anda a comer.
Estudia. Haz tus temas". Pero era domingo, y le preguntaba: "¿Quieres
regresar ya? Nos paseamos un rato más". Y él tenía que adivinar lo que
su padre quería, y adivinar lo que su padre quería era muy fácil, porque
siempre estaba de buen humor los domingos; porque era otro hombre, como
un amigo que lo lleva de la mano; y porque estaba vestido de sport.
Llevaría a América a Chosica, le contaría todas esas cosas, y ella sería
un amor como antes, como quince años. Ya vería Marta como América era
la que el creía y él tampoco había cambiado a pesar de haber aprendido
tantas cosas. Sólo le molestaba saber que tendría, que usar algunas
tácticas imaginativas para lograr todo eso. Pero el sol de Chaclacayo, y
el sol de Chosica lo ayudarían. Sí. El sol lo ayudaría como ayuda a los
toreros. Este mismo sol que mantenía vivos sus recuerdos, y que brilla
todo el año menos el día en que uno lleva
a un extranjero para mostrarle que a media hora de
Lima el sol brilla todo el año). </span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div align="justify">
<b><span style="font-size: large;">Entre el día tres de enero, en que
Manolo visitó por primera vez a América, en su casa de Chaclacayo, y el
día primero de febrero en que, sorprendido, escuchó que ella le decía:
"Mi bolero favorito (Manolo sintió una pena inmensa) es que te quiero,
sabrás que te quiero", entre esas dos fechas, muchas cosas habían
sucedido.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Bajó de un colectivo cerca a la casa de América, y
se introdujo sin ser visto en el baño de un pequeño restaurante.
Rápidamente se vendó una de las manos, y se colgó el brazo en un pañuelo
de seda blanco, como si estuviera fracturado. Luego, se vendó un pie, y
extrajo de un pequeño maletín un zapato, al cual le había cortado la
punta para que asomaran por ella los dedos. Traía también un viejo
bastón que había pertenecido a su abuelo. Salió del baño, bebió una
cerveza en el mostrador, y cojeó entrenándose hasta la casa de América.
Hacía mucho calor, y sentía que la corbata que le había robado a su
padre le molestaba. El cuello excesivamente almidonado de su flamante
camisa, le irritaba la piel. Sus labios estaban muy secos mientras
tocaba el timbre, y le temblaba ligeramente la boca del estómago. "Como
antes", pensó y sintió que perdía los papeles, pero era que América
aparecía por una puerta lateral, y que él pensaba que algo en su atuendo
podía delatarlo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Manolo! ¿Qué te ha pasado?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Me saqué la mugre.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Cómo así?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—En una carrera de autos con unos amigos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Te has podido matar!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
"¿Y tú, cómo sabes?", pensó Manolo, un poco
sorprendido al ver que las cosas marchaban tan bien. Hubiera querido
detener todo eso, pero ya era muy tarde.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Pudo haber sido peor —continuó—. Era un carro sport, y no sé cómo no me destapé el cráneo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Y el carro?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ese sí que murió —respondió Manolo, pensando: "Nunca nació".</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Y ahora, ¿qué vas a hacer?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Nada —dijo con tono indiferente—. Tengo que esperar
que mis padres vuelvan de Europa. Ellos verán si lo arreglan o me
compran otro. "No me creas, América", pensó, y dijo: No quiero
arruinarles el viaje contándoles que he tenido un accidente. De
cualquier modo —"allá va el disparo", pensó—, no podré manejar por un
tiempo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Pero, ¿tu carro, Manolo?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Pues nada —dijo, pensando que todo iba muy bien—.
El problema está en conseguir taxis que quieran venir hasta Chaclacayo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Usa los colectivos, Manolo. ("Te quiero, América.") No seas tonto.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ya veremos. Ya veremos —dijo Manolo, pensando que todo había salido a pedir de boca—. ¿Y tus exámenes?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Un ensarte —dijo América, con desgano—. Me jalaron en tres, pero no pienso ocuparme más de eso.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Claro. Claro. ¿Para qué te sirve eso? "¿Para ser igual a Marta?", pensó.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Vamos a bañarnos a Huampaní?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Bestial! —exclamó Manolo. Sentía que se llenaba de algo que podía ser amor.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Y tus lesiones?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡Ah!, verdad. ¡Qué bruto soy...! Es que cuando no
me duelen me olvido de ellas. De todas maneras, te acompaño.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No. No importa, Manolo —dijo América, en quien
parecía despertarse algo como el instinto maternal—. ¿Vamos al cine? Dan
una buena película. Creo que es una idiotez, pero vale la pena verla.
Cuando mejores, iremos a nadar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Claro —dijo Manolo. La amaba.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Durante diez días, Manolo cojeó al lado de América
por todo Chaclacayo. Diariamente venía a visitarla, y diariamente se
disfrazaba para ir a su casa. Sin embargo, tuvo que introducir algunas
variaciones en su programa. Variaciones de orden práctico: tuvo, por
ejemplo, que buscar otro vestuario, pues los propietarios del
restaurante en que se cambiaba, se dieron cuenta de que entraba sano y
corriendo, y salía maltrecho y cojeando. Se cambiaba, ahora, detrás de
una casa deshabitada. Y variaciones de orden sentimental: debido a la
credulidad de América. Le partía el alma engañarla de esa manera. Era
increíble que no se hubiera dado cuenta: cojeaba cuando se acordaba, se
quejaba de dolores cuando se acordaba, y un día hasta se puso a correr
para alcanzar a un heladero. No podía tolerar esa situación. A veces,
mientras se ponía las vendas, sentía que era un monstruo. No podía
aceptar que ella sufriera al verlo tan maltrecho, y que todo eso fuera
fingido. ¿Y cuando se acordaba de sus dolores? ¿Y cuando la hacía
caminar lentamente a su lado, cogiéndolo del brazo sano? Era un
monstruo. "Adoro su ingenuidad", se dijo un día, pero luego "¿y si lo
hace por el automóvil?". "Y si cree que me van a comprar otro?" Pero no
podía ser verdad. Había que ver cómo prefería quedarse con él, antes que
ir a bañarse a la piscina de Huampaní. "Es mi amor", se dijo, y desde
entonces decidió que tenía que sufrir de verdad, aunque fuera un poco, y
se introducía piedrecillas en los zapatos para ser más digno de la
credulidad de América, y de paso para no olvidarse de cojear.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Durante los días en que vino cubierto de vendas,
Manolo y América vieron todas las películas que se estrenaron en
Chaclacayo. Dos veces se aventuraron hasta Chosica, a pedido de Manolo.
Fueron en colectivo (él se quejó de que no hubiera taxis en esa zona). Y
se pasearon por el Parque Central, y recordaba su niñez. Recordaba
cuando su padre se paseaba con él los domingos vestidos de sport, y qué
miedo de que le cayera un pelotazo de fútbol en la cabeza. Porque no
quería ver a su padre trompearse, porque su padre era muy flaco y muy
bien educado, y porque el temía que algunos de esos mastodontes con
zapatos que parecían de madera y estaban llenos de clavos y cocos, le
fuera a pegar a su padre. Y entonces le pedía para ir a pasear a otro
sitio, y su padre le ofrecía un helado, y le decía que no le contara a
su mamá, y le hablaba sin mirarlo. Hubiera querido contarle todas esas
cosas a América, y un día, la primera vez que fueron, trató de hacerlo,
pero ella no le prestó mucha atención. Y cuando América no le prestaba
mucha atención, sentía ganas de quitarse las piedrecillas que llevaba en
los zapatos, y que tanto le molestaban al caminar. Recordaba entonces
que un tío suyo, muy bueno y muy católico, se ponía piedrecillas en los
zapatos por amor a Dios, y pensaba que estaba prostituyendo el
catolicismo de su tío, y que si hay infierno, él se iba a ir al
infierno, y que bestial sería condenarse por amor a América, pero
América, a su lado, no se enteraría jamás de esas cosas que Marta
escucharía con tanta atención.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—América —dijo Manolo. Era la segunda vez que iban a Chosica, y tenía los pies llenos de piedrecillas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Qué?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Cómo habrá venido a caer este poema en mi bolsillo?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—A ver...</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Bajando el valle de Tarma,<br />
Tu ausencia bajó conmigo.<br />
Y cada vez más los inmensos cerros...</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Se detuvo. No quiso seguir leyendo: tres versos, y
ya América estaba mirando la hora en su reloj. Guardó el poema en el
bolsillo izquierdo de su saco, junto a los otros doce que había escrito
desde que la había conocido. Poemas bastante malos. Generalmente
empezaban bien, pero luego era como si se le agotara algo, y necesitaba
leer otros poemas para terminarlos. Casi plagiaba, pero era que
América... La invitó a tomar una Coca-Cola antes de regresar a
Chaclacayo. El pidió una cerveza, y durante dos horas le habló de su
automóvil: "Era un bólido. Era rojo. Tenía tapiz de cuero negro, etc.".
Pero no importaba, porque cuando su padre llegara de Europa seguro que
le iba a comprar otro, y "¿qué marca de carro te gustaría que me
comprara, América? ¿Y de qué color te gustaría? ¿Y te gustaría que fuera
sport o simplemente convertible?". Y, en fin, todas esas cosas que iba
sacando del fondo de su tercera cerveza, y como América parecía estar
muy entretenida, y hasta feliz: "¡Imbécil! Marta", pensó.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
El día catorce de enero, Manolo llegó ágil y
elegantemente a casa de América. No había olvidado ningún detalle: hacía
dos o tres meses que, por casualidad, había encontrado por la calle a
Miguel, un jardinero que había trabajado años atrás en su barrio. Miguel
le contó que ahora estaba muy bien, pues una familia de millonarios lo
había contratado para que cuidara una inmensa casa que tenían
deshabitada en Chaclacayo. Miguel se encargaba también de cuidar los
jardines, y le contó que había una gran piscina; que a veces, el hijo
millonario del millonario venía a bañarse con sus amigos; y que la
piscina estaba siempre llena. "Ya sabes, niño", le dijo, "si algún día
vas por allá...". Y le dio la dirección. Cuando tocó la puerta de casa
de América, Manolo tenía la dirección en el bolsillo. —¡Manolo! —exclamó
América al verlo—. ¡Como nuevo!</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ayer me quitaron las vendas definitivamente. Los
médicos dicen que ya estoy perfectamente bien. (Había tenido cuidado de
no hablar de heridas, porque le parecía imposible pintarse cicatrices.)</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Y durante más de una semana se bañaron diariamente
en Huampaní. Por las noches, después de despedirse de América, Manolo
iba a visitar a Miguel, quien lo paseaba por toda la inmensa casa
deshabitada. Se la aprendió de memoria. Luego, salían a beber unas
cervezas, y Manolo le contaba que se había templado de una hembrita que
no vivía muy lejos. Una noche en que se emborracharon, se atrevió a
contarle sus planes, y le dijo que tendría que tratarlo como si fuera el
hijo del dueño. "Pendejo", replicó Miguel, sonriente, pero Manolo le
explicó que en Huampaní había mucha gente, y que no podía estar a solas
con ella. "Pendejo, niño", repitió Miguel, y Manolo le dijo que era un
malpensado, y que no se trataba de eso. "La quiero mucho, Miguel",
añadió, pensando: "Mucho, como antes, porque la iba a volver a engañar".</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Llegaban a Huampaní.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Mañana iremos a bañarnos a casa de mis padres —dijo Manolo—. He traído las llaves.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Hubiéramos podido ir hoy —replicó América, mientras se dirigía al vestuario de mujeres.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Manolo la esperaba sentado al borde de la piscina, y
con los pies en el agua. "Traje de baño blanco", se dijo al verla
aparecer. Venía con su atrayente malla blanca, y caminaba como si
estuviera delante del jurado en un concurso de belleza. Avanzaba con su
melena... Debería cortársela aunque sea un poco porque parece, y sus
piernas morenas mas tostadas por el sol con esos muslos. Esos muslos
estarían bien en fotografías de periódicos sensacionalistas. Sufriría si
viera en el cuarto de un pajero la fotografía de América en papel
periódico. América se apoyó en su hombro para agacharse y sentarse a su
lado. Vio cómo sus muslos se aplastaban sobre el borde de la piscina, y
cómo el agua le llegaba a las pantorrillas. Vio cómo sus piernas tenían
vellos, pero no muchos, y esos vellos rubios sobre la piel tan morena,
lo hacían sentir algo allá abajo, tan lejos de sus buenos
sentimientos... Qué pena, parece de esas con unos hombres que dan asco
en unos carros amarillos que quieren ser último modelo los domingos de
julio en el Parque Central de Chosica. Justamente cuando no me gusta ir
al Parque de Chosica. Esos hombres vienen de Lima y se ponen camisas
amarillas en unos carros amarillos para venir a cachar a Chosica.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No me cierra el gorro de baño.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No te lo pongas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Se me va a empapar el pelo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—El sol te lo seca en un instante.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Había algo entre el sol y sus cabellos, y él no
podía explicarse bien que cosa era... Pero los tigres en los circos son
amarillos como el sol y esa cabellera de domadora de fieras. América le
pidió que le ayudara a ponerse el gorro, y mientras la ayudaba y
forcejeaba, pensaba que sus brazos podían resbalar, y que iba a cogerle
los senos que estaban ahí, junto a su hombro, tan pálido junto al de
América... Y por cojudo y andar fingiendo accidentes de hijo de
millonario no he podido ir a mi playa en los viejos Baños de Barranco,
con el funicular y esas cosas de otros tiempos, cerca a una casa en que
hay poetas. Esos Baños tan viejos con sus terrazas de madera tan
tristes. Pero América no quedaría bien en esa playa de antigüedades
porque aquí está con su malla blanca y las cosas sexys son de ahora o
tal vez, eso no, acabo de descubrirlas. No porque la quiero. América. No
voy a mirarle más los vellos, quiero tocarlos, son medio rubios. Me
gustan sobre sus piernas, sus pantorrillas, sus muslos morenos.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
"Al agua", gritó América, resbalándose por el borde
de la piscina. Manolo la siguió. Nadaba detrás de ella como un pez detrás
de otro en una pecera, y a veces, sus manos la tocaban al bracear, y
entonces perdía el ritmo, y se detenía para volver a empezar. América se
cogió al borde, al llegar a uno de los extremos de la piscina. Manolo, a
su lado, respiraba fuertemente, y veía como sus senos se formaban y se
deformaban, pero era el agua que se estaba moviendo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ya no tengo frío —dijo América.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Yo tampoco —dijo Manolo, pero continuaba temblando, y le era difícil respirar.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Estas muy blanco, Manolo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Es uno de mis primeros baños en este verano.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Yo tampoco me he bañado muchas veces. Siempre soy morena. ¿Te gustan las mujeres morenas?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Sí —respondió Manolo, volteando la cara para no mirarla—. ¿Vamos a bucear?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
Buceaban. Le ardían los ojos, pero insistía en
mantenerlos abiertos bajo el agua, porque así podía mirarla muy bien y
sin que ella se diera cuenta. Salían a la superficie, tomaban aire, y
volvían a sumergirse. Ella se cogió de sus pies para que la jalara y la
hiciera avanzar pero Manolo giró en ese momento y se encontró con la
cara de América frente a la suya. La tomó por la cintura. Ella se cogió
de sus brazos, y Manolo sentía el roce de sus piernas mientras volvían a
la superficie en busca de aire. "Voy a descansar", dijo América, y se
alejó nadando hasta llegar a la escalerilla. Manolo la siguió. Desde el
agua, la veía subir y observaba que hermosas eran sus piernas por atrás y
como la malla mojada se le pegaba al cuerpo, y era como si estuviera
desnuda allí, encima suyo. No salió. Desde el borde de la piscina, ella
lo veía pensativo, cogido de la escalerilla... No me explico cómo ese
tipo que me esperaba todos los días en la Plaza San Martín, y felizmente
que ya acabó el colegio, ni tampoco me importan los exámenes en que me
han jalado, ni me dio vergüenza cuando me preguntó que tal me fue en los
exámenes. Allá abajo tan flaco no me explico pero parece inteligente y
sabe decir las cosas, pero tendré que darle ánimos y todo lo que dice
cuando habla del accidente me gusta, ese carro fue muy bonito rojo no me
importa por que allá abajo tan flaco tan pálido me hace sentir segura.
Pero mis amigas qué van a pensar tengo buen cuerpo y con mi cara esperan
algo mejor porque los hombres me dicen tantos piropos, tantas
cochinadas, más piropos que a otras y cuando fui a Lima con Mariana tan
rubia tan bonita me dijeron más piropos te gané Mariana, pero el
enamorado de Mariana es muy buen mozo pero Manolo se viste mejor, si
paso un mal rato en una fiesta el carro mis amigas se acostumbrarán a
que mi enamorado no es tan buen mozo. Me gusta mucho, me gusta más que
otros enamorados no le he dicho he tenido, y algo pasa en mi cuerpo algo
como ahora está allá abajo y siento raro en mi cuerpo, fue gracioso
cuando me tocó la cintura mejor todavía que cuando Raúl me apretaba
tanto.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Quieres sentarte en esa banca? —preguntó Manolo, que subía la escalerilla.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Sí —respondió América—. Ya no quiero bañarme más.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Ven. Vamos antes que alguien la coja.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Me molesta tanta gente. A partir de mañana tenemos que ir a tu casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Sí. Allá todo será mejor.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Qué tal es la piscina?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Es muy grande, y el agua esta más limpia que ésta.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Nadie se baña nunca?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Me imagino que el jardinero se debe pegar su baño, de vez en cuando.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Y para que la tienen llena?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—A veces, se me ocurría venir con mis amigos —dijo Manolo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Que tales jaranas las que debes haber armado ahí —dijo América, tratando de insinuar muchas cosas.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—No creas —respondió Manolo, con tono indiferente. Estaba jugando su rol.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¡A mí con cuentos! —exclamó América, sonriente.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—América —dijo Manolo, con voz suplicante—. América...</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Qué cosa? Dime, ¿qué cosa?</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Nada. Nada... Estaba pensando... "Te quiero mucho. A pesar de..."</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—¿Qué cosa?, Manolo.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Nada. Nada. Creo que ya esta bien de piscina por hoy. Regresemos a tu casa.</span></b>
<b><span style="font-size: large;"><br />
—Vamos a cambiarnos.</span></b></div>
<b><span style="font-size: large;">
</span></b><div align="justify">
<b><span style="font-size: large;">Estaba listo. Cuando América salió
del vestuario con sus pantalones pescador a rayas blancas y rojas,
Manolo recordó que ella le había contado que aún no había ido a Lima a
hacer sus compras por ese verano. Los pantalones le estaban muy
apretados, y ahora, al caminar por las calles de Chaclacayo, todo el
mundo voltearía a mirarle el rabo: "¿Y por qué no?", se preguntaba
Manolo. "Lista", dijo América y caminaron juntos hasta su casa.<br />
<br />
Nadie los molestaba. Sus padres estaban en la tienda
(Manolo había aprendido a llamarla así), y la abuela, allá arriba,
demasiado vieja para bajar las escaleras. Entraron a la sala. El sacó
unos discos. Ella puso los boleros. La miró. Ella le dijo para bailar.
El se disculpó diciendo que debido al accidente... Ella insistió. Cedió.
Bailaban. Ella empezó a respirar fuertemente. El empezó a mirarle los
vellos rubios sobre sus antebrazos morenos, y a recordar... Ella cerró
los ojos. El le pegó la cara. Ella le apretó la mano. Terminó ese disco.
Ella le dijo que su bolero favorito era Sabrás que te quiero. Le dijo
que se lo iba a regalar, y se sentó. Ella lo notó triste, y se sentó a
su lado. Tuvo un gesto de desesperación. Ella le preguntó si hacía mucho
calor, y abrió la ventana. Le cogió la mano. Ella le puso la boca para
que la besara. La iba a besar. Ella lo besó muy bien.<br />
<br />
"Es inmensa. El agua esta cristalina", dijo América,
parada frente a la piscina, en casa de Manolo. "No está mal", agregó
Manolo, cogiéndola de la mano, y diciéndole que la quería mucho, y que
le iba a explicar muchas cosas. Estaba dispuesto a contarle todo lo que
Marta le había dicho sobre ella. Estaba dispuesto a decirle que entre
ellos todo iba a ser perfecto, y que él creía aún en tantas cosas que
según la gente pasan con la edad. Estaba decidido a explicarle que con
ella todo iba a ser como antes, aunque le parecía difícil encontrar las
palabras para explicar cómo era ese "antes". "Vamos a ponernos la ropa
de baño", dijo América. Manolo le señaló la puerta por donde tenía que
entrar para cambiarse. El se cambió en el dormitorio de Miguel. "El
tiempo pasa, niño", le dijo Miguel. "Está como cuete."<br />
<br />
Habían extendido sus toallas sobre el césped que
rodeaba la piscina, América se había echado sobre la toalla de Manolo, y
Manolo sobre la de América. Permanecían en silencio, cogidos de la
mano, mientras el sol les quemaba la cara, y Manolo se imaginaba que los
ojos negros e inmensos de América lagrimeaban también como los suyos.
Volteó a mirarla: gotas de sudor resbalaban por su cuello, y sintió
ganas de beberlas. Morena, América resistía el sol sobre la cara, sobre
los ojos, y continuaba mirando hacia arriba como si nada la molestara.
Había recogido ligeramente las piernas, y Manolo las miraba pensando que
eran más voluminosas que las suyas. hubiera gustado besarle los pies.
Le acariciaba el antebrazo, y sentía sus vellos en las yemas de los
dedos. La malla blanca subía y bajaba sobre sus senos y sobre su
vientre, obedeciendo el ritmo de su respiración. Hubiera querido poner
su mano; encima, que subiera y bajara, pero era mejor no aventurarse. En
ese momento, América se puso de lado apoyándose en uno de sus brazos.
Estaba a centímetros de su cuerpo, y le apretaba fuertemente la mano.
Con la punta del pie, le hacía cosquillas en la pierna, y Manolo sentía
su respiración caliente sobre la cara, y veía como sus senos
aprisionados entre los hombros, rebalsaban morenos por el borde de la
malla blanca como si trataran de escaparse. Le hablaría después. Era
mejor bañarse; lanzarse al agua. Pero se estaba tan bien allí... Se
incorporo rápidamente, y corrió hasta caer en el agua. América se había
sentado para mirarlo. "¡Ven!", gritó Manolo. "Esta riquísima."<br />
<br />
Tampoco ella tenía la culpa. Habían escuchado a
Miguel cuando dijo que iba a salir un rato. Habían nadado, y eso había
empezado por ser un baño de piscina. No podrían decir en que momento
habían comenzado, ni se habían dado cuenta de que era ya muy tarde
cuando el agua empezó a molestarlos. Porque iban a continuar, y todo lo
que no fuera eso había desaparecido, y los había dejado tirados ahí, al
borde de la piscina, sobre el césped. Y Manolo la besaba y jugaba con
sus cabellos, igual a esos tigrillos en los circos y en los zoológicos,
que juegan, gruñen, y sacan las uñas como si estuvieran peleando. Y
América se reía, y se dejaba hacer, y colocaba una de sus rodillas entre
sus piernas, y el sentía el roce de sus muslos y paseaba sus manos
inquietas por todo su cuerpo, hasta que ya había tocado todo, y sintió
que esa malla blanca que tanto le gustaba lo estaba estorbando. Era como
si estuvieran de acuerdo: no hablaban, y él no le había dicho que se
iba a bajar, pero ella lo había ayudado. Y entonces él había apoyado su
cara entre esos senos como abandonándose a ellos, pero América lo
buscaba con la rodilla, y él se había encogido y había besado ese
vientre tan inquieto, donde la piel era tan y siempre morena. Luego, se
había dejado caer sobre ese cuerpo caliente, y se había cogido de él
como un náufrago a la boya, y no se había podido incorporar porque
América y sus muslos lo habían aprisionado. Y luego el debió enceguecer
porque ya no veía el césped bajo sus ojos, ni tampoco le veía la cara,
ni veía las plantas alrededor, pero sentía que todo se estaba moviendo
con violencia y dulzura, y ya no la escuchaba quejarse y entonces era
como una suprema armonía, y el ritmo de la tierra y del mundo bajo sus
cuerpos, alrededor de sus cuerpos, continuó un rato más allá del fin.<br />
<br />
Lloraba sentada mirándose el sexo, y cubriéndose los
senos pudorosamente con los brazos. Pensaba en las monjas de su
colegio, en sus padres, en la bodega y en sus hermanos. Pensaba en sus
amigas, y se miraba el sexo, y sentía que aquel ardor volvía. Hubiera
querido amar mucho a Manolo, que parecía un muerto, a su lado, y que
sólo deseaba que las lágrimas de América fueran gotas de agua de la
piscina. Trataba de no pensar porque estaba muy cansado... Cuántos días.
Soportar sin ver a Marta. Contarle. Todo. Hasta la sangre. Contar que
estoy tan triste. Tan triste. ¿Qué después? ¿Qué ahora? Marta va a
hablar cosas bien dichas. Si fuera hombre le pego. Mejor se riera de mí
para terminar todo. Ahí. Aquí. Anda, lávate. ¡Cállate, mierda! No gimas.
Te he querido tanto y ahora estoy tan triste y tú podrás decir que fue
haciendo gimnasia y ya no volveré porque te hubiera querido. Antes antes
antes. Mandar una carta. Explicarte todo. Desaparecer. Matarme en una
carrera con mi auto nuevo. Simplemente desaparecer. Marta te cuenta
todo. Cobarde. Decirte la verdad. Sobre todo irme. Si supieras lo triste
perdonarías pero nunca sabrás y esto también pasará. Sí. No. Ándate.
Ándate un rato. Vete. Cuando me ponga la corbata todo será distinto. Te
llevaré a tu casa. No te veré más. Tal vez te des cuenta en la puerta de
tu casa, y mañana irás a comprar ropa de verano y no veré tu ropa nueva
más apretada. Culpa. Cansancio. Se está vistiendo en ese cuarto de la
casa. Soy amigo del jardinero ni mis padres están en Europa. Tal vez te
escribiré, América. Con mi corbata. Mi padre no está en Europa.
Mentiras. Culpa. Mi padre. Su corbata allá en el cuarto de Miguel. Te
llevaré a tu casa, América. Tu casa de tus boleros donde también he
matado he muerto. Mi corbata tan lejos. Morirme. Ser. To be. Dormir
años. Marta. La corbata allá allá allá allá. <br />
<br />
América se estaba cambiando.</span></b><br />
</div>
<div align="justify">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<strong></strong><span style="font-size: medium;"><b>Alfredo Marcelo Bryce Echenique</b> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lima" title="Lima">Lima</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/19_de_febrero" title="19 de febrero">19 de febrero</a> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1939" title="1939">1939</a>). <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Escritor" title="Escritor">Escritor</a> <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Peruano" title="Peruano">peruano</a>, célebre por novelas como <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_para_Julius" title="Un mundo para Julius">Un mundo para Julius</a></i>, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_exagerada_de_Mart%C3%ADn_Roma%C3%B1a" title="La vida exagerada de Martín Romaña">La vida exagerada de Martín Romaña</a></i> o <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/No_me_esperen_en_abril" title="No me esperen en abril">No me esperen en abril</a></i>.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Nacido dentro de una prominente familia de banqueros, sus padres
fueron Francisco Bryce Arróspide y Elena Echenique Basombrío de Bryce.
Su tatarabuelo, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Rufino_Echenique" title="José Rufino Echenique">José Rufino Echenique</a>, fue presidente del Perú en 1851, y su familia está relacionada con la francesa <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Flora_Trist%C3%A1n" title="Flora Tristán">Flora Tristán</a> y con el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Clemente_Althaus_von_Hessen" title="Clemente Althaus von Hessen">barón Clemens Althaus de Hesse</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Bryce Echenique, educado en el seno de la oligarquía limeña, cursó
sus estudios primarios, en el Inmaculado Corazón, y secundarios, en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Colegio_Santa_Mar%C3%ADa_Marianistas" title="Colegio Santa María Marianistas">Santa María Marianistas</a> y, luego, tras un incidente en este colegio por el que hubo de ser hospitalizado,<sup class="reference" id="cite_ref-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-1">1</a></sup> ingresó al San Pablo, un internado británico en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lima" title="Lima">Lima</a>. En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1957" title="1957">1957</a>, ingresó a la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_Nacional_Mayor_de_San_Marcos" title="Universidad Nacional Mayor de San Marcos">Universidad Nacional Mayor de San Marcos</a> y se licenció en Derecho, obteniendo el título de Doctor en Letras en (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1977" title="1977">1977</a>). Fue profesor durante algún tiempo en el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Colegio_San_Andr%C3%A9s" title="Colegio San Andrés">Colegio San Andrés</a> (ex Anglo-Peruano) donde enseñó Castellano y Literatura.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1964" title="1964">1964</a>, se trasladó a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Europa" title="Europa">Europa</a> y residió en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" title="Francia">Francia</a> —en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%ADs" title="París">París</a> se diplomó en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_Sorbona" title="La Sorbona">La Sorbona</a> en Literatura francesa clásica (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1965" title="1965">1965</a>) y contemporánea (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1966" title="1966">1966</a>), Magister en Literatura por la Universidad de Vincennes (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1975" title="1975">1975</a>)—, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Italia" title="Italia">Italia</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Grecia" title="Grecia">Grecia</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alemania" title="Alemania">Alemania</a>. Desde <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1984" title="1984">1984</a> hasta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2010" title="2010">2010</a> radicó en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" title="España">España</a>, aunque solía pasar largas temporadas en su tierra natal.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1968" title="1968">1968</a>, el general <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Velasco_Alvarado" title="Juan Velasco Alvarado">Juan Velasco Alvarado</a> asumió el poder en el Perú y dos años después, en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1970" title="1970">1970</a>, nacionalizaba el <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Banco_Internacional_del_Per%C3%BA" title="Banco Internacional del Perú">Banco Internacional del Perú</a>, del que su padre había sido gerente y su abuelo presidente, lo que perjudicó enormemente a su familia.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Regresó brevemente al Perú en 1999, y abandonó el país ante el clima político reinante. Volvió a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Barcelona" title="Barcelona">Barcelona</a> en 2002 y publicó tres años más tarde su segundo libro de memorias, <i>Permiso para sentir</i>, en el que denuncia ácidamente la transformación de Perú.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Bryce Echenique se ha declarado seguidor de los argentinos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar" title="Julio Cortázar">Julio Cortázar</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Puig" title="Manuel Puig">Manuel Puig</a>, y de los peruanos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Ram%C3%B3n_Ribeyro" title="Julio Ramón Ribeyro">Julio Ramón Ribeyro</a> y <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Vallejo" title="César Vallejo">César Vallejo</a>,
porque "introdujeron y produjeron el mundo de los sentimientos y el
humor, tópicos muy escasos dentro de la literatura latinoamericana de
entonces".</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div class="thumb tright" style="text-align: justify;">
<div class="thumbinner" style="width: 202px;">
<div class="thumbcaption">
</div>
</div>
</div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">La narrativa de Bryce Echenique, entre lo delirante, lo añorante y lo
grotesco, está poblada de simpáticos personajes que se mueven como un
poco perdidos en un mundo laberíntico, en medio del humor más fino y la
ironía más tierna. Bryce Echenique es un maestro de la palabra, a la que
domina y recrea, concediéndole nuevos significados. Su fino humor es
reconocido tanto en América Latina como en Europa. Todas sus obras están
llenas de personajes que él conoció personalmente.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El escritor está de acuerdo con los críticos que han dicho que los
cuatro temas principales de su obra son "el amor, la soledad, la
enfermedad (la depresión, muy concretamente) y la felicidad"<sup class="reference" id="cite_ref-cuatro_2-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-cuatro-2">2</a></sup> y por eso los ensayos recogidos en <i>Entre la soledad y el amor</i>
pretenden ser, según sus propias palabras, "una meditación cuando menos
honda sobre el núcleo ardiente de mis libros pero también sobre lo que
yo considero cuatro experiencias fundamentales de todo ser humano".<sup class="reference" id="cite_ref-cuatro_2-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-cuatro-2">2</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Ha trabajado como profesor en las universidades de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Nanterre" title="Universidad de Nanterre">Nanterre</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_Sorbona" title="La Sorbona">La Sorbona</a>, Vincennes, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Montpellier" title="Universidad de Montpellier">Montpellier</a>, <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Yale" title="Universidad de Yale">Yale</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Texas_en_Austin" title="Universidad de Texas en Austin">Austin</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Puerto_Rico" title="Universidad de Puerto Rico">Puerto Rico</a> y otras. Ha dado conferencias y hecho ponencias en congresos de escritores en <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Argentina" title="Argentina">Argentina</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Bulgaria" title="Bulgaria">Bulgaria</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Canad%C3%A1" title="Canadá">Canadá</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cuba" title="Cuba">Cuba</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a" title="España">España</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos" title="Estados Unidos">Estados Unidos</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francia" title="Francia">Francia</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Italia" title="Italia">Italia</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico" title="México">México</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Per%C3%BA" title="Perú">Perú</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Puerto_Rico" title="Puerto Rico">Puerto Rico</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Suecia" title="Suecia">Suecia</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Venezuela" title="Venezuela">Venezuela</a>.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su obra ha recibido importantes premios y ha sido traducida a diversos idiomas.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Su hermana, Clementina Bryce Echenique, está casada con el periodista <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Igartua" title="Francisco Igartua">Francisco Igartua Rovira</a>, fundador y diseñador de los dos principales semanarios del Perú, <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Oiga" title="Oiga">Oiga</a></i> (1948-1995) y <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Caretas" title="Caretas">Caretas</a></i> (1950). Desde el comienzo de la segunda etapa de <i>Oiga</i>,
a finales de 1962, Alfredo Bryce Echenique inició una serie de
colaboraciones periodísticas que finalizaron en agosto de 1995, con el
cierre definitivo de la revista debido al acoso publicitario y
tributario del gobierno dictatorial de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Fujimori" title="Alberto Fujimori">Alberto Fujimori</a>.
A través de estas colaboraciones se pueden conocer muchas facetas del
carácter de Bryce, como su posición antidictadura y de enfrentamiento
contra todo abuso. Su resolución a decir las cosas como son, le mereció
ser llamado el <i>Niño Terrible</i> o <i>Julius</i>, como el personaje principal de una de sus obras.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Acusaciones_de_plagio">Acusaciones de plagio</span></span></h3>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Bryce Echenique protagonizó, en la primera década del presente siglo,
un escándalo relacionado con el plagio de artículos periodísticos, y el
9 de enero de 2009, un tribunal administrativo peruano lo condenó a
pagar una multa de 177 500 soles (unos 42 mil euros), por el plagio de
16 textos pertenecientes a 15 autores,<sup class="reference" id="cite_ref-3"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-3">3</a></sup> varios de los cuales aparecieron originalmente en medios españoles, entre ellos, uno de Sergi Pàmies publicado en <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_Vanguardia" title="La Vanguardia">La Vanguardia</a></i> y otro en <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_Peri%C3%B3dico_de_Extremadura" title="El Periódico de Extremadura">El Periódico de Extremadura</a></i>.
Ante la irrefutabilidad de los cargos, Bryce Echenique trató
infructuosamente de probar que los artículos habían sido publicados sin
su autorización y negó ser el autor de ellos. Posteriormente declaró a
la prensa especializada —después de declarado ganador del <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_FIL" title="Premio FIL">Premio FIL</a>— que le retornaron el importe de la sanción pecuniaria y que sus asuntos caminan por buena ruta.</span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">El <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2_de_julio" title="2 de julio">2 de julio</a> del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2012" title="2012">2012</a>, en el Hotel Country Club de Lima presentó <i>Dándole pena a la tristeza</i>,
basada en la vida de su abuelo el banquero Francisco Echenique Bryce.
Esta novela podría ser la última que escribe: "No tengo proyectada otra
novela. Nunca puede saberse con certeza, pero lo que sigue es el tercer
volumen de mis antimemorias. El título viene de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Quevedo" title="Quevedo">Quevedo</a>: <i>Arrabal de senectud</i>", había declarado al respecto en 2011, cuando estaba escribiéndola, "alejado de todo, en una casa de playa llamada Totoritas".<sup class="reference" id="cite_ref-4"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-4">4</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">En septiembre del 2012, ganó el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_FIL_de_Literatura_en_Lenguas_Romances" title="Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances">Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances</a>, provocando una gran polémica: conocidos escritores, como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_del_Paso" title="Fernando del Paso">Fernando del Paso</a> o <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Villoro" title="Juan Villoro">Juan Villoro</a>
por citar solo a dos, criticaron al jurado argumentando que no se le
debía dar el galardón a un autor que había sido condenado por el plagio
de artículos,<sup class="reference" id="cite_ref-dpa_5-0"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-dpa-5">5</a></sup> <sup class="reference" id="cite_ref-6"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-6">6</a></sup> mientras que los que distinguieron a Bryce Echenique, entre los que se encuentra <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Volpi" title="Jorge Volpi">Jorge Volpi</a>,
así como otros novelistas, lo justificaron aduciendo que "Bryce fue
reconocido por sus novelas y cuentos (el periodismo no se enumera)".
Volpi, a quien pertenece esta frase, agregaba: "Me pregunto si nuestra
inquisición literaria también recabará firmas para que se le despoje del
<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Nobel_de_Literatura" title="Premio Nobel de Literatura">Premio Nobel</a> a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/G%C3%BCnter_Grass" title="Günter Grass">Günter Grass</a> por haber mentido y negar que de joven se enroló en un batallón de las <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/SS" title="SS">SS</a>?, ¿o <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Cervantes" title="Premio Cervantes">el Cervantes</a> a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81lvaro_Mutis" title="Álvaro Mutis">Álvaro Mutis</a>, condenado por malversación de fondos?"<sup class="reference" id="cite_ref-7"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-7">7</a></sup> De todas formas, el revuelo fue tal, que, en una decisión sin precedentes, se optó por no entregar el premio durante la <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Feria_Internacional_del_Libro_de_Guadalajara" title="Feria Internacional del Libro de Guadalajara">Feria Internacional del Libro de Guadalajara</a>, sino dárselo calladamente en el Perú.<sup class="reference" id="cite_ref-dpa_5-1"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-dpa-5">5</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;">Bryce Echenique ha estado casado tres veces (con Maggie Revilla,
Pilar de Vega Martínez y Ana Chávez Montoya), además de un último
"mediomatrimonio" con la modelo puertorriqueña Tere Llenza, 32 años
menor que él, que también fracasó.<sup class="reference" id="cite_ref-8"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-8">8</a></sup></span></div>
<span style="font-size: medium;">
</span><h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Premios_y_reconocimientos">Premios y reconocimientos</span>.Mención en el <b><span style="font-weight: normal;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Casa_de_las_Am%C3%A9ricas" title="Premio Casa de las Américas">Premio Casa de las Américas</a> 1968, por <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Huerto_cerrado" title="Huerto cerrado">Huerto cerrado</a></i>. Premio Nacional de Literatura 1972, por <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_para_Julius" title="Un mundo para Julius">Un mundo para Julius</a></i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Orden_El_Sol_del_Per%C3%BA" title="Orden El Sol del Perú">. Orden El Sol del Perú</a>, rechazada por Bryce Echenique al gobierno de <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Fujimori" title="Fujimori">Fujimori</a> alegando sus convicciones democráticas<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Nacional_de_Narrativa_%28Espa%C3%B1a%29" title="Premio Nacional de Narrativa (España)">.Premio Nacional de Narrativa de España</a> 1998, por <i>Reo de nocturnidad</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Planeta" title="Premio Planeta">.Premio Planeta</a> en 2002 por <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_Huerto_de_mi_Amada_%28novela%29" title="El Huerto de mi Amada (novela)">El huerto de mi amada</a></i>. Premio <i>Grinzane Cavour</i> 2002, (Italia) por <i>La amigdalitis de Tarzán</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_FIL_de_Literatura_en_Lenguas_Romances" title="Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances">. Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances</a> 2012. </span></b></span>
</h3>
<h2 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;"><b><span class="mw-headline" id="Obras">Obra</span><span class="mw-headline" id="Novelas"> Novelas</span></b><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1970" title="1970">1970</a> - <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_para_Julius" title="Un mundo para Julius">Un mundo para Julius</a></i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1977" title="1977">. 1977</a> - <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tantas_Veces_Pedro" title="Tantas Veces Pedro">Tantas Veces Pedro</a></i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1981" title="1981">. 1981</a> - <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_exagerada_de_Mart%C3%ADn_Roma%C3%B1a" title="La vida exagerada de Martín Romaña">La vida exagerada de Martín Romaña</a></i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1985" title="1985">.1985</a> - <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_que_hablaba_de_Octavia_de_C%C3%A1diz" title="El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz">El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz</a></i>. Esta y la anterior forman el díptico que el autor bautizó como <i>Cuaderno de navegación en un sillón Voltaire</i>.<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1988" title="1988"> 1988</a> - <i>La última mudanza de Felipe Carrillo</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1990" title="1990">. 1990</a> - <i>Dos señoras conversan</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1995" title="1995">.1995</a> - <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/No_me_esperen_en_abril" title="No me esperen en abril">No me esperen en abril</a></i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1997" title="1997">. 1997</a> - <i>Reo de nocturnidad</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1999" title="1999">. 1999</a> - <i>La amigdalitis de Tarzán</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2002" title="2002">. 2002</a> - <i><a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/El_Huerto_de_mi_Amada_%28novela%29" title="El Huerto de mi Amada (novela)">El huerto de mi amada</a></i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2007" title="2007">. 2007</a> - <i>Las obras infames de Pancho Marambio</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2012" title="2012">. 2012</a> - <i>Dándole pena a la tristeza.</i></span></span></h2>
<span style="font-size: medium;">
</span><h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Cuentos">Cuentos</span><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1968" title="1968"> 1968</a><span style="font-weight: normal;"> - <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Huerto_cerrado" title="Huerto cerrado">Huerto cerrado</a></i>, contiene 12 relatos:<i>Dos indios</i>, <i>Con Jimmy en Paracas</i>, <i>El camino es así</i>, <i>Su mejor negocio</i>, <i>Las notas que duerman en las cuerdas</i>, <i>Una mano en las cuerdas</i>, <i>Un amigo de cuarenta y cuatro años</i>, <i>Yo soy el rey</i>, <i>El descubrimiento de América</i>, <i>La madre, el hijo y el pintor</i>, <i>El hombre, el cinema y el tranvía</i> y <i>Extraña diversión</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1974" title="1974">.1974</a> - <i>La felicidad ja ja</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1979" title="1979">.1979</a> - <i>Todos los cuentos</i>, Mosca Azul, Lima<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1986" title="1986">.1986</a> - <i>Magdalena peruana y otros cuentos</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1987" title="1987">. 1987</a> - <i>Goig</i>. Relato infantil escrito en colaboración con la escritora <a class="mw-redirect" href="http://es.wikipedia.org/wiki/Salvadore%C3%B1a" title="Salvadoreña">salvadoreña</a> Ana María Dueñas y dibujos de Sonia Bermúdez<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1995" title="1995">. 1995</a> - <i>Cuentos completos</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1999" title="1999">.1999</a> - <i>Guía triste de París</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2009" title="2009">.2009</a> - <i>La esposa del rey de las curvas.</i></span></span></h3>
<span style="font-size: medium;">
</span><h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Textos_biogr.C3.A1ficos">Textos biográficos.</span><span style="font-weight: normal;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1977" title="1977">1977</a> - <i>A vuelo de buen cubero</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1987" title="1987">.1987</a> - <i>Crónicas personales</i> (edición aumentada de <i>A vuelo de buen cubero</i>), Anagrama, Barcelona<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1993" title="1993">. 1993</a> - <i>Permiso para vivir</i> (<i>"Antimemorias"</i> I)<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2003" title="2003">.2003</a> - <i>Doce cartas a dos amigos</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2005" title="2005">. 2005</a> - <i>Permiso para sentir</i> (<i>"Antimemorias"</i> II).
</span></span></h3>
<h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span class="mw-headline" id="Ensayos_y_art.C3.ADculos">Ensayos y artículos.</span><span style="font-weight: normal;"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/1996" title="1996">1996</a> - <i>A trancas y barrancas.</i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2000" title="2000"> 2000</a> - <i>La historia personal de mis libros</i>, Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima.<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2002" title="2002"> 2002</a> - <i>Crónicas perdidas</i>, artículos, estudios, conferencias y cartas públicas publicadas en diferentes medios entre 1972 y 1997, Anagrama, Barcelona<sup class="reference" id="cite_ref-9"><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique#cite_note-9">9.</a></sup><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2004" title="2004">2004</a> - <i>Entrevistas escogidas</i>, selección, prólogo y notas de Jorge Coaguila; Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima.<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/2005" title="2005"> 2005</a> - <i>Entre la soledad y el amor</i>, libro dividido en 4 partes, precedidas de unas <i>Palabras preliminares</i>, contiene los siguientes 10 textos:I LA SOLEDAD: <i>El otro y nosotros</i>, <i>La señora X</i>, <i>Soledades contemporáneas</i> y <i>La vejez no se cura.</i>II LA DEPRESIÓN: <i>Del humos, del dolor y de la risa (crónica de una depresión).</i>III LA FELICIDAD: <i>La felicidad nuestra de cada día.</i>IV EL AMOR: <i>El amor absolutamente melancólico</i>, <i>Cuatro estaciones del amor (y su melancolía)</i>, <i>El amor juvenil</i> y <i>Los amores tardíos.</i></span></span></h3>
<h3 style="text-align: justify;">
<span style="font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;">Semblanza biográfica:Wikipedia. Texto:enfocarte.com.Foto:Archivo. <i><br /></i></span></span></h3>
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