DE FANTASMAGORÍAS Y DESMADRES

Ramón Gómez de la Serna*

Por fin el crimen perfecto

No soñaba más que con el crimen perfecto, un crimen que no se supiese cómo se había realizado ni quién había podido ser su autor.Había leído todas las novelas en las que se planteaba esa posibilidad y había asistido a las películas en que la preparación de un buen crimen vale un millón de dólares.No deseaba otra cosa que dejar a la humanidad consternada con el crimen sin posibilidad de solución ni pesquisa.Se reía de Poe, que necesitaba, para fabricar un crimen casi perfecto, un orangután que se ha escapado con la navaja de afeitar de un marinero.Un día tuvo la idea genial del crimen perfecto. Eligió una casa misteriosa y puso su alcoba en la habitación con ventana de reja y puerta dotada de buena llave y eficaz cerrojo.Primero sacó dinero del banco y destruyó ese dinero meticulosamente y sin dejar rastro alguno.En la noche del crimen revolvió sus cajones dejando fuera y a medio asomar ropas y corbatas.Tiró su cartera vacíaen el suelo y sin ser zurdo se infirió con la mano izquierda un fuerte puñalada en la espalda. Después , en decúbito sobre la cama y con un botón en la mano derecha como si en la lucha se lo hubiera arrancado al asesino, se fue desangrando y se murió.El crimen resultó enrevesado y nadie comprendió jamás por dónde había entrado y salido el asesino, ¡pero también fue gracioso que para cometer el crimen perfecto su autor tuviese que asesinarse.

Diario del preso feliz

Fue sentenciado a cadena perpetua, pero inventó para salvarse a la abrumadora sentencia la estratagema de llevar un diario íntimo en que describía la vida que iba haciendo como sucedida en libertad: “Hoy en Niza...” “Hoy en El Cairo...”El director del presidio al enterarse del caso le llamó reprendiéndole duramente porque aquel diario con sus suposiciones significaba un acto de evasión prohibida por leyes y reglamentos.Despojado de su diario fugativo el preso feliz se murió de tristeza.

El ladrón erudito

El ladrón se había dado cuenta de que el dinero estaba disimulado en algún libro de la biblioteca.¡Pero había tantos!Comenzó por los más altos y le fue ganando la apetencia de leer, la ansiedad de adivinar.La casa era una casa de campo y estaba abandonada. Tenía tiempo para sus pesquisas.Se adentró en las páginas escritas por los que prefieren escribir a robar y gastar en eso sus largas noches.El notaba que la realidad resultaba así más robada que por él mismo. Hubo un momento en que sin haber encontrado lo billetes estaba ya en los libros de las estanterías bajas, y entonces se sintió tan preparado que hizo unas oposiciones.

Cleptómana de cucharillas

Era poderosa y aristocrática, pero tenía la obsesión de las cucharillas.Es ésa una cleptomanía corriente sobre todo en los palacios reales, y por eso hubo reyes que cambiaron las de oro por otras de similor, para evitar que se llevasen tan costoso “recuerdo de S.M”.Poseía cucharillas de los mejores hoteles del mundo, de las casas más nobles – con el escudo en el agarradero- , y hasta algunas arrancadas a las colecciones napoleónicas.Un día, sin poder resistir mi curiosidad, le pregunté qué se proponía almacenando tantas cucharillas.Entonces la cleptómana me dijo en voz baja:-Vengarme del mundo...Dejarlo sin una cucharilla...Que muevan el café con tenedor.
*Ramón Gómez de la Serna. Español. 1888- 1963. “Fue el inventor de la greguería(metáfora+ humor). Con este hallazgo convierte en oro literario lo que toca/trata. Ojalá hubiera podido transformar su producto en oro real, sin menoscabo del literario. Esto le hubiera permitido pasar desahogadamente los últimos años de su vida, en lugar de que transcurriera en la miseria y la soledad”.

CANCIÓN CUBANA

Guillermo Cabrera Infante
¡Ay, José, así no se puede!
¡Ay, José, así no sé!
¡Ay, José, así no!
¡Ay, José, así!
¡Ay, José!
¡Ay!

LAMENTO DE UNA MUJER GENEROSA

Marco Denevi
¡Mezquina naturaleza, que sólo me concediste tres orificios para complacer al hombre que amo!

FUERZA NOCTÁMBULA

Guillermo Samperio

Durante las noches le venía una fuerza centríputa que, inevitablemente, la lanzaba a las calles.