El cuento del domingo

Chuck Palahniuk
Canto del cisne
Un día mi perra se come unos desperdicios envueltos en papel de aluminio y hay que hacerle unas radiografías que cuestan mil dólares. El patio que hay detrás de mi bloque de apartamentos está lleno de basura y cristales rotos. En el sitio donde la gente aparca sus coches hay charcos de anticongelante esperando para envenenar a cualquier perro o gato.
Aunque está completamente calvo, el veterinario que la atiende se parece a un viejo amigo íntimo. A un chaval con el que crecí. Con una sonrisa que yo veía todos los días de mi infancia. El hoyuelo de su barbilla y cada peca de su nariz, los conozco perfectamente. Sé que puede usar el hueco que tiene entre los dientes de delante para silbar.
Aquí y ahora le está poniendo una inyección a mi perra. De pie frente a una mesa de acero plateado que hay en una sala fría con baldosas blancas, aguantando a la perra por el pellejo del cuello, menciona la filariosis.
Cuando encontré su nombre en la guía telefónica me cegaban las lágrimas de tanto miedo que tenía de que se me fuera a morir la perra. Con todo, allí lo encontré: Kenneth Wilcox, Veterinario. Por alguna razón me encantó aquel nombre. No sé por qué. Mi salvador.
Ahora, mientras tira hacia atrás de las orejas de la perra y mira dentro de las mismas, menciona el moquillo. En el bolsillo de la pechera de su bata blanca hay bordadas las palabras: «Doctor Ken».
Hasta el sonido de su voz me trae ecos de hace mucho tiempo. Le he oído cantar: «Cumpleaños feliz». Le he oído gritar «¡Strike uno!» en partidos de béisbol.
Se trata de él, de un viejo amigo mío, pero demasiado alto, con la piel de los párpados lívida y colgante. Con demasiada papada. Tiene los dientes un poco amarillos y los ojos de un azul no tan brillante como antaño. Me dice:
–Tiene buen aspecto.
Le pregunto a quién se refiere.
–A su perra –dice él.
Sin dejar de mirarlo, de mirar su calva y sus ojos azules, le pregunto:
–¿A qué universidad fue?
Él dice que a una universidad de California. Una de la que no he oído hablar nunca.
Él era pequeño cuando yo era pequeño, y de alguna manera crecimos juntos. Él tenía un perro que se llamaba Skip y se pasaba el verano descalzo, yendo a pescar o construyendo una casa en un árbol. Ahora que lo miro, me lo imagino una tarde de invierno construyendo el muñeco de nieve perfecto mientras su abuela lo mira desde la ventana de la cocina. Y digo:
–¿Danny?
Y él se ríe.
Esa misma semana le intento vender un artículo sobre él al jefe de sección del periódico. Sobre cómo lo he encontrado, cómo he encontrado al pequeño Kenny Wilcox, el actor infantil que interpretaba a Danny en la serie de televisión Mi vecino Danny hace un millón de años. El pequeño Danny, el niño con el que todos crecimos, ahora es veterinario. Vive en una casa adosada en una urbanización de los suburbios. Se corta su propio césped. Es él en persona, calvo y de mediana edad, un poco gordo y anónimo.
Una estrella olvidada. Ahora es feliz y vive en una casa de dos dormitorios. Le han salido patas de gallo. Toma pastillas para controlarse el colesterol. Es el primero en admitir que después de aquellos años siendo el centro de atención, ahora le gusta estar solo. Pero es feliz.
Y lo importante es que el doctor Ken ha aceptado. Dice que me va a dar una entrevista, que claro que sí. Un pequeño perfil para la sección de Ocio del Suplemento Dominical del periódico.
El jefe de sección al que le estoy proponiendo el artículo se hurga una oreja con el extremo de un bolígrafo y se dedica a sacar cera. Con aspecto de estar mortalmente aburrido.
El jefe de sección me dice que los lectores no quieren leer un artículo sobre alguien que nació guapo y con talento, que cobró una fortuna por aparecer en la televisión y que después vivió feliz el resto de su vida.
No, la gente no quiere finales felices.
La gente quiere leer sobre Rusty Hamer, el niño de Make Room for Daddy, que se suicidó pegándose un tiro. O sobre Trent Lehman, el niño guapo de The Nanny and the Professor, que se colgó de la verja de un parque infantil. O sobre la pequeña Anissa Jones, que interpretaba a Buffy en Mis adorables sobrinos y que se abrazó a una muñeca llamada señora Beisley y se tragó la sobredosis de barbitúricos más grande de toda la historia del condado de Los Ángeles.
Eso es lo que quiere la gente. Por la misma razón que vamos a las carreras para ver cómo chocan los coches. Como dicen los alemanes: «Die reinste Freude ist die Schadenfreude». Nuestro placer más puro viene del dolor de la gente a la que envidiamos. La forma más genuina de placer. El placer que uno siente cuando una limusina gira en el sentido incorrecto en una calle de sentido único.
O cuando Jay Smith, el miembro de La pandilla conocido como Pinky, fue encontrado muerto a puñaladas en el desierto a las afueras de Las Vegas.
Es la clase de placer que sentimos cuando Dana Plato, la niña de Arnold, fue detenida, posó desnuda en Playboy y tomó demasiados somníferos.
La gente que hace cola en el supermercado, que recorta cupones y que envejece... Estos son los titulares que hacen comprar periódicos a esa gente.
La mayoría de la gente quiere leer sobre Lani O’Grady, la guapa hija de Con ocho basta, que fue encontrada muerta en una caravana con la barriga llena de Vicodin y de Prozac.
Si no hay derrumbe, me dice el jefe de sección, no hay artículo.
El feliz Kenny Wilcox con sus patas de gallo cuando se ríe no vende.
El jefe de sección me dice:
–Sorprende a Kenny Wilcox con pornografía infantil en su ordenador. Encuentra cadáveres debajo de su casa. Y tendrás un artículo.
El jefe de sección me dice:
–Mejor todavía, encuéntralo con todo eso que te he dicho y, además, encuéntralo muerto.
La semana siguiente, mi perra se bebe un charco de anticongelante. Mi perra se llama Skip como el perro de Mi vecino Danny, el perro que tenía Danny. Mi querida Skip es blanca con manchas grandes y negras y un collar rojo igual que el perro de la televisión.
La única cura para lo del anticongelante es hacerle un lavado de estómago a la perra. Luego llenarle la tripa de carbón activado. Encontrarle una vena y ponerle un suero de etanol. Alcohol etílico para limpiarle los riñones. Para salvar a mi perrita querida tengo que emborracharla como una cuba. Eso quiere decir otra visita al doctor Ken, que me dice: Claro, la semana que viene me va bien para la entrevista. Pero me avisa de que su vida no es muy emocionante.
Yo le digo: Confíe en mí. El talento periodístico consiste en coger datos normales y transmitirlos de forma atractiva. No se preocupe por la historia de su vida, le digo: Eso es trabajo mío.
Hace tiempo que ando necesitado de que me encarguen una buena historia. Ya llevo un par de años haciendo de periodista freelance. Desde que me quitaron de hacer reportajes para la sección de ocio. Aquello sí que lo pagaban bien, los viajecitos pagados, hinchar citas para promocionar películas, compartir a una estrella de cine con una mesa llena de otros periodistas durante diez minutos, todos esforzándose por no bostezar.
Estrenos de películas. Lanzamientos de discos. Lanzamientos de libros. Era un flujo constante de trabajo, pero de pronto das una opinión indebida y te quedas sin chollo. Un estudio cinematográfico amenaza con retirar sus expositores de las tiendas y –abracadabra– tu firma desaparece.
Ahora estoy sin blanca porque intenté avisar a la gente. Refiriéndome a cierta película, escribí que la gente haría mejor gastándose el dinero en otra cosa y desde entonces estoy fuera de circulación. Bastó con una película de terror de esas que se estrenan en verano y el poder que había detrás de la misma, y ahora ando suplicando que me dejen escribir necrológicas. Escribir pies de foto. Lo que sea.
Es una estafa pura y simple que te dejen construir un castillo de naipes y luego te quiten la opción de derribarlo. Te pasas un montón de años acumulando nada, creando una ilusión. Convirtiendo a un ser humano en una estrella de cine. Cuando tu verdadera recompensa está al final del camino. Es entonces cuando puedes tirar de la manta. Enseñar las cartas. Mostrar al atractivo mujeriego metiéndose un jerbo por el culo. Revelar a la vecinita de al lado robando en una tienda y colocada con calmantes. A la diosa pegando a sus hijos con una percha de alambre.
El jefe de sección tiene razón. Y Ken Wilcox también. Su vida es una entrevista que no compraría nadie.
A modo de deberes, durante toda la semana antes de que hablemos, me dedico a navegar por internet. Allí encuentro una clase distinta de estrella infantil: escolares rusos sin vello púbico que se la chupan a viejos gordos. Niñas checas a las que todavía no les ha venido la primera regla y que son folladas por el culo por monos. Guardo todos los archivos en un fino disco compacto.
Otra noche, le pongo una correa a Skip y me arriesgo a dar un largo paseo por mi vecindario. Al regresar a mi apartamento, tengo los bolsillos llenos de bolsas de plástico de bocadillos y de sobrecitos de papel. Cuadrados de papel de aluminio doblado. Cápsulas de Percodan. De OxyContin. De Vicodin. Ampollas de cristal de crack y heroína.
Escribo todo el texto de catorce mil palabras de la entrevista antes de que Ken Wilcox abra la boca. Antes de que nos sentemos juntos.
Con todo, para mantener las apariencias, llevo conmigo la grabadora. Llevo un cuaderno y finjo que tomo notas con un par de bolígrafos gastados. Llevo una botella de vino en la que he echado Vicodin y Prozac.
En la casita que tiene Ken en los suburbios, uno esperaría una vitrina atiborrada de trofeos polvorientos, fotos satinadas y premios al civismo. Un memorial de su infancia. Pero no hay nada así. Si tiene algo de dinero, está en el banco, produciendo intereses. En su casa no hay más que alfombras marrones, paredes pintadas y cortinas a rayas en todas las ventanas. Un baño con azulejos de color rosa.
Le sirvo vino tinto y le dejo que hable. Le pido que haga pausas y finjo que estoy cogiendo todas las citas al pie de la letra.
Y tiene razón. Su vida es más aburrida que una reposición estival de una serie en blanco y negro.
Por otro lado, el artículo que ya he escrito es genial. Mi versión trata íntegramente de la larga decadencia del pequeño Kenny desde la fama hasta la mesa de autopsias. De cómo perdió la inocencia con una larga lista de ejecutivos de la cadena de televisión a fin de convertirse en Danny. Para tener contentos a los patrocinadores, se lo prestaban para que se divirtieran teniendo relaciones sexuales con él. Tomaba drogas para mantenerse delgado. Para retrasar el inicio de la pubertad. Para mantenerse despierto toda la noche, mientras filmaban una escena tras otra. Nadie, ni siquiera su familia y sus amigos, conocía lo enorme que eran su adicción a las drogas y su necesidad perversa de atención. Aun después de que su carrera se hundiera. Hasta el hecho de hacerse veterinario no fue más que una treta para obtener drogas de calidad y sexo con animales pequeños.
Cuanto más vino bebe Ken Wilcox, más dice que su vida no empezó hasta que se canceló Mi vecino Danny. Ser el pequeño Danny Bright durante ocho temporadas solamente es real del mismo modo que los recuerdos de segundo curso de escuela primaria le parecen a uno reales. Al final no quedan más que momentos borrosos e inconexos. Día tras día, cada línea de diálogo no era más que algo que se aprendía solamente el tiempo suficiente para aprobar un examen. La bonita granja de Heartland, Iowa, no era más que una fachada falsa. Al otro lado de las ventanas, detrás de las cortinas de encaje, no había más que polvo sembrado de colillas. La actriz que interpretaba a la abuela de Danny, si estaban hablando en la misma toma, lo rociaba de saliva. Una saliva esterilizada: tenía más ginebra que saliva.
Mientras da sorbos de vino tinto, Ken Wilcox dice que ahora su vida es mucho más importante. Curar animales. Salvar perros. Con cada trago que da, su discurso se va descomponiendo en palabras sueltas y cada vez más alejadas entre sí. Justo antes de cerrar los ojos, me pregunta cómo está Skip.
Mi perra Skip.
Y yo le digo que bien, que Skip está de maravilla.
Y Kenny Wilcox dice:
–Bien, me alegra saberlo...
Está dormido, sin dejar de sonreír, cuando le introduzco la pistola en la boca.
Un tipo «feliz» no le sirve de nada a nadie.
Una pistola sin registrar a nombre de nadie. Mi mano enguantada, la pistola en su mano con el dedo apoyado en el gatillo. El pequeño Kenny en su sofá, desnudo, con la polla untada de grasa para hornear, y un vídeo de su vieja serie puesto en el televisor. El factor decisivo es la pornografía infantil que tiene descargada en el disco duro de su ordenador. Y las impresiones de fotos de niños siendo follados que hay pegadas con cinta adhesiva a las paredes de su dormitorio.
Las bolsas de calmantes están escondidas debajo de su cama. La heroína y el crack, enterrados en su lata para el azúcar.
En el curso de un solo día, el mundo pasará de amar a Kenny Wilcox a odiarlo. Danny el pequeño vecino pasará de icono de infancia a monstruo.
En mi versión de esa última velada, Kenneth Wilcox va por la casa con la pistola en la mano. Gritando que a quién le va a importar. Que el mundo lo ha usado y después se ha librado de él. Se pasa toda la tarde bebiendo y tomando pastillas y dice que no le da miedo morir. En mi versión, muere después de que yo me vaya a casa.
La semana siguiente vendo el artículo. La última entrevista con una estrella infantil amada por millones de personas en todo el mundo. Una entrevista hecha horas antes de que su vecino lo encontrara muerto, víctima del suicidio.
La otra semana me nominan para el premio Pulitzer.
Y unas semanas después, lo gano. No son más que dos mil dólares, pero la verdadera ganancia llega a largo plazo. En adelante, ya no pasa un día sin que tenga que rechazar encargos. Sin que mi agente rechace ofertas para mí. No, solamente hago encargos muy importantes y que den mucho dinero. Historias de portada para revistas de primera fila. Nada de medios locales.
En adelante, mi nombre significa Calidad. Mi firma significa la Verdad.
Si miras mi agenda de teléfonos, son todos nombres que conoces de los pósters de películas. Estrellas del rock. Autores de best sellers. Todo lo que toco se vuelve famoso. Me mudo de mi apartamento a una casa con jardín para que Skip pueda correr. Tenemos jardín y piscina. Pista de tenis. Televisión por cable. Pagamos la deuda de mil dólares que tenemos por la radiografía y el carbón activado.
Por supuesto, todavía se puede encender alguna cadena de televisión por cable y ver a Kenneth Wilcox, de niño, silbando y lanzando pelotas de béisbol, antes de convertirse en un monstruo con la cara cubierta de saliva mezclada con ginebra. El pequeño Danny y su perro, caminando descalzos por Heartland, Iowa. Su fantasma en las reposiciones mantiene viva mi historia, aunque sea por contraste. A la gente le encanta conocer la verdad sobre aquel niño que parecía tan feliz.
«Die reinste Freude ist die Schadenfreude.»
Esta semana, mi perra desentierra una cebolla y se la come.
Yo me dedico a llamar a un veterinario tras otro, intentando encontrar a alguien que la salve. Llegado este punto, el dinero no es problema. Puedo pagar cualquier cosa.
Mi perra y yo tenemos una vida magnífica. Somos muy felices. Es mientras estoy al teléfono, hojeando las páginas amarillas, cuando mi querida perrita Skip deja de respirar.
Charles Michael Chuck Palahniuk (Pasco, Washington, Estados Unidos, 21 de febrero de 1962)1 . Novelista satírico estadounidense y periodista independiente residente en Portland (Oregón). Es famoso por su galardonada novela El club de la lucha, que posteriormente David Fincher adaptó al cine. En torno a su web oficial se reúne uno de los mayores grupos de seguidores de escritores en Internet. Sus obras, similares en estilo a las de Bret Easton Ellis, Irvine Welsh y Douglas Coupland, le han hecho uno de los novelistas más populares de la Generación X.
Hijo de Carol y Fred Palahniuk (pronunciado Pôlənĭk), creció con su familia en una casa móvil en Burbank (Washington). Más tarde sus padres se divorciaron, y a menudo lo enviaban, junto con sus tres hermanos, a vivir con sus abuelos en su rancho ganadero del este de Washington.2
Palahniuk se graduó en 1986 de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Oregón. En sus tiempos de estudiante, trabajó en prácticas para la cadena de radio KLCC de la National Public Radio en Eugene. Poco después se trasladó a Portland. Tras escribir para el periódico local durante un breve periodo, se colocó de mecánico diesel en la compañía de camiones Freightliner, donde permaneció hasta que su carrera literaria despegó. Durante ese tiempo, escribió manuales sobre reparación de camiones y trabajó una breve temporada como periodista (ocupación a la que no regresó hasta convertirse en un novelista de éxito). Tras asistir informalmente a un seminario introductorio gratuito impartido por una organización llamada Landmark Education, Palahniuk abandonó su trabajo como periodista en 1988.3 Palahniuk realizó trabajos voluntarios en un albergue para personas sin hogar; más tarde, también colaboró en un hospicio como acompañante, proporcionando transporte para enfermos en fase terminal y llevándoles a reuniones de grupos de apoyo. Dejó los trabajos sociales tras la muerte de un paciente con quien se había encariñado (Palahniuk, p.195-199).4
Palahniuk se convertiría también en miembro de la rebelde Cacophony Society en su edad adulta. Es un participante habitual en sus acontecimientos, incluyendo el SantaCon (una fiesta de Navidad pública que incluye bromas y borracheras) que se celebra anualmente en Portland. Su participación en la Cacophony Society inspiró algunos de los sucesos de sus libros, tanto ficticios como reales.4 Notablemente, usó a la Cacophony Society como base para el Proyecto Mayhem en El club de la lucha.
Palahniuk comenzó a escribir ficción cuando tenía más de treinta años mientras acudía a talleres impartidos por Tom Spanbauer, a los que iba para hacer nuevos amigos según él mismo recuerda. Spanbauer inspiró en gran medida el estilo minimalista de Palahniuk. Su primer libro, Insomnia: If You Lived Here, You'd Be Home Already, nunca fue publicado debido a su desilusión con la historia (aunque rescató una pequeña parte y la usó en El club de la lucha). Cuando intentó publicar su siguiente obra, Monstruos invisibles, los editores la rechazaron por ser demasiado perturbadora. Esto le llevó a escribir su más famosa novela, El club de la lucha, con el objeto de intentar perturbar al editor incluso más para que la rechazara. Palahniuk escribió esta historia en su tiempo libre mientras trabajaba para Freightliner. Tras aparecer inicialmente como una historia corta en la recopilación Pursuit of Happiness (que sería el capítulo 6), Palahniuk la amplió hasta una novela, la que, en contra de sus expectativas, el editor estuvo dispuesto a publicar.5 Aunque la primera edición recibió críticas positivas y algunos premios, estuvo poco tiempo a la venta. Sin embargo, el libro se abrió camino hasta Hollywood, donde David Fincher completó la película en 1999. Fue un fracaso en taquilla (aunque ocupó el primer puesto en la recaudación de su primer fin de semana de exhibición en Estados Unidos) pero pronto se convirtió en película de culto tras ser lanzada en DVD. La novela ha sido reeditada tres veces en edición de bolsillo: en 1999, en 2004 (con un nuevo prólogo del autor sobre el éxito de la adaptación cinematográfica) y en 2005 (con un epílogo de Palahniuk).
Una versión revisada de Monstruos invisibles, así como su cuarta novela, Superviviente, fueron publicadas ese año, permitiendo a Palahniuk convertirse en una estrella. Pocos años después Palahniuk consiguió su primer superventas en la lista del New York Times con Asfixia. Desde entonces, los libros de Palahniuk han repetido con frecuencia este éxito.
1999 fue también un año que le acarreó una gran tragedia personal. Su padre Fred había empezado a salir con Donna Fontaine, una mujer a la que había conocido a través de un anuncio de contacto bajo el título de Kismet y quien había logrado enviar a prisión a su anterior novio, Dale Shackleford, por abuso sexual. Éste había jurado matarla tan pronto saliera de la cárcel. Palahniuk cree que mediante su anuncio de contacto Fontaine estaba buscando a un hombre que pudiera protegerla.6 Tras ser liberado, Shackleford siguió a Fontaine y a Fred Palahniuk hasta la casa de ella en Kendrick (Idaho), les disparó a los dos y arrastró sus cuerpos hasta la cabaña de Fontaine, a la que prendió fuego. En la primavera de 2001, Shackleford fue declarado culpable de dos cargos de asesinato en primer grado y sentenciado a muerte. Al hilo de estos sucesos, Palahniuk comenzó a trabajar en la novela Nana. Según ha declarado, la escribió para ayudarse a sobrellevar el haber ayudado a decidir que Shackleford fuera condenado a muerte.
En septiembre de 2003, durante una entrevista dada a Karen Valby para Entertainment Weekly, Palahniuk mencionó, de manera confidencial, información sobre su pareja. Aunque muchos creían que estaba casado con una mujer (algunos periodistas afirmaba que tenía esposa), en realidad vivía con un hombre. Palahniuk, asumiendo que Valby publicaría esa información sin su consentimiento, colgó una airada grabación de audio en su sitio web en la que no sólo revelaba que es homosexual, sino que también hacía comentarios negativos sobre Valby y un miembro de su familia. Sin embargo, los temores del escritor resultaron infundados, pues Valby no reveló nada en su artículo sobre la vida personal de Palahniuk, aparte del hecho de que no estaba casado. La grabación fue posteriormente retirada del sitio web, lo que fue interpretado por algunos seguidores como que Palahniuk se avergonzaba de su homosexualidad. Según Dennis Widmyer, el administrador de la página, la grabación no fue retirada por la revelación de su homosexualidad, sino por lo que decía de Valby. Palahniuk envió después una nueva grabación a su sitio, pidiendo a sus fans que no se tomasen muy mal estos sucesos; se disculpó asimismo por su comportamiento, afirmando que desearía no haber grabado el primer mensaje.7
Mientras estaba en la gira de 2003 para promocionar su novela Fantasmas, Palahniuk leyó a sus oyentes una historia corta titulada Tripas (Guts), un relato de accidentes relacionados con la masturbación que aparece en el libro. Se informó de que unas 35 personas se desmayaron mientras oían la lectura (aunque es posible que muchos de estos incidentes fueran representados por fans de Palahniuk como efecto humorístico).8 La revista Playboy lo publicó más tarde, en marzo de 2004; Palahniuk les ofreció sacar otra historia junto con éste, pero los editores encontraron demasiado perturbador el segundo relato. En su gira para promocionar Stranger Than Fiction: True Stories en el verano de 2004, volvió a leer la historia a la audiencia, elevando el total de desmayos a 53, y más tarde a 60, durante la gira para promocionar la edición de bolsillo de Diario: una novela. El último desmayo ocurrió en noviembre de 2004 en Durham (Carolina del Norte). Aparentemente Palahniuk no da importancia a estos incidentes, que no ha evitado que sus fans lean Tripas o sus otras obras.
Los libros de Palahniuk anteriores a Nana tienen similitudes características. Los personajes son gente que ha sido marginada de una u otra forma por la sociedad, y que a menudo reaccionan con agresividad autodestructiva (una forma de historia que el autor gusta en describir como ficción transgresiva). Mediante estos relatos, intenta comentar los problemas actuales de la sociedad, tales como el materialismo. Sin embargo, con la controversia que rodea las obras literarias sobre dichos temas tras los atentados del 11-S, Palahniuk decidió comenzar a escribir usando un enfoque más sutil para obtener el mismo mensaje. Empezando con Nana, sus novelas han sido historias de horror satíricas. Aunque diferentes de los anteriores libros en la trama, siguen guardando muchas similitudes con obras anteriores.
Los relatos de los libros de Palahniuk empiezan a menudo en el final cronológico, con el protagonista recordando los sucesos que le llevaron al punto en el que libro comienza. Nana usó una variante de esto, alternando entre la narrativa normal lineal y el final cronológico tras cada pocos capítulos. Sin embargo, entre las excepciones a esta estructura se incluyen Asfixia y Diario: una novela (que son más lineales). A menudo hay un giro fundamental en la trama que se revela cerca del final del libro relacionado de alguna manera con el final cronológico (al que Palahniuk se refiere como «la pistola escondida»). Sus obras más lineales, aunque no empiecen igual, incluyen también giros parecidos en la trama.
El estilo de Palahniuk se inspira en buena parte en el de escritores tales como Gordon Lish y Amy Hempel. En lo que el autor define como un enfoque minimalista, sus obras usan un vocabulario limitado y frases cortas para imitar la forma en la que una persona normal contando una historia hablaría. En una entrevista, afirmó que prefiere escribir verbos en lugar de adjetivos. Las repeticiones de ciertas frases en el relato de las historias (a las que Palahniuk llama «estribillos») son uno de los aspectos más comunes de su estilo, encontrándose dispersas en la mayoría de los capítulos de sus novelas. Palahniuk ha dicho que hay también algunos estribillos entre novelas: se dice que el color azul aciano y la ciudad de Missoula (Montana) aparecen en todos sus libros. Sin embargo, Palahniuk es famoso por su humor negro cínico e irónico que aparece en toda su obra. Es la mezcla de este sentido del humor y de los extraños sucesos sobre los que giran estas historias (considerados molestos por algunos lectores) lo que ha provocado que a veces Palahniuk sea etiquetado de «escritor impactante» por los medios.
Cuando no escribe ficción, Palahniuk tiende a escribir obras cortas de no ficción. Trabajando como periodista independiente entre libro y libro, escribe ensayos y reportajes sobre una variedad de temas; a veces participa en los sucesos sobre los que escribe, teniendo estas obras mucho trabajo de campo. También ha escrito entrevistas a celebridades como Juliette Lewis y Marilyn Manson. Estas obras aparecen en varias revistas y periódicos, tales como Los Angeles Times y Gear. Algunos de estos relatos han aparecido en su libro Stranger Than Fiction: True Stories.4 Fuera de su obra de no ficción, Palahniuk también incluye algunos factoides en sus obras de ficción. Según el autor, los incluye para sumergir mejor al lector en su obra. Por otra parte, cierto número de ellos son falsos o engañosos, a propósito o no.
Ha sido calificado de «escritor impactante» debido a la anormalidad de las situaciones en sus obras, que son tratadas con humor en lugar de con crítica.9 Hay también cierto cuestionamiento sobre la necesidad de los factoides no ficticios que aparecen en sus novelas, lo que no hace más que apoyar el argumento anterior. Muchos críticos afirman que sus obras son nihilistas o exploraciones del nihilismo. Sin embargo, Palahniuk afirma que en realidad es un romántico y que sus obras se toman por error como nihilistas simplemente porque expresan ideas en las que otros no creen.10
Algunos críticos han afirmado que ven elementos de sexismo en sus historias.11 Es verdad que estos elementos aparecen en la adaptación cinematográfica de El club de la lucha, aunque el guion no fue escrito por el propio Palahniuk. También hay quien sostiene que sus novelas contienen también afirmaciones chovinistas.
Laura Miller de Salon.com escribió una mordaz crítica de Diario: una novela,12 provocando la respuesta de los seguidores y del propio Palahniuk en la sección de Cartas de Salon.13
Se ha argumentado asimismo que tras El club de la lucha las novelas de Palahniuk han sido demasiado parecidas estilísticamente. Por ejemplo, afirman que los narradores de El club de la lucha, Asfixia y Superviviente tienen voces y estilos de escritura muy parecidos, a pesar de proceder de ambientes radicalmente diferentes (por ejemplo, El club de la lucha es narrada por un trabajador de cuello blanco culto y cínico, mientras Superviviente es narrada por el superviviente de una secta suicida que ha crecido aislado). Las características comunes a estas tres novelas incluyen el uso de párrafos y frases muy cortas, referencias a la cultura pop y chistes cínicos sobre el statu quo.
También le han acusado de escribir sobre temas escabrosos simplemente por ser lo que se espera de él. En la crítica de Fantasmas publicada en The Onion, el autor escribió que las escenas escabrosas «se amontonan hasta el extremo de parecer que Palahniuk simplemente se reta a sí mismo a superar cada infame degradación con algo peor».14
Hay también algunas discrepancias sobre el conocimiento científico de Palahniuk. Por ejemplo, en Superviviente confunde la velocidad terminal de una persona en caída libre con la aceleración de la gravedad. Que estos errores sean intencionales o no es discutible: muchas de sus novelas están llenas de leyendas urbanas, mitos y otras falsedades. Por ejemplo, poco de lo que el protagonista de Asfixia cuenta sobre la historia colonial tiene alguna base real, repitiendo viejos mitos tales como el del origen de Ring around the rosey. Sin embargo, otras historias son ciertas, como la de un joven de la época colonial condenado por zoofilia (puede comprobarse en el Diario de William Bradford).
Tras el éxito de la película de El club de la lucha, se generó cierto interés en adaptar Superviviente al cine. Los derechos cinematográficos de Superviviente fueron vendidos primero a comienzos de 2001, pero ningún estudio cinematográfico se ha comprometido a rodar la historia. Tras los ataques sobre El Pentágono el 11 de septiembre de 2001, los estudios aparentemente estimaron que la novela era demasiado controvertida para ser filmada. Esto se debe al hecho de que el protagonista de Superviviente secuestra un avión de pasajeros y lo estrella en el interior de Australia. Sin embargo, a mediados de 2004 la 20th Century Fox decidió comprometerse a adaptar la novela de Palahniuk. Éste afirma que el equipo responsable de la película Constantine trabajará en Superviviente.15
Mientras tanto, los derechos cinematográficos de Monstruos invisibles y Diario: una novela también se han vendido. Aunque se sabe poco de estos proyectos, sí se conoce que Jessica Biel ha firmado para interpretar los papeles de Shannon y Brandy en Monstruos invisibles, que se suponía que iba a comenzar a rodarse en 2004 pero que en el 2005 aún no ha empezado a producirse. La adaptación de Asfixia, estrenada en 2008, ha sido rodada por Clark Gregg, actor, guionista y director, y protagonizada por Sam Rockwell y Angelica Houston. David Fincher ha expresado su interés por rodar Diario: una novela como miniserie para la HBO.16 «[1]»
Además de la película, El club de la lucha fue también adaptado a un videojuego de lucha lejanamente basado en la película, que fue lanzado en octubre de 2004 obteniendo unánimes malas críticas. Palahniuk ha mencionado en algunas de sus lecturas que está trabajando en un musical basado en El club de la lucha con David Fincher y Trent Reznor.17 Brad Pitt, que interpretó el papel de Tyler Durden en la película, ha expresado también su interés por participar.
Las adaptaciones al cómic de Monstruos invisibles y Nana, dibujadas por Kissgz (también conocido como Gabor) está disponibles el sitio web oficial de fans.
En 2003, miembros del sitio web oficial de Palahniuk hicieron un documental sobre su vida titulado Postcards from the Future: The Chuck Palahniuk Documentary.
El sitio web oficial de fans, llamado por los propios miembros «La Secta» (The Cult), ha empezado un taller de escritura donde el propio Palahniuk enseña los trucos del oficio. Cada mes Palahniuk cuelga un ensayo sobre uno de sus métodos de escritura, y contesta preguntas sobre ellos durante el siguiente mes. Palahniuk piensa recopilar todos estos ensayos en un libro sobre escritura minimalista.
Palahniuk también intenta responder cada correo que le envían sus fans. A veces envía regalos curiosos (como manos de plástico mutiladas, tiaras del baile de graduación y máscaras) junto con sus respuestas. A menudo también reparte estos regalos a los fans en sus lecturas, en ocasiones como premio por hacerle preguntas. Además de firmar los libros de los fans en estas lecturas, también los marca con sellos de caucho divertidos que aluden a sus novelas (por ejemplo, un sello de «Propiedad de la Clínica de Reasignamiento de Sexo del B. Alexander» en una copia de Monstruos invisibles).
Un grupo musical británico llamado Fightstar retituló su canción Out Swimming In The Flood (llamada así por el tsunami que provocó el terremoto del océano Índico de 2004) a Palahniuk's Laughter porque pensaron que la teoría de Palahniuk sobre que las risas enlatadas grabadas en los años 1950 se siguen emitiendo actualmente era interesante.
La banda estadounidense Panic! at the Disco incluye en su disco A Fever You Can't Sweat Out muchas referencias a sus novelas. El título de la canción "The Only Difference Between Martyrdom And Suicide Is Press Coverage" fue tomado de su novela Survivor. En el tema "London Beckoned Songs About Money Written by Machines" la frase "Just for the record, the weather today is..." es una frase recurrente en Diario: una novela. En el tema "Time to Dance" es aun más notorio: la canción se basa en Monstruos invisibles, lo podemos ver en la frase "When I say shotgun, you say wedding..." (Cuando yo diga escopeta, tu dices boda...) deriva de que en la primera escena del libro hay un personaje que es disparado con una escopeta en una boda. "Give me envy, give me malice, give me your attention" (Dame envidia, dame malicia, dame tu atención) es una frase recurrente del narrador. "Walls line the bullet holes" (Las paredes forran los hoyos de balas): la novela comienza con un tiroteo; "Boys will be boys hiding in estrogens" (Los chicos serán chicos escondiéndose en estrógenos): en la novela hay un travesti. "Wearing aubergine dreams" (Vistiendo sueños color berenjena): se refiere al color favorito de maquillaje del personaje anterior. Premios. 1997: Premio de la Pacific Northwest Booksellers Association (por El club de la lucha).1997: Premio a la mejor novela Oregon Book (por El club de la lucha)18.2003: Premio de la Pacific Northwest Booksellers Association (por Nana)19. Novelas.El club de la lucha (Fight Club, 1996), trad. de Pedro González del Campo, publicada por El Aleph en 1999 y por Mondadori en 2010. Superviviente (Survivor, 1999), trad. de Pablo Álvarez, publicada por El Aleph en 2000. Monstruos invisibles (Invisible Monsters, 1999), trad. de Catalina Martínez, publicada por Mondadori en 2003. Asfixia (Choke, 2001), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2001. Nana (Lullaby, 2002), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2003. Diario: una novela (Diary, 2003), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2004. Fantasmas (Haunted, 2005), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2006. Rant: La vida de un asesino (Rant, 2007), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2007. Snuff (Snuff, 2008), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2010. Pigmeo (Pygmy, 2009), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2011. Al desnudo (Tell-All, 2010), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2012.Condenada (Damned, 2011), trad. de Javier Calvo, publicada por Mondadori en 2013. Invisible Monsters Remix (Invisible Monsters Remix, 2012). No traducida todavía al español.. Doomed (Doomed, 2013). No traducida todavía al español.. Beautiful You (2014). No traducida todavía al español.. Make Something Up (2015). Sin publicar..Fight Club 2 (2015), novela gráfica. Anunciada. Novela corta. "Fetch" in Dark Delicacies III (2009). "Loser" in Stories (2010)."Romance" in Playboy (2011).
Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto: Archivo.

El cuento del domingo


Guillermo Martínez
Infierno grande
Muchas veces, cuando el almacén está vacío y sólo se escucha el zumbido de las moscas, me acuerdo del muchacho aquel que nunca supimos cómo se llamaba y que nadie en el pueblo volvió a mencionar.
Por alguna razón que no alcanzo a explicar lo imagino siempre como la primera vez que lo vimos, con la ropa polvorienta, la barba crecida, y, sobre todo, con aquella melena larga y desprolija que le caía casi hasta los ojos. Era recién el principio de la primavera y por eso, cuando entró al almacén, yo supuse que sería un mochilero de paso al sur. Compró latas de conserva y yerba, o café; mientras le hacía la cuenta se miró en el reflejo de la vidriera, se apartó el pelo de la frente, y me preguntó por una peluquería.
Dos peluquerías había entonces en Puente Viejo; pienso ahora que si hubiera ido a lo del viejo Melchor quizá nunca se hubiera encontrado con la Francesa y nadie habría murmurado. Pero bueno, la peluquería de Melchor estaba en la otra punta del pueblo y de todos modos no creo que pudiera evitarse lo que sucedió.
La cuestión es que lo mandé a la peluquería de Cervino y parece que mientras Cervino le cortaba el pelo se asomó la Francesa. Y la Francesa miró al muchacho como miraba ella a los hombres. Ahí fue que empezó el maldito asunto, porque el muchacho se quedó en el pueblo y todos pensamos lo mismo: que se quedaba por ella.
No hacía un año que Cervino y su mujer se habían establecido en Puente Viejo y era muy poco lo que sabíamos de ellos. No se daban con nadie, como solía comentarse con rencor en el pueblo. En realidad, en el caso del pobre Cervino era sólo timidez, pero quizá la Francesa fuera, sí, un poco arrogante. Venían de la ciudad, habían llegado el verano anterior, al comienzo de la temporada, y recuerdo que cuando Cervino inauguró su peluquería yo pensé que pronto arruinaría al viejo Melchor, porque Cervino tenía diploma de peluquero y premio en un concurso de corte a la navaja, tenía tijera eléctrica, secador de pelo y sillón giratorio, y le echaba a uno savia vegetal en el pelo y hasta spray si no se lo frenaba a tiempo. Además, en la peluquería de Cervino estaba siempre el último El Gráfico en el revistero. Y estaba, sobre todo, la Francesa.
Nunca supe muy bien por qué le decían la Francesa y nunca tampoco quise averiguarlo: me hubiera desilusionado enterarme, por ejemplo, de que la Francesa había nacido en Bahía Blanca o, peor todavía, en un pueblo como éste. Fuera como fuese, yo no había conocido hasta entonces una mujer como aquélla. Tal vez era simplemente que no usaba corpiño y que hasta en invierno podía uno darse cuenta de que no llevaba nada debajo del pulóver. Tal vez era esa costumbre suya de aparecerse apenas vestida en el salón de la peluquería y pintarse largamente frente al espejo, delante de todos. Pero no, había en la Francesa algo todavía más inquietante que ese cuerpo al que siempre parecía estorbarle la ropa, más perturbador que la hondura de su escote. Era algo que estaba en su mirada. Miraba a los ojos, fijamente, hasta que uno bajaba la vista. Una mirada incitante, promisoria, pero que venía ya con un brillo de burla, como si la Francesa nos estuviera poniendo a prueba y supiera de antemano que nadie se le animaría, como si ya tuviera decidido que ninguno en el pueblo era hombre a su medida. Así, con los ojos provocaba y con los ojos, desdeñosa, se quitaba. Y todo delante de Cervino, que parecía no advertir nada, que se afanaba en silencio sobre las nucas, haciendo sonar cada tanto sus tijeras en el aire.
Sí, la Francesa fue al principio la mejor publicidad para Cervino y su peluquería estuvo muy concurrida durante los primeros meses. Sin embargo, yo me había equivocado con Melchor. El viejo no era tonto y poco a poco fue recuperando su clientela: consiguió de alguna forma revistas pornográficas, que por esa época los militares habían prohibido, y después, cuando llegó el Mundial, juntó todos sus ahorros y compró un televisor color, que fue el primero del pueblo. Entonces empezó a decir a quien quisiera escucharlo que en Puente Viejo había una y sólo una peluquería de hombres: la de Cervino era para maricas.
Con todo, creo yo que si hubo muchos que volvieron a la peluquería de Melchor fue, otra vez, a causa de la Francesa: no hay hombre que soporte durante mucho tiempo la burla o la humillación de una mujer.
Como decía, el muchacho se quedó en el pueblo. Acampaba en las afueras, detrás de los médanos, cerca de la casona de la viuda de Espinosa. Al almacén venía muy poco; hacía compras grandes, para quince días o para el mes entero, pero en cambio iba todas las semanas a la peluquería. Y como costaba creer que fuera solamente a leer El Gráfico, la gente empezó a compadecer a Cervino. Porque así fue, al principio todos compadecían a Cervino. En verdad, resultaba fácil apiadarse de él: tenía cierto aire inocente de querubín y la sonrisa pronta, como suele suceder con los tímidos. Era extremadamente callado y en ocasiones parecía sumirse en un mundo intrincado y remoto: se le perdía la mirada y pasaba largo rato afilando la navaja, o hacía chasquear interminablemente las tijeras y había que toser para retornarlo. Alguna vez, también, yo lo había sorprendido por el espejo contemplando a la Francesa con una pasión muda y reconcentrada, como si ni él mismo pudiese creer que semejante hembra fuera su esposa. Y realmente daba lástima esa mirada devota, sin sombra de sospechas.
Por otro lado, resultaba igualmente fácil condenar a la Francesa, sobre todo para las casadas y casaderas del pueblo, que desde siempre habían hecho causa común contra sus temibles escotes. Pero también muchos hombres estaban resentidos con la Francesa: en primer lugar, los que tenían fama de gallos en Puente Viejo, como el ruso Nielsen, hombres que no estaban acostumbrados al desprecio y mucho menos a la sorna de una mujer.
Y sea porque se había acabado el Mundial y no había de qué hablar, sea porque en el pueblo venían faltando los escándalos, todas las conversaciones desembocaban en las andanzas del muchacho y la Francesa. Detrás del mostrador yo escuchaba una y otra vez las mismas cosas: lo que había visto Nielsen una noche en la playa, era una noche fría y sin embargo los dos se desnudaron y debían estar drogados porque hicieron algo que Nielsen ni entre hombres terminaba de contar; lo que decía la viuda de Espinosa, que desde su ventana siempre escuchaba risas y gemidos en la carpa del muchacho, los ruidos inconfundibles de dos que se revuelcan juntos; lo que contaba el mayor de los Vidal, que en la peluquería, delante de él y en las narices de Cervino... en fin, quién sabe cuánto habría de cierto en todas aquellas habladurías.
Un día nos dimos cuenta de que el muchacho y la Francesa habían desaparecido. Quiero decir, al muchacho no lo veíamos más y tampoco aparecía la Francesa, ni en la peluquería ni en el camino a la playa, por donde solía pasear. Lo primero que pensamos todos es que se habían ido juntos y tal vez porque las fugas tienen siempre algo de romántico, o tal vez porque el peligro ya estaba lejos, las mujeres parecían dispuestas ahora a perdonar a la Francesa: era evidente que en ese matrimonio algo fallaba, decían; Cervino era demasiado viejo para ella y por otro lado el muchacho era buen mozo... Y comentaban entre sí con risitas de complicidad que quizás ellas hubieran hecho lo mismo.
Pero una tarde que se conversaba de nuevo sobre el asunto estaba en el almacén la viuda de Espinosa y la viuda dijo con voz de misterio que a su entender algo peor había ocurrido; el muchacho aquel, como todos sabíamos, había acampado cerca de su casa y, aunque ella tampoco lo había vuelto a ver, la carpa todavía estaba allí; y le parecía muy extraño -repetía aquello, muy extraño - que se hubieran ido sin llevar la carpa. Alguien dijo que tal vez debería avisarse al comisario y entonces la viuda murmuró que sería conveniente vigilar también a Cervino. Recuerdo que yo me enfurecí pero no sabía muy bien cómo responderle: tengo por norma no discutir con los clientes.
Empecé a decir débilmente que no se podía acusar a nadie sin pruebas, que para mí era imposible que Cervino, que justamente Cervino... Pero aquí la viuda me interrumpió: era bien sabido que los tímidos, los introvertidos, cuando están fuera de sí son los más peligrosos.
Estábamos todavía dando vueltas sobre lo mismo, cuando Cervino apareció en la puerta. Hubo un gran silencio; debió advertir que hablábamos de él porque todos trataban de mirar hacia otro lado. Yo pude observar cómo enrojecía y me pareció más que nunca un chico indefenso, que no había sabido crecer.
Cuando hizo el pedido noté que llevaba poca comida y que no había comprado yoghurt. Mientras pagaba, la viuda le preguntó bruscamente por la Francesa.
Cervino enrojeció otra vez, pero ahora lentamente, como si se sintiera honrado con tanta solicitud. Dijo que su mujer había viajado a la ciudad para cuidar al padre, que estaba muy enfermo, pero que pronto volvería, tal vez en una semana. Cuando terminó de hablar había en todas las caras una expresión curiosa, que me costó identificar: era desencanto. Sin embargo, apenas se fue Cervino, la viuda volvió a la carga. A ella, decía, no la había engañado ese farsante, nunca más veríamos a la pobre mujer. Y repetía por lo bajo que había un asesino suelto en Puente Viejo y que cualquiera podía ser la próxima víctima.
Transcurrió una semana, transcurrió un mes entero y la Francesa no volvía. Al muchacho tampoco se lo había vuelto a ver. Los chicos del pueblo empezaron a jugar a los indios en la carpa abandonada y Puente Viejo se dividió en dos bandos: los que estaban convencidos de que Cervino era un criminal y los que todavía esperábamos que la Francesa regresara, que éramos cada vez menos. Se escuchaba decir que Cervino había degollado al muchacho con la navaja, mientras le cortaba el pelo, y las madres les prohibían a los chicos que jugaran en la cuadra de la peluquería y les rogaban a sus esposos que volvieran con Melchor.
Sin embargo, aunque parezca extraño, Cervino no se quedó por completo sin clientes: los muchachos del pueblo se desafiaban unos a otros a sentarse en el fatídico sillón del peluquero para pedir el corte a la navaja, y empezó a ser prueba de hombría llevar el pelo batido y con spray.
Cuando le preguntábamos por la Francesa, Cervino repetía la historia del suegro enfermo, que ya no sonaba tan verdadera. Mucha gente dejó de saludarlo y supimos que la viuda de Espinosa había hablado con el comisario para que lo detuviese. Pero el comisario había dicho que mientras no aparecieran los cuerpos nada podía hacerse.
En el pueblo se empezó entonces a conjeturar sobre los cadáveres: unos decían que Cervino los había enterrado en su patio; otros, que los había cortado en tiras para arrojarlos al mar, y así Cervino se iba convirtiendo en un ser cada vez más monstruoso.
Yo escuchaba en el almacén hablar todo el tiempo de lo mismo y empecé a sentir un temor supersticioso, el presentimiento de que en aquellas interminables discusiones se iba incubando una desgracia. La viuda de Espinosa, por su parte, parecía haber enloquecido. Andaba abriendo pozos por todos lados con una ridícula palita de playa, vociferando que ella no descansaría hasta encontrar los cadáveres.
Y un día los encontró.
Fue una tarde a principios de noviembre. La viuda entró en el almacén preguntándome si tenía palas; y dijo en voz bien alta, para que todos la escucharan, que la mandaba el comisario a buscar palas y voluntarios para cavar en los médanos detrás del puente. Después, dejando caer lentamente las palabras, dijo que había visto allí, con sus propios ojos, un perro que devoraba una mano humana. Me estremecí; de pronto todo era verdad y mientras buscaba en el depósito las palas y cerraba el almacén seguía escuchando, aún sin poder creerlo, la conversación entrecortada de horror, perro, mano, mano humana.
La viuda encabezó la marcha, airosa. Yo iba último, cargando las palas. Miraba a los demás y veía las mismas caras de siempre, la gente que compraba en el almacén yerba y fideos. Miraba a mi alrededor y nada había cambiado, ningún súbito vendaval, ningún desacostumbrado silencio. Era una tarde como cualquier otra, a la hora inútil en que se despierta de la siesta. Abajo se iban alineando las casas, cada vez más pequeñas, y hasta el mar, distante, parecía pueblerino, sin acechanzas. Por un momento me pareció comprender de dónde provenía aquella sensación de incredulidad: no podía estar sucediendo algo así, no en Puente Viejo.
Cuando llegamos a los médanos el comisario no había encontrado nada aún. Estaba cavando con el torso desnudo y la pala subía y bajaba sin sobresaltos. Nos señaló vagamente en torno y yo distribuí las palas y hundí la mía en el sitio que me pareció más inofensivo. Durante un largo rato sólo se escuchó el seco vaivén del metal embistiendo la tierra. Yo le iba perdiendo el miedo a la pala y estaba pensando que tal vez la viuda se había confundido, que quizá no fuera cierto, cuando oímos un alboroto de ladridos. Era el perro que había visto la viuda, un pobre animal raquítico que se desesperaba alrededor de nosotros. El comisario quiso espantarlo a cascotazos pero el perro volvía y volvía y en un momento pareció que iba a saltarle encima. Entonces nos dimos cuenta de que era ése el lugar, el comisario volvió a cavar, cada vez más rápido, era contagioso aquel frenesí, las palas se precipitaron todas juntas y de pronto el comisario gritó que había dado con algo; escarbó un poco más y apareció el primer cadáver.
Los demás apenas le echaron un vistazo y volvieron enseguida a las palas, casi con entusiasmo, a buscar a la Francesa, pero yo me acerqué y me obligué a mirarlo con detenimiento. Tenía un agujero negro en la frente y tierra en los ojos. No era el muchacho.
Me di vuelta, para advertirle al comisario, y fue como si me adentrara en una pesadilla: todos estaban encontrando cadáveres, era como si brotaran de la tierra, a cada golpe de pala rodaba una cabeza o quedaba al descubierto un torso mutilado. Por donde se mirara muertos y más muertos, cabezas, cabezas.
El horror me hacía deambular de un lado a otro; no podía pensar, no podía entender, hasta que vi una espalda acribillada y más allá una cabeza con vendas en los ojos. Miré al comisario y el comisario también sabía, nos ordenó que nos quedáramos allí, que nadie se moviera, y volvió al pueblo, a pedir instrucciones.
Del tiempo que transcurrió hasta su regreso sólo recuerdo el ladrido incesante del perro, el olor a muerto y la figura de la viuda hurgando con su palita entre los cadáveres, gritándonos que había que seguir, que todavía no había aparecido la Francesa. Cuando el comisario volvió caminaba erguido y solemne, como quien se apresta a dar órdenes. Se plantó delante de nosotros y nos mandó que enterrásemos de nuevo los cadáveres, tal como estaban. Todos volvimos a las palas, nadie se atrevió a decir nada. Mientras la tierra iba cubriendo los cuerpos yo me preguntaba si el muchacho no estaría también allí. El perro ladraba y saltaba enloquecido. Entonces vimos al comisario con la rodilla en tierra y el arma entre las manos. Disparó una sola vez. El perro cayó muerto. Dio luego dos pasos con el arma todavía en la mano y lo pateó hacia delante, para que también lo enterrásemos.
Antes de volver nos ordenó que no hablásemos con nadie de aquello y anotó uno por uno los nombres de los que habíamos estado allí.
La Francesa regresó pocos días después: su padre se había recuperado por completo. Del muchacho, en el pueblo nunca hablamos. La carpa la robaron ni bien empezó la temporada.

Guillermo Martínez (Bahía Blanca, Buenos Aires, 29 de julio de 1962). Escritor y matemático argentino.
Licenciado en matematica por la Universidad Nacional del Sur en 1984, se doctoró en Buenos Aires en Lógica en 1992 y posteriormente completó estudios posdoctorales en Oxford.
En 1993 participa en el Foro Internacional "Literatura y Compromiso" en Mollina (Málaga), encuentro de jóvenes escritores españoles e iberoamericanos organizado por el Ministerio de Asuntos Sociales español. En 1999 recibe una beca de la Fundación Antorchas con la que reside dos meses en el Banff Centre for the Arts de Canadá.
En 2000 y 2001 recibe becas para residencias en la colonia de artistas MacDowell, en los EE. UU. En 2002 participó del programa internacional de escritores de la Universidad de Iowa. En 2004 tuvo una residencia en el castillo Civitella Ranieri (Italia).
Colaborador habitual con artículos, cuentos y reseñas en los diarios La Nación, Clarín y Página 12.
En 2006, fue galardonado con el Premio Mandarache Jóvenes Lectores de Cartagena, cuyo premio fue entregado por el director Álex de la Iglesia, quien dirigió la película basada en su libro Crímenes imperceptibles. En 2014 la Fundación Konex le otorgó el Diploma al Mérito de los Premios Konex como uno de los 5 mejores novelistas del período 2004-2007 de la Argentina.
En 2014 fue elegido como el primer ganador del I Premio Hispanoaméricano de Cuento Gabriel García Márquez, por su libro de cuentos, Una Felicidad Repulsiva. Libros de relatos. Infierno grande (1989, edición en Argentina en ed. Legasa / en España en 2001 en ed. Destino), primer premio del Fondo Nacional de las Artes. Una felicidad repulsiva (2013, edición en Planeta Argentina). Novelas. Acerca de Roderer (1993, edición en Planeta Argentina / en España en 1996 en Plaza & Janés y reeditado en 2005 por Destino). La mujer del maestro (1998, edición en Planeta Argentina / en España en 1999 en Destino).Crímenes imperceptibles (2003, edición en Planeta Argentina / en España en 2004 en Destino titulada "Los crímenes de Oxford"), Premio Planeta Argentina y Premio Mandarache Jóvenes Lectores. La muerte lenta de Luciana B. (2007, edición en Planeta Argentina / en España en 2007 en Destino). Yo también tuve una novia bisexual (2011, edición Planeta Argentina). Ensayos. Borges y la matemática (2003, edición de la Universidad de Buenos Aires y en 2006 en Seix Barral-Planeta Argentina / en España en 2007 en Destino). La fórmula de la inmortalidad (2005, edición en Seix Barral-Planeta Argentina).Gödel para todos (2009, edición en Seix Barral-Planeta Argentina / en España en 2010 en Destino), obra de divulgación científica, coescrito con Gustavo Piñeiro.
Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: Internet. Foto:Archivo.

El cuento del domingo

Alberto Chimal
El juego más antiguo
Y pasó que en la tierra de Mundarna, en un cruce de caminos, una tarde de invierno, se encontraron dos brujas. Una se llamaba Antazil, la otra Bondur. Eran expertas en sus artes y sobre todo en el de la transformación, que permite a sus adeptos mudar de apariencia y de naturaleza. Venían de lugares lejanos, igualmente distantes, y se odiaban.
La causa no es tan importante: los conflictos de los poderosos son los nuestros, igual de terribles o de mezquinos, por más que ellos se empeñen en pintarlos dignos de más atención, de horror o maravilla, de arrastrar pueblos y naciones. Básteme decir que habían conversado, por medios mágicos, y decidido: que ninguna podía tolerar más la existencia de la otra, y que allí, lejos de miradas indiscretas, lejos de cualquiera que pudiese sufrir daño, resolverían sus diferencias de una vez.
Una llegó por el norte, caminando. La otra por el sur. Cuando estuvieron cerca, a unos palmos de tierra fría la una de la otra, se detuvieron. Se miraron, y no dijeron nada.
Pero Antazil se convirtió en águila, grande y majestuosa, de garras y pico de acero, y se arrojó sobre Bondur para sacarle los ojos. Y Bondur se volvió una serpiente constrictora, de piel gruesa y verde, y se enroscó en el águila para estrangularla. Y Antazil se volvió agua para escapar de la serpiente, y Bondur se volvió tierra para absorber el agua, y Antazil se volvió lombriz para devorar la tierra. Luego Bondur se volvió pájaro para comerse a la lombriz...
Era el juego más antiguo, como a veces lo llaman, y el que juega pierde cuando no atina a repeler un ataque, cuando no puede hallar una nueva forma, cuando demora demasiado. Pero quien juega casi nunca lo hace más que con palabras, con la imaginación, y en cambio la lombriz se transformó en gato y atacó al pájaro, que se volvió perro y persiguió al gato, que se volvió rabia e hizo enfermar al perro, que se volvió tiempo, que cura o que mata. La rabia se convirtió en clepsidra para aprisionar al tiempo; el tiempo se convirtió en piedra para romper la clepsidra, que se convirtió en pico para romper la piedra, que se volvió hacha para cortar el mango del pico...
Así combatieron durante mucho tiempo, con furor cada vez más grande, pues no cambiaba con sus formas. Ninguna bruja superaba a la otra, ninguna estratagema servía, y así Bondur y Antazil fueron animales, plantas, objetos, ideas, categorías, todas las cosas que tienen nombre, y cada vez más rápido, hasta que los caminos que se cruzaban bajo la batalla, no exagero, pudieron confundirse con los que llevaban al Templo de las Maravillas, el que Yuma de Haydayn mandó hacer cuando fue rey y en el que estaba, en verdad o en imagen, todo: lo creado y no creado, lo inconcebible, para su goce y el espanto de su pueblo.
Y hasta que Bondur, furiosa más allá de toda prudencia, se convirtió en hechizo, en magia pura de muerte y ruina. Antazil asumió su verdadera forma y, como bruja, comenzó a disolver el hechizo. Bondur apenas pudo transformarse de nuevo, porque en verdad se disipaba en el poder de Antazil, pero se convirtió en la espada Finor, la de la Gesta de Alabul, la que corta la piedra y seca la carne y es amiga de la desolación, y se arrojó sobre su enemiga.
Y he aquí que Antazil, cuando la hoja estaba por atravesarla, se transformó en Bondur.
Pensó que Bondur vacilaría, al mirarse fuera de su cuerpo, y vaciló, en efecto, pues Finor, la hoja terrible, la que en la Gesta mató sin piedad al mismo Endhra, al Eterno, se detuvo.
Pero luego, para estrangularla con sus propias manos, para hacerla pagar por el horror de verse a sí misma, Bondur se transformó, a su vez, en Antazil.
Y entonces se vieron.
Sí, Antazil con la carne de Bondur, Bondur con la de Antazil, pero también con los pensamientos de la otra, sus recuerdos, sus motivos para la vida y el arte y el combate. Y cada una comprendió a la otra, como nunca había comprendido nada en la existencia, y cuando se miró desde esos otros ojos, desde afuera, en aquel instante, también se conoció.
Alberto Chimal (n. Toluca, México, 1970). Escritor mexicano. Es además profesor y coordinador de talleres literarios.
Nacido en Toluca, Estado de México, Chimal comenzó su carrera en 1987, al ganar el premio "Becarios" del Centro Toluqueño de Escritores (que ganaría luego en dos ocasiones más, en 1990 y 1996). Durante algunos años colaboró en revistas y suplementos locales.
Chimal luego de sus primeras publicaciones, Chimal ingresó en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus Toluca, donde cursó la carrera de Ingeniería en Sistemas Computacionales, de la que se graduó con honores académicos. En 1995, sin embargo, optó por volver a dedicarse de lleno a la escritura y emigró a la ciudad de México. Allí estudió en la Escuela de Escritores de la SOGEM y posteriormente en la Facultad de la Filosofía y Letras de la UNAM, donde obtuvo el grado de maestro en Literatura Comparada. A lo largo de la segunda mitad de los años noventa, Chimal comenzó a destacarse entre los escritores de su generación con diversos reconocimientos, como la beca para jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el Premio de Cuento Benemérito de América y, sobre todo el Premio Nacional de Cuento, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y reconocido como el más importante que se da en México a un libro de narraciones breves.
Al mismo tiempo, su trabajo ha figurado constantemente en las listas de los mejores títulos publicados en su país. Sobre todo, éste ha sido el caso de sus libros Gente del mundo (1998),1Grey (2006),2 y La torre y el jardín (2012),3 lo que ha servido para cimentar su reputación. Debido a la solidez y la calidad de su trabajo, se le ha considerado "quizá el más notable narrador de su generación en el país".4

El trabajo de Chimal ha sido calificado como excéntrico por algunos críticos: lejano de los temas más habituales en la literatura mexicana actual y más cercano a la literatura fantástica latinoamericana y europea.5 Sin embargo, también se ha notado que sus historias enlazan hechos extraordinarios con observaciones de la vida cotidiana y la realidad actual,6 en ocasiones uniendo el mundo real con el mítico. En todos los casos se ha reconocido el talento del escritor; sobre Grey, la escritora Ana García Bergua escribió que es "el juego de un cuentista consumado, amo de ocurrencias que provocan risa y a la vez expelen el airecito siniestro de los mejores clásicos. En esta época de corrección política y de gente que se ofende por todo, no es fácil practicar con tal gracia la irreverencia, ni encontrar a quien la practique con desenfado y talento. Por ello, leer Grey, de Alberto Chimal, es una recomendable y deliciosa liberación".7 El libro Mito, fantasía y recepción en la obra de Alberto Chimal, una serie de estudios críticos compilados por Samuel Gordon, se refiere a su trabajo fantástico.
En 2007, Chimal fue aceptado en el Sistema Nacional de Creadores de Arte, programa de financiamiento que se propone apoyar a artistas mexicanos con sólida trayectoria. Durante 2008, Chimal fue mencionado como uno de los pocos autores destacados entre los narradores mexicanos nacidos en los años setenta, empeñados todavía en probar el valor de su propia obra y encontrar una apuesta valedera para insertarse en la tradición de la literatura mexicana.8 Asimismo fue seleccionado para aparecer en la antología Grandes Hits vol. 1, compilada por Tryno Maldonado, que pretende ofrecer una muestra representativa de lo mejor de la narrativa mexicana escrita por autores de los años setenta y fue objeto de polémica durante el año.9 Con esto, Chimal se convirtió en uno de los pocos autores seleccionados para las cuatro antologías generacionales más importantes publicadas en su país hasta aquel momento: las otras tres son Generación del 2000 (2000), Novísimos cuentos de la República Mexicana (2005) y Nuevas voces de la narrativa mexicana (2003).
Chimal ha mantenido, durante los últimos años, una presencia constante en Internet por medio de bitácoras literarias de su autoría, y se le tiene por una autoridad en el tema de la literatura en la red.10 11 "Su sitio personal, Las Historias", se ha escrito, "es una referencia obligada en la escena actual".12 El sitio se mantiene hasta la actualidad y ofrece notas sobre literatura (con énfasis en la práctica de la escritura narrativa), cuentos y un concurso mensual. De 2007 a 2010, Chimal fue miembro del jurado del concurso literario Caza de letras, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México y llevado a cabo íntegramente en Internet.13 El concurso reunió cada año a un grupo de escritores que competían en un taller virtual de escritura14 15 y sus últimas ediciones se abrieron a participantes de toda Hispanoamérica.16 17 En 2011, además de organizar una serie de conferencias sobre literatura e internet (con énfasis en la red social Twitter)18 para el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, Chimal lanzó una publicación independiente: un libro de microrrelatos (originalmente creados en la red social Twitter) titulado 83 novelas, con un tiraje impreso pero pensado fundamentalmente para su distribución gratuita en formato digital. A unas horas del lanzamiento ya se habían registrado más de 1,000 descargas del libro: "el equivalente a un tiraje convencional agotado" en tan poco tiempo, según escribió el autor al comentar el hecho. 19 Una colección posterior lanzada a fines del año, El Viajero del Tiempo, estaba compuesta de minificciones similares a las de 83 novelas pero adaptadas para crear un texto más cercano a lo novelesco: la creación de un personaje inspirado en la novela La máquina del tiempo de H. G. Wells.20 El libro abrió la primera colección dedicada exclusivamente a minificción en México: la serie Hormiga Iracunda de Ediciones Posdata. También en 2011 apareció la antología Historias de Las Historias, primera reunión de los ganadores del concurso mensual convocado por Chimal en su bitácora desde 2005.21 
En los últimos años, Chimal ha alternado su tiempo entre el cuento y varios proyectos de novela,22 23 de los que el primero, titulado Los esclavos, apareció en 2009, publicado por la editorial Almadía.24 Antes de su lanzamiento, el libro había valido ya a su autor el ser considerado uno de los novelistas que daría de qué hablar durante el año.25 Posteriormente, la novela (en la que Chimal se aparta de los temas de lo fantástico y propone la historia realista y cruda de dos parejas entregadas a relaciones extremas de dominio y sumisión) ha sido bien recibida: la narradora y crítica Eve Gil la ha elogiado como "una joya maestra de la más alucinante ficción"26 y la revista Chilango otorgó al libro la calificación de "Imprescindible",27 entre otros comentarios positivos. Asimismo, el crítico Camilo Bogoya ha resaltado de la novela "el hecho de narrar desde fuera de la cultura, es decir, desde un lenguaje que describe los abismos de la imaginación sexual sin ninguna toma de posición, sin subjetividad. Por supuesto, esto puede parecer imposible, y esa narración imposible es uno de los mayores atractivos y logros del lenguaje de Los esclavos".28
La segunda novela de Chimal, La torre y el jardín, se anunció inicialmente para 201129 pero fue finalmente publicada al año siguiente. Es una novela que tomó ocho años de trabajo y une la narrativa de imaginación fantástica del escritor y la vena realista que había mostrado en Los esclavos en una trama compleja, de estructura experimental.30 El libro fue en general muy bien recibido, con excepciones como una reseña muy desfavorable del crítico mexicano Christopher Domínguez Michael, que denostó al "género fantástico" en el que clasifica a Chimal y acusó a éste personalmente de "atrofia" e "infantilismo".31 En entrevista, Chimal opinó de estas acusaciones que "la reseña está escrita desde una postura crítica que teme estar perdiendo autoridad e influencia: que ve el surgimiento de lecturas que no le gustan –lecturas que podrían recibir bien un trabajo como el mío, u otros que no cuadren con la idea más tradicional de lo que "puede" ser canónico en México– como una amenaza directa".32 En el otro extremo de los comentarios sobre la novela, el narrador boliviano Edmundo Paz Soldán la llamó "un prodigio de la imaginación, una fascinante experiencia de lectura que, si hay justicia, debería convertirse en uno de los primeros clásicos de la literatura latinoamericana de este siglo".33 En 2013, el libro fue finalista de la XVIII edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, uno de los más importantes del idioma español.34 Novelas.  Los esclavos (Almadía, Oaxaca, 2009). La torre y el jardín (Océano, México, 2012). Libros de cuentos.  Los setenta segundos (Centro Toluqueño de Escritores, Toluca, 1987). La Luna y 37'000,000 de libras (Centro Toluqueño de Escritores, Toluca, 1990). YYZ (La tinta del alcatraz, Toluca, 1991).Tradiciones y leyendas (José Antonio Alcaraz, México, 1996). Vecinos de la tierra (Centro Toluqueño de Escritores, Toluca, 1996). El rey bajo el árbol florido (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 1997). Historias del predicador, el mago y el rey (Mixcóatl, México, 1998). El ejército de la luna (tunAstral, Toluca, 1998). Gente del mundo (Tierra Adentro, México, 1998). El país de los hablistas (Umbral, México, 2001). Éstos son los días (ERA, México, 2004). Polo (Edición de autor, México, 2005). Grey (ERA, México, 2006). Cinco aventuras de Horacio Kustos / Five Adventures of Horatio Kustos (edición bilingüe; Desde La Otra Orilla, México, 2008). La ciudad imaginada y otras historias (Libros Magenta / Secretaría de Cultura del DF, México, 2009).83 novelas (Edición de autor, México, 2011). El Viajero del Tiempo (Ediciones Posdata, Monterrey, 2011). Siete. Los mejores relatos de Alberto Chimal (Edición y prólogo de Antonio Jiménez Morato. Salto de Página, Madrid, 2012). Ensayo. La cámara de maravillas (Universidad de Guadalajara / Arlequín, Guadalajara, 2003). La generación Z (Conaculta, México, 2012). Teatro.  El secreto de Gorco (Editorial Corunda, 1997). Canovacci (Instituto Mexiquense de Cultura, 1998).Traducciones. Edgar Allan Poe, Poliziano (La Guillotina, México, 2010). Antologías. Viajes celestes (Lectorum, México, 2006), antología de cuento fantástico del siglo XIX. Historias de Las Historias (Ediciones del Ermitaño, México, 2011), antología de ganadores del concurso mensual del sitio Las Historias. Antologías individuales.  Siete (Salto de Página, Madrid, 2012), antología de cuento seleccionada por Antonio Jiménez Morato. Manda fuego (FOEM, Toluca, 2013), antología personal. Apariciones en antologías colectivas.  Asamblea portátil. Muestrario hispanoamericano de Narradores Jóvenes (Editorial. Casatomada, Lima, 2011), antología de nuevos narradores hispanoamericanos. No entren al 1408 - Antología en español tributo a Stephen King(Editorial La Biblioteca de Babel, Quito, 2013).35. No entren al 1408 - Antología en español tributo a Stephen King (La Cifra Editorial y CONACULTA, México, 2014. Cómic. "Horacio en las ciudades" (historia corta, ilustrada por Ricardo "Micro" García) en la antología Pulpo Comics (Molleja / Conaculta, México, 2004).
Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto:Archivo.