Por Sigmund FreudEl novio queda muy ingratamente sorprendido cuando le presentan a la novia. Llama aparte al casamentero y le pregunta, en tono de reproche:
–¿Para qué me ha traído aquí? Ella es fea, vieja y bizca. Tiene feos dientes y sus ojos lagrimean.
–Puede usted hablar en voz alta –responde el otro–, también es sorda.
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