El cuento del domingo

Bohumil Hrabal
La dama de las camelias
En un bloque de pisos bastante alto de la periferia se entra directamente a los pisos desde unas galerías interiores, detrás de cada puerta hay un pequeño recibidor que parece una caja de madera, da la impresión de que los inquilinos entran y salen de unos armarios, hasta tal punto se parecen los pasillos a los armarios. Y la escalera de caracol sube hacia las galerías y de vez en cuando la blanquean con cal, para ahorrar la luz en el crepúsculo. En la hornacina de la escalera hay una imagen de Cristo que en vez de una corona de espinas lleva una corona de rosas de plástico que una vez, en una feria, un inquilino ganó en el tenderete de tiro al blanco, y bajo este Cristo estaba arrodillada la portera, con un cubo al lado, y fregaba el suelo con unos movimientos enérgicos.
-Buenas noches, mamá - saludó la decoradora Rosetka.
-Buenas - dijo la madre recogiendo la suciedad con la bayeta.
-Mamá, ¡cuántas veces le tengo dicho que se ponga una estera debajo de las rodillas. O un saco doblado!
-¡Ay, sí! - dijo la madre dejando su mano dentro del cubo.
-Lo ve, lo ve, después tiene reuma y se pasa las noches quejándose - dijo Rosetka y con la punta del zapatito, con asco, retiró el cubo mojado y se puso un escalón por encima de su madre. Por un hilo dorado aguantaba con los dedos una caja blanca que se movía como un péndulo.
-¡Ay, Dios mío! - se lamentaba la madre y mojó el cepillo en el agua sucia -. ¿Traes dinero?
-El mes próximo - dijo la hija.
-Es decir que deberé alimentarte hasta que te mueras - se quejó la madre y movía el cepillo como si ventilase su desgracia.
-Mamá, basta. Si no le gusta, pues recogeré mis trastitos y me iré. ¿Es que sólo sirvo para oír sus quejas? - dijo Rosetka.
-¿Y qué hay en esa caja? - preguntó la madre.
-Si usted lo sabe perfectamente - dijo Rosetka y levantó el dedo y el paquete atado con un hilo dorado se balanceaba y la chica bajó la cabeza y añadió -: ¡Ojalá alguna vez me tocase ir a trabajar fuera!
Y subió a la galería.
En el pasamanos había dos viejecitas apoyadas.
-Yo - dijo una de ellas -, si estuviese en el lugar de la señora Simpson, pues yo diría al príncipe de Gales, como amante sí, pero como esposa, nunca. Porque con ello el imperio británico se iría al garete...
-Buenas noches - dijo Rosetka.
-Buenas, buenas - dijo dulcemente la otra viejecita y añadió -: Parece que va a llover, las cloacas apestan.
Rosetka entró en el recibidor y enseguida estuvo en la cocina. Dejó la caja blanca sobre la cama llena de edredones y después entró en la habitación oscura. A través de las ventanas se podía ver, al otro lado de la calle, el interior de la taberna iluminada.
-¿Estás aquí? - preguntó.
-Sí que estoy, Rosetka, ¿mi gatito no estaba en la galería?
-No lo he visto, pero, buenas noches, papá - dijo y después apoyó los codos en el respaldo de la butaca donde estaba sentado su padre que miraba el interior de la taberna, alrededor de cuyo billar verde andaban los jugadores con los tacos, y los marcos de las ventanas les cortaban las cabezas y las piernas.
-¿Por qué Lad'a no hace una jugada por la espalda? - se extrañó el padre.
Rosetka se desabrochó el sujetador.
-¿Qué decía yo? - dijo el padre contento -. ¡Y además ahora Kamil hará una carambola!
-¿Sí? - dijo Rosetka bajándose las braguitas, se le engancharon con el empeine y ella dio saltitos hasta caerse de lado sobre el sofá.
Pero el padre empezó a toser y a ahogarse.
Rosetka acercó el cubo a su padre, después abrió un armario, sacó de él un vestido blanco, se lo puso acariciando el frío satén y mirando lo bien que le sentaba.
-¡Ojalá vomitase de una vez por todas esta maldita vida! - dijo el padre.
Después se acurrucó en forma de ovillo y escuchaba los golpes suaves de las bolas de billar.
-¡Si al menos mi gatito estuviese aquí! - se quejó.
-Ya volverá. Seguro que ha encontrado una gata o algo por el estilo - dijo la hija y se abrochó el sujetador.
Después entró en la cocina.
La madre estaba delante del espejo y entre sus dedos llevaba una rama con una camelia preciosa. Sobre los edredones de la cama estaban el hilo dorado y la caja blanca abierta.
-¡Mamá, sáquese enseguida ese saco! - dijo Rosetka y añadió en voz baja -: Ha vuelto a encontrarse mal.
La madre dejó con cuidado la camelia sobre la cama, después se desató el saco que llevaba en vez de delantal cuando fregaba la escalera, y señaló la ramita diciendo:
-¡Yo siempre llevaba una camelia como ésa en el baile de Parques y Jardines! - Y susurró -: Quería la ternera rellena, y parece que ya no digiere...
-Mamá, ¡ayúdeme! - dijo Rosetka. Y añadió en voz baja -: Siempre pregunta por su gatito.
La madre sacó del armario los zapatos plateados con los tacones de cristal, miró a su hija inclinada sobre una palangana y dijo:
-¡Con unos zapatos así yo me torcería el tobillo! - y añadió en voz baja -: Se tropezaba con el animal, y el médico dijo que teníamos que deshacernos del gato.
Rosetka se limpiaba los oídos con la punta de la toalla y la madre llevó desde la habitación el vestido de satén, lo levantó delante del espejo y miraba lo bien que le sentaba.
-¡Mamá, lávese las manos, me lo ensuciará! - dijo Rosetka y en voz baja -: ¿Dónde lo llevó?
-Rosetka, todo el mundo va a envidiarte - dijo la madre y añadió en voz baja -: Llevé aquel monstruo al barranco del diablo.
-¡Mamá, páseme ahora el vestido por la cabeza! - dijo Rosetka
Y después:
-Mañana lo iré a buscar, pues sí que la ha hecho buena...
-¡Ay!, qué vestido más elegante - dijo la madre y en voz baja -: Ayer papá lloró por primera vez en su vida. Ya no vino ninguno de sus amigos, nadie le mandó un mensaje, un saludo...
Rosetka se pintaba los labios haciéndoselos más provocadores, después fijó la camelia en el vestido.
La madre se secó una lágrima y suspiró.
Después abrió la puerta de la habitación, encendió la luz y con ambas manos señalaba a la hija que entraba.
-¡Fíjate, papá! ¡La dama de las camelias!
De detrás de la butaca dio un vistazo una cara chupada.
-Estás muy guapa, hijita, muy guapa - dijo el padre que levantó hacia su cara un espejo de bolsillo redondo, se miró en él, y después señaló con el dedo la fotografía entre las ventanas, una fotografía de un hombre fuerte, al lado del billar, con la camisa desabrochada, poniendo yeso al taco. Señaló la fotografía y dijo:
-¡Qué principio y qué final! - Y miraba el espejito y se pasó el dedo por las arrugas de alrededor de la boca.
-Papá - dijo Rosetka dando una vuelta como las modelos para que pudiera verla de todas partes.
-Estás muy guapa, hijita - decía el padre en voz baja -. Que te diviertas tanto como a mí me gustaba divertirme, y te aconsejo que siempre quieras ser alguien mejor, tal como yo hacía... Yo que hoy ya sé por qué los amigos del billar ya no vienen ni vendrán. Yo mismo tampoco vendría a verme - dijo el padre sonriente y volvía a mirar el espejo redondo. Y añadió -: ¡Ojalá estuviese aquí mi gatito, mí gato, que siempre me ve como si fuese joven y guapo y agradable y etc.! ¿Sabes?
Debajo de las ventanas sonó un claxon.
-El taxi ya está aquí - gritó Rosetka -. ¡Papá, buenas noches! - Y le mandó un beso.
-Vete, hijita y diviértete tanto como yo solía divertirme en mis tiempos - susurró el padre apoyándose en el marco de la ventana y vio cómo los jugadores de billar corrían hacia las ventanas de la taberna y miraban quién se iba y quién llegaba.
En la cocina la madre echó el abrigo de falso visón sobre los hombros de Rosetka.
-Mamá, déme un billete de cincuenta, deprisa - dijo Rosetka.
La madre abrió un aparador desconchado y suspiró:
-¡Ay, Dios mío!
Después el vestido de satén salió a la galería.
La madre apoyaba un brazo en el pasamanos, y el otro en la cadera dolorida. Y miraba cómo bajaba por la escalera de caracol hacia el patio el abrigo blanco de falso visón y los tacones de vidrio eran como arpegios de un mundo mejor.
Rosetka salió hacia el patio, se paró sobre la cloaca, saludó a su madre con la mano y le sonrió cariñosamente. La madre asintió con la cabeza y cerró los ojos.
Una de las viejecillas dijo con malicia:
-Va a llover, las cloacas apestan.
Bohumil Hrabal.(Brno, 1914-Praga, 1997) Escritor checo cuya obra se caracteriza por su visión satírica de la realidad y el relieve que confiere a sus aspectos absurdos. Considerado uno de los más grandes autores del siglo XX en su lengua por su facilidad narrativa y el uso alternativo del humor y la tragedia en un mismo plano, adquirió popularidad con sus novelas Curso de danza para adultos y alumnos adelantados (1964), Trenes rigurosamente vigilados (1965) y Yo que serví al rey de Inglaterra (1971). Su adhesión al Manifiesto de las dos mil palabras (1968) provocó la prohibición temporal de sus publicaciones en el país. La novela autobiográfica Bodas en casa (1990) confirmó el lugar de privilegio que ocupa entre los escritores centroeuropeos.
Bohumil Hrabal cursó en Praga estudios de derecho, que hubo de interrumpir a causa de la ocupación nazi. Trabajó como empleado ferroviario durante la guerra y en diversos oficios a su término: tramoyista, cartero, metalúrgico. A partir de 1962 se dedicó por entero a la literatura. Después de la invasión soviética de 1968 no pudo continuar publicando legalmente sus novelas, parte de las cuales aparecieron en samizdat (publicaciones al margen de la ley) o en el extranjero.
Ya a finales de la década de 1940 había comenzado a escribir poesía, así como relatos cortos, aunque éstos no verían la luz, transformados, hasta decenios más tarde. Sus primeras obras en verso muestran todavía las influencias del "poetismo", pero será la tradición surrealista (checa y francesa) la que marcará con mayor claridad su producción narrativa posterior, con el gusto por la yuxtaposición de elementos discordantes, la pasión por el "collage" y la construcción de las metáforas.
En 1956 publicó Conversaciones con la gente, pero fue Una perla en el fondo la que alcanzó un gran éxito, seguida de Los palabristas (1964) y el extenso "monólogo-collage" Curso de danza para adultos y alumnos adelantados (1964). Tales obras son una confusa reunión de pequeñas historias y anécdotas de irrefrenable comicidad, sostenidas por un lenguaje rico y compacto que alcanza el nivel de joya de la lengua hablada. Desde el principio destacó por la originalidad de sus textos, situados entre la literatura oral y la vanguardista, con manifiestos antecedentes en la tradición picaresca de J. Hasek, un gran despliegue de humor y asociaciones surrealistas; el resultado fue una producción radicalmente subversiva.
De estructura más clásica es Trenes rigurosamente vigilados (1965), acerca de cómo el intento de superar sus problemas sexuales conduce al joven Milos al heroísmo en la resistencia antinazi; llevada al cine por Jiøí Menzel, el filme obtuvo un Oscar en 1966. Con esta obra se enfrentó a la forma cerrada y más amplia de la novela, mientras que en Anuncio una casa donde ya no quiero vivir (1965), Hrabal toma una vez más del "collage" el principio de la contraposición de planos narrativos diversos y regresa al período oscuro del estalinismo, iluminándolo con relámpagos de metáforas surrealistas, con gran melancolía política pero al mismo tiempo con enorme confianza en el hombre, auténtico protagonista de toda su obra.
Tras la invasión soviética de 1968, que le supuso más de siete años de silencio editorial forzado, dos libros retirados de la venta y una publicación incompleta y cronológicamente desfasada de sus obras, Hrabal elaboró formas narrativas de inspiración más amplia, como la trilogía ambientada en Nymburk que tiene como protagonistas a los padres del escritor (sobre todo a la madre) y al propio Hrabal, y que integran las novelas La tonsura (1976), La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo (1978) y Los millones de Arlequín (1981). El tema que pasa a ocupar el primer plano es la actitud del hombre frente a la muerte y a la historia.
Le siguieron las tres novelas que representan la cumbre de su producción. Nezný barbar (Bárbara ternura, 1973), publicado sólo en el extranjero, relata las aventuras picarescas e inverosímiles del dibujante V. Boudník y sus amigos E. Bondy y Bohumil Hrabal en la Praga de los años cincuenta y sesenta. En Yo que he servido al rey de Inglaterra (1982), describe la ascensión y caída de un joven aprendiz de camarero en contacto con la historia. Y Una soledad demasiado ruidosa (1976), publicada también sólo fuera de Checoslovaquia, es el amargo monólogo de un trabajador de un almacén de reciclaje de papel frente a un mundo que cambia de manera inexplicable, violenta y poética; esta "renuntiatio mundi" de un no-intelectual "instruido en contra de su voluntad" ante la progresiva desaparición de su propio mundo cultural es sin duda una de las obras maestras del autor.
La producción de Bohumil Hrabal, dispersa y fragmentada, aunque traducida a numerosas lenguas del mundo, es enorme en extensión, de modo que aún prosigue el trabajo de edición de sus obras completas. De entre sus restantes títulos sobresale la trilogía de recuerdos Bodas en casa (1986-1987), que consta de una primera parte de título homónimo y una segunda y tercera tituladas Vita nuova y Solares. La obra recoge la trayectoria personal e intelectual del autor, narrada por su esposa Eliska y por otras personas que tuvieron algún papel en su vida, así como por el propio Hrabal. En la primera parte la narradora, joven aún, llega sola y sin recursos a la Praga de la inmediata posguerra. Ha perdido a su familia, deportada. Allí conoce a Bohumil Hrabal, que acabará convirtiéndose en su marido; es un abogado que jamás ejerció como tal y que se dedica a escribir unos textos impublicables en aquella época. Hrabal aún tiene tiempo de mostrar a Eliska la Praga viva y tradicional que está a punto de desaparecer, arrollada por el terror, la burocracia y el aburrido uniformismo estalinista.
Tras esta introducción, lírica y nostálgica, Vita nuova recoge una serie de episodios inconexos, reunidos en una especie de collage narrativo. El tiempo avanza y retrocede: recuerdos de infancia, deshielo tras la muerte de Stalin, tertulias y conversaciones con los amigos y descripciones detalladas de ambientes y personas, incluido el propio autor. Pese a la relativa apertura política, Hrabal no ha conseguido ser aceptado como escritor; ha desempeñado diversos empleos y Eliska trabaja como camarera. Por fin, consigue publicar un libro, pero en cuanto aparece es objeto de prohibición y su autor incluido en la lista negra.
La última parte de la trilogía, Solares, también está estructurada en collages, y centra la narración en la década de 1960. Con casi cincuenta años, Hrabal consigue publicar un volumen de cuentos que tiene gran éxito. Comienzan los reconocimientos, los premios, las salidas al extranjero. Pero no faltan las amarguras: enfermedades, temor a la muerte, separación de amigos, la invasión de Checoslovaquia en 1968 y la nueva inclusión del autor en la lista negra de la disidencia, disipadas ya las efímeras esperanzas de la primavera de Praga. Pese a las coacciones, sigue escribiendo, y una prueba de su irreductible voluntad de perseverar es precisamente este libro, redactado en los últimos pero no menos duros años del régimen comunista, que el autor vivió en condiciones especialmente penosas. Quizá por eso, a modo de mecanismo compensador, confiere relieve en la obra a sus recuerdos más alegres.
Semblanza biográfica:biografiasyvidas.com.Texto:El cuento del día. Foto:archivo

No hay comentarios: